Blog

  • La semana de prueba

    La semana de prueba

    Me encontraba solo en el apartamento que usaba para fines recreativos, observaba las paredes debidamente insonorizadas, cuando llego la mujer, de mediana edad, no muy alta, contextura un poco rellena, pero se dejaba ver. Morena, vestida con unos jeans ajustados que marcaban sus curvas generosas, una chaqueta negra de cuero brillante que crujía al moverse y unas encantadoras botas negras hasta la rodilla, de cuero pulido con tacones altos y hebillas metálicas que resonaban en el suelo de madera.

    Por medio de una amiga común, me contacto y me indico se encontraba desesperada, porque me indico necesitaba sentirse viva, me indico conocía mis gustos fetichistas extremos y quería probar sentirse una sumisa dispuesta al placer de la entrega

    Observe a la mujer, la encontré atractiva, entonces le dije, que por una semana la pondría a prueba en las más duras condiciones fetichistas, con ciertas limitaciones, para asegurar su seguridad física y si pasaba tendría como premio ser mi sumiso personal, sopeso mi propuesta y se imaginó las pruebas a que la sometería y acepto, lo que me sorprendió, ya que no pensé aceptaría mis condiciones.

    Entonces para demostrar su compromiso me bajó el cierre del pantalón y me dio una mamada celestial, recorrió toda la extensión de mi pene hasta llegar al fondo. Yo estaba loco; nunca pensé que ella me haría eso. Me dijo: « Voy a ser tu esclava sexual, tuya totalmente por el tiempo que dispongas, y obedeceré a todos tus caprichos, excepto los limites ya fijados». A lo que yo, asentí. Antes habíamos acordado la palabra de seguridad y las señales para parar su prueba.

    Después procedí a sacarle la ropa, empezando por su chaqueta de cuero, que se desprendió con un sonido chasqueante, la desnude por completo, entonces le di un catsuit de goma que cubría todo su cuerpo, y que se untara el cuerpo con un aceite especial, su rosto lo cubría una máscara de goma. Me coloqué un preservativo ultra resistente, untado en lubricante brillante para un deslizamiento extremo. Le dije que la penetraría por el ano, a lo que aceptó con cierta reticencia, pero excitada por el morbo. Primero coloqué mis dedos en su culo, dilatándolo con lubricante hasta que brillara como látex líquido; cuando sentí su ano dilatado y resbaladizo, procedí a introducirlo.

    Al principio fue una sensación dolorosa para ella, que gemía con un placer masoquista leve, terminando en una vorágine de placer fetichista. Se puso en cuatro pies en la cama, las botas altas arqueando sus piernas, el cuero tenso y aceitado reflejando la luz. Procedí a penetrarla por detrás una y otra vez, como una máquina, mis manos agarrando sus nalgas untadas, dejando huellas resbaladizas. Ella gemía como loca, lo que aumentaba la sensación de placer. La esclava me rogó que cambiáramos; accedí después de varios ruegos (estaba para mi placer, de todos modos).

    Me coloqué yo de lado, mientras con mis manos apretaba mis carnes sudorosas; ella agarró mi pene enfundado, limpio con su lengua lo untó en más lubricante brillante y lo introdujo en su concha, lo que me agradó mucho, aumentando el placer a cada momento con un sonido chapoteante y extremo. Así estuvimos mucho rato, el aire cargado de olor a goma, aceite y sexo.

    Después, como gran colofón fetichista, me coloqué yo de espaldas y dejé que ella se subiera y me cogiera. Se untó más aceite en el cuerpo, convirtiéndose en una diosa de látex Mientras sostenía mi pene erecto, se lo introdujo en su coño, haciendo ella el ejercicio de sube y baja por mi pene, sube y baja y se perdía mi pene en su vagina untada, sube y baja; yo veía su cara de placer contorsionada, las botas crujiendo con cada movimiento, sube y baja; ya estábamos gritando, sube y baja, el lubricante salpicando como en una sesión extrema de goma y fluidos. Ambos llegamos a un orgasmo simultáneo, causándonos gran placer.

    Así más o menos estuvimos toda es primera noche, explorando fetiches extremos:

    Después la obligué a ducharse, le ordene se secará bien y llenara de talco su cuerpo, le di un catsuit completo de látex negro con cremalleras en zonas estratégicas, máscara parcial que dejaba solo su boca expuesta para mamadas infinitas, y guantes integrados que hacían que cada caricia fuera resbaladiza y alienante. La até con correas de cuero a la cama, lamiendo cada centímetro de su indumentaria brillante, inhalando el olor confinado de goma y sudor durante horas. —ahora mi esclava sexual voluntaria— era un objeto vivo de deseo absoluto, asi inicie un duro cronograma que tenía pensada, a partir del día siguiente

    Día 1: Encierro total en látex negro

    Compré un full-body catsuit de látex de 0.8 mm, negro brillante, con cremalleras dobles en la entrepierna y los senos, y una capucha integrada que solo dejaba expuestos los ojos, la nariz y la boca. La obligué a untarse el cuerpo entero con un lubricante de silicona especial que hacía que el látex se deslizara como una serpiente viva sobre su piel rellena. El proceso de vestirla duró más de una hora: cada pliegue ajustado, cada burbuja de aire expulsada con un rodillo, hasta que su figura se convirtió en una escultura negra, sin rostro, sin identidad, solo un cuerpo brillante y comprimido.

    La até a una silla de bondage con correas de cuero reforzado, no para dolor, sino para inmovilidad absoluta. Pasé horas observando el látex desde sus botas hasta la capucha, inhalando el olor confinado a goma caliente, sudor y lubricante. Luego abrí la cremallera de la boca y la obligué a succionar mi pene durante varios minutos seguidos, sin pausa, mientras yo masajeaba sus senos comprimidos por el látex, sintiendo cómo se endurecían bajo la presión. Cuando se corrió, el látex vibró con sus espasmos, y yo eyaculé sobre la capucha, viendo cómo el semen resbalaba lentamente por la goma como perlas en aceite.

    Día 2: Total encierro y respiración controlada

    Alquilé un vacuum bed profesional: una lámina doble de látex negro con un marco de acero. La metí desnuda dentro y succioné todo el aire con una bomba eléctrica. Su cuerpo quedó aplastado contra el látex superior, cada curva marcada como en un molde perfecto, los senos aplastados, el sexo hinchado visible a través de la goma tensa.

    Solo un tubo respiratorio salía de su boca. La dejé allí durante dos horas, acariciando el látex con mis manos enguantadas, lamiendo la superficie donde su clítoris palpitaba debajo. Inserté un vibrador remoto a través de un orificio estratégico y lo encendí en pulsos largos, viendo cómo su cuerpo intentaba arquearse pero no podía. Cuando finalmente la liberé, estaba empapada en sudor y lubricante interno; la penetré de inmediato en el suelo.

    .Día 3: Trabajo de botas extremo y fluidos

    Le compré botas thigh-high con tacones de 18 cm y plataforma, con cordones traseros y hebillas cromadas. La obligué a caminar durante una hora por la habitación. Luego la puse de rodillas y le ordené lamer cada centímetro de mi cuerpo, para la ocasión vestía un catsuit de goma de cubría todo mi cuerpo y cubría mi cabeza una máscara de gas que me encerraba totalmente del mundo exterior, entonces lamio, eyaculando sobre ella para que ella lo limpiara con la lengua. Después la até boca abajo en la cama, con las botas elevadas, y usé un consolador inmenso para penetrarla vaginalmente. El olor a látex, semen y sudor era abrumador; ella gemía en éxtasis, perdida en la sumisión.

    Día 4: Traje inflable y compresión extrema

    Compre un traje inflable de látex transparente, con válvulas en los senos, el sexo y el ano. La vestí con él, luego lo inflé lentamente hasta que su cuerpo quedó suspendido dentro de una burbuja de goma, los senos hinchados como globos, el sexo presionado contra el látex transparente. La até colgando del techo con cuerdas de bondage, balanceándose como una marioneta fetichista. Inserté tubos de lubricante en las válvulas y los dejé gotear lentamente, llenando el traje hasta que chapoteaba con cada movimiento. La penetré a través de una cremallera estratégica, sintiendo la presión del aire y el líquido alrededor de mi pene.

    Ella gritaba de placer, su voz amortiguada por la capucha inflable. Al final, desinflé el traje de golpe: el látex se contrajo con un sonido húmedo, expulsando todo el lubricante en un chorro que inundó el suelo.

    Día 5: Privación sensorial y electroestimulación

    Obligue a la sumisa a usar una capucha total de látex con solo orificios nasales, guantes de goma gruesa, y tapones auditivos. La até a una camilla ginecológica con las piernas abiertas en estribos. Conecté electrodos a sus pezones, clítoris y ano, controlados por un mando remoto. Durante tres horas alterné pulsos suaves y descargas intensas, lamí su sexo a través de una abertura en el catsuit y le inserté un dildo con control remoto. Ella no veía, no oía, solo sentía: el látex pegado a su piel y el zumbido eléctrico. Cuando se corrió, fue un orgasmo convulsivo que duró minutos, su cuerpo temblando dentro del traje como si estuviera electrificado desde adentro.

    A esta altura pensé mi sumisa renunciaría, diciendo una palabra clave o dando un indicio, pero note que cada vez gozaba más de mis ocurrencias.

    Día 6: Mueble humano y objetificación

    La convertí en una mesa de látex humana, la até en posición de mesa, con el cuerpo cubierto por un catsuit negro y una bandeja de acero adherida a su espalda. Sobre ella coloqué botellas de bebestibles y snacks.

    Durante toda la tarde, permaneció así, mientras yo trabajaba en mi laptop (en modo “asueto”), vestido tambien con un catsuit de cuerpo completo de cuerina negra, ella permaneció inmóvil, solo gimiendo cuando un plug inflable que le inserte aumentaba de tamaño cada hora, cuando se movía, le increpaba y le ordenaba no te muevas, no quiero caigan las cosas puse en la mesa. Al final de la tarde, cuando la libere, ella me beso y follamos profusamente

    Día 7: Gran final – encierro total en látex + doble penetración

    El clímax. Deje pasar un poco mas de una semana, para que mi sumisa se desorientara, el día final, la vestí con Un catsuit base negro brillante, con corsé inflable que redujo su cintura y una capucha sellada (solo tubo respiratorio). Yo igual vestía un traje que cubría todo mi cuerpo.

    La até en una silla de bondage con las piernas abiertas al máximo. Inserté un dildo vibrador en su vagina y otro en su ano, ambos controlados remotamente. Me puse un condón de látex extra grueso y la penetré vaginalmente sobre los vibradores, creando una triple penetración imposible. El látex crujía, el sudor se acumulaba dentro del traje, el lubricante salpicaba. Durante una hora alterné ritmos brutales con pausas largas, hasta que ambos colapsamos en un orgasmo simultáneo que dejó nuestros trajes empapados en fluidos.

    Al liberarla, el látex se despegó de su piel con un sonido húmedo y obsceno, revelando un cuerpo rojo, marcado, exhausto… y absolutamente mío.

    Se arrodillo y me rogo fuera su esclava sexual 24/7, me indico nunca se había sentido tan viva, y que nunca pensó sentiría tanto placer con las actividades había programado.

    La mire, me llego el exquisito olor de hembra mezclado con el látex, entonces dije – Acepto seas mi sumisa, serás mía y yo seré tu amo- acepte felizmente ya que en esa semana me habitué a dicha sumisa tan exquisito.

    Ahora para el mundo vainilla, somos una feliz pareja, guardando nuestras posiciones y apariencias, y respectos a nuestros fetiches, es nuestro secreto, que desatamos en nuestra intimidad.

    Loading

  • Acuerdo de entrega absoluta

    Acuerdo de entrega absoluta

    La luz de la oficina era clara y cruel, revelando cada mota de polvo en el aire y cada tensión en la carne expuesta de Katerina.

    Estaba arrodillada bajo el amplio escritorio de madera, completamente desnuda, su cuerpo era una sombra bajo el mueble. Una máscara de látex ceñida cubría su rostro, limitando su visión y obligando a su mente a enfocarse en su única tarea: el servicio a los pies de su amo.

    Marko estaba sentado arriba, concentrado en la pantalla de su laptop. Su pie derecho, calzado en una bota pesada, estaba plantado firmemente sobre la coronilla de ella, manteniéndola en una reverencia forzosa. La abertura de la máscara en su boca, obedecía a un solo propósito, que Katerina lamiera la suela del zapato izquierdo de él.

    Él tecleaba sin parar, enfocándose en la tarea que tenía por delante. Sin prestarle atención a ella y lo que hacía. El sonido del teclado era un castigo sordo y rítmico para ella. Era un recuerdo constante de que su servicio y humillación no era algo especial. Solo era una de las comodidades que él esperaba tener de algo que era de su propiedad.

    De repente, Marko presionó la bota sobre su cabeza con una fuerza fría, sin apartar los ojos del trabajo. Katerina gimió débilmente, sintiendo el crujido de la presión.

    (¡Mierda, si! ¡más fuerte! No te muevas. Él no me está mirando, pero sabe que estoy aquí. Esto me lo prueba.)

    Mi cuello duele, mis rodillas arden. Pero el dolor carece de importancia, lo único que importa es que ÉL esté conforme con mi servicio. No hay “yo” que se resista. Solo el servicio. Solo ser suya.

    (El roce de su bota es como una llave. Desencadena algo en mí. Siento el calor subiendo por mi vientre, esa urgencia de ser usada. Quiero que me ordene gemir, que me prohíba tragar mi propia saliva. Que me niegue el control sobre mi ser.

    Mi mente es una pizarra limpia, lista para la siguiente orden. El castigo ya no me molesta; lo ansío, lo espero, a través del castigo es que mejoro en mi sumisión. Y yo lo he aceptado. Le he entregado a él la responsabilidad de mi vida, y es en esa entrega que encuentro mi libertad, soy esclava porque soy libre y soy libre porque soy esclava. Es aquí donde encuentro mi única paz y mi mayor excitación. Soy su juguete sin voluntad. Úsame, amo.

    Marko dejó de teclear, sin mirar abajo.

    —Sal de ahí.

    Katerina gateó fuera del refugio de la mesa, Marko le desabrochó y retiró la máscara de látex. Sus ojos, enrojecidos por la restricción, lo miraron esperando la siguiente orden.

    Marko giró el laptop hacia ella. En la pantalla se veía el título, en negrita: “Acuerdo de Absoluta Entrega”.

    —El trabajo está terminado —dijo, su voz tranquila, desprovista de emoción. Oprimió el botón de impresión.

    La impresora, en una esquina de la oficina, escupió una serie de hojas. Katerina, aún de rodillas, esperó la orden de acercarse. Marko tomó las hojas, las dejó sobre una carpeta de cuero y la deslizó hacia ella.

    —Firma si es verdad que esto es lo que deseas.

    Ella tomó el bolígrafo con decisión. Leyó con cuidado todas las cláusulas que definían su nueva vida. En la última página, en el espacio final, donde antes estaba su identidad legal, trazó encontró el espacio que aguardaba su firma. El punto en donde ella misma marcaba su esclavitud. Se detuvo.

    No por inseguridad, no por indecisión. Era la emoción y el deseo que le pedía a la vez hiciera eterno este momento para saborearlo. Y a la vez le exige que lo terminara lo más pronto posible para poder empezar su nueva vida. Con prisa lo firmó e inmediatamente lo colocó por encima de su cabeza con las manos extendidas, mitad como ofrenda a su amo, mitad como súplica para ser recibida.

    Marko tomó el documento, lo guardó en la carpeta. La calma en su rostro era absoluta, pero sus ojos, al mirarla por un instante, revelaron la ambición que hervía debajo. Ya no era un juego, sino un proyecto de dominio total. La posesión era un hecho consumado. Ahora solo quedaba entrenarla a su gusto.

    —Felicitaciones, Katerina. O debería decir… Propiedad.

    Se levantó con un movimiento lento y cargado. De un cajón sacó un collar de cuero negro con una anilla de metal y una correa a juego.

    —Ahora que sos mía, vas a ser lo que quiera que sea, cuando lo quiera. Por ahora vas a ser un animal de servicio.

    Le colocó el collar alrededor del cuello, ajustándolo hasta que el metal frío se sintió pesado contra su piel.

    —Hasta que yo lo diga, solo te vas a comunicar con los sonidos de un animal. Un perro, si se quiere. Entendido?

    Katerina soltó un ladrido ahogado y se inclinó, gateando hasta sentarse a sus pies. Marko le sirvió un pequeño cuenco de agua de plástico.

    —Para que te mantengas hidratada por ahora.

    Unos minutos después, el timbre de la puerta sonó con insistencia. Katerina se tensó. El mundo exterior.

    Marko sonrió con una satisfacción tranquila pero perversa.

    —Comida. Mi almuerzo. El tuyo llegará en breve. Ve a la puerta, Perra. Asegúrate de que nadie entre, pero saluda.

    Katerina gateó hasta el hall. Se puso en cuclillas justo detrás de la puerta de entrada.

    —Ladra. Fuerte.

    Katerina obedeció, soltando tres ladridos secos y agresivos. El repartidor, al otro lado, se detuvo, confundido.

    Marko abrió la puerta lo justo para deslizar la mano, tomar la bolsa de papel y firmar el recibo.

    —Disculpe, mi perra está un poco… eufórica hoy.

    —No se preocupe, señor. Que tenga buen provecho.

