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  • Cuando le pedí dos vergones a mi esposo (1)

    Cuando le pedí dos vergones a mi esposo (1)

    Había transcurrido unos meses en el cual no me atrevía a hablarle de sexo con otras personas a mi esposo, ya que le había hecho problemas por los hijos que dejó en las esposas de los amigos con quienes hicimos intercambio de parejas, aunque mi conciencia estaba cochina, pues sin qué el sepa aborté un bebé del cual quedé embarazada y para evitar situaciones embarazosas con él nunca lo confesé.

    Una noche cachando le dije que deseaba hacer sexo con otras personas, me respondió que intercambio de parejas nunca mas, pero que me daría el gusto, le dije que quería con dos vergones, me respondió que buscaría y me avisaría.

    Pasaron los días y me sentí un poco impaciente ante la promesa que no cumplía, hasta que un día después que llegó del trabajo me dejó su celular para una video llamada con las dos personas me dijo que en el whatsapp estaban las conversaciones y que los llamara, pues estaban esperando verme, llamé a uno primero quien era un hombre fuerte y apuesto que estaba desnudo en su cama le saludé y era muy atento, pues me encantó su forma de ser, pidió verme así desnuda y lo hice viendo mi gran culo, en el cual se quedó admirado enviándome flores y diciendo que era super deliciosa, me encantó sus adulaciones y me mostró su verga parada y sí que era grande.

    Y así nos despedimos con besos volados, quedando para el fin de semana como lo habían coordinado con mi esposo, luego llamé al otro amigo quien eran un hombre pelucón alto y fuerte, se veía enorme, pensé que era por la cámara, me vio mi cuerpo desnudo y noté su ojos sádicos y como se lamía al verme, me pidió que me ponga la cámara al culo para que vea mi enorme culo, se quedó anonadado diciéndome ese culo está como para mí verga, si mi amor le dije y yo quiero tu rica verga en son de risas, de inmediato pude ver su grande verga, si que se veía enorme que me puse cachonda, pensando en lo que me gozaría el sábado.

    Aunque por mi mente pensé que era por la cámara de su celular, me despedí con un beso y me puse la ropa para evitar problemas con mi esposo, quien al entrar al cuarto me preguntó que tal lo veía, le dije que estaba muy bien y que esperaba el momento, lo besé y esperamos para el fin de semana como solíamos hacer.

    Ya el día sábado salimos en el auto al hotel como a las 9 de la noche, compramos las ultimas 8 cervezas que quedaban, en el cual nos pusimos a beber mientras llegaban los invitados y era como las 10 de la noche que llegó uno de ellos quien era un instructor de gym, no era alto pero si fuerte con el cuerpo marcado por los ejercicios y me encantó ver a una persona super fuerte, bebimos juntos hasta que mientras esperábamos al otro amigo quien decía que estaba en camino nos propusimos realizar una sesión de fotos los tres luego desnudos y al final pude ver su gran verga si que estaba rica las fotos eran sin penetración que fueron muchas que hasta hoy lo conserva mi esposo.

    Luego molesta porque no llegaba el amigo pues pensé que se había burlado de nosotros, empezamos a cachar que lo hicimos super rico, el hombre me cacho por la concha que me hacía vibrar de pasión, era super rico, hasta que me dijo que quería mi culo, me puse en cuatro con el culo para arriba y la cara a la cama, que me metió con fuerza que me hizo retorcerme de dolor, que empecé a llorar sin control, mi esposo se molestó con el amigo mientras me acariciaba con besos, el culo me dolía mucho y le dije que lo haga puro vagina ya que me dolía mucho y era bruto me pidió perdón, lo hizo una y otra vez mientras por mi conchita mientras me llenaba de saliva el culo adolorido.

    Hasta que eyaculó dentro de mi concha, decidí hacerme la dormida, porque el dolor en el culo aún persistía, mientras oía entre ellos que le decía a mi esposo, yo quería ese rico ano, mi esposo le señalaba que debía excitarme el ano y así no era, hasta que me quedé muy dormida, aunque entre sueños sentía que me penetraban en culo, si no fuera por el video que me mostró el video que me cachó por el culo mientras dormía eyaculando dentro de mi carro o sea se dio el gusto con mi culo, despidiéndose luego de mi esposo.

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  • Confesiones de una mujer casada (2)

    Confesiones de una mujer casada (2)

    Hola amigos lectores hoy vamos a continuar contándoles mis inicios como cornudo, resulta que después de haber tenido una noche de sorpresas y sentimientos encontrados. Mi esposa regresa a casa contándome lo bueno que la paso con dos desconocidos con quienes tuvo relaciones sexuales toda una noche y parte de la tarde del día siguiente.

    Aunque llego cansada no fue impedimento para que ambos hiciéramos el amor con tanta pasión y lujuria. Terminado en un orgasmo múltiple fenomenal. Ella quedo profundamente dormida.

    Al otro día me levante y le prepare el desayuno llevándoselo a la cama despertándola de su sueño.

    -Buenos días dormilona.

    -Ahí papi me trajiste desayuno.

    -Si señora hoy me toca a tenderte como a una reina.

    -Jajaja me va tocar seguirte poniendo los cuernos para seguir disfrutando de tus atenciones ¿y la niña?

    -Está jugando en su cuarto ya le di el desayuno.

    Me quedo a su lado mientras come y con ganas de hablar sobre lo ocurrido la noche y el día anterior.

    -Bueno mami contame como fue, que paso, quiero saber cada detalle.

    Termino de tomarse su café, le retire la bandeja y se quedó ahí sentada.

    -Pues que te dijera papi, desde que llegamos pues todo iba bien yo estaba contenta estaba pendiente de ti hasta cuando vi en otra mesa que había dos papacitos así todos deliciosos a mí me encantaron con su sonrisa y a la vez comencé a coquetearles con mi mirada sonriéndoles y hasta les pique el ojo, yo creí que tú te diste cuenta de eso ¿cierto?

    -si, si me di cuenta.

    -Entonces cuando comenzamos a bailar y que hubo cambio de pareja yo busque a Ariel para bailar con él, y ya estando con él le dije que no cambiáramos y siguiéramos los dos y así bailamos varias piezas. A mí se me olvido que tu estabas y seguí conversando con él en el intermedio, me viste como seguíamos abrazados y yo lo acariciaba.

    La música continuo varios vallenatos sonaron y ahí aproveche para dejarme manosear. Tú te me perdiste no te vi y antes de terminar el vallenato ya nos estábamos besando, yo estaba recostada en una de las vigas el beso duro bastante tiempo y el manoseo de ambos también, por que como tenía una camiseta Lacoste pude meter mis manos y tocar su espalda y rozarle mis uñas, Tu que te hiciste que te me perdiste no te veía.

    -Entre al baño y luego salí a fumarme un cigarro

    -bueno te perdiste de eso papi. A Ariel le conté que también me gustaba su amigo y que me gustaría bailar con él. Ahí fue que me dieron ganas de ir al baño y al regresar me acerque a ti nuevamente. Y al volver a sonar la música, Gustavo vino a sacarme a bailar.

    -mucho gusto preciosa vengo a que disfrutes del baile conmigo

    -Ahí papacito con mucho gusto.

    Me toma de la mano te sonrió y me voy a bailar con el, nos hicimos en todo el centro de la pista, baila delicioso además que mi comentario lo animo a atreverse aún más conmigo cuando le dije. Que bien bailas, su así eres en la cama me voy contigo. Y ahí me agarro abrazándome contra él y besándome apasionadamente, cada beso lo sentía, me hervía mi cuerpo, nuestras lenguas se rozaban. Y fue ahí que Ariel se acercó y nos propuso ir a su apartamento para estar más a gusto, yo acepte de una y fue ahí que vine hacia ti para avisarte que me iba con ellos.

    -Mami me dejas perplejo, te desconozco, tu quien eres, en donde está mi niña hermosa y recatada que conocí hace unos años.

    -Jajaja no papi de eso ya no queda nada. Tú te has encargado de volverme así. Yo era toda inocente como las que no rompen un plato.

    -bueno mami ¿entonces te gusto hacer tu primer trio?

    -Si y no.

    -¿?

    -si me gusto el trio, y no te me vayas a disgustar por lo que te voy a comentar.

    -No mami tranquila haber cuéntame, ¿hiciste algo ayer?

    -No, no de ayer pues ya viendo tu reacción a lo que paso y que no pusiste problema y que hace rato quería contártelo.

    Lucia suspira expande sus pulmones y comienza a hablarme.

    -Papi no es el primer trio que yo he hecho, he estado con otros hombres.

    -Como así mami ¿has estado teniendo relaciones sexuales con otros hombres?

    -Si… lo he hecho.

    -¿Y cuándo pensabas contarme?

    -pues hace rato estaba que te contaba.

    -A ver si entendí no es el primer trio que has hecho ¿Ha habido mas tríos?

    -Si he hecho ya con este ocho tríos.

    -Que bárbaro en serio, guau no te creo y me lo cuentas así sin dolor. Has estado en la cama en ocho oportunidades teniendo relaciones sexuales con ahí que bárbaro con 16 hombres. Todos diferentes o ha habido alguno que repita.

    -no, no he repetido con ninguno en otro trio. Todos han sido en diferentes momentos lo que si he hecho es tener varias veces tríos sexuales con los mismos caballeros. Por ejemplo con Antonio y Julián lo hemos hecho ya 10 veces.

    -¿Y esos quiénes son?

    -Son empleados del banco donde tengo mi cuenta corriente.

    -No mami me dejas sin palabras, ni sé que decirte.

    -Y como empezaste tu a esto.

    -Pues con ellos fue muy fácil. Yo venía pensando en hacer un trio sexual, de tanto ver a esas mujeres en las películas porno disfrutar tanto, tenía ganas de hacerlo por eso los escogí. Ellos van a almorzar y yo los seguí, al verme entrar al restaurante me llamaron y me senté con ellos a almorzar. Así nos vimos varias veces para almorzar empezó a haber mas confianza varias veces caminaba abrazada de uno de ellos y para un fin de mes ellos salen mas temprano entonces los invite a tomarnos unas polas y a bailar yo pedí permiso en la oficina. Y nos fuimos de goce yo a lo que iba ellos a conquistarme. Al principio los vi como en ese jueguito de quien me conquista primero pero los pare diciéndoles.

    -Bueno ya ustedes dos dejen la joda, que yo ni estoy acá para estar con uno de ustedes, a mí me gustaría estar con los dos así es que diviértanse conmigo, ambos.

    Hace seguimos tomando, bailando, besándonos. Hasta que les dije que nos fuéramos a un motel a terminar la fiesta. Nos fuimos a uno de los moteles de Fontibón. Y ahí fue la primera vez que hice un trio.

    -¿Y por lo que veo te quedo gustando?

    -Me encanto fue espectacular hay entre la inexperiencia pero apoyada en lo que había visto en las películas porno, mis orgasmos fueron múltiples y prolongados. Esos dos muchachos estaban felices y muy activos y yo disfrute de sus vergas como toda una puta.

    Me le siento al lado y la abrazo se recuesta en mi pecho, Lucia nació en Flandes Tolima un municipio que queda al lado de Girardot, sus padres viven allá.

    -Papi hace ocho días al fin no me fui a visitar a mis papas.

    -No ¿y para donde agarro la señora?

    -Me fui con Camilo a la mesa.

    La mesa es un municipio cercano a Bogotá.

    -Camilo ¿tu jefe?

    -El mismo.

    -Y él está casado.

    -Si pero su mujer está viajando con sus dos hijas.

    -¿hace cuanto te has acostado con él?

    -pues ese viaje fue la celebración de nuestro primer aniversario ya llevo un año disfrutando de su verga que es el doble de grande que la tuya. Me encanta mamársela, él fue mi primer anal, como tú nunca quisiste, eso me ha sacado unos orgasmos los hijuputas de ricos.

    -No con razón te llevaste la maleta desde el viernes, si salieron de la oficina derechito a su nido de amor.

    -Si papi yo lo planee así y nos quedamos hasta el lunes haciendo la tarea juiciositos.

    -Cada vez estoy mas sorprendido.

    -Papi solo tranquilízate porque hay harto que contar.

    -No me quiero imaginar.

    Por hoy no es más espere las confesiones de la esposa de un cornudo inocente.

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  • Juegos calientes y retorcidos

    Juegos calientes y retorcidos

    Hola a todos los seguidores de este sitio. Esta historia trata de cuando mi marido puso en marcha un juego de dominación y control para someterme a sus retorcidas ideas. Me describo para ustedes: soy una mujer de 40 años, morena clara, linda, ojos cafés y cabello largo color negro hasta media espalda, de complexión delgada, pero con un trasero firme y redondeado.

    Mi marido sabe bien cómo excitarme con jueguitos calientes que a menudo solemos llevar a cabo. Un viernes él se fue trabajar y más tarde me despertó un mensaje de texto suyo: “Hoy harás lo que yo te ordene puta”. Ufff me encanta cuando se pone en plan dominante.

    Durante el resto del día recibí varias instrucciones suyas mediante los mensajes que me envió: darme una ducha, depilarme perfectamente el coño y ponerme encima solo un abrigo largo que me cubría hasta la altura de la rodilla sin usar ninguna otra prenda por debajo, para luego trasladarme a un conocido centro comercial, específicamente al sex—shop.

    Arribé a la tienda y desde que entré iba ya muy mojada. Sin perder tiempo pedí al propietario me vendiera un par de bolas chinas, las trajo, se las pagué, las saqué de su embalaje y delante de él me abrí el abrigo, subí una pierna al mostrador y sin titubear introduje dentro de mi húmedo coñito el par de esferas que entraron como cuchillo caliente en mantequilla jajaja. El locatario no tuvo ni tiempo de reaccionar, antes de que lo hiciera me di la media vuelta y salí contoneándome de ahí.

    Lo siguiente que me ordenó mi cónyuge fue caminar por el centro comercial por varios minutos hasta que ya no aguantara más. Anduve deambulando de allá para acá por los pasillos, a cada zancada las bolas se agitaban dentro de mi interior, fue muy estimulante tener que contraer mis músculos vaginales para evitar que las esferas salieran expulsadas y si a eso le sumamos la emoción por estar en un lugar público sin que nadie supiera lo que sucedía debajo de mi abrigo, mi orgasmo era inevitable.

    Cuando sentí que ya me llegaba, apenas pude refugiarme en uno de los sanitarios, cerré la puerta y me corrí deliciosamente sin poder evitar que se me escaparan unos gemidos. A continuación, saqué mi móvil y con la cámara que trae integrada tomé una foto donde se podía apreciar cómo iban saliendo las bolas pegajosas de mi depilado coño, misma que envié a mi marido como lo solicitó. Luego de eso me tuve que secar pues mis jugos escurrieron por mis ingles (recordarán no llevaba ropa interior) y al salir una señora se me quedó viendo con ojos inquisidores, creo que me escuchó gemir jajaja.

    La siguiente fase del plan de mi esposo consistió en tomar un taxi casa y convencer al conductor de pagarle el viaje con una mamada. Salí del centro comercial, hice la parada a la primera unidad disponible y me subí en la parte delantera del coche junto al taxista, un tipo normal de unos 35 años. Le di indicaciones del domicilio y abrí la parte inferior del abrigo para que apreciara mis piernas, que por supuesto él observó descaradamente. Iniciando el trayecto comenté:

    —“¡Mierda! He tirado en el centro comercial el billete con el que le pensaba pagar señor, lo lamento mucho. Me urge llegar a casa, si usted acepta le puedo compensar el favor, ¿qué me dice?” —le dije mientras le puse mi mano sobre su pierna derecha. Obviamente aceptó así que me incliné hacia él, saqué su verga del pantalón y comencé a mamarle. Astutamente me llevó a casa por la ruta larga para que le comiese la polla por más tiempo (por mi encantada, me fascina chupar). Justo como mis órdenes decían debía enviar una foto como evidencia, por lo que me tomé una selfie tragando ese pito y la envié a mi marido.

    Llegando a casa me indicó que sacara una caja que él había metido debajo de la cama. Dentro había varios objetos, el primero se trataba de un pepino grueso, de más de 30 cm de largo. Tenía que ensartarlo en mi conchita sin ayuda de ningún lubricante excepto de mis propios flujos y correrme con esa verdura dentro. Me recosté en la cama y masajeé un poco el clítoris, solo como costumbre, para ser sincera aún estaba muy mojada por los eventos de hacía un rato, así que no tardé mucho en alistar mi coño para recibir aquel pepino. Me lo fui ensartando de a poco, sentí que mi vagina se expandía y miraba como ese monstruo verde desaparecía en mi interior.

    En cada centímetro que iba entrando pude percibir las pequeñas protuberancias del pepino que estimularon de una forma deliciosa mis paredes vaginales pues provocaron pequeños calambritos eléctricos, supongo que tocó fibras nerviosas que un pene real usualmente no lo hace. Pude meter solo un poco más allá de la mitad, suficiente para que en un par de minutos llegara un orgasmo muy intenso, y es que las dimensiones de aquel objeto me hicieron mojar toda la cama, expulsé bastante líquido transparente, mucho más de lo que normalmente arrojo.

