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  • Juguete de ella, juguete de él (5): Aceptando

    Juguete de ella, juguete de él (5): Aceptando

    Zandro estaba a punto de perder el control. Le hervía la sangre. Sentía el corazón dándole golpes en el pecho, la respiración entrecortada, los músculos tensos, el cuerpo pidiéndole a gritos que se moviera, que la tocara. Tenía calor por dentro, un fuego que le subía desde el estómago hasta la garganta, pero aun así, su mente seguía despejada. Sabía perfectamente lo que estaba pasando, lo que Erin le estaba ofreciendo, y lo que ella esperaba de él. Y, para su suerte, era justo lo que él quería hacer desde que había cruzado la puerta.

    Ella estaba ahí, tendida en la cama, completamente desnuda, con las piernas abiertas y el celular en la mano. Lo seguía con la mirada mientras movía el teléfono despacio, grabando cada segundo. La luz del cuarto le caía encima como un foco suave, marcando las curvas, el brillo húmedo entre sus muslos, el leve temblor de su abdomen cada vez que respiraba. Zandro se quedó quieto, mirándola, sintiendo cómo el deseo le apretaba el pecho. No podía apartar los ojos de ella. No quería hacerlo.

    No había vergüenza, ni nervios, ni dudas. Todo lo contrario: cada movimiento de Erin, cada gesto, cada respiración, lo hacía sentir más vivo, más encendido. La anticipación se le acumulaba dentro como una cuerda tensa que estaba a punto de romperse. El aire en el cuarto se sentía espeso, cargado. El silencio era apenas roto por la respiración de los dos, por el pequeño sonido del celular cuando Erin lo movía, por los latidos de su propio corazón que él sentía retumbando en los oídos.

    Zandro dio un paso hacia la cama y sintió cómo le temblaban los dedos. La piel le ardía, la garganta le dolía de tanto contener la respiración. Se detuvo un segundo, solo para mirar de nuevo el cuerpo de Erin. No podía creer que fuera real. Esa mezcla de calma y provocación en su rostro, el brillo en su piel, la forma en que lo observaba sin miedo ni pudor. Todo eso lo desarmaba por dentro, lo hacía perder el control y, al mismo tiempo, lo mantenía atado, esperando la señal para actuar.

    Erin seguía ahí, tranquila, completamente desnuda, como si el momento le perteneciera por completo. Movió apenas la mano que sostenía el celular, apuntándolo directamente hacia él, y sus labios se curvaron en una sonrisa mínima, cómplice, como si lo invitara a dar el siguiente paso. Zandro sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que ya no había vuelta atrás. Todo su cuerpo estaba listo para ella, y cada segundo de espera lo hacía hervir un poco más.

    Zandro estiró la mano y tocó el borde de la cama. Los dedos le temblaban. Sentía un cosquilleo que le subía por la espalda y le hacía apretar la mandíbula. No podía más. Se desnudó rápido, casi con torpeza, mientras la urgencia le ganaba terreno al control. La ropa fue cayendo al suelo una prenda tras otra, hasta que no quedó nada entre ellos.

    Erin no se movió. Solo lo miraba, quieta, con esa mirada que mezclaba deseo y poder, como si cada movimiento suyo fuera parte de un juego que ella ya sabía cómo iba a terminar. El celular seguía en su mano, grabando cada detalle, cada respiración, cada paso que Zandro daba hacia ella.

    Cuando él se arrodilló entre sus piernas, el aire se llenó de un calor casi visible. Estaba tan cerca que podía sentir la humedad que lo esperaba, el olor dulce y fuerte que le golpeó los sentidos y lo hizo tragar saliva. La imagen lo descolocó: era igual a aquella primera vez, cuando Erin le confesó su infidelidad y lo obligó a probarla después de otro hombre. Pero ahora todo era distinto.

    Ya no había sorpresa ni rabia. No había resistencia. Lo que había entre ellos era deseo puro, hambre compartida. Los dos sabían perfectamente lo que estaban haciendo y lo que eso significaba.

    Zandro respiró hondo. El aroma de Erin lo envolvió, húmedo, intenso, casi eléctrico. Le recorrió la columna un temblor de puro placer anticipado. Cada segundo que pasaba, cada mirada suya, cada leve movimiento del celular lo excitaba más, lo dejaba sin aire. Sabía que el momento estaba por llegar, y no podía pensar en nada más.

    Erin bajó un poco la cabeza, mirándolo desde arriba con los labios entreabiertos. No dijo una palabra, pero su cuerpo hablaba por ella. Era una invitación clara, un reto, una orden disfrazada de deseo.

    Zandro se inclinó despacio, sintiendo cómo le temblaban los brazos. La respiración de los dos se mezclaba. El calor del cuerpo de ella lo envolvía, y el mundo se reducía a ese instante: su piel, su olor, su respiración, el brillo en su mirada.

    Era el punto exacto antes del descontrol. Y los dos lo sabían.

    Zandro se inclinó hacia ella y la miró un segundo más, como queriendo grabarse la escena en la cabeza. Erin seguía con el celular en la mano, enfocando todo. Tenía la respiración agitada, los labios húmedos, los ojos fijos en él. La tensión era tan fuerte que parecía que el aire vibraba entre los dos.

    Cuando su rostro se acercó a sus muslos, Erin dejó escapar un suspiro largo. Zandro rozó su piel con la punta de la nariz, sintiendo el calor, la suavidad, el olor intenso que lo envolvió al instante. Cerró los ojos y dejó que el instinto hiciera el resto.

    El primer contacto fue un golpe directo a los sentidos. Su lengua se hundió entre los pliegues cálidos y húmedos, y un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo. Era una mezcla de sabores, de calor, de ganas contenidas durante demasiado tiempo. Se movía lento al principio, saboreando cada rincón, cada pequeño temblor que provocaba en Erin.

    Ella lo grababa, respirando entrecortado, siguiendo cada movimiento de su boca con el celular. De vez en cuando se mordía el labio, intentando no soltar un gemido. Zandro podía sentirla tensarse, podía oír los pequeños sonidos que escapaban de su garganta. Todo eso lo encendía aún más.

    Después la urgencia se apoderó de él. Su lengua se movía con hambre, mezclando lentitud y voracidad, jugando con los ritmos, explorando. A veces la acariciaba con calma, otras se hundía con más fuerza, queriendo devorarla por completo. El sabor era fuerte, familiar y excitante, con ese rastro que él conocía demasiado bien y que le recordaba que no todo en ella era solo suyo.

    Erin arqueaba la espalda cada vez que él tocaba el punto justo. Su cuerpo respondía solo, moviéndose al ritmo de su lengua. El celular temblaba entre sus dedos, pero no lo soltaba. Quería verlo todo, sentirlo todo, guardar cada segundo.

    Zandro seguía, entregado, sin pensar. Cada gemido de Erin lo empujaba más. Cada espasmo de su cuerpo lo hacía ir más hondo, más rápido. El deseo lo tenía completamente dominado, como si no existiera nada más fuera de su sabor, su olor, su respiración.

    Y entonces ella se quebró. Un gemido largo, profundo, llenó la habitación mientras Erin arqueaba la espalda con fuerza, apretando la cabeza de Zandro contra su entrepierna. Sus caderas temblaron, su respiración se volvió un jadeo constante, y los jugos comenzaron a fluir sin control. Zandro bebió todo, sin apartarse, sin detenerse. Era placer y entrega pura, el sonido húmedo de su cuerpo mezclado con su respiración agitada.

    Cuando el orgasmo la soltó, Erin quedó quieta unos segundos, con el pecho subiendo y bajando, los ojos medio cerrados. El celular le resbaló de la mano y cayó sobre la cama con un golpe suave. Zandro siguió ahí, con la cara hundida entre sus muslos, respirando su olor, saboreando lo que quedaba, sintiendo cómo el calor de ella todavía lo envolvía.

    Erin respiraba lento, satisfecha. Zandro no se movía. Estaba tan metido en su olor y su sabor que casi había olvidado dónde estaba. El silencio entre los dos era pesado, cargado de algo más que placer. Era complicidad, dominio, entrega.

    Erin respiraba agitada, con el pecho subiendo y bajando despacio. Tenía la mirada fija en Zandro, que seguía entre sus piernas, aún con la respiración corta y la boca húmeda. El celular estaba sobre la cama, pero ella lo tomó de nuevo, esta vez con más calma, apuntando hacia él.

    —Recuéstate —le dijo con una voz firme, casi divertida, como si disfrutara del poder que tenía en ese momento.

    Zandro obedeció sin dudar. Se tumbó en la cama, todavía temblando, con el cuerpo encendido, la piel húmeda y el corazón golpeándole el pecho. Erin se movió despacio sobre él, con una seguridad que lo desarmaba. Apoyó una mano en su pecho y lo miró desde arriba, con esa sonrisa traviesa que ya le conocía.

    —Has sido un buen chico —susurró cerca de su oído—. Ahora te ganaste tu recompensa.

    Zandro apenas alcanzó a respirar antes de sentirla. Erin bajó la cadera lentamente, guiando su concha sobre su polla erecta. Los dos soltaron un gemido al mismo tiempo. La humedad de ella lo envolvió de golpe, y la sensación lo dejó sin aire. Era caliente, suave, intensa. Se hundía en ella centímetro a centímetro, sintiendo cómo cada parte de su cuerpo se tensaba por el placer.

    Erin cerró los ojos un momento, disfrutando de la sensación de tenerlo dentro. Apoyó ambas manos sobre su pecho y comenzó a moverse despacio, marcando su propio ritmo. Cada movimiento era calculado, como si midiera el tiempo exacto para hacerlo enloquecer. Zandro la miraba sin poder creer lo que veía: la forma en que su cuerpo se movía sobre él, el brillo en su piel, el control absoluto que tenía de todo.

    Intentó tocarla, pero ella le detuvo las manos con un gesto firme.

    —Quieto… —le dijo, clavando su mirada en la suya—. No me toques. No tienes permiso.

    Zandro se mordió el labio, frustrado, pero no se atrevió a desobedecer. La obediencia lo excitaba tanto como el contacto. Erin siguió moviéndose, cada vez un poco más rápido, sin dejar de sostener el celular con una mano. A ratos lo apuntaba hacia su propio cuerpo, a ratos hacia el rostro de él, como si disfrutara viendo la mezcla de placer y rendición que lo dominaba.

    Los gemidos empezaron a mezclarse, cortos, entrecortados, húmedos. El cuarto se llenó del sonido de sus cuerpos golpeando uno contra el otro, de respiraciones desordenadas y jadeos contenidos. Zandro estaba al límite, apretando los dientes, tratando de resistir.

    Pero no pudo. El cuerpo le ganó al control. Un estremecimiento le recorrió de pies a cabeza, y se corrió dentro de ella con un gemido ronco, profundo, casi desesperado. Erin se detuvo de inmediato. Lo miró desde arriba con los labios entreabiertos, respirando rápido, pero sin perder la compostura.

