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  • Afianzando nuestro vínculo

    Afianzando nuestro vínculo

    Era domingo, no se que hora era, y sus besos recorrieron mi espalda, mis pezones reaccionaron y se pusieron duros y en punta, me di la vuelta, quería verla, la rodeé con mis brazos y nos besamos, sus manos acarició mis tetas, ya estaba encendida, mi conchita comenzó a humedecerse, Gaby me beso las tetas, y fue bajando, paso por el ombligo, la tome del pelo y la baje más, me comia la concha, aahh que rico lo haces, me abrí bien de piernas, sentía su lengua en lo profundo de mi vagina, yo gozaba, gemía, gritaba levemente, y tuve un orgasmo que le termine en la boca.

    La abracé, le dije te amo, te amo Gaby, ella me responde yo también Andre, le acaricie la espalda con mis manos y baje hasta su cola, le metí mano y acaricié el ano, ella vibraba, estábamos en lo mejor, hasta que sonó el timbre; yo le pregunto, ¿esperas a alguien?, y otra vez el timbre, joder y la miro a Gaby, no entendemos nada, nos pusimos algo de ropa rápido y Gaby salió rápido para atender, ella hablaba con alguien, terminé de ponerme la ropa, y salgo, Gaby hablaba con una mujer dentro del departamento, y saludo Buen día, la mujer saluda y Gabriela me dice, “vení amor”.

    Me pongo al lado de ella, ella me pasa un brazo por encima del hombro, y dice mirando a la señora, “ella es Andrea mi novia” me sorprendi, y mirandome a mi me dice “ella es Verónica, mi hermana”, allí entendí, le dí la mano, no se acercó para saludar de otra manera, y le pase mi brazo libre por la cintura de Gabriela, Verónica observaba todo.

    Gaby comienza a hablar, “entiendo Vero, que con esta relación te llame la atención o te resulte extraño, pero tú sabes que mis experiencias anteriores no fueron buenas, de las cuales una fue traumática y tú lo sabes muy bien”; yo escuchaba y miraba sorprendida sin entender, y Gaby siguió hablando, “así que esta hermosa relación que estamos teniendo” (mi mano de la cintura en ella, la apreté), “no voy a renunciar y no la voy a dejar pasar, por temor a la familia, a lo que digan y todo eso, aceptenlo que esto va a ser así, Andrea y yo, novias, parejas o como quieran decir”. “Si no hay más nada que hablar, te puedes retirar”, el buenos días y hasta luego, sonó en el aire, que se percibe tenso.

    Luego que se cerró la puerta, le veo la cara a Gaby, estaba tensa, le acaricie la cara, los hombro, y le digo “tranquila amor, estuviste muy bien, dijiste lo que debías, gracias por presentarme como tu novia, me emocioné, por eso te apreté la cintura”, Gaby: “si me di cuenta amor”, nos besamos y pregunto “oye, ¿qué es esa relación traumática que hablaste?, ¿nunca me habías hablado?

    Gaby: “ven siéntate”, me señala el sillón. Me mira y respira profundo.

    Habré tenido tres relaciones de novios, y otras de polvos, estas últimas no cuentan como relación, las dos de novios, nada del otro mundo, terminamos y ya, la última fue horrible.

    Yo: “no me asustes por favor”.

    Gaby: “prepárate, la última fue todos los calificativos que se te pueda ocurrir, al principio anda todo bien, hasta que en un momento, me dice: ¿por qué no te prostituyes Gabriela?, yo le digo ¿que dices?, ¿porque no te haces puta?, así obtendremos más dinero, le respondo estas loco, y la respuesta una cachetada, así todos los días, hasta que las cachetadas ya eran golpizas, me cagaba a palos.

    Yo: escuchaba y me caían las lágrimas. Ya entiendo amor, si te hace mal no me cuentes.

    Gaby: no te preocupes, ya lo superé.

    Yo: la abrazo fuerte, y las lágrimas me corrían por las mejillas.

    Gaby: pasando sus dedos por mis ojos, todo esto termina, sus amigos lo denunciaron, yo me pude escapar, y creo que lo terminaron matando.

    Yo: Por Dios Gaby, todo un horror, nunca me hablaste de esto, escucha, si algo de lo que hacemos en la cama, te traen malos recuerdos, dímelo yo lo entiendo.

    Gaby: contigo soy muy feliz, no tengo nada de qué arrepentirme, y perdona que antes no lo blanquee, quizás ahora si estoy preparada para hablarlo, y eso te lo debo a ti, y también me siento más segura, todo gracias a ti Andre.

    Yo: me vas hacer emocionar de nuevo, y le doy un beso de lo más profundo. A todo esto no sé si será hora de desayunar o almorzar. Cambio a propósito de tema para no terminar llorando las dos.

    Gaby: ya se, eres increible y te amo, que no se te olvide; ¿antes de esto en que estábamos?

    Yo: habíamos terminado de revolcarnos en la cama, y me hiciste tener un orgasmo, de los que solo tú me sabes hacer tener. Que insinuas, ¿volver a la cama?.

    Gaby: no sé, ganas no me faltan.

    Yo: wow, algún día me gustaría que me prestes el cinturón, quisiera probarlo, siempre me haces sentir y tener unos orgasmos fabulosos, quisiera ser yo quien te haga tener un orgasmo.

    Gaby: descuida que tú me haces sentir cosas maravillosas y tengo orgasmos también, me encanta verte cuando cierras los ojos y gozas.

    Yo: me estas calentando.

    Gaby: prepárate allí vengo.

    Me fui quitando la ropa que me puse cuando tocaron el timbre, no era mucho, me desnudé totalmente, Gaby vino del dormitorio desnuda y con el cinturón en la mano, me ayudo a colocarlo, del lado de adentro tiene un pequeño “pene” para incentivar la vagina, y de afuera un pene de tamaño real. Mi vagina comenzó a lubricarse y a humedecerse, la mire a Gaby con pasión, mis manos en sus tetas, son hermosas, le aprete los pezones se pusieron duros, nos besamos con lengua profunda, nos devoramos, Gaby con su mano tocaba la pija del arnés, se estaba excitando, y eso hacía que yo también me excitara.

    Ella se recostó contra el respaldo del sillón, separando las piernas, me arrodillé y le bese la vagina que era un mar, le hundí la lengua, ella me empujaba la cabeza para hundirla en la concha y no separarme, le incentivé el botoncito que estaba por estallar, en un suspiro escucho “cogeme Andre por favor”.

    Me calentó mucho a que me lo pida, me levante, apoye, la punta del pene en la entrada de la vagina de Gaby, y le dije “¿estas lista?”, y me respondió con voz suave “si mi amor”, sus piernas abiertas, se las tomé de los tobillos, y la fui enterrando despacio, “aaaah, así, así Andre, cogeme, aaah”, no se la hundí toda, con lo que ella me dijo, “metemela toda por favor amor”, y la hundí, por mi parte sentía el pene interno, que me estaba llevando al cielo, comencé a acelerar el ritmo, hasta que ambas nos ahogamos en un solo grito “aaaaah”. Las dos tuvimos un orgasmo increíble, agitadas como si hubiésemos corrido una maratón.

    Gaby: Por Dios, como coges mi amor, eres increible.

    Yo: Increible eres tú hija de puta, te amo.

    Gaby: nunca sentí nada igual, gracias, la última vez que tuve sexo con un hombre, fue, el día de la fiesta, pero como lo haces tú, ni punto de comparación.

    Yo: te sentiste bien amor, después de tu horrible experiencia.

    Gaby: Si mi vida, un poco quería probar eso, y hacerlo contigo, es como tocar el cielo.

    Yo: mírame, tengo, el arnes con la pija, lo tome con la mano y empecé a moverlo de arriba para bajo.

    Gaby: mmm que linda pija que tienes amor… jajaja

    Yo: jajaja, me siento rara a la vez, pero me encantó. Te pregunto, ¿alguna vez lo has hecho por la cola?

    Gaby: no, la última vez que lo intenté fue una experiencia horrible y no lo probé nunca más.

    Yo: si un día quieres, podemos intentar, no te vas a arrepentir, es un viaje de ida, yo tengo experiencia.

    Gaby: si lo se, tienes un hermoso culito, contigo me animo a todo mi amor.

    Yo: cuando quieras probamos, y si quieres el mío no tienes más que pedirmelo. Voy al baño a lavarme y a lavar el arnes, es un desastre jajaja

    Gaby: anda, y vuelve enseguida que te extraño.

    Antes de irme al baño, nos besamos.

    Espero que les haya gustado.

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  • Ari: Prisionero de mi piel (3)

    Ari: Prisionero de mi piel (3)

    Los días pasaron…

    Intenté ignorarlo. De verdad lo intenté. Me repetía cada mañana que Jordan no significaba nada, que era solo un muchacho de 19 años entrometido, altanero, inmaduro, un don nadie comparado conmigo. Salía de casa con la cabeza gacha, decidido a no mirarlo, decidido a pasar de largo. Pero siempre estaba ahí.

    Por más ropa holgada que me pusiera, nunca era suficiente. Pantalones anchos, poleras largas… todo con tal de esconder mi cuerpo que tanto llamaba la atención de Jordan. Pero no importaba cuánto me tapara, siempre se notaba.

    Y Jordan, como lobo hambriento, nunca desperdiciaba la oportunidad. Apenas me veía, se relamía con esa sonrisa de macho seguro de sí mismo, y me lanzaba palabras que me incendiaban por dentro.

    —Ari… chiquita —me dijo hoy, apenas me vio doblar la esquina—. Que ricas piernotas… pero se verían mejor en mis hombros— lo decía con esa sonrisa burlona que me arrancaba un temblor en el estómago.

    Yo apretaba mis delicadas manos contra mi pecho, con las mejillas rojas y la voz quebrada.

    —N-no… yo… tengo que irme.

    Daba un paso, pero él daba dos. Su cuerpo enorme bloqueaba mi camino, y mi respiración se volvía torpe, casi infantil. Jordan bajaba un poco la cabeza para mirarme de cerca, y yo, instintivamente, desviaba los ojos, incapaz de sostenerle la mirada.

    —Estas tan rica Ari… —susurraba, rozándome el mentón con la punta de sus dedos.

    El contacto me hizo estremecer. Retrocedí un paso, con el corazón latiendo desbocado.

    —Por favor… déjame… —murmuré.

    Pero su risa me envolvió, profunda, segura, como si supiera que mis palabras eran solo parte de un teatro que ni yo mismo podía sostener.

    —Que rico culazo Ari… —dijo sin rodeos—. Que rico se ve como tus ricas nalgas se comen tu pantalón así pronto se va comer esto—mientras se agarraba su entrepierna y se notaba que tenia una erección por el bulto que sobresalía de su pantalón.

    —C-cállate… —susurré, temblando.

    Él rio. Una risa grave, fuerte, que me hizo estremecer. Puso un brazo contra la pared, cortándome el paso, y de pronto su cuerpo enorme me tenía acorralado. Yo podía sentir el calor de su cercanía, y mi respiración se volvió torpe.

    —No tienes que fingir conmigo —dijo con voz firme—. Yo sé lo que eres… y me gustas.

    —Eres un desgraciado… —susurré, la voz hecha pedazos.

    Jordan inclinó la cabeza, sus labios tan cerca de mi oreja que me hicieron estremecer otra vez.

    —Se que te gusto Ari, aunque aún no quieras admitirlo.

    Me quedé helado. Mis manos temblaban, mis piernas no me respondían, y mis lágrimas corrían en silencio. Esa era mi lucha: odiarlo con toda el alma, y al mismo tiempo, odiarme más por verme débil a su lado.

    Mis piernas temblaban. Todo en mí gritaba que debía huir, que no debía dejarlo acercarse más. Y sin embargo, cuando su mano rozó la mía al quitarme una de las bolsas, no tuve fuerzas para arrebatársela. Me quedé quieto, sumiso, como un niño atrapado, con la garganta cerrada y los ojos húmedos por la vergüenza.

    —Así me gusta —añadió él, con una sonrisa satisfecha—. Obediente.

    Me devolvió la bolsa como si nada hubiera pasado, y se apartó lentamente, dándome espacio para huir. Y yo corrí, casi tropezando con mis propios pasos, mientras sentía que mi pecho ardía con un torbellino de miedo, negación… y algo más.

    Porque, aunque me repetía una y otra vez que debía olvidarlo, que no podía dejarlo entrar en mi vida, cada vez se me hacía más difícil ignorar el fuego que encendía en mí su sola presencia.

    Esa noche apenas pude dormir. El eco de su voz seguía persiguiéndome, como si Jordan estuviera sentado a los pies de mi cama, susurrándome esas palabras que no podía arrancar de mi cabeza.

    “Yo sé lo que eres… y me encanta.”

    Me envolví en las sábanas, apretando los ojos con fuerza.

    —¡No! —murmuraba en voz baja—. No soy eso… no puedo serlo…

    Mi corazón golpeaba como un tambor. Sentía vergüenza, miedo, un nudo en el estómago que me ahogaba. Y, sin embargo, había algo peor: esa parte de mí que temblaba al recordar cómo sus dedos rozaron mi piel.

    Me levanté de golpe, encendí la luz y me puse frente al espejo. Lo odiaba. Odiaba verme así, con este cuerpo que todos confundían con el de una mujer. Mi reflejo me devolvía la mirada con unos ojos húmedos, rojos de tanto contener el llanto. Mis labios carnosos, mi piel blanca, mi silueta delicada… todo era un recordatorio cruel de lo diferente que era.

    Golpeé el espejo con las manos abiertas.

    —¡Soy hombre! —grité entre sollozos—. ¡Soy hombre, maldita sea!

    Pero mi voz temblorosa, aguda, casi de niña, sonó como una burla. Y cuanto más lo repetía, más me convencía de que estaba atrapado en una mentira que yo mismo no podía sostener.

    Caí de rodillas, llorando en silencio, como un niño perdido.

    —Dios… ¿por qué a mí?… —susurraba, con las manos tapándome la cara—. No quiero ser esto… no quiero sentir esto…

    El recuerdo de Jordan, tan alto, tan seguro, rodeándome con esa risa arrogante, me quemaba por dentro. No era solo miedo. Había algo más. Algo que me hacía estremecer y que odiaba reconocer.

    Me arrastré hasta la cama, me acurruqué en un rincón, abrazando mis piernas. Intentaba convencerme de que mañana sería distinto, de que podría ignorarlo, de que todo esto no era real. Pero en lo profundo de mi pecho lo sabía: cada día, cada encuentro, cada palabra suya estaba quebrándome.

    Y yo, en mi fragilidad, en mi inocencia, no sabía cuánto más podría resistir antes de caer rendido.