    Nuevamente tomé con mi móvil una fotografía del pepino ensartado bañado en jugos, la envié y me quedé un rato dormida pues había sido un día ajetreado y debía descansar para lo que me esperaba más tarde.

    Las instrucciones de la fase final fueron claras: a las 7 h alistarme y a partir de ahí no podía hablar a menos que así me lo pidiera. Luego de ducharme otra vez, fue tiempo de usar el resto de los objetos contenidos en aquella caja: un diminuto atuendo de piel en color negro, unas esposas, un collar con una cadena larga y un par de tacones. Me puse el atuendo que a decir verdad eran solo tiras de piel, no cubrían gran cosa.

    Luego abroché el collar alrededor de mi cuello y la cadena la uní del otro extremo a las esposas que coloqué por atrás de mi espalda. Me tiré bocabajo sobre el sillón de la sala totalmente indefensa y restringida por las esposas y el collar. Esperé excitada por varios minutos pues imaginé algunos juegos de dominación con mi esposo.

    Estuve ahí tendida a la expectativa hasta que escuché su coche llegar a casa, temblé de la ansiedad y emoción. La puerta principal se abrió y escuché pasos acercándose. Noté su presencia a mi lado y como jaló la cadena que unía el collar de mi cuello con las esposas en mis muñecas, eso obligó que mi cuerpo se arqueara hacia atrás. Colocó sobre mis ojos un antifaz parecido a los que se usan para poder dormir, me dejó en las penumbras. Me jaló del collar para hacerme bajar del sillón y ponerme hincada de rodillas en el suelo. No niego que me asusté un poco, sin embargo, mi conchita no dejaba de palpitar de la excitación.

    Escuché una cremallera abrirse y su mano me tomó del cabello para acercarme a él. Sentí su polla en mi mejilla derecha, la frotó por toda mi cara, no pude evitar decir unas palabras:

    —”Mmmm que rica verg…” —no alcancé a terminar la frase cuando ¡saz! una bofetada me calló al instante y me recordó que tenía prohibido hablar.

    —“¡Cállate zorra, tu amo no te ha dado permiso de hablar!” —me ordenó. Fue ahí cuando sentí como un balde de agua fría, no por la bofetada, sino porque me di cuenta que la voz pertenecía a otro hombre que no era mi marido.

    Forcejeé, más fue inútil, el tipo me tomó por la fuerza e hizo que me engullera su verga. Creo que sentirse en control de la situación lo excitó porque noté su pito más erecto que un momento antes. Me obligó rudamente a pegarme más él, hizo que me atragantara con su miembro que con cada arcada se engrosaba más, quienquiera que fuese tenía buena herramienta. Poco a poco comencé a disfrutar de su verga, le tomé sabor y me acoplé a su ritmo.

    —“Qué bien la chupas mujer. En verdad mamas de campeonato, no le creí a tu maridito, pero veo que tenía razón” —me comentó burlonamente. Así estuvo mucho rato usando mi boca como si fuera un coño, hacía llegar su verga hasta al fondo de mi garganta y sus testículos pegaban en mi mentón, hasta provocó que se me salieran unas cuantas lágrimas. Luego se le ocurrió apretarme el collar que llevaba puesto para asfixiarme un poco sin permitir que parase de engullirle el palo. Cada que hacía eso soltaba carcajadas, disfrutó ver mi boca llena de pija y mi cara tornarse roja por no poder respirar bien

    —“Bueno, ya basta con esto, vayamos a lo que sigue” –me dijo al momento que me levantó y empujó hacia el sillón. Me dobló hacia adelante quedando parada bocabajo con mi vientre sobre el descansabrazo.

    —“Ahora verás cómo trato a las zorras como tú” —exclamó aquel hombre al tiempo que enfiló su herramienta directo a mi anito. Fue ensartando su verga sin mucho preámbulo, solo la colocó en mi entrada y la empujó hasta que sus huevos toparon con mis nalgas. Sentí que me atravesó con una barra hirviendo que iba salirme del otro lado por la boca. Comenzó su poderoso vaivén, yo bufé y grité como desesperada, el solo se rio y continuó atravesándome.

    —“Jajaja ¿qué te pasa esclava, acaso te duele que te ensarte por el culo? Eres mía para hacer lo que me venga en gana ¿oíste? ¡Contéstame puta! ¿oíste bien lo que dije?

    —“Siii” —le contesté con un grito largo.

    —“¡Puta igualada, dirígete a mí con respeto o haré que te arrepientas!” —me reclamó.

    —“Si mi amo, haré lo que me pidas” —sumisamente tímidamente.

    —“Así es como debe contestar una vil esclava como tú, ¿qué te habías creído? Eres solo un objeto que usaré y luego te dejaré tirada aquí mismo” —me dijo con tono insultante. Sus palabras humillantes me mantenían sumisa y bajo su control. El móvil de aquel sujeto sonó y sin dejar de follarme el culo tomó la llamada.

    —“Amigo mío, carajo, había olvidado marcarte, con lo ocupado que estoy jajaja. Claro, todo ha salido muy bien, ahora mismo le estoy partiendo el culo a tu esposa, creo que le gusta lo rudo eh. Por cierto, tenías razón en cómo la chupa esta mujer, casi me corro en su boca amigo. Si, está bastante bien la zorra, vale cada centavo que te pagué por usarla”.

    Era evidente que mi marido le marcó y charlaba con él. No podía creer lo que escuché, me vendió como si fuera una prostituta. Continuó la conversación:

    —“Tengo que colgar amigo, me he desconcentrado con esta llamada. ¿Cómo dices? Está bien, dejaré el móvil en parlante para que escuches como la follo” —le dijo a mi esposo. Puso el teléfono sobre la mesa de centro que estaba junto al sillón y volvió de lleno a lo suyo.

    Nunca imaginé estar en una situación como esa: un extraño pagando una cantidad de dinero para someterme y encularme en mi propia casa, mientras mi esposo escuchaba todo del otro lado de la línea. ¿En qué momento se tornó aquello tan retorcido? Admito que follar con un desconocido es algo que siempre me ha producido mucho morbo, supongo que eso me hacía disfrutar del momento que a muchas otras mujeres les resultaría repugnante.

    El hombre me taladró con furia y azotó fuertemente mis nalgas. Por sus movimientos y respiración agitada supe que su orgasmo vendría enseguida. No tardó en inundar mi ojete con chorros y chorros de semen caliente, cada disparó de leche lo sentí llegar hasta mis entrañas. Una vez que se vació adentro, se desacopló. Me desplomé sobre el sillón pues el cansancio me pasó la factura, aguanté mucho rato sus embestidas y nalgadas. El desconocido se sentó en el sillón junto al descansabrazos y me advirtió:

    —“Que bien la he pasado en ese agujero tuyo. Ahora mismo me dejarás la polla reluciente, ¿Oíste puta?”.

    —“Enseguida mi amo” —le contesté al momento que nuevamente engullí su verga. Mientras le comí la polla percibí como el semen brotaba de mi recién violado anito, se resbala por mis muslos. El hombre masajeó mis nalgas con su mano derecha mientras con la izquierda me forzó a hundirme más profundamente su pija en mi boca. En eso escuché la puerta abrirse de nuevo:

    —“Pasa compañero, te estaba esperando. Aún queda puta suficiente para ambos” —dijo mi amo. La otra persona que entró a la casa no dijo palabra, ¿será mi marido? pensé. Solo pude oír cómo se quitó la ropa para segundos después poner sus masculinas manos sobre mis nalgas.

    —“La enculé sin piedad y me corrí dentro ¿ya viste?” —parecía dirigirse al otro sujeto que me exploraba el trasero. Acto seguido sentí como el recién llegado comenzó a lamer mis muslos, recogiendo con su boca los restos de semen hasta que al último ubicó su lengua ¡dentro de mi ano! Eso me calentó como no tienen una idea, me puse a mamar con más fuerza y ahínco el tronco que tenía en mi boca. Luego de literalmente limpiarme el culo con su lengua, la bajó para trabajarme el coñito. Un aghhhh ahogado salió de mi boca, ansiaba algo de diversión en ese agujero desde hacía rato.

    Lamió toda mi conchita con lengüetazos lentos desde mi clítoris, pasando por mis labios y hasta toparse de nuevo con mi dilatado ano. Repitió esos movimientos varias veces, en cada repetición mi vagina se mojaba más y más. Después introdujo dos dedos en mi vagina, frenéticamente los sambutió y meneó en círculos dentro, casi me hizo terminar.

    Unos momentos después cesó de lamerme y sentí la cabeza de su pene entrado por mi húmeda rajita. Fue entrando sin mucha resistencia, el pepino que tuve dentro esa tarde había dejado el camino más que espacioso jejeje. Comenzó con sus estocadas y se aferró a mi cintura para follarme con fuerza, más en ningún momento solté de mi boca aquella verga devoraba al otro hombre.

    —“Jajaja ahora tienes dos pollas para ti sola esclava. Eres más puta de lo que imaginé. ¿Te gusta cómo te follamos?” —me preguntó el primer sujeto.

    —“Me encanta que hagan de mi lo que les plazca, soy su puta esclava” —le contesté.

    —“Como has sido buena esclava me correré en tu cara. No dejes de mamar mi estaca zorra” —me advirtió.

    El compañero al escuchar esto aceleró sus embates, me follaba a una velocidad increíble. Mis gemidos anunciaron a mi amo que mi orgasmo estaba en puerta, que en cualquier momento me correría. Al notarlo me jaló de los cabellos para retirar mi boca de su pija.

    —“¿Qué haces esclava? ¿Acaso te he dado permiso de correrte? ¿Pensabas terminar sin mi autorización?” —me reclamó dándome nuevamente una leve bofetada en mi rostro. Hizo que su compañero se detuviera, le pidió que ya no me follara más. Me jaló de la cadena, me puso de rodillas y comenzó a deslecharse abundantemente sobre mi cara.

    —“Ahora si esclava, te doy permiso que te corras con la pija de mi compañero. Me retiro, tuve suficiente por hoy. Te la dejo para que la sigas follando, haz con ella lo que quieras.” —comentó. Así sin más se vistió y se marchó, sin siquiera conocer su rostro.

    El relevo me levantó, me quitó el collar y la cadena, mas no me removió las esposas ni el antifaz. Se sentó en el sillón y me jaló hacia él para que lo montara. Me ensarté su erecto pene de un sentón y comencé a cabalgarlo como loca. No tardé ni cinco minutos en correrme entre convulsiones y espasmos. Mi coñito palpitaba y contraje mis músculos vaginales para apretarle con más fuerza la pija, cosa que me produjo más placer en el momento del clímax. El tipo no pudo más y también terminó corriéndose dentro con chorros espesos y violentos.

    Nos quedamos unidos por unos instantes, luego me removió las esposas y finalmente el antifaz. Cuando mis ojos se abrieron miré que se trataba de mi marido. Me abrazó y me llevó cargando hasta nuestra habitación, dormimos por muchas horas.

    Hasta la fecha desconozco la identidad del hombre que fue mi amo aquella vez, quizá sea mejor así. Desde ese día comencé a idear la manera de vengarme de mi esposo, darle su merecido con una cucharada de su propia medicina, pero eso se los contaré pronto en otro relato.

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  • Relato de una traición (3 – final)

    Relato de una traición (3 – final)

    Después de esa rápida cogida en el agua, todo cambió en mi cabeza. Esa misma noche el sexo con mi novio fue descontrolado, yo estaba muy puerca y le pedí a mi novio que me garche duro, que me pase la pija bien por la cara, le pedí que me penetre el culo con fuerza mientras yo me ofrecía bien abierta, todo con nuestro amigo en mi cabeza, deseando chupársela a él, que su pija fuera la que me estaba ensartando. Fue una buena noche sexual, pero al otro día no hacía otra cosa más que desear que nos quedemos un buen rato a solas para matarnos en la cama con mi amigo.

    Cada vez que podíamos rozamos nuestros cuerpos a la pasada, los saludos con besos eran algo más largos, imperceptible para el resto pero cargados de deseo para nosotros.

    Al tercer día, finalmente ocurrió. Mi amiga quería ir de excursión a Bacardi, algo que a mí no me interesaba para nada, mi novio dijo que la llevaba y que quería también hacer la excursión. Por supuesto Alejandro dijo que prefería quedarse y de paso preparar un asado para cuando volvieran y podíamos disfrutar de la piscina de la casa que habíamos alquilado.

    Una vez salían de la casa, sabíamos que la excursión duraba unas 2 horas a lo que había que sumarle el tiempo de traslado al lugar, ¡lo que significaba que íbamos a tener toda la mañana solos en la casa! Mi corazón latía de excitación y mi cuerpo ardía de deseo.

    Me puse mi bikini más diminuta que tengo, apenas unos triángulos alargados que cubren mis pezones y dejan ver el resto de mis senos, y una tanga que por detrás es solo un hilo que se mete entre mis nalgas y por delante solo cubre la parte central, la vagina específicamente pero deja ver los costados de la zona, y me fui a la piscina en la parte trasera de la casa, esperando a que Alejandro viniera, porque aunque no lo hayamos planeado ni hablado, estaba 100% segura que ni bien se asegurada que nuestras respectivas parejas se fueran, vendría a garcharme.

    A los 10 minutos que me parecieron una eternidad, salió de la casa y vino directo en mi dirección. Yo lo miraba acercarse, lo deseaba, alto, fuerte, solo con su short de baño.

    Su mirada era de un hombre en celo, casi como un degenerado, sus ojos me recorrían entera. Yo abrí un poco mis piernas acostada como estaba en la reposera, ofreciéndome para que sus ojos se fijaran en mi entrepierna y ya no se movieran de ahí.

    “Te gusta lo que ves” le pregunte al verlo hipnotizado por mi apenas cubierta vagina.

    “Nunca te había visto con esa bikini” me responde. Yo me pare y le di un giro de 360 grados para mostrársela toda. “Te gusta?”, su pantalón se había abultado notoriamente. “Me volves loco Ro” respondió al tiempo que se acercó, se arrodilló, me giro y se puso a besarme y masajear mi culo. Yo lo subí un poco y abrí algo mis piernas. Corrió el hilo del bikini hacia un costado haciéndolo bordear mis nalgas y hundió su rostro en mi, beso y lamio mi conchita ya totalmente humectada de mis fluidos y caliente, palpitante, ofrecida. Su lengua lamia mi ano e intentaba penetrar en él y más me hacía empinarse y abrirlo.

    Yo jadeaba y gemía llena de placer, “chupame toda Ale, lameme bien la concha, haceme acabar así” le decía mientras la chupaba como un perro en celo y se iba sacando su short quedando desnudo. “No podes más de puta Ro, me haces calentar como nadie, ¿qué es lo más puta que hiciste en tu vida Ro? Contame mientras te la chupo toda” me dijo. Mi respuesta, llena de morbo y haciéndome excitar aún más por sentirme tan puta y débil antes el deseo de ser penetrada… “cogerme al amigo de mi novio y esposo de mi amiga”.

    Lo dije, mientras me apretaba las tetas y mojaba con mi propia saliva mis pezones y sentía esa lengua hurgar en mi dilatado ano y explotaba en un primer e intensísimo orgasmo.

    Él se levantó, me giro y me beso apasionadamente, su boca olía a mi sexo y me calentaba, sentía su pito duro y mojado con liquido preseminal contra mi abdomen y mis manos se dirigieron inmediatamente a pajearlo mientras nuestras lenguas se entrelazaban, sentíamos nuestros alientos jadeantes y llenos de deseo, sus manos apretaban mi culo y sus dedos se metían en mi ano haciéndome jadear aún más y decís grosería tras grosería. Me sentía muy puta y eso siempre me calienta, ver y sentir a los hombres tan deseosos, tan calientes por mí, me calienta, me excita.

    Mordía sus labios, lamía su boca, lo pajeaba intenso, fuerte, rápido, sentía en mi mano cada centímetro, cada vena de su pija caliente.

    Un dedo, dos dedos, tres dedos dentro de mi culo, cada vez más adentro, cada vez mi ano más expandido hambriento por ser penetrado.

    Tenía sed, sed de pija, me agache y antes de meterla en la boca, la oli toda, la pase por mi cara refregando por mi nariz y oliendo profundamente, ese olor a hombre, a pija caliente, esa pegajosidad que iba dejando sobre mis mejillas y nariz de líquido preseminal, me volvía loca.

    Apoyé su glande en mis labios y suavemente la fui introduciendo en mi boca, jugando con mi lengua y humectando con mucha saliva. Que rica estaba, que dura estaba… chupé, lamí, olí, pajeé desesperada, sedienta de semen. Yo estaba muy caliente y él sostenía mi cabeza acompañando mis movimientos de mete y saca y me miraba con cara de degenerado. “¿Tenías ganas de chuparme la pija Ro? ¿Te gusta la pija? Chupa, chupala toda” eso me iba diciendo haciéndome sentir bien puta y aún más excitada.

