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  • Lore mi fantasía

    Lore mi fantasía

    Tengo un amigo de muchos años, después de que se casó cada uno comenzamos a juntarnos en pareja, siempre la pasamos muy bien y por varios años, nuestra relación fue muy sana, hasta que un día empecé a ver diferente a su esposa Lorena, muy agradable, tiene gran conversación, muy elegante y distinguida, pero empecé a notar algunos de sus atributos físicos.

    En una ocasión llevaba un short blanco y estábamos sentados en el jardín de mi casa, y sentía como un imán sus piernas, no podía dejar de verlas, las sillas de jardín eran bajas, y eso hacía que cuando se sentaba en ellas, el short se subía demasiado dejando ver todos sus muslos.

    Toda esa tarde me sentí muy nervioso, tenía la sensación de que se iba a dar cuenta de que no podía dejar de ver como cruzaba sus piernas.

    Me paraba y me sentaba nervioso, iba a la cocina por cosas y cuando regresaba tenía toda la caminata para ir viendo sus piernas, que, como decía, se subía tanto el short que casi dejaba al descubierto el inicio inferior de sus nalgas.

    Comencé a imaginar que ponía mi mano en su pierna y mi verga se puso dura.

    Mi erección no cedía solo con ver sus muslos blancos, hermosos, los cuales solo tenía que extender mi brazo y poner toda mi mano, el interior de ellos se veía tan suave la piel.

    Paso ese día y los posteriores cada que mi esposa mencionaba el nombre de Lorena me venía a la mente sus piernas blancas hermosas y deliciosas.

    Volvimos a hacer plan con ellos, ahora en su casa y la noche anterior soñé que acariciaba sus piernas y jalaba el short para arriba hasta dejar parte de sus nalgas al descubierto pasando mis manos por completo sobre ellas.

    Ese día llegamos, nos abrió la puerta de su casa mi amigo y yo me sentía con él corazón en la garganta latiendo, esperando que volviera a tener otro atuendo en donde viera sus piernas, la veo bajar escaleras y traía unos leggings negros, nada mal, ya que se le veían las nalgas deliciosas, y en mi obsesión de ver piel, la verdad estuve viendo sus pies, los cuales están hermosos, uñas pintaditas y se ve que se los arregla frecuentemente, ahora la obsesión era con sus pies y piernas.

    La noche iba tranquila, a mí me latía mi corazón pero no como aquella vez en mi casa, pero cuál fue mi suerte, la cual no sé si buena o mala, que cuando baja una de sus hijas de la planta alta, le pedimos que nos tomara una foto, los hombres atrás y mi esposa y Lore adelante, se quita sus lentes y se los ponen en su blusa, la cual tenía cuello v, se acomodó de tal forma que los lentes hicieron que se colgara su blusa y viera sus pechos, pero la posición hizo que su sostén se separara y se pudiera ver su pezón, el cual se veía rosita, paradito y como ella es bajita, igual que mi mujer, podía apreciarlo perfectamente.

    Durante la noche no puede dejar de pensar en ese pezón, veía sus pies, sus nalgas, me imaginaba que con mis dedos tocaba ese pezón, hermoso rosita, durito, me mantuve con la verga dura toda la noche.

    Por si fuera poco, mi amigo cuando nos íbamos, en la puerta con una mano acariciaba las nalgas de Lore y con sus dedos recorría el triángulo de su tanga.

    Llegando a la casa me tuve que jalar la verga imaginando que era yo quien disfrutaba manoseando a Lore.

    La pasamos tan bien y yo estaba tan deseoso de ver a Lore que tan pronto mi esposa me preguntó si hacíamos plan con ellos y dije que sí ahora de nuevo en mi casa.

    Se llega el día y yo con una sensación entre emoción y deseo, que se sentía como un hormigueo en toda mi zona genital y vientre, impaciente de deleitarme admirando las cositas bien puestas que tenía Lore, pensando que estaba haciendo un poco de calor y podría traer algo ligero.

    Llegan y salgo a recibirlos, abro la puerta de la camioneta del lado donde venía Lore y veo que trae un vestido corto y sandalias de tacón, sus piernas y pies se ven esquistos.

    Para bajarse abre la pierna y alcanzo a ver su tanguita blanca de encaje, se notaban sus labios y sentí que se me salía el corazón, Lore se dio cuenta de lo que vi y como los dos somos muy blancos se nos subió el color a la cara, la abracé y disfruté mucho el olor de su pelo que es con luces rubias.

    Mi amigo dio vuelta a la camioneta y por el nervio me equivoqué al saludar tartamudeado.

    Pasamos un momento a la casa y sin sentarnos mi esposa dijo “vayan a comprar tacos para cenar, como ven”.

    Mi amigo dice si y digo “vamos en mi carro tú y yo, ellas que se queden platicando”. Vamos conversando de nuestras hijas y mi amigo me pregunta: “¿eres celoso?”.

    Yo le comento que si, más con mis hijas y le hago la misma pregunta, él respondió que no, vuelvo a preguntar “¿y con Lore?”.

    Y me contesta:

    -No sé si son celos, a veces me doy cuenta que alguien la ve con deseo y me da como un nervio, no es coraje, es una sensación extraña que me excita, de hecho yo le digo que tiene permiso de fajar con quien le guste, le digo “solo que te manoseen” luego ella dice, que chiste, mi panochita va a quedar toda mojada deseosa, y le digo, bueno solo que te roce la panochita con la punta de la verga y me dice, así le voy a decir pero dudo que me haga caso, seguro al poco tiempo me la va meter toda y no voy a poder sacármela.

    La verdad se pasó mi amigo, me sudaba la verga y no encontraba el momento de decirle que yo quería que me diera chanza de hacerle la lucha.

    Solo recordando como se le marcaba su panochita en la tanga, me volvía loco, ahora con la idea de que podía mi amigo disfrutar del sexo de su sensual esposa Lore, me latía la punta de la verga.

    Continúa en segunda parte.

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  • Hija de las calles

    Hija de las calles

    Lo peor fue cuando al guarro de mi marido, al que por otra parte quiero mucho, se empeñó en pedirme el juego de otra mujer, tal vez una mujer de la calle para alimentar sus sueños eróticos. De una forma generosa y tal vez con algo de morbo por mi parte, al final cedí a sus pretensiones.

    Debo deciros que esta aventura ocurrió al principio de los años ochenta. Todavía sin el síndrome del S.I.D.A. y en pleno destape. Llevábamos casados cinco años y queríamos conocer todas las posibilidades del amor físico y del placer, no me arrepiento de lo sucedido, aunque no lo volvería a repetir.

    Una tarde y cuando paseábamos por un barrio de mala fama, él me llevó por unas callejas llenas de putillas en cada esquina. Él estaba caliente, muy excitado, diciéndome guarradas al oído. Me pidió permiso para vacilar un poco a las lumis, se lo concedí. Se alejó un poco de mí y se dedicó a pararse ante las chicas. No perdí el tiempo y quise complacerle ya que a mí se me daban mejor las compras que a él.

    Me paré delante de una zorrita mulata, joven y un poco rellena, con curvas insinuantes y tetas grandes y apretadas. Era bajita y con cara de buena persona, parecía que llevaba poco tiempo en el negocio. Si con alguien tenía que ser, por lo menos yo elegiría mi castigo, la mulata parecía sanota por lo cual la pedí precio para que se tirase a mi marido mientras yo miraba. Ella aceptó.

    Mi Juan casi alucinaba sin poder hablar, babeante mientras ella nos llevó a un pequeño cuartucho al que se llegaba tras subir unas escaleras mugrientas con olor a meados.

    Y allí jodieron mientras yo me excitaba sin poderlo remediar. A la mulata no parecía importarle mi presencia, yo creo que disfrutó con la picha de mi Juan mientras yo miraba mojando mis bragas. A los cinco minutos mi macho se corrió entre gemidos mientras una vez separados yo me lancé como loca a besarlo ya que mi regalo había sido de su entero gusto. La chica permaneció mirándonos con el chocho lleno de la leche de mi Juan que permanecía tendido y como muerto con su colita arrugada mientras yo le besaba apasionadamente.

    A la mulata debía gustarle la tortilla española, o tal vez era generosa como yo, por eso empezó a acariciarme y a desnudarme olvidando por completo a nuestro común hombre. Estaba tan salida que comprendí en un segundo que una nueva experiencia se habría para mí. Me dejó en pelotas mientras nos revolcábamos juguetonas sobre las sábanas.

    —Se te han puesto los pezones de punta, amiga mía —me dijo la chica—. ¿Acaso pretendes pincharme el coño o el culete?

    Mientras decía esas cosas chupaba mis melones con su lengua roja, no pude contenerme y la dije entre suspiros:

    —¡Lámeme donde quieras…! —supliqué—. ¡Sé que nadie lo hará como tú! Sí, sí, delicadamente… ¡Como me estás poniendo… me sube un fuego no sé de dónde, que se me está enredando en los pezoncillos que me chupas… más, más…! ¡Muérdemelo…! ¡No te importe hacerme daño, aunque me lo retuerzas…! Mmmm… Me estoy deshaciendo por dentro…

    Me sentía despendoladita, dejándome arrastrar por aquella hija tropical de la calle. Mi chumino se había transformado en una boca hambrienta llena de densas humedades. Todo mi cuerpo se hallaba terriblemente ansioso…

    Ella soltó mis tetas y agachándose dejó su cara a la altura de mi coñete, se quedó contemplándolo, como estudiándolo. Yo la dije con voz de salida:

    —Venga, bonita cómemelo que estoy a tope.

    —No seas impaciente, ¿no ves como tu marido nos mira?

    —Me lo estoy posando bomba, preciosas —exclamo él con ojos saltones y relamiéndose.— ¡Seguid, seguid!

    La chica se entregó a comerme el chocho lamiéndolo ruidosamente y concentrándose en mi clítoris hinchado. Al momento mis ingles se estremecieron y de mi coño brotaron gotas de zumo conejil. Después de varias corridas no me resultó difícil aguantarme el orgasmo, así que con voz bajita la susurré olvidándome por completo de mi marido:

    —Montemos un “69”… ¡Yo también quiero devorarte el chumino! Es un sabor nuevo que necesito conocer.

    Ella se abrió de piernas y yo me arrojé a sus profundidades para lamer un coño encharcado y saladito, muy jugoso y fresco.

    Nos fundimos en el beso como un solo cuerpo y nos ordeñamos mutuamente hasta alcanzar una corrida explosiva y simultánea que nos dejó para el arrastre. Mi marido el pobre se tuvo que conformar con follarnos abrazadas y pasivas. Se corrió muy pronto y aquella historia acabó.

    No fuimos capaces de repetir aquello, pero me acuerdo muchas veces de aquella chica y de mi experiencia lésbica… Espero que ella se encuentre bien.

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  • Mi nuera, mi amante, mi puta (2)

    Mi nuera, mi amante, mi puta (2)

    Soy un tipo de sesenta y algo más, con todos los bríos y potencial de sus años mozos, para conseguirlo tengo una receta simple. Se necesitan dos ingredientes motivación y creérselo de verdad, luego conseguir la mujer, agitarnos dentro de ella y dejar fluir la esencia masculina en ella. Vivir la vida a pleno como si hoy fuera el último, ahí está el secreto. Segundas partes fueron mucho mejor, porque hice realidad una de sus fantasías “el trío”, ella buscó y encontró la horma de su zapato, pero fue por más.

    Nos utilizamos mutuamente para transitar el camino del placer y del pecado, explorar sus fantasías, hacer y dejarse hacer, una doble vida de lujuria y deseo, voluptuosidad y excesos.

    La primera parte había concluido en que habíamos tenido sexo a pleno en la incomodidad del asiento trasero de la camioneta, acordando que habría una próxima vez, la hubo y aquí arranca este relato:

    Los momentos vividos con Sara dejaron la impronta de una deliciosa sensación y promesa de situaciones voluptuosas que nos llenan de mariposas el estómago y nos mantienen con la excitación de la calentura y de probar la carne nueva.

    Llegó a mi oficina, intencional visita, descubrió uno de mis secretos, tengo un pequeño apartamento en la casa vecina, cuestión de tener un sitio donde atender a mis ocasionales amigas.

    —Ah, ahhh, qué bien que tienes este escondite de amor. ¿Aquí traes a la tía Lily para hacerle el amor?

    ¡Ja, ja! Y seguro a cuántas más… Me gustas, así, un buen cogedor, quiero aprender contigo…

    Ambos estamos en el mismo barco, sin eufemismos, blanco sobre negro, el pecado y la infidelidad solo es un ingrediente erótico, sin dramas ni exigencias, solo entregarnos al placer que más nos satisface: Coger.

    Me agradó verla ducharse, contemplar con devoción esa mata de vellos que oculta el sexo, me seduce el vello cubriendo el objeto de deseo, desbrozar la espesura pilosa y buscar el tesoro oculto, lo besé, recibí en mis labios las gotas que se escurrían por su cuerpo, el delicioso sabor salado de hembra en celo, embriagarme en el aroma de su calentura.

    Contenida en la bata de baño, en mis brazos hasta el lecho. Tendida, suelta la bata descubre el tesoro de su cuerpo, levemente cruzadas las piernas, solo puedo ver el triángulo de felpa que esconde el deseo ardiente, sonríe, se toca los pechos, sostiene frotándose los pezones entre sus dedos, su lengua asoma desafiante poniendo brillo en sus labios.

    Invita, incita a subirme al lecho, cual maja desnuda de Goya ofreciéndose levemente recostada, imagen vívida de la voluptuosidad, erotismo puesto al alcance de la mano, el deseo a flor de piel y el pecado insinuándose en cada gesto, ángel y demonio todo en un mismo envase, el cielo y el infierno, un viaje sin retorno a la lujuria, todo pasó en un instante de alucinación por mi pensamiento, mientras el sexo transita por otro andarivel más terrenal, haciéndose notar que está para dispuesto para otros menesteres más carnales.