    Desde aquel día en la ventana, mi vida dejó de ser la misma. Jordan no desaparecía, al contrario, parecía multiplicarse a mi alrededor. Cuando iba a comprar pan, ahí estaba. Si salía a botar la basura, lo encontraba recostado contra la pared del frente, mirándome con esa sonrisa que me quemaba por dentro. Yo intentaba ignorarlo, caminar rápido, fingir que no escuchaba… pero siempre terminaba atrapado por su voz.

    Esa tarde, con el pan caliente en las manos, supe que no podía escapar.

    —¿Otra vez tan apurada, princesa? —su voz profunda me atravesó como un rayo.

    Me puse rojo de inmediato. Bajé la cabeza.

    —Y-yo… tengo que volver a casa… —murmuré, apenas audible.

    Jordan se acercó despacio, como un depredador que ya sabía que su presa estaba paralizada.

    —¿Y por qué huyes de mí? ¿Te doy miedo? —me preguntó, inclinándose para verme el rostro.

    Tragué saliva. Mis labios temblaban.

    —N-no… solo que… yo… no debo… —me detuve, incapaz de articular.

    Él rió, un sonido grave que me hizo estremecer.

    —No debes, no debes… siempre con tus reglas, ¿no? —dijo burlón—. Eres tan inocente, Ari. Pronto serás mi mujer.

    Sentí un calor extraño subirme al pecho.

    —No me digas así… —pedí en un hilo de voz.

    —Tú vas hacer mi mujer—replicó él, acercando su rostro al mío.

    Me ruboricé aún más, las manos me sudaban.

    —Jordan, por favor… déjame en paz…

    Él arqueó una ceja y sonrió de costado.

    —¿De verdad quieres que te deje en paz? Porque yo veo otra cosa. Te veo temblar, y no solo de miedo. Te ruborizas cada vez que me acerco. ¿Sabes lo que pienso? —su voz bajó, grave, casi un susurro—. Que en el fondo, lo disfrutas.

    Negué con la cabeza, aterrado.

    —¡No! Eso no es verdad… yo… yo no soy así…

    Jordan me acorraló contra la pared, su sombra enorme cubriéndome por completo. Yo sentía que no podía respirar.

    —Claro que lo eres —afirmó con una seguridad aplastante—. Y mientras más lo niegues, más me lo confirmas.

    Yo apreté los ojos, con las lágrimas queriendo salir.

    —No… no digas eso… por favor…

    Él me tomó suavemente del mentón y me obligó a mirarlo.

    —Escúchame bien, Ari… —dijo despacio, como si me estuviera marcando cada palabra en la piel—. Desde el día que te vi, supe que ibas a ser mía. Tú puedes llorar, huir, negar… pero no puedes escapar de mí… y tarde o temprano, vas hacer mi mujer.

    El corazón me golpeaba tan fuerte que sentía que iba a desmayarme.

    Me cubrí el rostro con las manos, desesperado.

    —¡Basta! ¡No digas eso! —balbuceé, con la voz quebrada.

    Él me apartó una mano con firmeza, sin dejarme escapar.

    —¿Ves? Eres tan frágil… tan débil… tan sumisa. Ni siquiera sabes defenderte. Y eso… —rozó mi mejilla con sus dedos ásperos— …me vuelve loco, mírame como me tienes mostrándome su descomunal erección atreves de su pantalón.

    Me estremecí al ver lo grande que se le marcaba debajo de su pantalón, me dio miedo, pero no podía apartar la mirada de su entrepierna.

    —Por favor… yo no quiero esto… —susurré, casi suplicando. Con lágrimas silenciosas corriendo por mi rostro.

    Jordan acercó su boca a mi oído, tan cerca que sentí su respiración caliente.

    —No puedes evitarlo Ari. Vas a terminar obedeciéndome, Ari. Y lo peor… —sonrió, saboreando cada palabra— …es que te va a gustar.

    Yo me quedé paralizado, atrapado entre el terror y esa extraña sensación que me desgarraba por dentro. Quise gritar, correr, desaparecer… pero no lo hice. Solo temblé, débil, sumiso, sintiendo que poco a poco, ya no me pertenecía.

    No sé en qué momento mi vida dejó de ser mía. Desde aquel descuido en la ventana, Jordan se volvió una sombra inevitable. Podía ignorarlo un día, pero al siguiente lo tenía rondando de nuevo, esperándome en la esquina, con esa sonrisa burlona que me hacía sentir desnuda, débil… atrapada.

    Al principio pensé que, si me mostraba indiferente, se aburriría. Qué ingenua fui. Entre más lo ignoraba, más se empeñaba en perseguirme. Y lo peor es que yo… yo no podía controlarme. Mis mejillas ardían, mi voz temblaba, mi cuerpo me traicionaba cada vez que se acercaba.

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  • Mayelita y los amantes de la diversidad (5): Probando cosas nuevas

    Mayelita y los amantes de la diversidad (5): Probando cosas nuevas

    Natalia siempre buscaba emanar sensualidad, deseo y pasión. Vivía únicamente con su madre, su padre tenía otra familia, aunque le mandaba dinero seguido para pagar su colegiatura, celular y cualquier cosa que hiciera falta, ella siempre odio que prefirió a su otra familia que a ella y su madre. Había perdido su virginidad con un chico de 29, eso siempre lo lamento, pero había comenzado a disfrutar de su cuerpo, sabía que sus senos no eran muy grandes, pero también sabía que muchos hombres darían lo que fuera por tenerlos.

    Ella deseaba practicar el sadomasoquismo, gustaba que le escupieran, que la ataran que la ahorcaran, pero una vida cuando recién cumplió 18 años estando en su cuarto masturbándose a las dos de la mañana, termino de ver un video donde ataban de pies y manos a una chica en una “X” y apareció lo que cambio su vida para siempre; sadomasoquismo donde era la mujer y no el hombre el dominante.

    Natalia reprodujo el video y le pareció el video tan excitante, que acabo llegando al órgano en tan solo cinco minutos, sus sabanas quedaron empapadas porque volvió a tocarse, la imagen del hombre recostado con una chica delgada, menuda, sin senos como ella, pegándole con un látigo, diciéndole cosas humillantes, sujetándoles la boca para escupirles, dándoles manotazos en sus penes, apretando sus bolas o incluso pisándolos con tacones. La fascino, le encanto, le propuso a su novio de ese entonces, pero él se negó, ella insistió por meses, cuando lo dejo a los 19 años anduvo con otros tres chicos, esperaba encontrar a alguien con quien cumplir su fantasía, ninguno accedió en lo más mínimo y la situación de Natalia empeoro cuando encontró algo que la hizo estallar en deseo y placer.

    La imagen de una chica con un arnés consolador alrededor de su cintura y un hombre sodomizado el cual se ponían en cuatro para ser penetrado por ella. Natalia comenzó a desear aquello con todas sus fuerzas, imaginaba vestida de bikini, poniéndose ese arnés en la cintura, sentir que tenía una verga de plástico colgándole y que un hombre estaba a su completa subordinación, que haría lo que ella quisiera, que cumpliría todas sus fantasías.

    A lo largo de sus 19 años tuvo cuatro encuentros sexuales, tres se negaron rotundamente el cuatro le debatió si era un chiste y cuando Natalia detallo su deseo de querer ser ella la activa, el hombre le soltó una bofetada se fue. Natalia se estaba resignando veía esos videos con la libido al por mayor soñaba con poder sentir la sensación de dominar, de tener el control de hacer de un hombre lo que ella quisiera, su frustración era tal que se llegó a plantear muy seriamente ir a contratar a un prostituto, comenzaba a crear que esa sería la única manera de penetrar a un hombre y ser ella la alfa, pero entonces apareció Kevin en su vida.

    Ambos se subieron al auto en los asientos delanteros y se plantaron unos grandes besos, Natalia disfrutaba muchos los besos que aquel chico que hasta hace apenas cuatro meses creía que únicamente sentía atracción y deseo sexual por los abdómenes cuadrados y las vergas duras.

    -Solos tu y yo, mi hermoso pescadito. –Decía mientras se besaban.

    -Solos tu y yo, mi dueña. –Dice besándole el cuello, ella se separa y lo abofetea.

    -Dilo otra vez. –Dice con rudeza. –Mi dueña. –Ella orquesta otra bofetada más fuerte. –Otra vez. –El traga saliva. –Mi dueña. –Natalia le meto otra tan fuerte que más bien se sintió como puñetazo, pero el obedece. –Mi dueña. –Ella se lanza sobre él y baja el asiento del carro. Queda arriba de Kevin, en la contempla extasiado, siento como su erección crece y sujeta los muslos de aquella mujer que lo hacía dudar de su sexualidad.

    -Como mi hermoso pececito beta. –Dice y entonces le da su seno izquierdo, el comienza a chupárselo aun sintiendo el ardor en el rostro de sus bofetadas, pero se tranquila al saborear la suavidad y textura del seno de Natalia, ella adora tenerle a si. –“Eres mío, mío, mío solo mío”. Después de unos segundos ella se levanta y le dice que es hora de irse.

    -Solos tu y yo. –Dice besándolo antes de arrancar el carro.

    Kevin parecía tener algo extraño con las ducha, piscinas y lugares acuáticos, parecía ser que eran su entorno de tensión sexual, ya que a Jacob lo había conocido y enamorado en las duchas mientras que a Natalia comenzó a conocerla en la piscina.

    Ella degustaba de nadar al medio día cuando no había nadie, se vestía con ropa de nadadora y se metía a practicar, Kevin hacia casi un año que había dejado el futbol, le gustaba pero no tanto como dedicarse profesionalmente como Jacob, era un simple pasa tiempo que ya había cumplido su periodo ahora quería otra actividad deportiva y eligió natación, donde se toparía con Natalia y su menudo cuerpo, sus piernas y brazos al descubierto le generaban algo extraño o a si lo veía el al inicio, su rostro le parecía atractivo, le gustaba su delineado, su estilo gótico, como por dos semanas la vio, se saludaban, ella se iba cuando él llegaba.

    Natalia lo conocía sabía que era el novio de uno de los chicos más guapos de la escuela, pero rápidamente se dio cuenta que Kevin tenia lo suyo un día decidió quedarse unos minutos para verlo nadar y ese día paso a ser recurrente, Un día finalmente entablaron una plática más formal sobre las clases de natación y sus horarios, de inmediato ambos se cayeron bien, tres días después incluso Kevin solía echarle aventón a la parada de su camión.

    -¿Eres gay completamente verdad? –Le pregunto un día.

    -Sí, me encantan los hombres, oh bueno mi hombre, mi Jacob. –Dijo. – ¿Y tú solamente con chicos o también con chicas? –Natalia había tenido un par de aventuras lésbicas, pero no le habían producido algo digno de recordar. –Una que otra morita me ha atrapado.

    -Oh eso está muy bien.

    -¿Y tu?, ¿Alguna chica que te haya tentado?

    Aquella pregunta dejo frio a Kevin, porque en su mente la respuesta automática era no, pero desde hace días que las charlas con Natalia, recién salida de la alberca con sus piernas y brazos al descubierto, su cabello mojado y su rostro ovalado le habían generado cierta curiosidad, había comenzado a seguir en Instagram a modelos y actrices como Sydney Sweeny y Ana de Armas, sintiendo como algo en ellas le comenzaba a agradar, como ellas y otras chicas al ver sus fotos le comenzaba a generar alegría, sentía una pizca de curiosidad pero esa pizca estallo cuando un día Natalia maliciosamente fue en bikini a nadar.

    Kevin quedo frio al verla con el bikini rojo, sus senos descubiertos en cierta medida, sus hombros y abdomen a su vista, este último le genero gran curiosidad, no había cuadros se veía planito y suave, pero algo que ni el mismo entendido fue, sus senos y nalgas, segundos después se dio cuenta que no podía quitar la mirada de ellos y más cuando los comenzó a ver mojados y con su cabello sobre ellos y cuando ella salió y fue a cambiarse, la sintió; una erección.

    -“Tuve una erección por una mujer, ¿Cómo es posible?”. –Se dijo esa noche en su casa y pensó en ver una serie para distraerse pero entonces en su celular apareció el tiro que lo remataria, la actriz Sydney Sweeny subió una serie de fotos en bikini y lencería donde lucia sus grandes copas D y sus piernas perfectas así como su rostro perfecto, su pene se puso duro de inmediato, las vio detalladamente y sin darse cuenta ya estaba haciéndose una paja con ellas y cuando acabo se dio cuenta se había corrido con una mujer, su esperma había sido liberado no por un hombre como acostumbraba si no por una mujer.

    Jacobo hacia lo suyo lo penetraba y le hacia el amor, pero poco a poco el comenzaba a sentir el deseo de unos senos como los de Sydney Sweeny y una piel más suave que tersa, un fin de semana Jacob salió y después de la clase de natación Kevin y Natalia salieron a charlar a una plaza comercial, hablaron de sus series favoritas, pasa tiempos, calificaciones y vida sentimental, Natalia se quedó asombrada de que aquel chico solo había tenido relación con Jacob.

    -Me imagino ya han tenido relaciones.

    -Si bastantes. –Dijo riendo.

    -Debe ser excelente en la cama.

    -Ay si lo es, pero a veces… -Se encontró diciendo. – ¿Si? –Pregunto Natalia. –Abecés pues mmm creo ustedes las mujeres lo entenderán mejor, a veces es algo mecánico sabes, a veces es solo; Kevin ponte en cuatro que hay te va mi amigo. Su amigo es rico enserio me encanta, pero no se a veces, solo a veces.

    -Te gustaría innovar. –Kevin confirmo y entonces la idea vagamente comenzó a rondar por la cabeza de Natalia, de estar ante el hombre por quien tanto había pedido. Le propuso ir al cine al día siguiente el acepto. La chica de 20 años nuevamente se lanzó, se llevó una blusa morada oscura y una falda negra, así como medias blancas, parecía colegiala y Kevin quedo embobado al verla, tanto que casi sintió que se le pondría dura al verla, no habían pactado que película ver, pero la suerte parecía sonreírles a ambos en miras de cumplir sus fantasías.

    -Dos entradas para; “Con todos Menos Contigo”. –Dijo Natalia. Era una película protagonizada por Sydney Sweeny y Glen Powell, una comedia amorosa pero donde la actriz salía en bikini y vestidos cortos. Kevin ya había visto las fotos de Sydney y se había masturbado con ellas, llevaba la cuenta en ese entonces, solamente cinco eyaculaciones por mujeres, tres por dicha actriz y dos por videos porno heterosexuales.