    Cuando su pito se puso tenso en preparación de acabar, el intento sacarme pero no lo deje, como dije antes, tenía sed, sed de semen, sed de la leche de Alejandro, quería sentir el semen caliente en mi boca. Así que me lo pase una vez más por mi nariz con mi lengua extendida pajeando y cuando estaba bien a punto me lo metí en la boca y apreté mis labios para sentirlo explotar. Potentes y calientes chorros de semen salieron dentro de mi boca y yo chupaba, chupaba y tragaba.

    Deje salir los últimos espasmos de semen sobre mis labios y lamí y oli, ese hermoso olor a semen mezclado con mi saliva me hacía latir mi conchita.

    Me trepe a él rodeándolo con mis piernas, refregando mi conchita super mojada en su panza, lo bese y chupe su cuello y él hacía lo mismo conmigo, nos besamos como amantes que éramos, a él no le importó que tuviera mi cara y boca con olor a pija y semen. Yo me refregaba fuerte ahí trepada mientras él metía sus dedos en mi culo.

    Me llevó así hasta dentro de la casa al sillón, y me bajo acostada boca arriba. Su pija estaba dura aunque no como al inicio. De todas formas fue suficiente para que me la pueda meter. Mis piernas estaban bien abiertas y mis rodillas bien altas, colocando mis pies por sobre sus hombros, de manera que él pudiera penetrarme bien hasta el fondo.

    Pronto su pito entrando y saliendo mi vagina tomo la dureza del inicio, fuerte, venosa, entraba y salía, su cuerpo sobre mí era una delicia, su jadeo uniéndose con el mío mientras nos besábamos, “Cogeme Ale, cogeme fuerte, dale, cogeme, ahhh, cogeme como puta”, jadeos, gemidos de placer, el sonido de nuestros cuerpos chocando uno contra el otro y el olor a sexo impregnando el ambiente. Todo era sexo animal entre dos amantes desesperados.

    Alejandro me penetraba cada vez con más fuerza, yo baje mis piernas de donde estaban y con ellas rodee su cuerpo y con mis manos en sus glúteos lo atraía a mi para sentirlo bien dentro de mí, por momentos él se quedaba con su pito bien incrustado en mí y se movía refregándose y estimulando mi clítoris, alternaba entre besarme y chuparme las tetas, mordía suavemente mis pezones y pasaba su lengua ancha sobre los mismos, refregaba su cara en mis tetas llenas de su saliva y yo sentía su pija tan profunda en mi vagina que no pude aguantar más, lo aprete bien contra mí y tuve un hermoso orgasmo.

    Él quería seguir taladrando, pero yo me salí, fue intenso y duradero, por lo que mi conchita se puso sensible, pero también quería seguir, quería usar todo el tiempo que teníamos antes de que se tenga que poner a hacer el asado para que me coja por todos lados. Me salí y me di vuelta, mis rodillas sobre el asiento del sillón, mi cara también, quedando bien empinada, “Haceme el culo Ale, meteme el pito bien en el culo, ¿queres cogerte por el culo a la novia de tu amigo?”. “Que puta sos Ro” fue todo lo que dijo, me volvió a lamer bien el culo y metió sus dedos.

    De a uno fue sumando hasta que metió los cinco dedos de su mano hasta los nudillos y con saliva los iba haciendo entrar y salir, como si mi ano necesitara ser dilatado, no le dije y nada y lo deje, y lo disfrute, pero estaba más que preparada para que me ensarte de una con su pija.

    “Que abierto tenés el culo Ro, me calienta” me dijo justo antes de meter de una su pito duro hasta hacer chocar sus bolas en mi conchita. Me lo metió todo todo, sentí como se abrió paso en mis intestinos, lo sentí bien adentro, duro , firme y yo más empujaba hacia atrás, quería eso, ser completamente sodomizada. Él se puso como animal, me daba fuerte, su pelvis golpeaba con fuerza mis nalgas bien abiertas para recibir su pija lo más adentro posible.

    No lo mencioné antes, pero su pija tiene un buen tamaño, de un largo apenas superior a la media pero lo mejor es que es gruesa y venosa.

    Él estaba como un animal, me estaba culeando con fuerza y su respiración era super agitada, era un toro, sus manos se cerraban fuerte en mis caderas llevándome hacia él en cada estocada, “¿Te gusta Ro?, ¿te gusta como te meto la pija en el orto? Abrime el orto, dale abrilo bien, ese orto todo cogido que tenés bien de puta Ro, te gusta que te hagan el culo ¿no?” Me decía todas esas cosas, con voz entrecortada y respiración agitada. “Si, dale, toda, metela toda, haceme bien el culo Ale, dale, cogeme el orto bien cogido Ale” respondía yo como podía, en medio de mis gemidos y sacudida por las embestidas que me daba por detrás con mi cara de costado aplastada contra el asiento del sillón.

    Que buena culeada me estaba dando, mi culo ya ardía de tanto que la hacía entrar y salir tan fuerte y rápido.

    Yo me frotaba mi clítoris y fantaseaba que mi novio me diera pija por la boca mientras me veía coger con su amigo, estaba muy puerca, muy puta.

    Cuando lo sentí estallar con una potente acabada dentro de mi culo yo acompañé con un orgasmo y me olía mis manos con olor a sexo y sentía su pene tener sus espasmos dentro de mis entrañas largando los últimos chorros de semen.

    Volcado sobre mí, exhausto, cuando su pija comenzó a achicarse la sacó de mi culo, que abierto como estaba comenzó a dejar caer el abundante semen que tenía adentro. Por suerte se dio cuenta y atajó con su mano para que no cayera sobre el sillón.

    Yo estaba cansada pero satisfecha, la culeada había sido fantástica y el mejor final que podía imaginar, aunque deseaba quedarme descansando en sus brazos decidí ir a darme una ducha pero antes le chupe los restos de semen de su mano, bien puerca, mirándolo a los ojos y luego metí apenas mis dedos en mi concha y se los día a chupar a él. “Me voy a bañar, te dejo este sabor de regalo” le dije y me fui al trote al baño.

    Él se fue a bañar al otro baño y cuando yo salí ahora con otro bikini, aún pequeño pero más normalito que el anterior, él ya estaba preparando el fuego para hacer el asado.

    Nuestras parejas, mi amiga y su amigo regresaron cuando ya estaban las achiras, los chorizos y la carne en la parrilla.

    Todo transcurrió con normalidad luego, nadie sospechó nada, nosotros no hicimos nada diferente, pero la traición se había consumado, la barrera se había roto y por supuesto fue la primera pero no la última vez que garchamos con Alejandro. Nunca voy a decir que lo que hacíamos el amor, cogíamos, teníamos sexo animal y morboso, yo la mas puta y él el mas degenerado, ambos amigos traicioneros, lo que nos daba mas morbo aun.

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  • Sentimientos de verano

    Sentimientos de verano

    El sol de julio derretía el horizonte cuando Afrodita llegó a la finca. Ares, sudando aquella soleada mañana, cortaba la hierba con furia, los músculos tensos marcándose bajo la camisa empapada. “Como un animal enjaulado”, pensó ella, mientras el motor rugía igual que su pulso.

    —¿Por qué volviste?

    —Porque esto no se borra con el tiempo… se grabó a fuego, mi querido caballero.

    Se miraron con lujuria y ternura a la vez. Él se secó el sudor, ella le brindó un vaso de agua. Traía consigo un cuaderno viejo dónde anotaba sus sentimientos.

    —¿Me ayudarás a responder unas preguntas? —dijo, fingiendo indiferencia, aunque el vestido blanco se le pegaba al cuerpo del mismo modo que sus pensamientos a él.

    Él apagó la máquina. El silencio fue más ruidoso que el motor.

    —¿Qué fantasías no has confesado?

    —Hacerte gritar donde todos escuchen… pero que solo yo entienda por qué.

    Ella tragó saliva.

    —¿Dominar o someterte?

    —Contigo… lo que sea. Aunque sé que prefieres que te chupe hasta el culo.

    Ares no se cansaba nunca de lamer chupar y disfrutar de los olores y sabores que le ofrece el coño y culo de su Afrodita, quien emanaba fluidos continuamente, cuanto más excitada estaba más jugos echaba. Afrodita se excitaba al ver como Ares lamia, chupaba mordía y no desperdiciaba nada de sus jugos.

    —¿Alguna fantasía con alguien más?

    —Sí. Verte correrte mientras otro te mira… pero sin tocarte. Solo yo tengo ese derecho.

    Sus piernas temblaron. ¿Era celos o posesión?

    El recuerdo los golpeó al mismo tiempo: años atrás, en aquel autobús, donde sus manos “por accidente” sus almas se encontraron. Él le había escrito después: “¿Estás interesada en mí, como lo está una mujer de un hombre?”. Pero ella sin entenderlo supo que eso fue el principio de todo.

    Cuando sus dedos rozaron el sudor de su pecho, Ares la empujó contra el cortacésped, levantándola de un tirón y la sentó sobre el motor aún caliente de la máquina. El metal quemaba sus muslos desnudos bajo el vestido, pero el dolor se mezcló con el placer cuando él, con un gruñido, le arrancó las bragas húmedas y la penetró de golpe.

    Ella sentada de espaldas a él, sus nalgas rozando el tanque de gasolina, mientras él la agarraba de las caderas y la empujaba contra su pelvis con furia.

    —¡Dios, cómo me gusta sentirte así! —jadeaba ella, mientras el calor del motor le hacía vibrar el clítoris.

    Todo olía a gasolina, hierba recién cortada y el aroma salado de su sudor.

    —¿Ves? Hasta esta máquina sabe que eres mía —le susurró él al oído antes de morderle el cuello.

    Cuando se corrieron, el cortacésped estaba manchado de sus fluidos.

    —¿Esto es parte de tu encuesta? —gruñó, mientras su mano le regresaba el cuaderno.

    —No. Es parte de mi adicción —confesó ella, sintiendo cómo su cuerpo traicionaba su corazón.

    “Triste situación… amar a quien no debes”, (cantaba una canción en su mente). Aún desnudos, él la tomó de la mano y la llevó a la ducha al aire libre. La lavó demasiado lento con un jabón de menta que ardía en lugares prohibidos, volvieron a besarse apasionados y cayeron sobre las toallas.

    Esta vez ella en cuatro, pero con la espalda arqueada como una gata, mientras él, arrodillado, la penetraba por detrás y con una mano le apretaba los pezones.

    —¿Recuerdas lo que te dije en el cortacésped? —gruñó él. —Ahora repítelo… pero gritando.

    Ella, en medio del clímax y gemidos, sollozó —¡Soy tuya! —justo cuando le azotó las nalgas y sintió cómo se vaciaba dentro suyo nuevamente.

    El momento justo para disfrutar mamándole la polla a su amante, excitándose al sentir como esa polla crecía y se endurecía en su boca. Ella sabía que, si la mamaba bien, su amante disfrutaría y si él disfruta, ella disfrutaba más, porque estaba a punto de volverse a correr con la polla de su amado tapándole toda la boca.

    El verano terminó con un “Nunca más”. Pero años después, en un aeropuerto, un roce de manos los paralizó.

    —¿Recuerdas las preguntas? —susurró ella.

    Él no respondió. Solo la miró como en aquella finca: con hambre y culpa.

    Y supo que volvería a pagar por pecar.

    —¿Y si esta vez no huimos? —preguntó él, acercando sus labios a ese lugar del cuello que solo él conocía.

    Ella no contestó.

    Porque algunas historias no se necesitan palabras… solo el gemido de un verano que nunca murió.

    Y así, entre recuerdos húmedos y promesas rotas, supieron que nunca sería suficiente.

    Y yo me pregunto: ¿Caerán de nuevo? El suspenso es el mejor afrodisíaco.

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  • Seducida por el verdulero (1)

    Seducida por el verdulero (1)

    El recuerdo de Beto todavía me quemaba las entretelas. No era un galán, ni cerca. Tenía la nariz un poco torcida, las manos ásperas y una sonrisa que no sabía si era tímida o canchera. Pero ahí estaba lo jodido: me miraba como si ya supiera cómo me gemía. Y yo, en vez de espantarme, sentía que se me hacía un nudo en el estómago.

    Seis años mayor que yo, nada exagerado. Pero bastaba con cómo se paraba, con ese aire de “no te voy a rogar, pero sé que vas a caer”. Mi marido en ese momento estaba demasiado ocupado viajando —o, seamos honestas, cogiéndose a quien fuera— para notar que yo también tenía mis escapadas. ¿Hipócrita? Quizá. Pero cuando la pasión en tu casa es un fantasma, terminás buscando calor donde sea.

    Y Beto… por favoor. No hubo flores ni promesas. Solo un par de frases secas, una mano que se posó en mi cintura como si ya me conociera de antes, y yo, en vez de sacármela, apreté los dientes para no gemir. Porque era eso: me trataba como la puta que sabía que era, sin adornos. Y a mí, después de años de matrimonio gris, me volvía loca.

    Ahora, de vuelta en casa, cada vez que mi marido se iba “de trabajo”, yo me quedaba mordiendo el labio, imaginando otra vez esas manos que no pedían permiso. Porque al final, ¿qué tan santa podía hacerme si hasta el roce de la silla me recordaba lo mojada que estaba ese día?

    La mañana lucía diáfana cuando llegué al edificio. Llevaba un traje de lino color hueso, holgado pero que, pese a mi esfuerzo por vestir con discreción, no lograba ocultar del todo la línea de mis caderas ni el escote que se insinuaba bajo el blazer. Mis tacones —altos, pero discretos— resonaban en el mármol del vestíbulo, marcando un ritmo que solía hacer que los hombres apartaran la mirada con respeto.

    Hasta que tropecé con los cestos de verduras obstruyendo la entrada.

    —¿De quién son estos? —pregunté al guardia, con esa voz que sabía equilibrar elegancia y firmeza.

    —Un conocido de la señorita Ángela, doña Alma —respondió él, casi susurrando.

    No añadí nada. Avancé hacia el interior, pero una presencia me detuvo en seco.

    Él estaba allí.

    No era alto —de hecho, yo lo superaba en varios centímetros, incluso sin los tacones—, pero su corpulencia era innegable: brazos gruesos por años de cargar peso, una camisa de algodón desgastado que se adhería a su torso ancho, y manos grandes, con nudillos marcados y tierra bajo las uñas. Su rostro tampoco seguía cánones de belleza: nariz fuerte, labios gruesos y una barba de dos días que le daba un aire descuidado. Pero había algo en su mirada… una intensidad quieta, como si ya conociera cada uno de mis secretos.

    Pasé junto a él sin decir palabra, pero sentí el calor de sus ojos recorriéndome. No era la mirada tímida de los ejecutivos que bajaban la vista ante mi autoridad, ni la de los jóvenes que se ruborizaban al ser descubiertos. Él me observaba con una franqueza que hizo que mi nuca se erizara. Al llegar al ascensor, me volví ligeramente, solo para confirmar lo que ya sabía: seguía allí, clavándome esos ojos oscuros que parecían decir: “Sé que no eres tan imperturbable como finges”.

    Ya en la oficina…

    —Ángela —entré a mi despacho dejando caer el bolso sobre el sillón con un golpe seco—, ¿quieres explicarme por qué la entrada de mi edificio parece una feria rural?

    Mi secretaria alzó la vista de su computadora, con esa sonrisa pícara que solo ella podía permitirse.

    —¡Alma! Es solo por hoy, te lo juro. José —hizo una pausa, como si el nombre explicara todo— es un amigo de toda la vida. Vino a vender sus cosechas y necesitaba un lugar donde dejar las cosas un par de horas.

    Cerré los ojos un instante, fingiendo exasperación, aunque su tono casi infantil me desarmaba. Ángela era la única persona a quien permitía ciertas libertades; quizás porque sus galletas de limón eran el único consuelo en esas largas noches en que mi marido “trabajaba” hasta tarde.

    —Sabes perfectamente que el consorcio no tolerará esto —dije, pero el borde de mis labios se curvó levemente.

    —¡Por fa-vor! —arrastró las sílabas, acercándose—. Es buenísimo su zapallo anco. ¡Te llevaré uno!

    —Basta —corté, aunque sin dureza—. Dile que guarde todo en el depósito… temporalmente. Luego veré si el señor Rinaldi le permite un espacio en el mercado municipal.

    —¡Eres un sol! —exclamó, saliendo disparada antes de que pudiera arrepentirme.

    Pasaron unas horas. Estaba revisando unos contratos cuando escuché un par de golpes en la puerta de mi oficina.

    —Adelante —dije, sin apartar la vista de la pantalla.

    Se abrió la puerta y allí estaba él: José. Sostenía su gorra entre las manos como si fuera un objeto sagrado, y aunque se lo notaba algo cohibido, sus ojos me recorrieron con un descaro apenas contenido.

    —Hola, doñita… —empezó, carraspeando—. Quería ofrecerle una disculpa. Soy José, amigo de Ángela. Perdón por las molestias que le causé esta mañana.

    Le sostuve la mirada. Su voz era áspera, masculina, y ese acento arrastrado me recordó de golpe el sabor terroso de ciertas fantasías que creía tener bajo control.

    —Hola, un gusto. No hace falta que te disculpes. Entiendo que necesites vender tus cosas; todos necesitamos plata. Pero no son las formas aparecer y ocupar espacios comunes sin permiso.

