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  • Con mi hermana en un hotel

    Con mi hermana en un hotel

    Mi nombre no importa, solo diré que tengo 22 años Y tengo una hermana que se llama Sofía tiene 20 años, pero todos de cariño le decimos Sofi. Para que se den una idea de cómo es tiene un cierto parecido a la actriz porno melody marks, tiene poco busto pero a pesar de ser flaquita, tiene muy buenas nalgas, y eso es gracias a que le gusta hacer ejercicio.es algo recatada en la forma de vestirse, siempre le gusta andar con ropa holgada y rara vez usa ropa ajustada.

    Mi relación con ella es de poca convivencia, y las pocas veces que salíamos juntos era solo para ir al gimnasio o para reuniones familiares. Bueno todo comenzó cuando fue la graduación de Fátima la mejor amiga de Sofía, ella vivía en la ciudad vecina que está como a 3 horas de camino por temas de trabajo mis papás no pudieron acompañarla así que Sofía me insistió para que yo fuera con ella.

    Accedí a ir, pero con la condición de no tardarnos mucho, ya que por la noche tenía compromiso con mi novia me dijo que el evento sería temprano como a las 10 y por muy tarde a las 5 ya estaríamos de regreso.

    Como era temporal de lluvias, por las tormentas el evento se retrasó un par de horas, desde ahí las cosas pintaron mal, total todo terminó ya dando casi las 5 y me sería imposible llegar.

    Ya de regreso de nuevo comenzaba a llover, al ser de noche y lloviendo mi visibilidad era reducida. Así que nos pasamos a refugiar a un pequeño hotel a bordo de carretera. Pasaron un par de horas y la tormenta disminuyó, ya a punto de dar salida me di cuenta que tenía un neumático pinchado, al no tener refacción pedí ayuda en el hotel, me dijeron que el mecánico vendría hasta mañana temprano. Mi día ya no podía ir más mal.

    Al no poder continuar, pasaríamos la noche en el hotel. Le pedí a Sofía que ordenara la habitación mientras yo pasaba al baño, al momento que regresaba me detuve por un instante en un rincón. Mi hermana estaba de espaldas hacia él mostrador hablando por teléfono, el tipo que atendía le estaba tomando fotos. En sí su vestido no era muy corto era largo, pero si era muy ajustado a su cuerpo. Obviamente mi primera reacción era irle a reclamar pero, por algo no lo hice.

    Durante el trayecto al cuarto trataba de disimular para no mirarle el culo, pero me era imposible.

    La habitación era de dos recámaras, yo ya estaba preparado para dormir. Mientras ella seguí sentada en su cama. Que pasa no puedes dormir le pregunté

    Me dijo que el vestido era algo incómodo para dormir, y por que no te lo quitas o al menos que no tengas ropa interior le dije riendome, ¡claro que si tengo estúpido! Solo que me da pena que me veas… bueno te daré la espalda para no mirarte mientras te lo quitas y te metes a la cama.

    Solo oía el clic de su cierre al bajar, y los ruidos que producía al meterse a su cama. Ya puedes ver ya terminé. Ahora ya duérmete que mañana saldremos muy temprano le dije, mi hermana es de las que no batallan para dormirse y suele tener el sueño muy profundo, lo sé por qué la mayoría de veces, mamá tiene que ir a despertarla a su cuarto.

    Yo me quedé un rato más despierto platicando con mi novia y contándole lo que había pasado… después de una horas no podía borrar de mi mente aquel momento en la recepción. Nunca había visto con morbo a Sofía, pero entre más lo pensaba mas mi mente jugaba conmigo, no podía quedarme con las ganas de saber que había bajo ese vestido. Estaba dispuesto a averiguarlo, ya que oportunidades como esta solo se presentan una vez en la vida, esperaría un rato hasta que se quedara dormida.

    Le hablé un par de veces para comprobar que estuviera profundamente dormida, al no haber respuesta, me levante muy despacio, enfocando solo con la pantalla de mi celular y sin hacer mucho ruido. Lentamente trate de remover las sábanas pero estaba muy tapada. Espere un par de horas, hasta que en uno de sus movimientos logró quedar de espaldas hacia mí. Esta era mi oportunidad, ya se apreciaba algo de sus hombros y pies, así que levanté poco a poco las sábanas logrando que su espalda quedara descubierta.

    Podía ver la banda de su sostén rosa, mi corazón latió muy rápido en ese momento, mis nervios eran demasiados, calme un poco mi respiración, y continué removiendo las sábanas hasta el nivel de sus rodillas… quedando ante mi un hermoso culo en un diminuto short de licra color blanco que cubría apenas la mitad de sus nalgas. A un costado de su cintura se remarcaba un borde de brillos de una tanga victoria secret, que hacía juego con su sostén, quería poner mis manos sobre sus nalgas y manosearlas.

    Pero y que tal, y sentía el contacto de mis manos en su culo. Así que mejor no me arriesgue, y con la palma de mi mano trataba de darle unos roces ligeros, aquel momento me estaba volviendo loco, en ese momento solo quería apretarlas con ganas, pasar una y otra vez mi lengua sobre ese culo redondito, comerle sus nalgas que se miraban tan grandes y suaves. Mejores que las de mi novia, pero no pude el miedo a hacer descubierto era más grande que el deseo de ese momento.

    Por último bajé mi rostro por su espalda aspirando su rico aroma dulce que emanaba su piel blanca como para embriagarse, dándole pequeños besos a esas nalgas tan suaves y deliciosas, volví a cubrirla nuevamente para que no se fuera a dar cuenta de nada.

    Ahora Nunca podría olvidar esa imagen, ni su olor ambos habían quedado grabados en mi mente, mi pene estaba tan duro que me terminé masturbando, me imaginaba follandola, montando esas ricas nalgas y penetrándola hasta venirme dentro de ella.

    Me dormí pensando en que por la madrugada podría apreciar de nuevo su hermoso culo, pero esta vez Sofía me despertaba a mí, ya estaba completamente vestida. Desayunamos algo, mientras cambiaban el neumático. Desde ese momento cambió la forma en cómo la miraba ahora ya no la miraba como mi hermana si no como a una mujer.

    Durante el camino pensaría en como acercarme un poco más a ella, para poder cogermela no me importara que fuera mi hermana realmente quería comerme ese culo, así que de una o de otra forma lograría mi cometido…

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  • Mi hijo vuelve a casa

    Mi hijo vuelve a casa

    Me llamo Mariana y mi hijo después de un año y medio regresa a casa.

    Él se llama Facundo y decidió irse a vivir con su novia cuando cumplió 19 años, aunque le dije que la convivencia podía ser difícil, decidió no hacerme caso e igual se fue. Por suerte y fue por milagro, no me hizo abuela, yo viví esa experiencia, tuve a Facundo cuando era muy joven y no fue de las mejores experiencias, el padre también tenía 19 años y me abandonó, un pelotudo.

    Yo me había acostumbrado a vivir sola, no me preocupaba en cerrar la puerta del baño o tener que andar vestida por la casa, tenia la libertad de masturbarme sin miedo a que escuchen mis gritos o tener que esconder mis consoladores y juguetitos sexuales, de la vista indiscreta de mi hijo. En verano me la pasaba desnuda todo el día por la casa.

    Pero tendrían que cambiar las cosas, me molestaba perder esa libertad, pero era mi hijo y no podía negarme a que conviva conmigo.

    Ya el primer día se acomodó, fue a la que era su habitación y descargo sus valijas, sin poner atención en acomodar o limpiar el lugar, solo se preocupo de poner su ordenador y consola de juego, cerca de la cama. Se la paso en la habitación hasta la cena, que no fue muy larga. Hablamos muy poco, él estaba atento a su teléfono, así que después que termino de comer volvió a su habitación.

    A la mañana siguiente me levanto temprano y me dirijo al baño como todos los días, pero está vez veo la luz prendida y me doy cuenta que Facundo me había se había levantado antes pero aquí comienza la historia.

    Mariana: Uy perdón, no sabía que estabas…

    Facundo: Hola Ma.

    Ahí estaba, parado frente al espejo del baño, afeitándose, desprejuiciado y totalmente desnudo. No me hubiera imaginado que llevará entre sus piernas semejante tronco, colgaba sobre sus huevos unos quince centímetros de un cilindro lampiño de carne, era impresionante y eso que la tenía dormida. Pero enseguida miro para otro lado, no quería que se sienta avergonzado o más aun, no quería seguir empalagándome con ver semejante verga, que me volaba la cabeza.

    Mariana: vengo más tarde, mira que no estas solo, no podes estar desnudo por la casa

    Facundo: como si nunca me hubieses visto desnudo

    Mariana: Si, pero eras más chico, ahora…

    Facundo: ¿Ahora qué? Jajaja ¿te da miedo?

    Empieza a reír, deja de afeitarse, con su mano derecha toma su pene y lo empieza a sacudir de arriba para abajo como si blandiera una espada con la que se viene hacía mí y me ataca entre risas. Me corre por el pasillo con el pene en la mano trataba de clavarme su espada de carne.

    Mariana: ¡Dale salí! Termina de afeitarte que tengo que ir al baño.

    Vuelve al baño y yo sigo caminando por el pasillo hasta la cocina. Me preparo un té mientras espero que termine y me siento a esperar a que me avise cuando desocupe el baño. Facundo llega a la cocina para avisarme que ya había terminado, desnudo igual que antes, pero quería mostrarme una cosa.

    Facundo: ¿te gusta?

    Me dice mientras sostenía el pene con una mano.

    Mariana: ¿qué cosa?

    Respondo haciéndome la tonta.

    Facundo: Como quedó bien peladito, por eso tarde en terminar de afeitarme.

    Mariana: jajaja ¿para qué?

    Facundo: Como qué, para qué. No me gusta que cuando me la chupen se les quede algún pelo en la boca.

    Mariana: jajaja dale Facu, no seas tan exagerado

    Facundo: Claro porque vos no te depilas todo.

    Mariana: No te voy a decir. Que te importa y tapate eso.

    Facundo: jajaja dale quiero ver. ¿Qué tenes vergüenza?

    Se me acerca y me quiere levantar la remera con la que duermo, pero me niego, aunque empezaba a gustarme ese juego. Forcejeamos unos segundos, en dos o tres oportunidades rozo mi brazo con su pene y sentí carne de gallina. Hasta que decido entrar en su juego.

    Mariana: jajaja, bueno, pero un poquito

    Estaba tan caliente que ya no veía a Facundo como mi hijo, sólo quería seguirle el juego y lo hago sin perder tiempo.

    Me levanto la remera, le muestro mi ropa interior, nada sexi, una prenda de algodón blanca, chiquita, casi una tanga. Con mi pulgar derecho la deslizo un poco hacia abajo y le muestro mis rulitos púbicos, solo unos pocos pelos.

    Facundo: dale, no tengas vergüenza

    Sin dudarlo y yo sin oponer mucha resistencia, Facundo toma mi tanga de los costados y me la baja toda, mi pubis queda expuesto a su mirada. Solo dejo que lo mire, me fascinaba.

    Facundo: Justo para afeitar, dale te lo afeito.

    Mariana: No, estás loco.

    Facundo: Dale vamos al baño que te pelo.