    Subo al lecho, arrodillado, ofreciéndome al sacrifico de ser el artífice de su goce, adelanto la pelvis, ofreciéndole el trofeo masculino para que derretirme en su boca. Entiende y adivina, me recibe en su boca, cálida y húmeda, pajea suave, sin prisa, pero sin pausa, aprendió como manejar mi pija, llevarme hasta el fondo de su garganta, y volver a sacarla, gruesos hilos de saliva nos mantienen unidos hasta que vuelve a tragarme.

    Hago maravillas con mis gruesos dedos en su vagina, dibujo sensaciones, digito emociones que la hacen vibrar desde el vientre hasta los pechos, oleadas de placer nacen entre sus piernas y llegan a su garganta. Todo está dispuesto para nuestro primer 69, ella arriba, inicia el viaje rumbo a lo desconocido, las sensaciones la pueden, mi cara incrustada contra su sexo, quiere llevarme dentro de él, se ahoga y distrae con la pija en la boca.

    –Espérame, todo junto me distrae y no puedo disfrutar.

    Puedo sentir la tensión muscular, su cuerpo va disociándose de su mente, liberado, descontrolado, totalmente autónomo, la carne en pleno regocijo, en libertad total: la conexión con el más allá.

    Es el momento de la ebullición interior, perdida, llegando al estado ideal, corriendo al filo de la cornisa, entre la sensación y la pasión desbocada, instante mágico e inexplicable. Seguro que no sabe cómo explicárselo, en verdad solo yo puedo sentir como lo vive porque estoy fuera de su cuerpo, disfrutando su disfrute, siento las descargas musculares que arrancan en la conchita y se irradia a toda su humanidad. Oleadas de placer la alejan del mundo de los mortales, viaja al infinito disparada por esa sensación de plenitud, el desahogo de la carne, la liberación volcánica de la tensión interior acumulada durante el tiempo que la estoy excitando con mi boca.

    Se suceden réplicas, oleadas de los temblores, una y otra vez en repeticiones, asciende en la espiral de la excitación hasta que llega al zenit de todos los goces, luego desciende, el cuerpo se le va aflojando, entregada a la maravillosa sensación que alcanzó el clímax.

    No sería capaz de describir ese viaje especial, solo pudo sentir y vivir sensaciones inéditas, yo solo he sido el facilitador, el guía, el acompañante, ella solo gozó la magia.

    Velé esos momentos que estuvo perdida, fuera del mundo real, viaje estelar por un paraíso dibujado con mi boca y mis manos para ella. Esperé su regreso con gloria, una sonrisa como premio.

    Intentó explicarse, ¡shhh! no hace falta, viajé contigo, sentí lo mismo, también es mío.

    —Métela, quiero sentirte dentro. Quiero ser tu hembra. Ser tu perra. Lléname de pija. ¡La quiero toda, ya!…

    Se colocó la almohada bajo las nalgas, sostenía sus piernas levantadas tomándose de los tobillos con las manos. La V de la victoria se ofrece en bandeja de plata, separé la felpa de vellos, separo los labios de la raja, vuelvo a lamerla con fruición. Las tetas suben y bajan, respira agitada, está dispuesta, la pija enhiesta amenaza abrir el sexo; froto el vestíbulo húmedo, un movimiento de pelvis me lleva directo a entrar toda la cabeza, suspira, profundo, gime.

    Se abraza a mi cuello, empujo dentro, la primera entrada despacio hasta adaptarse al grosor, ya sentí como fue la primera vez, ahora en comodidad puedo hacerlo más pausado, disfrutando la entrada, hasta el límite de los cuerpos.

    Todo dentro, moviendo despacio, lento, pausado. Exige, pide más, quiere acción, es mi tiempo, yo manejo la situación, graduando el vaivén, asida de las nalgas, voy con todo dentro, el golpe la hace gemir, le gusta, vuelve a pedir más, que la rompa, que le acabe. Habitualmente puedo demorar mucho tiempo, lo aprendí desde muy chico, cuando comencé en el sexo, una mujer madura me lo enseñó diciendo: a las mujeres nos gusta que el hombre nos esté bombeando mucho, aprende y verás cómo te lo agradecen.

    En verdad disfruto mucho el juego excitante de la penetración, sentirla como goza, se retuerce de placer, mucho más que llegar a mi orgasmo, puedo prolongado mucho tiempo, parando y retomando

    Esta era una de esas ocasiones, necesitaba disfrutarla, excitarla hacerla llegar a ese orgasmo tan sentido, como fuera, con boca, manos, pija, quería sentirla gozar, arquearse como un mimbre cuando la estoy penetrando, sentir la contracción de sus músculos y los tendones tensos como cuerda de violín. La disfruto, la siento gozar, otra vez está cerca del viaje al infinito, la mirada se pierde, se agita, colabora apretando y cerrando los labios, me hace sentir sus contracciones cuando el estallido interno se produce, la pija ayuda empujando, apretándome en ella.

    Sentí esa contracción, se hacía oleada, como esa corriente se transmitía por su cuerpo, agitado y brama. Cierra fuerte los ojos, muerde los labios, tensa las facciones y comienza una serie de orgasmos enhebrados con profundos gemidos.

    De costado, casi como en una tijera, sigue la penetración, profunda y sostenida, los orgasmos no se detienen la excitación de ella no tiene calma, se prolonga y alarga más allá de su propia resistencia, casi montada en mí, puedo resistir, ella se entrega mansa en un envión, me elevo y la ensarto hasta dejarla colgada de la pija.

    Se deja vencer por la seguidilla de orgasmos, ríe, la boca es una mueca, marcas de baba en las comisuras de sus labios y el cuerpo desarticulado como muñeca rota, claros signos del viaje fantástico con mi sexo dentro de su carne.

    El reposo del guerrero, disfrutando verla ir por café. Qué buen culo tiene, venir es el delirio, las tetas movidas en cadencioso andar, el sexo expuesto, una mancha oscura en la blancura de su piel, me lleva de viaje a la lujuria.

    Le saqué la bandeja con el café, volqué sobre la cama, de arrebatado, sobre la almohada doblada para elevar las nalgas, visión de la vagina abierta y plena. El deseo urgente de poseerla fue un destello en la oscuridad de del deseo, solo tocármela y estoy dispuesto abrirme camino en ella, húmeda, de un solo golpe entré todo, hasta el mango.

    El triunfo del macho sobre la hembra desde atrás, estilo dog y nos hace sentir el placer de someter a la hembra, bombear con fuerza y pasión, intenso y sostenido, asido de sus hombros sujeta, me impulso en ella, casi con violencia por momentos descontrolada, siente y disfruta ser sometida, dominada. Arde y vocifera obscenidades y grosería.

    —¡Dame, dame más! ¡Cabrón, hijo de puta rompe, viólame, sentirme bien puta! ¡Dame mi leche!… ¡Dame! ¡Castiga a tu perra, asiii, más! ¡Soy mala necesito una lección, vamos, mas, más!…

    Nos perdemos en la vorágine de la excitación abrasadora del delirio, mueve la concha, agita el envase, está llegando al instante culminante, salto al vacío. Un rugido interior, de lo profundo de mi pecho y me vine.

    —¡Ahhh!…

    Se detuvo el corazón, respiración entrecortada, varios enviones profundos, vacío todo el semen de la abstinencia desde la última vez. Devino el silencio y la quietud, volcado sobre su espalda esperando que la oleada de latidos de la verga, cesaran, disfrutando las mieles de la acabada intensa.

    —¿Me sentiste cuando me vine? —decía desde abajo, con la cara apoyada en la cama, incrustado en ella.

    —No, estaba tan aturdido por mi propio orgasmo que no pude, me perdí en mi delirio.

    —Dos veces. El primero cuando aullabas, el otro con los chorros de tu leche caliente.

    El letargo relajante se adueñó de nuestros cuerpos que seguían abrazados, despertamos, tomados de las manos, agotados, todo había sido como en un sueño mágico, pero bien real. Al levantarse necesitó poner la mano en la conchita para contener el semen que se le escurría.

    —Guauuu, cuanta leche tenías, se nota que te tenía bien caliente ¡Eh!

    —Sí, mucho, mucho.

    Ahora era momento de café, la veo como se limpia mi enlechada de, gozaba ver como el agua se le escurría entre los vellos púbicos, escena grabada en mi retina.

    Bebimos café y hablamos de lo que sucedió, de lo que sigue, de sus carencias de sexo, de sus fantasías, de todo lo que una hembra estaba dispuesta a explorar. Un par días después vino por más, y se llevó más.

    Tuve ganas de poseerla estilo perrita, no me conformé con hacerla por la concha, mientras cogía comencé a nalguearla, juego de dominación y sometimiento, jugueteo con el ano. No se había negado a nada, accede a todo, eso repitió varias veces por si hiciera falta. Luego de varios orgasmos de ella, uno mío, tomamos un descanso. Volvimos con el tema de ir por más.

    —Esta tarde este culo (se lo toque) será mío

    —Lo que quieras Luis, soy tu puta, quiero sentirte todo, por todos lados, soy tu putita.

    —Solo que no tengo experiencia, solo un par de veces de pendeja quisieron, pero no se pudo.

    —Te voy a preparar para que hoy te vayas con el culo roto. Este culo será mío.

    La senté en el bidet para que el chorro con agua tibia le dé directo en el ano por fuera, y por dentro, limpiar la entrada, que la tibieza del agua relaje el esfínter, dejándola preparada para su primera vez por el sitio prohibido.

    Montada sobre una almohada, el culo elevado y dispuesto para ser sodomizado. Sin cremas, solo al natural, el dedo empapado en sus flujos servía como juego previo en el marrón, paso previo a metérsela por el ano. Sabía y entendía que debía experimentar ser sometida y sodomizada, aprender a ser mi puta.

    —Ahora vas a aprender a ser mi puta, ¡siente como te meto el dedo por el culo!

    —Sí, sí, quiero y ¡que! ¡Quiero ser tu puta, tu gran puta! ¡Dame por el culo, abre todo cabronazo!

    Apoyé plena en el centro del esfínter, cede al empuje, froto sus nalgas, haciendo un movimiento casi circular para ir moviendo el agujero, rotando para que se relaje y ceda. Entrando despacio, el grosor del pene la hace quejarse y gemir, la espero, lo estoy haciendo con cuidado, intenso pero cuidadoso. Cuando alcancé a meterla toda y el dolor va cediendo me pide moverme.

    Comienza el metisaca, colabora, se acopla más, atrás y adelante, abriendo y cerrando cuanto puede, la pija se hace dueña del ano. Sara comienza a vociferar, siente el bombeo, como partirla en dos, el dolor apenas le permite un respiro.

    — ¡Por favor, ya! ¡Cabrón, hijo de puta, me estas partiendo!, ¡acabaaa! ¡ya, acaba de una vez hijo de putaaa!

    — Aguanta, aguanta… Ya, viene, ya viene, ¡ya me viene! Shhh, calla, aguanta, callaaa shhh. ¡Ahhh! te… te… te acabo! ¡Toma puta, toma puta! ¡Traga mi leche, traga por el culo mi lecheee! ¡Ahhh!

    Me dejé morir, esa acabada se llevó parte de mi vida en ese polvo tremendo. Me tendí a su lado, ella ronronea su dolor anal por la tremenda cogida. Esa tarde se fue con el culito bien dolorido, prometió dejarse cuantas veces quisiera, solo necesitaba acostumbrarse.

    —Para acostumbrarme está mi macho, que va domar a su putita.

    El bidet con su chorro de agua tibia mengua el dolor de las primeras cogidas por el culo, estoy delante disfrutando ese momento de intimidad, tan privado, tal sensual ver a tu hembra como te saca dentro de ella. El agua la está haciendo orinar, yo tengo ganas de hacerlo, disparo mi chorro de lluvia dorara sobre la vagina para juntarlas en solo una. Sentía el cálido chorro de lluvia sobre su piel, la esencia del macho cazador que marca su territorio.

    — Papi que bueno es sentirte en mi piel.

    La dejé en su casa, no había llegado aún mi hijo, prepara café, sería bueno luego la tórrida sesión de sexo. El momento de intimidad no pudo con su genio, sentada sobre la mesada de la cocina, falda levantada y nada debajo, en pelos, sabe que me gusta.

    El tajo peludito que me puede, esa visión me da vuelta. Perversa, va por más, toma un pepino y comienza a jugar con él en la boca, simulando una verga que está mamando, supervisa el efecto erótico, un pie se apoya en el respaldo de una silla, elevando esa pierna ofrece el ángulo perfecto, labios vaginales casi abiertos le permiten jugar con metérselo en la cocha, juega al metisaca con el pepino.

    Perverso juego erótico, el morbo de situación suma, agrega condimento para sazonar esta calentura que no cesa. Provocar y excitar de ese modo no es gratis, el pene está por reventar de calentura, me acerco con el choto fuera de la bragueta, agito el pepino, entrando y saliendo de su almeja, una cogida urgente es lo que necesito, no puedo resistir. La bajé, volqué sobre la mesa y se la mandé de una, un par de metidas y ya estoy a pleno. Me deshago de los pantalones enroscados en los tobillos que frenan los movimientos, vuelvo al objeto de deseo, sostengo el pepino dentro de su vagina, sacudiéndolo mientras me apoyo en sus nalgas por detrás, un par de nalgadas le hacen estremecer y preparar, adivinó lo que seguía, se relaja, se deja.

    Sin sacar el pepino de su vagina se la voy colocando en el ano, despacio, entra mi gruesa cabezota, aprieto el pepino por delante y voy con todo por atrás, una cogida salvaje, breve y brusca como para robarle un par de quejidos. Con sus manos contienen el grueso vegetal para poder agarrarla con fuerza, presiono con la verga en el culo.

    La cogida fue intensa, vibrante, sentía el frotamiento a través de la carne, del pepino enterrado en la vagina, simulaba muy bien una doble penetración. Me vine en su culo, por segunda vez en ese día, frenética acabada que me dejó las piernas temblando, por la postura y por la intensidad del acto.