    —Sí… unas disculpas. Y bueno… muchas gracias por esto… —murmuró, inclinando apenas la cabeza.

    —No hay de qué. Además, recién hablé con el dueño del mercado. Te conseguí un puesto para que puedas vender allí tus verduras.

    José alzó la vista, con una sonrisa que le iluminó todo el rostro.

    —¿En serio? ¡Muchas gracias, señora!

    Fruncí los labios, conteniendo una carcajada.

    —Por favor, no me digas “señora”.

    —¿No está casada? —preguntó, ladeando un poco la cabeza.

    —Sí, pero “señora” me hace sentir vieja —dije, cruzándome de brazos.

    Él soltó una risita grave.

    —Mil disculpas. Además… usted es todo lo contrario —dijo, bajando la voz y permitiéndose recorrerme de arriba abajo con una mirada que ardía.

    —¿Cómo dices? —pregunté, fingiendo molestia, aunque sentí el calor subirme por el cuello.

    —No quiero sonar grosero… pero su marido come muy bien —dijo, con un tono casi insolente, pero sin dejar de sonreír.

    —Bueno… creo que ya es momento de que te retires —dije, intentando retomar la compostura.

    —No quería causarle más molestias, que tenga un lindo día… y muchas gracias. Si necesita algo… aquí tiene un servidor.

    —Bueno, gracias… —respondí, soltando una pequeña carcajada que me traicionó.

    —Lo que sea, ¿eh? Puedo hacer entrega a domicilio —añadió, guiñándome un ojo.

    —¡Ya basta, por favor! Tengo mucho trabajo.

    —Okey, guapa… gracias y hasta luego —dijo, antes de salir cerrando la puerta con suavidad.

    Mientras el clic del picaporte se apagaba, me quedé quieta, sintiendo un escalofrío que me subía por la espalda. Era el mismo cosquilleo que me recorría cada vez que recordaba a Beto. Y aunque José no era precisamente un hombre de belleza clásica, había algo en su seguridad… en su descaro… que me hacía hervir la sangre.

    Pensé en sus manos ásperas, en su voz ronca. Y no pude evitarlo: un latido sordo me pulsó entre las piernas, mientras me pasaba la lengua por los labios, conteniendo un suspiro.

    Los días siguientes pasaron sin demasiados sobresaltos. O, al menos, sin sobresaltos visibles. Porque dentro de mí, todo parecía un campo minado.

    En mi casa, el silencio se había convertido en un invitado habitual. Mi marido y yo nos cruzábamos en la cocina, en el dormitorio, en el vestidor… como si fuésemos dos compañeros de trabajo que comparten el mismo espacio, pero no la misma vida.

    No hablábamos de nada que importara. Ni siquiera discutíamos. Y, a veces, eso dolía más que los gritos.

    Él llegaba tarde, con excusas cada vez menos creíbles: reuniones, cenas de negocios, viajes improvisados. Y yo, aunque hacía rato lo sospechaba, todavía no me animaba a preguntarle en la cara si estaba acostándose con otra. Quizá porque, en el fondo, me daba miedo tener que admitir mis propios pecados.

    Aunque, claro, mis aventuras habían terminado hacía tiempo. El año pasado Beto me hizo volver a despertar, y no quería volver a mis puterías… pero el calor en el interior era peor que un incendio.

    Una tarde, estaba revisando unas carpetas cuando Ángela irrumpió en mi despacho. Ni siquiera golpeó la puerta.

    —¡Almaaa! —canturreó, como si el mundo fuera un lugar maravilloso.

    —¿Qué pasa ahora? —dije, simulando fastidio.

    Venía cargada con dos bolsas enormes.

    —¡José te mandó esto! —exclamó, dejando una bolsa sobre mi escritorio.

    —¿Otra vez? —pregunté, aunque una parte de mí se sintió estúpidamente halagada.

    —Sí, señora Alma —dijo Ángela, marcando la palabra “señora” con intención burlona—. Dice que son duraznos y ciruelas de su huerta. Que te los merecés.

    —Ángela… —suspiré, llevándome la mano a la frente—. Sabés que estoy casada.

    —Bueno, ¡y qué! Estás casada, no muerta.

    —¡Ángela! —la reté, aunque no pude evitar soltar una risita.

    Ella me miró con esa cara suya de “sabés que tengo razón”.

    —Además —siguió, inclinándose hacia mí—… no estás tan casada.

    La miré en silencio. No supe qué contestarle. Ella bajó la voz, más seria.

    —Yo sé que no estás bien con él. Y sé que José te mira… distinto.

    Desvié la vista, incómoda. Saqué un durazno de la bolsa. Era grande, perfecto, de un color naranja casi imposible. Lo giré entre mis dedos, sintiendo su piel aterciopelada.

    —No voy a meterme en líos otra vez —murmuré, más para convencerme a mí misma que a ella.

    —Yo solo digo… que estás viva. Y que es una lástima que nadie te lo recuerde —dijo Ángela, antes de enderezarse con un suspiro—. ¡Ah! Y hablando de recordar… ¡mi cumple es la semana que viene!

    —¡No me digas que cumplís treinta! —exclamé, exagerando el tono dramático.

    —¡Vieja y acabada, lo sé! —bromeó—. Pero igual quiero fiesta. Va a ser en el club del pueblo. Quiero que vengas… y también tu marido.

    —¿Estás segura de quererlo ahí? —pregunté, arqueando una ceja.

    —¡Obvio! Sos mi mejor amiga. Y él… bueno, aunque sea para la foto familiar —se encogió de hombros.

    Suspiré.

    —Voy a intentar convencerlo…

    Esa noche, en casa, lo abordé mientras él revisaba su teléfono, recostado en la cama.

    —Amor… —empecé, con mi mejor voz suave.

    —Hmm —respondió él, sin despegar la mirada de la pantalla.

    Me senté a su lado. Acerqué mi mano a su pecho, sobre su camisa. Olía a colonia cara… y a desinterés.

    —Ángela cumple años. Me invitó al pueblo. Quiere que vayamos los dos.

    —¿Al pueblo? —preguntó, levantando apenas la vista.

    —Sí… Sería solo un fin de semana. Ella es mi amiga.

    Él soltó un suspiro breve, casi impaciente.

    —Sabés que no me gustan esas cosas. Gente que no conozco, música horrible… y encima ese calor.

    —Podría ser divertido… —insistí, rozándole apenas el cuello con mis labios.

    —No. Además, ese finde tengo cosas —dijo, apartándose ligeramente.

    —¿Qué cosas? —pregunté, conteniendo la amargura que me subía a la garganta.

    —Cosas del trabajo, Alma.

    —¿Otra vez? —dije, intentando mantener la voz neutra.

    Él me lanzó una mirada que no supe descifrar. Ni cariño. Ni deseo. Solo… hastío.

    —Mirá, andá vos si querés. Yo no voy. No tengo nada que hacer en ese lugar —cortó, antes de volver al teléfono.

    Me quedé en silencio, mirándolo. Era increíble cómo, a menos de medio metro de distancia, podíamos estar en mundos completamente distintos.

    Probé una última vez. Deslicé mis dedos por su brazo, buscando su piel.

    —¿Querés que me quede esta noche contigo? —susurré, esperando siquiera un atisbo de interés.

    —Estoy cansado, Alma —dijo él, con tono casi mecánico.

    —Claro… —respondí, sintiendo un nudo en la garganta.

    Me giré y me acosté del otro lado, de espaldas. Cerré los ojos, aunque sabía que no iba a poder dormir.

    En la penumbra, me invadió la misma pregunta que me asaltaba cada noche: ¿en qué momento se había muerto lo nuestro?

    Y, sin quererlo, me encontré pensando en José. En su manera de mirarme como si viera algo bajo mi ropa, en esas manos grandes y rudas…

    Me sentí sucia. Me sentí viva. Y me sentí más sola que nunca.

    A la mañana siguiente, mi marido me despertó con un beso suave en el hombro. Me sobresalté, no porque no estuviera acostumbrada a que me besara, sino porque hacía semanas —tal vez meses— que no lo hacía.

    —Alma… —murmuró, acariciándome el brazo—. Perdón por anoche.

    Me giré para mirarlo. Tenía ojeras, pero también una expresión casi vulnerable que hacía tiempo no le veía.

    —No quiero ir al cumpleaños de Ángela —dijo enseguida, antes de que yo pudiera abrir la boca—. Sé que te molesta, pero no me siento cómodo en esos lugares. Y estoy muy cansado.

    Lo observé un segundo, tratando de encontrar en su mirada algo que me convenciera de que seguía siendo el hombre del que me había enamorado.

    —Está bien —dije finalmente, en un susurro.

    Sonrió, como si se sacara un peso de encima. Me besó la frente y se levantó para ducharse. Lo escuché tararear mientras se metía en el baño, y me sentí ridículamente sola en la cama enorme.

    Iba a ir sola.

    La semana se presentó larga y calurosa. La fiesta de Ángela era el sábado y domingo siguiente, y ella no paraba de bombardearme con mensajes.

    —¡El sábado es solo de chicas! —me explicó por enésima vez, mientras me mostraba en su celular la lista de invitadas—. Vamos a ser seis nada más: vos, yo, Mariana, Caro, Luchi y Marta. Música, tragos y confesiones. Nada de hombres.

    —Miedo me da eso de “confesiones” —dije, rodando los ojos.

    —¡Ay, no seas amarga! —rio—. El domingo es la cena familiar y la fiesta grande. Pero el sábado quiero que estemos nosotras solas.

    Mientras tanto, José parecía haberse propuesto hacerse visible en mi vida. O, mejor dicho, meterse en ella.

    Apareció el martes en la oficina, cargado de bolsas de duraznos , aunque no había ningún pedido formal.

    —Estos están blanditos… —me dijo José, empujándome la caja de duraznos hacia mí—. Como la boca de una mujer que hace rato no besan bien.

    —José… ¡Basta! —le espeté, aunque un calor me subió por el cuello.

    —¿Me va a decir que su marido la tiene contenta? —insistió, bajando la voz, casi ronco.

    Abrí la boca para contestar, pero no salió nada. Me limité a fruncir el ceño.

    —No se preocupe —dijo él—. A veces hace falta probar otras frutas. Para saber lo que se está perdiendo.

    Me giré para irme, pero escuché a Ángela soltar una risita detrás mío.

    —Estás colorada como un tomate, Alma —se burló ella.

    —¡Andá a trabajar, Ángela! —retruqué, intentando que no se notara que temblaba un poco.

    El miércoles apareció de nuevo..

    —¡Hola, señora Alma!

    —José… —dije, exasperada—. No me digas señora.

    —Perdón. Alma… —repitió él, muy despacio, inclinándose hasta que casi pude sentir su respiración contra mi cuello.

    No pude evitar estremecerme.

    —¿Le puedo preguntar algo? —susurró.

    —Depende.

    —¿Hace cuánto no se corre gritando mi nombre… aunque sea en sueños?

    —¡José! —espeté, empujándolo apenas con la mano en su pecho, que estaba caliente bajo la tela gastada de su remera—. No digas esas cosas.

    —Es solo una pregunta, doñita… —sonrió él.

    Me alejé, pero no lo suficiente para que no me llegara el perfume terroso de su piel.

    El miércoles lo encontré en el pasillo. Venía con cajas sobre los hombros, sudado, con la camiseta pegada al torso. Me clavó esos ojos oscuros.

    —¡Mi doñita favorita!

    —No me digas doñita.

    —Bueno… Alma. Pero es que me gusta cómo suena “doñita” en mi boca —dijo, mirándome fijamente los labios.

    Rodé los ojos.

    —Sos imposible.

    —Y vos sos irresistible —me lanzó, casi sin espacio entre nosotros.

    Por un instante, me quedé mirándolo. Sus pestañas eran largas, polvorientas. Su boca estaba reseca, como la de alguien que trabaja al sol, y eso me provocó una punzada absurda entre las piernas.

    —José… —empecé, con voz más suave—. No me busques problemas.

    —Los problemas ya los tiene, Alma —dijo, clavándome la mirada—. Solo que no quiere admitirlo.

    Esa noche, me decidí a intentar algo con mi marido. Me puse un baby doll negro, casi transparente, con puntilla en el borde.

    Me metí en la cama y deslicé la mano bajo la sábana hasta encontrarlo. Estaba de espaldas, revisando el celular.

    —¿Tenés que trabajar esta noche? —pregunté, suave.

    —Mmm… no sé… mañana tengo que madrugar —dijo él, sin mirarme.

    Le bajé el celular, obligándolo a mirarme. Le di un beso, con lengua, empujándome contra él. Sentí que se le endurecía un poco bajo el pantalón de pijama.

    —Podríamos aprovechar… —dije, bajando mi mano y frotándolo suavemente.

    Suspiró.

    —Bueno… dale… pero rápido —respondió, ya con tono resignado.

    Me subí sobre él, moviendo las caderas. Al principio, me agarró de las tetas y me besó el cuello. Cerré los ojos, queriendo imaginar que era José el que me sujetaba.

    Pero apenas empezó a entrar y salir, él gimió dos veces, se puso tenso y terminó.

    —Uf… perdón, estoy reventado… —murmuró, saliéndose enseguida.

    Me quedé arriba suyo, con el calor palpitando entre mis piernas y una mezcla de rabia y vacío en el pecho.

    —¿Podés al menos…? —empecé a decir, bajando la mano hacia mi sexo.

    —Mañana, Alma… mañana, te juro… —dijo él, girándose para darle la espalda.

    Me tumbé a su lado, sintiendo las lágrimas picarme detrás de los párpados. Tenía la bombacha pegajosa, pero seguía caliente, casi furiosa de deseo. Cerré los ojos e, inevitablemente, pensé en José.

    El viernes, José volvió a aparecer en la oficina, con unas bolsas enormes de zapallitos. Llevaba la remera blanca mojada de sudor, marcándole los pezones duros.

    —¡Buen día, guapa!

    —Buen día, José… —dije, esta vez con menos severidad.

    Él me miró, sorprendido.

    —Mirá vos… hoy me saludás lindo.

    —Hoy estoy de buen humor —dije, acomodándome el pelo.

    —¿Y eso? ¿Tu marido se portó bien anoche? —preguntó con descaro.

    Lo fulminé con la mirada.

    —Eso no es asunto tuyo.

    —Para mí sí —replicó él—. Porque si él no hace bien las cosas… yo me ofrezco de suplente.

    No pude evitar soltar una carcajada seca.

    —¿Y qué sabés vos de lo que me gusta o no?

    José se inclinó, bajando la voz:

    —Sé lo suficiente para reconocer cuando una mujer anda caminando con la bombacha mojada.

    Abrí la boca, escandalizada.

    —¡José!

    —No me digas que no… —continuó él—. A veces basta cómo te sentás en la silla… o cómo respirás cuando me acerco.

    Me mordí el labio. Ángela entró justo en ese momento, con un café.

    —Bueno, bueno… ¿qué pasa acá? —intervino ella, divertida.

    —Nada, Ángela —dije, volviéndome rápidamente a mi escritorio—. José se va.

    —Yo me voy… pero usted sabe dónde encontrarme, Alma —dijo él, saliendo, sin dejar de mirarme.

    Cuando se fue, Ángela se me acercó.

    —¿Vas a negar que te calienta?

    —¡Ángela!

    —Bueno… yo nomás pregunto. Además… con el marido que tenés… no me sorprendería nada.

    Le di un manotazo amistoso en el brazo.

    —¡Callate!

    Pero cuando me senté, tuve que cruzar las piernas porque estaba húmeda. Otra vez.

    Finalmente, llegó el sábado. Preparé mi bolso y bajé al estacionamiento. Mi marido estaba tomando un café, ya vestido para salir.

    —¿Segura que querés ir sola? —me preguntó, dándome un beso rápido en la mejilla.

    —No es que quiera —dije, conteniendo un suspiro—. Pero si vos no vas, no pienso faltar al cumpleaños de mi mejor amiga.

    Él me miró con una mezcla de culpa y fastidio.

    —No quiero ir a meterme con tus amigas… ni con gente de campo… no es lo mío, Alma.

    —Ya sé que no es lo tuyo. Nada es lo tuyo últimamente —dije, incapaz de frenar el veneno que me salió en la voz.

    —No empecemos, Alma.

    Rodé los ojos, agarré las llaves y me fui.

    Mientras manejaba por la ruta, sentí el zumbido del aire acondicionado contra mi cuello. Y mientras veía los campos pasar, no pude evitar pensar que quizás, si todo en mi matrimonio seguía igual… no iba a poder resistirme a José por mucho más tiempo.

    Y lo peor —o lo mejor— es que ya no estaba segura de querer resistirme…

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  • Confesiones de una mujer casada (3)

    Confesiones de una mujer casada (3)

    Hola buen día para todos los lectores de esta página para el día de hoy continuamos contando las aventuras sexuales de mi amada esposa.

    Seguimos los dos en el cuarto hablando sobre sus experiencias sexuales las que disfrutaba a escondidas. Mientras que yo solo pensaba que lo que hacíamos los dos eran solo fantasías que nos imaginábamos los dos sin llegarme a imaginar que con eso lo que estaba haciendo, era despertar en ella ese apetito sexual que la incito a tener relaciones sexuales con varios hombres.

