Autor: admin

  • Tengo un amo y señor, a quien obedezco y satisfago en todo

    Tengo un amo y señor, a quien obedezco y satisfago en todo

    Con Carlos ya tenemos una relación de mucha confianza, nos decimos todo.

    Carlos me tiene enamorado y cuando me llama o me propone algo soy el primero en aceptar, no le discuto.

    En ese escenario emocional es que poco a poco Carlos me ha propuesto incluir a otra persona, es un ex novio a quien conozco.

    Yo se que nos quiere como si fueramos su harem, en su fantasia el quiere a un grupo de maricones que estemos a su disposición.

    Acepté.

    Una noche me dice: hoy invite a Hugo, un italiano gay que fue su novio hace 5 años.

    Casi me mori de la impresión.

    A las 20 h en punto llegó.

    Precioso ejemplar con pinta de hombre, pero es mas maricon que yo.

    Cenamos, charlamos, ellos se pusieron al día, recordaron viejos tiempos.

    Hugo me miraba hasta que puso tema para charlar. Es diseñador y viaja mucho.

    A las 22 h nos pusimos a bailar, obviamente Carlos y su italiano bailaron lentamente a S. Getz, una música de jazz muy suave, fui por agua y al volver Hugo le tenia la mano puesta en el paquetón de Carlos.

    Senti celos.

    Entonces como adivinándome mis pensamientos Carlos me invita a bailar, me abraza y me besa en la boca.

    Ay dios, que placer y tranquilidad me da este hombre, como diciéndome, calma, tu eres mi novio ahora.

    Bailamos los tres, cada cierto rato nos besamos, Hugo besa exquisito, nos abrazamos y nos tiramos en la sala sobre la alfombra.

    Nos desnudamos y entre Hugo y yo le quitamos prensa por prenda a Carlos, hasta dejarlo desnudo, entonces turnandonos le hicimos una eterna mamada a quien proclamamos nuestro rey.

    Carlos era ahora nuestro amo y como es cariñoso, le pidió a Hugo que me besara entero y luego me pidió a mi que lo besara entero.

    Los besos de Hugo fueron exquisitos, sobre todo al meter su lengua en mi agujerito anal.

    Besar a Carlos es delicioso, pecho peludo, piernas peludas, pies grandes que bese apasionadamente, tambien bese sus axilas y su raja de hombre; luego me sente en su cipote y me deje penetrar… oh que placer.

    Mientras tanto, Hugo le ofrecía su pene que Carlos disfrutaba como si fuera una fruta. Luego nuestro rey nos pidió -a Hugo y a mi- que nos pusiéramos en 4 uno al lado del otro, y nos fue penetrando en intervalos de 3 a 4 minutos.

    Sentir que una verga de macho, que viene mojada, se te entierra en el ano es un placer inconmensurable.

    La acabada fue espectacular.

    Lo mamamos y nos eyaculó en los ojos a Hugo y a mi.

    Finalmente nos pidió que nos masturbáramos en su culo y eyaculáramos en su espalda, obedecimos sumisamente.

    Esa noche dormimos los tres abrazados, y la experiencia con un tercero fue muy grata.

    Quedamos en repetir.

    Estoy enamorado.

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  • Mi nueva amiga (2)

    Mi nueva amiga (2)

    Un día nuevo, y yo ya me desperté algo excitada. Algo que no he mencionado, es que soy muy alzada y hormonal, si por mi fuera viviría cogiendo todo el tiempo, soy una perra en celo la mayor parte del tiempo. Me levanté, desayuné, fui al gym, volví a casa, me bañé, y cociné. Todo con cierto entusiasmo por ir a trabajar y verla a ella. Ahí me estaba dando cuenta que me estaban pasando cosas.

    Llegué a la parada y nos cruzamos. Nos saludamos y fuimos todo el viaje conversando como grandes amigas. Llegamos al trabajo, y ese día nos tocaba en una parte donde trabajábamos juntas, estando ambos escritorios al lado, por lo que entre documentos, seguimos charlando de todo un poco.

    Pau: Boluda, no sabes lo que me pasó ayer de noche. Terminamos de cenar con Teo, y nos pusimos a ver una serie. En un momento hubieron escenas medio calientes, y ya nos empezamos a tocar. Manoseo va manoseo viene, dejamos la serie de lado y empezamos a besarnos y tocarnos re alzados.

    Yo: Ya se puso bueno el chisme jaja

    Pau: Después cuando empezamos a coger, yo estaba re alzada, y Teo estaba re caliente como siempre. De la calentura, le dije, “que ganas tengo de cumplirte esa fantasía y que nos garchemos a una mina”

    Yo: Noo, ¿y qué te dijo?

    Pau: Sentí como se excitó de más y empezó a darme más fuerte. Yo sentía re dura la pija, y de solo imaginarme la situación, me excité mucho más también al punto de que acabamos al toque los dos. Y dos minutos después, nos recuperamos y seguimos cogiendo de nuevo.

    Empezó a chuparme la concha, y yo lo calentaba más diciéndole “que rico que me la chupas, pero ojalá me estuviera chupando la concha una mina mientras vos le metes la verga a ella”. Se calentó de nuevo mucho más, no aguantó y me dio pija como un loco desaforado, yo también estaba hecha una perra en celo. Volvimos a acabar, fue una locura de leche lo que le salió y yo mojé toda la cama. Nos dimos unos besos, y dormimos abrazados toda la noche.

    Yo: uff boluda, perdón pero me re alzaste a mi también con ese relato.

    Pau: jajaja sii, estuvo muy bueno la verdad. Me sentí muy a gusto abrirme así y experimentar eso por más que solo sea fantasía.

    Yo: ¿Entonces decís que solo fantasía, no lo harías?

    Pau: Y no sé la verdad, por ahora lo siento así me parece.

    Yo: Está bien, al menos ya viste que no te convertis en lesbiana solo por imaginarte esas cosas jaja

    Pau: Jaja sii, igual no creo que me volvería lesbiana, capaz bisexual, porque la pija me encanta.

    Yo: Eso está muy bien jajaja ambas cosas son buenas

    Pau: ¿Vos estarías con una mujer?

    Yo: Yo no tendría problema de probar, y si la mujer es como vos boluda, mucho menos jajaja

    Pau: Dale estúpida jajaja

    Se lo decía como en broma pero también un poco en serio, le tenía tremendas ganas, pero no quería echar a perder la linda amistad que estábamos teniendo.

    Llegó la hora de descanso, y fuimos a almorzar como era costumbre. Estábamos comiendo y me muestra una publicación de un baile y me invita para ir con ella y su novio. Yo hace una banda de tiempo que no iba a uno, entonces le dije que si.

    Llegó el fin de semana, y yo fui para la casa de ella porque íbamos a salir desde ahí. Ella vivía sola con su novio Teo.

    Fui a su casa el sábado como a las 20, para ir preparándonos y eso. Me dijo que su novio al final no iba a ir porque tenía que terminar unas cosas para su trabajo. Él trabaja en unas cosas de marketing y algunas veces trabaja desde su casa.

    Yo llevé ropa como para tener varias opciones, y empezamos a fijarnos en su ropero porque ella tampoco se decidía qué ponerse, cosa de chicas jaja.

    En un momento salió Teo de bañarse, y se ve que pensó que yo iba a ir más tarde, porque entró al cuarto de golpe y solo venía con una toalla alrededor de su cintura. Cuando vio que estaba yo se puso nervioso y se dio vuelta rápido para salir del cuarto, pero la toalla se le enganchó en algo de la puerta, y se le cayó, quedando desnudo frente a nosotras. Todo fue muy rápido, pero pude ver cómo le colgaba la pija, además de verlo completamente desnudo, y tengo que decir que era atractivo. Era delgado pero con sus músculos algo marcados, abdomen tonificado, y una buena pija y gruesa.

    Pau se cagaba de risa, y Teo apenas pudo ponerse de nuevo la toalla, se fue del cuarto para vestirse en otro lado, mientras pedía disculpas. Todo eso transcurrió muy rápido como dije, pero repercutiría en cosas que después voy a contar…

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  • Economista y prosti: Me cogen ante papá que solamente mira

    Economista y prosti: Me cogen ante papá que solamente mira

    ¡Hola!

    Hoy retomo los relatos actuales, luego de mis vacaciones, aunque aún con algo de atraso. Lo que les relataré es de la segunda mitad de octubre, así que me siguen quedando encuentros de fin de octubre para relatarles, más allá de que estoy teniendo muchos, muchísimos encuentros con personas ya conocidas.

    Al terminar mi brevísimo resumen de vacaciones (relato anterior), les dije que había enviado un mensaje subliminal a Bob, a través de una llamada a Tiburón Blanco, y el mensaje subliminal le llegó y Bob de inmediato aprovechó a mezclar trabajo con placer, viniendo a Montevideo por trabajo pero incluyendo en su viaje tiempo libre para realizar lo que me había pedido: tenerme delante de mi padre.

    Recordarán que ya en Buenos Aires acordamos que también podría vernos Tommy, aliviando en cierto modo la carga emocional de mi papá al vernos y no poder intervenir.

    Soy muy afortunada, me esmero al elegir hombres y también quienes me los recomiendan son confiables (Tibu en este caso). Bob es todo un caballero, y prueba de ello es que en cuanto llegó a Montevideo, aún sin fijar el día del encuentro, ya me transfirió a mi cuenta lo acordado, suma que les mencioné en el reporte 3 de la visita a Buenos Aires.

    Confirmé con papá, confirmé con Tommy y luego propuse a Bob hacerlo el viernes de tarde, a partir de las 17, hora en la cual ya Tom podría liberarse. Y también podría estar libre papá, argumentando acompañar a Tommy a un juego de fútbol 5.

    Bob aceptó encantado.

    Y llegó el gran momento. Habíamos acordado con Bob que ya lo esperaríamos en mi oficina y que ya estarían presentes papá y Tom, a efectos de no generar esperas incómodas.

    Así lo hicimos.

    “Obligatorio” café, luego de presentarlos, para romper el hielo y que se conocieran mínimamente, hablamos un poco de nuestras vacaciones (no de sexo) y decidí que era el momento de comenzar.

    Vestida de minifalda sin tanga alguna y crop top bien corto los guie por la escalera hacia la suite superior, y pudieron mirarme a gusto, los tres.