    No hay tiempo para el relax, el tiempo apremia mi hijo está en tiempo de llegada. Recuperado los colores y la respiración normalizada, compartimos el café. De este modo y no sé cómo llegamos a que Sara fuera por más, y lo fue sin duda alguna, esta muchacha esta lanzada a la aventura de probar el disfrute del sexo, se había ganado un compinche…

    Volvió por lo de sus fantasías, sus ganas de probar algo más, que la llevara un escalón más arriba…

    —A ver… ¿Qué te gustaría, qué cosa está rondando tu mente?…

    —Bueno… no se… no sé… como decirlo… tal vez…

    —Dime…

    —Bueno… que te parece si… consiguieras un amigo confiable discreto que…

    —Que… ¿qué qué?

    —Bueno que… entre tú y él me puedan coger… ¡Uf! Te lo dije ya… bueno… no digo ahora…

    —Estás diciendo un trío. Tú yo y… —se encogió de hombros, para significar no saber con quién.

    —No lo sé… solo sé que me gustaría probarme con dos, es una sensación que has despertado en mí, algo que me gustaría regalarte, una escena como esa del video que vimos mientras me cogías. ¿Recuerdas? Recuerdas que decías, te imagino a ti estando cogida por otro tipo y excitarme a mil, y luego te damos entre los dos, te llenamos de leche, cómo te dejaríamos el culito y la conchita bien abiertas.

    —Sí… pero no había imaginado… que le siguieras dando vueltas al asunto, si bien luego seguimos con el tema, pensaba que era tan solo un juego erótico más, de los que acostumbramos. Noto que te ha prendido la idea…

    —Sí, más de lo que te crees, me calienta mucho. ¡Anda, sé bueno, quiero, quiero!…

    —Bueno… bueno, déjame ver cómo puedo— volvió a pedírmelo— Bueno… pero tendrás en cuenta que no es algo tan fácil, tú no eres cualquier chica… la relación exige prudencia, precauciones. No prometo nada, solo que voy a intentarlo, ¿Está?

    —Síii mi papito lindo —nuevamente juega con los mohines.— Sí mi señor, tu hembra quiere, tu putita pide, tu mujer te ruega… ¡Porfa!

    Estaba persuadido que todo lo que hiciera por disuadirla sería en vano. La llegada del marido estableció una tregua. Nos seguimos viendo una o dos veces en la semana para esos fogosos encuentros, en casi todos había una referencia directa o soslayada a no olvidar de buscar cómo hacer el trío. Esto deviene en la continuación.

    Sigue una tercera parte para continuar con esta historia de infidelidad y amor prohibido.

    Lobo Feroz

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  • Mis prácticas con una limpiadora

    Mis prácticas con una limpiadora

    Llevaba poco tiempo en aquella empresa y aun no tenía claro mi permanencia en ella, yo era el más joven de todos, aunque eso no me impedía tener una buena relación con los demás.

    Normalmente me solía quedar a trabajar hasta altas horas, solamente quedábamos unos pocos con trabajo por delante. Cuando la empresa estaba desierta llegaban las limpiadoras, eran dos muchachas (hermanas), cuando llegaban a nuestro despacho mis compañeros ni se inmutaban y creo que las consideraban como inferiores a ellos, la verdad es que su actitud con ellas no me gustaba demasiado, aunque el trato era cordial; yo intentaba facilitarle su tarea ayudándole a retirar la papelera de debajo de mi mesa, papeles, etc.

    Una de ellas era poco más o menos de mi misma edad y era normalmente la encargada de nuestro despacho mientras que la otra se encargaba de otras partes de la empresa en donde no había nadie, pienso que lo harían así porque a esta joven le daba un poco de miedo.

    Pasaron unos meses y en navidad la empresa tiene costumbre de celebrar una cena en la propia sede de la empresa, se habilito un salón de actos, a ella acudieron los socios, directivos, trabajadores y por último se les invitaba a estas dos limpiadoras.

    Como me tocó estar frente a la limpiadora más joven, con la que tuve el privilegio de estar hablando toda la cena, hablando entre nosotros como si quisiéramos evadirnos de aquella deprimente cena de empresa. Todo era muy escalonado, se notaba la diferente posición que cada uno tenía en la empresa y por aquel entonces yo era el último mono acompañado de las dos limpiadoras.

    Una vez que cenamos y nos levantamos para tomar unas copas pude descubrir la silueta de la joven limpiadora que estaba engalanada con un bonito vestido de un color verdoso, ceñido, por abajo largo por una parte y mucho más corta por la otra, llevaba el pelo recogido dejando su hermosa carita de niña dulce, en fin, era una imagen muy distinta a la que estaba acostumbrado a ver de ella cada tarde cuando llegaba a limpiar.

    La cena transcurrió como lo previsto y poco a poco se fueron largando los más altos ejecutivos, quedando solo la parte media-baja de la empresa, con lo cual el tono de la cena cambio radicalmente, teniendo un tono más jocoso, divertido y sarcástico, sobre todo hacía los altos mandos.

    Al final irremediablemente hice buena amistad con aquella chica de la limpieza y con unas copas de más empezamos a bailar, a reír, etc.

    Llevábamos algunas copas y decidimos evadirnos un poco de allí y subimos a la azotea para despejarnos y poco con el aire fresco de la noche y sin llegar a hablar mucho el alcohol hizo su efecto y empezamos a besarnos casi sin darnos cuenta de lo que hacíamos, de repente sentí una de sus manos palpándome mi paquete, deseosa de liberarlo del pantalón, me frotaba de arriba abajo mientras me mordisqueaba el cuello con relativa delicadeza, comprendí que aquella joven limpiadora era toda una fierecilla y yo por supuesto no le iba a dejar que pasara esa noche hambre.

    Posé mis manos en su trasero, que por cierto me causo impresión al palparlo ya que lo tenía bien durito, se notaba que hacía deporte (me encanta una mujer que hace deporte) podía comprobar el pequeño tanga que llevaba puesto y la acerque a mi cuando pude, a ella le encanto y quitó su mano de mi paquete para que nuestros cuerpos se frotaran lo máximo.

    Después de varios mordiscos en la oreja y unos cuantos susurros bajamos de la azotea hasta mi despacho donde sin dilación la subí sobre mi mesa, apartando un poco todo el papeleo y de manera bastante alocada empezamos a comer el uno del otro, la coloque sobre el borde de la mesa dispuesto a gozar de su cuerpo, subí hasta la cintura su vestido y después de despojarla de su minúsculo tanta ella saco mi rabo avivándolo con el tacto de sus manos (cosa que no era muy necesario), ni que decir tiene que guardo un buen recuerdo cada vez que voy a trabajar, pero la situación nos incomodaba a ambos y decidimos después de aquel buen polvo continuar de manera más relajada y desenfrenada en su casa.

    Cada uno salió de la cena por sitios distintos para no despertar sospechas entre los compañeros, una vez que llegamos a su casa estábamos deseosos por seguir con el segundo de la noche y así fue, nada más entrar nos tiramos en el sofá del comedor, nos desnudamos tirando la ropa por todo el suelo, jugando un poco al gato y al rato (me encanta ser un depredador) hasta que al final cayó sobre mí, se movía lentamente de arriba abajo clavándose todo mi rabo hasta toparse con las paredes de su cueva, absolutamente penetrada, sus lentos jadeos me encantaban eran muy sensuales y me excitaban muchísimo.

    Cuando no ella no podía aguantar más arqueaba su cuerpo para atrás, apoyándose con sus manos sobre mis muslos, para ayudarle yo la agarraba con mis manos por su espalda para que se inclinara todo lo que ella deseara y estando en esa posición en su cuerpo se reflejaba la tenue luz que entraba por la ventana del salón, y en su cuerpo se formaban luces y sombras que embellecían aún más aquel cuerpo bien formado.

    Cuando se recuperaba volvía a moverse frenéticamente y a veces yo tenía regular su velocidad, entonces la agarraba por la cintura para guiarle en lo que me gustaba y como me gustaba, solía susurrarle halagos, cosas bonitas que se me pasaban por la cabeza y fue mucho lo que le decía, para conseguir que no cesara en su empeño, pero aun así llegó un punto en el cual volvió a arquear su cuerpo para atrás indicando su cansancio por el esfuerzo realizado, por momentos se derrumbaba, fue entonces al ver de nuevo su cuerpo con aquellas luces y sombras de la noche cuando me acorde de varios comentarios que se oían sobre si sus pechos eran demasiado grandes para su cuerpo y que el motivo de ello era la silicona y no iba a perder la oportunidad de comprobarlo.

    La sostuve bien firme con un brazo mientras que con el otro fui acariciando su exhausto cuerpo, desde su cuello para abajo, muy lentamente como se fuera de un cristal muy fino a punto de romperse con el roce de mis dedos… comprobé como le gustaban mis caricias y mientras seguía bajando mi mano hasta llegar a posarla entre sus dos preciosos y voluminosos pechos, con un solo par de dedos jugué un poco con ellos; empecé a rodear su pecho izquierdo cuando le di toda una vuelta pasaba al pecho derecho, describía con mis dedos una elipse en sus pechos, una elipse cada vez más concéntrica, es decir, cada vez se aproximaba más a sus preciosos pezones, que se notaban deseosos de recibir mis caricias.

    Cada vez que cerraba más la elipse en sus pechos ella jadeaba más y apretaba sus manos en mis muslos con mayor fuerza, señal inequívoca de que gozaba y gozaba.

    Pero el golpe final se lo iba a dar mi lengua.

    Me incliné un poco sobre ella mientras que con el brazo izquierdo la sujetaba y con el derecho acariciaba sutilmente su pecho derecho acerque mi lengua hasta que rozo el pezón de su pecho izquierdo y en ese momento creo que ambos sentimos un placer indescriptible.

    Podía sentir en mi lengua como saltaban chispas con aquel contacto y como su pezón estaba buen duro, estuve besando, saboreando, jugando con cada uno de sus pechos alternativamente y aunque ella intentaba mover su cintura para seguir disfrutando la pobre no podía casi ni moverse y menos aún si yo no cesaba de chupar, de retorcer, de besar sus tiernos pechos.

    En aquella situación ella casi llegando al éxtasis final me pidió que la tumbara en el suelo, que la siguiera haciendo gozar, que no parara mi lengua y dejó de sostenerse en mis muslos para dejar caer su cuerpo sobre el suelo, yo comprendí que ella tenía mucha sensibilidad en sus pechos y se me ocurrió otra idea que sería aún más la traca final para que tuviera un orgasmo de campeonato.

    No la deje ni mucho menos caer al suelo sino todo lo contrario, la agarré bien fuerte la recupere en su postura vertical sobre mí y nos levantamos del sofá, ella se agarró a mi cuello y mientras me besaba como loca me decía que qué iba a hacer con ella, que estaba como loca, nunca experimentó tal cosa con un chico y no quería terminar.

    Yo le dije como pude entre beso y beso que íbamos a su cama para terminar de hacerla gozar como nunca se hubiese imaginado, pero era tanta la emoción en la que estábamos que hasta llegar a su cama tropezábamos y más de una vez la apoye contra la pared y sin dejar de separar nuestros cuerpos yo le propinaba unas sacudidas algo fuertes para mantener su cueva bien roja y caliente, para entonces ella estaba muy receptiva a todo y respondía dándome pequeños tirones de pelo, lo cual hacía que mis embestidas fueras aún más violentas y rápidas, y su ella seguía besándome fuerte y casi mordiéndome los labios y los pómulos del sumo placer que le propinaba en su cuevita.

    Y entre todo aquello ella seguía hablando:

    —¡Ohh Dios miooo!

    —¿Te gusta?

    —¡Siii! ¡Dame dame dame!

    Con sus entrecortadas frases me ponía aún más caliente, ella lo notaba y no paró de suplicarme mucho más.

    Hasta que finalmente llegamos a su cama y con la emoción caímos bruscamente los dos, quería verla explotar de placer en mis manos, mientras que con mi boca y una mano seguía deleitándome con sus pechos con la otra acariciaba su cueva en busca de su clítoris, cosa que no me costó encontrar ya que para aquel entonces lo tenía bastante grande.

    No pasó mucho tiempo desde que empecé a juguetear con su delicado botón cuando de nuevo se volvió a poner como loca, jadeando, retorciendo su cuerpo encima de la cama y moviendo su cabeza de un lado para otro, pasaba sus manos por mi cabeza, por mi espalda hasta que llegado un momento su jadeos fueron más fuertes e intentaba darme con los puños cerrados golpes en mi espalda y luego a intentar arañarme.

    Al instante comprendí que estaba llegando al orgasmo y no tardó nada en empezar a regalarme sus calientes mieles, mi mano que seguía deleitando a su clítoris, pudo sentir como se empapaba de todo aquello, ya estaba totalmente chorreando y fui pasando toda la palma de mi mano por su cueva y sus alrededores para impregnarla con sus propias mieles.

    Después de ser tan generosa conmigo se serenó bastante, pero yo aún estaba con ganas por sentirla y que me siguiera sintiendo a mi…

    Le di la vuelta quedando su hermoso, sudoroso y exhausto cuerpo boca abajo, la puse a cuatro patas como si de una perrita se tratase y bien en pompa, así podía ver como le brillaba toda su cuevita y sus espectaculares y húmedos labios, me aproxime al máximo a ella y restregué mi rabo por toda su húmeda cueva, a ella le producía ciertas cosquillas sentir mi rabo jugueteando con sus labios, en una de esas, me ayudé con una de mis manos para abrirme paso entre sus grandes labios y sin dilaciones…

    Nuestros dos cuerpos se acoplaron en una unión perfecta, ella dio un pequeño gritito al notar que nuestros cuerpos estaban unidos.

    Me incline sobre ella y le murmuré cerca de su oído:

    —tranquila, ¿seguimos disfrutando?