    Me toma de la mano y me arrastra sin mucha oposición al baño. Apenas entramos al bañó, él se pone a preparar sus cosas para afeitar, no aguanto y tengo por fin orinar, ya no me importaba que no estaba sola. Nuevamente me toma del brazo y me lleva a mi habitación. Me tiro de espaladas sobre mi cama y abro las piernas.

    Mariana: Con cuidado

    Facundo: no es la primera vez que lo hago

    Primero pone una toalla debajo de mi culo y empieza a pasar la brocha con jabón sobre mi pubis, luego con la maquina me empieza a pelar con cada pasada, hasta no dejar un solo pelo visible, hasta levanta mis piernas y me enjabona el culo, no me deja un solo pelo alrededor del ano.

    Hacía un rato que su pene estaba erecto, era monstruoso.

    Facundo: Listo, ¿Te gusta? Quedo hermosa.

    No puedo decir nada antes que él se arrodille y apoye sus labios sobre los míos vaginales. Empieza a chupar la vulva con fuerza, su lengua parecía un ventilador que me quería penetrar, empiezo a temblar y acabo en un fuerte orgasmo, me saltaban chorros, había perdido el control.

    Pero Facundo no pudo parar, toma su pene y me lo entierra con fuerza, era como si me hubiese metido un brazo caliente, lo sacude con fuerza y no paro de tener orgasmos, hasta que lo tomo del brazo y le digo.

    Mariana: para, para, basta, no quiero que acabes dentro

    Saca el pene con fuerza y me tumba, entonces sin pedir permiso me penetra por el culo, siento como que me desgarraba por dentro y lo sacude con mucha más fuerza, él no podía parar y aunque me dolía no quería que pare.

    Está vez acaba dentro, me llena el culo de leche, me dejo el ano chorreando, pero era una máquina imparable, enseguida se le vuelve a poner dura y me penetra de nuevo.

    Esa no fue nuestra única vez, fue la primera. Ese día no paramos de coger todo el día y aunque sabíamos que estaba mal, desde ese día no pudimos parar. En casa estábamos desnudos todo el día, cada vez que nos encontramos por la casa se la termino chupando o él penetrándome.

    Para afuera somos una familia normal, pero adentro es un infierno de sexo.

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  • Cómo me hice mujer

    Cómo me hice mujer

    Empezaré este mi primer relato empezaré hablándoles un poco de mi, mi nombre es José, tengo 62 años de edad, mido 165 y me considero un ser humano normal, siempre fui de mente abierta y he tenido dos relaciones heterosexuales largas fruto de las cuales he engendrado un hijo y una hija.

    Descubrí tarde en mi vida mis inclinaciones bisexuales, aunque desde siempre desee que alguna de mis dos esposas disfrutará del sexo con otros hombres, lo que me llevo a separarme de mi primera esposa; en mi segunda relación, tuve excito, pues después de varios años de intentarlo logre convencer a mi esposa para que se abriera y disfrutará de su cuerpo y su sexualidad, para satisfacción de ambos, eso será parte de otra serie de relatos ya que este relato se trata de mi y de cuando me entregué a un hombre por primera vez.

    Procurando satisfacer mis deseos sexuales, cree un perfil en una página que te permite interactuar a través de chat con personas interesadas en el mundo swinger, fetiches, gays entre otros.

    En el chat gay conocí a Alonso un hombre de 53 años, contador de profesión, originario de Cali, pero que vivía al sur de Medellín más exactamente en ditaires un barrio del sector de Itagüí.

    Después de chatear por algunas semanas, intercambiar fotos y hablar de fantasías accedí a visitarlo en su apartamento, ya que para nuestra conveniencia vivía solo. El día de nuestra cita, sábado en las horas de la tarde me prepare tomando un buen baño, depilando todas mis partes íntimas, quería sorprenderlo y por esta razón no use ropa interior.

    Mientras conducía hacia su apartamento era un manojo de excitación y de nervios, imaginaba todo lo que podría ocurrir, pero mis deseos eran superiores.

    Llegué y Alfonso me estaba esperando en la puerta del apartamento, vestía una pijama camisera con botones al frente abrochada de la cintura hacia abajo lo que dejaba expuesto su pecho velludo de una manera sutil, también tenía un poco de barriga cosa que me encantó, era mucho más alto que yo, me hizo señas de que no hablara llevándose el dedo a los labios.

    Después de cerrar la puerta me abrazo por la espalda, me volteo y me dio un beso en la boca obligandome a abrir mis labios para jugar con mi lengua, me derreti en sus brazos, me entregué, correspondi a ese beso, se separó de mi y me miró con deseo y morbo, me dijo: “desnúdate y muéstrame que tienes para mí”. Con dedos temblorosos por los nervios y la excitación me saque lenta y sensualmente mi polo, me jalo hacia el, me beso de nuevo, mordió mis tetillas, levanto mis brazos y lamió mis axilas, me soltó y esa mirada de deseo me puso loco, le dí la espalda y libere mi cinturón baje mi jean y cuando vio mis nalgas desnudas me dió un par de nalgadas y me llamo puta.

    Cómo pude me saque mis tenis, medias y mi jean y quedé como Dios me trajo al mundo con mi pene medio erecto, mientras Alonso se había desabotonado el albornoz y ahí entre sus piernas estaba el objeto de mi deseo, me atrajo hacia el y me pegó dos cachetadas en mis mejillas, “mama zorra” mientras me empujaba de los hombros forzandome a arrodillarme, viéndola de cerca me pareció divina, no tan grande, 15/16 cm, gruesa, cabeza de hongo y gotas de precom saliendo, tímidamente con la punta de me lengua tome ese líquido sagrado, saladito, me encantó, la tome con ambas manos, la sentí suave y caliente, la contemple y vi como empezaba a crecer.

    La bese y Alonso me cogió por los lados de mi cabeza y la fue metiendo en mi boca despacio pero sin detenerse hasta que la sentí en el fondo de mi garganta, me dieron náuseas, respire por mi nariz y mi amante empezó a follarme la boca, yo solo apretaba mis labios para no ir a lastimarlo con mis dientes.

    Así estuvo follando y disfrutando de mi boca por 10 o 15 minutos, me la saco, me levanto y me beso, me llevo a su cuarto, me beso me mordió me chupo por todo el cuerpo, luego me puso en cuatro al borde de la cama, me dio varias nalgadas yo tenía mi cabeza enterrada entre las sabanas y mi culo en pompa, me dijo: “ábrete las nalgas”, lo cual hice sin rechistar, me mordió las nalgas y me beso el asterisco el cuál se abría y cerraba como si tuviera vida propia, siguió besándome al introducir su lengua en mi hoyo sentí algo increíble y súper excitante, me mordía, me besaba, metía la lengua, luego un dedo, después dos, yo empujaba hacia atrás tratando de que me entrarán todos, me estaba volviendo loco.

    No pude más y le dije: “desvirgame, quiero ser tuyo, por favor metemela, deseo sentirla toda adentro”. Alfonso me escupió el ano, coloco la cabeza se su verga en mi orificio y me dijo: “empuja perra, enculate, cómetela toda”.

    Cerré mis ojos, empuñe las sábanas, empuje hacia atrás y sentí cuando el glande cruzó mi esfinter, sentí dolor y ardor pero aguante como un macho, Alonso me empujó de la parte baja de mi espalda y detuvo la penetración por unos segundos, no aguanté más y empuje con todas mis fuerzas hacia atrás y me empale en ese trozo de carne caliente sentí sus testículos tocar mis nalgas y supe que era suyo. Alonso empezó el mete y saca lento a veces y acelerado después, me sentía en el paraíso el dolor ya había pasado, solo sentía un poco de ardor, sentirme poseído de esa forma superaba todas mis expectativas, no quería que eso terminara nunca.

    Alonso me la saco y sentí un vacío en mi culito, solo para voltearme boca arriba, subir mis piernas sobre sus hombros y volverme a penetrar de una sola estocada, mirándome con lasciva, apretaba mis tetillas, me besaba mientras me penetraba una y otra vez, “zorra mía, que culo tan apretadito tienes, soy tu macho, eres mi puta”, cosas que me excitaban, mi entrega era total, me sentía tan puta en esos momentos que le dije: “deseo que mi esposa vea lo puta que soy, deseo que se entere que eres mi macho, que mi culo y mi boca te pertenecen”, eso aceleró a Alonso me miró y me dijo: “me voy a venir, ¿dónde quieres mi leche?” Abrí mi boca y saque la lengua, Alonso abandonó mi culo con un plop, se sentó sobre mi pecho y descargo su simiente sobre mis labios y mi boca, saboreé ese líquido espeso y delicioso y supe que mi vida nunca sería igual.

    Alonso se acostó a mi lado, nos abrazamos hablamos de diferentes temas mientras nos acariciábamos y no tocabamos por todas partes, rato después su verga empezó a tener vida de nuevo, la abracé con mis labios y empecé a darle una mamada en agradecimiento por haberme quitado la virginidad, por haberme ayudado a sacar la mujer que llevo por dentro, está vez lo hice con paciencia y ternura hasta que terminó en mi garganta lo trague todo no sin antes abrir mi boca y mostrarle a él su semen como prueba de mi total sumisión.

    Después de ducharnos y compartir una copa de vino Alonso me preguntó que si lo que había dicho acerca de mi esposa mientras me está dando por el culo era verdad, yo le confesé que si, pero que era una prueba de mi total sumisión a sus deseos, quedamos en que quizá en el futuro podría considerarlo pero la verdad no mostró mucho interés, nos besamos y nos despedimos con la promesa de repetirlo el sábado siguiente, esa promesa se cumplió no solo ese sábado sino todos los sábados durante un año largo.

    Alonso viajo a Canadá pero todavía mantenemos el contacto, este relato es un homenaje al hombre que me hizo mujer. Después de mi hombre han venido varios pero son cosas que ire contando si me relato fue de su agrado e interés, saludos desde Cali, Colombia.

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  • Doce años después

    Doce años después

    Mi nombre es Luna: soy bajita, de piel muy blanca, cabello negro y largo. De complexión media, pero con buena genética; en mi familia casi todas tenemos grandes “atributos”.

    Cuando tenía unos 10 años, mi mamá comenzó un noviazgo con un hombre muy amable. Un día nos invitó a comer a su casa y conocí a todos sus sobrinos. Con varios me llevé muy bien enseguida. Entre ellos estaba Sebas, a quien dejé de ver cuando se fue a vivir con su papá.

    Pasaron casi 12 años. En ese tiempo me hice muy cercana a su hermana Brenda. Un día me pidió un favor:

    Brenda: “Luna, ¿te gustaría bailar en mi boda una coreografía?”

    Luna: “¡Claro que sí! Encantada.”

    Los ensayos empezarían la siguiente semana.

    Llegó el primer día. Me puse un body negro de tirantes anchos, pants verde esmeralda y tenis que combinaban. Llegué temprano y pasé por agua a un mini súper cercano. Cuando volví, Brenda me llamó.

    Brenda: “¡Luna ven! Él es Sebas… ¿ya no te acuerdas?”

    Cuando lo vi, sentí un calor súbito en mis mejillas. Ya no era el niño de antes: ahora medía como 1.85, barba completa, brazos marcados, venas visibles en las manos… traté de no mirar mucho más abajo, pero su pants gris no ayudaba.

    Sebas: “¡Luna! Cuánto tiempo.”

