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  • Altitud de placer

    Altitud de placer

    Quito – Sector Pacífico

    Frecuencia abierta: 125.7 MHz

    Altitud: 33,000 ft

    —Tower Galápagos, aquí Tango-Romeo Alfa 9-1-2, solicitando permiso para entrar en tu espacio aéreo, control. Estoy muy cargada, necesito descargar pronto.

    La voz femenina atravesó los cielos con la precisión de un misil guiado.

    Pilotaba un Falcon 900. Cabina limpia, muy bien peinada, con la blusa abierta lo justo para sentir la piel arder.

    En tierra, el controlador desvió la vista de la consola.

    Sabía de inmediato quién hablaba.

    La reconoció no por el código, sino por ese tono.

    Su voz era más adictiva que el oxígeno a gran altitud.

    —Tango-Romeo Alfa 9-1-2, permiso denegado, tráfico pesado en mi pista. A menos que cambies a frecuencia: 327.9 Lima-Whisky. Confirmas recepción.

    Le respondió con una sonrisa torcida, digitando el protocolo no oficial en el teclado oculto.

    El tono cambió.

    Zumbido leve.

    Ahora nadie más podía oírlos.

    Sólo ellos dos.

    —Control, aquí Tango-Romeo… cambio de frecuencia confirmado. Estoy en modo sigiloso, lista para contacto visual. Muy húmeda… digo, muy nubosa la pista.

    —Copiado. Estoy visualizando tu radar, hermosa. Tus curvas están entrando justo en mi cono de cobertura. Qué placer detectarte.

    —¿Te gusta mi plan de vuelo? Tengo una ruta alternativa si deseas inspeccionar más a fondo.

    —Voy a enviarte un vector directo a la zona caliente: 007 grados. Aproxímate lento, y mantén el tren arriba… por ahora.

    El calor subía en la cabina.

    Ella soltó un botón más.

    Sudaba, pero no por la altitud.

    Apretó los muslos y bajó el regulador de velocidad, aunque en su mente todo iba a hipersónica.

    —Mi panel de instrumentos está desbordado. El stick está duro, necesito liberar presión.

    —Despresurízate con cuidado, capitana. Aun no estás en mi torre, pero puedo sentir tus turbulencias aquí abajo.

    Ambos tenían pasado similar con historia en operaciones peligrosas.

    Una misión en Ipiales, otra en San Antonio.

    Y ahora el código secreto: “G-0-4-G0”, el indicativo para encontrarse en la isla Isabela, en las Galápagos.

    —Recibí tu G-0-4-G0, confirmo encuentro en la pista de Puerto Villamil. Llego con poca carga, pero con muchas ganas.

    —Yo tengo el hangar listo. Tengo herramientas nuevas. Te haré una inspección profunda, por debajo del fuselaje.

    —No traigo ropa interior debajo del uniforme. Así paso más rápido el escáner de seguridad.

    La frecuencia comenzó a saturarse.

    Los sensores se encendieron.

    Pero a nadie más parecía importarle.

    Solo ellos dos, a miles de pies del suelo, desnudos de todo menos del deseo.

    Galápagos – Isabela

    Ubicación secreta: Coordenadas enviadas vía canal cifrado.

    La Falcon 900 tocó tierra sobre una pista improvisada entre palmeras. El sol caía con agresividad sobre el fuselaje, pero nada comparado con el calor que ella llevaba por dentro. Bajó por la escalinata lentamente, sin gafas, sin sostén, sin miedo.

    Él la esperaba en un hangar abandonado, lo suficientemente lejos del radar civil y con bloqueo satelital activado. Su silueta se marcaba entre sombras. Camisa blanca abierta, pantalones ajustados, las botas manchadas por el lodo volcánico.

    —Pensé que no llegarías, Tango-Romeo —dijo él sin moverse.

    —Siempre aterrizo donde me necesitan… —respondió, y dejó caer su mochila a un lado—. Pero esta vez no vengo por datos, ni misiones. Vengo a descargar una urgencia que solo tú puedes controlar.

    Se acercó a él sin más palabras. El olor a sal y queroseno los envolvía. Lo besó como si la guerra estuviera por estallar en la siguiente hora.

    Él la giró de golpe, empujándola contra la pared del hangar. Sus manos bajaron por el uniforme hasta encontrarse con el pantie negro que se ocultaba debajo. La desnudó de un tirón.

    —Toma esto —dijo ella, y metió su propia prenda interior en la boca de él, obligándolo a saborear su esencia.

    El controlador no protestó. Solo gruñó.

    Ella tomó el control, lo arrodilló, le quitó el cinturón y lo montó sin previo aviso. El primer contacto fue húmedo, envolvente, pero no buscaba dulzura. Su pelvis marcaba el ritmo como un radar guiado a su objetivo.

    —¿Quieres entrar en zona restringida, capitán? —susurró mientras lo miraba con ojos de piloto suicida.

    Él asintió, sin poder hablar.

    Ella lo guio lentamente, introduciendo el lubricante que sacó de un compartimento secreto de su traje de vuelo. Se apoyó en una caja de herramientas, bajó las caderas y lo dejó entrar por la vía menos explorada.

    —Tócamelo así —ordenó mientras lo sentía avanzar milímetro a milímetro—. Dame ese empuje de emergencia, rompe el protocolo.

    Los jadeos eran como interferencias de frecuencia, amplificándose con cada embestida profunda. Él la sujetaba por la cintura con fuerza, con urgencia. Cada movimiento la dejaba sin aire.

    —¡Más, más fuerte! —gritó ella con el rostro contra el metal—. ¡Hazlo como si esta fuera nuestra última misión!

    Los pájaros chillaban fuera del hangar. Las palmeras crujían. Pero dentro, el tiempo se detuvo.

    Se corrió en un grito agudo y tenso, como si una línea de transmisión se cortara abruptamente. Él la siguió segundos después, mordiéndose la lengua con la tela aún en la boca.

    Ambos cayeron al suelo metálico, exhaustos, cubiertos de sudor y sal marina.

    —Jamás pasaría este polígrafo —dijo ella entre risas.

    —Ya no estamos en frecuencia abierta —le contestó él mientras le quitaba la tela de la boca.

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  • Un amigo de hace años vuelve y lo pasamos muy bien nuevamente

    Un amigo de hace años vuelve y lo pasamos muy bien nuevamente

    Hola de nuevo.