    La pobrecita no podía casi ni articular palabra y asintió con su cabeza rápidamente. Estábamos los dos como unos perritos, apoyé mis manos sobre las suyas y comencé a moverme para seguir complaciendo a mi compañera, con suavidad, aquel vaivén nos producía soltar pequeños gemidos mientras nuestras manos se agarraban al mismo compás, estábamos rítmicamente sincronizados y no podía ser para menos, yo sentía como nuestros cuerpos eran uno sólo.

    Besaba sus hombros, su espalda…

    Notaba como nos acelerábamos por momentos y era el momento de dar rienda suelta a la locura, solté sus manos y mientras me fui incorporando aparte su cabello y al ver su tierno cuello no me pude resistir a besarlo, mis manos fueron acariciando sus hombros como si fuese su masajista particular (y que sesión de masajes estábamos dando) bajaba mis manos por su espalda, casi como esculpiendo sus curvas hasta llegar a su cintura, donde mis manos encajaban a la perfección, parecía que estaba todo hecho a media, en realidad sería porque éramos uno sólo supongo.

    Y sin más aquel movimiento suave paso a un nivel mucho más vigoroso, acelerado, casi dañino (pero que nos encantaba) ella propinaba palmotazos en la cama, yo la agarraba bien por la cintura para que aquella unión tan majestuosa no se rompiera, al igual que aquellos frenéticos movimientos nuestros gemidos eran acompasados (¡cómo no!) y si con todo eso nuestro calentón no era suficiente con el sonido de nuestros cuerpos al chocar entre sí era ya la guinda del pastel, dulce pastel, por cierto.

    Notaba como perdíamos la conciencia del gran polvo, notaba como nuestros cuerpos tomaban control de la situación y no quisieran separarse.

    ¿Sabéis por qué?

    Pues muy fácil… ¡eran uno sólo!

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  • Recibiendo el año con una garganta profunda

    Recibiendo el año con una garganta profunda

    Aún no sé por qué fui a la joda de año nuevo. Estaba hecha mierda, pero necesitaba algo que me sacara de esa angustia que tenía hace algunos días.

    Caí a la fiesta pasada la una y media, con cara de culo y el estómago todo revuelto. Con un vestido negro y el escote bien marcado.

    Me clavé un par de tragos al hilo, saludé a algunas amigas, traté de sonreír. Pero no conectaba. No estaba. Hasta que lo vi.

    Estaba en la consola, con su camisa abierta y las mangas arremangadas. La mirada fija. Arrogante. Como si el mundo entero bailara para él.

    Se bajó los auriculares, agarró un vaso de una bandeja y se acercó.

    —Tomá —me dijo, sonriente, sin forzar nada.

    —¿Y esto? —le contesté, con la ceja levantada, mientras agarraba el vino.

    —Es para que te relajes, estás con una carita…

    —Gracias —le dije, despacio, sin dejar de mirarlo.

    Más tarde, cuando ya me había terminado ese trago, se me acercó de nuevo. Tenía otro vaso en la mano antes de que yo dijera nada.

    —Otra vez vos —le dije, medio en broma.

    —Me gusta verte con algo en la boquita —tiró y me lo dió.

    Se quedó y hablamos boludeces. Me hacía reír sin esfuerzo.

    —¿Siempre sos así de confiando con las minas que no te conocen?

    —No sos una mina más. Sos hermosa —me contestó, mirándome la boca.

    Me largué a reír, bajé la mirada un segundo, y cuando volví a levantarla, ya estaba encima mío.

    Me besó sin preguntar, directo. Me agarró el culo como si fuera suyo. Firme, sin dudas, con una seguridad que me mojó al instante.

    Después le bailé en la pista. Me movía provocadora, exagerando cada sacudida de caderas. Le pegué el culo contra su pija, lo sentía duro, latiendo contra mí.

    Me excitaba que no dijera nada, que no necesitara palabras. Me sostenía la cintura con una mano mientras yo me restregaba.

    Me agarró la mano y me llevó a un cuarto. Oscuro, vibrando por la música. Entramos.

    Apenas cerró la puerta, me agarró el culo con las dos manos. Lo amasó y me nalgueó mientras me besaba con hambre.

    Lo empujé a la cama, me acosté al lado y le pasé la mano por la entrepierna. Estaba tan dura que me excitó más.

    Empecé a acariciarlo por encima del pantalón, apretándole la pija despacio. Me besó. Me bajé el escote. Le mostré las tetas y se las devoró.

    Me chupó los pezones con fuerza, me los mordió, me los lamía como si quisiera dejarme marcada.

    Se recostó, y sin que dijera nada, entendí. Me puse de rodillas y le bajé el pantalón.

    La pija saltó como una lanza. Fina, dura, recta. Me encantó esa forma. La agarré con una mano, le escupí la punta sin decir nada y me la metí en la boca hasta el fondo.

    Iba lenta, con ganas, haciéndole presión con los labios. Me encantaba chuparle la pija así, sentir cómo se le marcaban las venas contra mi lengua.

    Me colgaban las tetas, rebotando mientras bajaba y subía.

    —Mirá lo que sos, boluda… —murmuró, entre dientes, mirándome desde arriba.

    Mientras tanto, sentí cómo me corría la mano por el vientre, bajando. Me tocaba por encima de la tanga.

    Me rozaba los labios de la concha con la yema de los dedos, despacito, como si quisiera medir lo mojada estaba sin meterse de lleno todavía.

    Yo me arqueaba sin querer, con la pija enterrada en la garganta.

    —Estás empapada, putita —murmuró con la voz ronca.

    La solté con un beso húmedo, dejando que se deslizara de mi boca con un gemido bajo.

    Me subí sobre él sin pensarlo, dejando que la cabeza de su pija se fusionara con mis jugos, calientes y pegajosos, apenas al tocarme.

    La sentí al instante, larga, dura, y la fui metiendo despacio, sin apuro, disfrutando cada centímetro que entraba en mí.

    —Uy, así —me susurró, mirándome fijo.

    Los ojos se me iban para atrás mientras lo cabalgaba con desesperación. Subía y bajaba sobre su pija dura.

    Me volvía loca cómo me tocaba: una mano firme en mi cintura, la otra recorriéndome las tetas, apretándolas, pellizcándome los pezones con bronca.

    —Trola de mierda —me gruñó entre dientes.

    Yo no respondí, solo seguí como una yegua desatada, con el pelo pegado a la cara y las uñas marcándole el pecho.

    Me bajó de un empujón, me puso en cuatro sobre la cama y me nalgueó con fuerza, cada golpe retumbaba en mi piel.

    Me la volvió a meter desde atrás, duro, sin piedad. Me tiraba del pelo con ganas, y yo no hacía más que pedirle, jadeando.

    —¡Más fuerte, más fuerte! —le decía. Él me respondió con embestidas más duras, obedeciendo cada súplica.

    Después me levantó contra su pecho y seguía bombeando sin pausa, apretándome las tetas con bronca, besando mi cuello hasta dejar marcas.

    —¿Te gusta que te coja así, puta? —me susurró al oído, la voz ronca y áspera. Yo no podía hacer otra cosa que gemir.

    Cambió de posición. Me agarró del brazo y me hizo sentar sobre su pija, de espaldas.

    Me dejé caer con un gemido agudo, sintiendo cómo me abría de nuevo. Mi culo rebotaba con fuerza y el ruido del choque era obsceno, húmedo, desesperado.

    —Eso, movete, putita —me dijo, jadeando detrás mío. Yo gritaba sin control. Los gemidos ya no eran gemidos, eran gritos animales, rotos.

    Él me agarraba fuerte de las caderas, marcándome con los dedos. Me tiraba el pelo hacia atrás hasta que me arqueaba entera, y me daba nalgadas con rabia, una tras otra, haciéndome arder.

    —Sos una puta asquerosa, ¿sabés? —gruñó. Yo asentía entre gritos, con la voz temblando.

    Cuando estaba por acabar, me empujó con fuerza para que me arrodille.

    Le agarré la pija y me la metí en la boca sin dudar. Chupé con desesperación y acabó en mi garganta. Mientras eyaculaba, me sostuvo la cabeza con violencia, hundiéndomela hasta el fondo. No me dejaba respirar.

    Me ahogué. Hice arcadas. Se me cerraron los ojos del dolor y el ahogo. Me tragué toda su leche como pude.

    —Viniste calladita, seria… y terminaste de rodillas, tragando leche como una puta —tiró mirándome desde arriba.

    Cuando me soltó, tosí fuerte. Tenía lágrimas en los ojos. Me limpié los labios con el dorso de la mano, sin decir nada.

    Le acaricié la pija con ternura, con la yema de los dedos, como si me diera pena que ya se le bajara.

    Pablo me miró desde arriba, con la cara fría. Sin avisar, me dio una cachetada seca en la mejilla. El golpe me hizo girar la cabeza.

    —Ya está —ordenó.

    Se puso el pantalón sin apuro, con las manos lentas, casi aburridas.

    —La concha de la lora —murmuró, mientras agarraba el celular del piso y se encendía un cigarro, sin mirarme.

    Yo me puse de pie en silencio. Agarré mi tanga del piso, me acomodé el vestido, me limpié la boca con el dorso de la mano.

    Tenía las mejillas rojas, las piernas temblando, la garganta áspera. No hubo despedida. Ni una palabra más.

    Salí del cuarto con las piernas flojas. El pasillo olía a humo, a transpiración, a alcohol. Afuera ya empezaba a amanecer. El cielo se aclaraba de a poco.

    Me fui sola, pensando en lo mucho que me gustó.

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  • Pasión fetichista

    Pasión fetichista

    Cuando conocí a la señora a quien denominare “J”, rondaba los sesenta años, su presencia era un torbellino de magnetismo. con una presencia magnética que exudaba una autoridad sensual, en dicho momento se encontraba envuelta en un vestido de cuero negro que se adhería a su figura como una segunda piel. Sus botas de cuero, altas hasta los muslos, brillaban con un lustre hipnótico, el tacón resonando con cada paso como un latido. Sus manos, enfundadas en guantes largos de cuero negro que alcanzaban los codos, se movían con una elegancia deliberada, cada gesto amplificado por el crujido del material.

    También en dicha oportunidad conocí a su hija a quien denominare “Y”, de unos treinta años, era una figura silenciosa y sumisa, siempre obediente a los deseos de su madre. La señora J me recibió con un cariño que pronto se volvió recíproco. Su cultura y carisma eran irresistibles, pero lo que verdaderamente capturaba mi atención era su estilo: siempre vestía con elegancia fetichista, luciendo botas de cuero negro que subían hasta las rodillas, brillantes bajo la luz, y guantes largos que envolvían sus manos con una sensualidad casi hipnótica.

    Notó mi fascinación por esas prendas y, con una sonrisa cómplice, alimentaba mi deleite al lucirlas con mayor frecuencia, comenzó así a incorporar capuchas de cuero en sus atuendos: una de rostro entero, con orificios precisos para los ojos y la boca, que transformaba su rostro en una máscara de misterio y poder. La capucha, ajustada como un guante, resaltaba el brillo de sus ojos, y su voz, al hablar, adquiría un tono aún más seductor, resonando desde el interior del cuero, lo que me causaba fascinación y un gran atractivo erótico.

    Una noche, tras varias semanas de conocernos, me invitó a pasar la velada en su hogar. La cena transcurrió en un ambiente cálido, casi ceremonial, con la señora J enfundada en un corsé de cuero negro que moldeaba su figura y botas altas que resonaban con cada paso. Me asignó una habitación para dormir, pero la noche tomó un rumbo inesperado. En la penumbra, la puerta se abrió y allí estaba ella, la señora J, elevó el ritual fetichista a otro nivel. Al abrir la puerta de mi habitación, la vi envuelta en un catsuit de cuero negro reluciente, tan ajustado que parecía fundirse con su piel.

    La capucha de rostro entero que llevaba, con detalles metálicos en los bordes, cubría su cabeza por completo, dejando solo sus ojos y labios expuestos, pintados de un rojo profundo que contrastaba con el negro brillante. Sus botas de plataforma, altas y con cordones que trepaban hasta sus muslos, crujían con cada paso. Sus manos, enfundadas en guantes de cuero negro que se extendían hasta los hombros, sostenían una fusta de cuero trenzado, cuya punta rozaba el suelo con un susurro amenazante. Al acercarme, mis dedos temblaron al acariciar el cuero de su catsuit, sintiendo la calidez de su cuerpo a través del material.

    Cuando desabrochó el cierre oculto en la entrepierna, el aroma del cuero impregnado con su esencia me envolvió. La capucha amplificaba cada gemido suyo, reverberando como un eco oscuro mientras la lamía con devoción, guiado por sus manos enguantadas que apretaban mi nuca con firmeza, después con mi pene erecto a su máximo extensor, penetre a la señora J quien gemía de placer.

    No me había dado cuenta, pero Y entró en la habitación, su cuerpo envuelto en un traje de látex negro brillante que reflejaba la luz como un espejo oscuro. Llevaba una capucha de rostro entero de látex, con pequeños orificios para respirar, que moldeaba su rostro en una silueta anónima y sensual. Sus manos, cubiertas por guantes largos de cuero negro, sostenían un dildo que manipulaba con precisión, mientras sus ojos, apenas visibles tras la capucha, brillaban con deseo. Sus botas de plataforma, también de cuero, alcanzaban las rodillas y emitían un crujido rítmico al moverse.

    Cuando sentí su lengua explorando mi cuerpo, la textura de su capucha rozando mi piel añadió una capa de intensidad al momento. La combinación del látex de su traje, el cuero de sus guantes y botas, y la capucha que ocultaba su rostro me llevó a un éxtasis abrumador, de pronto sentí una lengua cálida explorando mi ano; por cuanto Y, quien, con una mezcla de sumisión y audacia. La combinación de sensaciones me llevó al límite, y exploté en un orgasmo avasallador que pareció detener el tiempo.