    Entraron a ver la película y a los veinte minutos en una escena donde sale en bikini blanco mostrando sus hermosas piernas, nalgas y senos en su mayoría Natalia se volteó y dijo. –Hermoso bikini, me gustaría ir a si a la playa un día. –Aquello hizo que la verga de Kevin se pusiera más dura. A lo largo de la película Natalia maliciosamente rozaba su pierna con la suya y sujetaba su mano, Kevin se dejaba. –Ese vestido te quedaría muy bien. –Dijo Kevin al ver una escena en la que Sydney salía con un vestido café escotado, Natalia supo que su trabajo funcionaba.

    La escena en la que Glen Powell y Sydney Sweeny acaban haciendo el amor Natalia le puso su mano en la pierna a Kevin, este se quedó frio tratando de adivinar las intenciones de Natalia o fijarse en la película.

    -Tu habrías dicho que Sydney Sweeny es la afortunada…. –Dijo guardando silencio. –Pero ahora creo piensas es Glen el afortunado por estar con ella. –Dijo Natalia susurrando entonces sintió como la chica ponía su mano sobre su pantalón tanteando sentir su pene erecto, el suspiro y solo asintió. –Cuando Glen acaricio el trasero de Sydney te éxito. –El volvió a asentir mientras ella lo miraba susurrando y acariciando su pene sobre el pantalón. – ¿Te gustaría sentir la textura de unas nalgas femeninas?

    -Si alcanzo a decir. –Entonces Natalia se puso encima de él. La sala estaba casi vacía por lo que pudieron disfrutar, puso las manos del chico que hasta hace unos días se sentía confundido pero que hoy tenía claro que deseaba sentir unas nalgas suaves y femeninas, ella lo guio al inicio, pero después en la acaricio y froto. – ¿Rico no? –Le susurro. El asintió y se besaron. Ni siquiera acabaron de ver bien la película por estar jugando, cuando los créditos aparecieron ambos salieron del cine y decidieron que harían lo que deseaban.

    -En mi casa no se puede. –Dijo Natalia.

    -Tampoco en la mía. –Dijo Kevin.

    -Solo nos queda un motel, pero no traigo dinero.

    -Yo sí. –Dice Kevin y arrancan.

    En su primera noche no se penetraron, de hecho, Kevin no tenia deseos de penetrarla al iniciar su relación, Natalia y él se besaron, ella cumplió su fantasía desde un inicio, introdujo lentamente sus dedos en la cavidad anal de Kevin, es te puso en la cama y alzo su trasero que Naty beso lentamente para darle placer primero con sus dedos y posteriormente con un dildo de color piel que traía en su bolsa.

    -Parece ya tenías todo pensando. –Exclamo Kevin.

    -Si. –Dice ella fascinada. –Ahora ponte. –Dice y se llena de alegría al ver como Kevin obedece y le alza su trasero, finalmente había encontrado lo que tanto quería. Sujeto su trasero y comenzó a introducírselo. Le entro perfectamente el exhalaba y gemía. –La próxima vez será un arnés. –Dice levantándose para penetrarlo.

    -Ay sí. –Ella contesta. – ¿Si qué? –Dice sujetándole el cuello. –Si mi Naty. –Ella le sujeta fuerte la boca y lo mira. –Si mi dueña se dice. –Aquello éxito a Kevin, su mirada, su voz le parecían exquisitos casi más que el dildo dentro de él. –Ay miren ya se está poniendo duro. –Dijo sujetando su pene. Natalia le introdujo el dildo como si de un pene verdadero se tratara, Kevin sentía su aliento y su mano sujetando su pene, extrañamente en una primera vez parecía ambos habían desarrollado una sincronización de placer, ya que cuando Kevin eyaculo ella misma sintió el clímax, su semen callo en la palma de su mano.

    Ella le dio la vuelta y sin saber le dio una bofetada y luego cayó sobre él, el sintió su cuerpo temblando, extasiado aun dando espasmos de placer. Kevin quedo fascinado al ver como Naty lamia su semen de su mano.

    -Ay nunca había probado el semen de un putito.

    -¿Qué tal sabe?

    -Muy bien, ¿comiste piña?

    -Que tiene eso que ver. –Dice riendo, entonces Natalia lo dedujo.

    -¿Jacobo jamás ha probado tu semilla? –Vio la mirada de Kevin y lo supo. –Es muy rica Kevin. –Dijo sonriendo y volviendo a lamerla incluso bajando a darle unos besos y lengüetazos a su pene.

    -Creo ambos probamos cosas nuevas hoy y sobre todo sentimos. –Natalia volvió a subir lo miro a los ojos y ambos se besaron aun con los labios de la chica impregnados de su semilla y ella se acostó sobre su pecho sintiéndose feliz, complacida como una niña que consigue lo que tanto soñaba mientras que Kevin sentía extraño haber tenido relaciones sexuales con una mujer haber saboreado sus senos, su piel, sus labios y tenerla ahora acostada sobre su pecho, era el quien se acostaba en el pecho de Jacobo.

    En su segunda cita Natalia hicieron el amor de manera similar, pero fueron a una tienda a comprar dos arneses consoladores y ahora en estos días que se quedarían solos estaban listos para disfrutar de su compañía, disfrutar de sus deseos y quizá de algo más.

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  • Juguete de ella, juguete de él (4): Videos

    Juguete de ella, juguete de él (4): Videos

    Habían pasado solo unos días desde la llamada de Erin, pero Zandro todavía no lograba dormir una noche entera.

    Compartían la misma cama, como siempre, pero el silencio entre ellos era distinto.

    Ella dormía tranquila, de espaldas a él, y él permanecía despierto, mirando el techo, escuchando su respiración.

    La distancia era mínima, apenas unos centímetros, pero suficiente para que el aire se sintiera denso, cargado de algo que ninguno de los dos mencionaba.

    La voz de ella seguía en su cabeza, lejana y nítida al mismo tiempo, como si aún sonara en la línea.

    Lo que había escuchado lo había cambiado.

    Había despertado en él algo que no quería aceptar, una sensación confusa que lo perseguía incluso en los momentos más triviales.

    Intentaba convencerse de que podía seguir con su vida, concentrarse en el trabajo, pero cada vez que el teléfono vibraba, sentía el mismo estremecimiento que aquella noche.

    Los días pasaron, pero la sensación no cedía.

    La rutina apenas servía para distraerlo.

    Hasta que una tarde, mientras intentaba terminar un informe, el celular volvió a vibrar sobre el escritorio.

    Al desbloquearlo, vio un mensaje de Erin: un video acompañado de un simple texto que decía “míralo…”.

    Durante unos segundos dudó. Luego lo abrió.

    Desde el celular comenzaron a escucharse gemidos suaves, contenidos pero lo suficientemente claros para llamar la atención de alguien cerca. En la pantalla, Erin estaba apoyada sobre un escritorio, con la falda y la tanga caídas hasta los tobillos. Sus manos se aferraban al borde del mueble, los ojos cerrados y la boca entreabierta, completamente entregada al hombre que la penetraba por detrás. Cada estremecimiento de su cuerpo, cada arqueo de espalda, transmitía deseo y abandono total.

    —¡Mierda! —susurró Zandro, bajando el volumen instintivamente. Su respiración se aceleró y un calor incómodo se acumuló en su entrepierna, recordándole con fuerza la excitación que la imagen le provocaba.

    Un compañero que pasaba lo miró con curiosidad:

    —¿Todo bien?

    Zandro forzó una sonrisa, intentando sonar natural, mientras su corazón latía con fuerza y sentía un ligero temblor en las manos:

    —Sí… un amigo me mandó un video de broma.

    El otro rió y se alejó, y Zandro respiró aliviado, aunque el pulso aún le golpeaba el pecho y la erección que trataba de ignorar le recordaba lo vulnerable que se sentía. Guardó el celular en el bolsillo, evitando mirar de nuevo en medio de la oficina, mientras la imagen de Erin y sus gemidos seguía rondando su mente, provocándole un torbellino de deseo y confusión que no podía controlar.

    Pasó el resto de la tarde en un estado de nervios constante. Cada pocos minutos sentía la tentación de abrir el video de nuevo, pero se contuvo hasta que pudo ir al baño, necesitaba privacidad absoluta.

    Se encerró en el cubículo más alejado, asegurándose de que nadie pudiera molestarle. Sacó el celular y conectó los auriculares, tomando un respiro profundo antes de reproducirlo.

    Ahora, en privado, los gemidos parecían más crudos y envolventes. Erin estaba apoyada sobre el escritorio, y por la perspectiva, el hombre la cogía fuerte de la cintura, arremetiendo con una fuerza que la movía por completo. Podía ver cómo el hombre le jalaba el cabello, y cómo Erin reía entre jadeos, casi desafiándolo, mientras cada embestida la hacía moverse con fuerza y desesperación. Los gemidos de Erin eran húmedos y profundos, llenos de placer, y en varias tomas se la veía siendo nalgueada sin piedad. Cada embestida hacía temblar su cuerpo, los pechos oscilando con violencia.

    Al final, el hombre sacaba la polla y se corría en sus nalgas, dejándoselas chorreando leche.

    Zandro sintió un escalofrío recorrerle la espalda y un calor intenso en su entrepierna. Su corazón latía con fuerza y su respiración se aceleró. Sin darse cuenta, su erección estaba dura y palpitante. Temblando ligeramente, reprodujo nuevamente el video antes de bajar el cierre, liberar su miembro y comenzar a masturbarse lentamente, siguiendo el ritmo de las embestidas de Erin en la pantalla. Cada nalgada, cada jadeo, cada golpe de cadera lo hacía estremecerse, empujando su excitación a límites que no había anticipado.

    Su respiración se volvió entrecortada, su cuerpo tenso y vibrante. A medida que el video avanzaba, sus movimientos se hicieron más rápidos y desesperados. La mezcla de culpa y placer lo atrapaba por completo, y el orgasmo lo alcanzó de golpe, violento, haciendo que se corriera en su propia mano mientras el semen goteaba sobre el inodoro y el piso.

    Temblando, usó papel para limpiarse, incluso frotando su pantalón para borrar cualquier rastro. Se lavó las manos dos veces, y se miró en el espejo, su piel sudada y el corazón latiendo con fuerza.

    —¿Qué me está pasando? —susurró, con voz temblorosa, todavía atrapado entre la vergüenza y la excitación.

    Guardó el celular, pero la sensación de deseo no lo abandonó. Cada gemido y movimiento de Erin seguía resonando en su mente, acompañándolo silenciosamente el resto de la tarde.

    Los siguientes videos no tardaron en llegar. Cada uno parecía elegido para atrapar a Zandro en un torbellino de emociones que no podía controlar. A veces llegaban en la oficina, otras mientras conducía, incluso una vez mientras estaba en la cocina de su casa. Cada notificación del celular hacía que su pulso se acelerara; ya no podía ignorarlos.

    Uno tras otro, los videos mostraban a Erin de maneras distintas, siempre entregada y consciente de que él los vería:

    Erin mamando en un auto, tragando cada gota de semen y luego mostrando la boca llena frente a la cámara.

    Erin con las piernas abiertas, acariciando su propio clítoris mientras su amante la penetraba, gemidos profundos escapando con cada embestida, su cuerpo temblando y los pechos rebotando con cada movimiento.

    Erin montando a su amante sobre una silla, rebotando con fuerza mientras él la sostenía y le estrujaba los senos desde atrás, sus caderas moviéndose sin pausa, su espalda arqueándose con cada embestida, entregada completamente al placer.

    Zandro se sorprendía a sí mismo, incapaz de apartar la vista de la pantalla. Cada video lo atrapaba en una mezcla de celos, deseo y fascinación. Su cuerpo lo traicionaba una y otra vez: ante la llegada de cada video, terminaba siempre igual, masturbándose en silencio mientras veía las imágenes, cada vez más rápido, más intenso, más desesperado.

    Su respiración se aceleraba, su corazón latía con fuerza, y la sensación de humillación mezclada con deseo lo hacía sentir atrapado, excitado y confundido al mismo tiempo. No podía evitar imaginarse cómo estaría Erin en ese momento, si le pediría que dejara que él lamiera su concha como aquella primera vez… o, si no lo hacía, si él sería capaz de decirle que le dejara hacerlo. Solo pensar en ello lo hacía endurecerse de inmediato, atrapado entre la fascinación y el deseo que Erin le provocaba sin remedio.

    Las noches en casa habían cambiado. Erin seguía llegando tarde, pero ya no había reproches ni explicaciones. Solo la observaba entrar, con su sonrisa cansada pero satisfecha, y Zandro se preguntaba qué habría hecho, qué secretos escondía entre esas horas fuera de casa. Cada movimiento suyo lo encendía, cada gesto le recordaba los videos, y su cuerpo reaccionaba sin poder evitarlo.

    Zandro se quedaba allí, atrapado entre la incredulidad y el deseo, sintiendo cómo cada video, cada gesto y cada gemido de Erin lo arrastraban un poco más al abismo de su excitación y su obsesión.

    Esa tarde, Erin llegó a casa más temprano de lo habitual. Al abrir la puerta, encontró a Zandro sentado en el sofá, el celular en las manos. No podía ver qué estaba reproduciendo, pero su concentración y la tensión en su rostro lo delataban. Se acercó y se sentó a su lado, observando de cerca, y entonces vio la pantalla: un video de ella misma con su amante.

    —Veo que te gustan los videos que te enviamos… —dijo Erin con una sonrisa pícara, dejando entrever diversión y provocación—. ¿Y no te gustaría ver uno nuevo?

    Sin esperar respuesta, sacó su móvil del bolso y se sentó más cerca de él. Deslizó la pantalla y le mostró un nuevo video.

    En la pantalla se veía a Erin y su amante en el asiento trasero de un auto. Erin estaba sentada sobre él, de espaldas a la cámara, rebotando con fuerza y clavando la polla del amante dentro de ella. Él no estaba quieto: cada embestida iba acompañada de nalgadas que resonaban y de sus manos separando sus glúteos, asegurándose de que la cámara captara cada detalle de cómo la follaba sin piedad.

    Zandro no podía apartar la mirada. Su excitación, acumulada por los videos previos, se volvió imposible de controlar. Erin, sentada junto a él, lo notó y, con una sonrisa cómplice, sacó su polla del pantalón y comenzó a masturbarlo lentamente, sincronizando sus movimientos con los de la pantalla.

    La tensión creció hasta que, antes de que el video terminara, Zandro se corrió, en un orgasmo violento que lo hizo jadear y temblar. Erin se limpió la mano con descaro en el pantalón mojado de Zandro, aún sonriendo. Se levantó y caminó hacia el dormitorio, dejándolo con el celular todavía reproduciendo la grabación.