    Hace un mes salí de viaje, tenía ganas de viajar y salí un tiempo a Buenos Aires. Vuelo a Santiago y de ahí a Buenos Aires. En el aeropuerto, buscando a alguien que me de fuego para encender un cigarrillo. En la salida a los estacionamientos veo a alguien fumando y le pido el encendedor. Cuando levantó la cabeza reconozco a alguien familiar. Alguien que conocía. Era Roberto, un amigo de la infancia con quien tuvimos nuestra primera incursión hombre a hombre.

    En el aeropuerto, mientras fumábamos, obviamente recordábamos lo que pasó antes.

    Esa conversación nos fue calentando. Nos excitaba recordar cuando nos tocábamos mientras nos besábamos. Terminamos el cigarrillo, y me dice que lo espere que “va al baño”, y entrando voltea y me invita…

    -Los dos ya tenemos 38 años, adultos, con vidas vividas de forma distinta, pero, con cosas hechas de la misma manera, sobre todo en la vida sexual, los dos crecimos teniendo parejas mujeres, incluso él se casó para divorciarse por una relación con un hombre. Yo después de muchas mujeres en mi vida, tuve una relación homosexual y, ahora estábamos aquí, de nuevo.

    Entramos al mismo cubículo, después de un abrazo nos miramos un rato y acercándonos me metió la lengua en la boca, ahora ya éramos adultos, y nos gustaba volver a juntarnos y recuperar esos momentos y respondí a ese beso también con mi lengua en su boca. Bajando las manos, me desabrochó el pantalón, me paré sobre el WC para darle altura a mi pene y ponerlo en su boca, que no desaprovechó.

    En uno de los tantos baños, tal vez si o tal vez no, con gente cerca, me chupó el pene, metía y sacaba mi pene de su boca hasta que tragó todo mi semen. Luego él se pone de pie y meto su verga en mi boca, le chupé el pene hasta que llenó mi boca de su semen, que no dejamos que se perdiera una sola gota. Mi culo y su culo iban ya dilatados, por un par de dedos curiosos que nos metimos.

    Repuestos los dos a ras de piso, nos besamos y nos despedimos, cuando la aerolínea llama a abordar.

    En nuestra incursión homosexual, incluso ahora ambos con experiencia, jamás pasamos del sexo oral, solo metíamos uno o dos dedos en el culo del otro, hasta una vez, pero eso es para contarlo en otro por fuera.

    Esta vez, no sé si por la calentura del momento, entre que nos arreglábamos para salir de los cubículos, sin que nadie nos viera, no nos dimos cuenta de que ambos tomaríamos el mismo avión con el mismo destino, Roberto y yo íbamos los dos a Santiago por lo menos.

    Salí de los baños, cada el sabor su pene y su leche en la boca igual que él. Y por cierto que excitado. Roberto se adelantó al encounter a dejar su equipaje y como ya había entregado el mío, salí a fumar un cigarrillo aprovechando que no le había devuelto el encendedor. En la salida al estacionamiento, mi calentura era evidente, mi verga estaba dura nuevamente, con la mamada que nos acabábamos de dar.

    Último llamado a abordar, para variar llego de último a la puerta, y subo al avión. El avión no iba muy ocupado. Quedaron al despegue muchos asientos desocupados y yo iba solo en mi hilera de asientos. Autorizados para movernos, voy al baño del avión, y en el medio del avión en el asiento de en medio de su hilera, estaba Roberto. Que al salir del baño le toco el hombro y lo invito a sentarse a mi lado (que mejor). Ni corto ni perezoso, se liberó de una señora medio voluminosa sentada a la ventana y de un desconsiderado tipo que literalmente se desparramó en el asiento sin importar la incomodidad que generaba en quien iba al lado.

    Se levantó y se fue conmigo a los asientos del enfrente del avión. El vuelo fue de noche, así que viajamos con luz tenue, lo que aprovechamos desabrochar nuestros pantalones, tocarnos y despacio y sin ruido masturbarnos, cubiertos por una chaleco, suéter o chaqueta. Aprovechando que cerca de nosotros no había asientos ocupados. Yo no acabé, pero el sí y no podíamos mancharnos con semen nosotros o la butaca del avión y, la única y mejor manera de evitar que pasara, era nuevamente chuparle el pene y tragarme su semen. En eso casi se le sale un gemido, que imagino alertaría hasta al capitán en la cabina así que tapé su boca para evitarlo.

    La verdad es que desconozco si alguien se dio cuenta de que íbamos masturbándonos en el avión, y que el pene de mi compañero eyaculó en mi boca. Pero, les reconozco que fue una experiencia exquisita y por cierto memorable.

    De Calama a Santiago, son dos horas de viaje, llevamos recién 45 minutos y sentados juntos seguimos tocándonos y por cierto calientes y ante la probabilidad de que una de las sobre cargo en sus paseos nos viera, no hallamos nada mejor que ir y ocupar uno de los baños del avión (nuevamente aprovechando los pocos pasajeros). Nos levantamos y entramos los dos en uno de los baños.

    Y sin esperar mucho me bajó el pantalón, mi verga estaba dura y lista para que le metiera en su boca y la disfrutara entera; la chupó, la mamó la masturbó y cuando empezó a bombear, la metió hasta su garganta, y recibió de tiro directo mi semen que se lo tragó completo, siguió mamando hasta que mi pene se fue poniendo flácido, aunque por cada entrada en su boca, mi pene se volvía a poner ligeramente duro y siguió hasta que se tomó hasta la última gota de leche de esa eyaculación.

    Pero yo estaba caliente todavía y más viendo su verga que estaba durísima; al bajarme del lavado del baño lo levanté para sentarlo en la misma posición que estaba yo, que con lo estrecho el baño era lo mejor que teníamos en ese momento.

    A esa altura del momento los dos estábamos desnudos, y él ahora estaba sentado en sobre el lavado de baño y yo aprestándome a meter su verga en mi boca, lo masturbé para que se lubricara la punta, cuando noté las primeras gotas de semen pasé mi lengua y lo metí en mi boca y empecé a meterlo y a sacarlo y saborearlo mientras gemía y tomándome por la nuca me follaba la boca apuntando ya a mi faringe provocando arcadas que no estimé mientras de a poco iba dejando semen en mi boca. Ya no sabía cuánto tiempo iba o habías pasado, pero disfrutábamos haciéndonos sexo oral, después de tantos años, en este reencuentro.