    Llegados a la suite, les dije que iba al vestidor para cambiarme de ropa, (del resto ya me había preparado), y les dije que esperaran mi salida del vestidor, para entrar ellos y ponerse a gusto. Les sugerí que papá y Tommy quedaran de boxer y camisa, para que no molestara una eventual erección, mientras a Bob le sugerí que quedara en boxer y nada más.

    Me fui al vestidor anexo, fui al baño, me refresqué y perfumé nuevamente y luego me puse una de mis largas batas negras, opaca y bien cerrada.

    Nos cruzamos cuando pasaron al vestidor, y les dije que me dieran al menos unos cinco minutos antes de volver.

    Había desarrollado mi idea en secreto, visto cuanto le gustó a Sam mi foto de cuando seduje a papá (la que le envié mientras no se decidía), decidí recrear esa pose.

    Lo recuerdan seguramente, y si no lean el relato de “Cómo seduje a mi papá”.

    Decidí recostarme a lo ancho de la cama. De espaldas a la puerta que da al vestidor. Cuando seduje a papá, la pose que adopté había sido inspirada en las poses de odaliscas de brillantes pintores como Ingres, Fortuny o Manet, aunque yo opté por la desnudez total, algo que no siempre ellos representaron.

    Desnuda, de espaldas al vestidor, sobre mi lado derecho, con ese brazo flexionado sosteniendo mi cabeza y la pierna izquierda con la planta del pie apoyada en la cama, de modo de mostrar un poco de mi concha, los esperé.

    —¡Que divina! Dijo Bob. —Esa pose tiene historia dijo Tommy. —Contale la historia dijo papá a Tommy.

    Dejé que me contemplaran los tres hasta que papi y Tom se sentaron en dos pequeños sillones al costado de la cama, separados del lecho más o menos un metro y medio.

    Sonreí a Bob y le indiqué de situarse entre ellos y la cama. Estaba con la verga totalmente erecta, dura. Me paré frente a él y lo besé, de lengua, mostrando descaradamente como metí la lengua en su boca.

    Mirando a mi Tommy le dije: —Contale a Bob la historia de esa pose…

    Mientras Tom le contaba la historia de la seducción de papá, y de la foto que me tomó en la pose de odalisca, fui bajando y lamiendo el cuerpo de Bob hasta arrodillarme y comenzar a chuparle la pija, pétrea a esa altura de los acontecimientos. Alguna vez interrumpió el relato de Tommy con un par de preguntas, pero siempre sostenía mi cabeza contra su cuerpo, metiendo la verga a fondo en mi boca. Papá me miraba como hipnotizado.

    No quise arriesgar que mi cliente acabara prematuramente, y me recosté sobre la cama, a lo largo de la misma, de piernas abiertas en una obvia invitación a que me chupara la concha, ya mojada.

    Ya saben los lectores cuanto me gusta que me la chupen, que me pasen la lengua, que me succionen el clítoris, que jueguen con mis pelitos. Ahora imaginen como me sentía mientras Bob me hacía todo eso y yo giraba la cabeza y miraba directamente a papá y a Tom. Los vi excitados, inquietos, se acomodaban el bulto, pero resistían y cumplían con no intervenir.

    Quería que me la metiera y se lo dije a mi partenaire.

    Me puse para cucharita, de frente a los observadores, bien cerca de ellos casi al borde de la cama.

    Cuando Bob se recostó detrás de mí, yo sobre mi lado derecho, levanté la pierna izquierda y la pasé sobre su cuerpo.

    Mi concha se ofreció a su verga, todo a la vista de mi marido y de mi padre. Una de sus manos se posó sobre mis tetas acariciándolas y la cabeza de su pija buscó la entrada a mi gruta de placer. Fue fácil, su pija y mi concha bañados en saliva facilitaron la penetración. Lo sentí entrar en mí sin esfuerzo.

    —¡Que bien metida! dijo papi, quizás como modo de aliviar tensiones.

    Tom tuvo una idea brillante. Con el cañón de imágenes, proyectó a la pared detrás de ello lo que se puso a filmar con su teléfono.

    Bob y yo veíamos como su miembro entraba y salía de mi cuerpo, en una imagen HD de gran tamaño. Me resultaba muy excitante ver tan detalladamente como me cogía.

    Era inevitable, acabé antes que Bob, y me encantó que me vieran temblar y quejarme en mi orgasmo. Segundos después su verga comenzó a verse cubierta de una espuma blanca, producto de batir mi flujo en su vaivén. Hasta que lo sentí vaciarse dentro de mi. Cada vez aprecio mejor el momento en que me acaban, lo presiento y luego cuando eyaculan, siento los chorros, tibios y casi siempre abundantes, que inundan mi lugar de placer. Los siento a ellos estirar sus músculos, gruñir a veces, estrujarme las tetas o mordérmelas.

    Lo incité, moviéndome con suavidad, a que no me la sacara de inmediato. Siguió dándome y obteniendo placer hasta que ya semi blanda, su pija se salió de mí.

    Casi de inmediato. Leche y flujo chorrearon mis muslos y la sábana.

    Me arrodillé y lamí lo que había en la sábana, con los dedos recogí lo que pude de mis muslos y lo llevé a mi boca, saboreando.

    Miré a papá; estaba intensamente pálido, sin expresión, sorprendido quizás de ver a su hija hacer todo lo que hice.

    Era inevitable. Me puse a limpiar la verga de Bob chupándosela. La chupé y la lamí hasta dejarla reluciente, también le lamí los huevos. Y me tiré a lo largo de Bob a besarlo y acariciarle la pija y el cuerpo todo, caricias que devolvía él gustosamente.

    —Hija, te he visto más puta de lo que pensaba. Ahora comprendo por qué tienes tanto éxito.

    —Me encanta que lo comprendas, papá. Soy feliz así, tanto como cuando cojo contigo, y quiero que veas más.

    —Su hija es un tesoro acotó Bob.

    Tommy sirvió zumo de naranjas, cero alcohol pues casi todos debíamos conducir al terminar el encuentro.

    —Bob, quiero que me hagas la cola y que me vuelvas a acabar en la concha. Quiero que esta tarde sea inolvidable.

    Dije eso y me di vuelta en la cama, quedando boca abajo.

    Tommy acercó gel, papá se reacomodó en su sillón.

    Bob se fue a mis pies y estuvo lamiéndolos, luego subió por las pantorrillas, masajeándome con saliva. De a ratos subía a besarme mientras yo me acariciaba las tetas.

    Se detuvo largo rato a besar, lamer y masajear mis muslos. Hasta que llegó al culo. Me mordía los glúteos, me daba suaves palmadas, y entonces lo impensado; les pidió una pequeña colaboración:

    Me hizo poner en cuatro, se puso delante de mí para que le chupara la pija y con sus manos abrió los glúteos dejando bien a la vista mi agujero.

    —No quiero usar gel, la quiero coger con saliva de ustedes. Por favor mójenle el esfínter.

    Sorprendidos, no atinaron a negarse. Se pararon, se acercaron y me llenaron la raya del culo de saliva, espesa y tibia.

    —Gracias, alcanzará. Dijo Bob, y metió un dedo en mi refugio anal. Suspiré y me preparé.

    Apoyó la cabeza y me dijo que yo misma me lo metiera. Empujé hacia atrás y entró, vaya si entró, tanto que lancé un pequeño grito, pero luego fue todo goce. No tiene una pija muy grande, se soporta perfectamente y el vaivén me lleno de goce, sonreía, le pedía “más, más”, y estiraba uno de mis brazos para acariciarle los huevos. Tanta saliva como me habían echado, ayudaba a oír el característico plaf plaf de su pubis contra mis nalgas.

    Llegó el momento de cambiar, la sacó, me di vuelta y segundos después estábamos en misionero.

    La verga a fondo, todo el cuerpo de Bob sobre mi, y él me cogía moviendo solamente la pelvis… el “polvo oruga” que suele echarme mi papá y del cual le hablé previamente a mi ocasional macho.

    La posición nos permitía besarnos y que me chupara las tetas. Cuando presentí que él iba a acabar, lo apreté contra mi cuerpo, casi clavando mis uñas en su espalda.

    No me equivoqué, en segundos otra acabada se derramó en mi matriz y siguió y siguió cogiéndome mientras la tuvo dura. Y entonces:

    —Caballeros, les agradezco su respeto a mi deseo… si gustan acabarle…

    Y papá y Tommy se abalanzaron sobre mi, ya desnudos, masturbándose hasta acabarme en las tetas, sobre la concha y en la cara.

    En minutos tenía sobre mi cara llena de leche tres vergas para limpiar.

    Cuando se las hube chupado fue mi turno de limpiarme. Corrí a la ducha… y se dio lo que había relatado a Tommy de mi encuentro con Sam. No fue forzado, fue natural, disfrutable y nuevo.

    Después, Bob y Tommy se retiraron, y me tomé una ducha verdadera con papá. Besándolo acariciándonos y hablando de cuán agradecida le estoy.

    Dos horas y media habían pasado desde que llegaron a la oficina. Fue el momento de despedirnos de Sam, que en su coche viajó hasta Fray Bentos para pernoctar allí y el sábado seguir a su provincia Argentina.

    Tommy llevó a papá a su casa y yo me fui a nuestra casa a preparar mi cena con Tom.

    Personalmente no olvidaré jamás los detalles de este encuentro. La nobleza de papá, lo bien que me cogió Bob en cucharita frente a ellos, el respaldo de Tommy a todos mis pedidos, y el momento en que me vieron en pose odalisca.

    Pero no terminó del todo el encuentro. El sábado tuve llamadas de Bob para agradecerme y para que transmitiera su agradecimiento a papá, y de Tiburón, a quien Bob había llamado para agradecerle “la recomendación de esa putita perfecta”.

    Pero lo más emocionante fue la llamada de papi para decirme que pese a que en algunos momentos se sintió hasta celoso, en general quedó encantado viéndome como nunca me había visto, y sabiendo de mis honorarios. También se refirió al final, cuando fuimos todos a la ducha, y me dijo que jamás había pensado en eso, pero que ahora no puede dejar de imaginarse una repetición. Por supuesto prometí complacerlo a la brevedad.