    Marko cerró la puerta y miró a Katerina, cuyo cuerpo temblaba por la adrenalina.

    —Buen trabajo, perra. ¡Ahora, a comer!

    En el comedor, Marko se sentó a la mesa, abriendo los recipientes de plástico con su comida: Una cazuela de mariscos. Para ella, abrió una bolsa de alimento para perros y vertió una ración en un nuevo cuenco de plástico junto al que Katerina ya tenía.

    —Provecho.

    Marko se sentó en la mesa del comedor a almorzar, revisando su teléfono. Katerina se arrodilló, empujó el cuenco con la nariz y comenzó a lamer el alimento directamente del plato, obligándose a emitir gemidos de placer y agradecimiento por su ración. El sonido del metal en el plato de su amo contrastaba con su propia degradación en el suelo.

    Marko terminó su cazuela de mariscos, deslizó el plato a un lado y limpió su boca con una servilleta. Katerina, con su rostro apenas manchado por el sudor y la concentración, y el collar pesado en su cuello, esperaba junto a los cuencos vacíos.

    —Mi almuerzo ha terminado. Ahora, comencemos a establecer algunas reglas.

    Marko se puso de pie.

    —Quiero que traigas al comedor todas tus maletas. Ya tengo un mueble para tus cosas, quiero ver toda tu ropa. Y te voy a indicar cómo la vas a organizar. Podes andar a dos patas para esta tarea.

    Katerina se levantó velozmente y fue al garaje a buscar sus maletas. Regresó minutos después, arrastrando con dificultad una maleta grande y dos pequeñas

    Marko la observó extender cada prenda en la mesa, la ropa íntima, la de trabajo, la casual, todas mezcladas en un caos de telas.

    —Estás desnuda porque ese es tu estado natural. Tu ropa solo tiene un propósito: servir a mis gustos y mi agenda. No tienes derecho a elegir la tela, el color o el contexto. Eso lo hago yo.

    Señaló una cómoda de cuatro cajones en el cuarto que se veía desde la sala. .

    —Primer cajón: Ropa que solo usarás en la casa, cuando te permita o quiera que estes vestida..

    —Segundo cajón: Ropa para cuando salimos juntos y estás a mi lado. Discreta que no revele el carácter de nuestra relación.

    —Tercer cajón: Ropa para cuando estamos con gente que sabe de nuestra relación, ropa que refuerza tu identidad de esclava.

    —Tercer cajón: Ropa de trabajo. Profesional. Pero libre para colocar los aditamentos que considere, para que te recuerden durante todo el día que sos mía.

    Marko se detuvo y señaló el último cajón.

    —Cuarto cajón: Ropa para cuando estés en tu ambiente, quiero que elijas cómo querés verte ante tus amigos y familiares. Este es uno de los pocos puntos de tu identidad sobre los que aún tenes un mínimo control y deseo que así permanezca.

    Katerina se concentró, doblando y clasificando cada prenda, según las órdenes de su amo.

    —Bien, suficiente de mi atención por ahora, debo ponerme a terminar cosas del trabajo.

    Marko volvió a su laptop. Katerina, terminada su tarea, gateó de vuelta a su posición junto al escritorio.

    Marko trabajó concentrado durante horas. Katerina, con el collar todavía puesto, se había mantenido a sus pies, quieta.

    —Servicio. —ordenó Marko, sin levantar la vista—. Levántate y sírveme el café.

    Katerina se puso de pie, un ladrido de obediencia sutil salió de su garganta, casí sin que ella se diera cuenta. Preparó el café y un plato con galletas, regresó y lo sirvió en la mesa auxiliar.

    —Aquí.

    Marko la obligó a arrodillarse frente al sofá. Tomó su taza y un plato con galletas y una crema espesa.

    —Y ahora, tu turno.

    Marko deslizó el pantalón y liberó su erección. Katerina empezó a practicarle una felatio con total devoción, mientras él comía las galletas y bebía el café.

    Sus manos se colocaron inmediatamente a la espalda, sabiendo que así lo prefería él: su cuerpo entregado, sin posibilidad de manipular el placer de su Amo. Comenzó a besar y lamer sus muslos internos, ascendiendo lentamente hasta el tronco de su placer. Ella tomó la cabeza de su pene en su boca, succionando con maestría. Luego, con la destreza de la esclava que conoce las preferencias de su dueño, bajó el ritmo para lamer y saborear la piel sensible de sus testículos.

    (Se que no debo pero no me puedo resistir, verlo gemir saber que ante todo su control yo puedo aunque sea por un momento quebrar su armadura, desarmarlo de placer. Lo voy a volver loco de placer, que sea mio por este instante)

    Marko sintió una oleada de placer ascender por su cuerpo. Apretó la mandíbula y contuvo el aliento, negándose a emitir el gemido o el suspiro que Katerina estaba buscando. Su cuerpo se había tensado por la intensidad del acto, pero él reprimió la respuesta, manteniendo su rostro en una máscara de desinterés. Supo de inmediato lo que ella pretendía, no dudaba de su obediencia pero sabía que ella era juguetona, eso le atraía de ella, siempre es más divertido doblegar que solo tener una obediencia ciega.

    Está bien, ella empezó el juego, buen movimiento, pero él la conocía mejor que ella misma. Y el último movimiento lo iba a hacer él.

    —Buen movimiento perra, pero, te conozco, sé lo que estás intentando y creeme, es un grave error que creas que podes ganar con este jueguito.

    Él tomó su cabeza con las dos manos y la obligó a ir hasta la garganta profunda, sofocándola . Katerina sintió el reflejo nauseoso, pero lo dominó con disciplina. Unas pequeñas lágrimas se acumularon en los bordes de sus ojos por la presión y el esfuerzo. Se equivocó al jugar así y este era su castigo. Hizo esfuerzos por respirar por la nariz pero él tenía su pene tan profundo en su garganta que era inutil.

    Cuando Katerina ya sentía la falta de aire Marko la agarró por el cabello y tiró, sacando su pene mientras ella tomaba aire a grandes bocanadas.

    —¡Abre la boca! (Le dijo mientras jalaba su cabello hacia atrás para que lo mirara)

    Marko se masturbó con fuerza, su respiración agitada. Buscando el Climax

    El semen salió con fuerza: una parte cayó directamente sobre su lengua extendida, otra más abundante se esparció sobre su barbilla, mejillas y frente.

    Marko respiró hondo, con su expresión ahora de fría satisfacción.

    —No tragues. Manténlo en la boca. Y no te limpies el rostro.

    Katerina sintió el fluido caliente en su lengua y el pegajoso escurrir sobre su rostro. Marko se acomodó la ropa sin mirarla. Se levantó con expresión calma

    —Es hora de la cena. Y de paso que aprendas un poco de disciplina.

    Tomó una cadena corta y la esposó por los tobillos, restringiendo su movimiento a pasos diminutos e incómodos. La guio a la cocina, en la cual había una vista directa a las casas vecinas.

    —Aquí tienes (dijo Marko, dándole una remera de él).

    —.Al frente vive Don Luis, es un jubilado de 70 años, que sale a esta hora siempre a ver el atardecer, a la distancia que está su casa de acá, no va a notar mi semen en tu cara, pero sin lugar a duda que el viejo pillo, va a notar ese buen par de tetas que tenes, cubrite.

    Luego se dirigió a un estante bajo, bajo el nivel del mostrador. De donde saco un pequeño timbre de servicio que colocó directamente en el suelo.

    —Sé que siempre va a salir un poco de esa rebeldía, pero cada vez que salga te garantizo que la voy a aplastar. Así que por tu pequeño jueguito, vas a hacer la cena de puntitas. Este timbre va a estar debajo de tu talón. Cada vez que bajes el talón para descansar y toques el timbre por descuido, sumarás cinco azotes a tu castigo de la noche.

    Marko le dejó los ingredientes en la mesada, la puso de puntillas sobre el timbre de modo tal que cualquier pie que bajara lo activara y se fue al estudio a terminar su trabajo. La luz del atardecer caía sobre la cocina, y por la ventana se veía el cuidado jardín de la casa de enfrente.

    Katerina, con la remera cubriendo apenas su torso, el semen seco y pegajoso en su rostro, y los tobillos esposados con la cadena corta, se enfrentó a la tarea de la cena.

    Comenzó a picar las verduras sobre el mostrador, cada movimiento del cuchillo era un riesgo. Su concentración en el corte era total, pero la tensión en sus músculos era insoportable. Un minuto después, en un intento de reequilibrar su peso, el talón derecho descendió.

    ¡Ding!

    El sonido del timbre fue agudo y resonó en el silencio de la casa. Katerina se encogió.

    (¡Mierda! Cinco azotes.) Ella se obligó a subir los talones más alto.

    Marko, desde la sala, solo dijo: —Cinco. Sigue cocinando.

    Continuó el trabajo, picando con una precisión maníaca. El cansancio se acumulaba. Minutos después, al intentar alcanzar una especia, perdió el equilibrio por el tirón de la cadena corta. El talón izquierdo golpeó el timbre.

    ¡Ding!

    —Diez. —Marko ni siquiera miró.

    La Esclava continuó cocinando, el sudor y el semen se mezclaban en sus mejillas.

    En ese momento, la puerta de la casa de enfrente se abrió. Don Luis, el jubilado, salió a regar sus macetas de geranios. Miró distraído hacia la casa de Marko y procedio a levantar la mano en forma de saludo.

    Katerina, por instinto quiso preguntarle a su amo que hacer pero recordo que seguía bajo la orden de ser su perra, y se detuvo. Emitió un gruñido bajo de advertencia y luego un ladrido más fuerte.

    —¡Guau! ¡Grrr!

    —¿Qué pasa? (Dijo marco volviendo a la cocina)

    —Ahh Don Luis!, saluda con la mano, como yo!

    De la prisa y el susto por obedecer la orden y no alertar a Don Luis Katerina se desconcentro y toco el timbre

    ¡Ding!

    (Mierda, carajo el timbre)

    ¡Ding!

    (Mierda concentrate Katy)

    Don Luis sonrió y asintió, un poco confundido por los saltos Katerina volviendo a sus macetas, sin notar el rostro manchado, solo la figura de Katerina y detrás de ella a Marko.

    Marko regresó al estudio. Katerina volvió a su tarea. El dolor en sus pantorrillas era insoportable. Solo la idea de sumar más castigo la mantenía en puntitas. Ella completó la cena, pero la última verdura cayó al suelo, el timbre sonó dos veces más en los segundos finales.

    ¡Ding! ¡Ding!

    Marko, solo dijo: —Diez más. treinta azotes en total, Esclava. Ahora, vamos a comer.

    Katerina llevó la cena a la mesa, moviéndose con la incomodidad de la cadena en sus tobillos. Colocó el plato humeante delante de Marko y luego se arrodilló a su lado. Él le quitó las cadenas de los tobillos, le coloco una correa en el collar y ató la correa a su silla.

    Marko comió lentamente. Katerina permanecía inmóvil, sabiendo que el semen seco y pegajoso en su rostro y la boca llena del fluido de su amo eran ahora su única vestimenta.

    De pronto, Marko tomó un trozo de carne del plato.

    —Abre la boca, esclava.

    Ella abrió la boca de inmediato. Marko le dio la comida, tal como se alimenta a un perro. Katerina masticó y tragó, sintiendo un placer profundo y humillante por la indulgencia inesperada.

    —Buen animal. —Marko le dio dos trozos más, intercalados con mimos en la cabeza—. Ahora, límpiame.

    Él levantó la mano. Katerina se estiró con la lengua, lamiendo los restos de salsa y grasa de sus dedos. Lo hizo con una minuciosidad obsesiva, saboreando el último contacto con el placer de su Amo. Era una recompensa simple, un momento de calma y de conexión casi afectuosa después de la dureza del día.

    Marko terminó su cena, tomó el plato con calma y lo llevó a la cocina. Regresó con las manos vacías y se detuvo detrás de su silla, junto a Katerina. Su expresión era neutral, su movimiento pausado.

    Katerina se levantó sobre sus rodillas, esperando la orden de ir al rincón o a la cama. Ella se sintió momentáneamente a salvo.

    —Suficiente por hoy como perra.

    (Uf, si, por fin, mis rodillas ya no podían mas, ya es hora de ir al cuarto y está siendo suave, puede que esquive mi castigo por hoy)

    —Pero aun no termine con vos como esclava.

    ¡PUM!

    En un solo movimiento repentino, Marko le agarró el pelo con una mano y la estampó contra la mesa, la misma que acababa de servir. Katerina golpeó la madera fría con el vientre, el aire se le escapó de los pulmones.

    Quedó extendida de bruces, el shock de la traición borrando todo rastro de la calma anterior. Claro, pensó con un terror helado. Me dio de comer y me acarició la cabeza solo para tomarme desprevenida para esto. El muy sadico.

    Marko fue increíblemente rápido. Con tres pares de esposas en la mano:

    El primer par fue sobre sus muñecas, esposándola fuertemente a su espalda.

    El segundo par fue sobre su tobillo derecho, y la cadena fue atada a la pata de la mesa.

    El tercer par fue sobre su tobillo izquierdo, atado a la pata contraria.

    Quedó completamente indefensa, con sus nalgas elevadas y expuestas por la posición.

    Marko abrió un tubo de lubricante y, sin pausa, lo aplicó directamente sobre el ano de Katerian. La frialdad la sobresaltó, pero no hubo tiempo para el miedo.

    —A veces sos muy facil de engañar, se que pensaste que te librabas del castigo

    Marko se posicionó y la penetró por el ano con una fuerza salvaje. Katerina expreso un gritó, parte sorpresa, parte dolor, parte placer.

    El acto fue brutal, un recordatorio de que su cuerpo era un mero contenedor para su placer. Él la usaba sin el menor asomo de ternura.

    Marko deslizó su mano sobre los muslos de Katerina e introdujo un potente vibrador vaginal..

    La sensación fue inmediata y enloquecedora: el dolor de su culo se mezclaba con el placer eléctrico de la vibración, creando una sobrecarga sensorial que la llevó al borde de la histeria.

    Marko sacó un flogger bien escondido en su bolsillo trasero.

    (¿Como mierda no lo vi, el siempre hace eso de esconder cosas en el bolsillo trasero, pero 3 esposa un lubricante y un flogger? o soy ciega o soy tonta)

    —Tienes treinta azotes que cosechaste en la cocina, esclava. Ahora, recíbelos.

    Los azotes cayeron con ritmo preciso sobre sus nalgas. Cada impacto era un latigazo de dolor que la obligaba a gemir contra la madera, pero la vibración y la penetración anal convertían el dolor en una puerta distorsionada al éxtasis. Ella estaba en el torbellino del límite, su mente gritaba de dolor y placer simultáneos. Las nalgas ya ardían.

    Marko golpeaba y se movía con un ritmo implacable, observando cómo su cuerpo se arqueaba bajo el ataque. Katerina, al borde del colapso, sintió el placer punzante, la negación final de su voluntad. Su cuerpo se tensó, acercándose al punto de no retorno, al clímax que borraría todo dolor y toda vergüenza.

    Marko sintió el espasmo de su cuerpo, la aceleración de su respiración. Sabía que estaba a segundos de ceder.

    En ese momento, detuvo su embestida. Se inclinó y con un movimiento seco, apagó el vibrador vaginal.

    El éxtasis murió de forma inmediata. Katerina se quedó colgando, al borde de la liberación, atrapada en la tensión física y el dolor anal sin la red de seguridad del orgasmo. La negación era el castigo final.

    Marko se movió con un ritmo furioso.

    —Solo cuando yo quiera lo vas a tener.

    Gritó al alcanzar su clímax, y acabó dentro de ella, llenándola con un calor espeso que sellaba su propiedad.

    Marko se retiró y desató las esposas. Katerina cayó de la mesa a la alfombra, su cuerpo un desastre de dolor, semen y frustración.

    Marko la tomó bruscamente por el cuello y la arrastró fuera del comedor. La llevó a la habitación, la soltó a los pies de la cama, le dio una colcha gruesa para que pusiera debajo y se metió bajo las sábanas.

    —Mañana a las 6 am, comienza tu entrenamiento.

    Katerina se acurrucó con la colcha, su cuerpo temblando por el agotamiento y la negación. La única verdad era la del collar en su cuello y el semen dentro de su cuerpo. El primer día había terminado, pero ella no podía dormir aun, ella comenzó a recordar cómo había iniciado todo…

    Loading

  • Escapada al hotel

    Escapada al hotel

    Desde la mañana que llegamos y nos saludamos le toqué las boobs. Me dijo: -“ah hoy vienes de buenas“-, solo reí y le dije: -se me antojó-.

    -“A mí también se me antoja y no me dejas” contestó.

    Y como a medio día le dije: -“¿y si me dejas darte unos besos en la hora de la comida?”

    -“Solo si me das lechita”- fue su respuesta.

    Salimos de la oficina en coche y nos quedamos hasta el fondo de la cerrada a la vuelta de la oficina, casi sin tránsito ni pase de personas.

    Le tocaba las boobs sobre la blusa y pellizcaba sus pezones porque ella yo ya se había quitado el bra.

    De pronto me tocó y dijo -“si quiero, pero igual nos ven”- EL placer que causa la posibilidad de ser descubiertos es algo que siempre nos ha puesto hornys.

    Jalé su camiseta y me acerqué a chupar su pezón. Mi lengua jugaba con lo durito que ya los tenía. Chupaba fuerte. Así estuve un ratito y ya se veía bien levantados y sentían muy duros de excitación.