    Con sus piernas rodeándome y cayendo por mi espalda, su verga dura y palpitando en mi boca, era el aviso de que iba a llenármela de semen nuevamente, y yo solo quería que me hiciera tragarlo, saborearlo y fueron chorros que llenaron mi boca; chorros tras chorros de leche caliente que, de tanta se fue escapando por entre los espacios que dejaba mi boca para caer por mi barbilla y caer al suelo. Le chupé la verga hasta que se ablandó gustosamente en mi boca sacándole cada gota de semen, me levanté y nos besamos haciendo una última recolección de lo que quedaba del semen en nuestras caras.

    Deben saber que todas las veces que fuimos homosexuales, con Roberto, solo llegamos al sexo oral. Nos duchábamos y aprovechábamos eso para tocarnos, masturbarnos y chuparnos el pene, también nos acostamos algunas veces, sin ropa, y besándonos el cuerpo lamíamos nuestras nalgas, y en eso metíamos algunos dedos en el culo, eso hasta que dolía, pero, nunca llegamos a penetrarnos, yo conocía su trasero, tocado y amasado sus nalgas, incluso lamido su ano como él lo mismo a mí, pero, nunca hubo siquiera una insinuación para penetrarme o penetrarlo, aunque solo una vez, pero eso es de otra historia.

    Los dos estábamos más que sudados, el sabor del semen rebosando aún en nuestras bocas, nos empezamos a vestir, cosa que se hacía difícil por el espacio del baño. Así que con dificultad nos vestimos y salimos del baño para volver a nuestros asientos y cuando salimos los dos, una de las sobrecargo que pasaba por ahí nos miró y extrañamente sonrió y volvimos a sentarnos. En nuestros asientos, no dijimos nada, solo nos recostamos y descansamos hasta tener que bajar del avión.

    Al bajar, y antes de que se encendieran las luces, nos dimos un beso y bajamos y en lo pasábamos por la puerta la misma sobre cargo que nos vio salir del baño nos regaló una sonrisa evidenciando que había notado lo que pasó dentro de ese baño. En el lobby del aeropuerto, caminamos y pasamos a tomar un café. Ahí conversamos de donde íbamos después de ahí, le dije que iba a Buenos Aires por unos días, y resulta que él también viajaba a la Argentina, pero, él viajaba a Córdoba por unos días a ver un negocio.

    Yo en tanto de Buenos Aires pasaba a San Antonio de Areco, que era donde quería ir a descansar unos días. Pero, teníamos tiempo así que el quedó de terminar su negocio y encontrarme en San Antonio; yo en tanto debí cambiar mis planes de residencia para poder quedarnos los dos.

    Y así fue, él voló con destino a Córdoba y yo a Buenos Aires. Aquí debía buscar un departamento, o residencia, cabaña u hostal donde podamos estar los dos cuando Roberto llegue. Y fueron dos días, en que él llegó a San Antonio me llamó del taxi, para avisarme que estaba de camino y que le enviara mi ubicación para que llegar.

    Cuando llegó salí a buscarlo de ese momento teníamos para los dos, dos días y medio para darnos como caja otra vez. Cuando entró a la cabaña, nos abrazamos y nos besamos, todo y mucho rato buscando algo donde caer, alcanzamos a cerrar la puerta, y caímos a un sofá pequeño en un pequeño estar de la cabaña. Fue, sin dejar de besarnos, que nos desnudamos, tocarnos.

    El calor era bastante y nos metimos a la ducha, seguimos besándonos mientras nos caía el agua, entre los dos; dos vergas durísimas, como nosotros se tocaban abajo. Salimos de la ducha directo a la cama, de piernas abiertas, Roberto en la cama y yo me dejo caer para chuparle la verga, pero, esta vez el cambió para una posición igual, su pene lo tenía en mi boca, como él tenía mi pene en su boca, estábamos en un 69. Yo se la chupaba al momento que él me la chupaba a mí, entre gemidos de ambos, que acusaban lo rico de ese sexo oral impulsados también por nuestros dedos que entraban y salían de nuestros culos.

    Dábamos vueltas, buscaba que mi verga le llegara bien adentro y él no se quedaba atrás empujando su verga bien adentro en mi boca. Los gemidos y gritos eran cada vez más fuertes, ya nos daba lo mismo que hubiera alguien en las cabañas del lado, solo éramos nosotros follándonos de lo mejor.

    Rompimos el 69, Roberto se recostó en la cama nuevamente de piernas abiertas mientras yo entre ellas, le chupaba otra vez la verga, lo sacaba solo para tomar aire mientras lo masturbaba, para volver a chupárselo.

    Era eso, quizás cuanto rato, disfrutaba del semen que de a poco rotaba de su pene mientras se lo chupaba, y de ahí las palpitaciones que me avisaban que debí recibir con la boca abierta su semen o meterme bien adentro para que me la llene de una vez para sacarle todo y en un descuido para masturbarlo acabó chorreando su semen en mi cara, pero, el segundo chorro y los demás los quería enteros en mi boca, y metiéndola de nuevo siguió chorreando semen hasta que esa verga rica empezó a ponerse flácida.

    Luego de acabar se levantó, me empujó a la cama y abriendo mis piernas se dejó caer ahora él, mi verga dura no quería nada mas entrarle en la boca y que la mamara, que la chupara y me hiciera gemir, como gimió el con su verga en mi boca cuando se la estaba chupando, lo chupa de manera exquisita, usa su lengua de forma magistral, saborea el semen mientras mete y saca me verga de la boca.

    Lo mama, lo chupa, lo masturba, con sus manos acariciaba mis testículos, y de ahí metía sus dedos en mi culo, que daba más placer y más ganas de que lo chupara con más ahínco y si que lo mamaba con esmero. Todo el tiempo que lo chupó, no sé cuánto fue, pero, fue el sexo oral más rico, y fue porque lo hacíamos en un espacio íntimo, solo para nosotros, sin el temor de que nos vieran, pillaran o molestaran, este era un espacio que teníamos solo para los dos, visto única y exclusivamente para hacer todo lo que venimos a hacer.