    Luna: “Igualmente, me alegra verte.”

    Pasaron varias semanas. La coreografía avanzaba bien y todos nos llevábamos excelente. El maestro anunció que parte del baile debía hacerse en parejas. Y, para mi suerte, me tocó con Sebas.

    La segunda semana empezamos ensayos exclusivos para él y yo. Esa idea me puso nerviosa y emocionada a la vez. Sebas y yo coqueteábamos ligeramente, pero jamás había sentido una tensión tan directa.

    Ese día me puse un enterizo corto negro, rompevientos magenta y tenis del mismo tono.

    Durante el ensayo, el maestro nos pidió practicar una vuelta donde Sebas debía abrazarme mientras yo tomaba su mano. Lo repetimos varias veces. Sentía su respiración, su fuerza… y en una de esas vueltas sentí algo más. Él se movió rápido para disimular y yo también, pretendiendo que no había pasado nada.

    Al terminar, Sebas insistió en llevarme a casa. En el camino, Brenda llamó para invitarnos al cine. Aceptamos. Pero al llegar, la zona de la plaza estaba en remodelación, así que decidieron ver la película en su casa.

    Brenda colocó dos colchonetas en el piso para todos. Yo preferí sentarme en el sillón detrás. Sebas llegó y también se sentó ahí, cada uno en una esquina, con los pies recostados.

    A mitad de la película sentí su pie rozar el mío. Dudé, pero respondí. Al poco rato estábamos jugando discretamente con los pies. El tacto empezó a calentarme más de lo que esperaba… hasta que en un movimiento mío terminé rozando su entrepierna. Estaba duro. Me sobresalté y fui con excusa al baño.

    Al salir, con la casa en penumbra, vi a Sebas sirviéndose agua en la cocina. Caminé hacia la sala, pero él me tomó de la mano.

    Sebas: “¿A dónde vas, Luna? Pensé que me esperarías.”

    Luna: “Perdón, te espero.”

    Me pidió ayudarlo a tomar un vaso que estaba arriba. Me acerqué al mueble, dándole la espalda. Fingí no alcanzar. Él se acercó para ayudarme y sentí su mano en mi cintura… y su cuerpo pegado al mío. La tensión fue inmediata; le tomé la mano para apretarla un poco. Él respondió bajando la otra a mi cintura, acercándome más a su cuerpo.

    Ahí empezó todo a arder. Comenzamos a besarnos apasionadamente. Sentía su lengua explorar mi boca e hice lo mismo, así que lo tome del cuello para acercarlo mas a mí. El al ser mucho mas alto, me tomo de la cintura, me subió a la barra que había en la cocina. Abrace las piernas a su cadera y pude sentir su miembro, era muy grande y la tenía muy dura.

    En este punto estaba mojadisima, quería que me la metiera completa. Seguimos con los besos. Metí la mano en su pantalón, comencé a tocarlo. Sentía su respiración agitada en mi oreja, sentía sus quejidos de placer y eso me tenía en éxtasis.

    Pero recordé que los demás seguían en la sala. No quise levantar sospechas así que le pedí a Sebas que nos relajáramos y planeáramos bien el momento.

    Seguimos unos segundos abrazados en la cocina, respirando fuerte, intentando procesar lo que acababa de pasar. Me acomodé la ropa y regresé a la sala como si nada.

    Yo tenía el pulso acelerado y Sebas me miraba como si quisiera volver a agarrarme en cualquier momento.

    Cuando todos terminaron, Brenda dijo que llevaría a los demás a su casa. Solo Bere y yo nos quedamos. Mientras Brenda se preparaba, Bere pidió permiso para bañarse y se fue directo al baño.

    Sebas y yo nos quedamos solos en la sala.

    Él tomó un control de videojuegos.

    Sebas: “¿Jugamos? El que pierda recibe castigo.”

    Acepté. Pero perdí a propósito.

    Sebas: “Derecha o izquierda.”

    Luna: “Derecha. ¿Pero derecha de qué?”

    Él pidió que le pasara un cargador. Cuando me agaché para tomarlo, sentí una nalgada firme, seca, totalmente inesperada. Tragué saliva. La piel me ardió. Mi cuerpo reaccionó inmediato.

    Me giré, lo tomé de la camisa y lo empujé hacia el sillón. Me senté a horcajadas sobre él, sin pensarlo. Él me sostuvo fuerte de las caderas. El ambiente volvió a calentarse, más rápido que antes.

    Me quito el brasier y puso su mano en mi pecho, lo levanto y se lo llevo a la boca, comenzó dando vueltas con la lengua y al llegar al centro, dio un pequeño mordisco. Eso me provoco un gemido.

    Comenzó a bajar mi enterizo hasta que lo saco y puso su mano en mi tanga, la movió a un lado y comenzó a pasar su dedo por encima, de arriba a abajo y luego lo metió. Encontró mi clítoris y lo presionó con su dedo, comenzó a moverlo de arriba a abajo y me tenía solo apretando la cobija de tanto placer. Me moje muchísimo mas. Me recostó en el sillón, me abrió las piernas y comenzó a bajarme toda la ropa interior, llevo su boca hacia abajo para hacerme sexo oral y dio un lengüetazo para probar mis jugos, seguido de eso comenzó a apoyar su lengua en mi clítoris; hacia movimientos lentos y luego rápidos. Eso me llevo al clímax en unos pocos minutos, le avise que me iba a venir y traté de aventar su cabeza para que se moviera, pero se negó.

    Mientras mis caderas perdían el control, él las tomaba y bajaba sus manos para apretar mis nalgas. Llegue al orgasmo y eso lo excito demasiado, se tomó todos mis jugos.

    Después de lo que pasó entre nosotros en la sala, escuchamos el agua cerrarse en el baño. Nos acomodamos como si nada hubiera ocurrido y yo respiré hondo, tratando de recuperar el control.

    Bere bajó, Brenda y David regresaron, cenamos algo ligero y luego todos se dispusieron a dormir. Yo compartí cuarto con Brenda y Bere. Sebas se fue al suyo.

    Intenté dormir, pero no pude. Sentía mi pulso acelerado, mi cuerpo sensible, la mente repasando cada detalle. No sabía si él estaba igual…

    Hasta que, alrededor de las cuatro de la mañana, mi teléfono vibró debajo de la almohada.

    Una llamada de Sebas.

    La rechacé para que no despertara nadie.

    Un mensaje llegó enseguida:

    Sebas: “Luna, no puedo dormir. No sabes cuánto te deseo ahora mismo. Ven.”

    Me quedé quieta, procesando el mensaje. Mi respiración se volvió pesada. Dudé unos segundos… pero sabía perfectamente mi decisión.

    Me levanté con cuidado, abrí la puerta del cuarto despacio y salí al pasillo oscuro. La puerta de Sebas estaba entreabierta.

    Empujé lentamente. La habitación estaba apenas iluminada por la luz que se filtraba del pasillo. Sebas estaba recostado, cubierto solo por una sábana ligera. Me miró en silencio.

    Sebas: “Cierra con seguro.”

    Tragué saliva, cerré la puerta y caminé hacia él. Me pare en la orilla de la cama, me puse arriba de su cuerpo. Llegue a sus labios, comenzamos a besarnos mientras me apretaba de las nalgas y de la cintura, su lengua y mi lengua exploraban mientras nuestros cuerpos se frotaban. Comencé a bajar lentamente hasta llegar a su bóxer, puse la mano en su abdomen; la subía y bajaba en su pecho mientras que con la otra comencé a tocarlo por encima

    Seba: Umm que rico, sigue así, tienes unas manos riquísimas

    Comencé a bajar su bóxer y seguido de eso puse mi lengua en su pene. Hacia círculos en la puntita. Luego hundí mi lengua mientras con mis manos agarraba su pene y lo movía de arriba a abajo. Baje la lengua y fui dando besos alrededor.

    Seguí haciéndole sexo oral, Sebas tomaba mi cabeza para meterlo hasta la garganta y cuando estuvo a punto de llegar al clímax, se detuvo y dijo:

    Sebas: Ponte en 4, te quiero empinadita.

    Me acomode y sentí la boca de Sebas juguetear de nuevo; chupaba, succionaba, y bebía mis jugos, me tenía escurriendo del deseo. Seguido de eso lo escuche ponerse el condón, me empino aún mas y sentí entrar la puntita del pene. Me estaba doliendo y sentía como iba desgarrando, era una mezcla de placer y dolor. Cuando llegó a la mitad, comenzó a meterlo un poco mas rápido, me abrió las nalgas y ahí no pude evitar soltar un quejido del dolor. Sebas al momento me tapo la boca y me la metió completa, me queje aún mas fuerte pero él la dejo ahí adentro sin moverla, mientras se adaptaba mi vagina a su tamaño.

    Comenzó a moverse lentamente, luego, sus movimientos fueron subiendo. Me hizo mojar tanto que su verga entraba y salía y no dolía; me nalgueaba, apretaba de las caderas, susurraba cosas sucias y me tenía excitadísima. Estaba a punto de llegar al orgasmo, pero se detuvo, me dejo con las manos apretando la cobija. Se levantó para pedirme que le hiciera sexo oral, me acerque a su pene y comencé a chupar otra vez, pasaba mi lengua de arriba a abajo, metía mi lengua en su puntita y lo tenía disfrutando. El me pidió acostarme en la cama boca arriba.

    Me recosté y levanto mis piernas, las puso en sus hombros y comenzó a embestirme. No puedo describir esa sensación, simplemente lo sentía en todo mi cuerpo, me hacía girar los ojos del placer. Le dije que se recostara y estaba arriba de el; comencé a cabalgarlo, mis caderas hacían movimientos rudos y rápidos de atras hacia adelante y el estaba excitadísimo. Sentía llegar el orgasmo. El me tomo de las caderas para que las siguiera moviendo.

    Comencé a darle sentones, sentía mis nalgas rebotar, se escuchaba el sonido de los sentones que le estaba dando, el me apretaba para hacer los movimientos mas profundos y ahí fue donde ambos llegamos al clímax. Llegué al orgasmo primero y a los pocos segundos el. Nos recostamos y estuvimos abrazados un rato mas.

    Después de eso, fui al cuarto a descansar y a la mañana siguiente me paso a dejar a mi casa. Sería el comienzo de muchas mas aventuras.

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  • Colegas

    Colegas

    La noche era un torbellino de olores y sonidos, con humo de cigarrillos, alcohol barato y risas resonando en la casa, culminando después de semanas de llamadas y mensajes en una esperada reunión entre colegas.

    Liam y Mark, amigos desde la universidad, ebrios y despreocupados, se enfrentaron en la mesa, retomando su vieja costumbre de desafíos para ver quién era el mejor. Sus barrigas, hinchadas por la comida y la bebida, temblaban con cada carcajada. Los retos, como siempre, se volvían más locos con cada trago.

    —Apuesto a que no te atreves a meterte todo esto en la boca —bromeó Liam, apretando con su mano el gordo bulto de sus pantalones marcados.

    —Eso es lo que tú crees, amigo —respondió Mark, con una mueca de desafío en su rostro regordete—. ¡Te la he visto mil veces en los vestuarios y no es nada del otro mundo! ¡Eso que tienes ahí es una mierda para mi boca!