    Le dije ya me toca, me desabotonó el pantalón y metió mano, le di un besito y le empecé a chupar el cuello mientras me la jalaba. Ya estaba súper duro.

    Se separó de mí, yo busqué sus boobs otra vez, pero me dijo que no.

    Se “acomodó” y me escupió en la verga, me la empezó a chupar. Estaba ya agitado y le dije: -“así no voy a durar eh”-, pero me ignoró y siguió con lo suyo. Mis manos apretaban sus boobs grandes, duras. Creo que me escuchaba intentando controlar mi respiración. Mi mano intentaba entrar a su pantalón. -“Quiero sentir que estás mojadita”- Mis dedos empezaron a tocarla y obviamente ya estaba mojada.

    No dejó de chupármela hasta que llené de leche su boca en el primer round. Me dio un chupetón con fuerza en mi glande y me dijo: -“Ahora si chúpame las tetas si quieres“-

    Con la verga aún afuera me giré y se las chupé fuertisimo mientras le metía los dedos. Una de mis mordidas se sincronizó con su orgasmo y quedó extremadamente mojada.

    -“Estamos a mano” dijo.

    Pero aún no acabamos, me pasé al asiente de atrás y sin tener que decirle nada ella hizo lo mismo y de inmediato se acomodó para sentarse frente a mi e insertarse rápidamente para montarme en un vaivén lento, pero continuó, firme, sus boobs descubiertas todavía rebotaban suavemente y comenzaba a jadear y a apretarme, señal de que se iba a venir nuevamente, y me preguntó con apenas un soplido al oído: -¿juntos? ni terminó de mencionarlo cuando me vine dentro de ella y la llené nuevamente de mi semen calientito.

    Nos vestimos y acomodamos las prendas fuera de lugar, regresamos a nuestros asientos y ahora sí fuimos por algo de comer rápido porque ya casi era la hora de regresar al trabajo, cada quién a su oficina, sus labores y su puesto.

    Loading

  • Julia, la farmacéutica (4)

    Julia, la farmacéutica (4)

    He estado varias semanas sin acudir a la farmacia. Fui el lunes siguiente de ese sábado, con la esperanza de que Julia me devolviera el dinero o pudiera hacer algo con ella, pero nada más entrar, el dueño me dijo, muy secamente, que ella no me podría atender, que estaba ocupada, y que a ver qué quería, que me lo serviría él. Yo, claro, no quería nada, ni comprar ninguna medicina ni ninguna otra cosa de la farmacia.

    -Bueno, yo, es que no…

    -Si no quiere nada, no sé qué hace usted aquí.

    -Solo quería ver a Julia.

    -Ya le dije que está ocupada. Además ¿tiene usted dinero?

    -No, bueno, en realidad…

    -A ver, pues si no tiene dinero y no quiere nada…

    -Solo deseaba… esto… hablar un momento con ella.

    -Nada, ya se puede ir.

    -Ah, Julia, ¡hola! – en este momento ella sale de la salita de al lado.

    -¡Oh, ay! ¡Don Varisto, qué pillín es usted! – riñe pícara a un señor que sale tras ella y sin disimular le da un pellizco en el culo.

    -Julita, no te enfades. ¡Creo que no te puedes quejar, ja, ja, ja!

    -No, no. Don Varisto ¡ha sido usted muy generoso!

    -Gracias, Julita. Bueno, hasta la semana que viene.

    -Adiós, don Varisto.

    -¡Adiós, guapa!

    -Todo un señor. ¡Hombres como estos sí que vale la pena, don carpintero!

    -¡Hola, Julia! Yo quería…

    -Es que además de ser rico es muy espléndido.

    -Ah, ya. Julia, tendría que hablar un momento con usted. El otro día…

    -Julia, ya le dije al carpintero que, si no tiene dinero, no…

    -Bueno, es que yo… el sábado…

    -Don Boscos, seguro que algo de dinero tiene… entramos un momento a la salita, que tampoco hay ningún cliente esperando.

    -Pero solo un momento. Y si no paga, pues nada de nada. Y sin engaños, Julia.

    -No, claro que no, don Boscos.

    Entramos a la salita. Voy a cerrar la puerta y ella me dice que no, que su jefe se iba a enfadar. Y que debemos salir enseguida.

    -Julia, es que yo, el sábado, ya sabe, le di cien euros, pero…

    -¿Es que le sabe mal haberme dado ese dinero?

    -Bueno es que… yo no… usted ya sabe…

    -A ver, creo que me lo gané ¿no? Ya le dije que con lo que hicimos no habría cobrado a nadie menos de doscientos o trescientos euros.

    -Pero… usted sabe que… que llegó el señor Boscos y…

    -Sí. Y se quedó con los cien euros.

    -Eso no está bien.

    -Y además… bueno… me avergüenza decir que él… que me castigó.

    -¿A sí?

    -¡Sí! ¡No quiera saber los detalles!

    -Sí, sí quisiera saberlos.

    -A ver, no le importa que yo… ¿verdad? – ella saca sus braguitas del bolsillo de la bata, se sienta y se las pone. Yo me esfuerzo y consigo ver su sexo durante menos de un segundo – Es que ese caballero, don Varisto, quiere que siempre vaya sin bragas bajo la bata cuando he estado con él. Pero yo estoy incómoda para atender la farmacia y cuando él se va, me las pongo.

    -Ya, claro. Bueno, pues yo le decía que, el sábado le di los cien euros y que usted luego no…

    -A sí, ¡pobre de mí! ¡No sabe lo que me hizo el farmacéutico!

    -No ¿qué? – en realidad sí que lo sabía porque lo escuché todo y lo vi tras la puerta.

    -Me da apuro…

    -Hay confianza, mujer.

    -¡El muy cabrón me dio bien porculo! ¡Me cabalgó como a una yegua, me dijo de todo mientras me daba fuerte!

    -Usted debió de pasarlo mal y llorar ¿verdad? – yo sabía cómo se corrió cuando él le follaba el culo.

    -¡Me trató muy mal!

    -Ya, me lo imagino, pobre – ella se arregla el sostén bajo la bata y yo trato de verle tantos milímetros como puedo de su escote.

    -Y lo peor es que… bueno… que mi marido se enfadó mucho cuando no dejé que esa noche él… ya sabe…

    -No, no sé – sí que me imaginaba qué pasó con su esposo– ¿Por qué se enfadó?

    -Es que Ramón… bueno… él todos los sábados… yo… vaya, que le gusta encularme. Y a mí también me agrada, no crea, pero es que tenía el ano muy irritado, me dolía por culpa de las embestidas tan fuertes de mi jefe y claro, no dejé que me la metiera por allí. Pero no podía explicarle por qué obviamente.

    -Ya, entiendo.

    -Se enfadó mucho. El enfado le ha durado todo el fin de semana. Esta mañana ni me ha mirado cuando ha salido para el trabajo.

    -¡Vaya!

    -Lo peor de todo es que además don Boscos se quedó con mi dinero y no me dio nada por darme porculo. Dijo que me lo merecía por querer engañarle con usted y por ser tan puerca.

    -¡Julia, sal ya, que hay clientes!

    -¡Sí, ya voy, don Boscos!

    -¡Que maleducado!

    -Sí, en cambio, este señor con el que he estado ahora es todo lo contrario. Generoso y amable como hay pocos. Mire. Le diré que él es de los que disfruta dándome también porculo. A él le gusta atar mis muñecas al sillón, que yo me ponga en pompa, me quita las bragas, me arremanga la bata hasta la cintura y me la mete suavemente hasta el fondo y luego sacarla y meterla, meterla y sacarla, cada vez más rápido y más fuerte, hasta que yo me corra de gusto. Él nunca eyacula hasta que yo haya tenido varios orgasmos. Es así de generoso. Un caballero.

    -¡Sí que…! – yo estoy cada vez más excitado de solo escucharla.

    -Pues mire si es atento y amable, que no se ha enfadado cuando le he dicho que hoy no podría metérmela por el culo. Ha tenido un disgusto, pero enseguida lo ha entendido. Solo se la he estado chupando mientras él me magreaba los pechos. Luego yo he seguido chupando su verga y él me ha metido varios dedos en el coño y me ha acariciado el clítoris. Después de que yo me corriera varias veces y que él, al final, eyaculara en mi pecho, con el sostén y todo, pues va él y me dice que me va a pagar lo mismo que si me hubiera follado el culo. ¡Dos mil euros!

    -¡No me diga!

    -Pues sí le digo, sí. Es todo un caballero. Bueno, debemos salir, don carpintero.

    -¿No hay manera de que usted me devuelva los cien euros?

    -¡Pero si se los quedó el jefe!

    -Ya, pues por lo menos, usted podría…

    -Nada, nada, el sábado ya hicimos mucho más de lo que pagan cien euros.

    -¡Me siento estafado!

    -¡No se enfade! Va, le doy un besito.

    Me besa la mejilla y cuando quiero acercar mis labios a los suyos, ella ya se aparta y salimos a la tienda. Don Boscos me mira muy mal. Salgo caliente como un mono y oigo que Julia me llama:

    -Don carpintero, espere. De verdad, deseo con ganas que usted tenga el dinero y podamos… pasar un buen rato juntos. ¡Venga enseguida que pueda pagar y así don Boscos no se va a enfadar! ¡Le estaré esperando con ganas!

    Así que he estado bastantes semanas sin ir a la farmacia ni ver a Julia. Por suerte, este mes no he tenido gastos extra, ni ninguna fiesta de aniversario, ni multas, ni pagar a hacienda ni nada y creo que en pocos días podré tener unos mil euros para poder follar con Julia. Muy contento me acerco a la farmacia a comprar cualquier tontería y a decirle a Julia que en pocos días tendré suficiente dinero.

    -¡Hola, Julia!

    -¡Don carpintero! ¡Usted por aquí! Pensaba que ya se había olvidado de mí.

    -No, Julia, eso es imposible.

    -Pase, pase a la salita. Ahora mismo don Boscos no está y no hay ningún cliente en la farmacia. Si viene alguien, suena la señal al abrirse la puerta y salgo. ¡Qué ilusión, don carpintero!

    -¡Y yo! – ella me abraza y me besa en la mejilla y al separarse empieza a desabrocharse los primeros botones de la parte de arriba de la bata -Venía a decirle que en unos pocos días, ya tendré el dinero.

    -¿Cómo? ¡Oh! Pero quiere usted decir que… que hoy no…

    -No, hoy todavía no. Pero…

    -¡Oh, qué desilusión, don carpintero! – vuelve a abrocharse los botones. – ¿No tiene usted por lo menos cien euros? Mire, por ese dinero yo podría…

    -Cien euros sí que podría pagarle. ¡Y doscientos!

    -¡Pues va! – se pone en cuclillas y me abre la cremallera del pantalón.

    -¡No, no, espere, Julia!

    -¿Es que no quiere que yo le haga una…?

    -Sí, me encantaría, pero… prefiero en pocos días poder pagarle mil euros y así, bueno, ya sabe.

    -Ah, claro. Follar conmigo, ¿verdad? – se levanta y se abrocha bien la bata.

    -¡Sí, follar por fin con usted!

    -¡Me va a encantar! ¿Cuándo?

    -Yo creo que, si nada se tuerce, a finales de la semana que viene…

    -Oh ¿No puede ser antes?

    -Quizá el jueves o el viernes.

    -Tendría que ser antes del miércoles. El lunes o el martes.

    -El dinero no lo tendré aún.

    -¡Vaya, pues no podrá ser!

    -¿Por qué?

    -Es que desde el miércoles, no estaré en la tienda.

    -¿A no? ¿Y cómo es eso?

    -Es un poco difícil de explicar… usted sabe que… ya le dije un día que… ay, me da apuro contárselo.

    -Julia, mujer, hay confianza.

    -Ya, sí, pero… es que… no, no, dejémoslo en qué no estaré en la farmacia unos días y ya está.

    -Bueno, pues, podríamos vernos fuera. Y le iba a dar el dinero igualmente.

    -No, no, esos días, imposible. No estaré en la ciudad.

    -¿Se va otra vez de vacaciones?

    -No, no es eso, no. Es solo que…

    -¿Qué? Cuente, Julia, cuente.

    -Quizá recuerde que un día le conté que… bueno… en alguna ocasión… yo…

    -¿Qué?

    -Que, aparte de los servicios especiales… yo… alguna vez… pues que hago… unos servicios, digamos que muy, muy especiales.

    -Sí, me lo dijo. Pero no sé…

    -Solo ha sido un par de veces. Bueno, no, tres.

    -¿Y qué son esos servicios tan especiales?

    -No se lo voy a decir, no, es muy… me da vergüenza. Uy, la puerta, voy a ver quién es.

    Me quedo en la sala. Como siempre que veo a Julia, tengo una buena erección. Me quedo pensando en qué debe ser ese servicio tan especial y qué tiene que ver en qué esté unos días sin ir a trabajar a la farmacia. Por suerte, solo era un cliente y enseguida Julia vuelve a entrar.

    -Bueno, don carpintero. Pues… ya está, ya sabe. Más adelante, cuando tenga dinero…

    -Espere, Julia, dígame, qué es ese servicio tan, tan especial. Quizá yo… bueno, a mí me interese.

    -¡No, eso es imposible! ¡Le costaría, como mínimo diez mil euros!

    -¡Diez mil euros!

    -¡Depende de qué se tratara, más!

    -¿Más de diez mil euros?

    -Sí, puede qué más.

    -Pero, es que no sé qué…

    -Mire… le voy a contar… la primera vez yo dejé que… estuve… aquí en la sala…

    -¿Qué, Julia? ¡Dígame!

    -Pues yo… hice… bueno, hicimos… vaya, que estuve con dos hombres, uno detrás de otro. Sí, sí, así cómo lo oye. Y me dieron diez mil euros. Y lo mejor del caso es que don Boscos se quedó un porcentaje muy pequeño, sólo un veinte. Así que pude quedarme con ocho mil euros.

    -¿Y usted no se sintió mal? Quiero decir…

    -No, la verdad es que no. A ver, se trataba de dos hermanos, bastante mayores. Son amigos de don Boscos. Uno es viudo y el otro soltero. Ya había estado alguna vez con ellos por separado y… Un día le dijeron a don Boscos que les haría ilusión hacer un trio conmigo, el me lo dije a mí. Yo le contesté que de ninguna manera, pero me convenció cuando me dijo que me iban a pagar diez mil euros y que él se quedaría solo un veinte por ciento. Nunca había hecho un trío ni me lo había imaginado ni sentía ningún deseo ni interés. Pero la verdad es que fue bien. Ellos fueron muy amables y atentos.

    Don Boscos me dijo que no tuviera ninguna prisa, que por ese dinero podía estar toda la tarde si ellos lo deseaban. Así que yo me quité las braguitas delante de ellos, se las di a oler. A ellos les hizo ilusión darme, antes que nada, veinte billetes de quinientos euros. Nunca los había visto así juntos. De manera que eso me decidió a ser muy cariñosa con ellos.

    Me senté en este sillón y me abrí de piernas. Me vieron el chocho ya húmedo. Me pasé un dedo por la rajita y lo chupé. Me quité sensualmente la bata y se la tiré a los dos señores. Me quedé solo con el sostén y espatarrada ante ellos. Me metí un par de dedos en el coño y se los di a chupar, uno a cada uno. Me levanté y abracé al más mayor. El más joven me abrazó por detrás.

    Sentía sus paquetes pegados a mi cuerpo, el del mayor apretando mi barriga y el otro, mis nalgas. Nos besamos en la boca con el mayor mientras el otro me besaba el cuello. Al cabo de unos minutos, me puse en cuclillas, les bajé el pantalón, les saqué sus miembros de los calzoncillos empapados y empecé una buena mamada, ahora a una polla, ahora la otra, y así un buen rato. Ellos me decían cosas lindas como que qué bien que la chupaba, que era un cielo, que si una buena mamona, que solo por eso ya merecía los diez mil euros y así.

    Bueno, acabamos follando, primero con el mayor y luego con el otro. Mientras el mayor me follaba, yo masturbaba al más joven. Eso me daba mucho morbo y me corrí no sé cuántas veces. El hombre no terminaba y yo me movía para darle más placer. La cuestión divertida es que el joven no pudo resistir más y eyaculó en mi mano y, cuando me di cuenta, apunté su pene a mi pecho, así que me llenó el sostén con su lefa. Cuando por fin el mayor vio que le venía el orgasmo, sacó su verga de mi vagina y eyaculó en mi barriga, mi ombligo y también en el sostén. Luego era el turno del más joven, que ya volvía a estar trempado.

    Él dijo que no me quitara el sostén, que le excitaba saber que estaba empapado de su semen y el de su hermano. Cada uno tiene sus gustos y a mí no me importaba. Quiso que me pusiera a cuatro, en plan perrito, y me folló bien el coño. Tan bien que no pude resistir lanzar varios chorros de squirt antes que él se viniera en mis nalgas, mientras su hermano nos miraba feliz sentado en ese sillón.

    -Vaya, pues sí que…

    -Ya ve, don carpintero. Al terminar y vestirnos, yo aún con semen en la barriga, las nalgas y el sostén, ellos, muy amables, me dijeron que me merecía más que los diez mil euros. Sacaron varios billetes más de quinientos y me dijeron que no le dijera nada a don Boscos. Pero yo, muy digna, les dije que eran muy generosos pero que no, que un trato era un trato.