    Llegó un momento en que pedimos la cuenta de cuando semen, de cuanta leche tomamos, íbamos por los dos días, cada vez que nos hacíamos sexo oral, era tomar de a chorros el semen, y nos preocupábamos de no perder “una sola gota”. Y así fue, porque hasta lo que acabamos en el abdomen, espalda o cara, nos lo lamíamos para nosotros.

    Ese día fue descansar para volver a hacerlo, hasta que fue la noche, en la cabaña, hermosa por cierto, con luces bajas, una botella de vino, música del gusto de ambos, solo nos dedicamos a conversar, ponernos al tanto de lo que fue de nosotros después de tantos años de no vernos, y que hicimos después de ser, solo para nosotros y entre nosotros dos chicos homosexuales que de un momento a otro empezaron a gustarse mas que como solo buenos y los mejores amigos, hasta que por fuera mayor, perdimos el contacto.

    Nos contamos nuestras vivencias, supe de su relación con un hombre de un par de años, como así también sipo de mi relación con Samuel que había terminado semanas atrás después de 6 años.

    Esos días fueron de intentar llevar las cosas como cuando más jóvenes, en que solo buscábamos estar solos para tocarnos, besarnos y a lo más nos hacíamos sexo oral, eso era lo único que podíamos hacer, -según nosotros- y en esta conversación inevitablemente caímos en cuentas, de que por eso nunca hicimos nada más, que nunca pasamos del sexo oral, aunque tal vez y solo tal vez, queríamos algo más.

    Se acabó ya la segunda botella de vino, eran quizás la 2 de la mañana y al otro día debíamos dejar la cabaña. Así que en lo que quedaba de vino en las copas, el me preguntó -supongo que pasados de cosas- que si las relaciones con mi pareja hombre, habían pasado mas allá del sexo oral, o era como lo que teníamos nosotros y habíamos hecho por estos días.

    Obviamente la respuesta fue decirle que el sexo pasaba mucho mas allá de chuparle o que me chupara el pene, por casi cinco años hicimos el amor. Y él, a la misma pregunta me cuenta que con su pareja a quien quería mucho, era el quien era mas pasivo, que él lo prefería y le gustaba así. Después de eso, nos acomodamos un rato, nos besamos por un rato y pasamos a la cama a descansar.

    Roberto pasó primero a la cama, cuando pasé Roberto estaba acostado, solo con ropa interior sobre la cama; guau, su trasero es exquisito, supongo que su pareja se lo formó bien. Del baño salí desnudo, y lo vi tirado en la cama, casi entregándome su culo, más después de la conversación que tuvimos antes. Me acerqué y como lo habíamos hecho tocándole las nalgas, le di un par de mordiscos a cada nalga, lamí desde donde termina la raya del trasero hasta sus escápulas, quedando sobre el con mi pene entre sus piernas y quedándome ahí le doy las buenas noches al oído, su respuesta fue levantar su culo y apegarse a mi y darme las buenas noches también, pero, reclamarme el porque no “le hacía el amor” como a Samuel.

    Con ese comentario terminamos de calentarnos, en esa misma posición le quité el bóxer, y como lo hicimos innumerables veces, mordí sus nalgas, las abrí y pasé y metí mi lengua en su ano, lubricando bastante para lo que venía. Le levanté el culo, casi poniéndolo e cuatro, y poniendo mi pene para entrarle, el mismo cargó hacia mí, y dejó entrar mi pene mas bien deslizar mi pene hasta que sus nalgas tocaron mi pelvis.

    El gemido que salió de su boca fue magistral, mientras mi pene le iba entrando y mientras gemía su espalda se encorvó y se levantó apoyándose en mí, y moviéndonos al unísono su trasero se posaba delicadamente sobre mi pelvis y mis testículos desde abajo, golpeaba también, la penetración que Roberto recibía le gustaba sus gemidos, jadeos, y sus gritos ahogados por cada envestida lo hacía notar.

    Pero, había que cambiar, ahora yo estaba en la cama boca arriba, y el sentado sobre mí, de piernas abiertas se acomodó para que mi pene le entrara nuevamente, estaba tan caliente y dilatado que mi verga le entró sin esfuerzo, se levantaba y se dejaba caer y mi pene le entraba sin mayor problema, sin obstáculo, pero dándole tanto placer que pedía más. En otro cambio quedó de espalda sobre mí, se levantó un poco y abrió sus piernas, así se meneaba, despacio y a veces rápido sin dejar de jadear, sin dejar de gemir, aún no había acabado, pero, sentía como su culo estaba mojado, fuera de lo dilatado que estaba. mi pene salió de su culo con un grito a tiempo de otro cambio de posición, para alargar más el momento.

    Sudamos mucho. Ambos estábamos mojados, el sudor nos caía por todo el cuerpo, pero, no había nada mas mojado que el culo de Roberto. Ahora él estaba en cuatro, su culo era una exquisita diana para mi pene que le apuntaba directo. En lo que se encorva su espalda, acerca sus nalgas hacia mí, mi verga ase apresura a follarlo a meterse en ese culo que hace rato ya le tenía ganas.

    Cuando le entré me encantó el gemido que Roberto dio, que siguió con gritos que ahogaba metiendo la cara en la almohada que tenía al frente. Esa espalda, mojada y ese culo erguido hacia mi y abierto con mi verga dentro, me había excitado al punto de que llené de leche el culo de Roberto sin salir; sin querer salir me dejé caer sobre él tomándole sus manos y apretándolas hasta que mi pene salió despacio y con mi pene salió también hilos de semen que bombeaba de apoco su culo.

    Salí de sobre Roberto, al voltear seguimos besándonos y al mirar hacia abajo, su vega seguía erecta, dura, más larga que gruesa, y no dudé en chuparla, en lamerla entera y de ver que seguía tan dura, le pedí que vaciara todo dentro de mí, de igual manera que yo vacié mi verga dentro de él. Quería, deseaba que me patiera el culo, con una sola petición, una sola condición, que lo hiciera despacio…

    El motivo de pedirle que me penetrara, pero, despacio, era porque a pesar de que antes con Samuel éramos básicamente versátiles, yo le daba “como bombo en fiesta” y el conmigo, con la salvedad de que su pene era menos delgado y no tan largo. Por lo que disfrutaba bastante, sin el lapsus de dolor o malestar previo.