    —¿Quién te dio permiso para correrte dentro de mí? —le dijo, con voz baja pero firme, mirándolo con una mezcla de reproche y picardía.

    Zandro bajó la mirada, avergonzado, todavía temblando. No podía decir nada. Solo respiraba, con el pecho agitado, sintiendo el calor entre los dos cuerpos pegados.

    Erin lo observó un momento en silencio, sin moverse, disfrutando de tenerlo completamente rendido bajo ella. El celular seguía grabando, y su sonrisa se fue ensanchando poco a poco. Le acarició la mejilla con la punta de los dedos y susurró:

    —No aprendes, ¿eh? —y soltó una risa suave, mezcla de burla y ternura.

    Zandro no respondió. Seguía respirando con dificultad, tratando de procesar lo que acababa de pasar, sabiendo que no era solo placer: también era una prueba. Y la había fallado.

    Erin permaneció sobre Zandro unos segundos más, respirando despacio, disfrutando de la sensación del cuerpo de él todavía latiendo bajo el suyo. El cuarto olía a sudor, a sexo, a calor acumulado. Todo estaba en silencio, salvo sus respiraciones entrecortadas.

    El celular había quedado entre las sábanas, pero Erin lo tomó con calma. Lo sostuvo frente a ella, enfocándose en la pantalla, con una sonrisa apenas visible.

    —Lo viste… —susurró con voz cargada de picardía—. Al final tenías razón. No pudo contenerse.

    Zandro frunció el ceño, confundido, sin entender del todo. Erin bajó apenas la mirada, como si estuviera escuchando a alguien del otro lado, y sonrió más amplia, como disfrutando de una broma privada.

    —Sí… míralo —continuó, con un tono suave pero cargado de intención—. Ahí lo tienes, justo como dijiste que pasaría.

    Zandro se quedó inmóvil, sin saber qué pensar. Y entonces, una voz grave, firme, llenó el cuarto.

    —Zandro… —dijo Salvador, con una calma que no necesitaba volumen para imponerse.

    El cuerpo de Zandro se tensó de inmediato. Reconoció esa voz antes incluso de mirar. Erin le acercó el celular al rostro, y ahí estaba: Salvador, en la pantalla, mirándolo directamente. No era un video. No era una grabación. Era una videollamada.

    Todo lo que había hecho había sido visto en vivo.

    Zandro sintió que el aire se le atoraba en la garganta. No podía moverse. Erin lo observaba desde arriba, disfrutando del momento, con esa mirada satisfecha de quien tiene el control absoluto.

    Salvador habló de nuevo, sin levantar la voz:

    —Tienes que aprender a controlarte, Zandro. A entender cuál es tu lugar.

    Las palabras le pesaron más que cualquier grito. Zandro no respondió; solo bajó la mirada, tragando saliva.

    Erin sonrió, girando un poco la cámara hacia sí misma para que Salvador la viera. Le habló con naturalidad, como si él estuviera en la habitación con ellos.

    —¿Viste? Te dije que no duraría mucho. Ni siquiera tuve que apurarlo —dijo con un tono casi divertido, acariciándose el cuello con la mano libre—. Pero bueno… por lo menos se esforzó.

    Del otro lado, Salvador soltó una risa baja.

    —Sí… se nota que le falta disciplina. Pero eso se puede arreglar.

    Erin asintió lentamente, con una sonrisa cómplice.

    —Ya sé. Estaba pensando lo mismo. No te preocupes, lo voy a dejar listo para cuando quieras probarlo.

    Zandro cerró los ojos un momento, sintiendo una mezcla de vergüenza y deseo que lo dejaba sin aire. El sonido de sus voces —Erin y Salvador hablando con tanta familiaridad sobre él, como si no existiera— lo descolocaba por completo.

    Salvador lo miró una vez más desde la pantalla, con expresión firme.

    —Escucha bien, Zandro. Si aprendes a controlarte… pronto vas a recibir más regalos.

    La videollamada se cortó. La pantalla se apagó.

    Erin dejó el celular a un lado, todavía sonriendo. Su respiración era tranquila, su mirada segura. Se inclinó un poco hacia Zandro y le susurró al oído, casi con cariño:

    —Te lo buscaste, cariño. Y lo sabes.

    Zandro no contestó. Solo se quedó quieto, mirando al techo, tratando de entender si lo que sentía era culpa… o placer.

    Por unos segundos, el silencio lo ocupó todo. Solo se oía la respiración de Zandro, agitada, intentando volver a un ritmo normal. Erin se quedó sobre él, mirándolo en silencio, con una expresión que combinaba satisfacción y calma.

    Zandro no se movía. Sentía el cuerpo pesado, el pecho ardiéndole y la cabeza llena de pensamientos que se mezclaban sin orden. Parte de él quería entender qué acababa de pasar; otra parte simplemente quería quedarse ahí, quieto, bajo el peso de Erin, en ese extraño equilibrio entre entrega y confusión.

    Erin suspiró, se estiró despacio y finalmente se apartó. Se levantó con la misma seguridad con la que se había movido toda la noche, sin apuro, sin decir nada. Caminó hacia el baño, dejando un rastro de olor a piel y perfume, y antes de entrar, se volvió un segundo a mirarlo.

    —Descansa —dijo con una media sonrisa—. Te lo ganaste.

    Zandro asintió apenas, sin fuerza. La vio desaparecer tras la puerta del baño, escuchó el sonido del agua comenzar a correr, y se quedó solo en la habitación.

    El silencio volvió, pero no era el mismo. El aire se sentía distinto, más pesado. Zandro cerró los ojos y dejó que la mente se llenara de imágenes: la mirada de Erin, la voz de Salvador, el tono con el que hablaban entre ellos, como si todo hubiera estado planeado desde antes.

    Recordó cada detalle, cada gesto. Recordó también lo que Salvador había dicho: “Si aprendes a controlarte… pronto vas a recibir más regalos.”

    La frase se le quedó dando vueltas en la cabeza, como una promesa o una advertencia.

    Abrió los ojos. La habitación seguía igual, pero él ya no. Algo en su interior se había movido, algo que no podía nombrar, una mezcla de humillación, deseo y curiosidad. No sabía si sentirse agradecido o usado. Lo único que tenía claro era que, pese a todo, lo había disfrutado.

    Y que lo volvería a hacer.

    Porque, aunque no quisiera admitirlo, ya no sabía cómo ser el mismo de antes.

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  • La primera del internado

    La primera del internado

    Mi nombre es Drew tengo 25 por cuestiones de logística y cupo tuve que venirme a la Ciudad de Celaya para hacer mi Internado Médico, cuando llegue jamás imagine que viviria situaciones con varias mujeres de aquí como la que contaré a continuación.

    Todo inicio dos semanas después de iniciar el internado yo habia llegado a la Clínica donde estaba rotando por Med. Familiar y como siempre salude a Rous la asistente del consultorio donde estaba pero es mañana cuando la salude para mi sorpresa se levanto y me abrazo diciéndome que a la hora de desayuno fuera con ella y las demas asistentes así que curioso acepte.

    Cabe mencionar que Rous es una mujer en sus 30’s chaparrita delgadita pero con unos ojos sexys, unas tetas promedio bien parásitas y una nalgas recónditas de tamaño promedio pero que al verlas con esos mayones de licra que siempre usaba, me daban ganas de apretar.

    Llego la hora de desayuno y el adscrito con el que estaba me dijo: “Drew ya sabes es tu hora de almuerzo, vete y nos vemos en un rato” yo asentí y me salí.

    Cuando llegue a la oficina de asistentes nada más estaba Rous quien me recibió con un abrazo y cerrando la puerta me dijo “no tenemos mucho tiempo” para proceder a besarme en lo labios, al principio me tomo por sorpresa y después le empecé a corresponder los besos, empecé a bajar mis manos de su espalda a sus nalgas y las empecé a apretar, provocando que diera un pequeño gemido, ella empezo a besar mi cuello, cuando escuchamos que alguien venía rápido nos apartamos fingiendo que nada pasaba.

    Al abrirse la puerta era Sandy la jefa de asistentes médicas que tambien me habia vuelto su amigo ella al vernos pregunto: “Drew vas a desayunar con nosotras?”

    Yo respondí: “Sí desayunare con ustedes”

    Sandy nos quedo mirando pero no dijo nada.

    Termino la hora de almuerzo y todos volvimos a nuestras áreas Rous mientras ya estaba en el consultorio me mando un mensaje: “Tenemos pendiente terminar lo que iniciamos hace rato, no puedes dejarme asi”

    Le respondí “Yo tambien me quedé con las ganas y me dejaste duro”

    Rous me respondió “Entonces deberemos quitarnos las ganas, te parece si saliendo vamos a tu departamento”

    Mientras el doctor seguia con la consulta y yo tratando de ponerle atención le respondí el mensaje a Rous con un “Si, saliendo vamos y serás mía”.

    El resto de las consultas se me hicieron eternas ya que queria comprobar si lo que me decia Rous era cierto o solo me estaba jugando una broma ya que días antes me dijeron que ella tenía fama de meterse con los internos y de robar maridos aunque yo sabía que esto último no era cierto porque la que lo habia dicho se habia metido con un doctor que era casado y ella prácticamente es la amante y es muy celosa, asi que no le crei del todo lo que me dijo de Rous.

    El momento de salir llego, yo salí del consultorio para subir a registrar mi salida, cuando estaba terminando de anotarme me llego un mensaje de Rous “Ya cheque mi salida voy para mi camioneta”.

    Termine de anotarme y le respondí mientras bajaba “Ahorita que me veas caminar sígueme”

    Rous me respondió “Si esta bien”

    Le dije así para que nadie nos viera irnos juntos y asi evitar habladurías.

    Salí del edificio y pasé frente al estacionamiento volteando a mirar a Rous haciéndole una señal de “sigueme” con la cabeza, en cuanto lo hice ella prendió el motor de su camioneta y empezo a manejar para salir del estacionamiento.

    Mi departamento estaba a dos calles de la Clínica asi que el camino fue rápido, Rous manejaba a una distancia considerable de mi, en cuanto llegamos, yo empecé a abrir la puerta y ella se estacionó enfrente y en cuanto bajo corrió y me dio un beso pero no uno casual sino uno con pasión.

    Cerré la puerta y nos dirigimos a la sala donde la empecé a besar y entre besos le dije “cuanto tiempo tienes” (porque sabía que ella es casada), me respondió “el suficiente para que me cojas y me hagas tuya”.

    Al escuchar eso me puse mas caliente y empecé a besarla con mas pasión empecé a apretar sus nalgas y ella empezo a quitarme la camisa, yo hice lo mismo con su blusa dejando ver un brasiere color negro con encaje rosa, ella me sento en el sofá y se sentó encima mio para seguir besándonos.