    Así comenzó una relación peculiar, marcada por encuentros cargados de fetichismo.

    En otro fin de semana que la viste la señora J, me mostro su armario secreto. Que era un templo del fetichismo. Allí, entre corsés de cuero relucientes y catsuits de látex, había una colección de capuchas de rostro entero: algunas de cuero suave con cremalleras plateadas, otras de látex brillante con detalles metálicos, todas diseñadas para transformar al portador en una figura de deseo absoluto. Al mirar mi asombro y deseo con una sonrisa pícara, me preguntó si quería probar algo de su colección, asentí.

    Me entregó una capucha de cuero negro, con orificios para los ojos y la boca, y al colocármela, el mundo se redujo a la sensación del cuero apretando mi rostro, el aroma embriagador y el sonido amortiguado de mi propia respiración. En dicha ocasión Y portaba guantes largos de charol que reflejaban la luz, tomó mis medidas con una cinta métrica, sus movimientos precisos y rituales. Luego, se arrodilló, su capucha de látex brillando bajo la luz tenue, y me ofreció una felación, mientras la señora J, enfundada en un catsuit rojo sangre y una capucha de rostro entero con tachuelas metálicas, observaba desde su sillón de cuero, golpeando rítmicamente una fusta contra una de sus botas.

    Semanas después, la señora J me sorprendió con un regalo: un traje completo de Heavy Rubber, que era una obra maestra: negro, reluciente, con botas integradas que subían hasta las rodillas y guantes ajustados que cubrían cada dedo. La capucha de rostro entero, con detalles metálicos y orificios mínimos, transformaba mi rostro en una máscara de poder anónimo. Y, con una capucha similar de látex negro, lubricó el traje para que se deslizara sobre mi piel, el crujido del material acompañando cada movimiento. que cubría cada centímetro de mi cuerpo.

    Sus botas integradas, guantes ajustados y una máscara con detalles metálicos me transformaron en una figura imponente. Y, obediente, me ayudó a enfundarme en el traje, lubricando el látex para que se deslizara sobre mi piel. Cada movimiento era una delicia sensorial, el látex crujiendo con cada roce.

    Después de dicho momento los fines de semana y vacaciones se convirtieron en rituales de pasión: follaba a la señora J mientras ella generalmente lucía un catsuit de látex brillante, botas altas y una máscara que dejaba solo su boca expuesta para besos intensos. A veces, conversábamos enfundados en nuestros trajes, el látex amplificando cada roce; otras, nos entregábamos al amor con una intensidad casi ceremonial. En dichas sesiones Y siempre estaba allí, observando o participando tímidamente, sus manos enguantadas explorando su propio cuerpo o, en ocasiones, el mío.

    Lamentablemente el tiempo, los estudios y las circunstancias nos alejaron. Años después, supe que la señora J estaba gravemente enferma. En cuanto supe lo anterior la visité y, aunque débil, seguía siendo una visión de poder, usando un corsé que parecía desafiar su fragilidad. Me habló de Y, pero sus palabras eran confusas. Para calmarla, me arrodillé y le ofrecí un cunnilingus, un último acto de devoción que la hizo suspirar de placer. Nos despedimos con una promesa tácita de recordar aquellos días, visitándola cuando podía Semanas después, supe de su fallecimiento.

    Acudí al velorio vestido con una camisa negra y un pantalón de cuero, un homenaje discreto a nuestra historia. Allí conocí a la otra hija de la señora J, una mujer elegante que solo había escuchado su existencia de palabra, ella me recibió con un atuendo que evocaba a su madre: un traje de cuero negro impecable, botas altas de plataforma, guantes largos de charol que le daban un aire de dominatrix regia. Los dos hombres a su lado, vestidos con trajes negros y la atendían con devoción, en esa instancia vi a Y vistiendo de negro con gran aflicción, dándole un abrazo como consuelo, al que ella respondió efusivamente.

    Después del funeral, quedamos de reunirnos por un asunto sin determinar en el apartamento de la señora J, al rato de nuestra conversación, después de confesarle la peculiar relación tenía con su madre, con una sonrisa que evocaba a la señora J, me confesó ser una dominatrix profesional. Luego, me reveló algo inesperado: su madre me había dejado una herencia. Sorprendido, aseguré que no necesitaba nada más que los recuerdos, pero ella insistió. Me entregó un documento legal que detallaba la herencia:

    Esta incluía la colección de ropa fetichista: decenas de capuchas de cuero y látex, desde diseños minimalistas hasta piezas ornamentadas con tachuelas y cremalleras, el departamento, una suma considerable de dinero. Pero había una condición que me sorprendió, debía convertirme en el amo de Y, por al menos diez años, en una relación 24/7. Después de terminar de leer el testamento, mientras procesaba la información Y entró, vestía un catsuit de látex negro y su capucha de rostro entero con detalles plateados la hacían parecer una figura de otro mundo.

    Al arrodillarse, me entrego correa de cuero que estaba unida a un collar adornado con remaches, y la capucha que llevaba amplificaba el brillo de sus ojos suplicantes. Se arrodilló a mis pies, rogándome que la aceptara como mi esclava. Me confesó que, desde el primer día que me conoció, había soñado con servirme, pero el respeto por su madre la había detenido. Ahora, ofrecía su cuerpo para mi placer, pidiéndome que la azotara y la dominara. Miré a la otra hija, quien asintió con una sonrisa. Acepté, y mi nueva esclava Y, con lágrimas en los ojos, me entregó una correa unida a un collar de cuero que rodeaba su cuello. Tomé la correa, sellando simbólicamente nuestro pacto.

    Mas tarde en nuestra nueva habitación, el látex y el cuero se convirtieron en nuestro idioma. Cada noche, enfundados en trajes completos y capuchas de rostro entero, explorábamos un mundo de sumisión y deseo. El crujido de las botas de plataforma, el roce de los guantes largos y el susurro de las capuchas al moverse creaban una sinfonía sensorial. Y, con su capucha de látex brillando bajo la luz, se entregaba a mí, su cuerpo temblando bajo el cuero de la correa que sostenía. Cada encuentro era un ritual, donde las capuchas de rostro entero nos transformaban en figuras de deseo puro, unidas por el cuero, el látex y una pasión sin fin…

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  • El hijo de Eva, su criada y yo

    El hijo de Eva, su criada y yo

    Aquella mañana Eva me llamó, como quizá recuerden los que sigan mis historias Eva era una mujer de un cierto nivel social y muy beata a la que había logrado emputecer y hacerla mi sumisa, el motivo de su llamada era para decirme que esa tarde libraba Elena, su criada filipina, y que su hijo Román tampoco iba a estar en casa, por lo que podríamos estar las dos solas, Supongo que para sorpresa de mi putita rechacé la oferta argumentando que tenía otro compromiso.

    Lo que Eva no sabía, es que en su tarde libre Elena la iba a pasar en mi casa, y que lo mismo sucedía con su Romancín, aunque cada uno ignoraba la presencia del otro.

    La primera en llegar fue Elena, la había citado una hora antes que al hijo para poder estar solas las dos un rato y poder planear lo que íbamos a hacer, Elena vestia muy sexy, yo había ordenado a Eva unas semanas antes ir con ella de compra y que esta adquiriera lo que le apeteciera. Cuando abrí la puerta la besé con ganas, la dije lo sexy que estaba y me la llevé a la cama.

    Ya en la cama ella abrió el escote de mi vestido y comenzó a acariciarme las tetas, yo hice lo mismo y las dos impresionantes tetas de la filipina aparecieron ante mis ojos, comencé a chupárselas, me encantaba hacerlo, mientras con mis manos se las sobaba. Pero Eva tomó la iniciativa cogió sus manos mis tetas y se puso a amasarlas, lo hacía maravillosamente bien y me dejé hacer.

    Pero Eva no se conformó con esto sino que se puso a acariciarse sus tetas para que estas se pusieran bien duras, y después, sujetándoselas las acercó a las mías, yo me las sujete y aproximamos nuestros pechos hasta que se juntaron, después me tumbó en la cama y se puso encima de mi sin que nuestras tetas perdieran contacto, en esta postura llevó su boca hasta mis tetas y de nuevo se puso a chupármelas, yo en ese momento estaba tan excitada que no pude evitar llevarme una de mis manos a mi coño y masturbarme metiéndola por debajo de mi tanga.

    Elena que quitó el tanga y primero llevo sus tetas hasta mi sexo e hizo que estas se tocasen con mi sexo, después llevando su lengua a mi coño comenzó a mamármelo, no sabía si tenía experiencia de antes, o había aprendido conmigo, pero el asunto es que me estaba dando un placer enorme, sabía cómo atacar mi coño, me estaba volviendo loca de placer, y no le costó que me corriera.

    Ahora me tocaba a mi vengarme, la quité las bragas a ella y su coño apareció ante mí, primero le acaricie con mis dedos, ell se puso a gemir, después utilice mi lengua para esta tarea, como ya lo había hecho varias veces, sabía en que puntos del mismo podía lamer para provocarle más placer, y sus gemidos me demostraban que estaba lográndolo, no tarde en hacer que se corriera y una gran cantidad de sus líquidos fue a par a mi boca, ya más calmadas, pasado el primer calentón pase a contarle u poco a Elena lo que iba a suceder esa tarde:

    Dentro de un rato va a venir a vernos un joven, podemos jugar con él pero no podemos follar, es virgen y debe de seguir siéndolo, hasta que alguien muy especial de encargue de desvirgarlo, no vamos a ser ni tu ni yo, pero si alguien que conocemos y te va a sorprender.

    -¿Y quiénes son ellos?, preguntó Elena,

    -Te va a sorprender mucho

    -Bueno ya que me dejas con las ganas de saber quiénes son no me dejes con las ganas de comerte el coño de nuevo, dijo Elena.

    Por supuesto no la iba a dejar, y poniéndome encima de ella, en posición invertida, la boca de cada una se juntó con el coño de la otra y comenzamos a comernos con verdadera ansia. Y en esas estábamos cuando sonó el portero automático, ordené a Elena permanecer en la habitación mientras yo iba a abrir, y eso hice.

    Cuando abrí la puerta ya apareció Román vio como con mi dedo le hacía una señal de permanecer en silencio, y así le conduje hasta el salón, donde le ordené sentarse en el sofá. Después, cuchicheando, ordené a Elena vestirse e ir al salón, cuando llegó a estr sitio tanto ella como el hijo se llevaron una gran sorpresa, y fue Elena la primera en hablar.

    -Vaya, así que aquí es donde pasa el señorito las tardes, cuando dice que va a la biblioteca.

    Román no sabía dónde meterse, se sentía avergonzado de haber sido pillado en una mentira, se levantó del sofá, e hizo ademán de irse, pero entonces Elena le dijo:

    -Tranquilo Romancín, era como le llamaba cariñosamente su madre, si tú haces lo que yo te diga, ni tu mami ni tu papa sabrán el hijo tan mentiroso que tienen

    -¿Qué tengo que hacer? preguntó él nervioso y asustado, te daré todo el dinero que me pidas.

    El dinero no tiene que ver, respondió Elena, sino el hecho de que seas obediente conmigo, hizo una pausa, sino el que sea obediente conmigo, hizo otra pausa y añadió, una de las diferencias que tienes con tu padre es que tu no vienes a mi habitación alguna noche.

    -¿Mi padre va a verte a tu habitación para pecar?, preguntó asustado.

    -Así es mi niño, dijo Elena, y lo primero que quiero hacer es comparar vuestros tamaños.

    Acto seguido le desabrochó los pantalones, bajándoselos hasta el suelo, y después cogió con las dos manos el bóxer y se lo bajó ligeramente hasta dejar su polla al aire, al verla dijo:

    -La tienes un poco más grande que tu padre, pero tampoco es que sea una maravilla de la naturaleza, se la puedes meter a alguna chica, pero creo que no te va a venir mal que un negro te la meta por el culo alguna vez.

    El hijo de Eva estaba muy nervioso, sabía que su sexualidad iba a estar en manos de una mujer que no tenía por qué tenerle simpatía, Elena por su parte se subió el vestido hasta dejar al descubierto la totalidad de sus piernas y sus bragas, ante esa visión la polla del chico comenzó a endurecerse, mientras la criaba le masturbaba, y riéndose le dijo, con ironía:

    -¿Qué le pasa al señorito?, ¿Le pone caliente ver las piernas de su criada al descubierto?, ¿O son las bragas?, jajaja ¿sabe que su señor padre me las compró, para que las llevara puestas los días que viene a follarme porque le ponen muy cachondo? Jajaja, ¿O es la paja que le estoy haciendo?

    Elena paró la masturbación, y el chico llevó sus manos hacía su polla, para continuar haciéndolo él, pero Elena le dio un manotazo en ella y se lo apartó, mientras con una voz muy autoritaria le decía:

    -Hoy la señora soy yo, y es de mala educación que un hombre, bueno un chico, jajaja se masturbe delante de una dama. Los primero que el señorito tiene que hacer es bajarse los pantalones y quitárselos.

    Toman obedeció, después Elena le ordeno sentarse en el sofá la polla del chico estaba completamente dura, y Elena dijo:

    -Aquí lo primero es que el señorito vea como es una mujer de verdad.

    Y se quitó primero la blusa, después la falda y por último el sujetador, quedándose solamente con un tanga muy sexy, que como ya hemos visto le había regalado el padre del chico, y después mirando al chico le preguntó:

    -¿Te gusto?

    Tanto la cara del chico, como el estado de su polla confirmaban que si que al chico le gustaba la criada, esta volvió a llevar su mano a la polla del chico y se puso a acariciarla, mientras le repetí:

    -El señorito la tiene más bien normalita, pero más grande que su padre y me parece que tanto uno como otro están destinados a ser unos cornudos, debe aprender a aceptarlo.