    -Muy bien, Julia.

    -Quedaron muy satisfechos. Bueno, y yo también, la verdad.

    -Sí, por lo que cuenta… Oiga, y… dijo usted que había tenido algún otro servicio muy especial.

    -Dos más. Por el segundo, al cabo de un mes o así del primero, cobre también diez mil euros. Bueno, después supe que en realidad ellos dieron doce mil euros a don Boscos, pero él me engañó. No le dije nada para que no se enfadara así que me conformé con quedarme con otros ocho mil.

    -¿Y qué hizo? ¿También con esos dos hermanos?

    -No, fue muy distinto, pero también muy especial porque estuve con un matrimonio, acudí a su casa, por eso don Boscos les dijo que debían pagar doce mil.

    -¡Ah! Pero usted me dijo que solo hacía servicios en la farmacia.

    -Y así es, pero ese fue muy, muy especial. Ella es una clienta habitual de la farmacia. Se enteró que yo… bueno, que no solo vendía medicinas y eso y… Mire, ella quería hacer un regalo a su esposo, un regalo muy especial para celebrar su cincuenta aniversario de bodas.

    -¡Su cincuenta aniversario!

    -Sí, imagínese, la bodas de oro!

    -¡Oh!

    -Bueno, ellos se habían casado jóvenes, pero claro, ambos pasan de los setenta. Creo que él está cerca de los ochenta.

    Imagínese la sorpresa cuando él me ve llegar, vestida yo muy sexy, como una putilla, vaya. La falda era de cuando iba al instituto, pero aún la acorté más para que casi no me cubriera nada las braguitas. Llevaba una camiseta blanca muy escotada y sin mangas que dejaba mi barriga al aire. Les deseo un feliz aniversario y empiezo el servicio.

    Primero les hago un estriptis, luego ellos se desnudan y nos metemos juntos a la cama. ¡No veas el hombre qué tranca tenía y ya bien parada! Ellos se besaban abrazados mientras yo, detrás del señor, le acariciaba el cuerpo, luego me apretaba a él, para que sintiera mis pechos en su espalda, después le agarré su miembro por detrás y lo masturbé. Mi sorpresa es que su tranca continuaba creciendo. Y otra sorpresa es cuando la esposa se levantó de la cama y, por detrás, me introduce su dildo enorme en el coño. Me guiña un ojo y vuelve a abrazar a su marido. Se abre de piernas a su alrededor y le acerca su sexo mojado.

    Yo, muy excitada con medio dildo en el chocho, acompaño el trabuco del señor hasta la vagina de su mujer y él empieza a follarla. La esposa empieza a suspirar y a gemir y él también jadea. Ella toma el dildo y lo mueve en mi sexo. Yo separo las piernas para que me quepa muy adentro.

    No me avergüenza decir que soy la primera en correrme. Y la segunda. Y la tercera. Ellos siguen follando y yo agarro los testículos del señor y los masajeo para darle más placer. Con la otra mano, me saco el dildo del coño y me las ingenio para acariciar el clítoris de la mujer con él. Por fin ellos tienen un orgasmo y quedan abrazados satisfechos. Al cabo de unos minutos, yo les digo que si les ha gustado y ellos me dicen que mucho.

    -Bueno, pues yo ya me visto. ¡Felices bodas de oro, son un encanto!

    -No, no, hija, espera – dice la esposa.

    -¿Ya está no? – pregunto mientras me pongo las bragas.

    -No, no te vistas ni te vayas aún.

    -¿Es que quieres darle algo de pastel a la chica, Reme? – pregunta inocente el marido.

    -No, bueno, si ella quiere, luego podrá comer pastel.

    -¡Está muy rico!

    -Pero antes… querido… tienes que tener tu regalo.

    -¿Un regalo? Pero si ya…

    -Calla, Fernandito. A ver, Julia, vuelve a quitarte las bragas y túmbate en la cama y ábrete de piernas para mi esposo.

    -Querida, pero si yo ya… yo no… a mi edad…

    -Querido, no habré pagado doce mil euros para que no te folles a la chica.

    -¿Doce mil? – pregunto.

    -Sí, pero los vales, niña. Verdad, ¿querido?

    -Y tanto que los vale. Pero yo ya no… mira como la tengo – muestra su pene arrugado y diez veces más pequeño que hace unos minutos.

    -A ver, hija, vamos a conseguir que mi Fernandito vuelva a deleitarnos con una erección de su enorme polla, ¿verdad?

    -Bueno, no sé… a ver… si le parece a usted, vamos a besarla y a chuparla las dos.

    -Vale, sí, pero yo me siento, que las rodillas…

    -Sí, siéntese usted. Venga, Fernando, acérquese a la cama.

    Le agarro el pene y al poco de acariciarlo ya empieza a estar morcillón. Se lo acerco a la boca de su esposa y le pega un lametón. Luego yo se lo beso y también lo lamo. En menos de un minuto, ya tiene el miembro parado. Ella empieza a chuparlo y yo le tomo las manos y las acerco a mi pecho. Él me agarra las tetas y me las masajea. Su polla no cesa de crecer ahora en mi boca, ahora en la de su mujer. Ella se acerca a la mesilla de noche y saca otro consolador, más largo que el otro y con la particularidad que tiene dos puntas, como dos glandes bastante grandes. Vuelve a mamar su pene mientras se introduce uno de los glandes sintéticos y me acerca la otra punta.

    Yo me penetro con ella y me acerco a la señora para que me entre más adentro. Eso, mis tetas y las dos mamadas hacen que el señor empiece a suspirar y a respirar fuerte. Su mujer y yo compartimos el consolador y ya no se ve, lo tenemos completamente oculto en nuestros coños. Yo empiezo a temblar y no puedo evitar a tener un orgasmo tras otro. Grito como una loca. Veo que la señora también gime y suspira aunque su orgasmo es mucho más discreto que el mío. Cuando él ve que ya está muy excitado, sin soltar mis tetas, me levanta, me tumba en la cama y me atraviesa el chocho con su polla enorme.

    Me entra con facilidad porque estoy rezumando toda clase de jugos pero aun así, parece que me vaya a partir en dos. Me folla muy duro y al cabo de un par de minutos eyacula su semen caliente en mi vagina. Es tan abundante su lefa que aún con su tranca dentro rebosa de mi sexo. Mientras chillo y me corro, veo que la señora sigue jugando con el dildo en su vagina y que casi lo tiene todo dentro. Y sí, si se lo pregunta, don carpintero, al final los tres comimos pastel. Y bebimos cava.

    -Vaya, Julia, estoy sorprendido.

    -Pues ya ve.

    -Oiga, y… me decía que había tenido aún otro servicio muy especial, ¿verdad?

    -Sí, uy ¡ese! Me da reparo contárselo.

    -No, mujer, si ya…

    -Bueno, mire, solo le diré que por ese cobré veinte mil euros.

    -¿Cómo? ¡Uala! ¿Pero qué tuvo que hacer?

    -Me da vergüenza, pero se lo voy a explicar. Ese fue hace solo un mes. Mire, el señor Boscos me dijo que… ¡uy, la puerta! Oh, ahora sí que es él que ha vuelto.

    -Pero Julia, yo quería saber…

    -¡Venga usted mañana y se lo explico, don capintero! Y si tuviese dinero, a mí me encantaría…

    -No, mañana no podré pagarle todavía.

    -Bueno, pues nada. No sabe cuánto lo siento.

    Cuando el farmacéutico nos ve salir a ambos pone muy mala cara. Yo, por lo que pudiera ser, salgo rápido de la farmacia. Espero que no la riñe demasiado ni la castigue.

    Loading

  • Economista y prosti: Parte final de mis vacaciones

    Economista y prosti: Parte final de mis vacaciones

    Cuando llegó Tommy al hotel donde estábamos Sam y yo, lo esperé en mi habitación, sola, deseosa de contarle todo lo de la noche anterior, y por supuesto, cogimos gozosamente.

    A pedido mío me la metió muy de a poco, como había hecho Sam. Sorprendido cuando le conté del pedido “especial” se asombró de que lo dejé hacer eso.

    -¡Que lindo! me dijo, quiero hacerlo junto a varios, quizás Sam y tu papá y el mío, que los va a sorprender muchísimo.

    -Gracias por comprenderme amor, lo hice como recompensa por lo mucho y bien que me había cogido, y hasta me ha prometido un regalito extra en Montevideo o Punta del Este, se ve que será algo especial.

    -Amor, me encanta que cumplas con todos tus deseos, y quisiera que cuando vuelvas a la estancia del amigo de Mary junto a ella, me dejes ver como cumplen nuevamente el desafío del dueño, que ya cumplieron en la primera visita. Ver eso me encantaría, es una de las pocas cosas que aún no te he visto hacer.

    Y se hizo la hora de que con Sam visitarán al Distribuidor Norte, para evaluar la marcha de la nueva operación.

    Yo ya sabía que los resultados son muy buenos, y ya está muy cerca de alcanzar el aumento de ventas que Sam puso como objetivo para que pueda estar conmigo. Seguramente se dará en uno o dos meses más.

    Regresamos a Montevideo, yo con Sam para agradecerle la manera en que me trató y lo bien que me cogió.

    Ya entrando a la ciudad, paró frente a una conocida casa de cambio situada afuera de un Shopping Center, y en diez minutos volvió con “ un regalo muy personal, que quiero que guardes siempre”. Una preciosa moneda de oro de 1/2 onza. Una belleza con su brillo, su diseño de un antílope, etc., ya me entienden. Dijo que no importaba su valor, (que igual no es poco) sino que quería que siempre lo tuviera presente, y que no olvidara que él fue el primero con el color dorado ja ja.

    Un dulce nuestro amigo.

    Dos días estuve en Montevideo, atendí algunos de los clientes más cercanos, y por última vez a papá y a Tomás, el padre de Tommy, antes de irme de viaje con mi esposo.

    Con papá, acordamos todo lo atinente a que me cojan en su presencia y sin que pueda intervenir. Recuerdan que este encuentro con Bob, mi nuevo cliente está acordado y pendiente (reporte 3 de mi última estadía en Bs As).

    Le pregunté si realmente se prestaría a hacerlo, si no se sentiría mal. Y por suerte me respondió que lo ha asumido, y que realmente está dispuesto a hacerlo y disfrutarlo como novedad y demostración de mi “putez excelsa” nada menos, ¡ja ja!

    Al día siguiente, jueves, fui a Punta del Este, para un par de días de desenganche total, sola. Aproveché a pasear sola de shorts y camiseta (aún no hace calor) en Chihuahua, la playa naturista, el busca de alguno de los vendedores de ropa que suelen hacer sus ventas. En la tarde del segundo día, me encontré con uno, justo lo que buscaba, le compré dos mínimos, vestidos playeros muy livianos y cortos. Y lo observé descaradamente.

    Unos 40 años, de un país de África occidental, excelente físico. Y tomé nota.

    El viernes de noche Tommy fue a Punta, hicimos el amor muy ricamente, y el sábado volvimos a Montevideo para salir de viaje el domingo, a Madrid.

    Le expliqué lo del africano y pasamos por esa playa, en la ruta a Montevideo, a ver si estaba.

    Lo encontramos, los presenté y volví al vehículo para dejar a Tommy hacer su trabajo.

    Tommy le explicó que yo suelo tener sexo fuera del matrimonio y que buscamos alguien como él. Y que lo buscamos muy dotado. Por supuesto le explicó que sería para el fin de primavera o verano y que debería hacerse análisis pagos por nosotros.

    El vendedor dijo que si queríamos podría mostrar su dotación pero conmigo presente y que estaba de acuerdo en todo, que algunas mujeres que van a esa playa en verano se lo piden. Se acercaron a los médanos, Tommy me llamó por teléfono y fui.

    Cuando el señor extrajo lo suyo, quedamos impresionados por buena longitud, ¡excelente grosor… y cabeza enorme!

    ¡Ojalá siga por allí en verano!

    El domingo partimos hacia Madrid para la mejor parte de las vacaciones. Simplemente cinco días de disfrute y compras (precios bajísimos en ropa), aprovechando para ampliar guardarropa. Además aproveché dos o tres casas, en calle cercana a Sol, que venden ropa digamos muy atrevida a precios insignificantes.

    Nos entretuvimos comprando esas cositas lindas para vestir con clientes reales o para presentarme en futuros desfiles de seducción de nuevos clientes.

    Visitamos los mejores Museos, lindos restaurantes no de lujo pues allí se come bien en todos lados, y seguimos viaje a Paris.

    Por razones de que estoy con mucho trabajo y para ponerme al día cuanto antes con los relatos, les contaré brevemente lo de París.

    Fuimos por otros cinco días, invitados por Paul y Sra. para divertirnos haciendo algunas cosas que habían quedado pendientes. Tuvieron el gesto de alojarnos en su hermoso y enorme departamento.

    Lo primero, a la segunda noche (en la primera, haciendo gala de su voyerismo nos vieron coger), fue mi debut en el Bois de Boulogne, a donde ya nos había llevado su chofer a ver en la primera visita. Aún el clima era aceptable en comienzos de octubre, y llevé un abrigo liviano y nada más.

    Recordarán que hay una zona donde señores de fortuna exhiben y ven coger a sus esposas o amantes, en general de Europa Oriental, auténticas bellezas.

    Suelen entregarlas a choferes de camiones o coches de alquiler que se estacionan allí, en la acera de enfrente a donde ellas se exhiben en general en abrigos abiertos y lencería.

    Yo opté por diferenciarme con abrigo abierto y ¡nada más! Tetas y landing strip a la vista.

    Paul, su esposa Jeanne, el chofer Charles y Tommy me mirarían en acción.

    Me paré al lado del coche de nuestros anfitriones, abrí my abrigo y me mostré tal cual soy, desnuda totalmente, mis tetas al aire, mi vello púbico en landing strip a la vista, y logré algo muy excitante: algunos de los choferes que estaban del otro lado de la avenida, me señalaron, como mostrándome a sus colegas. Quizás por gustarles, o simplemente porque vieron una “nueva”.

    Miré detenidamente, seleccioné uno que me resultó atractivo, les dije a mis acompañantes que cruzaría a buscarlo y que ellos bajaran del coche a verme.

    Así lo hice, me traje al que me interesó y entramos a la zona de árboles y arbustos a que me cogiera.

    Me despojé del abrigo que entregué a Tommy, le entregué al hombre un condón (había que usar condón sí o sí, obviamente) y él se bajó los pantalones y el slip, ya de verga dura.

    Se puso el condón, le chupé la pija mientras Tommy me lamía la concha (es aceptable que el marido colabore) y doblé la cintura abriendo un poco las piernas, ofreciéndome al afortunado desconocido.

    Me cogió sin pena ni gloria, con condón no me gusta, pero todos disfrutaron de verme. Nos fuimos, habiendo cumplido con algo que deseaba, pero que no me atrae especialmente repetir. Casi diría que preferiría ir a mirar ja ja.

    Dos días siguientes fueron de sexo en el apartamento de nuestros amigos, y compras y más compras ja ja. Lencería fina, lencería purés a, vestidos elegantes, vestidos atrevidos, zapatos…

    Y la última noche, algo pendiente. He estado en grupo, hasta con cuatro hombres, pero nunca en una orgía.

    Y fuimos tres matrimonios, más los anfitriones, un caballero invitado y Charles, el chofer.

    Las reglas, eran de orgía (yo encantada de hacer algo nuevo): no se pide permiso, todos tienen acceso a sexo con todos. En este caso, no se habilitaban relaciones entre caballeros. Por lo demás, libertad total. Y como todos teníamos salud comprobada, al fin podría hacerlo sin condón.

    Ustedes pueden imaginar. Aquellas diosas rubias altísimas, la dueña de casa ya mayor, y yo, recibimos todo tipo de fornicaciones, de sexo oral, les dimos sexo oral a hombres y mujeres.

    A veces la leche volaba a una cara o rumbo a unos senos, otras veces se escuría desde una concha o entre unos labios.

    En lo personal, fui muy muy bien atendida (cogida) por ser “la desconocida” y no tener implantes de ningún tipo.

    Una experiencia que espero repetir en Uruguay o en Buenos Aires (si alguien me invita).

    Cuenta al presente, 41 hombres y 2 mujeres (cuerpo a cuerpo), cuatro mujeres más en la orgía.

    Regresamos a Uruguay vía Madrid, y me tomé dos días de descanso y luego sí, ¡a ponerme al día atendiendo a todos mis queridos clientes locales! (Y a papi y suegrito, también).

    Discretamente, le informé a Tibu que estaba de regreso, quien, sabiendo todo me dijo que seguramente Bob debería viajar a Montevideo por trabajo en el proyecto del nuevo laboratorio de su compañía… él entendió mi mensaje y yo el suyo ja ja.

    ¿Al otro día, ya recibí llamada de Bob… podríamos hacer lo planeado?

    Por supuesto que lo hicimos, y será el objeto de mi próximo relato.

    ¡Hasta la próxima! Prometo seguir poniéndome al día.

    Loading

  • Me cogí a mi compañera casada en la fiesta de Halloween

    Me cogí a mi compañera casada en la fiesta de Halloween

    Gaby es una compañera del trabajo, una deliciosa morena bajita y nalgona. Es muy alegre y extrovertida y por lo mismo atrae a las personas, en especial a los hombres que siempre tratan de ligarla.