    Con una mano desabroche su sostén liberando sus tetas perfectas con pezones de un color café claro, ella tomó una de sus tetas acercandola la a mi boca y me dijo “anda sé que tienes muchas ganas de comerlas”, yo me pegue a ella como sanguijuela y empecé a chupar sus tetas mientras ella se retorcía de placer, mientras seguia con sus tetas en mi boca, empecé a bajarle su mayon negro dejando ver una tanga que hacía juego con su brasiere, ella se apartó para quitárselo por completo y quitarme el cinturón para bajarme el pantalón dejándome en bóxer que parecía ya una tienda de campaña color negro, ella siguió montándome rotando su vagina con mi verga aun cautiva bajo la tela.

    Ella se levanto para acomodarse el pelo dándome la espalda, yo me levante del sofá atrás de ella y le arrime la verga a sus nalgas mientras con mis manos amasaba sus tetas y besaba su cuello, estábamos inmersos en un torbellino de placer, ella empezo a buscar con su mano mi verga y la empezó a masturbar diciendo “¿esto es para mi?”, si dejar de amasar sus tetas le susurre al oído “es todo tuyo” ella se retorcio y me dijo “metemelo, todo ”

    Le dije que la cogeria como nunca antes y me buscará para darle mas.

    En eso Rous se voltea y me besa mientras con sus manos libera a mi verga del bóxer al verla se inclina contemplando mi glande que brilla por el precum, me masajea los testículos y procede a lamer la punta de mi verga como si de una paleta se tratara.

    Yo siento una sensación de placer cuando pasa su lengua por mi uretra, empieza a chupar mi verga hasta la mitad, después de un rato asi cuando la vuelve a chupar, la tomó del pelo y la empujo hasta que se la trague toda diciéndole:

    “Cometela toda que es para ti”

    Mientras la sigo empujando se alcanza a escuchar como hace arcadas.

    Ella logra zafarse y me dice “me vas a ahogar” y le digo “eso te gusta” y mientras se abofetea con mi verga me dice “me encanta”.

    Después de un rato así, la tomó por la cadera y le empiezo a meter por su vagina mi verga, se siente estrecha y le digo:

    “Qué rico aprietas” Rous empieza a mover sus caderas mas rápido mientras suelta unos gemidos que me excitan más.

    Mientras la sigo cogiendo de perrito le doy nalgadas y tiro de su cabello diciendole:

    “Esto es lo que querias”

    “Esto es por dejarme con las ganas en la mañana”.

    Rous entre gemidos me dice:

    “Dame más duro”

    “No pares, metemelo más rapido”

    “Eres el mejor”

    Después cambiamos de posición a ella montarme frente a frente.

    Rous se retuerce encima de mi verga mientras sigue soltando gemidos, ae arquea y gritar de placer solo inclinándose de vez en cuando para besarme.

    Empiezo a sentir húmedo y me doy cuenta de que Rous esta teniendo un squirt seguido de un orgasmo pero no se detiene, sigue montandome y moviendo sus caderas.

    Después de unos minutos ella vuelve a soltar otro squirt seguido de otro orgasmo mientras me dice “no pares, dame mas duro”.

    Yo he decidido aumentar el ritmo de mis estocadas.

    Llega un momento que le digo.

    “Me voy a venir, ahhh”.

    Ella sigue encima de mí moviéndose y me dice “adentro, termina adentro”

    Yo le hago caso y de una forma demasiado excitante me vengo descargando dos chorros dentro de su vagina, ella cuando lo siente no deja escapar nada y se baja para limpiar con su boca mi verga.

    De tanto estar limpiando con su boca y su lengua pasar por mi uretra sujeto un último chorro de semen en su boca que ella se trata con gusto para seguir lamiendo mi verga hasta dejarla limpia.

    Nos quedamos los dos sentados en el sofá recuperado el aliento.

    Rous a pesar de su estatura hizo que diera lo máximo al momento de coger, ella empieza a vestirse de nuevo diciéndome:

    “Qué rico estuvo esto, coges muy rico y me hiciste correrme 2 veces, nunca lo habia hecho”

    Se acerca a besarme y yo la tomo con mis brazos, ella me dice:

    “Debo irme antes de que me cojas otra vez”

    “Volveremos a repetir pero otro día ya que es tarde y tengo que regresar a mi casa”.

    Yo agarro mi bóxer para ponérmelo busco mi pantalón y me lo pongo, la camisa solo me pongo si abrocharla así la acompañó a la salida mientras Rous va acomodándose el pelo.

    Antes de salir me da un último beso

    Y me dice “Creo te divertiras en el internado, volveremos a estar juntos lo prometo”

    Se da la vuelta y le doy una última nalgada antes de que suba a su camioneta para irse.

    Mientras se aleja me doy cuenta de lo bien que la pasara este año en Celaya.

    Las anécdotas continúan…

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  • Mi nueva amiga (3)

    Mi nueva amiga (3)

    Volviendo al tema del baile, nos decidimos por lo que nos íbamos a poner, así que apartamos esa ropa y matamos el tiempo tomando algo y chusmeando. A eso de las 00:30 más o menos le pedimos a su novio si nos podía llevar, dijo que si, y nos dejó en el baile.

    Habíamos tomado más de la cuenta y ya llegamos algo entonadas. Nos pusimos a bailar, y no sé si fue el alcohol o que, pero la situación fue subiendo de temperatura y se tornaba algo candente. Entre baile y baile, haciéndonos las boludas nos manoseabamos “sin querer”. Ella me tocó más de una vez las tetas, yo le agarré el culo en un par de ocasiones, me ponía su pierna en el medio de las mías y me rozaba la concha, en fin. La madrugada transcurrió en esas, hasta que como a las 6-7 Pau llamó a su novio si nos podía ir a buscar.

    Cuando llegó, Pau se sentó atrás conmigo porque quería ir medio acostada, por lo que reposó su cabeza en mis piernas y se acostó a lo largo del asiento. En una parte del trayecto, fue moviendo su mano por mi pierna hasta casi llegar a mí concha. Miró hacia arriba para ver mi cara o esperando aprobación, por lo que le agarré esa mano y se la llevé hasta mi concha. Empezó a meterme los dedos, y yo fui haciendo lo mismo en su concha que estaba re mojada. No alcanzamos a acabar porque llegamos a la casa de ellos. Bajamos del auto y su novio se fue a dormir al living porque había estado toda la noche haciendo lo de su trabajo, entonces se fue a descansar.

    Por otro lado, nosotras nos fuimos a acostar al cuarto. Apenas entramos, Pau me agarró y me desvistió en tiempo récord, me encendió aún más y la desnudé toda. Fuimos comiéndonos la boca mientras íbamos hacia la cama, y ahí fue un éxtasis de placer. Nos cogimos toda, sentir su lengua en mi concha fue una delicia, se me hacía agua la boca por chuparsela yo también. Nos pusimos a hacer un 69 divino, ambas chupandonos la concha a la misma vez. Me devoró las tetas, nos refregamos estando echas un charco ya. En un momento sacó un consolador y nos dimos de bomba. Entraba como si nada en nuestras conchas de lo mojaditas que estábamos. Acabamos no sé cuantas veces, fue una delicia. Nos fuimos a bañar ya más calmadas y extasiadas, y luego nos fuimos a acostar.

    Al día siguiente, como no trabajábamos nos levantamos alrededor del mediodía, Teo también más o menos a esa hora porque se había acostado tarde, por lo que desayunamos los tres juntos.

    Con Pau cruzabamos miradas y apenas hacíamos muecas riéndonos, pero Teo no se dio cuenta. De lo que sí me percaté es que Teo me veía mucho el pecho, y cuando logré darme cuenta vi que yo no me había puesto sutien. Solo llevaba puesto una remerita suelta que me había prestado mi amiga y se me marcaban los pezones duritos en la remera blanca y algo traslúcida. Pau fue al baño, y cuando Teo se levantó para lavar sus cosas del desayuno, noté que tenía la pija dura y parada. Se le veía muy claro porque estaba sin remera y solo tenía un short de esos de fútbol que usan los hombres y que a mí me vuelve loca.

    En siguientes capítulos contaré lo que pasaría en días posteriores…

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  • Deliciosa joven morena y culona

    Deliciosa joven morena y culona

    El fin de semana pasado mi novia y yo fuimos al cumpleaños de una de sus amigas. Me presentó y todo pero me llamó mucho la atención la hermana de la cumpleañera, (llamémosla Ariana), una blanquita de piel delicada y unas nalgas muy bien definidas y grandes para su edad, 19 años.

    Cuando salgo con mi novia no bebo mucho porque ella sí lo hace y entonces me pide que la cuide.

    Ya en la madrugada me di cuenta de que todos los de la fiesta estaban borrachos o dormitando en la sala. Mi novia después de unas cuantas cubas y cervezas quedó K. O., por lo que le pedí a su amiga que me dejara llevarla a una recamara para que pudiera descansar y reponerse, me dijo que podía llevarla a su habitación.

    Cuando entré a la recamara vi a Ariana recostada en la cama, me disculpé y le dije que sólo acostaría a mi novia ahí y que me saldría de la habitación. Ariana me dijo que no había problema, que si quería podía quedarme ya que ella estaba aburrida de estar con los amigos de su hermana y necesitaba apartarse un poco.

    Después de asegurarme de que mi novia estaba completamente dormida, empecé a platicar con Ariana de varias cosas hasta que dijo:

    —¿Te puedo hace una pregunta?

    —Claro, dime.

    —¿Por qué será que los hombres no dejan de mirarme? Es muy incómodo que a donde quiera que voy siempre se me quedan viendo las nalgas, todos libidinosos. Me choca.

    —Pueees eres una chica muy linda y tienes un cuerpo muy bonito. Pero sí es muy guarro eso que muchos hombres hacen de quedarse mirando como si quisieran cogerte ahí mismo… Perdón por las palabras.

    —No, está bien jajaja. Sí lo he pensado pero es muy molesto que se pongan como animales.

    —¿Ahora yo te puedo hacer una pregunta?—. Le dije para ver hasta dónde podía llegar.

    —Claro. Juguemos a preguntas y respuestas. Pero no se vale decir mentiras, ¿te parece?

    —Va.

    Entonces me dispuse a preguntarle sin mayor temor.

    —¿Has tenido sexo alguna vez?

    —Un par de veces con un amigo de la escuela pero la verdad fue muy X, él terminó muy rápido la primera vez y después, en la segunda, solo me lo metió muy fuerte y no dejaba de decirme cosas como “perra, puta…” y cosas así. Fue muy incómodo.

    —Debió ser una experiencia muy desagradable. ¿Entonces la idea de tener sexo no te gusta y por eso te incomodan las miradas de los hombres?

    —Sí quiero tener sexo, la verdad a veces me masturbo viendo algo de porno.