    El chico parecía ajeno al discurso de la criada, pero no podía apartar los ojos de sus tetas, ella se dio cuenta y le ordenó:

    -Tócalas

    Román se mostró otra vez obediente y se puso a acariciarle los pechos, ella le sonrio y dijo:

    -Esta es otra cosa en la que no es que seas muy hábil, pero claro comparado con tu padre, y añadió, ¿Dime una cosa, quieres a tu padre?

    El chico negó con la cabeza, después dijo que le parecía un estúpido.

    En ese momento Elena apartó las manos del chico de sus tetas y acercó las mismas a la polla de él, después con una de sus manos la restregó entre sus tetas, mientras le decía:

    -Oye so cabrón, disfruta, pero no se te ocurra correrte sin mi permiso y por el momento no quiero que lo hagas.

    Como la señorita diga, dijo Romancín, comprendiendo su papel de sumiso.

    -Así me gusta, dijo ella, te has ganado un premio.

    Y después de decir esto, se puso de pie, mientras el chico seguía sentado en el sofá, y agachándose se puso a chuparle la polla, pero no estuvo mucho tiempo, le volvió a recordar:

    -Una cosa es que disfrutes un poco y otra que te corras.

    Después se inclinó sobre su señorito y puso la polla del chico entre sus tetas, y añadió:

    -Aquí tienes otra cosa que al cornudo de tu padre le encanta.

    Y comenzó a masturbar la polla del chico de nuevo, notaba cuando él disfrutaba y le dejaba hacerlo un poquito, pero no mucho, después paraba y reiniciaba el proceso, dejando al chico siempre con las ganas, mientras le decía:

    -Acostúmbrate cornudín

    Fue en ese momento cuando me decidí a entrar, Elena refiriéndose a mí, le dijo al chico:

    -Mira niñato, aquí tenemos a nuestra gran diosa, y es nuestro debe rendirla culto, ponte detrás de ella y quitarla la falda

    El chico, una vez más obedeció y yo me quede con solo un tanga ligerísimo tapando mi coño, en ese momento la criada ordenó a Romancín inclinarse un poco, hasta que su polla, que seguía durísima, entrara por debajo de la prenda que tapaba mi coño, Elena por su parte se arrodilló y comenzó a acariciar mis muslos, a mí esto me resultaba tremendamente excitante.

    Al cabo de un rato Elena dijo:

    -Ama Isabel ¿Me dejas hacer cosas con él?

    -Por supuesto, por supuesto, dije yo, sorpréndeme

    Elena me pidió que me apartara y me pusiera a su lado, y después mirando al chico le dijo:

    -Dime cornudín, ¿A que te gusta que tu polla entre en contacto con las tetas de tu criada?

    Y sin esperar la aprobación de chico, que de otro lado se dio cuenta de que su respuesta no importaba nada, la criada arrimó sus tetas la punta del pene del chico, que hizo con su cara un gesto de placer. Se la tuvo así un rato hasta que sintió que Romancín está disfrutando mucho. en ese momento ella me pidió que me pusiera a su lado y las dos nos pusimos a sobar la polla del chico, se le notaba que estaba disfrutando, pero Elena dijo:

    -Si seguimos mucho así esta salido se va a correr, vamos a cambiar de actividad.

    Y me pidió que me pusiera de pie, y que alzara una de mis piernas hasta que rozara con la polla del chico, yo alce una de mis piernas y la puse en ángulo, hasta que tocó con la polla de Romancín, cuando lo hice Elena con la palma de la mano empezó a guiar la polla de nuestro invitado, que ante el taco de nuestros cuerpos comenzó a ponerse bien dura, le dejamos disfrutar un poco. En ese momento Elena me dijo:

    -Creo que una vez me dijiste que tenías una fusta que algunas veces usabas von tu marido.

    Era cierto y así se lo afirmé, ella me pidió que fuera a por ella, y así lo hice, después la criada me pidió que volviera a poner una de mis piernas en ángulo hasta volver a conectar con la polla del chico y le dijo:

    -So vicioso, se que te mueres de ganas de probarlo, pero para que lo hagas en serio tendrás que ser muy vicioso y cornudo, mientras vas a dejar que tu mamita, que soy yo y la tía Isabel te hagan cositas.

    Y me hizo un gesto para que las dos nos pusiéramos a acariciarle la polla nuevamente. Tras ello Elena le dijo:

    -Ahora vas a confesar a te nosotras lo vicioso, o lo tonto que eres. ¿Dime cornudín te la meneas?

    El chico hizo una señal de que si

    -Así me gusta que seas sincero, dijo Elena.

    -¿Con las bragas de tu madre?, le pregunté yo.

    Esta vez la respuesta fue negativa, y Elena le sacudió con la fusta en el pecho, y le dijo:

    -Este golpe por tonto.

    -A partir de hoy, le dije yo, salvo que Elena o yo te digamos otra cosa te vas a hacer pajas sobre la ropa de tu madre, y pobre de ti como la criada no veamos que se lo haces.

    El chico puso cara de asustado, pero a la vez sentíamos que iba a disfrutar con la tarea. Pero Elena no se conformó solo con eso, sino que le dijo:

    -Ahora te vamos a enseñar lo que te puede suceder si no eres un chico obediente.

    Me hizo una señal para que le diera un pequeño golpe con la fusta en su pene, no lo hice muy fuerte, pero el chico al recibirlo soltó un sonido mezcla de grito de dolor y gemido de placer, y para mi sorpresa su polla se puso aún más dura, en ese momento Elena dijo:

    -Mira el muy cabrón se empalma ante la amenaza de un castigo, jajaja

    Con la fusta sobre la polla del chico, le dije a la criada:

    -¿Qué te parece si este joven, cuando a ti te apetezca te hace visitas nocturnas, a tu cuarto, igual que hace su papa?

    -Por mi encantada, dijo Elena.

    -Eso sí, nada de que te la meta por ninguno de tus agujeros, la terea de desvirgarle se queda para quien se queda, añadí, aunque ella aún no lo sabe.

    Elena entendió mi idea y me dijo:

    -Que perversa eres, jajaja, pero ahora yo quiero hacerle algo especial.

    -Por supuesto querida, dije yo.

    Elena fue a por una silla que había cerca y se sentó en ella, se puso los zapatos, de tacón que había traído, me pidió que sujetara la polla del chico y se la meneara, cuando la tuvo bien dura acercó el empeine de su zapato a la polla del chico y se puso a rozarla, mientras le decía:

    -Mientras no contradiga a tu ama Isabel, me reconocerás como tu ama, aceptaras cualquier orden que dé incluso si es contraria a lo que a ti te apetezca y aunque perjudique al cornudo de tu padre y a la tonta de tu madre.

    -Si mi ama Elena, asó será seré tu perro y tu esclavo y solo a tu y al ama Isabel obedeceré.

    -Asó me gusta, dijo la criada.

    Y mientas yo se la sujetaba, ella con su zapato seguía rozando la polla del chico, que no podía ocultar el placer que esta situación le estaba produciendo, Elena muy segura de si misma seguía masturbando la polla del chico que demostraba haber perdido cualquier reserva a manifestar su condición de sumiso hasta que se corrió y una parte de su semen fue a parar al pie y al zapato de su nueva dueña.

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  • Economista y prosti: Vacaciones y excepciones (2 – final)

    Economista y prosti: Vacaciones y excepciones (2 – final)

    ¡Hola! Continúo con mi puesta al día de “reuniones inevitables” que fueron excepciones a mis vacaciones.

    Capítulo 2: De vacaciones, pero…

    Después de nuestra disfrutable estadía en el Este con Sam, pasamos unos días divinos con Tommy en Montevideo, él ya trabajando. Luego yo pasé tres días maravillosos en Colonia del Sacramente, que nos encanta, con dos amigas y ex compañeras de Universidad. Somos muy amigas aunque ellas ignoran todo de mi “segunda actividad”. Además de ser muy amigas, de mi edad un año más o menos, ambas son hermosas, delgaditas, más bajitas que yo, cuernitos delgados perfectos, tetitas de juguete pero divinas.

    Una de ellas, Maca, más abierta y libre, casada. Estábamos en una habitación triple y no vacilaba en salir desnuca o casi, de la ducha hacia el dormitorio (igual que yo).

    La otra, Sandra, mucho más reservada y tímida, al borde del casamiento, cada vez que oía que una de nosotras estaba por salir de ducharse, se ponía a mirar el Río desde la ventana, y siempre salía del baño totalmente te vestida. Pero las tres somos excelentes amigas.

    Y estando en Colonia (siempre la llamamos así) recibí en el putifono, que nunca abandono, una llamada de Tib, el magnate farmacéutico argentino.

    Debí alejarme de mis amigas para atenderlo.

    En resumen, aunque había recibido mi mensaje de que estaría de vacaciones todo mayo, me solicitaba muy especialmente que lo recibiera en Montevideo junto a dos de sus Gerentes regionales de Argentina, pues vienen a mi ciudad a estudiar el abrir un Laboratorio más en el país, no necesariamente en Montevideo.

    Comprendía él que estaba yo de vacaciones, pero me prometía “lo que pidas”.

    –Pero Tibu, claro que puedo hacer una excepción a mis vacaciones, para ti lo que sea, y propongo una conferencia para ti y tus gerentes en mi oficina de Montevideo, y además con hermosa puesta en escena.

    –¿Ellos saben algo?

    –No Sofi, es reunión de trabajo, no saben nada de que quiero presentarte a ellos (y más que presentarte, claro). Veré fechas posibles y vuelvo a llamarte.

    En dos horas me llamo nuevamente y debí nuevamente dejar a mis amigas, que al regreso me preguntaban con quién hablaba en secreto, etc. etc.

    En resumidas cuentas, Tib aceptaba venir la semana siguiente, sin que sus dos Gerentes sospecharan nada, y reservaba para mí de martes a miércoles.

    Le sugerí enviarle al día siguiente el plan de la reunión y aceptó. Terminamos nuestro paseo con mis amigas, regresamos a Montevideo y preparé junto a Tommy la propuesta / resumen de la reunión y se lo envié a Tibu (se acuerdan, espero, que le digo Tib o Tibu por aquello de que es el Tiburón Blanco de la industria farmacéutica).

    El plan era el siguiente, un poco abreviado:

    A) Salud garantida de todos. Tib debería asegurarse eso, pidiéndoles análisis de todo tipo (no solamente de ETS), como nueva rutina de la compañía, era mi sugerencia para no llamarles la atención. Resultó ser que por requerimiento a su personal de alto nivel, ya les exige chequeo de salud completo, no sería problema.

    B) Conferencia sobre Compañías, Situación Internacional y Finanzas Personales y posterior sesión de preguntas.

    C) Deriva de la situación hacia muestra de videos sugerentes y “desfile”.

    D) Yo quedaba a la espera de lo que deseaba Tib obsequiar a sus Gerentes, de lo cual dependería el arancel. Por la índole de la conferencia, no estaba previsto que Tommy estuviera en ningún momento.

    La respuesta fue casi al instante, todo aceptado, y quería él también ser sorprendido por los videos y el desfile, por lo tanto ningún detalle previo. Proponía que sus Gerentes luego del desfile tuvieran una sesión individual conmigo, posteriormente, noche a solas él y yo, y el miércoles de mañana, hasta la hora de regresar a Buenos Aires, una sesión grupal, no muy exigente, pues entendía que yo quizás, podría estar cansada. El arancel propuesto por mí era el usual internacional en dólares de 3 k cada uno, pero para redondear, dije que lo dejaríamos en 8k total, y obviamente él se haría cargo de todo, transfiriendo a mi compañía a título de Honorarios por Conferencia. Y así quedó convenido.

    Era ya martes y Tommy se dedicó a preparar los videos a exhibir en la pantalla de mi oficina en el momento oportuno, y yo a preparar la conferencia, teníamos una semana para preparar todo.

    Finalmente, llegó el día que habíamos marcado, aunque ellos llegaron con bastante retraso, debido a sus otras tareas en la ciudad, a eso de las 3 pm del martes de la semana siguiente.

    A raíz de eso, cuando llegaron a mi oficina, decidimos pasar directamente a mi disertación, dejando para el final, solicitar jugos, refrescos y dulces para una merienda al terminar esa parte. Solamente Tibu y yo sabíamos que habría mucho más.

    Sobre las 4 y 30 pm finalicé la exposición del tema, y propuse un pequeño intervalo para ponerme más cómoda para la sesión de preguntas y aclaraciones, y para la merienda siguiente.

    Hice el pedido a mi confitería de confianza, me lo entregaron a los 45 minutos, y fui a dejar mi conjunto de riguroso traje sastre y pasar a pantalón de tipo

    vinilo símil cuero, negro, con camisa blanca, seria pero sugerente, con mis tetas casi todo es sugerente ja ja.

    Al volver, conversamos un par de minutos acerca de generalidades, les encantó que proyectara los datos y gráficos en una super pantalla y que ellos estuvieran ubicados en cómodos sillones frente a la TV.

    Comenzamos con una larga sesión de preguntas y ampliación de datos, que yo aproveché para cada vez que pude colocarme para señalar algo de frente al televisor y de espaldas a ellos… luciendo mi ajustadísimo pantalón de vinilo.

    Llegó el pedido para la merienda, aproveché para caminar frente a ellos moviendo ostensiblemente el trasero al ir a recibirlo.

    Poco a poco el tema se agotó a satisfacción de ellos. Hasta que uno de los Gerentes, por ahora no pondré seudónimos, pidió la palabra, pensé en una pregunta más, acerca de economía o finanzas.

    –Por favor, una pregunta más, con el mayor respeto… ¿Podrás sacarte el pantalón cuando termines el día? Lo veo difícil. Hubo risas generalizadas.

    –Ohhh… claro que sí. Tengo experiencia en eso. Se lo sostiene estirado y una va moviendo el cuerpo mientras baja el pantalón, o simplemente, a partir de la cintura lo va enrollando hacia abajo, ¡y hecho!

    –Ya hemos aprendido algo nuevo, gracias.