    Por último, esa noche conversamos muchísimo con mi Tommy, evaluamos todo, que nos encantó a los dos. Cada vez me gusta más entregarme o que me entregue, que me paguen y que él me vea hacer de todo, y que participe o no. El sábado nos fuimos al campo, yo tenía que atender a tres de mis amigos en ese fin de semana. Y aprovechamos todo el viaje para planificar un nuevo desfile. Todo me gusta en esto de putifina, pero lo de desfilar delante de desconocidos es algo que literalmente me vuelve loca de placer, ¡y además tengo cantidad de outfits comprados en Madrid y Paris!

    Hasta la próxima queridos lectores.

    Besos, Sofía.

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  • Rogando por placer (1)

    Rogando por placer (1)

    Hola a todos es mi primer relato, si le gusta seguiré contando más de este encuentro.

    Soy de origen libanés y llevo varios años viviendo en Colombia. Mido 1,75, tengo 25 años, un cuerpo atlético y una barba que, según muchos, me da ese aire de turco de novela que a veces despierta curiosidad entre mis clientas.

    Tengo un almacén de decoración y la mayoría de mis clientas son señoras. Pero había una en especial… venía siempre con su esposo, aunque era evidente que él no era su verdadero interés. Cada vez que entraba, se movía con un descaro estudiado. Caminaba lento, como si desfilara para mí, y esas nalgas grandes se balanceaban de una forma imposible de ignorar. Lo hacía a propósito, lo sabía. Se inclinaba más de la cuenta para ver un adorno, giraba apenas el cuello para asegurarse de que yo la estaba mirando. Y sí… yo la miraba.

    Había algo en su forma de provocarme en silencio, delante de su propio marido, que encendía la tensión en el ambiente. Esa mujer no venía solo a comprar: venía a jugar.

    Cada vez que venía, parecía disfrutar de ese pequeño juego silencioso: le gusta sentirse deseada, que las miradas de los hombres están fijadas en ese culo, en mi mente lo imaginaba comiéndola, ella me miraba como si supiera lo que estoy pensando.

    Laura era una mujer de cuarenta y tantos, de esas que combinan la elegancia con una sensualidad que no necesita esfuerzo.

    Después de años dedicados a su hogar, había empezado a sentir esa inquietud que muchas callan: las ganas de volver a sentirse viva, deseada, admirada… de redescubrir su lado femenino antes de que el tiempo siguiera avanzando sin permiso.

    Medía alrededor de 1,60. Su cuerpo conservaba las curvas generosas de una mujer real, segura de sí misma: caderas marcadas, piernas firmes, y una figura que hablaba de madurez más que de juventud. Su piel era clara, el cabello castaño con reflejos rubios caía sobre los hombros con naturalidad, y sus ojos —de un tono dorado, como girasoles bañados de luz— tenían una mezcla irresistible de ternura y picardía.

    Había en ella algo más que belleza física: una presencia magnética, un misterio que se percibía en su forma de mirar, de sonreír, de hablar pausado. Era el tipo de mujer que no necesita decir mucho para dejar a un hombre intrigado.

    Y quizá por eso, cuando coincidimos por primera vez, supe que esa historia no iba a quedarse en una simple conversación.

    Desde el primer día, sentí una química innegable entre nosotros. Yo, un joven lleno de deseo y energía, no podía evitar imaginarme comiéndome a una milf como ella. Laura, por su parte, era una mujer madura que, después de años siendo una ama de casa dedicada, finalmente estaba lista para explorar y disfrutar de la vida. La combinación de mi juventud y su experiencia creaba una tensión palpable cada vez que estábamos cerca.

    Ella sentía mi mirada, y a menudo me devolvía una sonrisa cómplice, como si compartiéramos un secreto que solo nosotros entendíamos. Con el tiempo, nuestras interacciones se volvieron más frecuentes, y la química entre nosotros se intensificó. Laura comenzó a visitar la tienda con más asiduidad, a menudo sola, y cada vez que lo hacía, podía sentir la electricidad en el aire. Sabía que estaba esperando algo más, y yo estaba más que dispuesto a dárselo.

    Un día, Laura entró a mi tienda acompañada de su esposo, ambos interesados en ver las nuevas adiciones a mi colección de artículos decorativos. Mientras su esposo se alejaba para examinar una pieza en particular, aproveché la oportunidad para acercarme a ella. Con una voz baja y llena de intención, le susurré al oído, “Ese culo está pasando hambre, está como para chupártelo.”

    Laura me miró con una expresión de deseo y excitación que me dejó claro que había dado en el clavo. Sus ojos brillaban con una mezcla de sorpresa y anticipación, como si hubiera estado esperando esas palabras durante mucho tiempo. Era evidente que mi comentario había encendido algo en ella, y la química entre nosotros se volvió aún más intensa.

    Aprovechando el momento, tomé su número de teléfono con la excusa de informarle sobre futuras promociones y nuevas arribadas. “Tengo algunas piezas nuevas que creo que te gustarán”, mentí, mi sonrisa pícara dejando claro que no estaba hablando solo de decoración. Laura, con una sonrisa cómplice, me dio su número, y desde ese momento, supe que nuestra conexión iba más allá de lo platónico.

    Con su número en mi poder, sentí que había abierto una puerta a un mundo de posibilidades, y estaba más que listo para explorar cada rincón de ese deseo compartido.

    Esa misma noche comenzamos a hablar por WhatsApp. Al principio fue simple: comentarios sobre decoración, cosas de la tienda… pero poco a poco el tono cambió. Laura escribía con esa mezcla de seguridad y picardía que solo tienen las mujeres que saben exactamente lo que quieren.

    Sus mensajes tenían doble sentido. Mis respuestas, también.

    Había química, y los dos lo sabíamos.

    —Si quieres, mañana paso a mostrarte algo que llegó nuevo —le dije.

    Y ella respondió de inmediato:

    —Prefiero verlo en privado.

    Le envié la ubicación de mi apartamento. No hubo dudas, no hubo excusas.

    La noche en mi apartamento comenzó con una botella de vino y algunos cigarrillos que nos ayudaron a relajarnos y a que nuestras inhibiciones se disiparan. Laura, con su vestido ajustado que resaltaba cada curva de su cuerpo, se movía con una confianza que me volvía loco. La química entre nosotros era palpable, y cada mirada, cada roce, estaba cargado de deseo.

    Mientras charlábamos, Laura se acercó a mí, su voz baja y tentadora. “Sabes, he estado pensando en ti”, admitió, sus ojos fijos en los míos. “En lo que me hiciste sentir en la tienda.” Sentí una oleada de excitación, sabiendo que estaba jugando con fuego.

    Decidí llevar las cosas un paso más allá. “Ven aquí”, le dije, señalando el sofá. Laura obedeció, su cuerpo moviéndose con una gracia que me hipnotizaba. Se sentó a horcajadas sobre mí, y pude sentir el calor de su cuerpo a través de la ropa. “Quiero que te pongas en cuatro”, le susurré al oído, mi voz llena de intención.

    Laura se levantó y se posicionó en el suelo, su trasero perfecto levantado hacia mí. Me acerqué, mis manos recorriendo sus caderas y nalgas, besando cada centímetro de su piel. “¿Qué deseas, Laura?” le pregunté, mi voz baja y llena de deseo.

    “Tú sabes lo que deseo”, respondió, su voz temblando de anticipación.

    “Quiero que me lo digas”, insistí, disfrutando de su incomodidad y excitación. “Quiero escucharte rogar.”

    Laura gimió, su cuerpo moviéndose con urgencia. “Por favor, hazlo”, suplicó, su voz llena de necesidad.

    “No, quiero que me lo digas claramente”, respondí, mi voz firme. “Dime exactamente qué quieres.”

    Laura se retorció, su respiración acelerándose. “Por favor, chúpame”, intentó, pero sabía que quería más.

    “Más claro, Laura”, exigí, mi voz llena de autoridad. “Dime exactamente qué parte de ti quieres que chupe.”

    Laura cerró los ojos, su rostro rojo de vergüenza y deseo. “Por favor, chúpame el culo”, rogó finalmente, su voz llena de necesidad y vergüenza.

    “Dilo de nuevo”, exigí, mi voz firme. “Dime, “por favor, chúpame el culo.” Laura, con una voz temblorosa de excitación, repitió, “Por favor, chúpame el culo.”

    Comencé a chupar su ano, mi lengua explorando cada pliegue, saboreando su piel. “¿Cómo te sientes al rogar a otro hombre que te chupe el culo?” le pregunté, mi voz llena de satisfacción. “Te crees ama de casa, te crees una mujer fina. Mírate ahora, en cuatro, con otro hombre chupándote el culo.”

    Laura gimió, su cuerpo temblando de placer.

    Continué chupando, mi lengua moviéndose en círculos, llevándola al límite. “Te gusta, ¿verdad?”, le susurré, mi voz llena de lujuria. “¿Que le dirás a tu esposo cuando te pregunte donde estabas? ¿Le dirás que otro hombre te estaba comiendo el culo toda la noche?”.

    Laura gimió más fuerte, su cuerpo convulsionando de placer. “No, no le diré nada”, jadeó, su voz llena de necesidad. “Solo le diré que estoy cansada, que necesito descansar.”

    Le dije, mi voz llena de satisfacción. “ahora, dime, ¿qué sientes al saber que tu esposo nunca te hará sentir así? ¿Que solo yo puedo darte este placer?”.

    Laura asintió, incapaz de formar palabras, su cuerpo temblando de anticipación. De repente, paré, le dije quieres que pare o que sigua. “Por favor, no pares ahora”, rogó Laura, su voz desesperada. “Por favor, no me dejes así. No pares, que me voy a… qué rica esa lengua”, gimió Laura, su voz entrecortada por el placer. “Me voy a llegar, me voy a venir, hijueputa, que rico.”

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  • Tengo que contarte algo que te va recalentar

    Tengo que contarte algo que te va recalentar

    Sentado en su nueva cama y estando ella arrodilla entre mis piernas comencé a saborear sus hermosas aureolas.

    Mientras Milena acariciaba mi pelo me dice:

    -Tengo que contarte algo que te va a recalentar.

    Apenas levante un poco la mirada hacia sus ojos sin largar la teta izquierda.

    -El sábado hice un trío con una chica hermosa y su novio, ella es paraguaya.

    Bajo su mano hacia mi pija que se endureció de inmediato, el solo hecho de imaginarla haciendo un trío provocó la dureza de falo; la piel bien fina y estirada la cabeza hinchada a más no poder afuera del capullo estirando el frenillo al máximo, los huevos bien aprisionados y un torrente sanguíneo que no paraba de llenarla.