    Se quedó callada y se puso muy roja. Me dijo que la disculpara, que se le salió el comentario. Estaba muy apenada, puse mi mano sobre la suya y le dije que no se preocupara, que el acuerdo había sido decir cosas sin pena o mentiras. Entonces recobró su color e hizo la siguiente pregunta.

    —¿Tú has tenido sexo con una mujer más chica que tú?, ¿Te gusta tener sexo con tu novia?

    —Tuve sexo con una chica que es 10 años menor que yo, en ese tiempo yo tenía 30 y ella 20 o 21, no me acuerdo jeje, y el sexo con mi novia es excelente; ambos sabemos lo que nos gusta y nos complacemos.

    —¿Y… cómo lo hacen? O sea, quiero decir, sólo si quieres contarme.

    En este momento se cruzó una idea muy loca por mi cabeza. Viendo a mi novia ahí dormida, perdida por el alcohol, y sabiendo que los demás estaban en la sala ebrios tenía la oportunidad perfecta para poder acercarme más a Ariana. Comencé a pensar en la idea de sentir su cuerpo, de poder probar esa conchita juvenil. Muy pocas veces se tienen esas oportunidades y todo parecía indicar que ella tenía curiosidad.

    —Te propongo algo, solo si tú quieres; mejor te cuento cómo me gustaría hacérselo a una mujer que no sea mi novia.

    —Me encanta la idea—. Dijo animada.

    —Primero que nada, el ambiente. Es fundamental que ambos estemos cómodos. Por ejemplo, que la chica en cuestión esté vestida como con una falda arriba de la rodilla, de tela suave, que con solo tocarla dé la sensación de acariciar la piel desnuda que está cubriendo, una blusa de color claro con un escote no muy pronunciado pero que deje ver el borde suave y terso de un par de senos más que hermosos a la vista, no imaginando cómo se han de sentir al tacto y más aún, tenerlos en los labios para recorrerlos centímetro a centímetro. Quiero pensar que debajo de esa falda se oculta una tanga muy sensual que, con un solo movimiento, podría hacerla a un lado y dejar expuesto el paraíso mismo.

    Mientras le iba contando esto me acerqué un poco más a su oído para que la conversación apenas pudiera ser perceptible. Igual no dejaba de estar al pendiente de que mi novia fuera a despertar o de que alguien fuera a entrar. La miraba fijamente mientras le iba describiendo mi fantasía y pude notar cómo suspiraba de vez en vez, como imaginando que le hacía a ella lo que le iba diciendo. Continué:

    —Después la sentaría en la cama y yo me sentaría detrás de ella. Tomaría su cabello y lo haría a un lado para poder descubrir su cuello y empezarlo a recorrer con mis labios de una manera suave pero llenándome de tu toda su esencia. Y mientras beso su cuello, con una mano empezaría a acariciar sus senos mientras que con la otra acariciaría sus piernas de manera muy lenta, sintiendo cómo toda su piel se va erizando y mientras ella va abriendo sus piernas permitiendo que mi mano siga su curso hacia su cosita.

    —Ay qué cosas dices, de solo imaginarlo hasta se antoja. De seguro tu novia ha de ser muy feliz por cómo se lo haces—. Dijo un poco excitada.

    —Como te decía, ambos sabemos lo que nos gusta, y siempre estoy dispuesto a hacérselo, poder disfrutar de ese momento y de ese cuerpo de una manera que la experiencia sea maravillosa para ambos.

    Le dije que saldría por una cerveza porque me había dado calor, le ofrecí traerle una y ella aceptó sin problema. La verdad solo quería saber cómo estaban los demás afuera. Unos estaban dormidos en los sillones, otros seguían bebiendo ya pedísimos, así que prácticamente no había nadie que pudiera interrumpirnos.

    Regresé con las cervezas y le dije que ya todos habían caído, como para darle esa confianza de que nadie entraría.

    Seguí con el juego.

    —¿Alguna vez te gustaría vivir algo así?—. Le pregunté directo y ella respondió que sí.

    Me dijo que iría al baño y que no tardaría. Cuando Ariana regresó me di cuenta de que no traía sostén. Sus pezones eran muy perceptibles y la redondez de sus tetas brincaba a la vista, se sentó junto a mí, puso una mano en mi pierna y dijo:

    —¿En qué nos quedamos?

    Ya no pude contenerme; la tomé de la barbilla y la besé. Sentí su aliento, su respiración, su lengua jugando con la mía y decidí que no podía desaprovechar esa oportunidad. La puse en la esquina de la cama y me senté justo detrás de ella, así como se lo había relatado, comencé a devorar a besos ese cuello tan delicado y divino mientras dejaba que mi mano se llenara con una de sus tetas.

    Sentía la dureza de sus pezones y ella temblaba con mi tacto. Con mi otra mano exploraba el camino hacia su entrepierna. Rocé con mis dedos por sobre su cachetero, que ya estaba muy mojado. Seguí frotando suavemente por varios minutos hasta que sentí cómo sus piernas temblaban y soltó un pequeño gemido. Puse mi dedo índice en sus labios para indicarle que no debíamos hacer ruido.

    Le di la vuelta, la recosté del lado contrario a donde estaba mi novia dormida, levanté su falda y fui besando sus muslos, dejando que mis labios y mi lengua recorrieran centímetro a centímetro de su piel hasta llegar a su vagina, sin quitar su cachetero dejé que mi boca sintiera ese sabor, el olor de su sexo. Sujeté sus piernas con ambas manos y moví el cachetero a un costado de su vagina. Pasé la puntita de mi lengua por todo el borde superior; desde su culito hasta su clítoris. Ella me tomó del cabello y apretó mi cabeza con sus piernas. Sentía como vibraba, como se contenía de no gritar. Entonces dejé que mi boca jugara libremente con sus labios y su clítoris hasta que sentí que terminó. Me levanté y la besé.

    Llevó sus manos a mi pantalón y comenzó a acariciar mi verga, sintiendo lo dura que estaba. Me desabrochó y liberó mi verga, me dijo que si me quería acostar, le dije que no, que quería estar de pie.

    Le quité la blusita y sus tetas quedaron al descubierto; pequeñas y sus pezones claritos y paraditos, me los llevé a la boca, mordiéndolos y succionándolos, Ariana soltó un fuerte gemido, ambos nos vimos esperando a que mi novia no despertara, nada pasó. Puse unas almohadas en el piso y le pedí que se hincara. Ella obedeció y de manera muy tierna se metió mi verga en la boca. Le dije que empezara recorriendo desde la base hacia el glande con la lengua, mientras que con su mano masajeara mis testículos.

    Así lo hizo. La fui guiando hasta que ya no pude más y le dije que se la metiera hasta el fondo de la garganta. La tomé de la cabeza dejándola inmóvil y me corrí en su boca, empezó a escurrir semen de sus labios hasta su cuello, se apartó y fue al baño a limpiarse.

    Cuando salió me dijo que fue el mejor sexo oral que le habían hecho y que quería volver a estar conmigo en otro lugar y completamente solos.

    Definitivamente no puedo esperar a poseer esa joven nalgona.

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  • La píldora tuvo la culpa

    La píldora tuvo la culpa

    Me encanta el sexo, desde muy joven quería tener novio para empezar a coger, solamente tuve un novio y con él me casé.

    A los 3 meses de noviazgo lo convencí de que me lamiera mi clítoris, y aunque me la pasaba de minifalda para que me diera con el dedo a cada rato y me venía, yo quería sentir más y por eso un día no me puse ropa interior y en una fiesta me lo llevé para que se comiera mi panochita.

    A partir de ahí no perdía oportunidad, y como a los 6 meses de novios pudimos coger y me encantaba, realmente me casé para coger sin estarme escondiendo.

    Aunque adoro el sexo y hay amigos de mi esposo que imagino que se me trepan, nunca estuve con otro hombre, mi marido era el único.

    En últimas fechas me cogió y lo sentí un poco rutinario, aunque me puso en cuatro y me lo hizo delicioso, no estuve tan cachonda.

    Le dije, hace un mes abrieron un sexshop a una cuadra de la casa, deberíamos de ir a ver qué nos apetece.

    El mismo día en la noche llego con una pastilla y me dijo, es para que te la tomes y te vengas más rico.

    Yo la quería probar de una vez pero como habíamos cogido a mediodía me dijo, mañana la aprovechamos.

    En la mañana siguiente me organicé para a medio día cogiéramos y después comiéramos, como a las 12 h me tome la pastilla y a las 13 h me sentía ya muy excitada, caminaba y con cada paso sentía como si se frotaran uno con otro los labios de mi panochita.

    Me fui de una vez al cuarto, me puse una bata transparente y la tanguita más chiquita de encaje que tenía, sin sostén por supuesto y unos tacones altísimos de diseñador que solo uso para coger.

    Poco antes de las 14 h me llama mi marido y me dice que no iba poder ir a comer, tenía que asistir una junta.

    Pensé en esperarlo, pero la excitación iba creciendo y mejor llame a la sexshop para ver si había algo que hacer para quitar el efecto.

    Llame y me contestó un hombre y le digo, “me tomé la píldora y quiero revertir el efecto“, contestó, “no hay algo como un antídoto y el efecto dura 6 horas“.

    Le pedí que me diera una alternativa y la trajera a mi casa, que me urgía, me dijo, lo único es acelerar el efecto, tengo varias opciones, voy para allá, le di mi dirección y me dijo, en 10 minutos estoy ahí.

    Se tardó mucho menos, yo seguía con el atuendo que les platiqué, tuve que correr a la puerta como estaba, me urgía, ya los labios de mi panochita se salían por los lados de mi tanguita de lo dilatada que estaba.

    Lo pase y traía una bolsa con varias cosas, le dije que me recomiendas, sacó un vibrador como tipo un desodorante roll on, lo prendió y el atrevido me lo puso en unos de mis pezones que estaban bien parados de excitación.

    Me dijo, para que vea cómo se siente la vibración, yo contesté, pero no sé si es la mejor manera de probarlo, y el pelado bajo la mano poniendo en uno de los labios que se me salía, me preguntó, ¿como lo siente?

    Conteste, nada mal, pero qué más traes, y sacó un dildo réplica de una verga, le dije que real se ve y me dice, si, los hacen idénticos y se sacó la verga y la puso junto al dildo.

    En lugar de ayudarme me estaba excitando más, y le dije, quiero ya empezar, ¿que recomiendas? Él seguía empuñando su verga con una mano y con la otra el consolador y me dice, usted escoja, este se lo presto y el otro se lo vendo.

    Yo le dije, ayúdame por favor, prestarme tu verga y te compro lo que traes.

    Me hinque en un sillón de la sala, me hizo a un lado la tanga y me la metió por atrás, prendió el vibrador y me lo ponía en los pezones, se pasaba de uno a otro, se bajó a mi clítoris con el vibrador al tiempo que me bombeaba por detrás.