    Fue así como siguió contando su encuentros sexuales.

    -Papi te acuerdas de la boda de su amigo Roberto y que me preguntaste en donde había estado y yo te dije que en el baño y recorriendo la casa.

    -Pues resulta que no fue así, pues todo comenzó el día de la entrega de regalos el hermano mayor de Roberto a mí me encanto, alcance a imaginármelo desnudo acostado en la cama, así es que en varias ocasiones nuestras miradas se cruzaban, yo le sonreía coqueteándole, enviándole señales, hasta cuando tu nos presentaste y el muy lanzado se me arrimo para darme un beso en la mejilla y yo accedí dejándolo y hablándole en voz baja y al oído

    -Encantada de conocerte papacito.

    Me contesto igual en voz baja y al oído.

    -El gusto es mío preciosa.

    En ese momento se nos acercó su hermana quien nos saluda presentándose.

    -Mucho gusto.

    Te señalo con el dedo índice preguntándote

    -¿Tu eres Diego?

    -Si señora.

    -Ahí mucho gusto Ángela para servirte, me conto Roberto que tú vas a comprar carro.

    -Si, si señora.

    A ti se te acabo el trago de wiski y Ángela te llevo al bar y yo me quede con Antonio quien me pregunto.

    -¿Que estas tomando?

    -Vino

    -¿Y tu copa?

    -la deje en la chimenea, mírala allá esta.

    Me cogió de la mano y me llevo a la chimenea agarro la copa y una botella de vino que estaba en una mesita cerca y la lleno, luego me llevo al balcón en donde le pedí un cigarro. El que prendí y bote la primera bocanada al aire.

    -Afortunado el Diego al tener una mujer tan bella y sensual.

    -Ahí don Antonio gracias por el halago.

    Se me acomodo detrás mío.

    -Preciosa hazme un favor, decime Antonio.

    Su mano derecha agarra mi cintura y sus dedos e la izquierda me acaricia el hombro y posa sus labios sobre mi hombro dándome un beso en el hombro, me tomo un trago y fumo otra bocanada de cigarrillo y le pregunto.

    -¿y tu que casado, soltero o solo un chico infiel buscando seducir a una mujer casada?

    -Pues me encanta aprovechar las oportunidades que la vida te brinda.

    -Interesante, muy interesante o sea solterito y a la orden.

    Volvió y me dio un beso en la nuca, instintivamente acerque mi trasero a su cuerpo, mi mano derecha que estaba al otro lado de la puerta del balcón le acaricie el pantalón buscándole el bulto de la verga, mire por la puerta hacia el interior, coloque la copa de vino sobre la baranda del balcón y me volteo.

    -Ahí papacito si estas delicioso.

    Lo abrace besándolo y acariciándole el pantalón sintiéndole su verga ya en plena erección, se la apretó y le digo mientras nos besamos.

    -Ahí dios mío Esto tiene que parar acá Antonio papacito que ganas tengo de comerte todo.

    En ese momento yo la interrumpí.

    -Y a que horas paso todo eso, porque me acuerdo que con Ángela no me demore mucho y al llegar a la sala no te vi y luego te veo entrar del balcón con la copa en la mano.

    -No pues todo paso tan rápido y yo pare porque que iba a seguir, ¡no! no me toco calmarme por muchas ganas que tuviera de tener esa exquisita verga y que afortunadamente dos señoras salieron también a fumar pude soltarme de ese momento excitante y regresar.

    Lucia me mira y agarrándome las manos me dice.

    -Papi lo que sentí al agarrarle la verga fue un cilindro grueso y largo, mi cuerpo se estremeció, temblé ahí como nunca, esa noche me la pase pensando en esa verga, del resto de la noche estuve contigo y solo nos sonreíamos coqueteando y un breve momento que se acercó y me abrazo por la espalda, preguntándonos si estábamos bien con la bebida sirviéndome otra copa de vino o el néctar de los dioses como el lo dijo. Y le pregunte.

    -¿Tu vives acá?

    -No este apartamento es de mi hermana Ángela acá ella vive con su esposo y sus dos hijos, unas criaturas terribles, les decimos los magníficos, destrozan un balín.

    -Bastante grande el apartamento.

    -Este era de un colega mío que se fue a vivir a Medellín y a mi hermana le encantaba y se lo compro.

    -A mi me encanta esa vista que tiene abajo el sonar de la quebrada y muchas vegetación, me imagino que debe de haber pajaritos.

    -Si señora todo el día revolotean y silban es muy agradable y ella les tiene bebedero y comida hay en el balcón. Dice que le llegan todos los días unos amarrillos que le avisan con su trinar de su presencia.

    Te miro a los ojos como preguntándome si no te habías dado cuenta que Antonio mientras estuvo ahí su mano acaricio mi cintura y tu ni cuentas te diste. Se retiro y volvió dos veces mas, sirviendo mas vino, volví a salir al balcón pero tú te quedaste en la puerta lo que no dejo que Antonio pudiera acompañarme, además que no estaba cerca,

    Hasta ahí fue lo de esa noche ya el día de la boda supe aprovechar y esperar el momento propicio para ponerte los cuernos, ahí como se podría decir, bien puestos porque Antonio estaba delicioso y yo estaba que pedía a gritos su verga las ansias de verlo me tenían la cuquita húmeda.

    -Yo la detengo y le digo.

    -Yo si te note como rara ese día estabas, si se notaba como ansiosa estabas muy nerviosa, con razón.

    -No es que pensar todos esos días en ese hombre, nunca. Además que guardaba la esperanza del día de la boda dejarte unos cuernos bien grandes,.

    Lucia se reía y me tocaba la cara.

    -ahí mi cornudito tu querías que tu mujercita se divirtiera en la cama con otros hombres pues te he complacido con eso y la he pasado delicioso.

    -¿Por que no me habías contado que te estabas divirtiendo y nada conmigo?

    -Jajaja no me vas a creer pero eso le daba un tinte de picardía.

    -Que mala chica tu pasándola bueno y yo sin saberlo. Bueno conta como fue tu encuentro con Antonio.

    -Aja si no pues resulta que la misa trascurrió todo normal.

    Al llegar tu me dejaste sola con las damas de compañía y la madrina de la novia, momento que Antonio aprovecho para acercarse por detrás no lo vi venir con uno de sus amigos y saludarme.

    -Lucia como esta preciosa me abraza y me da un beso en la mejilla y que afortunadamente nadie noto.

    -Ni yo lo vi.

    Me volteo y nos agarramos de los brazos.

    -Antonio papi.

    Lo mire de arriba a abajo.

    -Que guapo estas bien papacito.

    En esmoquin que le lucia muy bien.

    -Y tu preciosa estas bellísima.

    Ese día te habías puesto un vestido de minifalda con la rosa en el hombro y el otro hombro destapado color guayaba y tus sandalias altas de correas sin medias veladas.

    -Mira te presento a Raúl.

    Quien también estaba de esmoquin.

    -Mucho gusto Lucia déjame decirte que Antonio se quedó cortico al describirte, estas bellísima.

    -Ahí Raúl el gusto es mío, muchas gracias por el halago

    En ese momento llego la novia y Antonio, Raúl y las damas de honor fueron a ocupar sus puestos, te busque con la mirada y venias hacia mí, nos acomodamos, la misa trascurrió los novios se casaron y pasamos a donde estaban las mesas el dio estaba asoleado, nos sentamos y sirvieron vino y wiski para los caballeros. Hable con las señoras de la mesa de la boda y pendejadas que pasaron. Tú te paraste de la mesa y te fuiste con sus amigos sirvieron champagne, se hizo el brindis y yo seguía ahí hablando con las señoras de la mesa esperando ver a Antonio. Nos tomaron la foto con los novios pues todo el protocolo de las bodas y tú te volviste a ir con tus amigotes

    De pronto lo veo salir de la casa grande con el Raúl ya venían sin la chaqueta solo en blusa. Antonio venia hablando por el celular y espere a ver para donde cogían. Había una mesa que no pertenecía a las de la reunión, metálica y de vidrio, se sentaron ahí con sus tragos y al ver que tu seguías con tus amigotes, decidí dar el zarpazo además que ahora eran dos con los que podría pasar un buen rato.

    Me levante de la mesa agarre la cartera y me fui hacia donde estaban, te cuento que en ese momento sentí mis piernas flaquear y una sensación en el estómago deliciosa, voltee a observarte mientras caminaba y no te veía y la mesa estaba un poco retirada lejos de la bulla y las miradas de los invitados.

    Al llegar a la mesa los salude dándole un besos a Raúl en la boca y viendo un butaco largo de cemento a unos pasos volví a besarlo y me encamine sonriéndoles y enviándole un beso a Antonio al butaco me senté cruzando las piernas me las acaricie y picándole el ojo a ambos, Raúl se me acerca primero, Antonio se vino mas lentamente pues seguía hablando por el celular. Raúl se sienta a mi lado derecho y levanto las piernas colocándolas sobre las suyas.

    -Ahí preciosa definitivamente eres una mujer bellísima y muy sensual.

    Raúl me acaricia las piernas y llega Antonio y se sienta al lado izquierdo me pongo mi mano sobre su pierna y me besa el cuello, miro a Raúl quien me acaricia y luego mi cara su dedo gordo rozan mis labios se lo chupo, Antonio me acaricia las piernas y sube a mi cuquita, mientras con mi mano atraigo a Raúl de la nuca y lo beso, le pregunto a Antonio.

    -¿y esta si es tu casa?

    Me responde besándome la nuca.

    -Si acá vivo yo.

    Vuelvo a besar a Raúl

    -Entonces vamos a tu cuarto y terminamos los que iniciamos el día de la entrega de regalos.

    Nos levantamos del butaco y caminamos en dirección a la casa mirando que no vaya a ver miradas que nos espíen, Me había soltado al subir unos escalones y dado vuelta en frente de ellos.

    -¿pasa algo? -me pregunta Raúl.

    -Buscando al cornudo de mi marido no vai y sea se nos tire el polvito.

    -No al parecer no está cerca.

    -Bueno entremos papacitos.

    Les acaricie la verga por encima de sus pantalones y me volteé entrando rápidamente, me siguieron también a paso apurado, los volteo a mirar me sonrió y les digo en son de broma.

    -Ahí auxilio que estos dos hombres me quieren violar.

    Nos reímos, llegamos a las escaleras y seguimos subiendo rápidamente, veo varias puertas y me detengo.

    -¿Cuál es?

    Antonio se adelanta y abre la puerta y entramos los tres, cierro con seguro no nos deben de interrumpir. Me quedo observando el cuarto.

    -¿Guau este es tu cuarto?

    -Si señora.

    -Esta grandísimo.

    -Me acerco a la cama y me siento deslumbrada por lo grande.

    -Caballeros trajeron algo para tomar.

    De una mesita mini bar Antonio levanto una de wiski y me la mostro.

    -Bueno hagámosle al wiski también.

    Raúl se sentó a mi lado de pronto sentí algo suave que me paso por los pies y me hizo parar.

    -Ahí que fue eso.

    Antonio se ríe

    -No tranquila es la gata de la casa.

    -Me asusto la gatica.

    Me le acerque a Raúl metiéndome entre sus piernas lo abrazo de la nuca y lo meto entre mis tetas, intenta mordérmelas por encima del vestido, sus manos me agarran mis nalgas levantándome el vestido, me lo quito quedando en toples pues no llevaba sostén, Antonio nos alcanza el trago se suelta el corbatín y se desapunta la camisa, me tomo un sorbo de wiski, le suelto el cinturón a Raúl y le desabotono el pantalón lo empujo para acostarlo y quitare el pantalón con sus bóxer y así verle la gruesa verga en erección, me quito el calzón y me hago a un lado acercándomele a su verga y así mamársela.

    Mientras que Antonio ya desnudo me abre las piernas y mete su cabecita y me lambe la cuquita, continuo disfrutando de la verga de Raúl en mi boca sintiendo todo ese grueso rollo de carne en mi lengua y paladar, se la lambo y le chupo los huevos, me la restriego en la cara y hasta le hago una paja con las tetas, mientras Antonio me sacaba gemidos de placer con su lengua en mi clítoris, así disfrute por casi 20 minutos hasta que Antonio se paró y me froto su verga varias veces y me penetro la cuquita sintiendo que me metían una barra grande y gruesa.

    Comienza a follarme suavemente aumentando la velocidad, siento mi cuerpo temblar, mi cara de desfigura entre gemidos y gritos de placer al sentir su verga entrar y salir como un pistón en plena aceleración dos veces me vengo Raúl se para un momento y toma varios sorbos de su wiski, y le pide a Antonio que lo deje. Antonio me la saca y Raúl me atrae hacia el al borde de la cama recuestos mis piernas contra su pecho, me restriega su verga en mi cuquita y me penetra sintiendo su grosor abrir mis paredes vaginales.

    Antonio se me acerca y se ubica enzima de mi y le veo su tremenda verga.

    -Guau mira esta cosota Antonio papacito que rico estas ahí dios si estas es bien dotado papi.

    Yo sabía que esto era delicioso desde el día de la entrega de regalos porque lo que toque era bien grande.

    Empecé a lamberle los huevos a masturbarlo, me restregó por toda la cara, deteniéndome al sentir sensaciones excitantes que Raúl me provoca con su follada y volver a lambérsela y luego metérmela a la boca abriéndola toda para sentir mi boca, llena de su carne exquisita.

    Papi te lo digo en serio tan solo en las películas xxx las he visto así de grandes, eso fue delicioso me gusto tanto que ya he tenido 10 veces relaciones sexuales con Antonio.

    -Tu mami eres una puta riquísima.

    -Culpa tuya papi culpa tuya. Yo era fiel y firme.

    -Raúl siguió follandome hasta que me vine a chorros en un orgasmo prolongado, delicioso. Raúl se detuvo y camino al mini bar a servir mas wiski, mientras Antonio se acostó boca arriba y me le monte encima agarrándole la verga me la metí otra vez en la cuca haciéndome gemir con mis manos encima de sus pechos comencé a follármelo sintiendo esa gruesa verga entrar y salir de mi cuquita, todo mi cuerpo estaba erizado disfrutando de un momento excitante con una energía desbordada, desbordando mi equilibrio sentimientos que me enloquecen y me incitan a seguir disfrutando del sexo.

    Lucia me toca la cara y me dice.

    -Eso papi te lo voy a agradecer toda la vida, he disfrutado de mi cuerpo un montón.

    Sigo follando como puta ese maravilloso instrumento de placer por un largo rato hasta hacerme venir, me detengo pero el sigue dándome con todo prolongando el orgasmo varios minutos. Nos detenemos y caigo sobre su pecho besándolo.

    -Ha hijueputa que rico estuvo eso papi.

    Me di media vuelta dándole la espalda y le agarre la verga y me la puse en la entrada de mi trasero y poco a poco me la fui metiendo casi que toda, sentí que mi culo iba a romperse pero poco a poco me la logro meter, Raúl se sube a la cama de pie y se me para en frente bajándome su verga a la altura de mi boca y se la mamo, mientras empiezo a follar muy suavemente aumentando con cada embestida hasta mantener una buena velocidad, que me pone a sudar frio, mi cara se desfigura, mis ojos se blanquean y le pido a Raúl.

    -Métemela por la cuca.

    Él se acomoda nos detenemos a esperar que me la meta y empiezan los dos a follarme.

    Eso papi fue tremendamente delicioso, que momento tan excitante, tan espectacular, a mí se me olvido todo, solo quería disfrutarlo a rabiar. Tuve varios orgasmo, Antonio se me vino adentro del culo, y Raúl como pudo me levanto y me siguió follando hasta que también se vino sacándomela y me arrodille junto a él para recibir su semen en mi boca y tomármelo todo y harto que boto.

    Papi fueron dos horas de sexo exquisito.

    Los dos estaban sorprendidos conmigo, el Raúl me halaga.

    -Ha lucia teresa eres además de hermosa una mujer espectacular, tu marido la debe de pasar delicioso contigo.

    Y el Antonio lo confirma.

    -mamita tenemos que repetir esto preciosa.

    -Cuando quieran yo también lo deseo.

    Me fui para el baño a limpiarme el semen de Antonio en la ducha teniendo cuidado de no dañar el peinado y luego componerlo frente al espejo. Antonio ya se había bañado mientras que Raúl y yo terminábamos de follar. Sirvieron mas wiski y brindamos, por más encuentros como este.

    Nos vestimos y salimos al corredor rumbo a la escalera y el Antonio pregunta.

    -¿Que le vas a decir ahora a tu esposo si pregunta dónde estabas?

    -Tocara decir que ustedes dos estaban conmigo mostrándome la casa y por favor actúen muy normal

    ¿Hay algún sitio así de la casa especial?

    -Si puedes decir que te encanto el vivero de mamá. Que ahí fue donde la pasamos, La cocina amplia y todo así amplio y bien decorado.

    -Ok nada de nervios que no se note la mentira.