    –Y ya que hemos terminado la parte técnica, que es la que ocupa mi actividad como Economista, me permito invitarlos, mientras van merendando, a que conozcan un poco más mi actividad personal. Les traeré café, para complementar los refrescos, me ausentaré unos minutos y mientras tanto les proyectaré un video personal para que me conozcan mejor por si, ojalá, seguimos relacionándonos en el futuro.

    Así lo hice, y les puse a correr un video que preparó Tommy, con filmaciones mías que avanzaban desde estar de compras en algún Mall, hasta fotos de la estadía en París cuando nuestro amigo nos invitó a ir, y de a poco derivaba a tomas lejanas en playa, tomas cercanas de playa, pasando de malla enteriza a bikini, y varias tomas en la piscina de mis suegros con el bikini que me prohibieron en el crucero. Cuando regresé, al final del video, vestía mi querido mini vestido strapless elastizado y metalizado color plata, con altísimos tacos.

    La exclamación fue inmediata, de parte de quien me había consultado antes:

    –Ohhh evidentemente pudiste quitarte el pantalón.

    –Se lo dije, ja ja. Y por cierto no quería que quedara ninguna pregunta sin respuesta.

    Les serví café o refresco adicional para que me tuvieran bien cerca.

    –Habrán visto que me encanta la playa y las compras, entre otras cosas.

    –Ciertamente dijo Tib, y ¿podrías decirnos si tienes otras aficiones?

    –Soy una persona muy abierta. Les cuento que intenté ser modelo en mis 20 años, pero faltaba algo de estatura y sobraban dos centímetros de cadera y de busto ja ja ja.

    –Estoy en desacuerdo con eso dijo uno de ellos, no sobra nada.

    –Pues bien, les cuento que desde esa época me ha quedado una cierta afición a desfilar, y lo he hecho varias veces. Si lo desean podemos ver algún video de esos desfiles de aficionada. Iremos conociéndonos mejor. Hubo unanimidad por el sííí.

    Me senté entre ellos, cuidando de mostrar tanto como fuera posible los muslos, dejando que el vestido se subiera. Se proyectaban imágenes de los desfiles de “subasta” y también de algún desfile privado para papá, Tomás y Tommy; nunca imágenes que me mostrara desnuda o casi. Más bien en micro vestido, minifalda, bikini o en soutien media copa y culotte.

    No les miento ni les exagero, hubo aplausos. Y tomó la palabra Tib: –Pues quienes no te contrataron se lo perdieron.

    –Bueno, eso ya es cuestión de opinión.

    –Nos ha maravillado conocer esa variante de tu personalidad. ¿Sigues desfilando?

    –Solamente en situaciones muy especiales y dónde hay mucha confianza.

    –¿Todos esos señores son de confianza?

    –Totalmente de mi confianza… se lo ganan.

    –Y si no es demasiada curiosidad, ¿cómo se ganan tu confianza?

    –De cierta manera que surgió inesperadamente por una pregunta de mi marido.

    –Mi marido ha sido mi único hombre desde la adolescencia hasta fin de enero de 2024. Una noche me preguntó si estaba conforme con eso.

    –Mmm ¡eso suena picante!

    –Mi respuesta lo sorprendió, pero accedió.

    –Quiero saber, dijo uno de ellos.

    –Le respondí que era completamente feliz con él, y lo sigo siendo, pero que me intrigaba saber cómo sería estar con otro hombre, y también que se sentiría al recibir dinero por sexo.

    –¡Tremendo! ¡Increíble! ¡Qué sorpresa! Fueron comentarios que alcancé a oír.

    –¿Y?

    –Estuvo de acuerdo en que probara ambas cosas. Pero me dijo: “Si vas a ser puta, debes ser la mejor y la más cara”. –Y yo le tomé la palabra.

    –Maravilloso. Y uno de ellos preguntó: “¿Podríamos tener un desfile?”

    Y ahí la sorpresa: –Uds. no lo saben, pero mi amigo Tib es tan gentil que ha contratado un desfile para Uds.

    Lo aplaudieron, y yo dije que si estaban de acuerdo comenzaría el desfile, pero que mientras iba a cambiarme al dormitorio del piso superior, (antes me había cambiado en el dormitorio de abajo), les proyectaría imágenes. Y sugerí, los lectores lo imaginan, que se acercaran al pie de la escalera para verme subir. Al llegar encima y segura de que habían vislumbrado mi culo, les advertí: –“Es desfile, me toquen”.

    Opté para la primera pasada por microfalda roja plisé soleil, con micro tanga debajo, y crop top negro sin nada debajo. Tacos altos en zapatos rojos. Ni que decir, que al bajar la escalera del estudio, las tetas se bamboleaban en gran forma.

    Mientras esperaban, habían estado viendo un breve video de desfiles en conjuntos de liguero (alto y bajo), tanga y soutien.

    Bajé y pasé un par de veces frente a ellos, asegurándome de mover bien tanto mi culo como las tetas, y paré entre ellos para comer un dulce.

    Obvio que cuando subí se agruparon al pie de la escalera y lograron ver más que la vez anterior pues la falda era realmente micro y al ser plisada, se movía muy libremente.

    Desde el dormitorio, les habilité un nuevo video de entretenimiento, cada vez más atrevido, con escenas de escalera en tanga hilo, lencería mínima y transparente, y también tomas lejanas desnuda en playa Chihuahua.

    Me “vestí”, es un decir, rápidamente.

    Bikini de terciopelo cubierta de lentejuelas doradas. La parte superior, dos triángulos sostenidos como en todos los bikinis con hilos dorados, el terciopelo de ésta parte, perfumado con toque de base peach, para que se transfiera discretamente a la piel. Abajo, dos triángulos que colgaban libremente, delante y detrás sostenidos por un cinturón dorado, el terciopelo discretamente perfumado con base de jazmín.

    Bajé, tratando (lo logré) que no se me escaparán las tetas del bikini. Pero dejaba que los triángulos inferiores por detrás y por delante se movieran libremente ya que simplemente cuelgan del cinturón.

    Cuando llegué a ellos, uno dijo: “Divina, mejor que en el video”. Los dejé contemplarme a gusto, parecía que en cualquier momento me tocarían pero se contuvieron.

    Pasé al lado de ellos, alguno respiró profundamente, casi seguro aspirando los perfumes de la base aterciopelada de mi bikini.

    –Amigos, mi próxima pasada será la última, dije, y al final, tendré que decirles algo.

    Nuevamente te subí la escalera, “la escalera al paraíso” suele llamarla Tommy.

    Desde la suite, les conecté en video con rápidos flashes en acción total. Siempre en fotos o imágenes filmadas en donde no se veían las caras de mis partenaires, que a veces eran Tommy, Tomás, papá, Manu o Vic. Me mostraban haciendo oral, penetraciones en misionero, en cuatro o en cucharita, y al final, unos veinte segundos, editados, de cuando el chofer afro–francés de Paul me la mete tanto en la concha como en el culo.

    Bajé, con stilettos negros, babydoll negro translúcido a mitad del culo, sin nada debajo. Me dediqué a pasearme frente a ellos, a veces haciendo giros para que el babydoll dejara ver mi pubis o mi culo, a veces se escapaba una teta que yo recién escondía varios segundos después.

    –Y ahora amigos, ya me conocen totalmente tanto en mi faceta economista como también en faceta de purifica… pero creo que Tib tiene algo que decirles a Ustedes dos.

    –Gracias Sofía. Lo que quiero decirle a mis queridos Gerentes, es que están invitados a conocer en forma íntima a Sofía. Los honorarios por la conferencia han cubierto todo.

    Los empleados abrazaron a Tibu, le agradecieron y él dijo: solamente decidan el orden para compartirla. Sus empleados dijeron al instante: –¡Vaya primero!

    Pero Tib aclaró que en realidad él iba a pasar la noche conmigo, ellos podrían divertirse ahora y volver el miércoles de mañana.

    Para divertirme e incrementar el deseo, que ya era evidente, moviéndome en forma pícara me fui quitando el babydoll, hasta quedar completamente te a la vista, y no conforme con quedarme desnuda, me puse a besar a Tibu.

    Uno de ellos aventuró: –¿ Y si fuéramos los dos? –¡Me encantaría! respondí.

    Me separé de Tib, me situé entre ellos y comencé a caminar hacia la escalera.

    Cuando comenzamos a subir, uno de ellos me puso una mano sobre el culo, al instante también el otro puso una mano sobre una nalga, y ambos subieron masajeándome las nalgas. Tib que nos miraba desde abajo, me contó después que era un espectáculo precioso.

    Me recosté en la cama, los pies hacia el piso y las piernas abiertas, mostrando e invitando… –Quiero verlos desnudos, dije.

    Al momento se desvistieron, físicos normales en señores +50, salvo por un detalle. Otra vez, no es la primera vez, un par de huevos que asombran, muy grandes y bien colgantes, no menos de 10 o doce cm de escroto colgante, bien relleno con esos huevos hermosos.

    No sé si ya habían tenido experiencias juntos, pero no mostraron timidez ni vergüenza por estar juntos conmigo. Los llamaré A y B simplemente, hasta ver si les pongo nombre cuando (lo prometieron) vuelvan a estar conmigo juntos o separados.

    A, es el de los huevos grandes, se dedicó a chuparme la concha, con gran dedicación al clítoris, para mi regocijo. Mientras tanto B se me puso de costado, y me daba su pija a chupar, alternando con chuparme y acariciarme las tetas, y a veces, besos de lengua.

    Debo decirles que la lamida de concha que me daba A era perfecta, lenta, babosa, metiendo a veces la lengua entre mis labios vaginales y siempre yendo al clítoris para lamer y chupar; y de continuo, la saliva cayendo a mi ano.

    Al cabo de un rato, sentí que lo que se deslizaba en mi concha no era una lengua, era la verga de A, que comenzó a frotármelo en toda la cocha y a veces subía a frotarla en los pelitos de mi landing atrio. Un placer total. Mientras tanto, B se dedicaba a besarme, a veces me escupía en la boca abierta, y alentaba a A: “metésela, está caliente”.

    Abrí aún más las piernas, y A colocó la pija en posición. Me la metió hasta aplastar sus pelos contra mi concha, y sentí el golpe de sus huevos contra el culo. La sensación del golpeteo de los huevos cuando comenzó a moverse es indescriptible, los sentía golpearme regularmente, al mismo ritmo que su verga iba y venía dentro de mí.

    Me faltaba la respiración y para poder jadear llevé la boca de B a mis tetas. Me mordía suavemente los pezones y eso me enloquece, ¡estos dos sabían portarse! Acabé, grité, tembló todo mi cuerpo, y sentí que A aumentaba su ritmo, y acabó dentro de mí, ¡Como lo gocé!

    Y lo mejor, no lo esperaba. Hizo una seña a su compañero e intercambiaron posiciones, A me dio sus huevos y pija a chupar. B tomó mis piernas por los tobillos y las mantuvo bien levantadas y abiertas. Y lo inesperado, sin dilatarme y lubricado por la leche que escurría de mi concha, me empezó a puntear mi adorado asterisco.

    Pensé que era imposible que me entrara, pero probó varias veces, no lo lograba, pasaba la verga por la puerta de mi concha y volvía a intentarlo, y al final, logré colaborar, relajarme y ¡entró!

    Luego de tener adentro la cabeza, mi relax fue total, confié en dilatar, y le pedí: “escupime y movete”.

    Lo hizo, y ya fue todo placer, pero eso no me impidió decirle que no me acabara adentro (ya saben que no es de mi gusto en el culo).

    Su compañero nos dejó disfrutar, contemplando como me culeaba su amigo, y cuando B se sintió venir, la sacó y me tiró todo su cum encima, senos, ombligo. Yo, enloquecida como estaba, lo recogí y me lo devoré. Mientras él se limpiaba la pija en mis pelitos y luego en mi lengua.

    Lo que siguió fue una fiesta de besos y manoseos. Y luego un descanso donde intercambiamos elogios, yo lo había disfrutado y ellos también.

    Acostados los tres conmigo en el medio, los comencé a masturbar, mientras me decían cosas lindas, entre ellas que mis tetas son muy similares a las de una actriz porno, A.D. Pero con mejores pezones, ¡nada menos!

    Respondieron en poco rato, cuando ya estaban con sus vergas casi duras, propuse darme una ducha “para que me tuvieran limpita”, a lo cual se negaron… ”Así estás perfecta”.

    Y comenzamos a hacernos oral. Yo me alternaba a chupar sus miembros y ellos se alternaban a chuparme las tetas, la conchita y, con mucha dedicación, el culo, lo que me hizo pensar en que nuevamente me iba a sodomizar alguno de ellos.

    Se las chupé hasta endurecerlos, y pregunté ¿Quién comienza?

    Y la respuesta me excito muchísimo: “¡Los dos!”.

    B se sentó al borde de la cama y me señaló su pija para que me montara… obediente lo hice, me metí bien a fondo su pija en la concha y me curvé un poco hacia adelante, ofreciéndole mis tetas a chupar. Mientras tanto, A se pasaba gel, que nunca me falta, en la poronga y se acercó por detrás, curvo un poco las rodillas, pues es alto, y enfrentó su glande en mi culo, mientras B se micía apenas para no dificultar la entrada.

    Un par de intentos y tenía también a A dentro de mí, y con mayor libertad de movimientos, imagino el escroto con sus huevos balanceándose al ritmo de la sodomía.

    Es difícil y a veces una siente que la están dilatando al límite, ¡pero sentir dos vergas yendo y viniendo es lo más!

    Era lógico, A se movía con más facilidad y cuando sintió que eyacularía, me la sacó del culo y me chorreó la espalda.

    B siguió hasta llenarme de fluido masculino, tibio y espeso, y nos dejamos caer en la cama nuevamente.

    De nuevo jugamos y charlamos. Me prometieron invitarme a su país o visitarme, y dijeron no tener inconveniente en pagarme lo que mencioné, pues “te lo mereces sin lugar a dudas”.