    Exploté con un orgasmo pero seguía cachonda, me acosté en el sillón, le abrí las piernas y le dije súbete y metemela, se me trepo y empezó a bombear.

    Se vino y le dije, ayúdame no me dejes así, se bajó entre mis piernas y empezó a lamer mi clítoris, le pasé el consolador y le pedí que me lo metiera en lo que me lamía el clítoris.

    Después le dije, lame mis pezones, y méteme el consolador, yo me pongo el vibrador en el clítoris.

    Tuve mi segundo orgasmo igual de intenso, el tipo ya se había recuperado y me preguntó, ¿necesita otra cogida?, le dije, si por favor, me puso en cuatro y me la estuvo metiendo y sacando mientras yo me ponía el vibrador en el clítoris.

    Así tuve mi tercer orgasmo y con ello me sentí más tranquila tomé mi celular y había un mensaje de mi marido que decía, voy en camino.

    Le agradecí y le dije, “me ayudó bastante, pero voy a seguir con mi marido, no tarda en llegar“, aceleró el paso y se vino para que le siguiera mi marido cuando llegara.

    Le pedí que me mandara la cuenta después y me dejó el vibrador y el consolador.

    Apenas tenía un par de minutos de haberse ido el tipo, llegó mi marido y yo seguía con el mismo atuendo, tacones, tanga.

    Le dije, no sabía qué hacer y pedí ayuda por qué me tomé la píldora muy temprano y no llegabas, me preguntó, ¿como te ayudaron?, le dije luego te platico, ahorita siéntate, le saqué la verga y me ensarté en ella.

    El me comía los pezones y yo gemía como loca, de repente me dice, platícame cómo te ayudaron y le dije, después, si te platico en este momento te vas a venir y yo te necesito por mucho rato más.

    Terminamos noche y exhaustos.

    Desde entonces me mandan mis píldoras con descuento y la píldora de mi marido es platicarle los agarrones que me doy con el de la sexshop y con eso tiene para aguantarme el ritmo en su turno

    Agradezco sus comentarios lujuriosos para mantenerte cachonda y seguir mandando relatos.

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  • Con la cola deseosa de coger

    Con la cola deseosa de coger

    Hola amiguitas, espero que se encuentren satisfechas y felices. Les cuento, algo que me súper excita es ponerme zapatillas de tacón, tanto que cuando comencé a conseguir de mi talla (de chica trans, aunque tengo pies pequeños), ya estando en casa y al probármelos, de inmediato me venía sin siquiera tocarme mi diminuto pene. Me encanta hacerme pedicure, ya que me quedan unos hermosos pies, para usar unas lindas zapatillas. Adoro sobre todo los destalonados, tacón alto, con la punta abierta, de correas para sujetar el pie y de colores rojo, dorado, negro, plata o azul obscuro.

    Una cosa me acontece periódicamente y es que me posee el irresistible deseo de un hombre haciéndome el amor. Comienza leve, pero con el paso de los días aumenta hasta volverme casi loca. Me inundan las ganas de besar un pene, chuparlo y sentarme en él. Ese fin de semana las hormonas hicieron su función, estaba delirando, casi salí a la calle a gritar que necesitaba un hombre que me llenara la cola con su pedazo de carne. El que fuese, no me importaba su facha, sólo que portara una hermosa verga, gruesa, grande, húmeda y cabezona.

    Por suerte, me llamó un amigo que conocí en chat de citas transexuales. En seguida, quedó de venir a mi departamento. Llegando se abalanzó sobre mí, besándome y tocándome por todas partes. Yo estaba en sandalias de tacón mule, sin medias, ni liguero, pero con sostén color lila de media copa, escote profundo, encaje transparente; un vestido mini diseño de red con abertura en la entrepierna, mangas ajustadas a la altura de los pechos con hombros desnudos, un escote a media espalda, de lo largo a la mitad de las nalgas, dejando ver la parte baja de mis cachetes.

    Mi maquillaje era discreto, una peluca negra hasta los hombros, las uñas de manos y pies pintadas de un rojo intenso, me había dado un baño de burbujas y exfoliado piel y cutis de la cara, así, que estaba suave y muy tersa. Apliqué perfume francés y una crema especial alrededor del ano, al que depilé bien, todo con lo cual, quedé súper linda y sumamente atractiva. Lista para recibir en mi ansiosa cola de putita un enorme y grueso pene.

    Como había usado unas copas pezoneras de succión, mis pezones, estaban erectos e inflamados, se veían divinos y suculentos; los pezones formados como si hubiera amamantado un bebé. Al llegar Jerry, se quedó boquiabierto abriendo tremendos ojos. Entró al departamento al tiempo que se sobaba la entrepierna, se le notaba que ya traía el pito parado. Ne dijo que venía pensando en mí, lo que provocó que ya estuviera caliente. Me saludó con un beso en la boca y un abrazo poniendo sus manos en mi trasero. Pegué un gritico de placer, -Ay papacito, muy bienvenido, te extrañé-.

    Jerry, me tomo de una mano y dándome una vuelta, me miró fascinado, -Mamacita, qué buenota te ves- Miró mis pechos notando los pezones hinchados y erectos a través de la ropita. Enseguida, me bajó un poco el vestido y luego, las copas del sostén comenzando a besarlos, chuparlos y morderlos. Yo estaba tan caliente que casi me chorreo. Me le zafé para evitar esto y me cubrí los senos con ambas manos en un gesto muy sensual. Se sentó en un sofá y yo en sus piernas, de inmediato puse una mano en su bulto, sobando y apretando.

    Mi ano ya lo había probado y recordaba que una delicia, ya que tengo memoria anal. Mi cola recuerda cada pene que recibió gustosa. Pero además, mi boca y nariz recuerdan cada pito que besé y mamé. En los últimos meses, me había nacido un nuevo fetiche, me encantaba el fuerte y excitante olor que despedían el pubis, el pene y los testículos, pero ahora, sobre todo, si el hombre no se había lavado en unos días. Era fascinante y lo disfrutaba cada vez más.

    Así, que aspiré con fruición esa delicia de la polla de Jerry, un aroma a sudor púbico de varios días, mezclado con orina, con líquido pre-seminal de ese momento chorreando desde el orificio de ese pito enorme y un olor añejo de semen, mezclado con no sé qué, si la cola de otra chica trans o líquidos de mujer. El punto es que era toda una fascinación, me llené de su aroma y lo lamí lentamente hasta que quedó limpio su miembro y mis labios oliendo a esos aromas.

    Después, pasé a masajear y oprimir su fierro candente de tibia carne con ambas manos, imaginando ya darme violentos sentones en él. Le dije, -papi, quiero ver tu verga, mi amor-, inmediatamente se incorporó y se bajó pantalón y trusa, saltando retador un hermoso pene. Era realmente divina esa polla, me hacía enloquecer de placer. Tal como lo recordaba era una magnifica herramienta de carne viril, esperando por esta putita homosexual-a que soy.

    Me mamó durante un buen rato mis pechos concentrándose en los pezones, mordisqueándolos y succionándolos, entre tanto, sentado y como pudo, se bajó pantalones y trusa, liberando completamente su enorme polla, la cual, recibí con un gritico, pero al fin grito, muy de zorra y la tomé con una mano pajeándola suavemente. Me encantaba cómo me chupaba los senos y como su fierro se ponía cada vez más enhiesto. Pensé o dije en voz basa, -Ay, ¿qué si seré puta?- alcance a escuchar una respuesta -¿Lo dudabas con mi pito en tu boca? Fingí un poco de pudor.

    Luego, le dije, -Ay papi, quiero sentir en la boca el sabor de tu pene, ¿quieres que te lo bese y te lo mame? Enseguida, tomándome de los hombros me hincó frente a su pubis. Me detuve oliendo nuevamente su vello púbico y la cabezota de su polla. Me relamí los labios y se la besé con delicadeza, sutilmente mis labios besaban esa verga hermosa, apenas la tocaban, mientras con tres dedos se la pajeaba igual de suave, apenas tocando su tronco y bajando y subiendo el prepucio. Adoraba esa polla y amaba aún más chuparla y besarla.

    Quería que le saliera el pre-seminal para saborearlo y tragarlo. Duró varios minutos esa sutil mamada, con cada suave lamida se ponía más dura y la cabezota más brillante. Se la mamé luego con más fuerza y ahínco, otros minutos más, deseaba que el olor a pito impregnara mi boca, besaba su glande, se lo absorbía y mordisqueaba, lo lamía pasando la lengua desde la cabezota hasta la base en el pubis. Luego, no aguantaba más y le pregunté, -Papi, ya quiero que me la metas, pero toda de una embestida en mi cola, no importa que me la lastimes-.

    Jerry me llevó hacia un banco alto que tenía casi sólo para que me cogieran mis amantes, me sentó pidiéndome que cerrara las piernas, mis nalgas se acomodaron sobresaliendo del asiento, de manera que quedaban muy provocativas y ambos cachetes como aumentados en su volumen. Se me veía un hermoso y caliente trasero, el apretado ano por la posición quedaba justo al borde del asiento redondo del banco.

    De repente, Jerry, cuando pensé que me la iba a meter, puso su rostro en mi trasero, con ambas manos separó los cachetes y colocó su rostro en medio de la zanja, comenzó a comerme divinamente el ano, me metía su lengua, ponía su nariz en mi remolinito de amor. Lo besaba y de nuevo, la lengua entraba y salía. Yo estaba de plano ya en el cielo de las putas, mis ojos cerrados y mi rostro creo se había transformado expresando puro placer. Después de unos minutos se incorporó y colocó su durísima verga en medio de mis nalgas.

    Entonces, lo acercó y colocó la cabezota en la entrada de mi zanja, en medio de mis voluminosas nalgas. Jugó un poco introduciéndola en el medio, yo como putita dócil, me reacomodé recorriendo el trasero hacia afuera del asiento del banquillo, quedé con la parte de mis bolitas en la orilla del asiento, de modo, que mis nalgas estaban más accesibles para lo que él quisiera hacer. Con su pito en esa zona jugó pasándola de arriba abajo varias veces, luego, la tomaba con una mano y me metía sólo la puntita, recomenzando el juego de pasarla arriba y abajo.

    Me decía -¿cariño, quieres que te coja y te meta sólo la cabeza? Respondí rápido -Ay no papi, métemela, pero toda, la quiero toda hasta el fondo-. Realmente era una verga gruesa, grande y una delicia. El ano me palpitaba de deseo, como llamando desesperadamente a esa enorme cosa detrás mío. Estaba temblando llena de morbo y loco deseo de sentir esa polla abriéndome la cola de una sola embestida.