    La apuesta inicial, un juego de niños a estas alturas de la noche, se transformó rápidamente en algo más. La curiosidad, combinada con el alcohol y el buen espíritu de camaradería de toda una vida, les empujó a seguir adelante, entre bromas y risas.

    Liam, con los ojos encendidos por la embriaguez, se levantó y, con un movimiento rápido, desabrochó sus pantalones, dejándolos caer por las caderas.

    —Prepárate para perder —contestó con voz ronca por la risa y el alcohol.

    Con manos torpes pero decididas, se agarró los calzoncillos y los bajó con sorprendente facilidad, exponiendo su miembro rosado y algo hinchado.

    Mark se echó hacia atrás, soltando una carcajada al ver la estupidez de Liam.

    —¡Es trampa! —exclamó—. ¡Ya estás medio empalmado!

    Luego, con una risa nerviosa, imitó a Liam. Se levantó y, con un solo movimiento, se quedó igual que su amigo. La tensión se mezcló con la excitación en el ambiente. Ambos, muertos de risa y semidesnudos, sintieron sus corazones latir con fuerza ante lo absurdo de la escena.

    —¡Venga, venga… empieza, amigo! ¡Si dices que es una mierda, a ver cuánto te cabe en esa boca! —vaciló, meneándosela para ponérsela dura al 100%.

    La primera “prueba” fue torpe, un forcejeo lleno de risas. Mark, con los ojos llorosos, rodeó con su mano el rabo de su amigo y logró meterse la punta en su boca, pero sin más. La sensación fue extraña. Mark, inicialmente vacilante, sintió una oleada de excitación al experimentar algo nuevo así por primera vez.

    —Más, ¿no? —murmuró Liam, con dificultad, entre risas—. ¡La punta no cuenta! ¡Quiero que se note la boca, la saliva! ¡Como si te la estuviesen comiendo!

    Mark, sorprendido por su amigo, profundizó. Su boca se estiró, sus mejillas se inflaron mientras luchaba por acomodarse. El ambiente se volvió más íntimo, la broma inicial se transformó en algo más crudo, más visceral.

    El reto, como una marea creciente, invadió a ambos. Liam, con los ojos fijos en los de Mark, se esforzaba por introducirse el miembro de su amigo más y más. El cuerpo de Liam tembló al notar la boca apretar su polla bien dura, y una corriente de placer recorrió su columna vertebral. Se dejó llevar, sintiendo la boca tibia y húmeda, moviéndose adelante y atrás en un buen ritmo durante unos segundos. Hasta que, de pronto, una oleada de calor inundó la boca de Mark. Un gemido profundo escapó de Liam cuando su cuerpo, sin previo aviso, lo traicionó por el momento.

    El semen, espeso y lechoso, brotó con potencia en el interior de la boca de Mark. Al darse cuenta de que su colega se estaba corriendo, se la sacó con rapidez, pero la leche salía en numerosos chorros golpeando la sien y la mejilla con fuerza.

    Mark se detuvo, con los ojos muy abiertos viendo como la polla de su mejor amigo seguía expulsando semen sin parar. La sorpresa inicial dio paso a un momento inesperado. El sabor, salado y desconocido, se extendió por su lengua. El choque de sus miradas, en ese instante, fue una revelación: en medio del desorden y la sorpresa, algo nuevo había comenzado.

    Mark tragó varias veces, su garganta trabajando para deshacerse del los chorros que llenaron su boca. Sus ojos se encontraron nuevamente con los de Liam, que jadeante se encontraba con una mezcla de sorpresa, incredulidad y una pizca de excitación en su rostro sonrojado. Una risita nerviosa escapó de él, seguida de una carcajada.

    —Jajaja… ¡¡es lo que hay!! —exclamó Liam, tratando de recuperar el aliento— Vaya corrida, joder. ¡No sé qué has hecho, pero no me esperaba eso!

    Mark, aún recuperándose del torbellino de sensaciones y con la polla de su amigo en su mano todavía goteando algo, se unió a la risa, una risa que resonó en el pequeño espacio.

    —Tú lo pediste, colega —respondió Mark, con una sonrisa descarada—. ¡Te he ganado!

    El alcohol, que había sido el catalizador, ahora parecía potenciar la situación. La atmósfera se había vuelto más íntima, más atrevida. Ambos se examinaron con una nueva mirada, una mirada que valoraba la experiencia compartida.

    —Me has dejado la boca pegajosa —dijo Mark, limpiándose los labios con el dorso de la mano, sin dejar de sonreír.

    —Y tú me has dejado sin leche, cabrón —respondió Liam, guiñándole un ojo.

    —No sé por qué, pero tengo la polla dura como una piedra, ¡mira! —aclaró Mark, empalmado como lo estaba su colega.

    Sin mediar palabra, Liam se levantó, aún con el miembro erecto, tambaleándose un poco, y se dirigió a la nevera. Rellenó los vasos con whisky barato y hielo, y los alzaron de nuevo. El brindis fue breve, la aceptación tácita de lo que había ocurrido, un saludo al momento y a la imprevisibilidad de la noche.

    —¿Vamos a por el siguiente trago? —preguntó Liam, con una sonrisa pícara.

    —Solo mira cómo la tengo —respondió Mark—. No soy egoísta, me gusta también que ganen otros. Así que, al menos, debemos empatar, ¿no? ¡Ahora me toca a mí hacer que ganes tú!

    Liam asintió, con los ojos brillando. La noche, que había comenzado como una simple borrachera, se había transformado en algo más, una aventura inesperada que prometía continuar. El camino por recorrer, ahora que se había abierto una nueva puerta, parecía lleno de posibilidades. Y en el aire, flotaba la promesa de más risas, más desafíos y más descubrimientos. La noche era una masa de olores a humo de cigarrillos, alcohol del barato y risas resonando en la casa después de semana de hablar y hablar por teléfono para poder quedar al fin tras semanas planeando verse después del trabajo.

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  • Solo queda una cama

    Solo queda una cama

    La lluvia caía con insistencia sobre Hiroshima, transformando las calles en un tapiz resbaladizo de hojas otoñales que se adherían al asfalto como recuerdos empapados. El jardín japonés cercano parecía un sueño borroso bajo el velo gris del cielo, sus árboles caducos medio desnudos temblando con cada ráfaga de viento.

    Sato Yamada, un técnico de treinta años con un aire atractivo pero ligeramente excéntrico —gafas de montura fina, una pasión por circuitos electrónicos que a veces lo hacía parecer ajeno al mundo—, acababa de llegar para dar una conferencia sobre innovaciones en robótica. A su lado, Sayo Tanaka, la nueva comercial de la empresa, una mujer menuda de cuarenta años con una elegancia discreta y ojos que guardaban historias no contadas, observaba el panorama con una mezcla de fatiga y resignación.

    El hotel, un edificio modesto pero acogedor en el corazón de la ciudad, les deparó la primera sorpresa. “Lo siento, señores, pero debido a un error en la reserva, solo queda una habitación disponible”, explicó el recepcionista con una reverencia apresurada. Era tarde, la tormenta arreciaba, y no había alternativas viables.

    Sayo y Sato intercambiaron una mirada incómoda, pero asintieron.

    Compartirían el espacio.

    Al entrar en la habitación, el segundo imprevisto: una sola cama grande, impecable y tentadora bajo la luz tenue de la lámpara. Sato se rascó la nuca, avergonzado. “No traje pijama”, admitió. “Pensé que dormiría solo”. Sayo, con su maleta abierta, sacó un conjunto de algodón suave, pantalón y camisa holgada.

    Se cambió en el cuarto de baño.

    “Lo más difícil es que no nos conocemos lo suficiente”, murmuró ella, sentándose en el borde de la cama. “Ir a dormir así, con un extraño…”.

    Sato, en calzoncillos y camiseta de hombreras, se metió en la cama, por la derecha. Sayo hizo lo propio ocupando el lado izquierdo. Los dos boca arriba, con los ojos abiertos, incómodos.

    Sato rompió el silencio con una pregunta. “¿Y qué podemos hacer? ¿Conocernos mejor?”.

    Se levantaron y se instalaron en las sillas junto a la ventana, con vistas a la lluvia que azotaba los cristales. Abrieron el minibar y compartieron unas latas de cerveza fría, hablando de trivialidades al principio: el trabajo, la conferencia inminente, las peculiaridades de Hiroshima. Sato, con su voz calmada pero entusiasta, le contó anécdotas de sus inventos fallidos, haciendo que Sayo riera por primera vez. “Eres atractiva, ¿sabes?”, soltó él de pronto, con una sinceridad que lo sorprendió a sí mismo. Ella se sonrojó ligeramente, pero a medida que la confianza fluía como el alcohol en sus venas, extendió la mano y tocó su hombro, un gesto leve pero cargado de electricidad.

    El silencio volvió a ser protagonista durante unos instantes eternos.

    Sayo lo miró, esperando algo indefinible. Sato se inclinó y la besó, un roce suave que se prolongó. “Decías que te sentirías más cómoda si intimamos un poco”, susurró él contra sus labios. Las cosas fueron a más con naturalidad: caricias que exploraban curvas y texturas, besos que se volvían más profundos, como si el aire de la habitación se hubiera cargado de promesas. “Yo creo que si nos miramos el culo ya podemos decir que estamos como en casa”, bromeó Sayo, rompiendo la tensión con una risa. “¿Quién va primero? ¿Lo sorteamos?”.

    Sacaron una moneda de 500 yenes.

    Ganó Sayo —o perdió, dependiendo de cómo se viera—.

    Se levantó con gracia, se bajó el pantalón del pijama y giró ligeramente, revelando la curva suave y pálida de su trasero, un atisbo de vulnerabilidad que invitaba a la imaginación. Sato la siguió, bajando sus calzoncillos para mostrar el suyo, musculoso pero imperfecto. Sayo extendió la mano y rozó sus nalgas con dedos curiosos haciéndole cosquillas; él respondió girándose, abrazándola, besándola mientras sus manos alcanzaban el trasero femenino en cueros, un intercambio de calidez que borraba las distancias.

    Sato se apartó un instante, notando cómo sus calzoncillos se abultaban con la excitación evidente. La mirada de Sayo se posó allí, un segundo de complicidad muda. “Vamos a la cama”, sugirió ella, su voz un susurro ronco.

    Se acostaron cada uno en un extremo, el colchón un territorio neutral que pronto se volvió insuficiente. Un trueno retumbó en la noche, despertando fantasmas.

    “Menuda tormenta”, murmuró Sato. “¿Te da miedo?”.

    Sayo dudó, luego confesó: “De pequeña, sí. Ahora, un poco”. Se movió hacia él, apoyando la cabeza en su pecho, el latido de su corazón le transmitió calma. Se besaron de nuevo, un beso que se extendió como la lluvia afuera, un beso en el que ambos disfrutaron del sabor adictivo de la boca del otro, un beso donde la lengua jugó un papel crucial.

    “Hace frío”, se quejó él, tiritando ligeramente en su ropa interior.

    “Eso te pasa por no traer pijama”, replicó ella con una sonrisa juguetona.

    Luego, añadió: “Si quieres, hacemos la cuchara”.