    Me encantan sus outfits; llega con una falda de cuero muy corta y botas del mismo material por encima de las rodillas y blusa blanca casi transparente o con jeans ajustados y sandalias. Por su puesto que desde que la conocí me obsesioné con sus pies, solo podía imaginar su olor por el uso de botas y VANS. Siempre me gusta ver sus fotos en Insta. Hace pole dance en shorts o licras, me encanta ver sus piernas anchas y sus pies morenitos y más la deseo. (También se pone faldas cortas y zapatillas para bailar, me la imagino bailándome antes de coger).

    A pesar de ser extrovertida es muy selectiva con las personas. Al principio creo que yo no le caía muy bien pero como le gusta el metal y a mí también nos empezamos a llevarnos bien pero siempre que nos quedábamos solos platicando llegaba un cabrón a interrumpirnos.

    Nuestro primer acercamiento fue cuando nos mandaron a un curso en Querétaro. Fuimos en mi auto y durante el camino platicamos de cosas más personales, me dijo que se casó a los 21, un compañero ya me había dicho que Gaby estaba casada pero no le creí porque le da entrada a los weyes que le caen bien o están mamados.

    Ese día la sentí a gusto y de regreso paramos para cenar pizza. Me di cuenta de que me miraba de forma coqueta, me seducía con sus labios, así que le seguí el juego. Tomé una rebanada y le di en la boca, ella hizo lo mismo conmigo.

    —Tienes cátsup en los labios.

    —¿Ya?—. Dijo limpiándose con el dedo.

    —¿A ver? —Me acerqué a ella y le di un beso en la comisura de los labios—. Ya.

    —Jajaja eso no lo esperaba—. Dijo sonrojada.

    Luego de repente me dio un beso en los labios, un calor recorrió mi cuerpo. Sonó su teléfono y me pidió que ya nos fuéramos. En el camino seguía mirándome provocativa, acaricié su mejilla y le di un beso, ella acarició mi pierna, empezaba a excitarme, quería hacerla mía en ese momento.

    Llegamos a su casa, esperamos un rato en el auto.

    —Me la pasé bien, si sabes a lo que me refiero—. Dije acercándome a ella para besarla, se dio cuenta de mi intención y se apartó.

    —Jajaja sí me percaté.

    De pronto me besó en la boca, fue un beso más largo y húmedo que el primero que me dio.

    —Yo también puedo jugar ese juego—. Dijo retándome.

    Quería abrazarla, seguir con el beso y acariciar sus nalgas pero sabía que tenía las de perder, no por miedo a su esposo sino porque era probable que ella se sintiera acosada y no volviera a darme entrada, así que me contuve.

    —Que nadie sepa esto—. Me advirtió.

    —Confía en mí—. La besé en la mejilla y nos despedimos.

    Los siguientes días nos llevábamos como si nada, pasábamos más tiempo juntos y si otro wey llegaba Gaby le daba el cortón para que no nos interrumpiera. A veces nos besamos a escondidas y nos dábamos uno que otro arrimón. Después un compa se dio cuenta y me dijo que esa morra ya ha hecho eso con otros dos weyes y que una vez la vio saliendo de un motel con un cabrón que no era su esposo.

    Yo sabía a lo que me atenía con ella, me quedaba claro que era mi “turno” jajaja. No sabía si seguir con ese juego pero tampoco quería ser uno más de esos weyes pero si a ella le vale verga estar casada yo tenía que aprovechar la situación.

    Gaby y otra chica llamada Anabell organizaron la fiesta de Halloween de este año. Al principio no tenía muchas ganas de ir pero Gaby subió a su IG fotos probándose varios disfraces, el que más me gustó fue de Princess Kida (de la película de Atlantis), le quedaba perfecto, se veía hermosa y decidí ir dispuesto a hacerla mía.

    La fiesta sería en la casa de Anabell, llegué e inmediatamente vi a Gaby que estaba disfrazada de Chel, se veía deliciosa; sus tetas redondas y firmes resaltaban debajo del pequeño top, sus nalgas anchas y firmes apenas estaban cubiertas por la mini falda blanca y en sus pies unas zapatillas abiertas plateadas, su hermoso cabello negro y lacio complementaba perfectamente el atuendo.

    —Te ves hermosa—. Dije tomándola de la cintura y besándola.

    —Lo sé, yo siempre.

    Bebimos y bailamos un poco, después de varias cervezas, whisky y vodka Gaby empezó a marearse, nos sentamos en un sofá.

    —¿No va a venir el Diego (su esposo)?

    —No, él también fue a una fiesta.

    Subí sus piernas en mi regazo, lentamente le quité las zapatillas y acaricié sus pies, no se resistió.

    —Me haces cosquillas.

    —Los tienes muy suavecitos.

    —Me gusta cuidar cada parte de mi cuerpo.

    Seguí acariciando sus pies y seguí con sus piernas, subiendo hacia su entrepierna, metí la mano debajo de su mini falda y acaricié levemente su cosita.

    —¡Oye cuidado con esa mano!—. Dijo apartándomela.

    Volví a besarla mientras acariciaba sus tetas.

    —Nooo alguien nos va a ver.

    —Vamos a una habitación.

    Agarré sus zapatillas y subimos, entramos en la primera habitación que vimos.

    La puse contra la puerta y seguí besándola, comiéndole la boca, metí mi mano debajo de su falda apretando sus duras nalgas, su respiración se aceleró. Se apartó, me desabrochó el pantalón y se puso de rodillas, liberó mi verga y empezó a mamármela, hasta el fondo, solo podía escuchar cómo se atragantaba.

    Se levantó y fuimos a la cama, quiso desvestirse pero le dije que se quedara así, ella me quitó la ropa y se acosó boca arriba. Le quité su mini tanga blanca y saboreé su cosita mojada.

    —¿Ya sabías a lo que venías verdad cabroncito?

    —La verdad siempre te he tenido ganas.

    —Jajaja se nota.

    Saqué un condón y se lo di para que me lo pusiera. La dedeé para que lubricara.

    —Una palabra de esto y te corto los huevos—. Me dijo tomándome del cuello, me abrazó con las piernas y entré en ella, estaba estrecha y calientita, Gaby gemía y se mordía los labios.

    Tomé sus pies y puse sus suelas contra mi cara, lamí en círculos sus talones, a lo largo de sus suelas raspositas y pálidas, tenían un ligero sabor a tierra y sudor, lamí entre sus dedos quitando pequeñas virutas y pelusitas.

    —¡Así! ¡Así métemela toda!—. Me imploraba. Me calenté más con sus pies y aumenté el ritmo, la empecé a ahorcar, contrajo la vagina apretándome la verga.

    —Acuéstate—. Me ordenó. Se desvistió y se subió en mí, frotó la punta de mi verga entre sus labios y empezó a cabalgarme. Apreté sus tetas y mordí sus pezones duros y oscuritos

    —Te mueves muy rico nena.

    —¿Sí? ¿Te gusta mucho?

    —Me encanta preciosa.

    Siguió cabalgándome y me mordió en el cuello mientras me enterraba las uñas en el pecho y yo apretaba sus nalgas para hacer más profunda la penetración. Gaby se empezó a correr, yo sentí la verga caliente y nos venimos al mismo tiempo. Se dejó caer sobre mí exhausta. Acariciaba su cabello, su carita y sus duras nalgas.

    Como Gaby no dejaba de acariciarme la verga se mantuvo dura y parada.

    Me incorporé, la puse en cuatro, besé sus nalgas y di pequeñas mordidas, lamí su conchita, pasé a su orto e introduje la puntita de mi lengua mientras acariciaba sus nalgas, Gaby dio un saltito y aflojó el cuerpo. Le puse las zapatillas y me masturbé con sus pies.

    —¿Te gustan mucho mis pies?

    —Me encantan, los amo.

    —Bésalos.

    Besé y lamí sus pies por encima de sus zapatillas.

    Abrí otro condón, la tomé firmemente de la cadera y entré lentamente en ella, levantó bien las nalgas y apreté el ritmo, tenerla en cuatro era poder contemplar su orto dilatado, le metí un dedo.

    —Sí así, se siente bien ricooo—. Decía gimiendo.

    —¿Quieres por atrás?

    —No, mi chiquito ya tiene dueño—. Me quitó el condón.

    Seguí dándole, la jalaba del cabello con cada embestida y la nalgueaba, sus nalgas empezaron a ponerse rojas y Gaby gemía más fuerte y se aferraba a las sábanas pidiéndome que se le metiera más duro.

    —Así zorra, grita más fuerte—. Le ordené y gritó mi nombre, cuando estaba a punto de venirme se la saqué y la tomé del cabello apuntando a su cara.

    —No, en la cara no, me gustó mi maquillaje.

    —Me vale verga—. Solté una descarga de espesa leche caliente en su cara, chorros y chorros, la que cayó en sus labios la saboreó con la lengua y se la tragó. Quedé exhausto y me acosté junto a ella. Sonó su teléfono.

    —Vámonos—. Dijo limpiándose la cara.

    —No, todavía sigo caliente—. Dije besándola en el cuello.

    —Estuvo muy rico pero ya, vámonos antes de que nos vean.

    —Está bien pero regálame tus zapatillas.

    —OK te las doy el lunes, no me voy a ir descalza.

    Terminamos de vestirnos, le di un último beso manoseándole las nalgas. Bajamos a donde estaban los demás.

    —Recuerda lo que te dije eh.

    —Confía en mí. Y quiero esas zapatillas y también tu tanguita.

    —Ay qué pervertido eres.

    —Lo justo es lo justo.

    —OK el lunes te las doy.

    Al poco rato vi que su esposo llegó por ella.

    Se ve ruda y cabrona en persona pero en la cama es un zorra sumisa.

    Cumplió su promesa y el lunes me dio mis regalos. Seguimos llevándonos bien, los besos y arrimones siguen y ahora mi propósito es seducirla para que entregue el culo.

    Loading

  • Venganza (2): Romper para volver a construir

    Venganza (2): Romper para volver a construir

    A Mariano le costaba procesar todo, de estar solo con su madre en el mundo, ahora tenia un abuelo, y su padre había muerto hacia poco, miles de interrogantes cruzaban por su mente, lo que menos le preocupo en ese momento es que su abuelo fuera un capo mafioso. Comieron charlando sobre la dura vida que había tenido el chico, pasaron todo el día juntos, la verdad es que este no veía a su abuelo como alguien intimidante como lo hacia el resto, tal vez el viejo estaba viendo en ese joven su oportunidad para que alguien de su sangre herede todo su imperio.

    Mariano: Abuelo me encanto conocerte, pero debo volver a mi trabajo, no creo que estén contentos con que falte.- al chico volvió a la realidad, y pensó que tenia que volver a su vida, a Carmen le dio risa.

    Roberto: Mira nieto, si tu aceptas ser mi heredero, nunca más tendrás que trabajar para otra persona, nunca pasaras penurias económicas, y te juro que quien te mire mal se arrepentirá.

    Por supuesto que el chico no dudo mucho, venia de una vida de mierda, cualquier cosa que le ofrecieran era mejor que eso. Primero tenia que poner en orden su vida, hablar con su madre, no pensaba decirle nada por ahora, solamente le diría que había conseguido un trabajo, su madre odiaba a su padre y todo lo que viniera de él, así que esperaría que terminara su tratamiento para decirle la verdad. Segundo renunciaría a su trabajo. Tercero se tenia que someter tanto a un entrenamiento físico como mental para hacerse cargo de los negocios de la familia.

    Le costo dormir entre tanto lujo, no podía se sentía raro, sentía que tenia que renacer. Tal vez la leyenda del ave fénix, aquella mitológica ave que renace de sus cenizas sea lo que lo representaba en aquel momento. Mariano se levanto temprano como de costumbre, al llegar al comedor su abuelo y Carmen estaban desayunando, Roberto estaba con una tablet, lo saludaron al ver lo que estaba haciendo su abuelo este le respondió.

    Roberto: Estoy jugando en el casino más grande del mundo, la bolsa de valores. Tú aprenderás a hacer todo esto.

    Después de desayunar con su abuelo y Carmen, este viajo a su ciudad natal para arreglar sus cosas. En el helicóptero los esperaban dos personas, una chica con rasgos asiáticos llamada Tai, que seria su futura Asistente personal, bonita, delgada y chiquita, de veinticinco años, la condenada parecía que no había matado ni una mosca, pero era experta en Kali, y el uso de cuchillos, también era Licenciada en Administración de Empresas.

    Por otro lado estaba una persona de un metro setenta, Arturo, de compleción normal pero con el cuerpo muy definido, ex militar y como se aburrió de esa vida y necesitaba adrenalina cruzo medio mundo y se enlisto en la Legión Extranjera Francesa, ya a sus treinta y siete años lo vías y sabias que no tenias que pelear con él, algunas cicatrices en su rostro, orejas de coliflor de practicar MMA y Krav Maga. En el viaje no se aguanto más y pregunto.

    Mariano: ¿Por qué no eres tu la heredera del abuelo, si son tan cercanos?

    Carmen: Yo.- sonrió y dejo lo que estaba haciendo en su teléfono.- tu abuelo es mi única familia, pero no me interesa su dinero.- se tomo su tiempo.- el me ha dado más que eso en este tiempo, la mayoría que estamos con él es por algo más que él dinero, aunque es más que generoso, a mi hace tiempo transfirió acciones de una empresa y algunas propiedades a mi nombre.

    Mariano: ya veo, y ellos, para que los necesito, a mi no me conoce nadie.

    Carmen: Déjame ponerte un ejemplo, su mundo era una jungla, y el se convirtió en el Rey, en el León alfa dominante, todos le debían respeto y sumisión, pero lo observaban esperando un momento de debilidad, un momento para poder atacar.

    Mariano: ¿Pero eso quedo atrás, o no?

    Carmen: Si, pero todo se mantiene en un tenso equilibrio, tu abuelo decidió salirse del juego y ser neutral. Y nadie lo molesta porque tu abuelo sabe demasiado de todos, de los políticos y de las familias. Cuando en los noventa entraron los carteles para el gobierno fue una luz roja, después lo hizo la mafia Rusa, su violencia y técnicas no le convenía a los políticos que quedaban mal frente a la opinión pública, una alianza encabezada por tu abuelo los combatió y acabo.

    Después de eso negocio su salida, en un pacto de caballeros. Sus casas de préstamos se convirtieron en un banco, que si bien no tienen muchas sucursales sus clientes son sus ex colegas. Sus casinos ilegales, ahora son hoteles y casinos de cinco estrellas, y su constructora se volvió cien por ciento legal.

    Mariano: El abuelo es Michael Corleone.

    Carmen: más o menos.- todos rieron.- lo que si el nunca aparecerá en ninguna noticia, o lista de ricos y famosos, pero el siempre esta, en las sombras viendo todo. No puede ser débil, no puede parecerlo, ni tu tampoco.

    El chico se quedo pensando en todo lo que se le venia, él pensaba que había un solo camino y era hacia delante. Llegaron a su ciudad natal, en un principio Tai llevaría su carta de renuncia, pero Mariano no se quería perder la satisfacción de entregarla en persona. En el estacionamiento del aeropuerto había dos Mercedes Benz Clase G, y Marco y otro muchacho esperaban, era el hombre que lo había seguido estos días atrás.

    Se dirigieron a la empresa que trabajaba Mariano, se bajaron el chico, Tai y Arturo, fueron directo a RRHH, cuando le entrego el dinero que debía y la carta de renuncia el director se le quedo mirando, sabia que Mariano era un esclavo que por centavos estaba haciendo la mayoría del trabajo. Mientras esperaba sus papeles aparecieron sus amigas.

    Carolina: Mira el limpiador quiere irse, no nos has pedido permiso.

    Vanesa: Sabes todo lo que nos debe basurero.

    Por primera vez Marino no tuvo miedo, no pensó en su trabajo, en su madre, en la renta. Solamente ignoro a estas dos personas y recibió los papales. Estas se enervaron ante la indiferencia del chico, incluso Vanesa siguió insultándolo o intentando humillarlo, las demás personas de RRHH solo observaban, ante la desesperación Carolina agarro una taza de un escritorio y quiso lanzársela, pero Tai y Arturo se interpusieron entre ella y el chico, estas mal criadas las habían ignorado o tratado mal lo miraban con odio, Marino puso su mano en su boca y les lanzo un beso.

    Mariano: Hasta pronto.

    El chico salió exultante, tenía más de mil por ciento en aur, estaba tan reprimido que nunca había hecho algo tan osado. Carmen vio la diferencia pero no dijo nada, eso si le escribió a su abuelo con el que estaba en permanente comunicación. El chico, Carmen y Arturo fueron al hospital a ver a su madre, mientras que Marco, su asistente y Tai se encargarían de la mudanza de Mariano, si porque Carmen le había comprado una casa en las afueras de la ciudad. Mariano no le importo, él no quería ver a su casera, así que delego ese trabajo.

    Todo lo que respecta a la madre de Mariano fue emotivo, el solo hecho de saber que no iba a tener problemas para pagar su tratamiento le daba una paz y seguridad, ella estaba perfectamente atendida en el sector VIP. Mariano le conto un cuento a su madre, le dijo que lo habían contratado en un muy buen trabajo en una gran empresa, que su seguro medico cubriría todos sus gastos, y que él podría venir a visitarla los fines de semana. También le conto lo de la casa, que la empresa le daba una, así que no tendría que preocuparse en volver a su humilde departamento. El chico se quedo casi toda la tarde con su madre, se despidió de ella con mucho cariño.