    De pronto, me sentí como mareada e invadida de enorme lujuria y temblando con la respiración entrecortada comencé a balbucear como una loca -mi amor, ya quiero que me des tu verga, ¿me la das ya, pero toda? La quiero muy grande y muy dura, muy gruesa y húmeda, ¿si, te puede poner más dura para clavármela?-, quédate así. –Ay papi, es que soy muy puta y adoro que me la claves en el ano, pero lo más erecta posible. La quiero toda de sopetón mi amor, no importa que me rasgues y destroces mi vagina de trans. ¿Me das?

    Estaba excitada como nunca, seguí balbuceando, -adoro tu verga muy parada, papi. Me encanta tu olor y sabor, la quiero toda, qué delicioso pito tienes, papacito. Dámela bien dura toda. Me encanta que me cojas-. Con estas locas y pirujas palabras se animó y me dejó ir de sopetón todo su fierro viril. Alcancé a decir casi gritando de gusto, -Ay, así, métemela más, la necesito bien dura abriéndome toda la cola. Luego, dame tu semen dentro de mí, dale papi. Dame un baño de semen en mi entresijo. Dame toda tu lechita y préñame, mi amor.

    Me daba bien duro, yo me concentraba en el grosor de su polla y cómo mi ano la recibía abriendo cada milímetro, como si mis pliegues rectales se pegaran a su grueso y enorme tronco. Me abría más las nalgas y entraban unos milímetros más, hasta que me metió toda su longitud y grosor. Me dolió ya que mí ano tardaba un poco en dilatarse, me la sacaba hasta a punta y me la volvía a meter hasta el fondo, casi con violencia.

    Empecé a gemir y a ahogar unos griticos de dolor. Me dijo -¿te duele putita? -Ay sí, papi, pero me aguanto, me arde la cola, pero no me la saques. Métela toda y quédate quieto hasta que me dilate y aguante tu enorme verga.

    Me siguió cogiendo de lo lindo, embistiendo duro y de pronto, puso sus manos en mi cadera sujetando muy fuerte y aumentando aún más el ritmo, explotó en mis entrañas, su pene parecía ensancharse y crecer con cada chorro de semen que expulsaba en mi intimidad. Me pareció que me echaba varios litros y pensé que me preñaría con cuatro o cinco bebés. Claro, era imposible soy una mujer trans, pero en mi locura me sentía ya embarazada.

    Cuando terminó dejó toda su verga dentro de mí, aún bastante dura. Sentí que amaba a aquel hombre y a su pito. Pasados unos minutos, bajó su erección y me la sacó escurriendo de su semen y mis líquidos anales, pero conservé gran parte de su lechita dentro de mí. Se recostó a un lado del sofá y así, semi-encuerada como estaba, dormité un poco soñando que ese pene se quedaba por siempre en mi entresijo. Ciao amiguis, espero que les haya gustado este relato.

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  • Un viejo verde y yo sola en la piscina (7)

    Un viejo verde y yo sola en la piscina (7)

    “Terminamos agotados y voy tomando conciencia del peligro de lo que está ocurriendo. Me levanto, me doy una ducha rápida, me lavo los dientes y me visto.

    “Vaya, qué sorpresa, he ido a comprar el pan y estaba aquí de charla con una vecina” escribo en el whatsapp.

    Antes de salir lo miro.

    -Esto se ha acabado a partir de ahora se vuelve a la rutina. -le digo.

    -De acuerdo puta. -Contesta riendo, -pero ya sabes… si necesitas lo que no te da tu marido, ya sabes dónde estoy jajaja

    Pero a pesar de lo dicho sé que no se ha acabado… sé que no podré dejar de tener esos polvazos. Sobre todo cuando, tras despedirnos, tomo sus manos y las pongo en mis pechos, que agarra con fuerza. Abro la puerta sin hacer ruido y rápido bajo las escaleras y voy comprar el pan. Cinco minutos después estoy en casa con mi marido. Hago como que me hace ilusión verlo medio día antes, cuando, en realidad, maldigo su sorpresa.”.

    Me da un par de besos, me abraza y, poco después, me está quitando la ropa.

    -Parece que oír a la puta del vecino te ha encendido ¿eh? -le digo sonriendo.

    Él me contesta con una sonrisa.

    -Pobrecilla, hay que tener estómago para abrirse de piernas para él. No hay dinero que pague eso.

    Y no son sus caricias, sino lo que acaba de decir, lo que hace que entren ganas de follar otra vez. Aunque la follada es muy decepcionante. Después de las tenidas en la última semana… casi no siento nada. Me asusta darme cuenta de eso.

    Dos días después nos vamos a la playa, donde pienso que se normalizará la relación con mi marido, pero no es así. Cada vez que me pongo un bikini pienso en mi vecino y en cómo me miró las tetas en la piscina. Cada vez que tomamos una copa lo recuerdo a él, bebiendo ginebra a morro. Cada vez que follamos, para intentar llegar al orgasmo, pienso en él y en cómo me esperaba con las manos abiertas y levantadas la primera vez que hice un striptease para él y en cómo fui acercando mi cuerpo hasta que mis tetas se posaron en sus ásperas manos abiertas.

    Al final vuelvo a casa sabiendo que no va a ser fácil volver a la rutina y la primera vez que mi marido me dice que vuelve tarde del trabajo, nada más colgar el teléfono, me visto de cowgirl y llamo a la puerta de enfrente.

    Nada más abrirme sonríe. No hace falta decir nada. Sabe que lo necesito. Me hace pasar y, mientras se ríe de mi marido, que no logra satisfacerme vuelvo a rememorar todo lo vivido. Empieza por pegar un trago y después me hace abrir la boca para que beba yo la ginebra directamente de la suya. Repite la operación varias veces mientras me va quitando la ropa hasta que se vacía la botella. Algo mareada siento sus labios lamiendo las gotas derramadas en mi barbilla, en mi cuello y en mi escote.

    -Desnúdate y colócate en la mesa del salón para que te folle mientras voy por otra botella.

    Y así, con una botella en la mano y agarrando mi cadera con la otra, vuelve a follarme días después. Cuando termina me da la vuelta y amasa mis pechos, se los come, hasta los golpea suavemente y, cuando se le pone a tono otra vez, se tumba en el suelo para que le vuelva a follar.

    Repito una semana después. Y luego otros dos días después…. Como imaginé, lo de volver a la rutina no va a ser tan fácil. Y entonces la cuarta vez que voy a su casa, me lo deja claro.

    -Quiero meterte mano delante de Pablo.

    -Eso es una locura. No puedo.

    Y follamos. Pero cuando vuelvo a casa, comienzo a dar vueltas a cómo podría satisfacer su deseo. Poco a poco se va dibujando un camino. Sólo hace falta un poco de suerte. Así que, en la quinta visita, con mis pechos apoyados en la mesa y él aún dentro de mí tras haberse vaciado comencé a contárselo. Él se rio y, azotándome el culo, me dijo que encontraría el momento adecuado para ponerlo en marcha.

    No tardó mucho. Un día, según llega Pablo a casa me dice.

    -Al final el hijoputa del vecino nos va a denunciar por cerrar la terraza sin consentimiento de la comunidad. Me lo encontré antes y ya me lo anunció el muy cabrón.

    -¿Quién? ¿el putero de enfrente?

    -Joder, sí, ése, Silvia, ¿quién coño va a ser si no?

    -¿Y qué puede pasar?

    -Pues que nos caiga una multa y nos obliguen a deshacerlo o qué se yo.

    -¿Y no podemos pedir ahora permiso a la comunidad?

    -¿A hechos consumados? Ni de coña.

    -Bueno, a lo mejor estaba de farol, déjalo estar cariño.

    Y así estuvimos durante una semana. Buscando opciones que no existían hasta que al final, el propio Pablo, llega a la conclusión que yo esperaba.

    -Voy a ir a hablar con él a ver cómo podemos arreglar esto.

    Me quedo mirándolo fijamente.

    -Voy contigo, cariño.

    -No deja, igual la cosa se pone difícil.

    -Precisamente por eso quiero ir.

    -Vale. Pues nada. Vamos.

    -No cielo, estás muy muy preocupado y muy alterado. Tranquilízate un rato y vamos luego.

    Y así es cómo, entrando en la habitación, aviso a mi vecino de que iríamos en un rato.

    Media hora después me visto con una camiseta de tirantes de lycra muy ajustada y unos shorts de estar en casa que dejaban parte de mi nalga al descubierto. Sonriendo, le pregunto:

    -¿Estás ya listo?

    -Sí, ponte algo y vamos.

    -No, mejor voy así.

    -¿Estás loca? ¿Cómo vas a ir así a casa de ese viejo verde salido?

    -Justo así.

    -Pero joder, Ya te he dicho que le he pillado varias veces mirándote. No puedes ir marcando pezones a tres kilómetros.

    -Lo se cielo, justo por eso… igual esto le hace estar menos agresivo…

    -Pero..

    -No te preocupes, cielo, lo importante es salir de este lío.

    Acepta. “Primera victoria”, pienso.

    Y llamamos a su puerta.

    -Hombre, vecinos, ¿qué pasa?

    Nos recibe sonriendo y mirándome fijamente las tetas.

    -Ya sabes qué es lo que pasa. -Responde Pablo.

    -Venga, pasad, no os quedéis en la puerta.

    Pasamos, pero Pablo se queda en la entrada. Yo me sitúo detrás de él.

    -Vamos a ver, no sé qué ganas con lo de denunciarme con la terraza. Pensé que tal vez podíamos llegar a un acuerdo.

    -Jajaja. Así que ahora sí quieres hablar conmigo, jajaja. ¿Y qué tipo de acuerdo me ofreces?

    -Podíamos cerrar una digamos “compensación económica” para no tener que entrar en líos de abogados e historias.

    -Jajaja ¿Compensación económica? Gracias no estoy interesado. Tengo suficiente con lo mío.

    Pablo, aun dándome la espalda, deja ver la tensión que acumula.

    -Seguro que podemos encontrar un término de acuerdo.

    -Estoy seguro que sí, jajaja.

    -¿Entonces? ¿qué tipo de acuerdo puede ser del que estamos hablando?

    -Jajaja. Por supuesto. Tal vez, sólo tal vez… si pudiera ver las tetas de tu mujer, me animaría a quedarme quietecito, jajaja.

    -¿Está usted loco? ¿Qué Silvia le enseñe las tetas? Por favor no nos falte al respeto. No vamos a hacer semejante cosa.

    Y durante un minuto ambos hombres se miran fijamente, desafiándose. Mi vecino rompe el silencio.

    -Vaya, jajaja, pues parece que su mujer, en realidad, sí que quiere cerrar el trato. -Dice mirándome.

    Pablo se da la vuelta despacio. Le miro fijamente a la cara mientras su expresión cambia al darse la vuelta y encontrarse con que su mujer se ha quitado la camiseta. Mis pezones erectos muestran todo su esplendor para mi vecino putero.

    -¿Pero qué coño haces, Silvia?

    -Solucionar este problema, Pablo. Parece que tú no estabas teniendo mucho éxito.