    Empezó, poniéndose detrás de mí, un ligero masaje, desde mis hombros hasta llegar a mi trasero, y de un empujón, me puso en cuatro, sentí su saliva correr entre mis nalgas, y de ahí su lengua también que fue dilatándome aún más y con la ayuda de un par de sus dedos, notó que ya estaba listo, abierto, para recibir la magnitud de su verga.

    Yo en cuatro, y mi culo ahora era la diana y su verga me apuntaba directo, y como le pedí fue despacio, empezando por su glande, que entró sin problemas, y de ahí ente gemidos mi fui soltando mis nalgas y mi ano, para que su verga fuera entrando. La quería hasta el tope, bien adentro, y fue entrando hasta que llegó a poner su pelvis bien pegada a mi culo, y su verga en lo más profundo de mí.

    Así empezó a entrar y a salir, lento, pero ya estaba abierto y a su merced, me tenía agarrado de la cadera, y de mi hombro y de ahí empujaba para llegarme más adentro. Minuto más minutos menos, no sé cuántos; pero los jadeos me de Roberto me avisaban que su orgasmo ya estaba pronto a llegar, y llenarme. Me levanté, y haciendo más fuerza, metió su pene más adentro, y con eso sentí el calor de su leche, que me chorreaba dentro de mí. Salió de mí, y se recostó a mi lado, los dos de frente, y tanto de mi ano, como el de Él, había goteado semen, y estábamos los dos follados.

    Nos dimos una ducha, una ducha los dos juntos, pegados en un abrazo, y en un beso exquisito. Salimos de la ducha y cansado caímos a la cama, para descansar. En la mañana temprano debíamos arreglar todos para volver a Chile, el descanso se había terminado; y despertamos temprano, de cucharita el frente a mí, y su culo bien pegado a mi pelvis y mi verga se había dado cuenta, y a los buenos días, mi pene de mañana nuevamente, entró en Roberto, para llenarlo nuevamente de leche caliente. El metió su pene en mi boca, y me bebí ahora yo su leche caliente. Y así terminaos ese viaje. Con una gran sorpresa.

    Volvimos a Chile, yo volví a mi ciudad, y él a la misma ciudad y se radicó, nos hicimos pareja, decidimos que no era buena idea, pero, lo que no quitó que nos juntemos de vez en cuando, en mi casa o en su casa o salgamos a alguna parte, y nos demos el mejor follón los dos. Como siempre nadie sabe o conoce esta “relación”. Tenemos amigos en común, pero siempre al margen y solo para nosotros.

    Los leo en sus comentarios si les gustó el relato.

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  • Mi fantasía

    Mi fantasía

    Un día mi esposo me dijo que si quería un encuentro se lo diga; y decidí decirlo aunque con un poco de vergüenza, que deseaba hacer un trio; me dijo que buscaría y me avisaría.

    Así pasó y me dijo que para el sábado había ubicado a dos personas una de Trujillo y otra de San Martín de porres; me mostró las fotos que le habían enviado y los vi, nada mal al parecer; mi esposo trabajaba los sábados hasta el mediodía y había tiempo.

    Llegado el sábado imaginaba disfrutar a lo máximo esa fantasía; fuimos al hotel acordado y a la hora acordada, nos instalamos y no llegaban aún, diciendo que estaban en camino, mi esposo estaba impaciente en el cuarto tomamos unas cervezas con mi esposo esperando y luego me cachó rico.

    Al fin llegaron y entraron juntos y se instalaron en un cuarto, luego vinieron a nuestro encuentro, se desnudaron y no era los vergones que vi en la foto; me sentí un poco decepcionada; pero seguí adelante, me pidieron que baile desnuda; lo cual mi esposo me dijo que lo haga, pusieron en la TV un canal con música y baile al compas, pues siempre me encantó bailar, viéndoles con las vergas duras incluyendo a mi esposo, me acerqué y mamé blas 3 vergas uno se vino al momento subí sobre el otro y me cachaba rico mientras el otro intentaba parar su verga y no pasaba nada.

    Mi esposo me cacho por atrás y se turnaron, el amigo se incomodó y pidió retirarse, fue una decepción, el otro amigo me cachó por el culo y se vino dentro quedando cansado y se retiró fue un fiasco total que me quedé con las ganas; mi esposo se molestó al sentir que no estaba satisfecha, solos me dijo que quería una sesión de fotos; me tomó en todas las poses; la verdad que estaba súper arrecha, nos echamos en cama cuando de pronto escuchamos en el cuarto de al lado; a una chica gritar de dolor mientras le decía a su pareja que por ahí no.

    Mi esposo me dice: debe ser vergon ese pata, cuando de pronto oímos a la chica salir del cuarto y escapar, le digo a mis esposo, quiero a ese hombre, tráelo, salió y no sé cómo lo convenció y vino diciendo coge las cosas vamos a su cuarto dice que si; tome mis cosas y entramos al cuarto desnudos y lo vimos sentado con su gran verga colgando que me quedé admirada por esa gran verga; pues no había visto algo enorme en mi vida; mientras balbuceaba palabras entrecortadas al parecer estaba drogado.

    Me arrodille y lo mamé hasta que se puso dura y rígida me subí a la cama y me empezó a mamar la concha y el culo que me levantaba entre sus brazos la verdad era fuerte y alto; eso me excitaba sin límites; me cachó en pose de perrita que sentía mi concha invadida de lleno mientras mi esposo grababa todo con su celular; no puedo negar que estaba rico; mientras balbuceaba palabras entrecortadas, se echó sobre la cama; mientras monte sobre esa verga que me abría la concha y sentía que cubría todo apretadito, estaba rico y me movía como una loca mientras me meaba los senos que me excitaban más y mas.

    En tanto mi esposo seguía grabando el acto sexual con su celular agarre su verga y lo puse en mi culo; mientras mi esposo lo llenaba de saliva, introduje esa verga que nunca voy a olvidar que me destrozó toda haciéndome gemir de dolor, mi esposo grababa y me preguntaba si me dolía; le dije que no; pero la verdad sentía que me destrozaban toda; al final el hombre se vino dentro mío, sé que estaba arrecho pues me llenó el culo de leche; mientras mi senos me dolían de tanto mamarlo, saque la verga de mi culo que sentí la leche salir de mi culo caliente mientras mi esposo, me cachaba el culo abierto que lo sentía adolorido; eres una gran puta me dijo.