    La imagen final del video mostraba a su amante penetrándola hasta el fondo y corriéndose dentro de ella, llenándole la concha de semen mientras arqueaba la espalda, jadeaba y temblaba por el placer intenso.

    Al terminar el video, Zandro reparó en el nombre del archivo y se dio cuenta de que había sido grabado poco antes de que Erin llegara a casa. La evidencia era clara: debía tener la concha todavía llena de semen fresco.

    La excitación lo dominaba. Sin pensarlo más, se levantó del sofá y caminó directo hacia el dormitorio, con el corazón golpeándole en el pecho y con la polla nuevamente dura.

    Al entrar, la imagen lo paralizó un segundo: Erin estaba desnuda, recostada en la cama, las piernas abiertas. Ella tenía la mirada fija en él, y sus dedos jugaban con los labios de su concha. Era casi un reflejo de aquella primera vez en que ella, con descaro, le confesó su infidelidad mientras lo obligaba a probar su concha llena de semen de otro hombre.

    Se quedaron unos instantes mirándose, sin necesidad de palabras. Todo estaba dicho en esas miradas: ella ofrecía, él aceptaba.

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  • Maestra en mini (8)

    Maestra en mini (8)

    Es Halloween y curiosamente toca hacer la fiesta en el patio de la supervisión, ocasión mas que oportuna para ver a Hermilo me digo a mi misma, de un tiempo a la fecha no me ha buscado ni comunicado conmigo.

    Llego temprano para ver los detalles de la fiesta ya que soy parte de la mesa directiva de eventos sociales de la zona.

    Al final la fiesta se hace en la calle para dar paso a que la gente de la colonia también participe, llegada la hora me coloco mi disfraz que en esta ocasión es de fantasma sexi con un vestido blanco de cuerpo entero ajustado a cada curva de mi infartante cuerpo con olanes al final con un escote en forma de corazón a la altura del pecho que deja ver mis turgentes y firmes senos, las mangas largas y la capucha con solo un par de manchas negras simulando los ojos y boca grotescos, no me coloco ropa interior.

    Así casi desnuda me pierdo entre la gente esperando ver a Hermilo, sin embargo, la decepción llega mas pronto de lo esperado al verlo entrar del brazo con su esposa, muy sonrientes saludando a todo mundo.

    Me bloqueo, no sé qué hacer, el bullicio del sonido a todo volumen rodeada de demonios, brujas, vampiros etc. Me hace recobrar el sentido.

    –Buenas noches, me acerco a saludarlos quitándome la capucha.

    –Maestra Laura, -me dice- ¿Y su esposo?

    Sin darle respuesta me alejo de ellos colocándome la capucha bajo la mirada aniquilante de su esposa que me imagino ya sabrá de lo nuestro por la forma en que me mira.

    Decido disfrutar de la fiesta bailando muy sexy, rosando mi cuerpo con los hombres que se me acercan, Hermilo saca a bailar a su esposa y yo en contra parte tomo al primer hombre que se cruza en mi camino, un tipo vestido de diablo con su cola saliendo de sus pantalones maquillado grotescamente y sus cuernitos de papel.

    Le pido al Dj que ponga una mas movida, este accede, me coloco al centro de la pista y empiezo a moverme al ritmo de la música levantando mis manos y haciendo movimientos circulares con las caderas, mis tetas saltan fuera de ante las atentas miradas de los chicos le doy la espalda a mi pareja quien se mueve también al ritmo y colocando las manos en mi cadera empiezo a contonearla de un lado a otro restregándome en su pelvis, perrea, perrea, perrea se escuchan los gritos de la gente que de igual forma empiezan a bailar a nuestro alrededor.

    Viendo que Hermilo no pierde detalle empiezo a bajar y a subir muy sensualmente embarrándome en mi pareja como si estuviera haciendo sentadillas, me volteo hacia él y le paso los brazos por detrás mientras el pasa los suyos por mi cuerpo dibujando mis curvas con ellas, en medio de la emoción el intenta besarme aun con la capucha puesta, me alejo un poco sonriendo, discretamente noto la carpa que se ha formado entre sus pantalones, así que aprovecho para darle la espalda de nuevo y restregarme en ella tomando sus manos con las mías levantando mi colita para restregarme con mas firmeza en el sintiendo su dureza.

    –¿Te gusta zorrita? me dice mientras me agarra las tetas.

    No le respondo, viendo a Hermilo a mi esposo a Lalo mirándome me siento muy puta y sus palabras me hacen sentir más caliente.

    La pieza termina, mi pareja me toma de la mano y me pregunta si podemos salir un poco.

    Accedo, me lleva al callejón más cercano y comenzamos a platicar y a fumar recargados en un coche viejo, platicamos de cualquier cosa hasta que de la nada me jala hacia el y comienza a besarme con furia, muy salvaje y dándome mordidas fuertes en los labios.

    Me voltea de espaldas a él.

    –Quiero que sientas mi verga, mira cómo me pones, me dice mientras se restriega violentamente contra mi cuerpo, intenta subirme el vestido pero al no poder se saca la verga y me la restriega en medio de mi colita masturbándose mientras siento como el vidrio de la portezuela del carro donde me tiene embarrada empieza a bajar, mis tetas respiran un poco al sentirse liberadas, pero igual es solamente para sentir sobre ellas unas manos frías, no quiero saber quien es, el diablillo me tiene ocupada con su gruesa reata golpeando mi colita.

    Las manos que amasan mis tetas ceden a una boca ardiente que las lame y besuquea, el afortunado diablillo termina en gruesos y espesos chorros de leche que bajan lentamente sobre mi traslúcido vestido de la espalda a la cadera.

    Me asomo para ver quien es el afortunado que probó mis senos y es nada menos que el conserje de la supervisión, el buen Rutilo, un viejito que apenas y puede con las labores escolares.

    La fiesta continua, ya es media noche y en medio del baile, las copas y mi disfraz todo manchado coincido otra vez con mi diablillo favorito, que va acompañado me imagino que de su novia o esposa, no hago nada para llamar su atención, solo es cuestión de minutos para que de nuevo esté a mi lado bailando.

    Entre pieza y pieza noto que me va guiando de nuevo hacia el lugar mas apartado de la fiesta, de reojo veo la conserjería abierta y lo jalo hacia ella.

    Me quito el vestido quedando completamente desnuda ante él, agarra con fuerza mis tetas, retorciendo mis pezones rosaditos.

    Pone un pezón en su boca y comienza a lamer despacio mientras gimo sintiendo sus dedos por húmeda vagina, levanto su rostro y lo beso con dulzura.

    –No sabes que rica estás, me pones caliente muy rápido, te quiero hacer de toda mami, me dice mientras me besa el cuello, el oído, la boca.

    –¡Que chingada madre haces aquí! Le dice al pobre Rutilo que va entrando a su casa.

    –Pues aquí vivo ¿no? Le contesta

    –Déjalo le digo acercándome al conserje ofreciéndole mis tetas, el diablillo, que no se ni su nombre, se molesta y quiere sacarlo, –si lo sacas también me voy le digo categóricamente mientras el viejillo afortunado retoma su labor con mis senos.

    No le queda de otra, me voltea hacia el pidiéndole al viejo que se vaya que no se haga pendejo, pero este en lugar de obedecer empieza a lamer mi cuello desde atrás, mis hombros y amasa con fuerza mis pechos desde el nacimiento hasta mis pezones.

    Por un momento los dos se quedan mirándome como extasiados, por mucho, soy lo mejor que han tenido en sus vidas, yo los observo jadeante, deseosa, el diablillo toma la iniciativa desnudándose y sentándose en la vieja cama del conserje ya desnudo me pide que me acerque a su macana ofreciéndomela, sin hacerlo esperar la tomo en mis manos y sin dejar de verlo a los ojos empiezo a lamerla desde la puntita hasta los huevos.

    –Ya pinche anciano, sáquese de aquí, hace el último intento para sacar a Rutilo.

    –Y dejar que goces tu solo de esta puta, ¡ni madres! ¡vamos a cogérnosla entre los dos! ¿verdad que te va a gustar mamacita?

    No le digo nada lo tomo tiernamente de la mano y lo acerco reanudando mis chupadas a la verga del diablillo quien ya no se queja, cierra los ojos y empieza a disfrutar.

    Rutilo aprovecha que estoy en cuatro y empieza a darme besitos en las nalgas, me dice que están suavecitas y que le gustan mucho, de reojo lo observo desnudarse, se acerca, lo siento colocar su pito a la entrada de mi vagina mientras sigo en mi labor mamando el mástil del diablillo.

    De repente siento algo enorme en mi entrada, me imagino que el muy cabrón quiere meterme algún objeto en ella, volteo a reclamarle pero ¡no! me doy cuenta que en realidad es su verga ¡una gran verga!, no muy grande, pero si muy ancha, como una pequeña trompa de elefante,

    –¿Te gusta? me dice el muy pendejo, no me deja responderle, el Diablo me toma de la cabeza y me retaca su verga y empieza a cogerme por la boca sin darme tiempo a respirar.

    Rutilo reanuda su labor, menos mal que mi vagina esta lubricada, me digo a mí misma, a pesar de estar concentrada en el diablo, siento como ese enorme tronco empieza a penetrarme abriéndose paso por las paredes de mi vagina lentamente hasta tocar fondo, me deja que me adapte a su nabo y empieza a meterlo y sacarlo con suavidad, ah, rutilo se da cuenta de que estoy deseosa y empieza a bombearme más rápidamente, ah, um, volteo a verlo para animarlo, sobando la reata del diablo parece que esto le gusta porque me ofrece su verga de nuevo la cual con gusto empiezo a chupar, así permanecemos por 10 o 15 minutos, solo se escuchan los chasquidos de mis nalgas al rebotar en la pelvis de Rutilo y las chupadas que le estoy dando al diablillo.

    Los dos machos braman como fieras gozando y disfrutando de su momento de suerte mientras les entrego mis mejores gemidos y lamentos.

    Rutilo se tiende en el suelo mientras el diablo se incorpora esperando su turno, sin perder el tiempo me encaramo en el macho que está recostado y comienzo a cabalgarlo, me jala de las tetas para lamerlas mientras me empieza a coger con ganas como puede el diablo no deja de lubricarme el ano con saliva, le dice al viejo que se espere mientras coloca su fierro en mi anito.

    Le digo que no lo haga, que me van a partir en dos pero me toma de las manos y me dice que una perra como yo se merece un trato especial, sin hacerme caso va empujando su camote en mi ano, siento que me parte, no les importan mis gritos y empiezan a cogerme con fuerza, pasado el duro momento empiezo a tomarle sabor al asunto, un arrasador orgasmo me llega impetuoso explotando al ritmo de las vergas de mis machos.

    El diablo me toma de la cintura y hace que me salga de Rutilo, me aparta y empieza a cogerme el ano con fuerza mientras Rutilo me acerca su verga para que empiece a mamársela, jadean como locos.

    –¿Te gusta perra? Me dice el diablo

    No le respondo, me desprendo de el y empiezo a mamarle va verga con todas mis fuerzas, Rutilo no pierde el tiempo y me sienta de espaldas a el clavándome su verga en el ano de un solo impulso, empieza a galoparme con fuerza tomándome de las tetas como si quisiera arrancármelas, mientras propino mis mejores lamidas y chupadas a mi diablito saboreando mi propio ano, me coge por la boca con desesperación colocando sus manos en mi nuca.

    Siento su descarga de leche, saco mi lengua para que me la de toda, arquea su cuerpo, ¡toma¡ me grita desaforadamente, empieza a escupir sus mocos en mi lengua, algunos me llegan al cabello y otros resbalan por mis mejillas hasta mis pechos, ¡ah¡ ladra Ramiro que escupe su leche en mi ano, siento su liquido caliente quemarme las entraña.

    –¡Toma pinche puta, toma! Grita rutilo con las pocas fuerzas que le quedan.

    Quedamos exhaustos tendidos en la vieja cama de la conserjería, mis machos ya se han parado y yo sigo recostada observándolos como terminan de vestirse.

    Se acercan a mí, me ayudan a levantarme y me colocan mi vestido, empezamos a besarnos de nuevo pero ahora con mas calma como agradeciéndonos mutuamente el momento que acabamos de pasar.

    El lunes me presento de nuevo al trabajo aun dolorida por la tremenda cogida que me dieron Rutilo y el tipo disfrazado de diablo, que por cierto, nunca supe como se llama o quien es.

    El tiempo transcurre y el camión de la basura llega para llevarse los tambos del plantel.

    De reojo miro a los chicos que cargan los tambos y los vacían en el carro sin embargo uno de ellos llama mi atención ya que va disfrazado igual que mi diablillo.

    Salgo para cerciorarme y si efectivamente es el chico del camión recolector, quien lo diría.

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  • Mi hijo mayor y Carmen, la madre de Pedro Pablo

    Mi hijo mayor y Carmen, la madre de Pedro Pablo

    Mi hijo menor seguía convencido de que para ayudar a su amigo Pedro Pablo a no alcoholizarse lo mejor era llevarle hacia el mundo de sexo, y para ello lo mejor era transformar a toda su familia en una familia como la nuestra, completamente abierta en materia de sexo, y para ello una de la siguiente idea fue llevar a su hermano, mi hijo mayor, a follar con la madre de su amigo.

    Así que un día, como por error, dejó su móvil, en casa de su amigo, después desde casa, hizo como que se había dado cuenta y desde el teléfono de su hermano llamamos al suyo, lo cogió la madre de Pedro, mi hijo menor le contó a la madre de su amigo, que al día siguiente no podía ir a recogerlo, pero que enviaría a su hermano a por él, de esta manera se propició el encuentro entre mi hijo mayor y Carmen la madre del amigo de mi hijo menor, según me contó él:

    Cuando llegué a casa de Carmen y llamé a la puerta esta me abrió, debo reconocer que estaba divina, rellenita, pero tenía mucho sexy, no me extraña que mi hermano tuviera ganas de tirársela. Llevaba una blusa de tirantes que hacía destacar sus enormes tetas, y una falda caqui, por encima de las rodillas.

    Le di las gracias por guardarnos el móvil, y nos pusimos a conversar, mis ojos no podían apartarse de sus tetazas, en un momento dado me coloqué detrás de ella y le dije:

    -Estas buenísima, no me extraña que mi hermano se haga muchas pajas pensando en estas tetazas.

    Primero se las acaricié por encima de la blusa, después le bajé las hombreras y se las dejé al descubierto, le dije:

    -Me encantan tus tetas.

    -Las chicas con las que seguro sales, las tendrán mucho mejores que las mías.