    Fuimos a ducharnos los tres, nos divertimos cuando uno de ellos “amenazó” con usar su miembro como manguera para colaborar en la ducha ja ja.

    Y ya vestidos bajamos a encontrarnos con Tib. Lógicamente quiso saber cómo había ido todo, y como había tiempo, fuimos todos a cenar. Nos divertimos, hice dos o tres exhibiciones de camisa abierta para calentar a Tib, A y B se fueron a su hotel y Tib se fue conmigo a pasar la noche.

    Lógicamente, ya estaba Tommy en mi oficina, se saludaron y Tommy, que estaba sabiendo todo simplemente nos dejó solos y se fue a dormir al dormitorio del piso inferior. Por suerte ya había ordenado y cambiado las sábanas del dormitorio en suite.

    No los aburriré con detalles de la noche con Tib. Solamente te decirles que se portó muy bien, que ningún orificio de mi cuerpo quedó con ganas y que planificamos algunas cositas interesantes para el futuro. Nos dormimos tarde, como siempre que duermo con un cliente, cogimos al despertar, y a las ocho de la mañana estábamos desayunando con Tommy, cuando llegaron A y B Tommy ya había salido a su trabajo, y cumplimos con la fiesta múltiple que estaba prevista como fin de esa aventura.

    Subí sola a la suite, vestida en babydoll y bata. Me preparé para recibirlos. Completamente desnuda, super perfumada y con una cadenita dorada a la cintura, con tres pequeños cascabeles sujetos a ella, que suenan al moverse.

    Subieron, y me fueron manoseando mientras se desvestían. Ya desnudos. Los hice tender en la cama, para chuparlos alternadamente. Mientras chupaba a cada uno los otros me manoseaban o me lamían el cuerpo. Largo rato disfrutamos así.

    Luego, decidí una vez más, llevar a cabo lo visto una vez en un video (no olvido lo que realmente te me gusta).

    Los hice acercar, siempre tendidos en paralelo. Y me monté a uno de ellos, ya con la concha húmeda y ellos con las pijas ensalivadas.

    Al instante desapareció la verga dentro de mí, y mientras comencé el sube y baja, alenté a los otros a masturbarse suavemente.

    Pasado un tiempo, me salí del primero y pasé instantáneamente al segundo, y así sucesivamente, pasaba de uno otro. A pedido, alguna vez me lo metí en el culo, en vez de la concha, y me masturbaban los otros mientras subía y bajaba.

    ¡Les encantó! Disfrutaron mucho la alternancia, y me obsequiaron (lo que quedaba) de sus líquidos.

    Sin avergonzarse de mezclar sus fluidos, sin avergonzarse que meter sus miembros en una deliciosa cueva donde ya habían estado otros. Definitivamente, así me gustan los hombres.

    Habían planificado trabajar de tarde. Nuevamente nos bañamos juntos y juntos almorzamos. Nos despedimos cariñosamente en el restaurante (ya les contaré que alguien me vio despidiéndome), y me prometieron repetir cuando cada uno pudiera, y donde fuera.

    Nota: para uno de mis lectores a quien le interesa el dato: hasta este relato, mayo del 2025, desde que comencé a fines de enero 2024, van 33 vergas (incluye a Tommy, a su papá, a mi papá, y cuento también la relación bi con Mary). No incluye las vergas de la aventura de vacaciones con Mary.

    La aventura de vacaciones con Mary respondió a una propuesta muy especial de ella, para cumplir una fantasía especial de ella, y otra fantasía que teníamos las dos en común. Pero, lamentablemente, no puedo relatarlas. De verdad lo siento. Solamente te decirles que disfrutamos mucho, tanto ella de lo suyo exclusivo (me dejó pensando) como de la fantasía en común.

    ¡Hasta la próxima! Hemos quedado al día con mis vacaciones y las actividades especiales. Por supuesto me reintegré a mis actividades con agenda llena a más no poder, y con papá y mi suegro desesperado por más de un mes de abstinencia (ya se los contaré).

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  • La confianza silenciosa: Un relato de intimidad compartida

    La confianza silenciosa: Un relato de intimidad compartida

    La vida remota tenía sus rutinas, sus horarios fijos, y ese estrés sutil que se acumulaba con cada videollamada y cada tarea urgente. Pero en mi departamento, compartido con mi amiga, existía un respiro, un pacto silencioso que transformaba el ajetreo en momentos de profunda calma. No era una relación al uso, ni una historia de amor convencional; era algo mucho más específico, forjado en la confianza y el entendimiento mutuo.

    Lo más notable es que ella es una mujer “realmente guapa”, con un “físico increíble” esculpido en el gimnasio. A pesar de eso, de mi propia percepción de no ser guapo y de ser algo gordo, ella me ofrecía esta intimidad. Su generosidad trascendía lo físico. “Todo esto, de hecho, fue algo que ella me ofreció, que ella me propuso llevar a cabo, impulsada por una filosofía muy clara: “Deberíamos normalizar que si vemos a un hombre deseoso, no nos compliquemos y decidamos darle sexo. Que querer satisfacer a ese hombre se vea como algo completamente normal y libre de juicios.” Quizás nadie lo crea, quizás suene increíble o difícil de entender desde fuera, pero esto es algo que he estado viviendo ya por un año.

    Un lunes cualquiera, con la pantalla parpadeando con correos sin leer, mi amiga me vio. Conocía mi lenguaje corporal, la forma en que mis hombros se tensaban. “Ven, tómate un tiempo para relajarte” me dijo con esa voz suave pero firme. Sabía lo que eso significaba. Nos levantamos, dejando atrás el escritorio, y nos dirigimos a mi cama. El aire cambió, volviéndose más íntimo, más nuestro.

    Sin necesidad de palabras, ella se quitó el calzón, subió su falda y, recostándose, abrió las piernas. Su mano rozó su intimidad, una invitación sutil que no necesitaba ser verbalizada. Yo hice lo mismo, sintiendo la familiar tensión y la promesa de alivio. “Estoy lista” susurró, y en sus ojos vi esa generosidad que siempre me ofrecía.

    Me subí a ella, sintiendo la calidez de su piel. Metí mi pene, lento al principio, buscando esa conexión que solo ella me ofrecía. “¿Estás cómodo?”, preguntó, su voz un murmullo de preocupación genuina. Empecé a moverme, disfrutando cada deslizamiento, cada roce dentro de ella. No había prisa. Sus palabras me lo recordaban: “Sin prisas, tómate el tiempo que necesites.”

    Media hora de puro placer, de moverme con libertad, de sentir su vagina envolviéndome. Y cuando el clímax se acercó, la solté. Me corrí dentro de ella, sintiendo la liberación total. Sus piernas se cerraron suavemente a mi alrededor, un abrazo sin palabras. Al terminar, la saqué, le di las gracias, y ella se levantó con la misma naturalidad con la que había llegado. Se limpió, se puso su calzón y ambos regresamos a nuestros escritorios, a nuestras vidas remotas, como si nada extraordinario hubiera pasado. Pero lo había. Habíamos compartido un momento de intimidad única, un alivio que solo ella sabía darme.

    Otro día, la hora del almuerzo se sintió como una trampa entre reuniones interminables. Apenas había comido cuando ella me llamó. “Ven, relájate antes de volver” me dijo, señalando el sofá junto a mi escritorio. Esta vez fue aún más rápido. El calzón y la falda se deslizaron en segundos. Abrió sus piernas, ofreciéndome su vagina de nuevo. La metí. Quince minutos.

    El tiempo apremiaba, pero ella estaba ahí. “Hazlo a gusto” me dijo, y luego, viendo que el tiempo se agotaba: “Sigue, si necesitas moverte más rápido, hazlo para que te corras y no quedes a medias.” Aceleré el ritmo, y el placer fue intenso, casi violento por la urgencia. Me corrí con fuerza. Apenas terminé, me incorporé, el pantalón a medio subir. La reunión sin cámara fue una bendición. Ella, a mi lado, se limpió con la misma discreción, y continuamos con nuestro trabajo como si ese oasis de placer nunca hubiera existido.

    Incluso en días de estrés máximo, la solución era la misma. Sentado en mi escritorio, la presión acumulándose, ella simplemente se despojaba de su ropa interior, se ponía a cuatro, y me ofrecía su vagina. Diez minutos. Rápidos, urgentes, pero suficientes. Metía mi pene y me movía con una velocidad que solo la desesperación por el alivio permitía. Siempre ella, atenta a mi necesidad, facilitando el momento.

    Los fines de semana eran diferentes. Había más tiempo, más espacio. Un sábado, nos desnudamos por completo. Podía tocar sus pechos, besar su piel. Los succionaba, sentía la suavidad contra mi boca, una intimidad que no involucraba los labios, pero que era profunda a su manera. Luego, como siempre, ella abría sus piernas. La penetraba una y otra vez esa mañana, moviéndome a mi antojo, sin prisas. “¿Sientes placer?”, “¿Lo disfrutas?”, sus preguntas eran constantes, una confirmación de su deseo de que yo estuviera bien.

    Hubo un momento gracioso, al principio. Mi pene se salía, una y otra vez, de su vagina. Ella soltó una carcajada. “¡Oye, tu pene no me quiere! ¡Está rebelde, no quiere meterse en mi vagina!”, exclamó entre risas. Nos reímos juntos, la ligereza de ese momento reforzando el vínculo. Después, volvió la seriedad del placer, y me corrí dentro de ella, una y otra vez, con la misma libertad y confianza.

    Nuestra dinámica era única, un acuerdo tácito de apoyo mutuo y placer consensuado. Sin besos, sin ataduras románticas, solo la entrega de su cuerpo para mi satisfacción, envuelta en la más pura confianza y amistad. Ella siempre dispuesta, yo siempre agradecido, y ambos cuidando nuestra salud con la misma diligencia. Era nuestra forma, particular y especial, de navegar la vida juntos.

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  • Encuentro en el auto

    Encuentro en el auto

    Me invitaste a tomar café, al subir al carro vi que traías un termo, pensé que pasaremos una tarde charlando y tomando café, inmediatamente me indicaste hacia dónde conducir, llegamos a un lugar poco transitado y tranquilo, después de saludarnos y preguntarnos por cómo estuvo nuestro día, te pedí me dieras café, a lo que dijiste ¡primero quiero sentir esto que tienes aquí!, al tiempo que habrías mis piernas, recorriste sutilmente mi muslo dándole pequeños apretoncitos, después metiste tu mano en mi entrepierna, con delicadeza hiciste a un lado mi pantaleta, ¡ohh!, empecé a estremecerme.

    Fue genial sentir tus deliciosos dedotes explorando mi vulva, mis labios mayores, y entre esa delicada y excitante búsqueda llegaste a mi clítoris, lo empezaste a estimular despacio, recorriendo con tus dedos, tocándolo, lo hiciste de una manera tan sutil, tan delicada y decidida que de inmediato empecé a humedecerme, poco a poco incrementaste la velocidad, rodeabas mi clítoris, lo rozabas, apretabas, ¡Ohhh, tus dedotes son geniales! empezó a salir un poco de agüita, una y otra vez, entre más movías los dedos, más me mojaba, ¡siii, genial!

    Te escuché decir “sí, así, vente” lo que provocó que saliera un chorrito de agüita (un squirt), te sorprendiste, mencionaste ‘te vienes delicioso, dame más”, no podía evitarlo, era incontrolable, el agüita salía y salía al tiempo que sentía pequeñas contracciones vaginales, empapé tus dedos, ¡fue delicioso! Me olvidé del lugar donde estábamos, las ventanillas del carro estaban empañadas, vi a algunas personas pasar, lo que incrementó la adrenalina y la excitación.

    Un poco después sin decir nada, metiste en mi vagina dos de tus dedotes, me preguntaste ¿Así, aguantas dos dedos?, sentí como mi vagina se contraía una y otra vez, sentía como los movías dentro, como rozaban las paredes vaginales, no pude evitarlo nuevamente salió agüita, mucha (un squirt tras otro). Me provocaste más de un delicioso orgasmo, te pedía ¡más!, mencionaba ¡no pares, más!, susurré tu nombre, gemí, grité y me contorsionaba, empecé a mover la cadera al ritmo en que tú metías y sacabas tus dedos de mi vagina, ohh, genial; al terminar te aseaste, revisamos el asiento del carro, quedó empapado, no podía moverme.

    Ambos estábamos extasiados y excitados con la mirada señalaste tu entrepierna, wow, habías bajado el cierre de tu pantalón, tenías la verga de fuera, wow, tenía un tamaño impresionante, gruesa, resaltaban sus venas, brillaba, estaba en el punto exacto, ¡Deliciosa! sin pensarlo me incliné y de forma desesperada la introduje en mi boca, de inmediato llegó al fondo, sentía como rozaba mi campanilla, era una sensación deliciosa, recorrí tu gigante y deliciosa verga dándole pequeñas mordiditas, le daba lengüetazos, con la lengua rodee esa deliciosa cabezota rosita jugosa, sentí como te estremecías, succione esa deliciosa cabezota rosita jugosa, deliciosa.

    La mamé a diferente ritmo, después tomé con firmeza la base de tu verga la apreté, la solté y repetí varias veces, eso te provocó más excitación, tu verga lucia gigante maravillosa nuevamente la introduje a mi boca lamiéndola de arriba a abajo, otra vez la mame apretando y soltando la mandíbula, escuché tus gemidos, lo estabas disfrutando mucho, te estremeciste, empezaste a mover la cadera, pedías ¡Más, no pares, así! Tomaste mi cabeza con ambas manos hiciste que tu verga llegara más adentro, al fondo de mi boca ¡ohh, maravilloso!, de repente y sin decir nada terminaste en mi boca, sí, dejaste tu lechita en mi boca, trague el semen, ¡wow!, tenía un sabor dulce, suave, delicioso, único.

    Después nos aseamos, platicamos un poco sobre lo que sentimos al hacerlo y antes de despedirnos tomamos café acompañado de galletas, ¡Rico!

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