    Me asusté y lo besé con fuerza diciéndole muchas gracias mi amor, te adoro con toda mi alma; sentí que eso calmó sus ansias mientras le mamé su verga y me tomé su leche, vimos al amigo dormido a un costado con la verga exhausta y nos retiramos a nuestro cuarto; nos duchamos y salimos a casa a dormir.

    Fue una experiencia dura, adolorida y sexualmente hablando excitante que no olvido; pues verga como esa no ha habido hasta hoy.

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  • Permiso otorgado

    Permiso otorgado

    La cosa venía de mucho antes, de ver aquella mala película francesa, aunque nunca me atreví a confesárselo directamente. Me calentaba de manera exorbitante imaginar a mi esposa siendo poseída por otro hombre, me transportaba inexplicablemente a un sitio repleto de emociones contrapuestas, desde los celos incontrolables hasta la satisfacción plena por alentar o permitir que otro varón gozará de aquella piel casi virginal de mi mujer, que a sus 27 años se ruborizó al admitir que le agrado la temática del film.

    En la película una pareja de mediana edad que estaban por casarse, deciden probar sexo con otras personas alentadas por unos amigos gay. Luego de meditarlo por un tiempo, logran lanzarse a un torbellino de aventuras y termina espantoso. El caso es que Noelia (mi esposa) se sintió identificada con la protagonista, quien nunca había estado con otro hombre que no fuera su marido. –La dinámica, fue muy rápida. Entre qué lo piensan y lo llevan a cabo. Sentenció Noelia, como una crítica de cine.

    –Si, es que la peli dura una hora y media. Si lo piensan mucho nos dormimos en el cine. Contesté.

    –Podríamos intentar probar algo así, algún día. Sugirió la farmacéutica con los ojos raramente brillosos. Las risas se extendieron en el habitáculo del coche y cesaron con un contundente y desafiante –No, creo que te animes a tanto.

    – ¿A, no?… Ponlo a prueba y vas a ver que si.

    La charla prosiguió todo el viaje, un poco en broma y otro poco enserio al llegar al apartamento cogimos como pocas veces antes lo habíamos hecho. Yo imaginaba que era otro y ella luego admitió que también. Tres o cuatro días pasaron con la libido a tope y la fantasía también. Yo no paraba de pensar en ello y deseaba que ella sacará a relucir el tema y eso no pasaba así que finalmente pregunté…

    –Bueno, ¿qué ocurrió con lo del permiso para coger con otros?

    –Pensé que habías desechado la idea, como no insististe. Pensé que habías arrugado. Aseguro la rubia recogiéndose el pelo.

    –No, obvio que no. Es más ya tengo una para el viernes. Mentí.

    –¡Pero, sos rapidísimo! ¿Quien? Pregunto con media sonrisa.

    –Gabriela, una mesera simpática qué está loca por comerme la pija a besos. Continúe mintiendo.

    –Bueno, pero no vengas hasta las tres mínimo y menos arrepentido. Aviso la estampa de 1.66, desabrochando su camisa y dejando aquel par de tetas turgentes al aire.

    –Gerardo seguro va a saber que hacer con ellas. Aseguró mi esposa llenándose las manos de esa masa con pezones duros y negros qué apuntaban a mi.

    –¿Gerardo?… ¡El que repara aire acondicionado! Casi grite.

    –Ese mismo. A juzgar como me miró la otra vez, seguro se prende y le echa un buen polvo a la clienta.

    –¿Estas segura? Pregunte totalmente excitado.

    –¡Por supuesto! –Contesto rápidamente y agregó– Somos adultos, merecemos otras experiencias sexuales. Te contaré todo a detalle y quiero que vos también lo hagas.

    Noelia estaba decidida a llegar al final fuera con Gerardo o con otro, ella ansiaba la experiencia en realidad ambos la ansiábamos, por eso continúe fingiendo que Gabriela existía.

    Llego el viernes, tenía pensado alquilar una habitación pero me fui al bar con unos amigos. Les dije que mi mujer estaba en un cumpleaños y disfrutamos de la velada. Gerardo había quedado en “revisar el artefacto” a las 7 y media y ya eran la 1 de la mañana. El morbo me tomaba de rehén y las mil preguntas también. Un mensaje de audio llego al móvil, 1 y 9 minutos “amor, venite. Gerardo recién se fue… fue… maravilloso.”.

    15 minutos después estaba llegando en taxi.

    Noe estaba en la cama, la piernas fornidas escapaban a las sábanas exultantes y aun temblorosas, el olor a sexo deambulaba en el aire y no cabía duda Gerardo la había follado. Las bragas blancas de encaje yacían en la alfombra con otras prendas y con los preservativos rojos caídos como cuerpos en el campo de batalla, me senté en la cama y la bese despacio.

    –No, enciendas la luz por favor. –Rogó tan suavemente como la penumbra del cuarto.– ¿Como te fue con la mesera? –Preguntó.

    –Bien… Pero prefiero saber que paso aquí.

    Gerardo llegó cuarenta minutos tardes, claro que si hubiera imaginado lo que le esperaba hubiese llegado antes. Pregunto por vos y le dije que no vendrías esta noche, que seguro tenías una amante, se sorprendió porque alzó las cejas y se dio cuenta casi enseguida que el aire andaba perfectamente. Lo que no sé es porque carajo seguía acá, si fue por la copa de vino que le ofrecí o por el deseo que le pedí que pidiera mientras me quite la blusa para mostrarle la rigidez de los pezones.

    Dios, se me abalanzo como una jauría de perros salvajes alzándome de un tirón, no sabes la fuerza que tiene ese hombre y la boca, dios que boca casi podía devorarme los dos pezones al mismo tiempo. Una vorágine de deseo vertiginoso nos atrapó, nos desnudamos en un ya, tenía la verga grande, sudorosa, peluda, ligeramente torcida hacia arriba, un ramillete de venas lo adornaban y las chupe una a una mientras sus dedos largos hurgaban mi raja incandescente.

    No sé cómo fue, debo haber perdido el conocimiento, pero cuando lo recobre me había ensartado, estaba encima de el contra su pectoral velludo saltando y gritando, lo gozaba, por la sonrisa dibujada debajo del espeso bigote y yo también, rebotaba como una goma al compás de aquellas piernas fornidas mientras las tetas golpeaban aquel pecho macizo. Me vine, pero creo que ya lo había hecho antes, era una máquina.