    Sato rio, pero aceptó. Sayo se giró, dándole la espalda, aguardando. Él se pegó a ella, sus brazos rodeando su torso, las manos rozando accidentalmente —o no— la suavidad de sus pechos. Sus cuerpos encajaban, el trasero de ella presionando contra él de un modo que era a la vez inocente y provocador, tierno como una promesa susurrada. Respiraban en sincronía, inhalando el aroma del otro: el jabón floral de Sayo, el leve sudor masculino de Sato mezclado con perfume de varón. El tiempo se dilató en esa proximidad, hasta que, más tarde, el deseo se consumó en un acto de amor suave, exploratorio, donde los cuerpos se entrelazaban dejando espacio para lo no dicho, lo imaginado.

    Fuera, la lluvia cesó. Alguien caminaba por el parque, un perro ladraba en la distancia. La luna, poderosa, llena, apartando las nubes, iluminaba la noche con un resplandor plateado, como si bendijera el secreto compartido.

    A la mañana siguiente, Sato se levantó primero, rascándose las nalgas distraídamente camino al baño. Se duchó, el agua caliente borrando las huellas de la noche. Al salir, envuelto en una toalla, encontró a Sayo de cuclillas junto a su maleta, sin el pantalón del pijama. Sacaba ropa interior de color azul marino, y en esa pose, la curva de su espalda terminaba en un atisbo generoso de su intimidad, la tela de las bragas atrapada en la rajita, invitaba a la mirada.

    “Si fuese pintor, te pintaría tal y como estás ahora”, dijo él, con una sonrisa pícara.

    “Menudo tunante estás hecho”, respondió ella, riendo, pero sin prisa por cubrirse.

    Sayo cerró la puerta del baño; el sonido del agua corriendo llenó el aire. Sato, sentado en la cama, repasó sus notas para la presentación, el mundo exterior reclamaba su atención.

    “¿Desayuno a las ocho?”, propuso él en voz alta.

    “Vale”, llegó la voz de ella desde la ducha, amortiguada pero cálida.

    “Por cierto, me pasas el champú que lo dejé en la maleta”.

    “¿Te lo dejo fuera?”.

    “No, entra… que ya lo has visto todo”.

    Fin

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  • Trío con Graciela y mi esposa

    Trío con Graciela y mi esposa

    Voy a relatarles una rica experiencia que sucedió hace varios años, soy Javier un empresario, tengo 50 años, 1.80 de estatura, moreno claro, delgado se podría decir que bien conservado.

    Mi esposa Mary de 46 años una mujer bajita, guapa con unos ojos cafés hermosos, buenos pechos, blanca con una piel suave y un rico trasero paradito, llevamos cerca de 25 años de casados con una vida sexual muy activa hasta que por azares de la vida buscamos darle un giro más excitante a nuestra relación le sugiero hacer un trío con otra mujer, se me queda viendo y me pregunta que si realmente lo deseo, le contesto que si, cada vez que hacíamos el amor sacábamos el tema imaginando que estaba otra mujer con nosotros, en verdad nos ponía tan calientes que terminábamos teniendo unas sesiones de sexo increíbles.

    Poniendo manos a la obra le llame a Graciela una amiga con la que había salido hace tiempo de hecho teníamos comunicación frecuentemente así que la invite a un bar a tomar una copa y le comente lo que tenía planeado preguntándole si ella quería ser esa persona (sabía que ella era liberal) así que acepto.

    Regreso a casa no le comento nada a mi esposa hasta la noche que estábamos en la cama teniendo sexo nuevamente nos pusimos a tope de calientes e hicimos el amor salvajemente, al día siguiente me pongo de acuerdo con nuestra amiga Graciela le comento los planes, pasaría el día viernes a recogerla e iríamos a una bar con música en vivo a pasar un rato y que se conocieran si no había objeciones de ahí nos iríamos al motel, cosa que acepto.

    Llega el viernes por la tarde tanto Mary como yo estamos nerviosos me empiezo arreglar, salgo del cuarto y voy a la sala de la casa a esperarla como a los veinte minutos baja con un vestido entallado que le legaba arriba de las rodillas, bien maquilladita que me deja con la boca abierta de lo hermosa que luce, se me acerca, me abraza y me dice que esta lista, paso mis manos por su trasero y me doy cuenta que se puso un hilo dental, provoca en mí una erección inmediata, se separa diciéndome quieto que eso es para más tarde, nos subimos al carro y nos dirigimos a recoger a Graciela.

    Sale de su departamento y guau que sorpresa trae también un vestido pegado a su cuerpo haciendo lucir su figura, vale decir que Graciela que a sus 47 años tiene un bien formado trasero y unas piernas bien, pechos levantados y unas piernas bien torneadas que levantan suspiros en la calle

    Llegamos al bar el cual tenía una pista para bailar, nos sentamos en una mesa del fondo para platicar a gusto, Mary y Graciela se sentaron juntas y se pusieron a charlar, las dos lucían hermosas, llega el mesero y le ordenamos unos tragos, yo estaba sentado a un lado de mi esposa mientras platicaba le estaba acariciando las piernas, intenta retirar mi mano cuando llega el mesero con las bebidas, cuando se retira continuo acariciándola, se notaba que le daba pena que Graciela se diera cuenta, se volteó hacia mi y me da un beso enseguida separa sus piernas dándome oportunidad de tocar sus muslos de pronto se me queda viendo cuando siente otra mano acariciar su otra pierna, era Graciela.

    Le hago un guiño como aprobación y abre completamente sus piernas para ser acariciada al tiempo que extiende su mano para tocarme el bulto, subo mi mano hasta su conchita que estaba medio cubierta con la tanguita que traía puesta ya estaba mojada con sus flujos, al intentar pasar mis dedos por la rajita ya estaba la mano de Graciela acariciándola.

    Mary empieza a gemir y me dice que me saque la verga del pantalón, así lo hago, empieza a masturbarme voltea hacia mí y nos besamos, siento su respiración agitada mientras cierra sus ojos y empieza a tener un orgasmo, Graciela retira su mano y meto la mía encuentro la conchita de mi esposa inundada de sus fluidos, Graciela pasa su mano y pone sus dedos en mi boca, los chupo dejándolos limpiecitos, Mary deja de masturbarme y me dice que necesita ir al baño, Graciela se ofrece acompañarla, se van las dos.

    Observo a esas dos bellezas caminar, veo alrededor y nadie estaba poniéndonos atención me termino de tomar la bebida cuando regresan Mary y Graciela, las dos sonriendo me dicen que es hora de ir a otro lugar, rápidamente pido la cuenta y nos retiramos, nos subimos en mi camioneta, los tres vamos en el asiento delantero dirigiéndonos a un motel que está un poco retirado, en el trayecto Mary me saca la verga del pantalón y se agacha para darme una mamada mientras Graciela está acariciándole las nalgas.

    Yo estaba a punto de venirme así que les dije para agarrar un poco de aire que ocupaba conducir, Graciela toma de la cara a Mary y la besa Inmediatamente las dos se prenden, se empiezan acariciar a través del vestido, se los suben hasta la cintura y se tocan las conchitas mientras yo estaba apurado por llegar al motel, por fin le aviso que vamos llegando, se acomodan en el asiento me dan el número de cuarto, al entrar las dos que previamente se habían puesto de acuerdo en el baño del bar empiezan a desnudarse una a la otra quedando frente a mi completamente desnudas, entre las dos me desvisten.

    Graciela se arrodilla y empieza mamarme la verga, Mary me besa la boca, el pecho, la panza, baja un poco más, Graciela saca mi verga de su boca ahora Mary empieza a mamarla entre las dos me tiene a reventar, las tomo de sus brazos y las pongo de pie, tomo a Graciela de la cintura y la beso mientras mis manos acarician su trasero, Mary le besa el cuello y la espalda, paso mi mano por la conchita de Graciela la cual esta empapada, la subo a la cama y se recuesta boca arriba, empiezo a besarla, besar el cuello, sus senos, su estómago, sus piernas, hasta que llego a su conchita, siento el calor, su aroma y empiezo a comérsela la tiene casi toda depilada igual que mi mujer.

    Mientras le como la conchita Mary la está besando, lamiendo, chupando sus pezones, Graciela extiende su mano para acariciar las nalgas de Mary y meter la mano en su conchita, al cabo de un rato Graciela empieza a venirse llenando mi boca de sus fluidos al mismo tiempo que le provoca a Mary otro orgasmo con su mano.

    Ahora las dos me dicen que me recueste boca arriba, empiezan a besarme todo el cuerpo, me maman la verga hasta las bolas, están prendidas hasta que ya no aguanto y suelto toda la leche en sus bocas un chorro para una y para otra, las muy calientes se besan mientras me recupero, Graciela pone boca arriba a Mary se pone encima de ella y empieza a besarla, a besar sus senos con una maestría admirable sigue bajando por su vientre, sus piernas hasta sus pies luego sube hasta la conchita y empieza a comérsela.

    Me acerco a Mary y la beso, le acaricio los senos empieza a gemir de placer por la comida de conchita que le están dando, me pide que le ponga mi verga en su boca, se la pongo y me la pone dura inmediatamente se la saca y me dice quiero ver que se la metas, quiero sentir el cuerpo de Graciela encima de mí, quiero escuchar sus gemidos mientras la coges, así lo hago Graciela se pone encima de ella y se besan yo me pongo detrás de Graciela que tiene un culo delicioso, la empiezo a penetrar tiene la conchita apretadita pero no batallo porque esta empapada, agarrándola de las caderas se la meto con fuerza haciéndola gemir de placer.

    Mary le pone sus brazos en el cuello acercándola hacia ella la empiezo a meter y sacar cao mayor ritmo y profundidad por unos minutos hasta que suelto mi descarga en su interior ella al sentirlo empieza a estremecerse envuelta en un rico orgasmo, Mary sintiendo los gemidos cerca de su oído también se viene bestialmente quedando abrazada de Graciela, se la saco y observo esas dos conchitas completamente mojadas quedamos exhaustos me recuesto en la cama y se ponen cada una a un lado… la noche es joven, apenas comienza.

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  • La primera vez que fui infiel

    La primera vez que fui infiel

    Hacía tiempo que con toda la pandilla acudíamos de vez en cuando durante el sábado por la tarde a un balneario cercano para disfrutar de una sesiones tremendamente relajantes.

    En algunas ocasiones yo acudía entre semana, con mi mujer a veces algunas tardes a última hora y solo especialmente a la hora del almuerzo después de esas mañanas de caos que me dejaban destrozado.

    Hace poco tiempo en una de las sesiones de mediodía me encontré a Paula.

    Paula es la mujer de uno de los amigos de la mía. Es una mujer increíblemente dulce y alegre con una sonrisa siempre dibujada. Baja y delgada, tiene una figura envidiable, con unas proporciones ideales para su escasa estatura.

    Durante la sesión charlamos un rato y decidimos comer juntos. Durante la comida me comentó que solía venir algunos días a la hora del almuerzo, y en ocasiones acompañada de una pareja de conocidos suyos aficionados también a los relajantes baños. Decidimos quedar para la semana siguiente.

    Cuando llegué a la cafetería Paula acababa de llegar, estaba muy atractiva con su habitual y sexy estilo de ejecutiva agresiva, traje de chaqueta con falda por la rodilla ajustada al hermoso culo y camiseta ceñida con un generoso escote.

    Junto a ella estaba una pareja de aproximadamente la misma edad que nosotros, tras la presentaciones y un par de comentarios nos preparamos para comenzar la sesión.