    Le dije que no, y se las seguí acariciando, después me di la vuelta, llevé mis manos hacia la cremallera de su falda y se la bajó, en ese momento me di cuenta de que lo que yo pensaba que era una blusa en realidad era un bodi, la hice sentarse en el sofá, y cuando lo hizo se lancé con mi cabeza hacia sus impresionantes tetas, y me puse a besárselas, mientras ella me decía:

    -Mi rey, me estás haciendo gozar un montón

    Al rato añadió:

    -Cariño ahora me toca a mi darte gustito.

    Cuando me quise dar cuenta, me había bajado los pantalones y el bóxer dejando al descubierto mi polla. Al verla dijo:

    -Mi amor, menudo pollón tienes.

    Se tumbó en el sofá dejándome en uno de los extremos, acercó su boca a mi polla, se la metió en su boca y comenzó a chupármela, le ponían unas ganas impresionantes.

    -Si lo haces así con tu marido, debe de estar en la gloria contigo, le dije.

    Para nada mi amor, me respondió, con mi marido no tengo ganas de hacer nada, cuando lo hacemos es por rutina.

    Y siguió chupándomela, me encantaba como lo hacía. No quería que terminara nunca, y me la estuvo chupando hasta que sacándose mi polla de su boca me dijo:

    -Amor vamos a follar.

    Me tumbó sobre el sofá y me quitó la camisa, que era la única prenda que todavía llevaba puesta. Ella se quitó el bodi, de esta manera los dos nos quedamos completamente desnudos, después me hizo tumbarme en el sofá, ella se puso encima de mí, y llevó mi polla hasta la entrada de su coño, y poco a poco la fue introduciendo en el interior de este, en ese momento comprendí que mi hermano no había exagerado, esa mujer follaba de maravilla.

    Apoyó sus brazos, uno a dada lado de mi cuerpo, se quedó de esta manera a cuatro patas, yo al ver estas esplendidas tetas encima de mí, no pude menos de acariciárselas, y lo mismo me paso con su culo, esta mujer, como mi madre serían lo que se llaman rellenitas, y eso es algo que me da mucho morbo, ella al sentir mis manos sobre su cuerpo dijo:

    -Vais a hacer que me aficione a los jóvenes, follais de maravilla.

    Y continúo cabalgándome, sus gemidos eran muy intensos, lo que me excitaba aún más, pero notándola un poco cansada la propuse:

    -¿Quieres que nos pongamos de lado, y follemos así?

    -Cariño, yo con tal de follar contigo, follo como sea, me respondió.

    Se bajó de mí y se puso en el sofá de medio lado, mientras yo me había ladeado y ahora estaba detrás de ella, le pedí que alzara una de sus piernas y se la sujeté, su coño estaba muy abierto y al alcancé de mi polla, así que desde esta postura introduje mi polla en ese maravilloso agujero, ella al sentirme dijo:

    -Que delicia, con mi marido esto nunca lo haríamos.

    Yo me puse a moverme, sus gemidos iban en aumento, mientras con una de sus manos acariciaba una de sus tetas, todo esto hacía que mi excitación aumentara, me propuse hacerla correrse y aumente el ritmo de mi follada, sus gemidos seguían aumentando de intensidad, mientras ella decía:

    -Me estoy volviendo loca de gusto, sigue.

    Seguí aumentado el ritmo hasta que sentí que se corría, en esos momentos me dijo:

    -Muchas gracias, mi amor, esto es una locura maravillosa.

    Ella estaba tumbada sobre el sofá, descansando, pero mi polla seguía dura y con ganas de marcha. Le pedí que abriera bien las piernas, ella al ver mi polla dijo:

    -Esta dura y es preciosa, mi amor métemela de nuevo.

    Me puse de rodillas sobre el sofá, alcé una de sus piernas y la puse sobre mi hombro, y de un golpe se la metí, ella nada más sentirla dentro se puso a gemir nuevamente, mientras decía:

    -Nunca pensé que se pudiera gozar tanto.

    Mientras decía esto llevé una de sus manos hacia un de sus tetas y me puse a acariciársela, mientras llevaba la otra hasta cerca de su coño y me puse a rozar la superficie de su sexo cercana al lugar por donde mi polla le estaba penetrando, sus gemidos eran todavía más intensos. Y decía:

    -Mi amor, me estas volviendo loca.

    De eso se trataba, quería volverla loca de placer, así que seguí moviendo mi polla dentro de ese coño tan caliente que ella tenía, hasta que nuevamente ella me volvió a sugerir otra postura, me hizo sentarme en el sofá y ella se sentó encima de mí, empezó a subier y bajar mientras se puso a gemir de una manera muy intensa y decía:

    -Mi amor esto es fantástico, no puedo dejar de pensar en lo mucho que he dejado de follar por serle fiel al imbécil de mi marido. te adoro y quiero gozar del sexo de todas las maneras posibles,

    Y siguió cabalgándome de una manera desesperada, yo sentía que estaba ante una mujer hambrienta de sexo, y mi polla deseaba complacerla a tope, oírla gemir era impresionante, y en un momento determinado soltó un fuerte gemido y dijo:

    -Me corro.

    Yo en ese momento le ofrecí sacarle la polla de su coño, pero ella me respondió:

    -No mi amor, quiero disfrutar de sentir tu leche en mi interior.

    Y siguió montándome como si no hubiera pasado nada, lo hacia con ansia, así que no tarde en correrme y mi leche se esparció por su coño, en ese momento ell se levantó y besándome en la boca me dijo:

    -Te amo, me estás haciendo muy feliz.

    Descansamos un poco yo aproveche para preguntarle si lo había hecho antes con jovencitos, ella me confesó que lo hacía con un amigo de su hijo, aunque sin decirme que se refería mi hermano, yo le dije que me encantaban las mujeres maduras, aunque ella por supuesto ella más que ninguna, y que buscaba una mujer abierta para hacer algunas cosas, especiales, ella se ofreció a ser mi compañera de juegos, quizás fue esta conversación, pero el caso es que mi polla comenzó a ponerse dura nuevamente.

    Ella al sentirla llevó su lengua a mi miembro y se puso a lamerla, esto hizo que mi polla despertarse del todo, y ella al verla dijo:

    -Cariño, me parece que los dos tenemos, y creo que debemos comenzar por donde lo dejamos.

    Se volvió a sentar encima de mí y a cabalgarme. Y nuevamente, se la notaba completamente recuperada me volvió a cabalgar de una manera muy vigorosa, que demostraban que una rellenita no tiene que estar falta de energía, mientras me decía:

    -Te adoro mi yogurin, eres un follador maravilloso.

    Seguía cabalgándome, hasta que se dio la vuelta, de esta manera me encontré con sus impresionantes tetas sobre mi cara, por supuesto aproveché la ocasión para chupárselas, mientras, para meter ideas en su cabeza, la dije:

    -Mamita, este nene adora tus tetas.

    -Mi niño, me respondió ella, son todas tuyas.

    Yo seguí chupándoselas, adoraba a esa mujer, y noté como sus gemidos aumentaban poco a poco, parecía que se estaba corriendo y eso para mí resultaba muy estimulante, así que seguí chupándoselas. Quería que mi polla aguantará el máximo posible, pero finalmente terminé corriéndome:

    -Muchas gracias, mi amor, los chicos de hoy sois fantásticos, mucho mejor que los hombres de mi edad.

    Descansamos un momento, pero yo sentí que tenía muchas ganas de comerle el coño, así que la hice tumbarse en el sofá con las piernas bien abiertas, y cuando estuvo en esa posición llevé mi cabeza hasta su coño, y sacando mi lengua me puse a comérselo, ella al sentir mi lengua me decía:

    -Mi amor, eres divino, menuda lengua tienes.

    Sus gemidos eran intensos, me encantaba el sabor de su coño, así que seguí comiéndoselo, hasta que ella me dijo:

    -Mi amor, esto es divino, pero quiero sentir, de nuevo tu polla dentro de mí.

    Nos sentamos en el sofá, juntamos nuestras bocas y nos dimos un beso muy intenso, mientras lo hacíamos, ella puso una de sus piernas encima de las mías, y luego llevó una de sus manos hasta mi polla y se puso a acariciarla, era algo delicioso.

    Luego con sus manos me echó hacia atrás, hasta tumbarme sobre el sofá, y desde esta postura se sentó encima de mí e introdujo mi polla dentro de su coño. Mientras me decía:

    -Mi amor adoro esa polla.

    Comenzó a marcar un ritmo delicioso, se inclinó hacia mi sus tetas quedaron a mi altura de mi boca, se las chupé un poco y luego la empujé un poco hacia atrás, desde esta postura podía acariciar mejor sus deliciosas tetas, mientras ella me decía:

    -Mi amor, me vuelves loca.

    Estuvimos así, hasta que ella se echó hacia atrás, y apoyando sus manos sobre el sofá comenzó a moverse, su coño se desplazaba más a lo largo de mi polla y tan pronto me entraba en su totalidad, como se salía hasta casi la cabeza, desde luego esa mujer era muy viciosa, y eso me encantaba, pero en ese momento fui yo quien tuvo un capricho.

    -Me gustaría follarte a cuatro patas, le dije.

    -Mi amor, follame como tú quieras, pero follame.

    Ella aceptando mi propuesta se salió de mí y se puso a cuatro patas encima del sofá, mientras me decía:

    -+Mi amor aquí tienes a ru perrita que desea, que le des tu salchicha, bueno más bien un salchichón muy grande, jajaja.

    La visión en primer plano de su culo me resultó alucinante, mi polla se puso durísima, así que la acerqué a su delicioso coño y de un golpe se la metí.

    Nada más sentirla, ella se puso a gemir, nuevamente me estaba demostrando ser una mujer muy ardiente, así que comencé a moverme en su interior, mientras ella decía cosas muy deliciosas que se mezclaban, no se sabía lo que decía, pero desde luego era que estaba gozando, y sentir el sonido de mi polla chocando con su culo, me ponía todavía más caliente.

    Ella también estaba muy caliente y me decía:

    -Mi amor, me estas haciendo muy feliz, eres adorable.

    Y la verdad es que no tardó mucho en correrse, pero yo seguía con mi polla empalmada, así que seguí follando ese coño tan caliente, hasta que ni pude evitarlo y me corrí en su interior.

    Descansamos nuevamente, pero lo sucedido había hecho que un nuevo deseo apareciera en mí, quería follar ese culo tan divino, cuando se lo pedí ella me dijo:

    -Mi amor, después del día que me estas haciendo pasar no puedo negarte nada.

    Se puso a cuatro patas encima del sofá y me dijo:

    -Aquí me tienes, soy toda tuya.

    Yo m fui hacia donde estaba, me puse de rodillas detrás de ella, y volví a disfrutar de la visión en primer plano de su culo, era impresionante, así que primero se lo acaricié, des pues fui acercando mi polla hacia ese culo tan divino, y de golpe se la metí, ella dio un primer grito de dolor, que poco a poco se fue transformando en gemidos de placer, yo lo disfruté desde el primer momento. Ella me decía:

    -Mi amor, nunca pensé que por el culo se pudiera disfrutar tanto, estoy descubriendo que una mujer se puede volver loca cuando se lo hacen por ahí.

    Eran unas palabras que me resultaban muy estimulantes, así que seguí follandola por su trasero, era cálido y delicioso, por lo que seguí moviéndome en su interior, nuestros gemidos se hicieron más intensos, de pronto ella dijo:

    -So cabron estas consiguiendo que me corra de nuevo.

    Para mi oír estas palabras era música celestial. Así que seguí moviéndome en su interior hasta que sus gritos de placer me demostraron que una vez más se había corrido. Pensé en sacársela, pero ella me pidió;

    -Mi amor, no me la saques quiero sentir tu leche regando mi culo.

    La verdad es que yo también tenía ganas, así que seguí follando su culo, ella seguía gimiendo y animándome:

    -Venga mi amor, sigue, sigue.

    Sus palabras me calentaban aún más hasta que me corrí y sentí como mi leche, que aún era muy abundante regaba ese divino culo. Ella me dijo:

    -Gracias, mi amor, ha sido una de las tardes más maravillosas de mi vida.

    Para mi también lo había sido, y a la que se la saqué y vi mi leche corriendo por ese delicioso trasero y cubriendo toda su superficie me sentí inmensamente feliz, desde luego le debía una a mi hermano.

    Pero la tarde estaba llegando a su fin, de una cosa me di cuenta, no sabía, si la idea de mi hermano para apartar a su amigo del alcohol daría resultado, pero desde luego dado lo que había que hacer merecía la pena intentarlo.

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  • Estamos en la misma causa (1)

    Estamos en la misma causa (1)

    La casa había sido adaptada a las prisas para ser oficina. En una habitación se escuchaba el tecleteo de tres teclados. Martina, Johnny y Carlos escribían sin parar. Afuera sonaba una impresora y el chisporroteo de alguien lavándose las manos. Martina intentó dar un sorbo a su tercer café del día. Estaba vacío. Al borde de su escritorio, se veían los cadáveres de sus cafés anteriores. Apiló los vasos y los tiró a la papelera.

    —Johnny, ¿cómo va el evento en redes?

    —461 dicen que asistirán; otros 364 dicen que no saben; en Instagram tenemos tres kilos de corazones —le contestó Johnny después de revisar los datos en su celular.

    La respuesta incomodó a Martina. ¿Ahora debía sentirse entusiasmada por los corazones de Instagram? ¿Esa era su vida? Tomó un respiro y volvió a trabajar. Era una chica de veintipocos, delgada, morena y pecosa, que usaba una falda larga, con estampado a cuadros, una blusa llena de encajes de color arcoíris y un reboso rojo, muy ceñido a su figura. Collar y aretes de cuarzos. Ese año había dejado de usar la perforación de la nariz: la había sentido muy informal. Su cabello, increíblemente rizado, lo llevaba en una larga trenza que le caía por la espalda. Sus brazos delgados bailoteaban cuando escribía.

    —Carlos, ¿estás seguro de que enviaste la invitación a todos los peces gordos del Partido? —preguntó Martina.

    —Enviada, capitán. Pero ninguno va a venir, se lo aseguro.

    Carlos era siempre una molestia… pero a veces tenía razón. No importa, las invitaciones tenían que estar.

    Carlos y Johnny estaban como todos los días: Carlos con sus rastas, debajo de un sombrerito; Johnny muy limpio con su camisa blanca, rasurado con precisión geométrica y delicadamente perfumado (“no como esos hombres que enturbian el ambiente de desodorante y gel“, se decía Martina). El único espacio libre que le daba a su arreglo personal era su pelo largo, amarrado en una cola de caballo bastante suelta.