    Inmediatamente vino un nombre a mi cabeza.

    -¿Alegra?

    Instantáneas imágenes recorrían mi cabeza.

    -¡Sí! ¿Como sabes hijo de puta?

    Alegra trabaja de escort es muy famosa por sus largas sesiones de sexo según dicen nunca deja a un cliente insatisfecho. Si bien no llegue a conocerla forma parte de mi larga lista de pendientes.

    A Milena la conozco hace varios años y llegamos a tener un sentimiento de afecto sin llegar a involucrarnos ni superar el umbral, supongo por la diferencia de edad o porque ambos conocemos nuestras cagadas y mantenemos ese secreto ante nuestros allegados, nadie conoce nuestra relación en nuestro entorno.

    Mientras subía y bajaba su mano por mi pija ardiendo me decía al oído beboteando su voz.

    -Tiene una concha divina se la chupé con todas mis ganas.

    Inmediatamente, me recosté sobre la pequeña porción de cama que quedaba libre y quede con la cabeza colgando, ella bajo hasta la altura de mi pija y con ambas manos tomó el trozo y coloco su boca de buzón abrazando el glande, comenzó a succionarlo buscando su jugo, no la tragó sentí que ella imaginaba seguir absorbiendo de aquella vagina teniendo una pija en la boca. Fueron varios movimientos de ese tipo sin tragar el pene hasta que comenzó un frenético sube y baja, paró un instante ese vaivén y con su boca golosa balbuceó.

    -Ella también la chupa divina me hizo acabar 2 veces me succionó el clítoris como si fuera un pito.

    Luego de esa frase hundiendo una pierna en el colchón se despojó de su pequeña tanga blanca y con el mismo movimiento pero con la otra pierna su tesoro quedo a mi merced.

    Suavemente con una mano en el pecho me guío hasta quedar recostado, ella avanzó y quedé con mi boca entre sus piernas con su vulva recorriendo mi boca, su humedad saciaba mi sed y sus gemidos retumban en mi cabeza. Cabalgó mi lengua varios minutos.

    Tomando sus nalgas acerqué sus labios vaginales a mi boca y saboreé sus jugos y coloque mi dedo pulgar en la entrada de su ano. En ese momento ambos sabíamos que estábamos pensando en una sola persona, la chica del trio.

    Giró y tomó nuevamente el fierro. Sus palabras fueron convirtiendo mi pija en un mástil inquebrantable y lo clavo hasta la mitad:

    -Hasta ahí amor está muy duro me va destrozar estoy muy sensible.

    Para no ser profundamente penetrada apoyó sus poderosos pomelos sobre mi pecho, se movía muy despacio.

    Me salió decirle algo que no hubiera pensado jamás.

    -Dame un beso yo sé que me amas.

    -Si te quiero mucho amor.

    El beso fue profundo largo intenso nuestras lenguas se enredaron como nunca pensando en la concha jugosa de Alegra. Cuando la penetré profundamente se incorporó y pagué este acto perdiendo el contacto de sus labios.

    Milena no podía parar de coger tirando su cuerpo hacia atrás, con sus tetas mirando al cielo, seguía cabalgando con movimientos lentos, llevando su pelvis hacia adelante enterrando el fierro hasta el fondo de su embace para luego incorporarse y liberar la presión y luego nuevamente ir hacia adelante. Tiene una habilidad increíble para realizar ese movimiento a la perfección.

    Entre gemidos ahogados, con la voz entrecortada por la zarandeada que me estaba dando seguía relatando momentos de su faena con Alegra.

    -El novio no me toco, solo jugamos con ella, él se la cogía yo le chupaba las tetas y la besaba, ella le chupaba la pija y yo saboreaba su almeja, ella me chupaba la concha y el chabón se pajeaba. Después lo empezó a cabalgar no podía creer la velocidad de sus piernas el pobre pibe quedó hecho un trapo de piso…

    En ese momento llevo todo su cuerpo hacia adelante y comenzó a moverse a la velocidad que imagino Alegra lo había hecho con su novio.

    El relato me volvía loco, mi verga cada vez estaba más dura esto hacía que las ganas de terminar el acto se esfumaran. Aguanté la embestida estoicamente.

    Ella bajo el ritmo recosté con cuidado su cuerpo apoyando su cabeza a los pies de la cama, sus tetas formaron dos círculos redondos que desbordaban su torso, los pezones duros las piernas juntas apoyadas en mi hombro derecho inserté mi pistón para bombear sin parar esto provocaba que sus tetas se muevan describiendo circunferencias y ella repetía constantemente al ritmo del vaivén.

    -¡Como le chupé la conchaaa!… ¡Como le chupé la conchaaa!…

    Tuve que bajar el ritmo mi corazón latía mil, tampoco quería morir en la cogida, cambié para ponerla en cuatro y seguía estimulándola para que me siga contando.

    -¿Después que paso?

    -El novio de Alegra tenía la pija muerta y yo quería coger, Alegra busco en un cajón un consolador grande como tu pija y me lo clavo en la concha. Me cogía mientras me chupaba el orto a toda marcha.

    Le clave mi poronga en cuanto ella quedo en cuatro patas con sus rodillas apoyadas en la cama, yo con una pierna en el piso y otra flexionada en la cama y ella mordiendo el acolchado que apenas lo soltaba para seguir relatando como Alegra la había masturbado con ese gran consolador.

    Ambos oímos el clásico ¡Track!

    -¡Se rompió el forro, para pelotudo, salí despacito por favor!

    Inmediatamente saque la pija con el forro destrozado.

    -Dame otro Mile

    -¡No! me vas a reventar la concha ya acabe como 3 veces.

    Agarro mi pija con una mano y llevando el resto hasta el fondo de su garganta y ahogándose me dio la mamada de mí vida que me hizo estallar como un pozo petrolero llenado su hermosa cara con mi líquido blancuzco.

    Relajados ambos luego de una ducha reparadora ella quedo recostada como la pintura de Goya pero actualizada al año 2025, sus jóvenes 33 años, su cintura pequeña y su abdomen plano decorado con el tatuaje de una rosa en el centro, con su pecho izquierdo apoyado en la cama, su teta derecha que aumentaba el volumen al ser presionada por su brazo y sus sensuales lentes colocados que adornaban su cara seguía contando:

    -Cogimos casi 3 horas, teníamos un hambre terrible y la cocina del restaurant del hotel ya había cerrado, tuvimos que conformarnos con unos tostados. Alegra tiene 42 siempre coge con tanta pasión, ella dice que son pocos los hombres que llegan a satisfacerla completamente siempre necesita de una mujer que termine de llenarla siempre lleva a alguna amiga y me agradeció que la acompañe.

    No sé porque mi mente me llevo al hecho de la Guerra del Chaco -Si Milena las mujeres paraguayas son muy pasionales llevan en su ADN la falta de hombres desde la guerra de Bolivia y Paraguay en 1932.

    Paraguay a pesar de ganar la guerra perdió el 90% la población masculina de mediana edad imagínate había 4 mujeres por hombre las minas desesperadas agarraban una pija y no la largaban además fueron muy importantes en la reconstrucción del país. Supongo que eso se habrá transmitido de generación en generación.

    -Si puede ser. Quedo pensativa…

    Luego llegó la invitación que tanto esperaba -¿Te vas animar a hacer un trio con Alegra y yo?

    Aun recostado en piso cual Adán en el paraíso. Baje la vista hacia mi entrepierna. La reacción fue instantánea.

    -No sé si vas querer pero tu pija parece que si. jaja

    Me dio un pico se recostó en el piso y comenzó a chuparme la verga como si hubiera vuelto de la guerra.

    Querida lectora espero en mi próximo relato poder contar mi experiencia del trio con Milena y Alegra. Como consejo lectora si vas hacer un trio MHM deberías tener en cuenta que tu contraparte no sea paraguaya de otra forma deberás resignarte a perder en la batalla por la pija en juego.

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  • Mi primera vez con mi vecina madura

    Mi primera vez con mi vecina madura

    Después de lo que pasó en su departamento, Vero y yo seguimos viéndonos.

    Ese fin de semana su hijo lo pasaría con su papá por lo que Verito y yo nos organizamos para estar juntos esos días.

    En primera me dijo que no quería que fuera en su departamento o el mío, como vive sola con su hijo no deseaba que hablaran chismes de ella, por lo que acordamos rentar una habitación de hotel.

    Fue el viernes, quedamos de vernos en un restaurante. Llegó hermosamente vestida con un vestido corto claro y un suetercito beige, y unas zapatillas negras de punta abierta.

    La tomé por la cintura y la besé, fue un largo y apasionado beso, extrañaba sus labios y el sabor de su boca, bajé mis manos a sus duras nalgas.

    —No tan rápido galán, tienes que ganártelo.

    —Te extrañaba muñeca.

    —Yo también—. Me dijo al oído.

    Después de comer fuimos a un bar, platicamos de muchas cosas, me dijo que le había encantado lo que hicimos en su departamento aquella vez.

    Mientras hablábamos ella frotaba su pierna contra la mía y me lanzaba miradas coquetas, yo acariciaba su rostro y la besaba con delicadeza. Pasada la medianoche salimos del bar.

    —Yo elijo el hotel—. Advirtió ella.

    Llegamos y subimos a la habitación. Le quité el suéter sin dejar de besarla en el cuello y los hombros.

    Vero dijo que se sentía un poco mareada por el alcohol y se recostó en la cama. Me detuve a contemplarla, era como la Maja vestida. Se levantó de pronto, me tomó por el cuello de la camisa y me besó apasionadamente, quise agarrarla por las nalgas pero quitó mis manos de ella y me empujó tirándome a la cama.

    Comenzó a mover sensualmente la cadera mientras se apretaba las tetas y deslizaba las manos por sus costados mientras se desabotonaba el vestido. Se inclinaba dándome la espalda y movía las nalgas de arriba hacia abajo.

    —¿Te gusta guapo?

    —Me encanta preciosa.

    Se volteó hacia mí.

    —Quítamela, pero sin usar las manos—. Dijo señalando sus bragas, se volteó y puso mis manos en su cadera.

    Con los dientes empecé a bajarlas, estas cayeron al suelo e inmediatamente hundí mi rostro entre sus duras nalgas, saboreé el dulce néctar que escurría de su vagina, ella solo gemía y se inclinaba entregándome las nalgas.