    Los agarre de gancho a ambos y bajamos la escalera muy sonrientes y yo feliz y doblemente satisfecha. Salimos al jardín y tu no estabas, me dirigí a la mesa y me senté en ese momento ya estaban sirviendo la comida menos mal porque tenía un hambre, al rato te vi que venias con Jhon, Daniel y Ricardo del parqueadero te tenía tu plato de la cena y solo atinaste en decir que te disculpara por haberme dejado sola y haberse ido con sus amigos. Y yo te dije.

    -Mi amor no te preocupes por mi que yo la he pasado delicioso.

    Y mentalmente me dije y no sabes cuanto mi cornudo de mierda.

    -Vaya quien se iba a imaginar todo esto mami, pareciese que algo te poseyere tu. Bueno si yo sabía que eras una coqueta pero que llegaras a estos momentos no. Me acuerdo de la vez que fuimos a esa taberna en la 63 y tú le coqueteaste al mesero no nos habíamos casado. Paso algo con el cierto.

    -Si yo volví otra noche así entre semana que el movimiento es mas suave, me quede hasta que cerraron y caminamos por la trece, comimos perro caliente. Y me acompaño hasta al apartamento. Esa noche no paso nada. Hasta la tercera vez que no vimos, un beso la cuota inicial de un polvo. Me llevo a una de las residencias de la Carracas y tuvimos sexo. Pero no me satisfizo dejándome como iniciada. Eso fue hasta ahí. No volví a verlo.

    -Yo si lo sabía y me entro la duda.

    -Papi tu tuviste algo con esa vieja que trabajaba cerca al negocio de tu papá.

    -No solo la conocí porque no había mas mesas en el restaurante y me hice en la mesa de ella que estaba sola.

    -Y entonces te has vuelto a ver con Antonio.

    -Ahí si te acuerda que te he llegado varias veces a las tres de la mañana.

    -Si claro y según tu estabas con tus amigas que mentirosa eres.

    –Papi que culpa, las ganas de un buen polvo me ganan y con Antonio me encanta ese papacito.

    -Y yo que me estaba preocupando.

    -¿Y por qué?

    -Porque pensé que te me estabas volviendo alcohólica.

    Jajaja no solo ninfómana me encanta la verga.

    Bueno queridos lectores hasta acá llega este relato esperen el próximo capitulo que hay mucho más.

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  • Iniciando a nuestros hijos mellizos (23)

    Iniciando a nuestros hijos mellizos (23)

    La expectación en la sala era palpable. Myriam y yo intercambiamos miradas, sin saber qué esperar. Los cuatro hombres que entraron eran realmente intimidantes, no solo por su tamaño, sino también por su porte: seguros, casi majestuosos.

    Juan presento a cada uno de los chicos, con nombres o apodos exóticos, todos muy atractivos. 3 de ellos muy jóvenes menores de 25 años y un hombre maduro corpulento cercano a los cincuenta. Sentí un nudo en la garganta, mi corazón se aceleró ante la posibilidad de ver a mi bella esposa con esos hombres desconocidos.

    Myriam me miró con las mejillas ligeramente sonrojadas. respiró hondo, apretando la mano alrededor de su copa de vino. Conocía a Juan y Martha lo suficiente como para saber que no hacían las cosas a medias. Si habían traído a estos hombres, era porque tenían algo especial en mente.

    Los mandingos, al ser presentados, se movían por la sala con una confianza que solo podía nacer de la experiencia en situaciones similares con otras parejas.

    La sonrisa de Juan se amplía cuando ve mi rostro de desconcierto: “Juan, no hay de qué preocuparse. Los Mandingos son expertos en dar placer a las parejas como nosotros, se que lo deseas tanto como yo, son de confianza y están aquí para asegurar que la noche sea divertida y agradable”. Martha, por su parte, se acerca a nosotros, “No se preocupen les aseguro que no hay nada que temer. Esto será una experiencia que a todos nos gustará”. Los Mandingos se presentaron de una forma Cortez uno a uno: Adbon el mayor, Kofi, Malik y Yusef, sus ojos brillaron al ver a las dos hermosas damas maduras.

    Con la adrenalina a mil por hora, mi esposa se acercó a mí y me susurro al oído: “Miguel, ¿tú también lo planeaste?” La mirada de mi esposa era de desconcierto total, era un escenario distinto, no planeado. “Por supuesto que no amor, estoy tan sorprendido como tú”

    Una vez que todos estuvimos sentados, las conversaciones se reanudaron, el vino, el tequila y el whisky fluyen. Myriam, aun un poco tensa, comienza a intercambiar sonrisas tímidas con Malik, que parece ser el más joven del grupo y no le quita la vista de encima desde que llego.

    “¿Cómo es que ustedes conocieron a Martha y Juan?” le pregunte a Adbon, aun sabiendo que ya habían participado con ellos, intentando normalizar la situación y romper el hielo.

    “Oh, nos encontramos hace unas semanas”, respondió Adbon, con su voz profunda y aterciopelada. “Nos conocimos en un evento exclusivo con otra pareja y nos dimos cuenta de que teníamos… aficiones similares, a nosotros nos gusta participar con parejas como ustedes y a Juan le gusta ver disfrutar a su esposa, ¡las cosas como son!” respondió chupando un limón al que le había agregado sal y tomando de golpe un sorbo de tequila y estremeciéndose al sentir el fuerte licor exclamo haciendo muecas “Diablos esto es lumbre!”

    Mi esposa se relajó al escuchar las palabras despreocupadas de Adbon, su tono suave y su carisma la desarmaron. Yo por mi parte, no podía evitar sentir la tensión sexual que se palpaba en el ambiente, la presencia varonil de los Mandingos era indudable.

    Martha, sugirió que nos moviéramos a la hermosa y amplia cantina a un costado de la sala, nos levantamos y los cuatro hombres nos siguieron, con pasos seguros y silenciosos, los movimientos de mi esposa al caminar no pasaron desapercibidos. Myriam, a mi lado, estaba radiante y nerviosa, su mano sudorosa entrelazada con la mía.

    Mientras los hombres se acomodan en las pequeñas sillas alrededor de la barra, no pude evitar admirar sus físicos imponentes. Sus miradas intensas recorrían el cuerpo de Myriam, deteniéndose en sus curvas acentuadas por el ceñido vestido rojo. la tela ajustada dejaba poco a la imaginación, y la abertura lateral mostraba sus largas y tonificadas piernas, que se entrelazaban nerviosamente en las pequeñas bancas.

    “No hay presión, chicos,” continuó Martha, captando la tensión en el aire. “Esta noche se trata de explorar y disfrutar. Si solo quieren acompañarnos, observar y aprender. No hay reglas, solo placer, es una reunión de amigos.”

    Después de un par de minutos en silencio mi esposa me dijo en secreto al oído… “Miguel, no entiendo nada de lo que acaba de pasar. ¿Por qué no nos dijeron nada? Me siento vulnerable y traicionada, no sé qué pensar.”

    “Lo se amor, Juan es un cabrón, ¿deseas que nos retiremos?”

    Myriam reflexionó por un instante, “No, dejemos que la noche siga, ya que estamos aquí y no queremos ser maleducados”.

    “Relájate, mi vida, en cuanto lo decidas nos vamos a casa”

    “Amigos les cuento que Adbon es el líder y cofundador del grupo Los Mandingos” Nos dijo Juan dentro de la barra sirviendo nuevas bebidas.

    El hombre de cabello canoso y piel bronceada se acercó a nosotros, era corpulento, pero no gordo, sino musculoso, su mirada penetrante me hacía sentir como un conejo en la mira de un halcón.

    Mi esposa tomó su copa con cautela, sus ojos inquietos, nerviosos. Me sentía tensionado, sin embargo, mi pene se endurecía ante la posibilidad de lo que podía ocurrir.

    Adbon choco su pequeño vaso cilíndrico con tequila con nuestras copas, “Gracias por la invitación Juan y Martha nos han hablado de ustedes, es un placer para nosotros tener la oportunidad de compartir esta velada.”

    Myriam, aun asimilando la situación, le respondió con una sonrisa forzada, “El placer es nuestro Abdon, confieso que no me lo esperaba.”

    El líder de los mandingos se acercó aún más, con una mirada intensa. “Tus ojos me dicen que no te sientes del todo cómoda con esta situación, Myriam, pero no temas están entre amigos del ambiente y conocemos las reglas, No es No.

    Juan nos invito a regresar a la sala. Pasó un rato y la tensión se transformó en un ambiente de amigos. Los Mandingos propusieron un juego; un baile que consistía en que las dos mujeres se turnasen bailando con cada uno de los 6 hombres que estábamos en la sala, Abdon marcaria el ritmo aplaudiendo para indicar el cambio de pareja. Mire a Myriam de reojo, le aprete la mano, se encogió de hombros y me sonrió en señal de que aceptaba el juego.

    La música empezó, un ritmo lento y sensual, Myriam me miró tímidamente antes de soltarme la mano. Se dejó guiar por el primero de los mandingos que era sin duda el más joven del grupo, se acercó a él, el joven la tomó por la cintura y la guio suavemente al ritmo de la música. Myriam se dejó llevar, sintiendo la fuerza y la sensualidad de su compañero de baile. La tela ajustada de su vestido rojo resaltaba sus curvas, y su cabello suelto caía sobre sus hombros.

    En las vueltas mi esposa me miraba, le guiñe un ojo, dándole luz verde. Los dos se deslizaron por la improvisada pista. no pude evitar sentir una punzada de excitación al ver a mi esposa con ese joven que no debía tener más de 20 años. Mire a Juan, que me observaba atentamente mientras Martha bailaba con otro de los chicos. “Creo que a tu esposa le gusta estar cerca de Malik”, dijo con tono irónico mientras me ofrece otra bebida.

    Martha se acerca a nosotros, con las mejillas sonrojadas por el baile. Le susurra algo al oído a Juan, y ambos se ríen cuando me miran y regresa a bailar. “¿Qué les hace gracia?”, le pregunte.

    “Nada”, me contesta Juan con una sonrisa burlona.

    Abdon aplaudió, señalando el cambio de pareja. Myriam se separó del joven, y ahora se dirigió hacia otro de los hombres. Este era más alto y robusto, con músculos definidos bajo su camisa. La tomó con firmeza, y ella se acomodó en sus brazos. La música cambió a un ritmo más rápido, y la pareja se movió con energía, con cada aplauso un nuevo hombre bailaba con ella, así bailo con cada uno de los 3 chicos jóvenes y por último con el maduro Abdon.

    Tome la decisión de participar, me acerco al centro de la sala, Martha me mira, me sonríe y me invita a bailar con ella, sus curvas se mueven al ritmo, su piel se me pega al tacto, “Parece que a Myriam le esta gustando la posibilidad y siento que a ti te está creciendo la polla” Me dijo al oído.

    Le susurro excitado: “No tienes idea como me pone mirarla con esos chicos”

    La atmósfera en la sala se vuelve aún más sexual. Los cuatro mandingos a la señal de Juan se acercan a Martha que ya los espera con una caja repleta de condones. Juan toma una cámara que estaba sobre la barra y la pone sobre un tripeé al centro de la sala y con su celular empieza a filmar de cerca a su esposa rodeada por los cuatro hombres.

    Veo que Myriam esta al centro de la sala confundida y abandonada ya sin compañero de baile y le pido se acerque al sofá en donde ya estoy instalado observando. Martha ríe nerviosamente permitiendo que los hombres la recorran con las manos mientras bailan sugestivamente alrededor de ella y obedeciendo las indicaciones de su esposo, se hincó en medio de los 4 y comenzó a acariciar con cuidado cada una de sus pollas sobre sus pantalones.

    Los chicos la miraban con ojos llenos de lujuria. Uno a uno se sacaron las pollas, Malik era el de proporciones mayores una polla hinchada llena de venas, Abdon lo secundaba en tamaño, Martha se repartía entre las 4 vergas negras masturbándolos. Malik se adelantó a todos y puso su miembro en su boca, de inmediato la abrió dando entrada a la punta enroscando su lengua, sin dejar de masturbar a los otros chicos.

    Los ojos de Martha se cerraron al sentir un suave tirón en su vestido, la tela cayó al suelo, dejándola solo con su lencería. Abdon la recostó sobre la alfombra y le quito las bragas de encaje, revelando su coño depilado, le dio un suave beso en la cara interna del muslo antes de que su lengua comenzara a bailar alrededor de su clítoris, haciéndola estremecer mientras mamaba a placer a los otros chicos. Mi mirada se clavó en la escena, viendo cómo Martha se movía con gracia entre los hombres. Sus manos expertas acariciaban sus erectos miembros, mientras su boca pasaba de una polla a otra, chupando y lamiendo con dedicación.

    Juan se desnudó y se unió a la escena, sin dejar por ningún momento de filmar con su móvil. La excitación de ver a su esposa en acción lo domina por completo y comienza a masturbarse vigorosamente,

    A mi lado, Myriam estaba excitadísima, su mano encontró la mía y la apretó con fuerza, en un silencioso reconocimiento de la cruda sexualidad que se exhibía a unos metros. Enseguida deslizo su mano hacia mi entrepierna, acariciando mi polla a través del pantalón. La sensación de su tacto, combinada con la vista de Martha y los Mandingos, era electrizante. Martha se movía de una polla a otra, sin perder el ritmo, su lengua rozando cada punta en una danza hipnótica, sus gemidos se mezclaban con los susurros de placer de los Mandingos.

    A pesar del shock y la incomodidad inicial, no podemos evitar sentirnos atraídos por la escena; nuestros cuerpos responden a la energía sexual que llena el aire, acaricio los pechos de mi esposa a través de la ropa. Ella jadea suavemente, sin apartar la vista de Martha y Los Mandingos.

    “¿Te gusta lo que ves, mi vida?” Le susurro al oído.

    Mi esposa me mira, con cara enrojecida. “Sí, es… es realmente caliente.” Balbucea, con sus manos aferradas a mi brazo.

    Juan se acerca a nosotros, acariciando su polla y nos dijo con voz baja “¿Por qué no se unen a la fiesta? Hay pollas negras de sobra para las dos” Sus palabras fueron como una chispa que encendió un fuego en Myriam. Me miro buscando mi aprobación con los ojos oscurecidos por el deseo.

    Enseguida Juan llama a Malik, dio un paso al frente con su cuerpo rebosante de virilidad. Su pene se erguía orgulloso, reluciente de líquido preseminal. Consumido por mi propia excitación guie a mi esposa hacia adelante y Malik sin dudarlo se acerca y pone su pene erecto a su disposición. Myriam me mira con ojos llenos de deseo y toma la polla del chico con una mano subiendo y bajando el glande y sin perder tiempo coloca suavemente la punta de su miembro en los labios sin dejar de mirarme.

    “Vamos, cariño, es solo un beso.” Le digo, acariciando su mejilla.

    Myriam cerró los ojos, entregándose al momento. Separó los labios y la gruesa polla de Malik se deslizó entre ellos. Su lengua bailó alrededor de la punta, saboreando la dulzura salada de su piel. Gimió suavemente, la sensación de su grosor y calor abrumaron sus sentidos.

    Mi pene se endureció dentro de mi pantalón, presionando contra el material, ansiando ser liberado. mi esposa me bajo el cierre y lo libero tomando mi pene en su mano mientras Malik le metía su enorme miembro en la boca. Con cuidado le baje la cremallera de su vestido, liberando sus pechos, se estremeció al sentir el aire fresco en sus pezones, que se tensaron aún más, de inmediato las manos de Malik se unieron a las mías, y juntos, le acariciamos los senos.

    Con un suave empujón, Malik guio su pene más allá de sus labios, llenándole la boca. Ella succionó con avidez, relajando su garganta para acomodarse a su tamaño. Mientras yo la besaba en la nuca con mis manos en sus caderas la empuje para ayudar a Malik a profundizar sus estocadas.

    “Chúpasela, amor” —Le dije a mi esposa besándole el cuello y amasándole los senos—. “Demuéstrale cuánto te encanta”.

    Myriam obedeció, poniendo los ojos en blanco, chupó y lamió, su boca moviéndose al ritmo de las embestidas.

    Martha estaba en el sofá, con las piernas abiertas, mientras dos mandingos se turnaban para penetrarla. Juan filmaba de pie la escena como productor de películas porno platicando con Abdon. Los gritos de su esposa anunciaron un orgasmo que me erizaron los cabellos.

    “Esa es mi puta” —gruñó Juan —. “Toma esas vergotas. ¡Enséñales cómo te gusta follar!”

    No podía más, me levanté y tomé de la mano a Myriam invitándola a levantarse, Malik retrocedio con gracia, entonces sin pensarlo guie a mi esposa hasta el sofá con el resto de Los Mandingos. El grupo en el sofá hace una pausa, observando cómo guio a mi esposa, Malik nos sigue, y sin darle oportunidad le quita el vestido y le baja de golpe la pantaleta, se coloca un condón y de pie la penetra desde atrás sacándole un grito agudo y seco.

    Le doy un beso suave, “Siempre has tenido la opción de irnos, lo sabes”

    “Lo sé” dice ella gimiendo y arañándome el pecho al sentir la dureza del miembro del chico.