    —¿Capitán?… —empezó a preguntar Johnny; Martina, sumida en su laptop, no hizo ninguna señal de haberlo oído. —Martina… oye… ¿cómo es ella?

    —¿Cuál ella? —le contestó Martina.

    —Samanta Sifuentes.

    —¿Que no la has visto? —contestó Martina, sin ninguna expresión. Carlos se rio.

    —No, no. Sí la he visto. Quiero decir… Como tú la llevaste al hotel ayer…

    —Es rubia ojiverdosa, como se ve en los videos… más bajita de lo que piensas. Pero intimidante. Casi ni te ve, y no cambió conmigo ni una palabra.

    Johnny sonrió. No esperaba una respuesta tan completa.

    —Es muy hermosa —dijo Johnny, mirando al techo, embelesado con su memoria.

    —¿Te vas a poner como los viejos verdes que le escriben en YouTube? —preguntó Martina, riéndose.

    —Samanta Sifuentes es una influencer con ínfulas, una “infuléncer” —dijo Carlos, muy satisfecho de su juego de palabras.

    —Carlos, Carlos, Carlos… Samanta no es una influencer —dijo Martina, interrumpiendo su trabajo, y empezó a citar de memoria el texto que había preparado para presentarla: —Es “una politóloga con diez años de experiencia periodística en medios de circulación nacional, a la que nos sentimos encantados de recibir”. ¿Y sabes por qué estamos tan encantados? Porque resulta que esa politóloga tiene un podcast. ¿Y sabes quién escucha ese podcast? ¡El puto 76% de nuestros afiliados! Entonces, si tienes algún otro comentario inteligente, por favor mándamelo por escrito.

    —Sólo porque es hermosa, como dice el buen Johnny. Es el objeto de fantasía de toda la izquierda. Te aseguro que, si le haces una encuesta a ese 76%, todos te dirán que fantasean con Samanta Sifuentes dominándolos en la cama con hoz y martillo en mano.

    —Además de ser un comentario grotescamente sexista, es falso —gruñó Martina, ofendidísima. —La escucha el 78% de nuestros afiliados hombres, el 74% de las mujeres y el 80% de otros géneros.

    Carlos se echó a reír. Le parecía divertido ver cuántos números tenía Martina en la cabeza.

    —Pues todos ellos le traen ganas, capitán. ¿O tú no te acostarías con ella?

    Martina no podía mentir. “No te puedes meter en política si ni siquiera sabes decir una mentira blanca”, le había dicho su padre… que era un político. Martina siempre respondía “es hora de una política de la verdad” y, la verdad, la verdad, eso no le estaba saliendo muy bien. En fin, Martina no mentía y, por eso, solamente se quedó callada. Carlos se carcajeó.

    —A mí me gusta más Silvia, la que debate con ella los jueves. Es más… cuantiosa, digamos.

    Carlos hizo un gesto con las manos abiertas, que podía interpretarse como buscar la palabra exacta o como medir la “cuantiosidad” del pecho de Silvia. Martina se dio cuenta de que, por estar discutiendo, ya no iba a poder terminar su trabajo. Guardó con ira sus documentos, cerró la computadora y tomó sus llaves. Cuando se levantó, el ambiente de la oficina cambió por completo. Carlos y Johnny la miraban con temor y con respeto:

    —Compañeros… —empezó Silvia.

    —¡Sí, capitán!

    —¿Estamos en la misma causa?

    —¡Sí, capitán!

    —¿Buscamos una vida digna para el pueblo?

    —¡Sí, capitán!

    —¿Queremos que este evento salga bien?

    —¡Sí, capitán!

    —¿Queremos que yo salga de este agujero sin fondo que es Gestión de Redes, y que me den por fin un lugar decente en el Partido?

    —¡Sí, capitán! —contestaron ellos, movidos por la presencia magnética de Martina, y ya sin escuchar lo que estaban diciendo.

    —¡Entonces dejen de decir estupideces y pónganse a trabajar!

    —¡Sí, capitán!

    Y Martina se fue. Silvia le había pedido que pasara al hotel a recogerlas cuatro horas antes de la mesa de debate. “Nos gusta llegar con tiempo; tener todo listo”, le había dicho. Cuando Martina llegó, diez minutos antes de lo acordado, ya la estaban esperando afuera. Se subieron al coche y Martina condujo hacia el auditorio.

    Samanta traía unos lentes oscuros, pero se los quitó cuando empezó a leer un guión de treinta páginas, desastrosamente arrugado y garabateado de todos los márgenes con pluma azul. El día anterior, ese guión estaba recién salido de la impresora. Traía una gabardina gris muy linda… y demasiado abrigadora para el verano. Debajo, unos pantalones acampanados negros. Martina pensó «quizá yo debería vestirme así».

    Silvia era todo lo contrario. Tenía unos pantalones de mezclilla muy entallados, que resaltaban sus piernas anchas. Arriba, una blusa blanca, acabada en una especie de valona vaporosa, abría un escote suelto y airoso. La piel de su turgente pecho era de un rosa intenso, idéntico a la piel sonrosada de sus mejillas.

    —¡Putos hombres! —se dijo Martina, cuando se descubrió fijándose en Silvia por el espejo retrovisor.

    Parpadeó con fuerza dos veces, para ver si la mirada de Carlos se le quitaba de los ojos. Después de que terminó de parpadear, vio por el espejo que Silvia le estaba sonriendo. Luego, sacó su computadora y se puso a trabajar. Martina pasó buena parte del viaje apenada.

    —¿De qué tema van a discutir hoy? —se resolvió a decir Martina.

    Silvia siguió leyendo en su computadora y Samanta en sus documentos. Después de un minuto de un silencio, que para Martina fue muy incómodo, Silvia le dijo pausadamente:

    —Autonomía energética y… vivienda.

    —Oh… ¿y qué tiene que ver una cosa con la otra? —preguntó Martina, apenada.

    —No comas ansias. Ya verás —le contestó Silvia con un tono extrañamente coqueto. Un escalofrío recorrió la espalda de Martina. Hace mucho que no le coqueteaban.

    Por un momento, Samanta despegó la vista de su guion y le pidió a Silvia que le confirmara unos datos. Silvia los investigó y le dijo que estaban correctos.

    —Gracias, Silvia. Para mí, tu trabajo es invaluable y te lo reconozco muchísimo —dijo Samanta con una voz hueca, como de máquina.

    —Es un gusto ayudarte, compañera —contestó Silvia, feliz.

    Como Silvia vio que a Martina le parecía raro el tono del agradecimiento de Samanta, le dijo:

    —Siempre me da las gracias con palabras muy exageradas. Es nuestro acuerdo. Si no me da las gracias así, a veces se olvida de todo lo que hago por ella.

    Al ver que Martina no entendía bien, Silvia cambió la conversación.

    —¿Martina, verdad? Tú eres de Juventud en Debate.

    —Sí. Dirijo su Gestión de Redes.

    —Y… ¿Juventud en Debate es una organización del Partido, no?

    —Bueno… es una organización hermana.

    —¿Su objetivo no es “formar cuadros”?

    —Bueno… sí.

    —Entonces, ¿sería correcto decir que, si una joven enérgica y carismática quisiera entrar al Partido, antes tendría que hacer… digamos, gestión de redes?

    ¡Silvia la estaba entrevistando! ¡Qué tonta, tonta, tonta! Martina apenas se daba cuenta y no sabía qué decir.

    —Bueno… sí.

    —Entonces, ¿Jóvenes en Debate es como un enorme examen de admisión? Súper. Y… ¿no crees que eso evita que haya un relevo generacional en tu partido? —a esta última pregunta de Silvia, Martina se quedó sencillamente con la boca abierta. —No te preocupes. No hablaremos de esto al aire.

    Y Silvia se quedó sonriendo.

    Llegando al auditorio, Martina instaló a las invitadas en el único cuarto que parecía algo así como un camerino. Se sentaron frente a dos espejos. Silvia y Samanta se maquillaron largamente. Después, Samanta volvió a sus papeles; Silvia, a su computadora. Martina se quedó allí; quería preguntar si necesitaban algo más, pero no encontraba el momento correcto para interrumpirlas.

    —Silvia, necesito ayuda —musitó Samanta.

    —¿Ayuda con qué? —contestó Silvia sin quitar su vista de la computadora.

    —Ayuda, Silvia. “Ayuda” —dijo Samanta, tratando de enfatizar esa última palabra, aunque su expresión facial no cambió en lo absoluto.

    —Estoy ocupada. Plantéaselo a la chica de Redes —contestó Silvia, después de veinte incomodísimos segundos.

    Samanta hizo una mueca de hartazgo y se giró a ver a Martina. Su expresión cambió por completo. Era la expresión alegre, acariciadora y empática que tenía cuando estaba al aire.

    —Martina. Mira, sé que esto es muy… infrecuente. Pero Silvia y yo hicimos un viaje largo ayer y hoy no pude dormir bien. Sé que este no es para nada tu trabajo y, por favor, no me lo tomes a mal, pero…

    —¡Por favor, con gusto! —la interrumpió Martina.

    —¿Puedes darme un masaje en los hombros? —dijo, y al ver a Martina sorprendida, agregó: —Oh, yo entiendo si no…

    —¡Claro! ¿Por qué no? —dijo Martina, poniéndose detrás de Samanta.

    Samanta se levantó un momento, para quitarse la gabardina. Debajo, llevaba una blusa aterciopelada color hueso, de mangas muy cortas, que mostraba sus clavículas. Martina volvió a pensar en Carlos: Samanta no parecía estar usando brasier. Martina comenzó a masajearla: verdaderamente sentía que Samanta estaba muy tensa y así se lo dijo.

    —Es por el pecho —contestó Samanta. —No encuentro un brasier que me acomode, así que los he estado llevando sueltos.

    —Oh, entiendo, entiendo.

    A Martina también le pasaba… y supo usar esa empatía para no ruborizarse. Siguió masajeando el cuello y los hombros de Samanta, apretando los músculos, imponiendo sus pulgares y haciendo círculos, pero no notaba que la tensión disminuyera.

    —¿Te podría pedir que me levantes un poco un pecho, y me masajees los músculos que tiene arriba? —le pidió Samanta. —Los músculos que van al hombro son siempre un horror

    Así lo hizo Martina, sin pensar. Tomó desde abajo uno de los pechos de Samanta y fue apretando los músculos que unían pecho y brazo. Samanta empezó a gemir discretamente.

    —Ay, disculpa —se rió Samanta. —No pasa nada; es que lo haces muy bien.

    —Quizás deberías cerrar la puerta —le dijo Silvia a Martina, levantando sus ojos de su trabajo.

    —Sí, mejor, mejor —dijo Martina, sonriendo; puso seguro a la puerta y regresó a masajear a Samanta.

    Siguió con los pechos un rato y notó cómo, incluso debajo de la ropa, los pezones se iban irguiendo.

    —¿Te sería más fácil si me quito la blusa? —preguntó Samanta.

    —Eh… sí. Sí, eso creo.

    —No te sientas presionada, ¿eh? —dijo Silvia. —Tú dile que no.

    —Sí, tú dime que no —aclaró Samanta.

    Pero Martina se limitó a asentir, sonriendo. Repitió lo mismo, sólo que ahora levantar el pecho desde abajo implicaba tocar la piel de Samanta. Sentía el pezón de ella rozando con su propio pulgar. Primero el lado de un pecho… luego el lado opuesto del otro pecho. Quizá sus pechos no fueran tan cuantiosos como los de Silvia, pero eran muy armónicos… y a decir verdad, no cabían bien en las manos pequeñitas de Martina. La chica empezaba a notar cómo se humedecía. La respiración de Samanta era notoriamente agitada, porque no le importaba disimularla; Martina no quería que su respiración se notara y estaba intentando guardar el aliento.

    —Muchas gracias, Martina —dijo Samanta. —También necesitaré un masaje en las piernas, pero ese me lo doy yo misma, no te preocupes.

    —¡No, no! No hace falta, por favor.

    Samanta sonrió, se descalzó y se quitó sus pantalones acampanados negros, quedando solamente en una breve ropa interior color carmín. Martina buscó en el cuarto alguna tela en la que pudiera arrodillarse y encontró una toalla para manos. La puso en el suelo y se arrodilló con las rodillas muy juntas. Empezó con las pantorrillas, pero Samanta le dijo que más bien se refería a los muslos. Cuando Martina empezó a masajearle los muslos, Samanta empezó a dar gemidos cada vez menos ahogados, cada vez más claramente eróticos. Martina fue acercando el masaje a su entrepierna:

    —Sí, muy bien. Precisamente allí me duele —aclaraba Samanta, conforme Martina se acercaba.

    Cuando Martina llegó a la ropa interior de Samanta, preguntó:

    —¿Puedo quitarla?

    Samanta le sonrió y asintió con la cabeza. Samanta se había recortado el vello ya hacía un tiempo. Breves y tenues destellos rubios recorrían todo su pubis. Martina besó el vientre de Samanta, bajó a la parte superior de su pubis y besó su vello; bajó a sus piernas y besó la cara interna de sus muslos.

    —¡Qué dedicada eres, Martina! —le dijo Samanta. —Aprecio muchísimo lo que estás haciendo por mí.

    Entonces Martina supo a qué se refería Silvia en el coche.

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  • La perspectiva de mi novio

    La perspectiva de mi novio

    En este perfil siempre he contado mi perspectiva como el pasivo con mi novio pero en esta ocasión dejaré que el escriba .

    Decidimos ir a conocer un pueblito muy turístico a 6 horas de la cuidad, mi carro estaba en el mecánico así que tocó ir en bus.

    Fuimos de noche para llegar al otro día temprano, dentro del bus hacia mucho frío entonces nos tapamos con una cobija que traíamos, mi novio se acurrucó al lado mío y decidí tocarle un poco las nalgas por encima del pantalón, me dijo que si adivinaba que ropa interior tenía me dejaba tocarle las nalgas por debajo del pantalón, para poder adivinar tenía que al menos saber que tipo de ropa interior era me dijo que era una tanga pero no era de las de tipo hilo sino de las normales dije tanga negra y me dijo que no, me dijo solo tenía una oportunidad más y yo ya traía el pene bien duro y si que recordé que en la mañana lavamos ropa por lo que las posibilidades se reducían.

    Mi novio o bueno mi novia como me gusta decirle tiene varias tangas pero la intuición me decia tanga azul así que lo dije y me dijo ¡si es! Así que lentamente sin que nadie se de cuenta metí mi mano debajo de su pantalón y comienzo a masajear sus nalgas y hacerle círculos con mi dedo en su ano.