    —Levántate—. Me ordenó, se puso de rodillas, me sacó la verga y comenzó a chupármela mientras se dedeaba y frotaba mi pene contra sus pezones duritos.

    La levanté y la acosté boca arriba, tomé sus pies y empecé a recorrer con mi lengua sus plantas y cada uno de sus dedos con lujuria, Verito respiraba profundo y gemía mientras se dedeaba. Continúe con sus piernas besando y lamiendo sus muslos, subí a su cosita, di lamidas en su clítoris muy dilatado y seguí hacia su abdomen besándolo, también su cintura y el borde de sus nalgas. Mis manos la acariciaban y mi boca la recorría por completo.

    Verito me tomó del cabello y hundió mi cara en su conchita, ella gemía y se retorcía a la vez.

    —Ya métela—. Dijo con insistencia.

    Froté mi verga sobre sus labios húmedos, Verito me decía que ya se la metiera. Empujé suave y lentamente, podía sentir su calor y sus jugos lubricándome, cuando llegué al fondo ella soltó un fuerte gemido y sus piernas se tensaron aprisionándome. Por fin la había hecho mía.

    Me detuve y me subí en ella para que me hiciera una rusa.

    —¿Te gustan mis chichitas?

    —Me encantan.

    Ella me apretaba con sus tetas y yo empujaba para que me chupara la punta de la verga.

    —Quiero de a perrito—. Dijo exhausta.

    La volteé y la puse en cuatro. Le llevé la verga a la boca para que la lubricara. Entré lentamente, al tiempo que Verito relajaba la cadera. Sentía como iba entrando hasta el fondo y ella arqueaba la espalda gimiendo de alivio. La nalgueaba con fuerza pero con cuidado de no lastimarla. La tomé del cabello y la jalé hacia mí, no dejaba de gemir con cada embestida que le daba y ella se aferraba a las sábanas con uñas y dientes.

    Me detuve un momento para besarla pero ella seguía moviendo la cadera frenéticamente como si quisiera exprimirme cada gota de leche, fue riquísimo.

    —Acuéstate—. Me ordenó.

    Me tiré en la cama y comenzó a chupármela, me besaba la verga, me lamía los testículos y se la metía hasta el fondo de la garganta.

    Se montó sobre mí en cuclillas, subiendo y bajando rápidamente las nalgas.

    —¿Te gusta guapito?—. Me dijo sonriendo.

    —Me encanta muñeca hermosa—. Respondí sin aliento.

    Luego se volteó dándome la espalda y continuó moviendo deliciosamente las nalgas mientras yo la nalgueaba y le dedeaba el culo. Volvió a girarse hacía mí, me besó en el cuello y el pecho, resopló exhausta limpiándose el sudor de la frente.

    La puse boca arriba. Volví a ponerle las zapatillas, le abrí las piernas y me llevé sus tobillos a los hombros para poder lamer sus pies mientras ella recibía mi verga frenéticamente. Tensaba las piernas, era señal de que se estaba viniendo, pude sentir su néctar caliente escurriendo por debajo de mis huevos, eso me calentó bastante y yo empujaba con más fuerza sin dejar de lamer sus pies.

    Cuando sentí que me venía saqué la verga, tomé a Verito por el cabello, apunté a su cara y descargué un chorro de leche hirviendo, se la metí en la boca y ella chupaba y yo seguía corriéndome, abrió la boca y pude ver que se había tragado toda mi leche.

    Me tiré exhausto, jadeando, no sentía las piernas, Verito se acurrucó a mi lado.

    —Estuvo muy rico amor.

    —Desde que te vi me gustaste y deseaba probar tus besos, tus pies, todo tu cuerpo—. Dije mientras acariciaba su carita.

    —La verdad, al principio no me caías bien, parecía que siempre estabas enojado pero a la vez me gustabas porque estás musculoso.

    —Jajaja y ahora eres mía.

    —¿Tuya? Yo no tengo dueño corazón—. Ambos nos reímos.

    Seguimos abrazados en la oscuridad, nos besamos mientras nos acariciábamos. En algún momento nos quedamos dormidos.

    Lentamente algo me despertó, sentí el pene caliente y mojado, cuando abrí bien los ojos Verito estaba terminando de chupármela, se subió sobre mí introduciéndose mi verga y comenzó a cabalgarme frenéticamente, no sé cómo recuperó su energía, yo sólo me dejé coger.

    Cambiamos de posición, le abrí los muslos y comencé a embestirla, ella me abrazó con las piernas y apretándome me jalaba hacia ella. Chupaba sus pezones, le mordía los labios y ella gemía con fuerza sin soltarme.

    Se corrió, me aparté para probar sus jugos, eran espesos y salados. Succioné su conchita, ella se retorcía de placer y continué con su orto.

    Llevó su pie a mi boca, con el otro frotaba mi verga, volteé a verla, tenía su mirada fija en mí mordiéndose los labios. Restregué las plantas de sus pies en mi cara, lamía desde el talón hasta los dedos.

    Ya no aguanté y me corrí en sus plantas, solté un gemido de alivio y me vacié en sus pies, ella solo se rio coquetamente.

    Volvimos a abrazarnos en la cama.

    El día siguiente continuamos dándole, solo salimos para comer y regresamos para despedirnos en el jacuzzi.

    —Ya sabes ninguna palabra de esto a nadie.

    —Confía en mí—. Le di un beso y una pequeña nalgada.

    —Jajaja torpe—. Y me apretó la mejilla.

    Regresamos cada quien por su lado.

    Este fue el comienzo de una hermosa “amistad”; con encuentros prohibidos y complicidades que sólo ella y yo sabemos.

    Aproximadamente cuatro meses después Verito se mudó, yo todavía duré más o menos un año en ese departamento y también me mudé. Ahora no tenemos ningún problema con vernos en nuestras casas y hacernos lo que más nos gusta.

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  • Mi vecino del fin de semana (3)

    Mi vecino del fin de semana (3)

    -Estoy acalorado, debe ser la pastilla. Y vos también. ¿Vamos a darnos un chapuzón?

    -¿Así, desnudos, en la pileta?

    -Claro, ¿por qué no?

    Pusimos los celulares para grabar en dos sillas a ambos lados de la pileta. Nos duchamos al costado de la pileta, para limpiarnos el sudor y el semen, lo que aproveché para enjabonar bien su pene, el cuerpo y hurgar en su ano con mi dedo medio primero y con dos dedos luego, mientras Justi gemía de placer.

    -¡Estás otra vez el palo!

    -Me gustó tu jueguito con los dedos.

    -Mmmm…

    Me arrodillé en la ducha y volví a devorarme su pija, sin dejar de horadar su ano con mis dedos enjabonados. ya tenía su verga dura otra vez. Entre chupada y chupada a fondo, dedos en el ano y caricias de sus glúteos le dije, mirándolo a los ojos:

    -¡Sos incansable!

    -¡Vos también!

    Se la chupé varios minutos atrapando sus nalgas con ambas manos para que me siguiera cogiendo por la boca. Era un deleite permanente meterme su pija en la boca hasta llegar con mis labios hasta su pelvis. Me alcé para volver a besarlo frenéticamente en la boca.

    Paramos las grabaciones para ver los videos. Estábamos a mil. Nos chuponeamos frenéticamente, pajeándonos. Nos miramos a los ojos:

    -Estoy re caliente, le dije y lo besé con lengua a fondo, -¡Qué putos somos!, me dijo jadeando. -¡Sí!

    Nos filmamos comiéndonos la boca.   Nos zambullimos. Seguimos acariciándonos en el agua y debajo de la superficie, donde aproveché para chuparle otra vez la pija, bien erecta. Le lamí el cuerpo, los pezones, los abdominales y lo coloqué de espaldas a mí para hacerle lo mismo en toda la espalda, recorriendo la columna vertebral desde el cuello, que le lamí y besé con delicadeza para no dejarle marcas, hasta sus preciosos glúteos.

    La piscina tenía un descansillo en uno de los extremos, de un par de metros, con apenas unos 30 centímetros de agua, como para tomar sol sin salir de la misma. Lo hice inclinarse dejando su culo y piernas a mi merced, que le seguí besando y lamiendo, mientras gemía de gusto. Tomé mi celular y comencé a grabarlo.

    Su torso en V ya era atractivo de frente, un auténtico Adonis, pero de espaldas estaba fantástico, con formas casi femeninas, culminando en su estrecha cintura y sus nalgas redondas y perfectas, con forma de manzana, una delicia para la vista, un verdadero manjar para mi boca, como pude comprobar enseguida, cuando comencé a lamerle su rosado agujero, llegando a meterle la lengua dentro para arrancarle gemidos y suspìros de placer.

    Cuando estaba a punto de comenzar a gozar de su precioso culo, nos interrumpió el sonido de la llamada de su celular.

    -Debe ser mi mujer, que ya habrá llegado a la fiesta del bar gay.

    Lo solté de mala gana, le di un morreo de campeonato y lo dejé responder la llamada.

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  • Ari: Prisionero de mi piel (5)

    Ari: Prisionero de mi piel (5)

    El día que me hicieron mujer.

    Como todos los días después que mama se fue a trabajar y más tranquila por lo sucedido el día anterior, iba a empezar a trabajar cuando tocaron a mi puerta yo pensé que seguro era un mensajero o tal vez un vendedor, al abrir la puerta me quedé paralizado. No era un mensajero ni un vendedor como pensé, era Jordan. Sentí un nudo en la garganta y de inmediato traté de cerrar, pero su fuerza me lo impidió con facilidad.

    —¿Q-qué haces aquí? —pregunté con la voz temblorosa, apenas atreviéndome a mirarlo.

    Él dio un paso hacia adelante, forzando la entrada, con esa sonrisa que me puso aún más nerviosa.

    —¿Así recibes a alguien que solo quiere hablar? —me dijo con calma, como si todo lo tuviera bajo control.

    Retrocedí sin pensarlo, apretando las manos contra mi pecho. Sentía que el corazón me iba a salir por la boca.

    —No… no deberías estar aquí… mi mamá… —balbuceé, sin terminar la frase.

    Jordan me interrumpió con firmeza:

    —Tu mamá no está. Solo estamos tú y yo.