    Juan me llama a su lado y me dice “Amigo ven, tomemos un trago y disfrutemos el espectáculo de ver como esos 4 cabrones disfrutan de nuestras putas”

    Nos sentamos en la barra y vimos como mi esposa y Martha se dividen las pollas.

    Los ojos de Myriam se encontraron nuevamente con los míos, se mordió el labio inferior; el deseo en su mirada era inconfundible. Kofi y Yusef se acercaron reclamando un lugar, mientras Malik la tenía en posición de perrito rebotando en sus nalgas con cada estocada, sin pensarlo mi esposa acepto las otras dos vergas en la cara enrollando su lengua en las dos pollas de chocolate, Kofi se divertía pegándole con su herramienta en la cara o en la cabeza u ofreciéndole que le lamiera los testículos.

    Malik la volteo con brusquedad quedando boca arriba con las piernas abiertas, mi mujer echó la cabeza hacia atrás, gimiendo mientras la lengua de uno de ellos danzaba alrededor de su clítoris, y despues deslizándose dentro y fuera de sus húmedos pliegues, mientras los otros dos le trabajan la boca.

    Siento mi pene palpitar mientras veo como la cabeza de Myriam se balancea de un lado a otro en una mezcla de lujuria y sumisión. Malik nuevamente la voltea, dejándola con el culo al aire. Ella jadea cuando él vuelve a penetrarla, con movimientos más apremiantes. Uno de los hombres regresa al sillón a ayudar a Abdón con Martha que no deja de gritar y gemir al igual que mi esposa. La habitación se llena de sonidos sexuales: nalgadas húmedas, gemidos profundos y el ocasional chirrido del sofá. Juan observa con una sonrisa satisfecha, filmando todo con su teléfono y acomodando la cámara sobre el tripeé y de vez en cuando haciendo comentarios lascivos para animar a todos.

    Se acerca a mi nuevamente y me mira con una sonrisa cómplice. “Parece que te lo estás pasando genial Miguelito. Sabía que esto le sentaría bien a Myriam, siempre ha tenido un lado salvaje esperando a que lo desaten”. Me guiña un ojo, moviendo la mano con más fuerza sobre su erección. “Quizá pronto podamos organizar otra reunión y que este Lily, a mi hija le va a encantar su marido es del mismo color que estos chicos”. Su sonrisa se ensancha, y no puedo evitar sentir una mezcla de sorpresa y excitación al pensarlo. La imagen de su hija en una reunión de este tipo me erizo la piel, pero fui más allá… imaginé a Sandy en esa orgia.

    La escena se intensifica cuando Malik empieza a embestir a Myriam con más fuerza, sus pechos rebotan con cada embestida. Kofi le folla la boca. Martha observa desde el sillón, con el cuerpo reluciente de sudor, con una expresión de puro éxtasis mientras Abdón la penetra de perrito y chupa a Yusef.

    Me decido y me acerco a Myriam a estas alturas sé que está lista para lo que venga, ya ha traspaso el umbral y de la inicial timidez paso a ser la ninfómana de las ultimas reuniones. Me quito la ropa, la necesidad de participar se vuelve demasiado fuerte para resistirla. Me siento a un lado en la alfombra y empiezo a masturbarme, Juan me acompaña y ambos observamos cómo nuestras esposas son utilizadas y complacidas por Los Mandingos. La visión de ver a Myriam a centímetros de mi siendo estirada y retorciéndose bajo el tacto experto de estos desconocidos es demasiado para procesar, puedo ver el ansia en sus ojos mientras se turnan para usarla a su antojo.

    Martha tiene un largo y profundo orgasmo y queda temblando en el sillón, los dos hombres deciden dejarla para que se recupere y se acercan a Myriam, ahora los 4 buscan un lugar. Su boca, sus manos y su coño están siempre ocupados. Con la polla en la mano, me muevo detrás de Myriam, veo su culo redondo y la espalda bajando y subiendo sobre la gruesa polla de Abdón, la tomo por la cintura y comienzo a acariciarle la espalda empujándola contra la barra de carne negra. Disfruto ver como la polla caliente desaparece dentro de su coño.

    Le doy besos apasionados en la nuca y acaricio sus cabellos perfumados, su respiración se acelera y su temblor se intensifica. Abdon la posee con ferocidad, nota mi presencia y me mira por encima del hombro de mi esposa. Sin soltar su ritmo, sonríe, Los demás Mandingos también ríen y hacen comentarios que no descifro.

    Myriam también voltea y me mira con ojos vidriosos, llenos de placer y se le escapa otro orgasmo, inicia con un chillido ahogado que se intensifica con los embates de Abdon hasta alcanzar el clímax abriendo la boca y provocando que el enorme miembro de Malik se meta hasta la garganta para callar de golpe sus gemidos.

    Juan, sin consultarme se acerca y me empuja haciendome a un lado, trae una botella de vaselina en la mano, se unta un poco en la polla, y sin preámbulos, empuja su miembro contra el agujero anal de Myriam. El mundo se detiene para mí al ver la expresión en los ojos de mi esposa, se tensa, su rictus es de sorpresa y de dolor, Juan la toma de los hombros y la penetra por completo, Myriam emite un sonido ahogado al sentir la invasión, su rostro se tensiona brevemente y tiembla.

    El resto de Los Mandingos continúan con su tarea sin detenerse, Malik acelera sus embestidas en la boca de Myriam, que se ve forzada a tragarse cada centímetro de su polla. Adbon, por su lado, empieza a empujar su pene más profundamente sincronizándose con Juan.

    Su cuerpo se tensa al principio, pero la sensación combinada de plenitud de los tres hombres dentro de ella la abruma. La gruesa polla de Malik le estira la boca, y la sensación del grosor de Juan invadiéndola por su recto envía oleadas de placer por todo su cuerpo. Gime profundamente alrededor del miembro de Malik, y sus ojos se llenan de lágrimas por el esfuerzo, pero no protesta. En cambio, se entrega a la intensa sensación, relajando sus músculos para permitir la penetración simultánea.

    Los hombres se turnan para penetrar a Myriam con diversas combinaciones de orificios, su cuerpo es estirado y utilizado de maneras que jamás imaginó posibles. Cada embestida y cambio la acerca a una serie de orgasmos poderosos. Ver a tu esposa siendo utilizada tan a fondo por estos hombres es a la vez horroroso y emocionante.

    Martha, al notar el intenso placer que Myriam siente, decidió volver a la carga. Se levantó, un poco temblorosa, y se acercó a los dos mandingos disponibles, Kofi, dio un paso al frente y la agarró por la cintura, girándola para que lo mirara, el otro, Yusef, se paró frente a ella, acariciándose la polla.

    “Yo también quiero sentir lo mismo que mi amiga” Les dijo montándose sobre Yusef y entonces Kofi se alineó y se abrió paso dentro de su ano llenándola por completo, la visión de las dos mujeres, sus gemidos mientras les hacen doble penetración me vuelven loco de excitación, me acerco a Martha ofreciéndole mi polla llenando el último espacio libre.

    Lo que siguió después fue una mezcla de cuerpos y posiciones, Myriam y Martha recibieron leche en su cara y pecho. La noche se alargo, durante horas nos entregamos a juegos depravados sugeridos por Juan o Abdón. Cada pausa solo sirve para reavivar las llamas de la lujuria, y el ciclo de desenfreno se reanuda. Los gruñidos de los hombres y los gemidos de las mujeres resuenan, la alfombra de felpa está pegajosa por los fluidos de las mujeres y las eyaculaciones. El alcohol sigue fluyendo, avivando la pasión y disipando cualquier posible inhibición. Los Mandingos manejan a nuestras mujeres con maestría, con movimientos precisos y expertos.

    Casi de madrugada despedimos a Los Mandingos con la promesa de repetirlo. Nos quedamos los 4 en la sala completamente desnudos, Myriam y Martha yacen boca arriba tendidas en la alfombra, con el pecho subiendo y bajando rápidamente, aun temblando por la intensa experiencia que acaban de vivir. Mi esposa me mira con una mezcla de vergüenza y emoción, sin saber muy bien qué decir. Juan sirve una ronda de bebidas para todos, brindando por la noche inolvidable. Mientras ayudo a Myriam y a Martha a ponerse de pie, noto la hinchazón de sus genitales evidencia del constante martilleo que han soportado durante toda la noche.

    La habitación es un desastre de ropa tirada, bebidas derramadas y condones usados, testimonio del intenso maratón sexual que acabamos de vivir.

    Continuará.

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  • Venganza (1)

    Venganza (1)

    Saludos cordiales a todos los lectores. La historia que les traigo en esta ocasión fue resultado de una venganza que mi esposa consumó para someterme como hace poco hice yo con ella (dividida en dos partes para su fácil lectura).

    Tiempo atrás se me ocurrió someter a mi esposa y hacerle obedecer mis órdenes (ver previo relato titulado “Juegos calientes y retorcidos” donde pueden leer esa historia). Luego de ese incidente nunca imaginé que ella maquinaría una venganza para darme mi merecido y además disfrutara haciéndolo. Se llegó el día que ella planeó todo, me desperté, salí de la cama y hallé una nota en el espejo de la habitación: “Hoy será un día que no olvidarás bebé. Te mando mensaje más tarde”. Pensé ¡vaya! seguro me tiene preparada una sesión de sexo aderezada con algún juego excitante (su rol favorito es interpretar una gatita caliente).

    Seguí con mis actividades usuales hasta que alrededor del mediodía recibí su primer mensaje de texto: “Hola cariño. Te saluda tu gatita caliente, hoy la pasaremos genial ¡miaauuu!”. Adjunto al mensaje venía una foto muy excitante: ella de perfil totalmente desnuda frente a un espejo (parecía dentro de algún vestidor de una tienda de ropa). Llevaba puesta su diadema con orejas de gata, collar con cascabel, medias negras de encaje, botas altas del mismo color y una cola de gato que se inserta en el culo (similar a la que se muestra aquí abajo).

    Ver esa imagen hizo que mi pito se entiesara de inmediato. Semanas antes me había pedido que le comprara su cola para ser una gata de verdad, por lo visto se me adelantó y la consiguió por su cuenta. De la calentura que me provocó no pude contenerme y comencé a pajearme viendo esa foto, la imaginaba ronroneando en el piso y moviendo su trasero para que la cola de gata se moviera de un lado al otro estimulando su culo en el proceso. Me controlé un poco, no quería terminar en una simple paja con mi reserva de semen, sabía que iba a necesitar cada gota para lo que me esperaba.

    El siguiente mensaje llegó como una hora después: “Tu gatita paseando por el parque. Ando buscando un ratón qué comerme, estoy hambrienta”. En la toma de la foto se apreciaba ella sentada en una banca de un parque, abriendo el abrigo que llevaba puesto y mostrando todo su desnudo cuerpo. En el fondo se veían personas descansando en los jardines, quizá ni se dieron cuenta de lo que pasaba en la banca. Esto también provocó que mi miembro se endureciera y fue cuando me puse a analizar más detalle la fotografía: desde el ángulo en el que fue tomada requería forzosamente ayuda de alguien que accionara el botón desde el otro lado. Eso aceleró mi corazón a mil, aunque mi erección no disminuyó en absoluto.

    Ese juego comenzó a inquietarme, me invadió una mezcla de excitación, celos e incertidumbre. Tomé un par de cervezas y puse el fútbol para intentar distraerme. Un rato después el sonido del móvil me avisaba de otro texto: “¿Ya estás listo para jugar amorcito? Te espero en el motel El Paraíso a las 7 pm. Te confirmo número de habitación más tarde. Besos”. Adjuntó otra imagen donde ella sonría pícaramente a la cámara, viajando en la parte trasera de un taxi, sin ropa encima (ni siquiera ya el abrigo sobrepuesto). Esa fotografía tuvo que haber sido tomada desde el asiento delantero derecho (copiloto), por lo que confirmé así que alguien le tomaba las fotos.

    Poco antes de la hora pactada me bañé, me alisté y tomé un taxi hacia el famoso motel El Paraíso, demoraría unos 40 minutos en trasladarme hasta allá. A los 10 minutos de comenzado el viaje llegó otro texto de mi mujer: “¿Ya vienes nene? Estoy ansiosa que llegues. Sabes, no pude encontrar ningún ratoncito en el parque, así que me tuve que conformar con este lindo pajarito que atrapé para jugar. No tardes, estoy ya muy caliente”. Sentí cómo el corazón se me quería salir del pecho y un nudo dando vueltas en el estómago cuando miré la imagen.

    Fue tomada dentro de la habitación del motel, ella con su atuendo de gatita hincada en el suelo, tomando con una de sus manos una verga desconocida y dándole un besito en la punta mientras miraba con ojos de inocencia a la lente de la cámara. Obviamente el dueño de esa gran polla (y eso que se notaba apenas semi erecta) fue quien tomó la foto. Casi me desmayo en el taxi, creo que me puse pálido porque el conductor me preguntó si me sentía bien. Mi cabeza daba vueltas, había sido una ola de emoción demasiado impactante, no lo esperaba.

    Total, que llegué al motel muy desconcertado, toqué a la puerta de la habitación y en lugar de dejarme pasar me llega un mensaje de mi esposa al móvil: “Desnúdate completamente y pásame todo lo que traigas por el cajón de servicio”. Se refería a esas pequeñas compuertas giratorias por donde colocan lo que pides a la habitación. Así lo hice y de inmediato se abrió la puerta para que entrase al cuarto.

    A pesar de que la espaciosa habitación estaba a media luz, alcancé a distinguir la silueta de mi mujer sentada en la cama, no miraba a ninguna persona más dentro, qué alivio pensé. Me ordenó sentarme en una silla colocada justo a 3 metros enfrente de la extensa cama y que me cubriera los ojos con la venda que yacía en el asiento. Obedecí sin chistar. La escuché levantarse de la cama y caminar hacia mí, luego ató mis pies a las patas de la silla, mis manos a los descansabrazos y de paso también puso una mordaza también para que no pudiese hablar. Sus pasos se alejaron hacia el baño y unos minutos después escuché nuevamente el sonido de los tacones de sus botas regresando hasta donde me dejó inmovilizado.

    Me percaté que se hincó enfrente de mi regazo y comencé a sentir su largo cabello rozar mis piernas y enseguida su boca besando mi abdomen. Fue moviéndose con su lengua por mis pechos, mi cuello, lamió mis orejas, besó mis pezones, estaba jugueteando conmigo. Después recorrió en sentido descendente con su boca hasta bajar a mi pene que ya apuntaba al techo. Lamió la punta, llevándose con su lengua la agüita que ya babeaba por el ojito de mi pito.

    Siguió lamiendo todo mi palo de arriba abajo, mis bolas, mordisqueaba la cabecita suavemente, ufff yo ya estaba a punto y ni siquiera se la había metido dentro de su boca. Quería decirle que me la comiera de una buena vez, que quería correrme cuanto antes en su boca, más la mordaza me lo impedía. Vaya tortura dije en mi mente, ni idea tenía que eso apenas era el comienzo.

    Las lamidas se detuvieron repentinamente (para mi fortuna porque de no haberlo hecho hubiese expulsado mi semen en pleno aire) y ella se puso de pie frente a mí para poder quitarme la venda de los ojos. No daba crédito a lo que vi: ¡una hermosa chica enfrente de mi! Había sido ella y no mi esposa la que me estuvo excitando y lamiendo todo ese tiempo. Era de tez clara, no mayor de 30 años, pelo lacio pintado en tonos rojizos, ojos color miel, labios carnosos, de facciones finas y bien maquillada, 1.80 de altura aproximadamente (tacones incluidos), pechos sobresalientes, caderas amplias y piernas torneadas.

    Llevaba una blusa blanca pequeñita que dejaba ver su plano abdomen y una minifalda verde de pastelones, calcetas blancas y tacones negros, asemejaba de cierto modo con ese atuendo a una colegiala de secundaria. ¡Increíble! Una verdadera diosa frente a mí, qué afortunado y emocionado me sentí. Por un instante recordé la última foto recibida y dudé que fuese real, pensé que era alguna broma hecha con Photoshop o alguna de esas aplicaciones para fotomontajes, en fin.

    Estaba admirando a esa preciosa hembra cuando vi que mi esposa salió del baño y fue hasta donde estábamos, colocándose al lado de ella. Me miró con ojos de lujuria y comenzó a tocarle los pechos a la chica por encima de la blusa, la desabotonó y le brotaron fuera sus voluminosos pechos.

    —“¿Te gustan sus tetas nene?” —preguntó mi esposa. Yo solo asentí con la cabeza pues aún llevaba la mordaza puesta. Mi esposa puso una mano en su propia teta y la otra en una teta de la chica.

    —“¿Quieres verle sus nalgas cariño?” —me preguntó. Volví a asentir animadamente. Giró a la muchacha para que yo pudiera verle la espalda y le subió un poco su minifalda, suficiente para que se apreciara como en su amplia cadera montaba un par de redondos, carnosos y bien parados glúteos.

    —“¿Quieres verla totalmente desnuda querido?”. Un ajam como respuesta salió de mi boca. Sin que la chica me dejara de dar la espalda mi mujer le quitó la blusa y le bajó la minifalda hasta los tobillos. Ahora sí pude ver todo su dorso desnudo.