    Fueron a su nueva casa, en realidad era una vieja casona enorme, no llegaba a ser una mansión, pero si estaba en un lugar en las afueras de la ciudad, sobre una propiedad de diez hectáreas, en la entrada había dos casas para los empleados. La casa principal estaba en medio de la propiedad, no había vecinos cerca, un bosque en el fondo, una cancha de golf a un costado y al otro costado una propiedad enorme con casa de fin de semana.

    La casa era de dos plantas, con seis habitaciones en el primer piso, cada una con su baño, en la plata baja había una enorme cocina, dos baños, comedor, living, sala de televisión, una oficina y lavandería. Atrás de la casa estaba el garaje separado unos treinta metros de la casa, y a continuación unas viejas caballerizas que con una remodelación se habían convertido en un gimnasio.

    Lo que más sorprendió a todos, menos a Carmen, es que debajo de la casa y con una entrada oculta había un sótano, con un túnel que conectaba un bunker anti nuclear, por su profundidad y refuerzos, incluso sus puertas eran herméticas y reforzadas.

    La casa se le veía bastante potencial, estaba amoblada, rápidamente todos escogieron una habitación. Esa casa, por lo menos en los primeros meses serviría para los fines de semana, viviría con su abuelo, el viejo lo quería moldear.

    Se dieron cuenta que no había comida en la casa, Carmen buscaba entre los muebles y nada, el chico no pudo evitar dirigir su mirada ante tan imponentes posaderas, eran dos mazas de carne perfectamente moldeadas. La mujer se dio, y esbozo una sonrisa.

    Carmen: soy mucha mujer para ti, concéntrate en crecer como hombre, y conseguirás una buena mujer.

    El chico no se lo tomo a mal solamente le dijo que no era mujer para él. Lo que si pensó que ese culo le gustaba a cualquier hombre que respiraba. Y es que Carmen tenia un cuerpazo debajo de esos trajes elegantes, no podía ocultar su cuerpo, encima su cara de seria sus ojos color miel daba un aire a una maestra estricta que lo ponía loco al chico. Pero no quiso pensar más en el tema, no sabia como eran las cosas. Marco y su esposo fueron a comprar comida, el hombre que lo acompañaba era su esposo, ellos ocuparían una de las casas de la entrada, la otra seria ocupada por una familia que se encargaría de la limpieza y la jardinería de la casa, también serian parte de la protección, si hasta la asistente personal estaba armada.

    A la mañana siguiente se prepararon y volvieron junto a su abuelo, este lo sito en su oficina y le hablo de la preparación que requería para ser su heredero y poder moverse efectivamente en su mundo, Roberto no quería que le pasara lo mismo que con su hijo, aunque en carácter eran totalmente diferentes. Roberto le hablo a su nieto y lo convenció de tomar un entrenamiento duro y salvaje para llevarlo a ser un líder, el chico entendía todo y sabia sus falencias por lo tanto acepto.

    El entrenamiento al que iban a someter a Mariano prácticamente era para romperlo y armarlo de nuevo, eliminar todo rastro de debilidad, hacer una persona más fuerte mental y físicamente. Para ello su abuelo había recurrido a un antiguo amigo suyo, un Sargento retirado del ejército, de esos tipos turbios y oscuros que después de retirarse a los cuarenta años se dedico a negocios pocos legales o volvió a dedicarse a su antiguo trabajo, ingreso al ejercito porque la otra opción que le dio el Juez de menores a los diecisiete años era una correccional. De adolescente lo conocía el abuelo, de las pandillas. Este viejo era como su abuelo la vieja escuela, y lo iba a llevar a una casa que tenían prepara en un bosque cercano.

    Mariano estaba acostumbrado a aguantar y seguir, vivir con lo mínimo pero esto lo pondría a prueba por que seria más extremo todavía, pero si el sabia que había un objetivo claro, una luz al final del túnel.

    El domingo a la noche después de las presentaciones se fueron a vivir a la cabaña con Nicolás, su instructor. El lugar era sencillo, con lo básico, dos habitaciones, un baño y cocina comedor nada más. La habitación del chico tenía una cama, una mesa de noche, un armario con dos mudas de ropa y unas zapatillas extra y su kit de aseo personal.

    La primera noche le costo dormir pero cuando lo hizo durmió profundamente, tanto que no escucho cuando Nicolás entro a su habitación, cinco de la mañana, le puso casi en el oído una sirena, el muchacho pego un salto de la cama aterrado, mientras que Nicolás lo sacaba a empujones afuera, le metió la cabeza en un tacho de agua helada y le dio cinco minuto para cambiarse.

    Día uno de su entrenamiento a correr, el chico no estaba en forma y el viejo instructor de más de cincuenta años lo dejaba atrás como si nada, una hora corriendo, Mariano lo hizo en dos horas, llego caminando casi arrastrando sus pies, sentía hambre, cansancio y dolor. Pero era solo el comienzo, tras insultarlo y gritarle comenzaron los ejercicios de tipo militar, Mariano casi no podía hacer una flexión de brazos pero lo intentaba. Ya cansado le ordenaron que entrara. Desayuno escueto, taza de avena y una banana. Después clases de anatomía y el cuerpo humano, el no entendía mucho de que servía pero hacia caso.

    Almuerzo pollo a la plancha y verduras, luego lo mando a la casa del abuelo, una hora y media caminando, eso si le advirtió que tenia que estar antes de las ocho sino dormiría afuera.

    El chico tardo poco más de dos horas para llegar a la Mansión, ahí se baño y cambio, hablo con su abuelo sobre todo de sus negocios como funcionaban, donde invertía y por que, tuvo tiempo para más ya que a las seis de la tarde se tenia que ir. Volvió a las ocho y diez minutos, el viejo no dijo nada, pero se notaba en su mirada que no le gustaba. Le tiro un par de guantes de box y empezó a mostrarle los movimiento básicos, después lo saco afuera donde había una bolsa colgada de un árbol y los ejecuto ahí. Pero lo mejor estaba por llegar, la clase práctica, donde el viejo agarro a Marino como un saco de boxeo, el chico se llevo una paliza. Como castigo por llegar tarde no ceno, solo se le permitió comer una fruta.

    El día siguiente fue igual, lo mismo toda la semana, aunque el chico se iba adaptando rápidamente a todo, el era un sobreviviente, fue a ver a su madre el fin de semana, se tuvo que poner maquillaje que le suministro Tai para disimular los golpes. La semana empezó de la misma manera, misma rutina, el chico no pensaba renunciar, nunca lo había hecho.

    Aunque cambio algo, el viernes Nicolás en vez de correr lo mando caminando por un sendero del bosque, debía caminar por dos horas por ese sendero y volver con una roca de tono rosa del arroyo que pasaba por el bosque, Mariano pensó que seria fácil, la caminata le tomo tres horas era más complicado de lo que pensó, después se dio cuenta que estaba perdido, habían múltiples senderos y el no sabia reconocer por cual había venido, estuvo dando vueltas en círculos hasta que volvió al mismo lugar, era un chico de ciudad y esto era más que evidente aquí.

    Ya en la tarde, cansado, con hambre si haber probado bocado en todo el día, se dio cuenta de algo, el arroyo salía al camino principal, el camino que llevaba a la casa de su abuelo, de ahí podía volver a la cabaña y lo hizo, aunque llego a las nueve de la noche.

    Nicolás lo estaba esperando, ni bien vio a Mariano le arrojo los guantes de box, y empezó la misma rutina, terminando mariano aporreado, sin embargo en una de los últimos cruces con las pocas fuerzas que le quedaban le dio un golpe en la cara a Nicolás que lo hizo retroceder, el viejo retrocedió, sonrió y volvió a atacar. Cuando entro le dio carne a la plancha y le dijo que hoy se lo había ganado, era la primera vez que cenaba en la cabaña en dos semanas.

    Mariano comprendió las clases que le daba Nicolás, porque fueron avanzando y mostrando su propósito, aprendió anatomía, como cuidar su cuerpo, que comer, como curarse heridas, como realizar primeros auxilios, que partes de cuerpo se tiene que proteger, y cuales son las que tiene que atacar. También fue conociendo de supervivencia, armas blancas, armas de fuego. El ejercicio físico ya no era tan pesado. A los seis meses justo Mariano había perdido quince kilos, los ejercicio los hacia perfectamente, y le dieron su graduación, lo llevaron a lo profundo del bosque y le suministraron un cuchillo y un rifle con cinco balas. Debía cazar un jabalí, algo para lo que lo venían preparando el último mes.

    Aunque el chico no lo sabia, por el bosque se repartió a francotiradores, a parte dos drones lo tenían siempre a la vista, era una de las condiciones de su abuelo, no quería arriesgar la vida de su nieto.

    Mariano lo hizo perfecto, uso los conocimientos aprendidos del bosque, el terreno, los posibles sitios donde la manada de jabalí tomaran agua, y empezó a rastrear la zona, para el mediodía ya tenia el rastro, comenzó a seguir las huellas y eligió el mejor sitio, un abrevadero, se posiciono en contra del viento y se subió a un árbol, paso toda la tarde, la paciencia tuvo sus resultados cuando estaba atardeciendo apareció la manada, un gran macho, tres hembras de mediano tamaño y unas diez crías.

    El chico apunto al más peligroso, la distancia era de casi cincuenta metros, el estruendo del disparo y después el macho cayó, la manada empezó a correr y el dirigió su rifle a una de las crías otro disparo y también derribo a uno, disparo otra vez a una de las madre pero fallo. Observo que no había peligro y se acerco, le dio el tiro de gracia, no se quiso arriesgar con el cuchillo, eran animales peligrosos.

    Esa noche hubo fiesta en el patio de la mansión, fueron a buscar el premio de Mariano, treinta personas fueron al gran asado, todos trabajaban para el abuelo. Era gente de distintos niveles y cosas, hombres de confianza que le habían ido presentando en estos seis meses, estaban desde sus guardaespaldas a gerentes de las empresas, fue algo de campo, todo informal donde no había distinción, era alga para divertirse, pero también para conocer gente y que Mariano se fuera posicionando como el heredero, el chico charlo con todos, incluso con Carmen que no la veía hacia mucho tiempo.

    Ese fin de semana Mariano fue a ver a su madre, era notable la mejora de esta, prácticamente ya estaban hablando de un tratamiento mas ambulatorio, o sea que se podía retirar a su casa, Mariano eligió alquilarle un departamento a su madre, a una cuadra del hospital, para que se tuviera que mover lo menos posible.

    De nuevo en la mansión de Roberto, su nieto iba a empezar su otra etapa de preparación, una más refinada, donde iba a tener que aprender a actuar en sociedad, como moverse, como negociar, como vestirse, como enamorar a una mujer, como analizarla y que esta no se aproveche de él, y hasta como bailar. Todo esto lo iba a poder hacer en la mansión, sin olvidar el entrenamiento físico y de combate, aunque este ultimo se encargaría su guardaespaldas Arturo.

    Por las mañanas correr y ejercicios con Nicolás, después del almuerzo el abuelo le enseñaba los negocios incluso visitaban algunos, a la tarde artes marciales mixtas con Arturo, y a la noche el abuelo le enseñaba etiqueta. Ese viernes practicaría algo de lo hablado, salieron Mariano, su abuelo, y tres guardaespaldas, incluyendo a Arturo. Fueron a un restaurante conocido por ser muy exclusivo, es más muchos políticos que habían en él se acercaron a saludar a Roberto y este les presento a su nieto. Cuando terminaron fueron a un bar, también caro pero este era más frecuentado por turistas, dejaron el Maybach S680 y la camioneta de apoyo a una cuadra del lugar, quería que su nieto sedujera no por lo que trajera o por ser rico, sino por su técnica.

    Pidieron una mesa y tragos a la misma, no era un lugar que frecuentara Roberto, pero no desentonaba, la moza era joven y muy linda, el viejo con un par de sonrisas y palabras suaves al oído le saco una sonrisa a la chica, era un zorro viejo un galán, se fue la chica sonriendo, los cincos estaban bien vestidos, pero sobriamente, no resaltaban, ahí le dijo el viejo al nieto que no debía parecer desesperado, debía ser seguro, ser original y distintos a todos. Volvió la moza con una botella de champagne, siguió charlando con el abuelo. Mariano fue al baño, de lejos lo siguió Arturo. Al volver una chica morocha, bajita esta intentado sacar una parte de su vestido que se había enganchado de la madera de la barra una pequeña astilla, al hacerlo rompió el vestido y empujo a Mariano.

    Morena: Disculpa.- al querer irse se dio cuenta que su vestido se había roto y quedaba su espalda al aire y tenia que sostenerlo por que se caía dejándola desnuda.

    Mariano encontró una solución, paso su brazo por su espalda y la saco de ahí hacia el patio. Ahí se pusieron a hablar mientras buscaban una solución, según ellas sus amigas habían desaparecido con algunos chicos y no la encontraba, Morena era una chica de veintidós años, bastante simpática, era linda, sin ser una belleza, estaba muy bien. Mariano contestaba con chiste que esta le festejaba, vio que Arturo lo vigilaba a lo lejos, se pidieron unos tragos y después de unos veinte minutos de conversar el chico pensó que era hora de ver si podía avanzar, y la beso, ella respondió y empezaron a besarse y meterse mano, el escucho a su abuelo decir que el primer piso de ese lugar era muy discreto.

    Mariano con la joven se dirigieron a la planta alta, ahí había muchos cubículos con sillones y la luz era muy baja, se sentaron en uno y siguieron con lo suyo besándose, en un momento dado Mariano quiso demostrar su habilidad en tantos años forjadas como chico de compañía, metió sus manos bajo el vestido de ella, encontrando su tanga mojada, empezó a masturbarla, ella no pudo seguir besándolo y puso su cara en su cuello mientras gemía y tenia un excelente orgasmo, se sorprendió de la habilidad dactilar del joven, ella se bajo y saco su pene, le gusto lo que vio y empezó a darle tratamiento oral, lo hacia profundo.

    Mariano hacia mucho que no estaba con una mujer y no pudo aguantar más y acabo pero cuando lo iba a hacer apretó la cabeza de la chica contra él para que se tragara todo, ella termino escupiendo todo el semen, tomo de su trago y se enjuago la boca.

    Morena: Eso no se hace.

    Mariano la beso, la levanto y aprovechando que no se le había bajado la sentó sobre su pene, y con una mano lo dirigió a su vagina, la penetro, tomo sus dos nalgas y empezó a moverla la chica ya colaboraba mientras tenia todo el pene de él adentro, no tardo mucho en acabar, Mariano la saco y ella recuperándose en el sillón vio como él meneaba su pene a centímetros de su cara y descargaba otra andanada de semen sobre ella. Después agarro su trago y la dejo ahí.

    Loading

  • Ari: Prisionero de mi piel (4)

    Ari: Prisionero de mi piel (4)

    La historia sigue…

    Como todos los domingos, salí con mi madre a comprar víveres. Caminábamos juntas como si fuéramos dos mujeres, madre e hija —bueno, ella no sospecha nada—. Y ahí estaba él.

    Apoyado en un poste, con los brazos cruzados, observándome como si yo fuera suya.

    —Buenas tardes, señora —saludó con voz grave y una sonrisa falsa.

    —Buenas tardes, joven —respondió mi madre, sin sospechar nada.

    Yo apreté el brazo de mamá, tratando de pasar rápido, pero Jordan me lanzó un murmullo que solo yo escuché:

    —Te ves preciosa así, toda tímida al lado de mami.

    Mi corazón dio un salto. Bajé la cabeza y aceleré el paso, pero sentí su mirada clavada en mí trasero hasta que doblamos la esquina.

    Otro día iba con Camila, mi mejor amiga a comprar unas bebidas. Ella hablaba y reía animada de la universidad, ajena a mi tormento. De pronto, la voz que más temía y, al mismo tiempo, más esperaba, retumbó en la calle.

    —¡Princesa! —gritó Jordan desde la otra acera.

    Camila volteó, sorprendida.

    Me paralicé. Mi rostro se encendió de inmediato.

    —¿Quién es ese? —preguntó Camila, volteando hacia la acera de enfrente.

    Yo me puse rojo, tan rojo que Camila lo notó.

    Era Jordan, recargado en un poste, mirándome como si me desvistiera con los ojos. Mi corazón se desbocó.

    —N-no sé… —balbuceé, evitando su mirada.

    Jordan cruzó la calle con pasos seguros, esa sonrisa insolente pintada en su rostro.

    —Hola, muñeca ——me dijo sin pudor, ignorando por completo a Camila.

    —¿Perdón? —le reclamó, indignada—. ¿muñeca a mí? ¿Quién te crees para hablarme así?

    Camila pensando que lo de muñeca era para ella, sin sospechar que Jordan se estaba refiriendo a mí.

    —saltó Camila, poniéndose seria—. ¿Por qué me hablas así? —¿qué te pasa? Acaso me conoces…

    —C-Camila, no le hagas caso… vámonos…

    Jordan rio suavemente y alzó las manos en señal de “tranquilidad”.

    —Relájate, solo estoy bromeando. Ari y yo somos buenos amigos.

    Ella lo miró con desprecio y tiró de mi brazo—¿Lo conoces? Dijo Camila.

    —S-si… yo… s-si… —balbuceé.

    —Tu amigo es muy… especial. —Dijo Jordan.

    Camila frunció el ceño.

    —Sí, es especial porque no se mete con nadie. Y no creo que sean amigos así que déjalo en paz.