    Bajé la mirada. No podía sostener esos ojos tan seguros, tan dominantes. Estaba tan nerviosa que ni siquiera sabía qué hacer con mis manos.

    —Yo… no sé qué decirte… —murmuré, casi sin voz.

    Él se inclinó hacia mí, acercándose tanto que sentí su respiración.

    —No tienes que decir nada. Solo escucharme.

    Tragué saliva, sintiendo un calor extraño en mi cara. Alcé la mirada apenas por un segundo, y sus ojos me atraparon. Fue demasiado, la bajé enseguida.

    —Por favor… yo no… nunca… —quise explicar algo, pero las palabras se enredaban en mi boca.

    —Shhh… tranquila —me interrumpió otra vez, con ese tono grave que me hacía temblar—. No voy a hacerte daño. Pero tampoco voy a dejarte escapar.

    Sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza.

    —Tengo miedo… —admití al fin, con un hilo de voz.

    Él sonrió, inclinando apenas la cabeza.

    —Está bien que tengas miedo. Eso significa que entiendes quién manda aquí. Mientras me iba acorralando con su enorme cuerpo.

    Me quedé contra la pared, sin saber qué hacer con mis manos, sin poder controlar los temblores en mi voz. Jordan me miraba fijo, tan cerca que apenas podía respirar.

    —¿Sabes qué no puedo sacarme de la cabeza? —me dijo de pronto, con esa media sonrisa que me heló la sangre.

    No contesté. Me limité a bajar la mirada, nerviosa.

    —La imagen de ti, con esa lencería… —continuó, bajando la voz como si fuera un secreto solo para mí—. Te veías hermosa.

    Sentí que la cara me ardía. Abrí la boca, pero las palabras se ahogaron en mi garganta.

    —Yo… yo no… no fue… —intenté explicarme, pero me interrumpió enseguida.

    —Shhh —susurró cerca de mi oído—. No tienes que justificar nada. Me gustó. Y quiero volver a ver esa imagen.

    Mi respiración se aceleró. Me cubrí el pecho con las manos, como si eso pudiera protegerme de su mirada, pero sabía que él ya había visto demasiado.

    —N-no puedo… —murmuré con un hilo de voz, sintiéndome cada vez más pequeña frente a su presencia.

    Jordan rio suavemente, inclinando la cabeza.

    —Claro que puedes. Lo único que falta… es que me obedezcas.

    Sentí que mis piernas flaqueaban. El miedo, la vergüenza y algo más que no quería admitir me tenían atrapada. No podía apartar la mirada de él, aunque lo intentaba.

    —Por favor… —susurré, sin saber si le pedía que se detuviera… o que siguiera.

    Él sonrió con calma, seguro de sí mismo.

    —Te ves aún más hermosa cuando tiemblas —me dijo, y esas palabras me atravesaron como un golpe suave pero certero.

    Me quedé quieta, temblando, sin saber si retroceder o dejarme llevar. Jordan me miraba con esa seguridad que me desarmaba.

    —Mírame… —ordenó con suavidad.

    Levanté la vista apenas, y en ese instante sus labios rozaron los míos. Sentí un escalofrío recorrerme entera, mis rodillas casi no me sostenían.

    —No… —alcancé a susurrar, pero mi voz se quebró entre jadeos.

    Él me sostuvo del mentón, obligándome a mantener la mirada.

    —Sí… —respondió con calma, como si no existiera otra opción.

    Su boca volvió a buscar la mía, esta vez con más firmeza. Me quedé sin aire, sin defensas. Cada beso me robaba la voluntad.

    Cuando me di cuenta, sus brazos me rodeaban, y con una seguridad que me hizo temblar aún más, empezó a conducirme hacia mi habitación mientras me besaba el cuello y me agarraba la cintura y nalgas. Yo apenas podía caminar, cada paso era un torbellino entre miedo y deseo.

    —Tranquila… —me susurró al oído mientras avanzábamos—. No voy a soltarte.

    Entramos y la puerta se cerró detrás de nosotros. Mi respiración era agitada, sentía mi piel arder. Él me miraba como si ya fuera suya desde antes de besarme y tocarme.

    —Eres mía… —sus palabras fueron un golpe dulce, del que no pude escapar.

    Me sentí desarmada. Su presencia llenaba el espacio, y yo, tímida, asustada, apenas podía sostenerle la mirada. Él, en cambio, parecía disfrutar cada instante de mi nerviosismo, y sumisión.

    Me habló de la imagen que tenía grabada en su mente desde ayer: yo, en lencería, vulnerable, expuesta. “Te veías hermosa”, me dijo, y esas palabras me atravesaron más que cualquier gesto. Yo temblaba, me encogía, quería esconderme… pero al mismo tiempo sentía que algo dentro de mí se abría paso hacia él.

    Sus manos subieron lentamente por mi abdomen, agarrando el borde de mí polera. Yo apenas podía respirar, atrapada entre su pecho y el espejo. Sentí cómo la tela ascendía; rozando mis costillas y me estremecía. Alcé los brazos, temblando, y la prenda salió de mi cuerpo y cayó al suelo, dejándome en buso.

    Me miraba fijo, sin prisa, disfrutando de mi vulnerabilidad. Sus dedos entraron por el borde de mi buso, sujetándome y demorando en mi cintura, como saboreando el instante, bajando lentamente hasta mis caderas y nalgas. Sentí cómo me bajaba poco a poco el buso, obligándome a soltar un gemido nervioso. El aire frío de la habitación me envolvió cuando lo retiró por completo, y dejándome expuesta solo con mi cachetero, que se ceñía a mi piel como un secreto íntimo.

    Me quedé frente a él, con el pecho agitado, apenas cubierta por mi cachetero. Sentía su mirada clavada en mí, quemándome, desnudándome más que sus manos. Y de pronto, sin apartar los ojos de los míos, comenzó a desabrocharse la camisa.

    Uno a uno, los botones se fueron abriendo hasta dejar al descubierto su torso firme. Tiró la prenda al suelo y enseguida bajó el cierre del pantalón. Yo tragué saliva, nerviosa, viendo cómo lo empujaba hacia abajo junto con la ropa interior. Mi mirada tembló cuando su erección apareció desnuda, dura, gruesa, grande, apuntando hacia mí con una intensidad que me hizo estremecer.

    Me cubrí instintivamente con las manos, avergonzada, y al mismo tiempo excitada. —Es demasiado… —susurré, temblando, ya que ese descomunal tamaño pudiera romperme. Él se acercó despacio, tomándome del mentón para obligarme a verlo. —No tengas miedo… —murmuró—. Quiero que sientas cómo te deseo.

    Con un movimiento firme me alzó y me llevó a la cama, tumbándome sobre las sábanas. Se inclinó sobre mí, atrapándome bajo su cuerpo, y sus manos descendieron directo a mi cintura. Tiró del borde del cachetero lentamente, bajándolo apenas unos centímetros, lo suficiente para hacerme jadear de ansiedad.

    Su respiración caliente chocaba contra mi cuello mientras lo deslizaba cada vez más abajo, con una calma cruel, disfrutando de cómo me retorcía entre el deseo y el miedo. Yo cerré los ojos, mordiéndome el labio, hasta que al fin el encaje cedió del todo y quedé completamente expuesta bajo su mirada.

    Su erección rozó mis muslos, dura, palpitante, y sentí un escalofrío recorrerme entero. Me sentía vulnerable, atrapada, pero también profundamente encendida. Esa mezcla me desgarraba por dentro, y lo único que pude hacer fue gemir su nombre.

    Me hundió en la cama, su peso sobre mí, su respiración enredada con la mía. Podía sentirlo, duro, palpitante, rozando mi piel desnuda como una amenaza dulce e insoportable. Yo temblaba bajo él, encogida, con las manos intentando cubrirme, pero él las sujetó con fuerza contra las sábanas.

    —No huyas… —susurró—. Esto es lo que quiero… lo que necesitas.

    Me besó con hambre, con una intensidad que me cortaba la respiración, y al mismo tiempo su cuerpo presionaba más, reclamando el mío. El roce se volvió más insistente, más claro, y mi resistencia se quebró entre jadeos. El miedo y el deseo se confundían en un mismo latido.

    Su miembro parecía tener vida propia, a que solito empezó a buscar mi hoyito, y su cabezota me empezó a lubricar, lo sentí entrar en mí poco a poco, como una ola que me arrasaba. Gemí, arqueando la espalda, atrapada entre el dolor dulce y el placer que me desgarraba por dentro.

    Empezó a penetrarme de pocos y muy suave, creo que me estaba cuidando de no hacerme daño o lastimarme ya que su pene era enorme, yo empezaba a gemir, mientras le decía que por favor no lo haga, Jordán reía mientras me iba penetrando.

    Sus embestidas eran firmes, profundas, cada vez más voraces, y yo no podía más que aferrarme a él, clavando mis uñas en su espalda.

    —Mírame… —ordenó, y abrí los ojos solo para encontrarme con los suyos, llenos de deseo y dominio. Esa mirada me hizo rendirme por completo.

    El ritmo se aceleró; mis gemidos llenaban la habitación, y la tensión en mi cuerpo crecía hasta ser insoportable. Sentí cómo me consumía, cómo todo se quebraba dentro de mí al mismo tiempo que un clímax me atravesaba, haciéndome gritar su nombre.

    Y en ese instante, ya no había miedo. Solo entrega, solo fuego, solo nosotros.

    Jordan me estaba haciendo el amor, me sentía diminuta, frágil, débil, vulnerable, me olvide que yo era un hombre y empecé a disfrutar como una verdadera mujer, le empecé a decir que lo amaba mientras lo abrazaba fuerte, le decía que no me deje , que soy tuya , lo abrazaba fuerte, así estuvimos como media hora, yo gritaba y gemía fuerte hasta que empecé a convulsionar, sentía que me iba de este mundo no se que paso pero perdi el conocimiento después supe que lo que había pasado era que había tenido un orgasmo.

    Quedé tendida bajo su cuerpo, la respiración desordenada, el sudor pegando mi piel a las sábanas. Mis piernas aún temblaban, abiertas, vulnerables, mientras él permanecía encima de mí, caliente, firme, sin apartar su mirada de la mía.

    Quise cubrirme, esconderme, pero me sostuvo del mentón con suavidad, obligándome a mantener los ojos abiertos.

    —Mírate… —susurró—. Nunca fuiste tan hermosa como ahora.