    —“Seguro que mueres por ver el resto de su exuberante cuerpo nene” –me dijo al tiempo que de un movimiento giró a la muchacha para que pudiera verle por enfrente. Por inercia mis ojos apuntaron a la entrepierna de la chica, quedé atónito al mirar que a la joven le colgaba un tremendo pene natural ¡Era una transexual!

    —“Jajaja ¿qué te pasa bebé? ¿No te gustó la sorpresa? Si está relinda esta chica, ¡mira el pedazo de caramelo que tiene!” —me decía mientras le sujetaba la polla con ambas manos. Aparte del tamaño de aquel pene, algo que me llamó la atención de esa chica trans era que iba 100% depilada, no se le miraba vello por ningún lado, eso me parecía que acentuaba mucho su lado femenino.

    —“Pero no te asustes amorcito, que a esta nenita la disfrutaré yo solita jajaja” —me sentenció.

    Ellas se fueron a la cama, la chica se recostó horizontalmente y mi mujer se tendió bocabajo junto a ella pero vertical, como formando una T invertida pues la cara de mi esposa apuntaba hacia mí. Enseguida mujer comenzó a acariciarle y chuparle aquel trozo que se endureció y creció más; con su mano derecha le apretaba una teta y con la izquierda le masajeaba los testículos.

    —“Que rica vergota tiene esta chica nene. Mira como ni con ambas manos logro abarcar lo larga que está y ve, tampoco puedo cerrar mi puño alrededor de ella de tan gorda que la tiene.”

    Entendí que sus comentarios fueron con intención de humillarme. Reconozco que no exageraba, veía claramente las proporciones de esa pija, no se cruzó por mi mente antes que una trans pudiera tener una herramienta así de enorme. Ella continúo su mamada, se atragantaba hasta la garganta, dando arcadas cada que se metía profundamente aquel palo, hasta se le salían las lágrimas a la pobre, menudo festín se estaba dando. Ella es una maestra de la felación, sé que se ha engullido —incluyendo la mía— varias vergas de diversos tamaños, seguro que está era una de las más grandes que se haya tragado.

    Luego de estarle dando placer al trans se levantó y se acomodó encima para formar el famoso 69. El coño de mi esposa quedó sobre el rostro de la chica, mientras mi mujer quedó con su boca justo en su pija, por lo que ambas se dieron a la tarea de comerse una a la otra. Mi esposa en esa posición podía engullir mejor el leño de la trans además de disfrutar al mismo tiempo de su coño siendo devorado por una lengua extraña. Mi mujer ahogaba sus gemidos con el pedazo de chorizo que tenía llenándole la boca, moviendo su pelvis para sincronizarse con las lamidas que le estaba dando la joven.

    —“Ohhh bebé qué rico me está comiendo la cuca, mueve muy bien su lengua, ya me viene el primero… ¡agghhh!” –soltó un sonoro gemido anunciando así su orgasmo. Le bañó toda la cara con sus jugos pues se corrió con una cascada transparente que le escurrió abundantemente, empapando así toda la sábana.

    No quiso descansar ni un instante por lo que se desengancho de esa posición y fue hasta la cabecera de la cama para sacar de debajo de la almohada un preservativo, colocándoselo enseguida a la erguida polla de su acompañante.

    —“Ahora si cariño, verás cómo monto este vergón jajaja. ¿Pensabas que ya te había perdonado lo que me hiciste pasar el año pasado?” —reclamó al tiempo que se montó sobre la muchacha y fue ensartando de a poco su palo en el coño, soltando un gemido al sentirla dentro. Su frenética cabalgata inició, se contorneaba todo su cuerpo como poseída, supongo que la situación le resultaba por demás excitante: follarse a una chica hermosa y exuberante con pene incluido. Ambas se agarraban las tetas entre si y en un par de minutos llegó el primer orgasmo de mi mujer acompañado de un sonoro agghhh y las respectivas convulsiones, para de inmediato caer rendida a un costado de la trans.

    Entrelazaron sus brazos y se acariciaban mutuamente, cuchicheaban entre ellas no sé qué tantas cosas, se reían como dos cómplices haciendo travesuras. Entonces mi esposa se puso a gatas (apoyada sobre manos y codos) sobre la cama de forma vertical hacia mí, pero con su cabeza apuntando hacia la cabeceara, podía verle claramente todo su trasero. La trans se posicionó atrás de ella sosteniendo su troncó aun tieso con una de sus manos a punto de penetrarla.

    —“Disfruta la vista mi amor. De ahí no te perderás detalle de cómo me rompe la cuca nuestra amiga”.

    La muchacha apuntó y deslizó lentamente su carne dentro del coño de mi amada. Una vez que la metió hasta el fondo inició a taladrar su agujero, al principio solo podía observar la parte trasera de la trans, no alcanzaba a mirar a mi esposa pues la tapaba con su cuerpo. Pasaron unos minutos y la chica se acomodó por encima de la espalda de mi mujer (mejor vean foto más abajo, se me complicó describir la posición jajaja) de modo que podía continuar penetrándola y ahora si podía ver como entrababa y salía su verga de la concha de mi cónyuge.

    La escena era algo único pues se veía como le pegaban los testículos en cada embestida y como sacaba su palo empapado en jugos. Los gritos de mi mujer se hicieron más altos cuando la ensartó con más ímpetu, hasta que inevitablemente le llegó otro orgasmo. Se sentaron por un momento sobre la cama, ambas agitadas tomaron un respiro para reposar. Mi mujer le decía cosas al oído a la joven que no pude escuchar, se levantó, sacó de su bolso la cola de gata, se la acopló en el culo, se echó al piso y comenzó a avanzar hacia mi gateando. Pensé que el martirio había terminado, estaba muy equivocado. Se detuvo justo cuando su cara quedó a centímetros de mis genitales.

    —“Pobre bebé, te has perdido toda la diversión. Descuida, ahora mismo llega tu recompensa.”

    La trans vino hacia nosotros y se arrodilló detrás de mi nena para nuevamente clavarle su pollón. La comenzó a bombear violentamente, tomándola de las nalgas mientras me miraba a los ojos. Mi esposa no podía controlar su calentura en esos momentos, soltaba gemidos con cada arremetida que recibía, me volteaba a ver, su mirada reflejaba placer y al mismo tiempo tenía un gesto de altanería.

    —“Esta chica me folla de maravilla nene. Su pitón se siente tan deli dentro de mí.”

    Acto seguido mi esposa comenzó a darme lengüetazos en el pene, desde la base de los testículos hasta la punta, una y otra vez sin que en ningún momento la metiera en su boca. Mi pito me dolía de tanto tiempo con la erección a tope y lejos de placer esas lamidas se volvieron una tortura. La verdad ya no aguantaba más y a pesar de la escueta manipulación que estaba recibiendo en mi miembro tardé solo un par de minutos en llegar al clímax.

    Cuando mi mujer notó que ya no podía aguantar más, en lugar de comérmela para poder tener un orgasmo pleno optó por retirarse por completo. Terminé emanando semen como un volcán cuando le escurre la lava, pues sin nada ni nadie que estimulara mi pene mi orgasmo se vio duramente menguado.

    Noté que mi corrida calentó a la joven trans ya que provocó que penetrara frenéticamente a mi esposa y enseguida le avisó que ya le venía la leche también. Mi mujer lo hizo detenerse y le pidió que se pusiera de pie. Después se arrodilló junto a su polla y le removió el condón, me miró y me dijo:

    —“¿Qué te pasó querido? No me digas que no te gustó correrte de esa manera jajaja. Y aún falta el final nene, te encantará lo que he preparado especialmente para ti”.

    Mi esposa pajeaba rápidamente la verga de aquella joven que ya tenía la lecha en puerta y justo cuando ya se venía mi esposa la hizo acercarse a centímetros de mí para poder concretar una de sus planeadas: ayudó a la trans a correrse en mi cara. Me salpicó todo el rostro con sus potentes disparos de semen al tiempo que mi esposa me sujetaba del cabello para que no pudiera apartarla hacia otro lado.

    —“Espero hayas disfrutado la tremenda mascarilla de espermas cortesía de nuestra nueva amiga polla gorda jajaja.”

    Fin de la primera parte.

    Continuará.

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  • Insaciable

    Insaciable

    Cecilia era una mujer solitaria. Muy joven, pero tímida, algo callada. Tenía dificultad para hacer amigos y las relaciones con los hombres no eran su fuerte. Había tenido una sola experiencia sexual, con un novio tradicional de esos que te cogen a lo misionero los martes y el resto de la semana salen con los amigos.

    Trabajaba como bibliotecaria y parecía que hacía todo lo posible para ocultar un cuerpo muy bien formado de cintura pequeña, cola paradita y tetas enormes con pezones sensibles. Una boca hecha para besar y unos ojos verdes que podían derretir al más aplomado. Sin embargo, nadie veía este hembrón, porque ella se vestía de manera anticuada y recatada en exceso, se recogía el cabello en tirantes rodetes y usaba unos lentes enormes de marcos azules.

    Su vida era la biblioteca y el tiempo lo pasaba mayormente metida adentro de algún libro.

    Pero tenía una afición. Por las noches, esa desabrida bibliotecaria poco atractiva y tímida se transformaba en la reina de los relatos eróticos. Ahí dejaba volar su fantasía y llenaba las redes de historias donde abundaban las jugosas conchas, los penes chorreantes y los culos dilatados. Todas las fantasías que le hubiera gustado tener el valor de llevar a cabo, terminaban convertidas en historias calientes que compartía noche a noche con los asistentes a una página de erotismo.

    Desde el primer relato descubrió lo rico que se masturbaba después de escribir, se fue soltando y cada vez eran más y más calientes. Eso le ganó un admirador. Se llamaba Carlos y vivía en el sur. Después de un tiempo de intercambiar mensajes en la página, él la invitó a viajar a su ciudad y ella, increíblemente, aceptó.

    Jamás imaginó la semana que le esperaba.

    Él la fue a buscar al aeropuerto y le dijo que le había conseguido alojamiento en una cabaña en un lugar muy tranquilo. Debía serlo, porque estaba lejísimo. Mientras manejaba se volteaba a mirarla todo el tiempo.

    “Sos tan hermosa como te imaginé”, le dijo. “No sabés la cantidad de pajas que me hice leyéndote”

    Ella estaba un poco callada. No era lo mismo escribir en la intimidad de su dormitorio, donde cada noche se desnudaba, se perfumaba, prendía velas, ponía música y comenzaba a fantasear por escrito. Pero cara a cara era muchísimo más difícil… este tipo la ponía nerviosa, porque era evidente que se la quería coger a toda costa… Se arrepintió un poco de su impulso de viajar tan lejos y quedar a merced de los deseos de este depredador sexual.

    No llegaban más a la cabaña, que estaba sola, perdida en el medio de un bosque. Finalmente, ahí estaba. Muy simple, rústica, de madera, pero con todo el confort necesario. Ella entra primero y él detrás y sin haber tenido tiempo de apoyar su cartera en ningún lado escucha como él cierra la puerta con llave.

    “Que estás haciendo?” pregunta… ¿por qué cerrás así? No me gusta… prefiero volver a la ciudad y buscar un hotel…”

    “Callate y escuchame, pelirroja hermosa. Acá el que da las órdenes soy yo. ¿Para qué pensás que te invité a venir? ¿Para que hagas turismo?”

    Cecilia comenzó a temblar. “¿Qué es lo que pretendés de mí?”

    “Fácil. Me tenés re caliente hace meses. Ahora me vas a dar una semana completa del placer que tuve que proporcionarme solo, todo este tiempo. Si me obedecés por ahí me canso rápido y te dejo salir e ir adonde quieras… pero tenés que ser buena conmigo”

    Abre un armario, mete dentro la valija, la cartera y le ordena quitarse toda la ropa. “Toda, te quiero completamente desnuda, no vas a tener necesidad de vestirte hasta que te vayas a tu casa”.

    Se desnudó con una mezcla rara de miedo y excitación. Tomó toda su ropa, la metió al armario junto con las demás pertenencias y cerró con llave. Se metió la llave al bolsillo y se quedó mirando satisfecho. “Sos una delicia… sabía que detrás de esa cara de secretaria amargada, había un minón. Esa concha toda afeitada va a recibirme miles de veces esta semana, así que preparate”.

    Escucharlo decir eso le provocó una puntada en su bajo fondo y una excitación que corrió como electricidad por todo su cuerpo.

    A partir de ese momento la convirtió en su esclava. La hizo arrodillarme en la alfombra frente a él y sacando su inmensa pija comenzó a cogerle la boca. Le agarró por el rodete, que se fue deshaciendo hasta dejar su cabello largo y pelirrojo cayendo por la espalda. Los ojos de ella lo miraban suplicantes a través de sus anteojos de marcos azules… y eso lo ponía todavía más al palo.

    “Como me calienta tu cara de zorra con esos lentes”… y arremetía más y más en la boca de ella hasta chocar con el fondo de su garganta y provocarle arcadas, que sólo conseguían excitarlo más y más.

    Ella también iba subiendo en su excitación y se enojaba con ella misma porque quería resistirse a ese mal trato, pero sentía su vagina llenarse de sus fluidos. ¿Como negarse si era tan evidente que lo estaba gozando?

    Entonces decidió colaborar y empezó a lamerle muy a conciencia los huevos, alternadamente con toda la saliva que era capaz de generar le chupaba uno y luego el otro, para después tomar la pija con ambas manos y dirigirla nuevamente a su garganta. Apretando y soltando, metiendo y dejando salir casi hasta afuera de su boca para en el último instante meterla de nuevo con brusquedad.

    “Te voy a llenar de leche esa cara de zorra, putita hermosa, y vas a pedirme más y más”. Arreció la embestida y, sacándola en el último momento, acabó en su cara con un gemido profundo de placer. Todas sus mejillas, labios, nariz y anteojos estaban cubiertos de una espesa cantidad de semen. Ella amagó quitarse los lentes para limpiarlos. “No, te los dejás así, puta”… Me calienta ver mi leche chorreando en tus cristales.

    Así, toda sucia de él, la mandó a la cocina. Le ordenó que le trajera algo de comer y algo de tomar y que también trajera los dos enormes pepinos que estaban sobre la mesa.

    Cuando los vio le corrió un escalofrío por las espalda… eran largos y gruesos… y ella sabía perfectamente para que los quería Carlos. Buscó en la heladera y encontró sándwiches y cerveza. Puso comida y bebida en una bandeja y los dos pepinos juntos al plato y volvió al living.

    “¿Tenés hambre, esclava?”

    “No, Carlos, ahora no”

    Entonces él le pidió que se arrodillara en el suelo, a sus pies, sumisa y callada. Mientras él comía y bebía su cerveza. Él cada tanto bajaba su mano hasta su cuello o uno de sus senos y oprimían los pezones.

    Cuando estuvo satisfecho de comida, decidió que era momento de satisfacerse de placer. Se sentó en el sofá y la hizo ponerse de espaldas a él, inclinada hacia adelante y con las manos apoyadas en la mesa baja de centro. De esa forma dominaba todo el paisaje jugoso de su concha depilada y su culito estrecho y virgen.

    “Uh voy a tener que trabajar mucho en la dilatación de ese culo”, le dijo “pero te juro que cuando termine con vos, vas a ser experta y viciosa total del sexo anal”.

    Tomó el pepino más grueso y con bastante poca dificultad, debido a que la excitación la tenía muy lubricada, se lo introdujo en la vagina y fue moviéndolo hacia adentro y en forma circular para hacerla gozar. El culo era más difícil, necesitó de muchísima lengua, mordiscos, chupones, pero entre todo eso y el placer que sentía por la concha se fue dilatando cada vez más.

    Siguió con su lengua. Ella gemía más y más y él le dijo que gritara todo lo que quisiera, que nadie los podía oír ahí. Un dedo, dos dedos y el culito iba cediendo. Un poco de crema íntima y el pepino comenzó a deslizarse hacia adentro. El dolor era terrible. Pero el placer nuevo y diferente… mmmm… Cecilia estaba aterrada. Jamás la habían penetrado por su culo y menos así de esa manera tan salvaje. “No, por favor, me vas a lastimar” “No, hermosa, jamás, vos sos mi esclava divina, jamás te haría daño… no te resistas, se nota que lo estas disfrutando, permitite relajarte y goza, deja que tu culo se divierta”.

    El placer que sentía, mezclado de dolor y de miedo era indescriptible. Finalmente, ya no pudo aguantar esa doble penetración y cayó de rodillas en medio de un orgasmo histórico. Todavía sentía los vegetales dentro de ella y como su culo y su vagina se abrían y cerraban palpitantes sobre ellos. Así la dejó Carlos… acostada en la alfombra, desnuda, cubierta de semen y con sus dos agujeros llenos. Semi dormida por el placer y el cansancio, ni se movió.

    Entre sueños escuchó que él decía, “más tarde vengo a cogerte de nuevo, pero esta vez lo que te voy a meter por el culo va a ser mi pija” y se fue cerrando nuevamente la puerta con llave detrás de él.

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