    Tan relajante como siempre, decidimos juntos terminar la agradable charla con un pequeño baño en la piscina de agua salada con masaje de alta presión.

    Durante ese rato pude observar como la pareja que nos acompañaba iniciaban unos poco disimulados juegos de manos, adornados con besuqueos y bromitas. Con el paso de pocos minutos y a pesar de que el movimiento del agua dificultaba la visión, no podía casi disimular mis continuas miradas a las caricias y trabajos que se regalaban entre ellos. Cada vez me sentía más y más excitado con la situación.

    En un momento noté la mano de Paula apoyándose en mi pierna con intención de llamarme la atención y acercándose a mí me susurró:

    —Ten cuidado que te van a poner fatal, yo casi estoy acostumbrada, pero procuro hacerme la medio dormida en este rato.

    Terminando la frase con un golpecito cómplice de nuevo, pero esta vez su mano accidentalmente se había acercado un poco más a mi cuerpo y cuando la acercó hacía donde esperaba encontrar mi pierna, aterrizó sobre mi polla completamente dura empujando mi bañador con fuerza.

    Se giró hacia mí.

    —Quería avisarte, pero veo que es tarde. —Y se sonrió, recostándose de nuevo y entrecerrando los ojos continuó la frase.— Al menos nosotras tenemos la suerte de en esta situación disimular perfectamente todos nuestros síntomas.

    Continuando con la broma acerqué mi mano ligeramente al centro de la braguita de su bikini.

    —Es cierto aquí en la piscina es difícil evidenciar alguna señal.

    En medio de unas risitas apagadas, con la intención de no interrumpir a nuestros compañeros continuamos la broma. Su mano de volvió a tender hacia mi entrepierna y sin ningún disimulo exploró mi dura polla desde la punta hasta agarrarme delicadamente los huevos.

    —Creo que tú vas a tener que esperar un rato para salir de aquí, con ese arma no puedes ir a ningún lado.

    Nuestro juego subacuático se interrumpió con el anuncio de nuestros acompañantes de que nos abandonaban, y se volvían para almorzar en la oficina, nosotros decidimos quedarnos a comer en el restaurante del hotel para regresar a temprano a nuestros trabajos.

    Cuando Paula llegó a la mesa, mi mirada la recorrió completamente y ella dándose cuenta de ello se tomó cierto tiempo para acomodarse y sentarse. Se me hizo inmediatamente evidente, que había prescindido del sujetador tras la ducha y su ajustada camiseta me permitía apreciar con absoluta claridad la forma de sus tetas, y sus pezones apuntando ligeramente.

    No podía aguantar más, mi sangre hervía y mi polla se endurecía una y otra vez mientras mi mente fantaseaba con disfrutar de su cuerpo.

    En un momento le propuse entre bromas quedarnos por la tarde en el hotel para sorprenderme a mí mismo en unos minutos besando como un salvaje a Paula contra la pared de una de las habitaciones.

    Apoyados contra la pared nos besamos como dos adolescentes, mi lengua saltaba desde su boca a sus orejas, para bajar por el cuello empapándola. Mis manos comenzaron a acariciar sus tetas, mientras distinguía por encima de la camiseta como crecían sus pezones y su aureola se hacía cada vez más dura. Besándola despacio por la cara , sobre sus ojos cerrados, lamiéndole las orejas y rozando delicadamente el cuello con la punta empapada de mi lengua, comencé a deslizarme hacia delante por su escote para besar sobre la camiseta sus pechos y atrapar sus pezones suavemente entre mis labios.

    Mi excitación era brutal y la de Paula iba creciendo en cada momento, sus manos me agarraban por el culo y me apretaban contra sus cadera mientras su cintura se movía despacio atrapando con su pelvis mi polla tan dura que se perfilaba perfecta sobre mi pantalón de vestir.

    Le quité la camiseta y con la punta de mi lengua empapada rozaba ligerísimamente sus pezones oscuros mientras Paula me desnudaba por completo y se paraba para acariciarme despacio mi polla ya completamente liberada de todos las ropas.

    Mis manos se deslizaron bajo su falda y comencé a acariciarle la cara interior de sus muslos ascendiendo despacio hasta rozar los bordes de su tanga. Mis dedos se enredaron sobre la húmeda tela para desnudarle su coño empapado. Las yemas de mis dedos recorrían arriba y abajo la raja, con la presión justa para sin apenas separarle los labios empapados, acariciarle el clítoris y deslizarlos luego hasta la suave piel que anunciaba el comienzo de su culo.

    Su mano mientras, atrapándome con una suave presión recorría mi polla completamente empapada con hábiles movimientos, ofreciéndome unas olas de placer increíble.

    La levante agarrándola por la cintura para bajando apoyada en la pared dejar que se empalara hasta que tropezar con mis caderas y notar como la punta de mi polla empujaba contra el final de su coño completamente encharcado.

    Apoyándose en sus brazos y en sus muslos Paula empujaba despacio una y otra vez mi polla hasta encajarla por completo dentro de ella , cada vez que se levanta su coño se ceñía sobre mi polla ordenándola una y otra vez mientras ella temblaba ligeramente con cada oleada de placer.

    No podía aguantar más así sin estallar en un grito, apoyándola de cara a la pared, con sus palmas y dedos abiertos sobre la suave tela y doblando su cuerpo, me mostró una imagen increíble, de un morbo tan sublime que creí que llegaba inmediatamente al orgasmo, con la simple mirada de su cuerpo ofreciéndose tan lascivo, de su hermosa, rosada, hinchada, y húmeda vulva esperando el embate de todo mi cuerpo.

    Acerque mi polla a su entrada todo lo despacio que me permitió mi pasión, para disfrutar al máximo del placer y tras acariciar suavemente su vulva con la punta primero, y toda la longitud de mi polla después la enterré despacio, muy despacio resbalando con el glande sobre la entrada con suavidad.

    Cada vez que mi polla quedaba fuera latía en el aire deseando enterrarse una vez mas para penetrarla con fuerza y violencia mientras notaba como Paula con su mano acariciaba su clítoris y doblaba su espalda con cada empujón hacia atrás de su culo. Llegué a un orgasmo brutal, mis piernas temblaban y el ardor subía en oleadas por mi vientre y mi pecho hasta mi cuello cuando Paula entre unas delicados gemidos comenzó a arquear su espalda y doblar sus rodillas disfrutando a la vez del orgasmo mientras la inundaba de mi pasión.

    Nos tiramos sobre la cama para disfrutar de besos y caricias, para lamernos las pequeñas perlas de sudor que nos empapaban, para acariciarnos todo el cuerpo con ansias de repetir inmediatamente.

    Sus besos se deslizaron por mi pecho y me regalaron una nueva humedad en mis pezones, sus labios recorrieron mi vientre, su lengua jugueteó con mi ombligo y su boca se enfrasco en una deliciosa guerra con mi polla otra vez dispuesta.

    Paula encerraba mi glande con sus labios mientras con su lengua lamía delicadamente bajo el frenillo, otorgándome un placer que nunca me habían regalado en una mamada. Se giro completamente para ofrecerme su coño y en un movimiento sentó su raja directamente sobre mi boca, dando un par de ligeros empujones. Mi lengua se afano directamente con los pliegues de sus labios, su vulva hinchada estaba dura de la excitación y sus labios llenos de placer rebotaban contra mi lengua que resbalaba increíblemente lubricada por sus jugos y mi saliva.

    Con la punta de mi lengua podía disfrutar del roce con su clítoris, empujarlo a un lado y al otro, lamer delicadamente su puntita y apreciar como su cuerpo se arqueaba y retorcía con el placer y su boca se cerraba con más intensidad aun, ascendiendo y descendiendo a lo largo de mi polla. Paula se incorporó de un salto y de espaldas a mí se clavó de nuevo en mi verga erecta, ligeramente inclinada hacia mis pies marcaba el ritmo de las penetraciones, mientras yo notaba casi con perfección la pequeña almohadilla arrugada en el interior de su resbaladizo coño. En unos momentos Paula yacía tumbada con su cara entre mis pies, con mi polla chorreando todavía parcialmente metida dentro de ella.

    En la última cena de la pandilla hemos bromeado abiertamente delante de su marido y de mi mujer acerca de lo relajante y conveniente que son las sesiones de balneario a mediodía.

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  • Mi joven esposa (4): Cuernos consentidos (parte 2)

    Mi joven esposa (4): Cuernos consentidos (parte 2)

    Segunda parte de este capítulo.

    Sin esperar nada más, el señor Diego la tomó de la cintura y la llevó a sus labios, Yes lo beso en la boca con torpeza de primeriza, los nervios le estaban ganando, eso le gustaba a Diego que bajo las manos a sus caderas y la pego totalmente a él, a lo que Yes solo reaccionaba dejándose hacer y acelerando su respiración.

    En esa pose dieron pasos hacia dentro llegando a la barra que usaba como comedor, yo me senté en una de esas sillas altas, Diego pasó sus manos más abajo, recorrió sus piernas alzando una y pegando a Yes hacia él en con esa pierna arriba, la volvió a bajar y ahora ponía sus manos sobre sus nalgas, nada de esto pasaba desapercibido por ella, cada que la tocaba ella lanzaba un gemido, esta ebria y excitada, su sensibilidad estaba al límite y se notaba.

    A mí el momento me parecía irreal, todo lo que habíamos fantaseado, el acuerdo al que habíamos llegado, lo que parecía un juego, ahora estaba haciéndose realidad y esa realidad superaba por mucho la ficción, solo habíamos llegado ahí por casualidad, u2n día aburrido sin esperar nada, se había vuelto el día en que se me cumpliría mi más perverso deseo, que otro hombre se follara a mi esposa.

    Ellos continuaban besándose y explorándose, el señor Diego ya había desabotonado la blusa de Yes, ella ya había bajado sus manos hacia el paquete del señor Diego, lo acariciaba por encima del pantalón y ahora era él quien respiraba con mayor frecuencia, le desajusto el cinturón y buscaba despojarlo de sus pantalones, Diego no espero más, así como la tenía besándola de frente, la tomó de las piernas y la levanto, camino hacia la puerta de su habitación y la llevo dentro. Yo me quedé estático ante la situación, les perdí de vista, pero tampoco me animaba a buscarlos con la mirada, la puerta había quedado entreabierta, solo podía escuchar el sonido de sus besos y sus respiraciones entremezcladas.

    De nuevo me sumí en mis pensamientos, mucho había deseado que ocurriera esta situación, pero ahora no sabía si lo soportaría, las experiencias que había leído, me decían que podía ser una situación dura para el marido, había veces en que ellos no soportaban los celos y detenían a sus parejas o hasta agredían al tercero, quizás yo no estaba preparado para ello, lo mejor seria dejarlos solos y no ver, pues no quería que un arranque de celos le cortara la experiencia a Yes, con esa idea en mi mente me resigne a quedarme sentado ahí en el comedor, con una cerveza en la mano, mientras ellos consumaban el acto dentro de su dormitorio.