    Sentí un nudo en la garganta. Yo estaba desnuda, frágil, entregada, y aun así esas palabras me atravesaban más que todo lo demás. Me descubrí sonriendo entre lágrimas, temblando, y entendí que la vulnerabilidad que tanto me asustaba era también la que me hacía sentir viva.

    Él me rodeó con su brazo, apretándome contra su pecho fuerte, y en ese silencio solo se oía nuestro jadeo compartido. Yo sabía que el deseo no había terminado; que esa tensión seguía ardiendo entre nosotros, lista para devorarnos otra vez.

    Su respiración comenzó a calmarse, pero sus manos nunca dejaron de recorrer mi piel. Yo pensaba que todo había terminado, que me dejaría descansar, pero su cuerpo seguía ardiendo contra el mío. Sentí cómo su erección seguía como al inicio, rozando mis muslos aún sensibles, y un escalofrío me recorrió entera.

    —¿Creías que ya había terminado? —me susurró al oído con una sonrisa oscura.

    Apreté las sábanas, temblando, sabiendo que me provocaba otra vez. Su lengua se deslizó por mi cuello, bajando hasta mis pechos, y mis gemidos reaparecieron, más débiles, rendidos. Intenté apartarlo, con un “ya no puedo” apenas audible, pero él me sujetó las muñecas sobre mi cabeza y me obligó a mirarlo.

    —Sí puedes… conmigo siempre puedes.

    Su boca y sus manos volvieron a encender cada rincón de mí, hasta que el deseo me devoró de nuevo. El segundo encuentro fue distinto: más salvaje, más desesperado, Jordan era un experto me dominaba a su antojo me puso boca abajo donde sentía su cosota llegar hasta mi estómago, me puso en 4, me hizo el amor por toda mi habitación en varias posiciones. Cada embestida era un choque de cuerpos y emociones, un incendio que nos consumía. Yo gritaba su nombre, él me reclamaba con fuerza, y en medio del caos sentí que me rompía y me volvía a armar dentro de sus brazos.

    Cuando finalmente caímos exhaustos, cubiertos de sudor y jadeos, me abrazó con fuerza. Su pecho era una muralla caliente donde hundí mi rostro, aún temblando. Me besó la frente con ternura, como si ese gesto simple fuera más íntimo que todo lo anterior.

    —Eres mía —dijo en un susurro—. Y yo, me sentía suya mientras me aferraba fuerte a su pecho.

    Me quedé en silencio, desnuda en su abrazo, sabiendo que esa mezcla de deseo, miedo y ternura era lo que me mantenía viva. Y aunque estaba agotada, dentro de mí ardía la certeza de que esa tensión jamás se apagaría.

    La habitación quedó en silencio después del torbellino, todo el lugar estaba impregnado del olor a sudor y sexo. Yo estaba tendida en la cama, desnuda, apenas podía moverme, rendida, con el cuerpo agotado y tembloroso. Mis piernas aún no respondían, mi respiración era corta, muda de tanto gemir y sin embargo no podía apartar los ojos de él. Jordan seguía erguido, mirándome como si yo fuera suya desde siempre, como si mi entrega fuera la única certeza que necesitaba.

    Jordan se levantó sin apuro, sereno, como si todo hubiera sido parte de un plan cuidadosamente ejecutado. Se vistió frente a mí, abrochando cada botón de su camisa con calma, sin necesidad de hablar. Yo lo miraba en silencio, con los ojos vidriosos, sintiendo un vacío extraño en el pecho: agotada, pero con el corazón latiendo con fuerza.

    Cuando estuvo listo, se acercó y me tomó del mentón, obligándome a alzar la mirada hacia él. Su sonrisa era oscura, dominante, y su voz un susurro que me atravesó:

    —Mírate, Ari… cansada, rendida, y aun así deseando más. Sabes que eres mía.

    Mis labios se abrieron, pero no encontré palabras. Solo un suspiro, una confesión muda de que tenía razón. Yo estaba rota y al mismo tiempo llena, enamorada hasta la médula, atrapada en un lazo que no podía romper.

    Me besó la frente como si fuera un dueño marcando su posesión, y se apartó sin mirar atrás. La puerta se cerró con un clic suave, dejándome sola en la penumbra.

    Me abracé a las sábanas arrugadas, todavía oliendo a él. Y en ese momento lo supe: Jordan me tenía. Me tenía por completo. Yo era suya, estaba enamorada de ese chico de 19 años de ese macho 6 años menor que yo… y aunque él se hubiera ido, su dominio se quedaba conmigo, grabado en cada rincón de mi piel.

    Jordan no solo me tomó: me transformó. Después de esa primera vez, ya no fui la misma marcando un antes y un después en mi vida.

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  • Aun en el armario (3): Aparece el ex de mi novio

    Aun en el armario (3): Aparece el ex de mi novio

    Sigo con Roberto, nos vamos a la playa una vez al mes, invento una historia en mi casa y todos me la creen. No soy muy aficionado a los bares gay, he ido solo una vez, a Robertito en cambio (mi novio) le agradan, asi que por complacerlo fuimos a uno bastante exclusivo. La mayoría eran hombres, todos con buena pinta. Algunas mujeres son travestis pero todos y todas muy simpáticas; llevábamos como una hora y Robertito me hace ver que en una mesa esta su anterior papi. Se saludaron y nos presentaron.

    El hombre es un oso de unos 60 años productor de música. Peludo, de barba, muy alto, musculoso y fornido, Roberto me conto mas tarde que el hombre -se llama Tulio- es gay pero adora tener sexo con hombres, no con afeminados, esa fue la causa por la que no siguieron. Roberto ya parece una niña, cada vez luce ropas mas femeninas y ya tiene pechitos que le han crecido con el tratamiento hormonal (que lo financio yo). No, definitivamente no es del gusto de Tulio, compartimos la mesa y note que Tulio no me quitaba la vista de encima, muy insistente y simpático y adulador.

    Roberto me advirtió que yo había enamorado a Tulio me dijo: “lo conozco bien y se cuando se enamora”. Pero esa noche era de Roberto y yo, sin embargo, Tulio insistente nos esperó a la salida y nos invitó a su casa que estaba cerca. Fuimos y confieso que yo estaba algo nervioso. Me mostro su casa, tomamos unos tragos y en un momento en que Roberto fue al baño el lo siguió, charlaron unos minutos, yo me escondi a fisgonear, se besaron, Tulio lo abrazo y yo en vez de ponerme celoso, tuve una erección.

    El beso se convirtió en manoseo y Roberto le tomo el paquete luego se arrodilló y le mamo la verga gigante del grandote, recordando de seguro antiguas escenas porno vividas entre ellos. No en vano estuvieron juntos como dos años. Meti ruido para avisar que estaba ahí y que no me olvidaran. Aparecieron abrazados, luego Tulio me propone bailar y los tres bailamos al ritmo de jazz. Me invadio un acento gay y confieso que me comporte como mujer, es algo que nunca me había pasado. Tulio me toma y me besa, yo soy alto pero tulio mide 2,00 metros o algo mas, es inmenso.

    No pude zafarme, Roberto se desapareció y quedé disponible para Tulio yo ya convertido en una niña. Me besa, me toca, me calienta, me masajea la verga, luego me con mucha fuerza me toma y hace que me ponga de rodillas, acato. Se quita el pantalón y veo ante mi una verga monstruosamente grande y gorda, como un brazo con dos preciosas bolas. La tomo y la pongo en mi boca, el hombre resopla y dice que es exquisito. Un olor a pene me inundo la nariz. Vamos machito mamame el pene, me decía. Sentir un pene de ese tamaño en mi boca de hombre era algo inesperado, duro como piedra, grande cabezon y soltaba jugos dulces por cantidades.

    Me desnuda me besa todo el cuerpo, me toma de la mano y me lleva al dormitorio. Ahí estaba Roberto esperando, me besa, nos besamos. “ven amor disfrutemos” me dice Roberto. Tulio besa a Roberto y le pide que lo mame. Mi joven amante toma el picaporte del monstruo y se lo chupa, entonces Tulio me besa depravadamente escarbando con su lengua. Pasan los minutos, los 3 estábamos erectos, Tulio me pone boca abajo y hace que Roberto me chupe el hoyo, entonces se sienta en mis nalgas y me penetra, dios mio, exquisito. Una verdadera penca monstruosa me estaban metiendo. Mientras Roberto lo besaba como una niña, no termina se sale y se culea a mi chico.

    Roberto grita de placer, luego se lo chupa una vez mas y nuevamente soy objeto del placer de ese monstruo humano. 9 chorros de semen me llenaron el intestino de semen, quede feliz. El hombre no pudo seguir, quedo agotado. Entonces me subi sobre mi niño y en la posición del misionero lo penetre hasta eyacular… fue una orgía gay.

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  • Clara, mi primera maestra trans super voluptuosa

    Clara, mi primera maestra trans super voluptuosa

    Siempre me llamaron la atención las mujeres voluptuosas de senos grandes y traseros grandes, desde muy chico tuve experiencias con mujeres mayores que eran las típicas Tremebundas ( tal cual la suegra de condorito) caderonas, nalgas grandes y senos inmensos, en mi proceso de juventud, encontré un vhs de mujeres trans y me quede colgado, el tamaño de sus traseros y las dimensiones de sus senos era lo que me atraía, les diré que me daba un poco de sorpresa que al ver sus penes flácidos y pequeños me gustaba ver la feminidad en sus cuerpos.

    Al pasar los años, cuando tenia 19 ya era asiduo de visitar las primeras páginas de “shemales”, destacando trans como mi diosa Allanah, entre otras. Me imaginaba besarlas, lamer sus senos, sus nalgas, me considero asiduo al beso negro, tanto dar como que me lo den (revisen mi historia en la sección de maduras.

    En mi país, hay una zona donde están las trans caminando esperando al cliente , siempre me gustaba al salir de tomar , caminar por esa zona en una de mis visitas conocí a Clara, ella era alta de 1.75 m, blanca, pelo negro largo, ojos café, tenia unos senos muy grandes talla 42B que me impactaron, era muy femenina usaba tacones mule (aquellos que se ven sus tobillos descubiertos y sus dedos con sus uñas de color rojo intenso), vestía un enterizo ceñido de color negro y reflejaba unas nalgas enormes, creo que el alcohol y todo el deseo reprimido que tenia de tanto masturbarme me dio el impulso para acercarme:

    Yo: Hola como estas, disculpa que te moleste, pero quiero decirte que eres muy hermosa, se que estás trabajando pero es la primera vez que te veo y me encantaría poder conocerte.