    Yo quería desaparecer. Sentía que mi cara ardía, que mis labios temblaban.

    Jordan se inclinó hacia mí, sin importarle la mirada de Camila, y susurró:

    —No puedes esconderte, Ari. Yo sé lo que eres.

    Mis rodillas flaquearon. Camila, confundida, me tomó del brazo.

    —Ari, vámonos. Este tipo está loco.

    Jordan me sostuvo la mirada, disfrutando de mi miedo.

    —Nos vemos pronto Ari —dijo en tono burlón, con voz grave.

    Camila me jaló para alejarnos, pero yo apenas podía caminar.

    —¿Qué le pasa a ese idiota? —preguntó ella, indignada.

    —Yo… yo no sé… —musité, la voz entrecortada.

    —Ese tipo se le nota que es un vago. Seguro te molesta porque sabe que eres callado, y piensa que no puedes defenderte, Ari si ese tipo te vuelve a molestar avísame y le digo a mi tío que es policía.

    (Camila siempre había sido dulce conmigo, me trataba como a un hermano, sin sospechar jamás la tormenta que yo llevaba por dentro.)

    Asentí débilmente, fingiendo que tenía razón. Pero dentro de mí, sabía la verdad: Jordan no me molestaba por ser débil… sino porque ya me había atrapado.

    Esa noche, mientras me arreglaba en mi habitación, escuché un silbido desde afuera. Me asomé un instante… y ahí estaba, en la vereda, con los brazos en alto, como si celebrara haberme atrapado en su juego.

    —¡Ahí estás, princesa! —dijo en voz baja, pero firme, suficiente para que solo yo lo escuchara.

    Cerré la cortina de golpe, con el corazón en la garganta.

    —No puede ser… —susurré para mí misma, llevándome las manos al rostro.

    Me sentía perseguida, vigilada, como si él pudiera atravesar mis muros en cualquier momento, pero me sentía empoderada por haberle cerrado la cortina de golpe, ese acto me hizo sentir seguro y que ya le podía hacer frente, pero todo fue una ilusión.

    Apenas unos días después. Yo había salido solo a la tienda. Caminaba lento, mirando el celular, cuando sentí su sombra cubriéndome.

    —Ya basta, Jordan… —dije en un hilo de voz pero fuerte, sin detenerme.

    Él me tomó suavemente del brazo, sin violencia, pero con una firmeza que me paralizó.

    Y mis miedos, dudas e inseguridades que pensé que las había superado regresaron de golpe y multiplicadas por mil.

    —No, princesa… no basta. —Su tono sonaba como una sentencia—. ¿Sabes por qué? Porque cada vez que tiembla tu voz, cada vez que bajas la mirada, me das más razones para no dejarte.

    —Yo… yo no puedo… no soy como tú crees… —mis ojos se llenaron de lágrimas.

    Jordan me levantó el mentón con un dedo, obligándome a mirarlo.

    —Claro que lo eres. Y aunque llores, aunque supliques, ya no puedes escapar de mí.

    Negué con la cabeza, el pecho oprimiéndome, los labios temblorosos.

    —No… no digas eso…

    Él sonrió, inclinado sobre mí, su voz grave resonando en mi oído:

    —Tú eres mía, Ari. Tarde o temprano vas a aceptarlo. Y ese día, vas a suplicar… no que me detenga, sino que nunca te deje.

    Yo quedé muda, con el alma hecha pedazos, atrapada entre el miedo y esa vergüenza ardiente que me carcomía. Sentí que ya no podía escapar, que sus palabras se habían convertido en cadenas invisibles que me ataban a él.

    Loading

  • Enamorándome de Dianita (17)

    Enamorándome de Dianita (17)

    Resumen: Sofia juega sus cartas, ¿será que su belleza podrá hacer caer a Thiago en la tentación?, por otra parte, Thiago sufre un accidente que lo deja en coma, que pasará cuando despierte.

    Dianita le envió la dirección a Paula por mensaje de texto, cuando Paula vuelve a mirar la foto mentalmente dice, -“hoy es el día en que esa zorra va a saber con quién se está metiendo, y Thiago esto no se lo voy a perdonar”. No tenían idea de quien le había enviado el mensaje a Dianita ya que el número era desconocido, la única persona que se le pasaba por la mente era Amber, por lo que antes de ir al hotel que aparecía en la foto y en la cual se observaba muy claramente el nombre, pensaba Dianita; “era un error o realmente querían que supiera donde estaba Sofia con Thiago”, esa era una pregunta que rondaba la cabeza de Dianita.

    Paula y Dianita llegaron casi al mismo tiempo el hotel, cada una en taxi, se saludaron y caminaron con urgencia hacia la recepción, trataron de averiguar la habitación donde estaban Sofia y Thiago, pero no consiguieron ninguna información.

    -Señorita por favor ayúdenos, por favor díganos en que habitación se encuentra Sofia del Castillo y Thiago Gamarra. -preguntaban las dos.

    -Lo siento señoritas, pero esa información no se las puedo dar está prohibido. -decía la recepcionista

    -Esa mujer quiere acabar con la relación de mi amiga. -decía Dianita

    -Lo siento solo puedo decirles que no tenemos registro de nadie con ese nombre.

    -Mire esta es la mujer ayúdenos por favor.

    -Lo siento yo acabo de recibir turno, no puedo ayudarlas.

    Derrotadas y con lágrimas en los ojos salieron las dos del hotel, en el fondo sabían que era muy difícil conseguir la información de la habitación.

    -No puedo creer que esa zorra haya ganado. -decía Dianita

    -No puedo creer que Thiago se haya dejado engatusar de esa zorra. -decía Paula

    -Tengo el corazón destrozado, vamos a beber llamemos a Natalia. -dijo Dianita.

    -Si yo también quiero beber, vayamos al apartamento de Cristian. -dijo Paula

    -Pero no sabemos si Cristian está allí, y llaves no tenemos. -dijo Dianita

    No te preocupes yo tengo llaves, Thiago me dio una copia cada vez que nos íbamos a encontrar en al apartamento, él llegaba tarde y me tocaba esperar afuera, solo tenemos que llamar a Cristian y decirle que nos preste el apartamento. -dijo Paula.

    -Está bien, pero llámalo tú, mientras yo llamo a Natalia. -dijo Dianita.

    Paula llamo a Cristian y le pidió el favor que les prestara el apartamento a las tres, querían ahogar penas, Paula medio le conto lo que estaba pasando.

    -Claro no hay problema pueden quedarse en el apartamento, allí estarán más seguras que si se van a beber a otro lugar. -dijo Cristian

    -Muchas gracias eres un sol. -dijo Paula

    -Bueno tú tienes llaves Thiago me dijo que te dio una copia yo las acompañaría, pero es mejor que pasen una noche solo de chicas, se cuidan cualquier cosa me llaman. -dijo Cristian

    -Gracias eres el mejor.

    -Listo ya tenemos la aprobación de Cristian, vamos. -dijo Paula

    Se fueron en taxi al apartamento de Cristian, y por domicilio pidieron bebidas y comida, para pasar las penas, Natalia llego al rato para conformar el trio, pero encontró que Dianita y Paula ya estaban bastante tomadas.

    -No puede ser, no quiero que Sofia y Thiago se acuesten. -decía Paula llorando, como niña pequeña.

    -Porque esa zorra se tenía que fijar en Thiago, ella no lo merece. -decía Dianita también llorando como niña pequeña, mientras abrazaba a Paula.

    -No puedo creerlo, ya estas dos están borrachas. -decía Natalia casi riendo al verlas hacer berrinches como niñas pequeñas, sentadas en el piso.

    Mientras, Sofia no dejaba de besar a Thiago, se sentía victoriosa sabía que nadie podía dañarles ese momento, esa noche ella y Thiago iban a tener sexo.

    El alcohol estaba haciendo su trabajo, ya no tenía control de mi cuerpo con cada beso de Sofia, yo se los correspondía, estaba cediendo a sus encantos, mis manos acariciaban sus piernas y subían por sus torneadas y duras nalgas las estruje, y seguí subiendo por su piel suave como la seda hasta llegar a sus senos, Sofia emitía suaves gemidos, pase mi lengua sobre la tela del sujetador, sus pezones estaban duros que sobresalían.

    Aparte la tela y pase mi lengua por su duro pezón, abrí mi boca y chupe su seno, Sofia me acariciaba el cabello, haciendo presión hacia su pecho. -que rico se siente, -me decía, pero en un momento de lucidez me contuve y me aparte.

    -¿Qué pasa no te gusto? -me decía Sofia

    -Claro que me atraes Sofia, ese es el problema, pero no estoy cómodo. -le dije, quería ganar tiempo no sé para qué, pero quería tiempo.

    -Estas pensando en ella cierto.

    -Voy hacer sincero contigo, no estoy pensando en Dianita estoy pensando en Paula, ella no se merece esto. -le dije

    -Tienes razón, mi problema no es con ella, pero es un daño colateral, no puedo ayudarte con eso, además al final también vas tener que terminar con ella, cual es el problema.

    -El problema es el orden de las cosas, primero debería terminar con ella y después si hacer todo lo que tú quieras, no quiero hacerle daño.

    -¿Y qué hay de Diana?

    -Ella está al tanto de todo, sabe muy bien que, entre ella y tú hay una lucha, pero Paula no es consciente de nada.

    Mientras discutíamos el tema, seguimos tomando la botella de Champan, que sumado a las botellas de vino que me tome con la profe Violeta, ya estaba perdiendo el conocimiento, y el control de mi ser, Sofia se daba cuenta de eso, por eso me seguía llenando la copa.

    En un momento no se cuándo ni cómo, estábamos en la cama, ella quitándome la camisa, me besaba el pecho mientras bajaba hacia mi abdomen, quito mi cinturón y desabrocho el pantalón, para después quitarlo por completo, quede completamente desnudo.

    -Wao, esa verga intimida, ya sé porque las mujeres se mueren por ti, pero la quiero ver en su máximo esplendor. -decía

    Sus palabras las escuchaba a lo lejos, realmente no era consciente de lo que estaba pasando, Sofia muy hábilmente tomo mi pene y empezó a pasar su lengua por el tronco, mientras con sus manos acariciaba mis huevos, mi cuerpo reaccionaba a sus estímulos, mi pene se puso duro, y Sofia paso su lengua por mi glande.

    -Que haces, detente por favor. -le decía entre jadeos.

    -Tu boca me dice que pare, pero tu cuerpo me pide que continúe. -me contestaba.

    Sofia siguió chupando mi pene, su habilidad era extraordinaria con lengua le daba caricias a mi glande mientras con su mano me pajeaba brutalmente, quería sentir el sabor de mi leche en su boca, mi cuerpo no resistió más y explote en un fuerte orgasmo, salieron chorros de leche que fueron a parar a su boca, cuello, ojos y mejillas, con sus dedos limpio su cara y se los llevó a su boca, y con su lengua termino de limpiar mi pene, me dio un tierno beso y dijo.

    -Uf, uf, que rico sabe tu leche, espérame un segundo voy al baño, me acicalo y regreso quiero que me hagas tu mujer.

    Se levanto, y fue caminando muy sensualmente al baño, mi respiración era agitada, me quede mirando la puerta del baño, hasta que todo se tornó borroso, y perdí la noción del tiempo, no pasaron ni tres minutos cuando Sofia salió, del baño y me vio con los ojos cerrados, me había quedado dormido profundamente, su plan había fallado por un error de cálculo, bebí demasiado alcohol que me embriago más de la cuenta hasta el punto de fulminarme, intento por todo los medios por despertarme pero no lo consiguió.

    -Pero es en serio, como te vas a quedar dormido, si ya te tenía en mis manos, pero que tonta, no le debí dar tanto alcohol. -decía mientras maldecía.

    Aunque no tengamos sexo hoy, en la mañana cuando te despiertes si lo haremos, pero antes quiero enviarle un regalo a tu noviecita y a Diana, por lo que tomo su celular, eran las 3 de la madrugada, me cubrió con las sábanas, pero dejo mi pecho y abdomen descubiertos, solo tapaba mi entrepierna, y se podía ver que estaba totalmente desnudo, ya que mi pierna estaba descubierta, no quiso hacerse una selfi junto a mí, para que no pudieran chantajearla, pero le envió la foto a Diana con el siguiente mensaje:

    “Te dije que no se resistiría a mis encantos, mira que bien la pasamos, quedo exhausto de tanto placer que le di, lo siento por ti y su noviecita, pero ya no les pertenece, desde esta noche Thiago es solo mío, recuerda nuestro trato es mejor que te alejes, admítelo perdiste, nunca fuiste rival para mí, al final del mensaje se podía ver un emoji de una carita tirando un beso de corazón”.

    Las chicas de tanto alcohol están ebrias, ya dormidas en la sala del apartamento de Cristian, las tres estaban abrazadas y acostadas sobre almohadones, cuando Dianita sintió el ruido del su celular, despertó su cabeza le daba vueltas, tomo su celular y leyó el mensaje de Sofia, al ver la fotografía de Thiago dormido desnudo en la cama, se le salieron las lágrimas, puso su mano en la boca para no hacer ruido y que sus amigas no se dieran cuenta, se levantó muy cuidadosamente y se ubicó frente a la ventana, con el celular en la mano solo miraba la fotografía.

    -Porque lo hiciste Thiago me prometiste que serias solo mío, me prometiste que no te acostarías con Sofia. -decía muy suavemente

    Estaba tan ida que no se dio cuenta que Natalia estaba detrás de ella, pudo leer mensaje y ver la fotografía de Thiago, no dijo ninguna palabra solo la abrazo por detrás, sacando de sus pensamientos a su amiga, Diana giro y solo pudo abrazar fuertemente a Natalia, no pudo contener sus lágrimas y se desplomo a llorar, Paula también se levantó y vio la escena, se puso la mano en el pecho, en el fondo sabia porque Dianita lloraba, se puso de pie y se dirigió a donde estaban Dianita y Natalia, vio el celular y se lo quito de las manos a Dianita, vio la fotografía y leyó el mensaje, miro fijamente a Dianita y sus lágrimas también brotaron.

    -Tienes que amarlo tanto o igual que yo, para que esta fotografía te duela tanto. -le dijo Paula

    -No te voy a mentir, el sentimiento que tengo por Thiago cada día crece más y más, pero tú te has ganado mi respeto, por la única persona en el mundo que me apartaría de la vida de Thiago serias tú, y espero que no me lo pidas. -le contesto Dianita.

    Paula la queda mirando fijamente y le dice -estoy segura que entre Thiago y tú, hay más que una simple amistad, eso ya lo tengo asumido como también tengo asumido que ustedes ya debieron haberse acostado, aunque no me lo quieras confesar, pero tenemos una enemiga en común y si tengo que escoger, es mejor compartirlo contigo que con esa perra. -le dijo Paula a Dianita.

    -Las dos hablaremos con Thiago al mismo tiempo para que nos explique a ambas porque lo hizo. -termino de decir Paula.

    -Estoy de acuerdo. -respondió Dianita.

    -Bueno ahora solo queda tratar de dormir un poco, mañana será un día muy largo. -dijo Natalia.

    Las tres trataron de dormir, aunque era difícil hacerlo, Natalia pensaba… que suerte tienen algunos hombres, estas dos mujeres en vez de estar jalándose de los cabellos optaron por unirse y compartirlo, sí que debes ser especial Thiago, pero yo no me quejo tengo a Cristian que es muy especial, además no tengo que lidiar con que otras mujeres quieran cogérselo, uf, uf, eso me deja tranquila, pensaba.

    La mañana llego y un rayito de luz atravesó una de las cortinas de la habitación, muy lentamente abrí mis ojos, toda la habitación me daba vueltas, pasé mi mano por mis ojos tratando de enfocar donde estaba, y fue cuando la vi, dormida totalmente desnuda a mi lado, ¡Dios mío!, esta mujer es una diosa, cualquier hombre en el mundo desearía estar en mi lugar, pero yo solo quería escapar Sofia era demasiada tentación, era consiente que si ella despertaba y me encontraba en la habitación no había manera de que no termináramos teniendo sexo.

    Antes de levantarme de la cama, la observe muy detenidamente, pude apreciar su escultural cuerpo, sus senos perfectos, su rígido culo, pero me llamo la atención un pequeño tatuaje que estaba ubicado en la pelvis muy cerca de su sexo, era una mariposa que volaba hacia la luna, su ubicación era como si no quisiera que nadie lo viera, ya que cualquier tipo de tanga lo cubría muy fácilmente, solo estando desnuda se podía apreciar el tatuaje, tome mi teléfono que estaba en la mesa de noche y le saque una fotografía.

    Al levantarme muy despacio de la cama, me di cuenta que yo también estaba totalmente desnudo, tenía rastros de que había eyaculado, pero no me acordaba de nada.

    -¿No puede ser realmente terminé acostándome con Sofia? -me pregunté mentalmente.

    Rápidamente busque mi ropa y me vestí, volví a mirar a Sofia en la cama desnuda, me quede unos segundos hipnotizado, pensaba que si habíamos tenido sexo en la noche que más daba volver a cagarla ahora en la mañana, porque si Sofia y yo amanecimos desnudos era porque el trato se había consumado pensaba, di dos pasos hacia la cama quería morder ese enorme culo, pero en un momento de lucidez me detuve y decidí mejor dejarle una nota, primero averiguaría que había pasado entre los dos, así que salí en silencio de la habitación.