    Y luego dirigiéndome a mi vecino le digo.

    -¿Es esto lo que quería, vecino?

    En la situación actual está claro que me refiero a su petición inmediatamente anterior, pero los dos recordamos el objetivo inicial que puso en marcha el plan.

    -Vaya, vaya, Silvia, ¡vaya tetas! Pequeñitas pero guerreras, con esos dos pezones que pinchan, jajaja. Estoy un poco mayor, cielo, así que tendrás que acercarte a mí para que te las pueda ver bien.

    Yo avanzo unos pasos, pasando por delante de Pablo que no hace nada por detenerme. Tal vez porque no se ha repuesto de la sorpresa o tal vez porque sabe que así solucionará el problema. O tal vez por otro motivo, quién sabe.

    -Yo ya he cumplido lo que pedía. Entiendo que usted cumplirá su parte.

    -Jajaja. Vamos a ver preciosa. -Me dice bajando la cabeza hasta poner sus ojos a solo unos centímetros de mis pezones. -Yo dije que tal vez, sólo tal vez… si pudiera ver las tetas de la mujer de Pablo, me animaría a quedarme quietecito. Y, como sabes, “tal vez” no es “seguro”…

    Se hace un silencio tenso.

    -Entiendo vecino. ¿Que tiene que pasar para que ese tal vez sea un seguro?

    -Jajaja. Comprenderás que, una vez las he visto, me apetece tocarlas, jajaja. Con eso me basta. Cinco minutos de tus tetas y nos olvidamos de la denuncia.

    Un nuevo silencio en el que espero que Pablo replique. No lo hace, así que sentencio.

    -Me parece justo.

    Pablo no dice nada, y mi vecino me da la vuelta, me coloca de espaldas a él y frente a Pablo.

    -¿Ves vecino? ella sí que sabe negociar. -Dice mientras sus dos manos cubren mis dos tetas.

    Yo miro a Pablo intentando poner cara de incomodidad pese a que las bragas están empapadas. El rostro de Pablo es indescriptible viendo cómo el putero del vecino de enfrente está magreando a su mujer.

    Agarra la carne de mis pechos, acaricia mi piel, pellizca mis pezones. El tenso silencio sólo se rompe por la respiración pesada de mi vecino y algún que otro gemido mientras me magrea. Yo, en todo el tiempo, miro a Pablo. Hundido, humillado. Y no puedo asegurarlo, pero creo que mi vecino también lo mira mientras lo derrota.

    Nadie mira el reloj. Al rato, cuando estima oportuno, mi vecino me retira, despidiéndose de mis tetas con un golpecito por abajo que las levanta y las hacer bajar de nuevo.

    -Efectivamente, vecino. Esto es negociar. Olvidaos de la denuncia. Tenéis mi palabra.

    Y se mete para dentro dejándonos solos en la entrada. En completo silencio, me pongo la camiseta y nos vamos a nuestra casa.

    Cenamos sin decir palabra y nos vamos a la cama. Al día siguiente tampoco hablamos más allá del buenos días y poco más. Así que decido agarrar el toro por los cuernos (nunca mejor dicho).

    -Creo que debemos hablar sobre lo que pasó ayer.

    Para mi sorpresa, su reacción fue la apertura de un dique. En vez de tantearnos y ver por donde vamos, Pablo, de pronto, se lanza a hablar. Me dijo que fue sorprendente ver que yo aceptaba su condición y terriblemente humillante saber que ese tío, al que no deben aguantar ni las putas, estuviera viéndome en pelotas.

    -Entonces pasó lo peor. Joder, Silvia, ¿podrás perdonarme? Te juro que me excité. Cuando vi la cara con la que te miraba ese viejo putero… se me puso dura…

    Veo que está a punto de llorar. Me solidarizo con él… yo pasé por eso casi un mes atrás, cuando, humillada ante las burradas que me decía, volví para ponerme a su lado en la piscina.

    Lloramos juntos un rato y, cuando nos tranquilizamos, le confieso.

    -Pablo… yo… me ocurrió algo parecido.

    -Q… qué?

    -Sí, cielo, cuando empezó a tocarme fue terrible, pero luego… no sé, la situación… el caso es que….

    Y así el siguió confesándose conmigo, comentando que no pudo quitarse de la cabeza la imagen de ese viejo depravado putero agarrándome las tetas y que, cuando lo hace siente humillación y excitación a partes iguales. Bueno, mucha más excitación.

    Finalmente, cuando veo que su entrepierna ha crecido lo suficiente, me levanto y tomándole de la mano, lo llevo a la puerta.

    -¿Qué haces Silvia?

    Yo respondo poniendo mi dedo índice en sus labios haciéndole callar. Salgo al descansillo y llamo a la puerta de enfrente.

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  • Carlos mi novio, me propone incluir a un tercero

    Carlos mi novio, me propone incluir a un tercero

    Con Carlos ya tenemos una relación de mucha confianza, nos decimos todo. Carlos me tiene enamorado y cuando me llama o me propone algo soy el primero en aceptar, no le discuto. En ese escenario emocional es que poco a poco Carlos me ha propuesto incluir a otra persona, es un ex novio a quien conozco. Yo se que nos quiere como si fueramos su harem, en su fantasia el quiere a un grupo de maricones que estemos a su disposición. Acepté.

    Una noche me dice: hoy invite a Hugo, un italiano gay que fue su novio hace 5 años. Casi me mori de la impresión. A las 20 h en punto llegó. Precioso ejemplar con pinta de hombre, pero es mas maricon que yo. Cenamos, charlamos, ellos se pusieron al día, recordaron viejos tiempos. Hugo me miraba hasta que puso tema para charlar. Es diseñador y viaja mucho. A las 22 h nos pusimos a bailar, obviamente Carlos y su italiano bailaron lentamente a S. Getz, una música de jazz muy suave, fui por agua y al volver Hugo le tenia la mano puesta en el paquetón de Carlos. Senti celos.

    Entonces como adivinándome mis pensamientos Carlos me invita a bailar, me abraza y me besa en la boca. Ay dios, que placer y tranquilidad me da este hombre, como diciéndome, calma, tu eres mi novio ahora. Bailamos los tres, cada cierto rato nos besamos, Hugo besa exquisito, nos abrazamos y nos tiramos en la sala sobre la alfombra. Nos desnudamos y entre Hugo y yo le quitamos prensa por prenda a Carlos, hasta dejarlo desnudo, entonces turnandonos le hicimos una eterna mamada a quien proclamamos nuestro rey. Carlos era ahora nuestro amo y como es cariñoso, le pidió a Hugo que me besara entero y luego me pidió a mi que lo besara entero.

    Los besos de Hugo fueron exquisitos, sobre todo al meter su lengua en mi agujerito anal. Besar a Carlos es delicioso, pecho peludo, piernas peludas, pies grandes que bese apasionadamente, tambien bese sus axilas y su raja de hombre; luego me sente en su cipote y me deje penetrar… oh que placer. Mientras tanto, Hugo le ofrecia su pene que Carlos disfrutaba como si fuera una fruta. Luego nuestro rey nos pidió -a Hugo y a mi- que nos pusiéramos en 4 uno al lado del otro, y nos fue penetrando en intervalos de 3 a 4 minutos. Sentir que una verga de macho, que viene mojada, se te entierra en el ano es un placer inconmensurable.

    La acabada fue espectacular, lo mamamos y nos eyaculó en los ojos a Hugo y a mi. Finalmente nos pidió que nos masturbaramos en su culo y eyaculáramos en su espalda, obedecimos sumisamente. Esa noche dormimos los tres abrazados, y la experiencia con un tercero fue muy grata. Quedamos en repetir. Estoy enamorado.

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  • Mi primera vez inesperada en el gym

    Mi primera vez inesperada en el gym

    Me llamo Ramiro, tengo 19 años y soy un chico promedio: 1,70, 65kg, algo delgado con facciones de nena, según mis amigos. Me mantuve virgen hasta hace dos meses y quiero contar mi experiencia por si alguien me quiere escribir y guiar, porque me siento totalmente perdido. Dejé mi virginidad casi por azar, no tuve nada más allá de besos y toqueteo con mujeres, pero llegado el momento no se dio. También dos veces se me insinuaron hombres y rechacé la oferta. Miraba mucho porno, tanto hetero como gay, y pasaba feliz así hasta que llegó el fin de clases y mi papá me obligó a ir a trabajar.

    Él dijo que me pasaría el verano vagando y eso no era bueno. Me puso en la entrada de uno de sus tantos gimnasios; tenía una cadena de ellos y me puso de 14 a 22 h, hora en la que yo debía cerrar; previamente limpiaba y ordenaba. Había un socio que hacía pesas, venía a las 20:30 h y se quedaba siempre hasta último momento; él llamaba mi atención por su tamaño, debía medir como 1,85 y era enorme, no lo sé, debía pesar mucho. Yo de tarde ordenaba los discos y lo veía levantar pesos inmensos. Un día miré su ficha de socio y vi que tenía 42 años el señor.

    Si bien yo me masturbaba con porno gay, como ya lo dije, no había tenido nada con hombres y tampoco me excitaba la idea; solo me excitaba con los videos y nada más. Fue un miércoles en el que faltaba media hora para cerrar, hacía mucho calor; yo ya estaba ordenando mientras el último socio que quedaba, que era él, Mario.

    Siempre me saludaba muy educado, pero yo me quedaba con la impresión de que quería decir algo más, no lo sé, una impresión, pero me parecía sentir su mirada sobre mí. Llegué a pensar que solo lo imaginaba. Terminé de juntar todo y, antes de irme, pasé por el vestuario a darme una ducha; estaba en ello tranquilo hasta que Mario entró a las duchas y justo a la que estaba enfrente de mí. Como todo vestuario, no había separaciones y quedábamos todos a la vista. No me inmuté demasiado.

    Él me dijo:

    —¡Hoy sí entrené pesado! ¡Qué calor!

    —Sí, yo morí de calor ordenando nomás. Le contesté y seguí enjabonándome.

    Tenía a Mario enfrente y de repente no pude evitar mirarlo. Como dije, era un hombre muy grande y tenía un pene descomunal. Él se movía y su pene se balanceaba con la cabeza afuera del prepucio. Me tuve que dar vuelta de apuro hacia la pared porque me había excitado y se me había parado el pene, ¡qué vergüenza! No creí que me fuera a excitar así; solo rogué que él no se hubiera dado cuenta.

    —Oye. Me dijo desde su ducha. —Tienes la cola bien blanquita y formada… casi como una chica.

    Eso no hizo más que ponerme más empinado; sabía que él me estaba mirando el culo con su verga y esos huevos colgando y solo podía seguir de espaldas y sin contestarle; me pareció lo más prudente. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero seguí enjabonando mi pecho, mirando los azulejos blancos, hasta que sentí una mano en el hombro. Me pegué un susto tremendo, me di vuelta de golpe y ahí estaba Mario delante de mí.