    Clara: Hola que tierno, eres un bebe (ella tenia 32 y yo 19) mira ahora no puedo salir porque estoy trabajando pero si es cierto lo que me dices, apunta mi número y coordinamos.

    Al día siguiente, tuve mucho miedo de llamarla ya que en el fondo sabia que era una travesti y que comenzaría a cuestionar mi sexualidad pero entendí que para mi era una mujer que cubría mi deseo, cuando la llame me contesto super amigable, charlamos y le dije cuando podía visitarla a lo que me respondió (si quieres ven ahora que estoy desocupada).

    Fui a su departamento con el corazón a mil, me compre halls y cigarro, obviamente la llame para decirle que estaba afuera ya que había mucha gente por su casa, toque y me dijo: Pasa y cierra la puerta. Cuando ingrese y me senté la vi venir con un camisón blanco escotado donde se le veía las tetas enormes y sus pezones grandes, parecía mujer, estaba en sandalias bajas y se descubría sus piernas torneadas y femeninas, me quede idiotizado.

    C: ¿Sabes que me sorprende que seas tan lindo, es tu primera vez con alguien como yo?

    Yo: Si, nunca me imagine estar en esta situación pero eres bellísima y quiero estar contigo.

    C: Quiero que sepas que te voy a cuidar y vamos a pasar un momento deliciosos, tranquilo en todo.

    Clara me beso y me devoro con la lengua, yo estaba manoseando todo su cuerpo, sus tetas grandes, su abdomen plano, ella se paró y se quito el camisón, se quedo desnuda completamente sus tetas eran grandes y gordas, sus pezones marrones, era de una mujer totalmente, su cintura era angosta en proporción a las dimensiones descomunales de su culo y tetas, baje la mirada y pude ver su pene pequeño y totalmente depilado, nunca me había llamado la atención pero se veía delicioso, prohibido, sensual, su piernas contorneadas, sus caderas anchas que hacían referencia a un reloj de arena.

    Lo único que hice fue devorarle los pezones mientras le agarraba las nalgas y le metía un dedo, me costó llegar al ano porque tenías una nalgas muy grandes y gordas, me moría por oler ese ano y devorarlo pero antes que la volteará, ella se arrodilló, me quito el pantalón y el boxer y comenzó a mamarme la pinga , era una sensación increíble, yo que estuve con varias mujeres( maduras, abuelas y jóvenes), puedo decir que este fue el mejor, sentía su lengua y como ella se lo tragaba por completo, atorándose y llenando de saliva mi glande, intercambiaba en mis huevos lamiéndolos, oliéndolos, era una sensación brutal.

    C: amor que rica pinga tienes y es grandecita, me encanta quiero que te levantes las piernas para hacerte un rico regalo, ¿te han hecho alguna vez el beso negro?

    Yo: Si y me fascina.

    Clara me levanto las piernas y abrió las nalgas lo cual me dijo:

    C: Amor que rico huele tu culito, te lo haz preparado, me encanta esta rosadito pero hay que hacer depilación, igual se ve delicioso.

    Yo: Te comento que me encanta tenerlo así, he estado con mujeres mayores y me enseñaron que si te gusta el beso negro, debes de ser limpio y pulcro.

    C: ¿Alguna vez te han metido los dedos?

    Yo: Si y me gusta, estuve con una señora de 62 años cuando cumplí 18 y a ella le encantaba comerme el culo, me metía su lengua, pero nunca me metió un dildo, una vez quiso ponerse un arnés con un vibrador pero me dio miedo.

    C: Quiero que te relajes pq el sexo se disfruta a tope , no te voy a presionar, quiero que disfrutes al máximo toda esta experiencia y juntos vamos a explorar muchas cosas.

    Se callo y comenzó a devorar el ano, metía su lengua que parecía una culebra, me estaba violando el culo y me fascinaba, lamia de arriba a abajo y me lo llenaba de saliva, intercalaba mi pinga y mi ano, en una de esas ella comenzó a meter un dedo y no lo sentí por la excitación en la que estaba se paro y me dijo:

    C: Me fascina tu culo, me lo quiero comer todos los días, eres delicioso, ahora te toca a ti comérmelo.

    Cuando se puso en el sofá, con el culo abierto, era una imagen sensacional, su ano era rosado oscuro, sus nalgas inmensas, su piel tersa, me agache y comencé a olerlo y lamerlo, le metía toda la lengua como devorándolo como si no hubiera un mañana, era increíble que hasta ella tenia que ayudarme a abrirse las nalgas por la dimensión que tenia, yo no paraba de lamerle en culo y pajearme, en una de esas me dice:

    C: Ven quiero que pruebes algo y me chupo la pinga y luego me beso, ese sabor delicioso es de tu liquido pre seminal, tu agüita de coco, ¿te gusto?

    Yo. Si es delicioso, me fascinas Clara, eres una diosa, un sueño.

    C: Hay mi bebe, tu me encantas, ven quiero que me des besitos en mi pinga.

    Yo: Nunca lo he hecho y me da miedo hacerlo, me da cosas.

    C: Amor no te estreses, dale besitos y métetelo en la boca y si no te gusta está bien, me encantaría sentir tus labios.

    Se sentó en el sofá y pude apreciar su cuerpo, era una locura y creo que la excitación fue más, me agache y comencé a besar su pinga que parecía una oruga, me la metí y comencé a succionar poco a poco.

    C: Amorcito así, despacito, te das cuenta que no es feo, mueve tu lengüita así también pruebas mi agüita de coco.

    No les miento que me gusto sentir como crecía en mi boca, comencé a pasar la lengua y chuparlo como un helado, estaba a mil y seguía succionando su glande y chupando cada gota del liquido.

    C: Amor que delicia, sigue bebe, sigue mi putito, que te vas a comer toda mi pinga.

    Yo seguía mamandole como si no hubiera agua, no me imagine que la calentura me iba a hacer cosas que nunca pensé, en ese momento solo quería disfrutar y que ella disfrute, seguía lamiendo también sus bolsas depiladas y su ano, en eso me puse el preservativo y comencé a penetrarla con las piernas al hombro, era delicioso la sensación, primera vez que me tiraba a un travesti y me fascinaba, mientras se la metía, le chupaba los dedos y sus pies y su cara era una locura, excitada a más no poder, agarrándose las tetas y gimiendo.

    C: Amor sigue mete toda tu pinga en mi poto, sigue que soy tuya mi bebe, tuya para siempre.

    Me gustaba empujar sus piernas hacia sus hombros, en eso ella se las agarra y pude ver verdaderamente la sensualidad de un trans, mientras mi pinga entraba totalmente en su culo, sentía unas ganas de mamarle la pinga pero no se podía, en eso comencé a corrérsela, después de unos minutos me abalancé y comencé a besarla, sentía que era mi mujer. ella se levanto y me hizo echarme en su alfombra, de pronto se puso en cuclillas y se sentó en mi pinga dándome la espalda, la imagen era una locura, veía ese culo tan grande como subía y bajaba, la imagen era una locura que estaba a punto de llegar, me aguante y escuchaba sus gemidos.

    C: Que rico amor, mira como me trago tu pinga en mi poto, todo mi poto es tuyo para que me lo rompas.

    Ella se detuvo y se volteo para sentarse y ahí si era increíble, miraba sus enormes tetas colgando, su cara de excitación, su pene que estaba muertito en mi pelvis, era delicioso:

    Yo: Amor me quiero venir ya no aguanto.

    Ella se lo saco, quito el condón y se lo metió a la boca, previamente me dijo que me parara, sus envestidas eran criminales, le estaba destrozando las amígdalas, se lo saco y me dijo:

    C: Dame tu leche toda en mi boca, quiero tomármela amor.

    Comenzó a darle mas fuerte y jugar con su dedo en mi ano, en eso no aguante y le eche toda la leche en la boca, en el ojo, ella se desesperaba porque nada se desperdicie y en eso se para y me da un beso, me agarro de sorpresa pero estaba sumamente excitado, sentía mi semen y su lengua recorrer mi boca, fue el famoso beso blanco.

    Ella se sentó en el sofá y me dijo que quería acabar, no les voy a mentir que me volví loco al agacharme y meterme su pinga en mi boca, comencé a mamarsela, morderla y cuando estaba dura , comencé a acelerar el paso, arriba y abajo, ella me decía:

    C: Amor sigue, sigue, que rico lo mamas, eres un puto, pareces experimentado, sigue, sigue.

    Lo único que quería era que este satisfecha, me detuve y comencé a masturbarla y la leche salió, no fue como la mía sino en proporción pequeña, la bese y comencé a lamerle las tetas.

    Yo: Clara, me encantas amor, me gustas mucho, espero que te haya gustado, quiero estar siempre contigo.

    C: Amor, nadie me ha hecho sentir como tú, nadie me ha hecho el amor con tanta pasión como tú, tu miedo te hizo ser un loquito en la cama.

    Ella se paro y se fue al baño, al pararse vi tremendas nalgas moverse de un lado a otro, era una locura, cuando entro a orinar, fue detrás de ella y me arrodillé a chuparle el ano, parecía embrujado se apoyo sobre la pared y abrí sus nalgas y metí mi boca, le daba unos lengüetazos de locura, estaba obsesionado con ese ano, ella me dijo que quería darse una ducha pero antes me puse agua en la boca y le enjuague su pinga, toda muerta, ella se rio y de pronto comencé a mamarsela como loco mirándole a la cara, ella me agarraba el pelo y mi cabeza y yo no dejaba de chupársela.

    Conseguí ponérsela dura y fue la primera vez que mame una pinga a una trans como si a mi me hubiera gustado que lo hagan, seguía chupando el glande como una fresa deliciosa, bajaba a sus huevos y subía por su tronco, sentía que me ahogaba pero era mi oportunidad para demostrarle lo que era capaz de hacer, me pare y le di un beso con lengua increíble con todo el sabor de su deliciosa pinga, fue una locura.

    En la continuación les contaré todo lo que hicimos durante mas de 10 años, si te gustan los relatos de maduras, orgias y trans femeninas… Lee todos mi relatos y coméntame tu apreciación.

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