    Cuando llegue a la recepción, la chica que había atendido a Dianita y a Paula, me quedo mirando por lo que decidí acércame.

    -Hola buenos días. -le dije

    -Buenos días joven. -me contesto

    Disculpa, miré su nombre en la placa que tenía en su pecho, y le dije -¡Luciana cierto!, podrías por favor enviarle un desayuno frutas algo delicioso y al lado con una salsa pueden poner un mensaje que diga “perdóname por favor”, y al final una firma con mi nombre Thiago, a la chica que está en la habitación 1026, por favor.

    -Claro que sí señor con gusto. -me dijo

    -Muchas gracias eres muy amable Luciana. -le dije

    -Disculpe señor Thiago, una pregunta por casualidad la chica que estaba con usted se llama ¿Sofia? -me pregunto cómo indecisa.

    -Efectivamente señorita, ¿hay algún inconveniente? -pregunte asombrado y preocupado

    -No, ningún problema, es que no se si deba decirlo, pero ayer estuvieron dos señoritas buscándolos en la noche, pero como no tenemos a nadie registrado con esos nombres no pudimos ayudarlas, se les veía muy desesperadas, por encontrarlos. -me dijo con una sonrisa.

    -Muchas gracias por la información, y disculpa que abuse de tu generosidad, no le comentes nada a Sofia por favor, vaya lio en el que estoy. -pensaba.

    Como era posible que Dianita y Paula, se hubiesen enterado que Sofia y yo estábamos en ese hotel, pensaba será que Sofia pudo ser capaz de… -igual se iban a enterar no quería que sufrieran por mi culpa, pero ya les estaba haciendo daño, bueno tengo que ser un hombre y afrontar la situación, les mande un mensaje a las dos diciéndoles, necesitamos hablar, mi idea era hacerlo con cada una de forma independiente, Sali del hotel muy preocupado encendí mi moto y me dirigí a mi casa.

    Continuará….

    Si te ha gustado el relato, por favor, no dudes en dejar un comentario y una valoración, lo apreciare mucho. Siempre agradezco las muestras de apoyo de los lectores, son muy importantes para mí.

    Loading

  • Un rico encuentro

    Un rico encuentro

    Soy Marijó y las saludo con gusto queridas chicas preciosas, esperando que su vida femenina sea tan intensa como creo que es lo que les voy a contar en el siguiente relato.

    Fue un jueves de un mes de septiembre de hace algunos años. Yo había tomado el día libre de varios que tenía derecho y, bueno, quería pasar un día conmigo misma, de gozo y, por qué no decirlo, de lujuria. Tenía ya bastante tiempo que no tenía una “pareja formal”.

    Vivía sola y había estado muy atareada en el trabajo, en donde asisto de chico.

    Me levanté temprano, siempre lo hago. La noche anterior me había acostado con un camisón para dormir, tipo fondo completo de color azul rey, de esos ligeritos, pero muy seductores, con una pantaleta muy sensual y brasiere de encaje, también color azul, soberbios ambos. No todas las noches lo hago, pero esa ocasión me había metido un plug metálico de tamaño mediano en mi cola, me ajustaba riquísimo y así me fui a la cama. Tan rico lo sentía metido en mi colita que tuve sueños eróticos.

    Soñé que iba a dejar mi auto al servicio y que el dueño del taller me coqueteaba y me invitaba a pasar a su privado, donde me daba tremenda manoseada, me tocaba por todas partes, me besaba con gran furia y me metía la mano por todos lados. Lo soñaba como si fuera real y sentía que me metía su pene y que yo lo apretaba con saña (estaba apretando el plug je, je, je), para que sitiera la fuerza de mi vagina y mis potentes músculos. Me corrí, entre sueños, tres veces. Amanecí completamente húmeda.

    Bueno, nada más de recordarlo y contarlo, me humedezco nuevamente, soy una lujuriosa.

    Con la inquietud voluptuosa que amanecí, desayuné muy ligero, estaba con necesidad de hombre (en ningún momento me retiré el plug, andaba a gusto, muy caliente y cómoda)

    Cuando terminé de desayunar y hacer las labores caseras propias de mi sexo (soy toda una hembra), me dispuse a tomar un baño. Preparé, para usar en casa, un juego de pantaleta y brasier en color negro todo de encaje, una blusa blanca holgada, con los hombros descubiertos y manga tres cuartos, una faldita negra, corte A, que llega justo arriba de las rodillas, mi adorada joyería de bisutería que nunca falta, siempre la uso, zapatillas de tacón corto, para andar cómoda, medias de elástico color negro y el maquillaje, ya vería cual seleccionaba al mero momento.

    Cada que dejaba en la cama la ropita que sacaba, apretaba con fuerza el plug en mi cola y, ayyyy que rico sentía, me excitaba como adolescente.

    Me metí a la tina, con el camisón y la ropita interior puesta (por supuesto que el plug también je, je, je), me encanta hacer eso, me siento en el paraíso toqueteándome y moviéndome como loquita en el agua. Es más, me encanta sumergirme y aguantar la respiración lo más que pueda mientras me acaricio el cuerpo, tetas, vientre, vagina, cola, culo (con todo y plug je, je, ja) y salir a respirar en un casi último momento (¿lo han hecho? Es tan lujurioso que me enloquece). Aproveché para jugar un rato cambiando el plug por mi “novio” formal, un dildo de 25 cm de largo 6 cm de grueso, de ensueño.

    Bueno, después de esa agasajada que fue deliciosa, me salí de la tina, según yo ya completamente “satisfecha” de mis necesidades, muy modosita, como si nada hubiera pasado.

    Me empecé a arreglar para mi día, ya les comenté mi ajuar para el día. Me puse crema en todo mi cuerpecito y poco a poco me fui poniendo lo que había preparado con tanto empeño.

    Cuando ya estaba con la ropita interior y medias puestas, ya eran como las 11, me dio sed. Fui al bar y me preparé un highball de güisqui y regresé a la habitación a terminar mi rutina de embellecimiento. Finalmente me había tomado un día para disfrutar, se vale.

    Lo último siempre es la peluca, ya con el maquillaje aplicado, la ropa en su lugar y los accesorios adicionales montados, seleccioné una peluca de corte boby, color castaño obscuro, muy mona, me encanta como se me ve. Dije lo último, verdad, pero no era así, lo último es ensartarme un dildo, ahora fue un número adicional de grosor, que solo al meterlo, me erizó la piel del placer y me dije ¿“no que satisfecha Marijó”?

    Ya eran las doce del día y, tenía que planear mi día. Aproveché el pretexto para servirme otro güisqui ja, ja, ja.

    Bueno, ya con el vaso en mano, fui a revisar que todo en el departamento estuviera en orden, lo cuál me llevó como media hora.

    Cuando llegué a la puerta que da a la calle, abrí y me asomé también a revisar alrededor del departamento. A lo lejos, a más de 50 metros, estaba un trabajador haciendo alguna tarea en la fachada de una casa. Me sentí como electrizada ¿recuerdan que traía metido un plug en la colita? Al ver al tipo, miles de ideas lujuriosas me llegaron a la cabeza. Yo salí hasta la mitad de la calle y me ubiqué para que fuera vista por el tipo. Mi idea era solo “loquear” es decir, que me viera, que yo le mostrara a lo lejos algo de pierna, que me viera tocarme los senos y como quien no quiere, sobarme la entrepierna.

    Me enloquece hacer eso y, como ya traía dos tragos encima, pues que ni mandado a hacer. Para darme más valor, fui por otro güisqui y salí con el vaso en la mano y en algún momento le hice la seña de que le convidada de mi bebida, Solo vi que se metía con urgencia y ya no salió. Me dio mucha risa, porque creo que me aproveché.

    Sin embargo, la idea siguió rondando mi cabecita, de hacer algún contacto con alguien ahí, afuera del departamento, ya estaba un poco borrachita. Como era medio día, ya más de las 13, no se apreciaba nadie, es una hora de otras actividades.

    Pues decidí quedarme un rato parada en la puerta, para ver a las personas que pasaban. La distancia entre la senda por donde andar a donde estaba yo era de casi 10 m así que me sentía cómoda y confiada.

    Pasaron varias personas, algunos hombres, a los que trataba de atraer, pero, sin ningún éxito.

    Finalmente, como a las 14, pasó un tipo que vestía pants, no se veía mal, como de unos 45 años, delgado, sonriente, no tan guapo, pero no feo. Voltea el rostro hacia donde yo estaba parada en el quicio de la puerta del departamento y viéndome con interés me dice “¿le puedo ayudar en algo señora?”. Primero que me dijera señora, me sonó a música y segundo, no estaba tan mal. Me dije a mi misma, ahora o nunca Mariajosé y, le dije llena de coquetería y con una sonrisa sexy “¿y qué sabes hacer”? Me contestó con gran aplomo (eso me encantó, sin miedo) “de toda señora, puedo hacer de todo”. Yo le dije “¿ah caray, de todo?” y me dijo si, de todo y le respondí, eso me gustaaa, mucho.

    Sin pensarlo dos veces le dije, bueno, eso me satisface (ja, ja, ja), ven, era lo que necesitaba. Se acercó a la puerta y se me quedó viendo con cara de asombro y de gusto, lo cual fue para mi una maravilla. Cerré la puerta y le puse llave, de reojo trataba de ver su respuesta, lo que vi, me agradó aún más, se chupo los labios, tal vez se dijo a si mismo “de aquí hasta donde tope” al menos eso era lo que yo quería. Lo invité a pasar al pasillo de entrada y le dije “tengo algo que es de gran urgencia que me gustaría que me ayudaras a resolver” Me dijo “estoy a sus órdenes señora” y me revisó de pies a cabaza (seguro pensó mira lo que me voy a comer).

    Si ya estaba yo caliente, me puse más erótica y sexy en mi modo de hablar y de intercambios de miradas. Le dije “pues mira este es uno de mis grandes pendientes y necesito urgentemente que me ayudes a resolverlo, repetí para que no hubiera duda de la necesidad que tenía de ello. Lo abracé y lo besé ¡con pasión! Me clavé en su boca, le puse primero los labios llenos de labial en los suyos y le metí la lengua con enorme urgencia. Se dejó, se dejó muy lindo y poco a poco fue respondiendo a mis besos, primero suave, no como yo de ofrecida y, luego también con mucha pasión.

    Lo fui llevando hacia un área donde hay pasto, nos tiramos al suelo y lo seguí besando, lo estaba besando como lo recordaba de mi sueño que les conté con el mecánico, mucho, fuerte, besos mordelones, cariñosos, apasionados. Lo empecé a toquetear y se dejaba muy receptivo, estaba a mi disposición. Bajé mi mano desde la cabeza que le estaba acariciando, hasta el pantalón (ya saben a dónde je, je, je) y le apreté el pene con enorme pasión, lo tallaba encima del pantalón.

    Para esos momentos ya estaba tremendamente duro. Así lo estuve besando como media hora y él me tocaba los senos, me acariciaba, me metía la mano debajo de la falda, se dio cuenta que tenía algo entre las piernas, hasta le gusto lo que encontró, solo dijo, que rica sorpresa lo que encontré, me encantó, ya lo deseo. Me excitó más.

    Le empecé a bajar el pantalón y el boxer, tomando en mis manos aquel manjar, largo, jugoso, no tan grueso, pero muuuy largo.

    Le dije, pero mira nada más que me encontré, que cosa tan linda y provocativa. Esta hermoso.

    Me dijo, ojalá sirva para corregir sus pendientes señora. Le dije, ya lo sabremos en un momento y, por favor, háblame de tú, es más, dime Marijó, así me llamo.

    De sus labios no me despegaba, tenía tantas ganas de besar y de que me besaran que no me despegaba de su boca. Inicié el camino hacia abajo, besando su cara, el cuello, el pecho, el estómago, el vientre hasta que llegué al pene. Que hermosura y que delicia. Le tomé las manos y las apreté con pasión mientras le lamia la puntita del pene, que rico, sabía saladito y al mismo tiempo dulce, ustedes saben que esto es así, su “pecome”.

    Le pasé la legua por todo el glande, succionando con delicadeza para hacerlo sentir la gloria. Poco a poco lo fui metiendo más a mi boca hasta llegar a la base del tronco, que ricura, era un manjar. Ya todo dentro lo succioné con fuerza por un buen tiempo y él solo emitía gemidos ricos de hombre satisfecho de la mamada que le estaba dando su hembra.

    Así nos dimos placer durante unos 15 minutos, yo mame y mame y él soba que soba mi cabeza, apretándola y empujándola contra su pene para hacerla penetrar hasta la garganta.

    Me dijo Marijó, que sabroso mamas, nuca me la habían mamado con tanta pasión, con tanto deseo, con tantas ganas.

    Le dije “desnúdame, cógeme”. Con cuidado y calma, empezó a manipular mi ropa, con delicadeza, pero con deseo. Estábamos disfrutando tremendamente, pero preparándonos para lo que venía, que era mi mayor necesidad.

    Le pedí que me dejara en ropa íntima, que solo me bajara la pantaleta, me retiré el plug para que pudiera meterme el pene. Con delicadez y hasta con “amor” me fue desnudando poco a poco.

    Ya desnuda me dijo “supongo que esto es lo que más urge que te ayude a resolver Marijó” y yo le dije, si mi rey ayúdame a calmar mi calentura y cógeme fuerte, cógeme, soy tu puta de uso personal, cógeme, cógeme. Yo estaba tremendamente caliente, sexy, deseosa, quería sentir pene dentro de mí.

    Me acostó boca arriba, montó mis piernas en sus hombros y apunto su pene, que se sentía como un leño, directo a mi coñito. Poco a poco fue haciendo camino, primero abrió un poco mi vagina y luego fue empujando con delicadeza y dulzura su leño que iba entrando poco a poco. Con gran emoción estaba yo recibiendo pene, duro y grande.

    Metía un tramo y paraba, me besaba y acariciaba los senos y de nuevo, otro tramo y, repetía los besos y caricias, hasta que finalmente, entró todo, todo, estaba ya apasionadamente penetrada, me sentía que volaba, me sentía en el edén, me decía a mi misma, que suerte tienes Marijó, que buen macho te encontraste y le dije “amor, eres único, me tratas como una reina y me estás cogiendo como a una gran puta, te amo, te amo, cógeme, cógeme, mételo más, fuerte, fuerte, quiero que llegue hasta mis entrañas, préñame, préñame, hazme mujer, hazme tu mujer, hazme tu puta, tu gran reputa y amorosa hembra, cógeme, cógeme, cógeme y, córrete, córrete dentro de mí, quiero tu leche dentro de mí, dentro de mí. Córrete, córrete.

    Me dijo, con gran placer te estoy cogiendo Marijó, ahora siéntate en mi pene. Yo, rápidamente me revolqué en el suelo, quedando el abajo y yo me di la vuelta para quedar sentada en su pene y me empecé a mover, a mover como loca, a sentir pene en toda la extensión de mi interior, a darme sentones para que su pene entrara más, hasta el fondo, hasta mi más profunda intimidad. Sentía como me acariciaba los senos, la cabeza, el vientre, las nalgas, toda.

    Así lo estuve cabalgando como media hora hasta que me dice “me quiero correr dentro de ti”. Le respondí córrete, córrete y lléname de leche, llena mis entrañas, préñame, hazme tu mujer, hazme un hijo, quiero un hijo tuyo, córrete. Súbito, sentí como salían chorros de semen de su pene, cómo inundaba mis entrañas, como las absorbía mi versión perra, como quería hasta comérmela y, también la deseaba en mi boca, también. Sus contracciones de eyaculación fueron formidables, fuertes, poderosas, cada una era un empujón de tripa haciéndome sentir sexo, sexo fuerte, que yo sentía delicioso. Así me estuvo bombeando durante varios minutos y yo, soñaba, volaba, me venía, me corría, gozaba.

    Le dije, ay amor, que maravilla de hombre eres, pero te digo un secreto, aún tengo urgencia, lo que hemos hechos hasta ahora fue una delicia y lo he disfrutado con pasión y alegría, pero se alborotó mi pasión. Déjame recostar y no la saques, seguro se hará pequeña, pero no la saques, quiero mucho más.

    Me dijo, Marijó, si que eres golosa de sexo y muy apasionada. Eres formidable haciendo el amor. Déjame apapacharte y acariciarte, déjame seguir resolviendo la urgencia y, te lo digo con emoción, quiero cogerte toda la tarde, toda la noche, a mí también se me están despertando urgencias.

    Nos quedamos abrazados, tirados en el césped durante no se cuánto tiempo, acariciándonos, besándonos, “descubriéndonos”. Ya eran como las 6 de la tarde.

    Me dijo, si aquí ha sido tan placentero, ya me imagino como será en tu lugar preferido del departamento. ¿Vamos?

    Le dije, claro amor, ya estoy empezando a sentir la cosquilla delatora del deseo arrollador. Ayúdame a vestir. Así lo hizo y nos levantamos, caminamos hacia la puerta de acceso al interior del departamento y antes de entrar me dijo“ Quiero entrar llevándote en brazos, déjame cargarte” Eso me enloqueció, le dije, cariño que romántico eres, me encantas.

    Me tomo por la cintura, unió su boca a la mía y me levanto en brazos y así me llevó como 10 metros adentro. Me sentí quinceañera, me encontré un hombre de esos que ya hay pocos, suertuda que soy.

    Continuará.

    ¿Qué opinas?

    Gracias por leerme.

    Loading