    —¿Te ofendí? Me dijo.

    No sabía qué decirle, estaba en un estado de confusión total; solo me di vuelta y miré la pared.

    —Oye, lamento si te ofendí con mi comentario. Dijo. Es que no tengo filtro para hablar, me pareció muy rica tu colita y solo lo dije…

    —Es… está bien… no hay problema. Siempre que me ponía muy nervioso tartamudeaba, desde niño.

    —Seguro no te molestó. Moví la cabeza en señal de no.

    —Qué bueno. Dijo. Y sentí una mano en mis nalgas. Ummmm… bien firme lo tienes aún. Y siguió tocándome y yo lo dejaba hacer; no podía salir de la situación, por un lado incómoda y por otro tan excitante. Nunca me habían acariciado el culo y, para mi sorpresa, me estaba gustando mucho; solo esperaba que él hiciera. Siguió tocándome hasta que pasó su mano hacia adelante y cerró mi ducha, me tomó de los hombros sin hablar y me dirigió hasta el frente del banco del vestuario, me hizo inclinar con la cola hacia afuera y enseguida empecé a sentir cómo me besaba las nalgas, me pasaba la lengua. Yo seguía sorprendido de lo que estaba dejando que pasara y muy excitado.

    De a poco me fue abriendo las nalgas hasta que sentí su lengua en el agujero del culo; una corriente de placer me recorrió todo el cuerpo. Me pasaba la lengua y me sorbía el agujero del culo; yo ayudaba sacando bien para atrás la cola y separando las piernas; me gustaba mucho lo que sentía. De golpe paró, me tomó como si fuera un muñeco de plástico y me sentó, quedando frente a mí con su verga a la altura de mi cara. No hacían falta palabras, era la verga más hermosa y grande que había visto en mi vida y la primera de verdad; la tomé con una mano, era inmensa y gomosa, se la empecé a pajear y empezó a crecer de una forma descomunal.

    —Chúpala, lindo. Me dijo.

    Abrí la boca; apenas cabía la cabeza de su pene dentro…

    —Mmmm… qué rica boquita… Dijo Mario que empezó a mover su cadera hacia atrás y adelante. Empezó suavemente, pero se empezó a excitar y la metía y sacaba, pero la metía tan adentro que me hacía arcadas.

    —Uggg

    —Te cojo la boquita, putito.

    Y seguía mete y saca su verga.

    Podía sentir lo que atribuí a líquido preseminal; estaba a punto de correrse en mi boca. Eso me excitó tanto que me empecé a masturbar mientras él se agarraba la verga y me ponía los testículos en los labios.

    —Bésame los huevos… mmm…

    Le lamí los huevos enormes, los besé, me encantaba.

    Paró de golpe, me movió de nuevo, me puso transversal en el banco en cuatro y apoyó todo su peso y su verga y sus huevos en mi culo.

    —Ahora te voy a hacer la colita y te voy a preñar, putita…

    —Espera, es muy grande, ¡nunca lo hice!

    —¿Tienes el agujero del culo virgen? ¡Ja, ja, ja! No me lo creo. Exclamó entre risotadas.

    —¡Es en serio! ¡Me vas a lastimar!

    —Mmmm… va a ser difícil… ya sé. Dijo.

    Se movió y sentí mojado en el culo; me estaba pasando jabón, me metió un dedo o dos adentro del culo y pasaba jabón. Me trabajó hasta volverme loco de placer; sentía sus dedos dentro de mí abriéndome bien el ano.

    —Esto va a hacer que te entre más fácil. Dijo.

    —¿En serio? ¡Es enorme! ¡Por favor! ¡No me hagas daño!

    —¡Calladito! Exclamó.

    Sentí la cabeza de su verga ardiendo en la entrada de mi culo y de golpe un dolor como si se me hubiera roto el ano.

    —Aaay nooo…

    —Tranquilo, ya entró la cabeza, ahora entra toda sin problema.

    —¡No, no, por favor! ¡es muy gruesa! ¡larga! me dueleee…

    No le importaba, seguía empujando suavemente pero constante, metiendo su enorme verga adentro de mi culo; cada milímetro que entraba era un tormento, sentía mucho dolor.

    —¡Aaay, nooo, por favor!

    De golpe hizo un empujón y sentí sus huevos peludos en mis nalgas; me arrancó un grito de verdadero dolor tener esa verga toda adentro.

    —Aaaa… nooo

    —Ya está toda, gózala, cómo aprieta ese culo, debo creerte que eras virgen, ahora ya no, ¡¡ja ja ja!!

    Y empezó a cogerme el culo; me sujetaba tan fuerte con sus enormes manos que era imposible moverme. Metía su verga adentro de mí y yo sentía que me empalaban con un fierro caliente, incapaz de moverme y sentir tanto dolor.

    —Te voy a llenar el culo de leche, putito. Dijo y aceleró su ritmo; me sentí mareado de dolor. Él seguía metiendo y sacando su verga de adentro de mí con ritmo…

    Sus huevos rebotaban en mis nalgas y su peso me echaba hacia adelante. Cada vez que me la metía bien a fondo, el dolor se iba y sentía otra cosa. De mi verga caía leche; a cada empujón de él, yo echaba chorritos de mi leche. Era algo que nunca soñé, me sentía tan puta…

    Él se dio cuenta.

    —Muy bien, putita, se te cae la leche…

    De repente se quedó completamente quieto y pude sentir cómo su verga escupía leche dentro de mi culo.

    —¡Aaaah que rico! aaah…

    No paraba de llenarme el culo de leche hasta que la sacó con un solo movimiento desgarrador, se paró delante de mí y me dijo:

    —Tuya, límpiala.

    La miré, había sangre mía en la verga y la chupé junto al semen.

    Él me hizo chupársela bien; yo me quedé en 4, incapaz de sentarme por el dolor. Él se fue a la ducha, abrió el agua, se duchó como si nada, se vestía al lado mío y, al retirarse, me dijo.

    —Cuando quieras más, me avisas.

    Pasaron dos semanas de esto. Él sigue yendo al gimnasio; aún me duele el ano. Él se hace el amigo, el agradable; cuando me ve, solo me habla y me dice cosas dulces y que quiere mi cola. Yo tengo muchas ganas de estar de nuevo con él…

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  • Los pies de mi amiga Carolina

    Los pies de mi amiga Carolina

    Carolina es una chica que conocí en la universidad. Casi siempre estábamos juntos en la facultad; hacíamos trabajos y tareas juntos, íbamos a desayunar, ella iba a mi casa y yo a la suya. El punto es que agarramos mucha confianza.

    Una vez teníamos que hacer un trabajo final, lo hicimos en su casa. El día que lo terminamos compramos cerveza y pizza. Nos sentamos en el sofá y pusimos una película.

    —Tengo calor—. Dijo mientras se quitaba los tenis junto con los calcetines y subió sus pies en la mesita de centro. Ponía más atención a sus pies que a la película porque hasta ese día no había visto sus pies desnudos, a lo mucho la veía con flats por lo que para mí ver sus pies se había convertido en una obsesión.

    —¡Deja de verme los pies! —dijo de repente—. ¡No me digas que te gustan las patas!—. Dijo riéndose.

    —Esteee no… bueno, me gustan tus pies, son muy bonitos—. Respondí nervioso.

    Me vio, estiró su pierna frente a mí y puso la planta de su pie en mi cara.

    —Huélelo—. Me ordenó.

    Acerqué mi nariz y aspiré lentamente su planta, tenía un fuerte olor a patas, era delicioso e inmediatamente empecé a excitarme.

    —Ahora chúpalo—. Puso sus dedos en mi boca.

    Comencé a lamer todo su pie; planta, talón, dorso, dedo por dedo, estaba extasiado con el delicioso aroma de su piel, ella solo me miraba y reía.

    —Jajaja ya se te paró—. Dijo burlona.

    —Jálamela con los pies.

    —¿Cómo se le dice a eso?

    —Footjob.

    Me desabrochó el pantalón y sacó mi verga, abrió bien los ojos.

    —La tienes de burro jajaja.

    —Je no tanto pero sí.

    Empezó a jalármela con sus piecitos. No tardó mucho y se puso de rodillas y empezó a mamármela, desesperada, metiéndosela hasta el fondo de la garganta.

    La puse de pie, le quité los jeans, me empujó hacia el sofá y se subió en mí, se quitó la playera y empezó a cabalgarme.

    —Te mueves muy rico Carito.

    —¿Sí? ¿Te gusta?—. Decía casi sin aliento.

    Le chupé las tetitas y sus pezones paraditos.

    —Ven, vamos a mi cuarto.

    Me terminó de desvestir, la puse boca arriba, fui directamente a su conchita húmeda y con vello crecido.

    —Me gusta hairy.

    —Jajaja tú y tus fetiches, mejor cállate y métemela.

    —¿Tienes condones?

    —Noup, cuando te vayas a venir sácala… y a parte no me gusta coger con condón.

    Entré en ella, estaba estrecha y calientita. Le mordía los pezones, el cuello y los labios, Caro gritaba y apretaba muy rico.

    La puse en cuatro, besé sus nalgas y su culito.

    —Por atrás no, de una vez te digo.

    —¿Lo has hecho por atrás?

    —No wey, ¿quién crees que soy?

    —OK ya entendí jajaja.

    La agarré firmemente de la cadera, me escupí en la verga y entré lentamente en ella, Caro soltó un gemido fuerte y levantó las nalgas. La agarré del cabello y lo jalaba con fuerza aumentando mis embestidas.

    —¡Ayyy sí qué rico! ¡más fuerte! ¡aaah!—. Chillaba ella.

    —¿Te gusta así zorrita?

    —¡Sí! ¡Nalguéame!

    Le daba duro en las nalgas mientras la jalaba del cabello sin detener la penetración, Caro se vino y quedó rendida en la cama. Estaba a punto de venirme dentro de ella pero la saqué inmediatamente, solté un fuerte gemido y me corrí en sus plantas, me exprimí la verga para vaciarme todo en sus pies. Me tiré a su lado.

    —Siempre pensé que había cierta tensión sexual entre nosotros.

    —¿Por qué pensaste eso?—. Dijo limpiándose los pies con mi playera.

    —¿No te gusto?

    —¿Para novio?

    —Sí.

    —Sí iii pero puede haber confusión porque acabamos de tener sexo, mejor hablémoslo “sobrios”.

    —Je de acuerdo.

    —¿Tienes otro fetiche?

    —Sí.

    —¿Cuál?

    —Doble footjob.

    —¿Que dos morras te la jalen con los pies?—. Respondió riendo.

    —Sí.

    —Estás bien loco.

    En un cumpleaños ella y una de sus amigas hicieron realidad esa fantasía. Tal vez se las cuente.

    Digamos que este encuentro sirvió para “reforzar nuestra amistad”.

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