    Cuando la piedad llegó extrajo aquel magnífico falo empapado en mis jugos y me suplico que lo mamara nuevamente y lo hice. Soy tu mujer pero fui su puta por cinco horas y me encantó, me encantó quiero que lo sepas.

    –¿qué más paso? Pregunte totalmente sorprendido y excitado.

    –Hubo de todo, en varias posiciones, acabamos una y otra vez. Estoy destrozada, mañana te cuento con más detalles. Te amo.

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  • Otra historia

    Otra historia

    Después de que mi marido haya contado su parte de la historia con Claudia me he decidido a escribir otra parte más de nuestras eróticas aventuras.

    Tras bastante tiempo dándome el coñazo para que nos montáramos otro trío con Claudia en Barcelona y después de no haber accedido a ello me decidí a prepararle una sorpresa.

    Aprovechando la visita que tuve que hacerle a una amiga que había sido hospitalizada en Gerona a causa de un accidente, nada grave por cierto pero si muy aparatoso, me las ingenié para pasar por Barcelona y quedar con Claudia, tras nuestro encuentro el año pasado nos intercambiamos los teléfonos pero no nos habíamos hablado desde entonces, quedé con ella en un disco-bar muy famoso y tras alojarme en un hotelito de la Barceloneta me fui a su encuentro.

    Llegué bastante pronto y ella todavía no había llegado al local y el ambiente empezaba a estar caldeado, muy pronto me di cuenta que el ambiente era “ambiente” de verdad, las parejas de chicos y chicas eran muy evidentes y tomando mi primer Martini estaba cuando una preciosa chica se me acercó y me invitó a otra copa, era bastante joven e iba muy sexy, falda cortita, un top muy ajustado y brillante que resaltaba sus grandes tetas, y una carita de ángel deliciosa, yo desde nuestra aventura con Claudia veía a las mujeres de diferente manera y llegué incluso a reconocer cierta bisexualidad,

    Intenté negarme a la invitación, pero ella era muy insistente y ante la tardanza de Claudia al final acepté.

    Sara, que así se llamaba se sentó en el taburete junto a mí y comenzamos a hablar, me preguntó si venía mucho por allí, y tras varios minutos de banal conversación me preguntó si estaba casada señalándome el anillo y que si había cambiado de acera, en tono gracioso, yo le dije que no, que estaba esperando a una amiga y que era muy feliz en mi matrimonio.

    Sara se extrañó un poco pero siguió con la conversación directa al grano preguntándome si lo había hecho con alguna chica alguna vez, yo me sonreí ante el descaro de esta cría a la que seguramente le pasaba quince años, y le contesté que se podía decir que si…

    Justo entonces apareció Claudia, espectacular, impresionante, Sara y yo la miramos con la boca abierta, el ajustadísimo vestido corto que llevaba se ajustaba como un guante a su cuerpo resaltando sus curvas, Claudia me dio dos sonoros besos y un fuerte abrazo, le presenté a Sara, la cual una vez la presenté hizo ademán de irse y dejarnos solas pero Claudia, reaccionado antes que yo la agarró del brazo y le dijo que no se tenía porque ir que estábamos entre amigas y podíamos cenar las tres juntas, Sara aceptó encantada, pedimos otro Martini y nos pusimos a hablar de todo un poco, hasta la hora de cenar en un restaurante cercano.

    La cena fue de lo más distendida, reímos y hablamos sin parar, parecía como si nos conociéramos de toda la vida, incluso Sara se compenetró con nosotras enseguida.

    Le comenté a Claudia que quería darle a mi marido una sorpresa, y le pregunté si estaba dispuesta a venirse conmigo un par de días y repetir lo irrepetible de aquella noche en Barcelona. Sara estaba flipando e incluso me recriminó que antes le dije que no había tenido relaciones con otra chica y Claudia le respondió que no era lo que parecía riendo a carcajadas.

    Sara lo cogió al vuelo y mirando a Claudia con los ojos como platos no se pudo reprimir y por debajo de la mesa metió su mano entre sus muslos alcanzando su delicioso caramelito, Sara para ser lesbiana, estuvo durante varios segundos palpando el paquete de Claudia mientras esta se reía y excitaba cada vez más. Yo me animé también y me uní a Sara en los tocamientos, la polla de Claudia estaba cada vez más gorda y estuve a nada de sacársela del tanga y empezar a masturbarle, pero el camarero llegó con los segundos platos y nos pilló in fraganti, las dos sacamos las manos de debajo de la mesa rápidamente y comenzamos a reír a carcajadas mirándonos con ojos lascivos.

    Durante los postres le contamos a Sara nuestra aventura con todo tipo de detalles con lo que nos confesó que se estaba poniendo a cien y que tenía el tanga completamente mojado, Claudia propuso que nos fuéramos a un local muy íntimo que conocía y del que Sara dio buena cuenta, cogimos un taxi y nos fuimos.

    La verdad es que el sitio era una especie de casa de citas de alto standing, nos recibió una especie de Madamme y tras hablar Claudia un momento con ella nos hizo pasar a una sala decorada exquisitamente con una cama redonda gigantesca, una mini barra de bar, sofá y cojines por todos lados.

    Claudia abrió una botella de cava y las tres con una sonrisa en los labios brindamos por los buenos tiempos.

    Yo no tenía previsto acabar la noche así pero después de conocer a Sara y lo calentita que se había puesto la noche no tuve ningún reparo en pasar un buen rato con las dos, la idea me puso a cien, no me lo pensé y decidí que era un buen día para unirme a estas dos bellezas.

    Claudia nos pidió que nos sentáramos en el gigantesco sofá, puso música suave y lentamente empezó a contonearse al ritmo de la música.

    La verdad es que Claudia, como ha descrito mi marido es un bellezón, Sara se relamía solo de verla moverse, Claudia se acariciaba por encima de vestido las tetas, el culo, las piernas y su entrepierna lentamente y poco a poco dejó al descubierto su generoso pecho, miré a Sara y ya se había comenzado a sobar el chumino por encima del tanga, decididamente se acercó a mí y me besó en la boca posando sus manos sobre mis recién operadas tetas, (al final me decidí y me operé el pecho aunque ahora pienso que me pasé un poco porque pasó de una talla 90 a la 105, mi marido no puso reparos pero yo todavía no me he acostumbrado), yo le correspondí al beso ofreciéndole mi lengua y mi mano se posó sobre su tanga apartándolo hábilmente a un lado insertándole un dedito en su mojadísimo conejito.