    Pasó un rato así y nos dormimos llegamos al otro día una habitación bastante cómoda con vista al lago llegué bastante casado dormí un rato y luego fuimos a un restaurante a almorzar, nos devolvimos a la habitación y me dijo que me iba a cabalgar un poco me acosté y me quité los pantalones el se metió al baño y a los 10 minutos salió con una camiseta mía y la tanga que tenía puesta en el bus.

    Se acomodo encima mío y se empezó a sentar sobre mi pene, no me di cuenta y la cortina estaba un poco abierta así que la cerré de inmediato mientras él seguia cabalgando y gimiendo, a mí también se escapó uno que otro gemido por la sensación tan cálida y apretado del ano de el, le apreté las nalgas y me dijo que No por qué era él quien me estaba cogiendo a mi, lo que se me hizo gracioso pero asentí, sentí que ya me iba a venir así que lo agarre por las piernas mientras me venía adentro.

    Se puso en cuatro mientras yo veía como le escurría desde adentro lo cual me gusta mucho.

    En la noche mi suegra nos llamó por video llamada y yo pensé si tan solo supiera lo rico que es el culote de su hijo, muchas gracias por tenerlo.

    Por lo demás el paseo fue muy tranquilo y más aún recién deslechado.

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  • Terminé de criado de mi jefa (11): Preñar a mi jefa y su amante

    Terminé de criado de mi jefa (11): Preñar a mi jefa y su amante

    La orgia se prolongó hasta la madrugada, tuve sexo con todas las mujeres, siempre acabé dentro de Susana o Clara. Nos fuimos a dormir, lo raro fue que Susana nos invitara a dormir con ella, algo que sorprendió a Valentina, Juli y Clara compartieron otra habitación y Hernán y su esposo otra. Nos despertamos cerca de las diez, tanto Vale como Susana dormían sobre mi pecho, después de algunos besos entre los tres nos levantamos. No me importo mucho llegar tarde al trabajo, supongo que si a los dueños no le molestaba, a mi tampoco, teníamos después de almuerzo una reunión de directorio en la empresa. Empezamos a desayunar y Hernán dijo más o menos de que trataría la reunión.

    Clara: La reunión de Gerencia de anoche fue más divertida.

    Todos reímos de la ocurrencia, y seguimos con el asunto, se puede decir que fue un desayuno de trabajo. Ya cuando nos estábamos preparándonos para irnos, mi novia me consulto.

    Vale: Cariño me comentaste que este fin de semana es el cumpleaños de tu mamá.

    Alberto: Ella esta como loca con eso, porque llegan parientes de España y no le parece adecuado festejarlo en casa, y con tan poco tiempo no consigue lugar.

    La verdad que le daba pena, en el fondo de casa de mis padres hay un quincho, un lugar para juntarnos entre familiares o hacer comidas. Pero no era muy grande, apretados cabían veinte personas, y mi mamá no quería quedar mal con sus hermanas que tenían una mejor vida en el viejo continente, la cosa es que siempre mis tías le restregaban los trabajos de sus hijos en grandes empresas, y ahora iban a venir sus dos hermanas con sus esposos y algunos de sus hijos y nietos, y hace dos días le avisaron que iban a caer para su cumpleaños, si a eso le sumábamos la gente que siempre iba a saludarla, como dije mi mamá era un ser muy especial, aquella que le caía bien a todo el mundo y donde iba tenia un amigo o conocido.

    Vale: Cariño déjame ayudarte, a parte ya es hora que me presentes a los suegros.

    Quise decirle que no se preocupe, que ella lo solucionaría. Pero tomo su teléfono y marco a su secretaria, le dijo que encontrara un buen lugar para hacer un cumpleaños en la ciudad de San Nicolás. Yo me fui con Valentina de la mansión, mientras ella en la camioneta hablaba con su secretaria, yo pensaba como se tomaría mi madre toda esta situación, llegue a mi casa y entre a cambiarme rápidamente, Vale ya se había cambiado en la Mansión aprovechando que tenia ropa en sus maletas de viaje, mientras me arreglaba en el baño pensando en la reunión Vale me hablo.

    Vale: Cariño le mandare el contacto de tu madre a la persona que se encargara del evento.- la verdad no tenia drama en que mirara mi teléfono, así que se compartió el contacto de mi madre y lo envió a su secretaria.

    Ya en la camioneta mi novia me dijo el salón que había alquilado para mi madre, era un salón para eventos de lo más distinguido y caro de la ciudad, de esos lugares donde tu vas y te sientas no más, comida, bebida y hasta show en vivo te ponen, donde las empresas hacen sus reuniones o los ricos se casan. Estábamos por llegar a la empresa y mi teléfono sonó, era mi santa madre, la conecte al manos libres de la camioneta.

    Estaba histérica, la acaba de llamar el Organizador de Eventos de un salón para que eligiera su servicio, menú, show y hasta la torta. Más o menos le dije una verdad a media, que como era su cumpleaños y debería estar tranquila y disfrutar mi novia había elegido regalarle la fiesta, para que no se tuviera que preocupar de nada, por su puesto que Vale estaba escuchando todo.

    Madre: Novia, ¿que novia?. La chica linda de la otra vez, Julieta se llamaba.

    Vale: Hola suegra.- dijo interrumpiendo.- me llamo Valentina, y no sabia que su hijo había llevado a otra novia.- se reía maliciosamente, mientras mi madre balbuceaba, seguro no sabia donde meterse.

    Alberto: Tranquila madre, no hay nada que esconder, Valentina te esta haciendo un chiste, mañana la conoceras.- ya me la imaginaba inventando una historia para zafar del problema.- tu concéntrate en tu cumpleaños, en estar hermosa y disfrutar de todo, nosotros iremos mañana, ahora estoy camino a una reunión importante, chau te amo.

    Nos despedimos y Vale seguía riéndose, ya veía las historias que se estaría imaginando mi mamá en su cabeza.

    Llegamos a la reunión y estaban todos, cada Gerente con sus respectivos directores, los cincos directores de mi área se sorprendieron cuando ocupe el sillón de Gerente. Después la CEO doña Susana, empezó a contar pormenorizadamente toda la investigación llevada a cabo contra los cinco directores, el abogado de la empresa recalco las condenas que podían recibir, con la de contrabando nomás arriesgaban de doce a quince años, más todas la otras causas hacían un buen número.

    Luego me presento a mi como nuevo Gerente, y mi misión principal era corregir los errores que posibilitaron que un área clave de la empresa se viera envuelto en tantos delitos, cabe aclarar que no salió en ningún lado esto, todo fue muy discreto y no hubo escándalo mediático, el poder del dinero diría yo.

    La reunión se prolongo por una horas más, una vez terminada me dirigí a mi planta, donde comencé una nueva reunión con los directores, ahí me estaba esperando mi secretaria, Mercedes era una de las más viejas de la empresa y de las más astutas, había sido secretaria muchos años de Miguel Ángel. La reunión fue breve.

    Alberto: Los elegí a ustedes porque son los más idóneos para el puesto, aparte de ser personas honradas, eso peso mucho, la orden que tengo es poner en orden toda la gerencia, sacar a los malos elementos, y que toda el área funcione como un reloj Suizo.

    No quise extenderme mucho más, le di plena libertad de acción, pero también que tenían que asumir las consecuencias de cada error, una cosa que me dijo la jefa, que creyeran todos que yo los había elegido así serian mis hombres. Mercedes me puso al tanto de casi todo, creo que ella misma hubiera sido buena gerente, conocía casi todas las mañas. También tenía un informe remarcando todos los errores que se habían cometido tras la muerte de Miguel Ángel, y habían posibilitado el trabajo a los delincuentes. Mucho de esto yo lo había visto y lo había notificado en mi investigación, de otros no me había dado cuenta, tendría bastante trabajo que hacer.

    A la salida me asaltaron mis amigos, me abrazaron, se reían, de verdad estaban felices por mí, era algo fascinante que alguien celebrara contigo tus éxitos.

    Lautaro: Lo que es tener novia con influencias, tal vez nosotros también podamos con alguna de las otras Gerentes, o la CEO.

    Alberto: Hernán me pregunto si eran pasivos, y les dije que creí que si.- saltaron para golpearme.

    Kevin: Una cena y una salida a tomar tragos, mínimo te tienes que pagar.

    Lautaro: Vamos amigo, o tu novia te tiene atado.- si ellos supieran, me reia para mí.

    Seguimos caminando haciendo nuestros chistes, mientras me encontraba con conocidos que me saludaban y felicitaban, note la distancia que ponían algunos y el respeto. Los únicos que seguían iguales eran mis amigos. Vale me había dicho que se juntaría con Juli y unas amigas esa noche, no sabia que tenía amigas tan intimas fuera del grupo, es más creía que no tenía a nadie fuera del grupo.

    Así que me fui a cenar y tomar unos tragos con mis amigos, cada tanto nos escribía Vale, ahí me entere que era una reunión de ex alumnas del colegio, de esos súper exclusivos y elitistas, donde son todas amigas y cuando se va una le comen el cuero, esas amigas de alta sociedad, donde reina la envidia y el resentimiento. Bueno todo esto me conto mientras estaba con los chicos, ya habíamos cenado y fuimos a un bar cercano.

    Ellos me cargaban por contestarle a mi novia, la estábamos pasando de maravilla, estábamos desinhibidos, y justo fue cuando entro María al bar, con sus amigas y compañeras de trabajo, los chicos me hicieron una seña, pero ella nos vio y se dirigió derechito hacia nosotros.

    María: Hola chicos, aquí están, Felicitaciones Alberto, nadie se merecía más ese cargo que tú.- Parecía que estaba un poco tomada y venia de otro lado, como la zona era toda de bares era lo más probable.

    Alberto: Gracias María, chicas como están.- hice un saludo general.

    Mientras que María se sentó directamente en nuestra mesa, y hablaba de todo un poco, incluso se le iba de más la lengua. No paraba de mirarme y lanzarme indirectas, yo solo sonreía, ya eran las once y media de la noche, yo estaba incomodo con la situación, hasta que me llego un mensaje de Clara.

    Clara: Hola salvaje no se lo que tu estés haciendo, pero tienes dos hembras en celo que están ovulando, te necesitamos.

    La verdad es que ya no me apetecía estar ahí, desde que llego María y sus amigas me sentía incomodo. Así que me despedí, y salí, María intento que la llevara, pero le dije que no podía porque tenía que ir a buscar a alguien. La cara de ella fue como de desilusión, pero no me importo, como dije de un tiempo para acá ella estaba rara conmigo, y era obvio que quería tener algo pero yo estaba con mis asuntos, a parte con cuatro hermosas mujeres ni me daba para mirar a otra. Los chicos se quedaron con el grupo de María un rato más y se que se fueron acompañados por dos de sus amigas.

    Llegue en pocos minutos a la mansión de Susana, cuando subí a su habitación las dos estaban en ropa interior, de encaje, la rubia con un conjunto rojo y portaligas, con transparencias, la morocha con un conjunto blanco que resaltaba con su cuerpo, y un pequeño camisón transparente, se ve que estaban jugando, porque Clara se acomodo el suyo mientras entraba, tenían un poco el labial corrido, y ambas ya tenían los pezones erectos.

    Susana: Vaya nuestro semental se vino a preñarnos, a ver si le atina.- Ahí entendí que me iban a ordeñar.

    Clara se acerco a mí y me empezó a desvestirme, mientras que la jefa pasó un cinto por detrás de mi nuca y me atrajo hacia ella para darme un porno beso, es que no hay otra definición, con mucha lengua y saliva, nos trenzamos en beso casi sin separarnos mientras que Clara terminaba de desvestirme y se encargaba de atender oralmente a mi pene.

    Las chicas estaban calientes porque la mamada, ni el beso eran tranquilos, yo mientras tanto había metido una de mis manos entre las nalgas de la jefa y masturbaba su vagina desde atrás, el calor y la humedad eran un termómetro para saber su nivel de calentura. Yo seguía jugando en la entrada de su vagina sin penetrarla, a Susana le dio desesperación y me termino empujando sobre la cama, se saco el tanga y se dirigió a mí.

    Susana: Basta de juegos.- sus ojos estaban brillosos, ella estaba agitada, estaba en celo.

    Me empujo sobre la cama y se subió sobre mi, tomo mi pene y se dejo caer, emitió un gemido y se quedo unos segundos quieta, mientras Clara se había subido con nosotros a la cama y empezó a besarla, le saco las tetas de su corpiño y se prendió a una de ellas, Susana se empezó a mover, en realidad se levantaba y dejaba caer, me estaba montando como una amazonas, mientras dirigí una de mis manos a la vagina de Clara, tuve que correr su tanga, y la otra al pecho libre de Susana, la verdad es que no me pude concentrar mucho porque mi jefa se dejaba caer con violencia y había agarrado un ritmo realmente alto, y entre los mete y saca a veces se doblaba un poco mi pene, produciéndome dolor y placer al mismo tiempo.

    Notamos que le faltaba poco para acabar estaba como poseída saltado sobre mi pene.

    Alberto: Clara, su ano.- no hizo falta más, yo también estaba por acabar.

    Clara le metió dos dedos en su ano, y mi jefa empezó a acabar fuertemente, no termino ahí y se tiro sobre mi pecho y se quedo inmóvil, aproveche y la agarre de las nalgas y empecé a hacer fuerza con mis piernas y la levante un poco, empecé un mete y saca brutal que llevo a mi jefa a otro orgasmo más, mientras que Clara le seguía taladrando el culo con sus dedos, yo no aguante más y me vine dentro de ella.

    Clara se termino de desvestir, se fue y volvió con algo para tomar, nos dio dos vasos, mientras tomaba se metió entre las piernas de Susana que estaba al lado mío y empezó a lamer su vagina y me semen que salía de allí, no contenta Clara con eso llevo una mano hacia mi pene y empezó a acariciarlo, mi pene todavía estaba sensible y ver a una mujer tan bella comiéndole la vagina a otra con el culo levantado es un estimulo que levanta a cualquier muerto, que virus zombi ni nada, show lésbico levanto mi muerto.

    Clara: Creo que me toca a mi.- dijo relamiéndose, no pudo hacer mucho porque Susana la obligo a seguir con lo suyo.

    Me puse atrás de Clara y la penetre, que rica sensación, que nalgas más preciosas, redonditas trabajadas de gimnasio, las abrí bien y mientras la penetraba empecé a jugar con su ano, mientras la jefa la insultaba, la llamaba puta caliente, perra, que si cuando estuviera preñada iba a ser igual de puta, todas cosas que denostaba la calentura de ambas féminas, porque la verdad es que Clarita también estaba igual expulsando bastante liquido. Cuando note que su ano se había dilatado bien, enterré mi pulgar en él, Clara exploto en un orgasmo magnifico, justo en ese momento Susana también tenia un orgasmo. Esta última se repuso más rápido y se dirigió hacia mi pene a mamarlo.