    Estaba en eso, cuando el sonido de besos se convirtió en susurros, algo se decían y no podía entenderlo, de poco en poco se escuchó la ropa caer y se hizo el silencio por un momento, cuando preste mayor atención para intentar escuchar algo, en la habitación comenzó a sonar un “gluk, gluk”, la curiosidad se intensificó, haciendo dejar a la duda de hace un momento atrás, casi hipnotizado por el sonido me acerque prácticamente de cuclillas, con total cuidado de que no me escucharan, como si tuviera miedo de que ellos me vieran ahí, abrí lentamente la puerta y despacio entre a la habitación, los busqué entre la oscuridad de la habitación, hasta que finalmente vi las dos siluetas dibujarse ante mí.

    Yes estaba de rodillas con la cabeza a la altura de su pelvis, Diego sostenía su cabello en una especie de coleta hecha solo con su mano, la llevaba lentamente, pero con firmeza hacia él, ella engullía su miembro como una golosina, después de un momento de observarlos Diego me percibió.

    D: ¿te vas a quedar de pie? es mejor que vayas por una silla

    Como si fuera una orden, salí de nuevo de la habitación y busque la misma silla donde estaba sentado antes, entre con ella y busque donde ponerla, no lo había notado hasta el momento, pero la habitación era pequeña, en el medio del piso tenía un colchón King size, que dejaba poco espacio en las orillas, alrededor pocas cosas, algunas prendas tiradas y una gran pantalla en el frente sobre un mueble, al lado de la pantalla estaban ellos dos, puse la silla a la altura de su cabecera, pegado a la pared, en el rincón má2s alejado de ellos, como para no estorbarles.

    Con las luces apagadas, era difícil distinguir las siluetas, pero la vista se acostumbra a la oscuridad y poco a poco los pude distinguir mejor, el señor Diego ya había sacado su miembro de la boca de mi esposa, ahora jugaba con esté dándole golpes en sus tetas, la levantó y con una mano tomo su cara, mientras salían hilos de saliva de su boca, él la beso.

    Con ese beso guarro, la volvió a levantar y ahora la tiro encima del colchón, no estaba seguro de si ella me percibía o si sabía que yo estaba presente, ya que su mirada estaba centrada en el señor Diego, él se recostó sobre ella y comenzó a jugar de nuevo con su miembro, lo pasaba por su entrada una y otra vez, de forma lenta, pero restregándola con fuerza, ella estaba desquiciada por el placer, se veía en su cara la necesidad de ser penetrada. No pudo soportar más el juego, lo tomó de su cabeza y susurrándole al oido le dijo, “penétrame”.

    Diego obedeció, dirigió su miembro a la vagina de mi esposa y la penetró con facilidad, lo húmeda que estaba permitía que el señor Diego entrara y saliera con facilidad, manejo un ritmo regular, ni lento ni rápido, pero asegurándose de hacerle sentir todo su peso en cada embestida, no tardó en llegar el orgasmo de Yes.

    Mientras ellos se detuvieron, otro sonido se hizo presente en la habitación, afuera se escuchaban voces y sonidos de platos y cucharas chocando, no me había percatado de que la ventana de la recamara de Diego daba justo en el pasillo por donde antes habíamos pasado, las voces se hicieron más claras, en el otro departamento se encontraban cenando. Ajenos a esto, los ahora amantes volvieron a los movimientos, Diego había tomado de los tobillos a mi mujer y los sostenía alzando completamente sus piernas, de esa manera la volvió a penetrar llegando más profundo en su interior, con cada estocada ella lanzaba un gemido cada vez más intenso, al principio había intentado mantener la calma, pero ante tal placer era inevitable que soportara tanto, así cedió a sus instintos y comenzó a gemir con fuerza.

    Las voces afuera seguían, era la voz del niño y la señora que antes habíamos encontrado, hablaban de cosas que no se entendían muy bien, pero sus voces eran distinguibles, lo que quería decir, que, si nosotros los escuchábamos a ellos, lo más seguro era que ellos podrían escucharnos a nosotros también.

    En esa posición, Diego recostó su peso en Yes, acercó su cara a la de ella y le decía cosas al oído, “estas muy apretada”, “lo sabias”, “¿tu esposo te lo dice?”, de pronto, Diego volteo a verme y me dijo sin ninguna vergüenza, “gracias por traerme a tu esposa”, Yes soltó un gemido profundo al escucharlo, a mí se me hizo un hueco en el estómago con su comentario, en ese momento sentía rabia, coraje ,enojo, ahora entendía por qué decían que los celos podrían ser un problema, aun así, solo atine a decirle, “de nada”.

    Se detuvo y la reincorporo, ahora tocaba ponerla en cuatro, Yes se dejaba llevar sin ningún tipo de oposición, sólo estaba interesada en el placer que le estaba proporcionando su infidelidad, la puso de frente a mí, y volvió a dirigir su pene a su vagina, se quedó en la entrada y le dijo a Yes.

    D: voltea a ver a tu marido

    Yes obedeció y su mirada se encontró con la mía, ahora dirigiéndose a mí preguntó.

    D: ¿te gusta lo que ves?

    Con voz cortada conteste

    K: S s sii

    D: ¡Dile a tu marido que quieres Yes!

    Y: ¡quiero que me penetre!

    D: jaja, dime ¿se lo meto a tu esposa?

    K: si Diego, cógetela por favor

    Todo pasaba como un sueño, sin pensarlo tanto, Diego sabia como hacer que dijéramos lo que él quería, nos estaba dirigiendo a ambos y movidos por el morbo, caímos en su juego, Diego la había penetrado de nuevo y tras las pocas palabras que nos dirigió, Yes se mostraba aún más sensible, ya no eran simples gemidos, ahora se escuchaban gritos fuertes, Diego la estaba embistiendo con fuerza y ella solo podía gritar entre una mezcla de dolor y placer.

    Cuando mis sentidos volvieron en sí, note que los ruidos de fuera se habían apagado, ya no parecía que hubiera nadie hablando en el otro departamento, solo se escuchaban los gritos de mi esposa mientras recibía en su interior la verga de Diego y los bufidos que este daba en cada embestida, literalmente se la estaba cogiendo y se podía escuchar en toda la habitación y seguramente, en el departamento de sus vecinos.

    Diego continúo cogiéndose a Yes en esa posición, mientras le seguía diciendo lo buena que estaba, lo puta que era por coger con otro en frente de su marido, que tenía la edad de las amigas de su hijo, a las cuales también tenía ganas de cogérselas, etc., todo esto para encenderla aún más y vaya que lo logró, fueron minutos de intensos gemidos, hasta que Diego anunció que se venía.

    Yes se tiró a la cama de espaldas y Diego se masturbo sobre su vientre hasta que derramó su blanco esperma, lanzó un tremendo bufido mientras se corría, de igual forma Yes gimió mientras sentía su calor caer sobre su piel, por la oscuridad no lo había notado hasta ese momento, pero el señor Diego no se había colocado condón y Yes tampoco se lo había pedido, aun así se vino afuera.

    Estuvieron un momento recostados, mientras recuperaban el aire, Diego se levantó y me dijo:

    K: ¿terminaste?, yo me voy a dar un baño, están en su casa

    Era verdad, de los nervios ni siquiera había considerado masturbarme, tenía una erección considerable desde el principio, pero tenía miedo de que si me corría antes de que ellos terminaran, los celos me podrían traicionar, así que decidí aguantarme hasta volver a casa, sin embargo, quizás por la experiencia de Diego, el nos estaba permitiendo utilizar su habitación para tal fin. Me acerque a Yes, estaba totalmente sonrojada y con la temperatura a tope, me vio a los ojos y me pregunto:

    Y: ¿qué tal estuvo, te gusto lo que viste?

    K: estuvo genial amor, super caliente

    Y: ¿también te corriste?

    K: no, no lo hice

    Y: entonces ven

    Se sentó sobre el colchón, me tomo el pene y comenzó a masturbarme,

    Y: ¿imaginaste que iba a ser así?

    K: no, fue más intenso de lo que imagine

    Y: si lo sé, para sus años el señor Diego tiene buena condición

    K: ¿ah sí?, ¿Te gusto como lo hace?

    Y: si, desde el principio supo llevar el ritmo, yo solo me deje llevar

    K: ya veo, ¿y usaron condón?

    Y: no, no traía condones, no esperaba que pasara algo esta noche

    K: ¿y, aun así, se lo permitiste?

    Y: ya estaba muy caliente, no iba a quedarme con las ganas, pero si te preocupa, me tomare la pastilla

    K: ¿pero se vino afuera o no?

    Y: si, él se salió por sí mismo

    K: jaja, tu querías que se viniera adentro

    Y: jeje, pues si, se hubiera sentido más rica su leche adentro

    Con ese último comentario me corrí abundantemente, por increíble que parezca, esa fue una de las mejores pajas de mi vida. Nos levantamos de la cama y nos vestimos de nuevo, Diego ya se había terminado de bañar y nos dijo que en un momento nos llevaría de vuelta a casa, nosotros le dijimos que no se molestara y que solo nos acercará al mismo punto de encuentro, a lo que él aceptó.

    Salimos de su departamento, tomados de la mano y abrazándonos como una pareja de recién casados irradiando felicidad, hasta que nos pusimos nerviosos, cuando vimos que por las escaleras venía subiendo de nuevo la vecina de horas atrás, en esta ocasión no nos dirigió la palabra, pasó de largo lanzándonos una mirada de desprecio o asco. El señor Diego nos llevó al punto acordado, nos dimos un fuerte estrechón de manos y se despidió de mi esposa besándola en la mejilla, “fue un placer, espero verlos de nuevo”, solo esas palabras quedaron.

    Una vez en el camino, nos fuimos besando, acariciándonos, hablándonos de forma tierna como recién enamorados, la experiencia lejos de causarnos un conflicto en pareja, pareciera que nos había devuelto al tiempo de novios, con los nervios y las sensaciones a flor de piel. En casa repasamos lo acontecido, volvimos a desnudarnos y jugar con nuestros cuerpos, lamí y recorrí cada parte de su cuerpo aún impregnado en el sudor de Diego, conversamos sobre lo que había pasado por la mente de la señora.

    Había escuchado sexo entre un hombre y una mujer, sabía que los ruidos provenían del departamento de su vecino, los bufidos se escucharían de un hombre mayor y no de un joven como yo, deduciendo que no podrían ser de nadie más que de su vecino; los gemidos eran de una chica y había visto entrar a una chica al departamento con su vecino, pero venia acompañado de su marido, no había mas mujeres, los gemidos definitivamente serian de la chica, pero, nunca se escuchó al marido, solo eran los gemidos de ellos dos.

    Supongo que es inimaginable para ella el escenario, pero lo vio, un chico joven trajo a su esposa veinteañera, a la casa de su vecino cincuentón, para convivir y beber unas copas y las cosas irían tal, que su vecino maduro terminó cogiéndose a la chica y lejos de escuchar alguna discusión entre su vecino y el marido, vio salir a la joven pareja feliz y con una total satisfacción en la cara, acompañados de nuevo por su vecino, con toda tranquilidad como si lo que escucho no hubiera pasado.

    Toda esa conversación nos dio tal morbo que volvimos a hacerlo durante toda la noche, así, sin siquiera habernos bañado, oliendo el aroma de su sudor en mi mujer, el olor a su semen sobre su vientre e introduciendo mi pene, en el mismo lugar donde el señor Diego había estado hace unas horas, pudiendo notar la lubricación y lo abierta que la había dejado, además de tener presente, que había estado sin condón, mezclando sus fluidos con los de mi esposa y ahora con los míos.