    Clara: No zorra, me toca a mi, todavía no recibo su leche.- dijo hablando entrecortado.

    Era evidente que había reglas entre ellas, Susana me dejo y se fue a buscar algo, mientras que Clara me hizo acostar y se subió sobre mí, ella le costaba respirar no se había repuesto, y movía sus caderas muy lento, cuando vi que la jefa volvía del vestidor, se había puesto un arnés y un pene de goma en él, traía un bote de lubricante en la mano que colocaba en el pene como masturbándolo, su vista estaba clavada en las nalgas de su amante. Se subió a la cama y tomo por detrás abriendo las nalgas de Clara, yo vi como se le desfiguro el rostro mientras la jefa la penetraba, hubo un rictus de dolor.

    Ella empezó a insultarla en todos los idiomas conocidos, apoyo la cabeza contra mi hombro, dejándole mejor posición para que su amiga la penetrara, mientras Susana tenia una sonrisa diabólica, yo sentía el pene de plástico dentro del ano.

    Susana: Así que la perrita quería pene, se cansara hoy de comer penes por todos lados.

    La jefa estaba poseída y bombeaba el ano de su amiga para detonarlo. Mientras que Clara jadeaba en mi cuello, la verdad es que notaba que ya se le había pasado el dolor y estaba gimiendo de gusto, yo tome sus nalgas y las abrí más para que la penetración fuera más profunda, Susana me sonrió y empezó a darle con todo mientras que golpeaba sus nalgas donde mis manos se lo permitían. Clara un par de minutos después volvió a acabar fuertemente, las contracciones de su vagina más la presión que ejercía el pene de plástico hicieron que yo también me viniera dentro de ella, y como ultimo Susana también acabo. Todavía lo hicimos un rato más esa noche, aunque la intensidad bajo evidentemente.

    Dormimos hasta pasado el medio día, esta vez quería descansar bien, por lo que me tocaba ese Sábado, nos levantamos directamente a almorzar, la buena onda entre los tres era algo que me gustaba, creo que había logrado romper la coraza de Susana, que si bien es la más distante de las cuatro mujeres ya me trataba como uno más del grupo, charlaba, incluso yo la empujaba o le daba una nalgada en la cocina y solamente me dedico una sonrisa. Las chicas querían que durmiera la siesta con ellas, la verdad es que no creo que hubiera funcionado, llevaba dos noches bastantes agitadas, y la otra es que no iba a descansar. De ahí me fui a mi departamento a dormir una siesta, luego me bañe y cambie para irme a la casa de mi novia.

    Algo que no conté fue que el viernes a la tarde y el sábado, me llegaron muchísimos mensajes de mi hermano, mi madre y mi padre, preguntándome por mi novia, por el salón de eventos, por Julieta y todo esto, yo conteste con evasivas, y les dije que le explicaría en el cumpleaños. Recién el sábado a la tarde pude hablar con mi hermano, me dijo que mi mamá estaba eufórica porque el sábado al medio día fueron a ver el salón, incluso le presentaron a la banda que tocaría en vivo y el DJ, también probó el menú, me dijo que para estar a la altura los tres habían ido a comprarse ropa nueva.

    También me comento que iría su novia, yo la conocía, era Elena la mejor amiga de mi ex, y un poco arpía e interesada, salían hace un par de meses, físicamente era linda chica, yo siempre sospeche que ella le aconsejo a mi ex que termináramos, pero bueno si fue así fue para mejor.

    Cuando mi madre me conto hace un tiempo que mi hermano estaba saliendo con Elena pensé que no era mujer para él. Haber ella siempre había salido con hombres de plata, muchos más grandes que ella, y siempre me veía a mi poca cosa para su mejor amiga, incluso alguna vez vi un mensaje que le había mandado a mi ex diciendo, amiga tu te mereces lo mejor, tu te mereces más en tu vida. Pero como dije si ella ayudo a que yo estuviera ahora donde estoy, le estaba agradecido.

    Yo espere en la casa de mi novia, a Juli y Vale que habían ido a la peluquería, también de compras para comprarse un vestido y un regalo para mi madre, que me lo dio a mi, era un reloj de Bulgari con detalles en oro dorado y blanco, cuando vi la factura casi me da algo, 25.500 dólares, no la pude interrumpir porque llego su maquillador, estas mujeres no dejaban nada la azar, Juli me saco de allí y me llevo a tomar un café a la cocina, hablamos animadamente incluso me conto su noche con sus ex compañeras, me dijo que Vale la paso fatal, ella por su carácter no le importaba y le resbalaba todo.

    Y como si nada hizo referencia a mi noche con las chicas, con una sonrisa socarrona, me dijo que tenía que empezar a formar mi equipo de futbol con mis hijos.

    Cuando bajo Valentina la verdad valió la pena la espera, sus cabellos rubios, sus ojos verdes todo resaltaba por el peinado y maquillaje, estaba embutida en un vestido gris con brillos que se pegaban a su cuerpo, estaba anudado a su cuello su espalda descubierta, y unos zapatos a juego, era la elegancia personificada, resaltaban sus curvas sin ser algo vulgar, la verdad es que mi corazón latió más rápido cuando la vi.

    Salimos casi justo, ella quería que fuéramos en el helicóptero de la empresa, yo no vi la necesidad por 150 km, es más ya me costaría explicar todo esto se imaginan si caigo en un helicóptero, algo que me había dado cuenta de ellos, es que no les interesaba mostrarse, me explico algunos ricos que había visto se compraban los súper deportivos más caros, limosinas o yates ultra lujosos, para ellos la ostentación no era algo prioritario, si bien tenían buenos autos o casas, la mayoría eran casas lujosas en barrios caros, pero que no desentonaban con la del vecino, la única excepción era la mansión de Susana.

    Valentina quiso que viajáramos en su Mercedes Benz AMG GT C Roadster, en algo tenia que ceder así que maneje el autito de mi novia. Cuando agarre la autopista me di el lujo de acelerarlo y probar su potencia, es algo una adrenalina única.

    El camino fue entretenido, porque fuimos hablando de que le podíamos decir a mis padres, como no nos decidíamos hicimos una video conferencia con todo el circulo. Nos fuimos riendo de cada una de las ocurrencias, Juli dijo que dijera que tenía un Harem, Clara que dijera que estaba en una pareja poli amorosa, Susana sostenía que teníamos que decir la verdad y no importar lo que dijeran los demás, y Hernán era la más sensata decir una verdad a medias. Bueno los chicos nos acompañaron parte del camino hablando con nosotros.

    Llegamos al salón era contiguo a un hotel casino de cinco estrellas, el único de mi ciudad. Estamos llegando tarde, ya mi hermano me había mandado un par de mensajes. Estacionamos y entramos al salón, estaba todo divino, la entrada con muchas flores como le gusta a mi mamá.

    Uno entraba al salón y tenia un patio interno con una fuente y muchas flores, la música estaba suave y todos estaban parados conversando mientras mozos servían bebidas y canapés. Cuando entre con mi novia todos se nos quedaron mirando, claramente Valentina era el centro de atención todas las miradas se fueron hacia ella, y no es para menos su juventud, diez años menos que yo, su belleza una rubia ojos verdes con una cara de nena buena, su cara era pura dulzura y ternura, vestida exquisitamente y con un andar que parecía un gacela. Alcance a ver a mis parientes de España, a mi ex con la novia de mi hermano, y mi familia que venia a recibirme. Esta noche se ponía cada vez más interesante.

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  • El regreso del señor

    El regreso del señor

    El sol se ocultaba tras las colinas, tiñendo el cielo de un rojo profundo, cuando el señor cabalgó hacia su castillo. Su figura imponente, envuelta en una armadura de cuero negro que relucía bajo los últimos rayos, parecía fundirse con la montura. La indumentaria era una obra maestra de artesanía: una túnica ajustada de cuero curtido, moldeada a su torso, con costuras reforzadas que crujían suavemente con cada movimiento.

    Sobre ella, un jubón de cuero grueso, teñido en negro azabache, con bordes reforzados en cuero rojo, ceñido por un cinturón ancho del mismo material, adornado con hebillas de bronce que brillaban al movimiento del galope. Sus piernas estaban cubiertas por pantalones de cuero flexible, ajustados como una segunda piel, metidos en botas altas hasta la rodilla, hechas de cuero endurecido en las suelas y suave en el interior, con espuelas que tintineaban al ritmo del galope.

    Su espalda se encontraba en una funda de piel de lobo y, sus manos enfundadas en guantes de cuero negro, largos hasta los codos, con dedos reforzados para empuñar la espada o el látigo. Cada pieza era una extensión de su ser; el cuero se adhería a su cuerpo como un amante posesivo, cálido y restrictivo, protegiéndolo del viento mientras exudaba un aroma terroso, animal, que lo envolvía en éxtasis.

    El señor inhaló profundamente, sintiendo el roce del cuero contra su piel sudorosa después de un largo día de ejercer justicia en sus tierras. «Nada me iguala a esto», pensó, apretando el mango de la fusta contra la palma enguantada. «El cuero me ciñe, me contiene, me convierte en ley». “¡Ah, qué dicha incomparable!” murmuró para sí mismo, su voz ronca de placer. – “Esta ropa de cuero completa me hace invencible, me envuelve en un abrazo eterno que despierta cada fibra de mi alma. me permiten sentir el mundo a través de una barrera de poder.

    Me hacen sentir vivo, dominante, como si el cuero fuera mi propia carne endurecida por la batalla y el deseo”. Acarició con una mano enguantada el mango de su espada, y una sonrisa de pura felicidad iluminó su rostro barbado.

    Al fin, las puertas del castillo se abrieron con un gemido de bisagras oxidadas. El señor desmontó, sus botas pisando el empedrado. Allí, en el patio iluminado por antorchas, lo esperaban sus tres doncellas, entregadas para sus placeres por los pueblos bajo su dominio a cambio no ejerciera el derecho de pernada en todas las mujeres contrajeran matrimonio en sus dominios. Asi Lira, Elara y Mira, se encontraban alineadas en una reverencia sincronizada, sus figuras esbeltas envueltas en atuendos que eran un himno al cuero y la sumisión.

    Lira, la mayor, llevaba un vestido largo de cuero negro brillante, que caía hasta sus tobillos como una cascada de medianoche. El corset de cuero, ceñido con cordones cruzados en la espalda, realzaba sus curvas generosas y empujando sus pechos hacia arriba en un escote profundo bordeado de encaje de cuero fino. Sus guantes largos, de cuero blanco cremoso, subían hasta los hombros, ajustados como una caricia eterna, con puños adornados en hebillas plateadas. El tocado era una corona de cuero negro trenzado, con velos translúcidos que caían sobre su cabello dorado, sujeto por tiras de cuero que se entretejían como cadenas de deseo.

    Elara, de piel morena y ojos ardientes, vestía un vestido similar pero en cuero marrón terroso, largo y fluido. Su corset de cuero negro, realzaba sus caderas. Los guantes, largos y de cuero verde bosque, llegaban hasta los codos, con dedos elongados que terminaban en puntas afiladas, ideales para arañar o acariciar. Su tocado era un yelmo ligero de cuero, con plumas de cuervo insertas en tiras cruzadas, que enmarcaba su rostro como un marco de dominación.

    Mira, la más joven y delicada, lucía un vestido de cuero azul profundo, ceñido desde el cuello alto hasta los pies, con mangas acampanadas que ocultaban sus guantes largos de cuero plateado, que subían hasta los bíceps y brillaban como luna llena. El corset, de cuero negro con incrustaciones de perlas, apretaba su cintura , acentuando la fragilidad de su silueta. Su tocado era una red de tiras de cuero entrelazadas, adornada con joyas que tintineaban suavemente, sujetando su melena negra en un moño elevado.

    Las tres exhalaban un aroma embriagador: el olor corporal de sus cuerpos femeninos, cálido y ligeramente salado por el esfuerzo del día, mezclado con el cuero fresco y curtido de sus atuendos. Era una sinfonía olfativa —sudor dulce de Lira, almizcle terroso de Elara, y un toque floral salvaje de Mira—, fundido con el perfume animal del cuero, que impregnaba el aire como un afrodisíaco.

    El señor se acercó, sus guantes rozando los de ellas al saludarlas, y el crujido colectivo de los materiales fue como un coro de bienvenida. “Mi señor, bienvenido a casa”, murmuró Lira, su voz un susurro que invitaba a la intimidad, el corazón del señor latio con la misma felicidad que le provocaba su propia vestimenta. Las tres usaban un cinturón de castidad oculto bajo las faldas.

    El señor las miro, el silencio no duro mucho, mientras pensaba cual de sus doncellas amancebaría dicha noche. Levantaos —ordenó. Las tres se pusieron de pie con la lentitud que él había entrenado: rodillas primero, luego caderas, finalmente el torso, siempre con la mirada baja. El crujido colectivo de sus atuendos fue un coro de sumisión.

    Entonces llamo a su favorita, Lira dio un paso al frente. Sus guantes blancos rozaron el jubón .—Mi señor, el baño está preparado. Caliente. Con aceites aromáticos, – entonces el señor deslizó un dedo enguantado bajo la barbilla de Lira, obligándola a alzar el rostro. El olor de ella —sudor y cuero, — lo golpeó como un latigazo. — Lo que le provoco una erección espontanea.

    Entraron al salón principal. Las antorchas proyectaban sombras que danzaban sobre las paredes de piedra. El señor se sentó en su trono de roble tallado, piernas abiertas, fusta sobre el regazo. —Desnúdense —ordenó—. Entonces las vio desnudas, con su fusta, rozo sus cinturones de castidad. Las muchachas se estremecieron, pero no se movieron.

    Entonces el señor decidió —Esta noche —dijo el señor, con, voz grave como el trueno— escogeré a Elara, deseo te coloques un traje de cuero que cubra todo tu cuerpo, deseo escuchar mientras cruje, oler a vuestro cuerpo sometido me excita, y asi vestida os deseo poseer, recordaréis que incluso vuestros latidos me pertenecen. El resto puede retirarse a sus aposentos aséense y descansen, ya que puede que mas tarde las requiera

    La doncella elegida inclino su cabeza. El aroma —sudor, cuero, deseo reprimido— llenó la sala como incienso. Afuera, la luna se alzó sobre el castillo, testigo silencio del festín de sensaciones que apenas comenzaba.

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