    Esta primera experiencia abrió nuestro matrimonio a nuevos placeres, siendo testigos vivos de que cuando se separa el sexo y el amor en un matrimonio, la pareja puede vivir una sexualidad donde disfruten ambos sin tabús ni remordimientos, siendo solo el principio de las tantas experiencias que viviríamos después.

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  • Mi esposa se desnuda para otro

    Mi esposa se desnuda para otro

    Mi esposa es muy sensual. Pelo liso moreno por debajo de los hombros. Piel morena por su afición a la playa.

    Uñas siempre arregladas, cara linda y ojos marrones. Mide 165 cm y es rellenita, pero sin tener sobrepeso. Pero lo que más llama la atención de los demás hombres son dos cosas. Sus tetas y la forma de su culo. Sus tetas son redonditas de tamaño mediano, con un escote pronunciado y una leve caída debido a sus dos embarazos. Suelen rozarse ambas tetas dejando un canalillo muy sugerente que ella alimenta con sus vestidos escotados. Las tiene bronceadas al no usar la parte superior del bikini en la playa (noto como muchos hombres no quitan ojo de esas tetas) y sus pezones algo rosados y aureola más oscura.

    Pero lo que resalta mi hi en su figura es su culo. Lo tiene respingón, bastante más ancho que sus caderas y duro debido a sus entrenamientos en el gym. La piel de culete también es morena (le encanta usar tanga en la playa) y suave. Cuando camina su trasero se mueve que parece que tenga vida propia. Estoy seguro que muchos de mis amigos harán comentarios sobre esa parte de su cuerpo y alguno se masturbará pensando en él.

    Tan atractiva es ella que muchas veces le he preguntado si no le gustaría algún día estar con otro hombre y probar que se siente. Siempre me contesta que no, y que si algún día lo hiciera me lo diría.

    Una mañana estaba con mi amigo José en casa. Había venido a ayudarme con una reforma que estaba haciendo. José es un chico que se mantiene en forma y suele ligar mucho con las mujeres. Es bastante guapete y tiene un cuerpo definido y musculado sin ser exagerado. A veces me invita a salir de copas y siempre le digo que no. Él me contesta que es normal que no vaya, si él tuviera en su casa la mujer que tengo yo estaría toda la noche disfrutando de esas curvas jejeje. Lo dice con respeto y en tono de broma pero yo sé que está loco por meter su cabeza en esas tetas y su polla entre semejantes nalgas.

    Al terminar la obra, le digo que se espere en casa y yo me acerco al supermercado a comprar carne y unas cervezas. Justo cuando me disponía a salir mi esposa entra por la puerta, me da un beso y dos a José. José estaba sin camisa y noto como mi esposa se queda mirando si torso definido y sus pectorales y bíceps aún en tensión por el esfuerzo hecho hace unos minutos.

    -“Cariño José vino a ayudarme con la obra pero ya hemos terminado. Me voy al Super a por carne y cervezas para comer algo en un rato”- le dije yo.

    -“Vale cariño, me voy a dar una ducha. Si José quiere también se puede duchar luego. Nos vemos cuando vuelvas”.

    Cuando volví (tras una hora debido al tráfico y la cantidad de gente en el supermercado ) comimos los tres y bebimos alguna cerveza. Pero mi amigo José se fue enseguida.

    Mi esposa y yo nos quedamos solos y ella me dijo que quería hablar conmigo.

    -“Cariño puedo contarte algo?”

    -“Claro”- le dije.

    -“Siempre te he dicho que no necesito estar con otro hombre, y que si algún día pasara te lo contaría”.

    -“Me parece bien”. Le dije algo extrañado.

    En ese momento mi mujer empezó a contarme que José siempre le había puesto muy cachonda, que alguna vez le había tomado fotos cuando estábamos en la playa y se le marcaba en el bañador su polla, y que más de una vez se había masturbado con su consolador imaginando que es José quién la penetraba. Me contó que cuando salí al supermercado ella comenzó a desvestirse para bañarse, pero lo hizo a escasos metros de él, se quitó su camisa frente a él pero sin mirarlo(dejando sus generosas tetas bronceadas y redondas a su vista) y se bajó su short de espaldas a él dejando su culo en pompa.

    Luego caminó delante del sillón donde él estaba sentado meneando bien sus caderas y moviendo ese culo redondo que subía y bajaba al ritmo que ella marcaba en sus andares, hasta entrar al baño. Cuando terminó de bañarse se dió cuenta que no tenía toalla y le pidió a José si podía acercarle una que estaba en la solana.

    José entró al baño, le dio la toalla con vergüenza intentado no mirar el cuerpo de ella y cuando iba a salir ella le dijo:

    -“José deberías aprovechar y bañarte tú también para comer luego”.

    José le dijo que cuando ella saliera aprovecharía y se bañaba él. Mi mujer salió con la toalla enrollada pero solo le cubría la mitad de sus pechos y por debajo dejaba medio culo a la vista.

    José aprovechó y se metió en el baño. Se quitó la ropa y vio como estaba empalmado debido a haber visto a Emma desnudarse. Abrió el grifo que caía desde arriba y comenzó a masturbarse pensado en el cuerpo de ella. Entonces nota como se abre la puerta del baño y aparece Emma con una toalla.

    -“José te dejo la toalla por aquí para cuando acabes”.

    -“Gracias”- dice José intentando taparse y disimular su erección.

    Emma en lugar de salir del baño cierra la puerta del mismo y se acerca a la ducha. Se queda mirando a José de arriba a abajo y suelta su toalla que tenía enrollada cayendo al suelo y dejando su cuerpo desnudo a menos de un metro de José.

    -“José perdona que me quede aquí, pero siempre me has puesto muy cachonda. Deseaba verte desnudo y ver esa verga que tienes. No podía pasar esta oportunidad. Tengo que aprovechar antes de que mi marido vuelva.”

    Yo estaba escuchando esta historia y tenía una mezcla de celos y excitación. Mi mujer se dio cuenta y me sacó la polla y comenzó a masturbarme mientras continuaba su narración.

    Ella apartó las manos de José que tapaban su erección y las puso sobre los pechos de ella. José comenzó a acariciarlos suavemente, pellizcó sus pezones y no pudo resistir y comenzó a chuparle las tetas. Ella aprovechó y bajó sus manos a su polla y empezó a masturbarle muy lento. Luego subió una pierna sobre el grifo dejando su coño rosado y depilado a la vista, y comenzó a rozar la polla de José con su clítoris. José seguía entretenido con sus pechos hasta que Emma le dijo que se tumbara. Él se tumbó en el suelo de la ducha y su polla quedó tiesa como un mástil apuntando al techo.

    Emma se puso de espaldas a él y comenzó a bajar su cintura, dejando su redondo culo a la vista de José. Cuando la entrada de su coño notó la punta del pene ella se arrodilló con sus piernas a ambos lados del cuerpo de José y comenzó unos movimientos circulares que fueron encajando esa polla poco hasta entrar totalmente.

    “-No puedo creerme que tenga este culo delante mía, con las pajas que me he tocado pensando que me lo follaba” dijo José.

    Ese comentario hizo que Emma se pusiera más cachonda y comenzó a moverse más veloz. José aprovechó que tenía ese culazo a escasos centímetros y comenzó a darle suaves caricias, luego leves azotes que hacían gemir a Emma, y más tarde empezó a jugar con sus dedos dentro del culo de ella. Ella alcanzó un orgasmo y paró de moverse pero le dijo que no sacara los dedos del culo. Le gustaba lo que sentía, y al notar que ya lo tenía algo dilatado le dijo a José: -“nunca he dejado a mi marido tener sexo anal, pero me tienes muy cachonda y me encantaría sentir ese pollón”.

    José no tardó ni un segundo en ponerse de pie, tumbó a Emma boca abajo y levantó sus caderas dejando ese culo redondo en pompa apuntando hacia él. Con su pene aún húmedo con los fluidos del coño de ella, presionó su pene en la entrada del culo de Emma. Ella decía que la metiera toda, pero el iba poco a poco. Cuando por fin logró meterle la mitad de su pene, inició unos movimientos más rápidos que acabó por entrar completamente. Ella le decía: -“¡qué ricooo no pares, quiero que llenes de leche, la tienes muy grande y dura!”.

    José aprovecha para agarrarla del pelo y le levanta la cabeza, él se agacha un poco y se quedan cara a escasos centímetros. Por la excitación pone a chuparle la cara, le pasa la lengua por sus labios y su cara, le escupe dentro de la boca, y le dice cosas como: “estaba deseando follarme este culazo, eres una zorra que me tenías caliente, me encanta desvirgar tu culo…”.

    Mientras yo escuchaba la historia, mi mujer había empezado a masturbarme más rápido y cuando estoy a punto de correrme se mete mi polla en su boca y me corro muy fuerte debido a la excitación de la historia.

    Ella continúa la historia y dice que José saca la polla de su culo porque quiere correrse en sus tetas redonditas y morenitas. Ella se arrodilla delante de él y pone su pene entre sus tetas, empieza a masturbarla con sus tetas y darle chupadas a la punta, cada vez más rápidos los movimientos de sus tetas pero no llega el orgasmo de José.

    -“Ya he sentido ese coño, ese culazo y tenerla entre tus tetas. Creo que ya sé dónde puedo correrme”- le comenta José a mi mujer.

    Aprovechando que está de rodillas acerca su polla a la boca de Emma que abre la boca y comienza a la lamer la punta de la polla, luego sigue chupando los huevos y metiéndolos en su boca, para luego comenzar una mamada desde el tallo del pene hasta introducirlo totalmente en su boca. Durante cinco minutos alterna chuparla y masturbarla. José le folla la boca con fuerza agarrando a veces la cabeza de Emma por detrás para meterla más fuerte y más profundo.

    Entonces ella nota que se le pone muy dura dentro de su boca y explota esa polla en un orgasmo que la llena de leche y José le agarra fuerte la cabeza para que no la saque. Tras el orgasmo ella sigue jugando con su lengua y no se saca la polla de la boca, al mismo tiempo que masajea los huevos con sus manos.

    Entonces se escucha la puerta de la casa que se abre. Ella sale de la ducha, se enrolla como puede la toalla y sale del baño. José abre el agua y continúa su ducha. Cuando me encuentro a mi mujer por el pasillo me dice:

    “-Cariño me acabo de duchar, ahora le toca a José ducharse. ¿Qué tal por el súper?”

    “-Todo bien, había mucho tráfico y por eso he tardado pero ahora mismo enciendo la barbacoa y comemos”.

    “-Gracias mi amor”- y ella besa a su marido aún con algunas gotas de semen que bajan desde la comisura de sus labios hacia sus pechos.

    Cuando José sale de la ducha me saluda, y yo al ver que Emma sigue con esa toalla enrollada que solo tapa sus pezones y mitad de su culo le digo:

    -“Cariño ponte algo de ropa que no quiero que mi amigo José se fije mucho en ti y te ponga en su agenda de conquistas”- ellos se miraron y tras unos segundos de silencio nos reímos los tres.

    Cuando mi mujer terminó de contarme la historia me pidió perdón y me prometió que no volvería a pasar. Yo le dije que la perdonaba pero le reconocí que me había excitado también.

    Ella me preguntó si me hubiera gustado haber participado o verles, y es algo que hemos acordado quizás probar en un futuro cercano.

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