    Claudia totalmente desnuda se acercó a nosotras y con su enorme polla completamente erecta nos dio un toquecito en la cara, Sara se sobresaltó y se dejó caer sobre el respaldo del sofá y yo sin pensármelo me la metí en la boca, aún recordaba el curioso sabor de la polla de Claudia, la recorrí desde la punta hasta la base y me metí uno de sus depilados testículos en la boca, succionándolo hasta casi morderlo.

    Sara continuó recostada, mirándonos, con una mano dentro de su top pellizcándose un pezón y la otra en su delicada vulva, masturbándose como una loca, relamiéndose, con una cara de viciosa que haría levantársela a un muerto.

    Mi boca recorría la polla de Claudia sin parar, todo su grosor, su gordo glande, las potentes venas que la recorren, eran suavemente ensalivadas por mi lengua, en un momento le ofrecí la polla a Sara, y ella acercándose a nosotras nos dijo que nunca había probado una de verdad, yo la dije que ya era hora y delicadamente poso sus carnosos labios sobre la punta del capullo, abriendo su boca se lo envolvió y haciendo un esfuerzo se la metió todo lo que pudo en la boca, yo la masturbaba mientras Sara se la seguía mamando.

    Los lametones fueron cada vez más intensos y yo me uní a Sara en la mamada recorriendo cada una a un lado la polla y uniendo nuestras lenguas en la punta, saboreando su liquido preseminal, Claudia agarró nuestras cabezas y con una gran tensión se corrió en nuestras bocas, donde nuestras lenguas luchaban por hacerse con el dulce manjar de sus testículos, las dos nos unimos en un húmedo beso, intercambiando semen y saliva hasta que Claudia se unió a nosotras ofreciéndonos su lengua entre nuestras bocas.

    Acto seguido, Claudia me recostó sobre el sofá y se puso entre mis piernas, su lengua alcanzó mi clítoris justo cuando Sara se terminó de desnudar y a horcajadas me ofreció su conchita justo a la altura de mi boca.

    Mi lengua probó por primera vez el sabor de una vagina que no fuera la mía y la lengua de Claudia se habría paso entre mis labios, electrizándome cada vez que su punta rozaba mi sensible clítoris.

    Me resultaba bastante difícil concentrarme en mi lamida al coñito de Sara, ya que la lengua de Claudia recorría toda vulva y la entrada de mi ano de forma vertiginosa, las sensaciones eran muy intensa y Sara agarraba mi cabeza centrándomela en su coñito, mi lengua entraba y salía de su vagina y la recorría de arriba abajo, no tardé en llegar al orgasmo y entre convulsiones sentí como Sara se corrió cuando me aplastó la nariz contra su chochito, sus jugos recorrieron mi garganta y cuello, las tres quedamos rendidas sobre el sofá y Claudia propuso que nos metiéramos en la bañera redonda del baño.

    Las tres completamente desnudas, nos metimos en la bañera y antes de que Sara se pudiera sentar con nosotras nos apoderamos de sus caderas haciendo que pusiera una de sus piernas sobre el borde de la bañera, Claudia por el agujerito de su chochito y yo por el de su culito le comenzamos a lamer como posesas, nuestras lenguas se unían en uno u otro y Sara empezó a decir que se corría y que se meaba, que nos apartáramos, que se meaba, se meaba, se meaba y se meó, en un glorioso orgasmo en el que chillaba y chillaba, su vejiga no aguantó y se meó sobre nosotras (conocidos son los gustos de Claudia y ahora míos también) con fuerza.

    Claudia fue la primera que recibió la dorada lluvia del conejito de Sara, luego yo me uní a ella dejando nuestras caras a su merced, la orina nos recorría el cuello y las tetas y nos unimos en un húmedo beso con todo el chorro en nuestras frentes.

    Sara no salía de su asombro ante nuestra reacción, nos comentó que nunca le había pasado nada igual, y le parecía increíble que hubiéramos hecho eso con tanto gusto y placer, las tres nos unimos en un gran beso y nuestras lenguas empezaron a jugar por nuestros cuerpos.

    Claudia nos colocó a cuatro pata, apoyadas sobre el borde de la bañera y con el culo en pompa nos empezó a lamer el agujerito del culo mientras nos besábamos Claudia nos metía la lengua alternativamente en el ano, las dos estábamos mojadísimas cuando sentí apoyar la punta del rabo en la entrada de mi agujerito, de un solo empujón entró prácticamente entera, sus bombeos eran muy fuertes y Sara me masturbó a la vez, el orgasmo no tardó en llegar y entre espasmos me corrí brutalmente mientras Claudia no paraba de meter y sacar su pollón de mi culo.

    Sara le pidió a Claudia que la penetrara por detrás pero con cuidado porque prácticamente era virgen, solamente un pequeño vibrador había pasado por su agujerito anal.

    Sara se volvió a colocar a cuatro patas y fui yo quien le terminó de preparar para la enculada, agarré la polla de Claudia y se la dirigí al ano, Sara se agarraba los cachetes con las dos manos mientras yo apuntaba y Claudia lentamente empujaba su cuerpo contra Sara, la polla empezó a entran lentamente y los gritos de Sara iban convirtiéndose en gemidos a medida que entraba dentro de ella, Claudia empujó hasta el final y cuando sus huevos tocaron su vulva Sara pidió a gritos que no parara que quería más y más.

    Claudia siguió empujando, y el mete saca fue bestial, Sara no paraba de gritar y yo la masturbaba por debajo como había hecho ella conmigo, se pudo correr dos veces antes que Claudia sacara la polla de su culo y nos la ofreciera en la boca a Sara y a mí, la corrida de Claudia fue bestial y las dos la recibimos con pasión relamiéndonos de gusto, el semen corría por nuestras bocas y su polla parecía no tener fin cuando nos la volvíamos a meter en la boca con todo su semen por nuestra lenguas y gargantas.

    Las tres terminamos en la cama para toda la noche, volvimos a comernos la polla de Claudia por la mañana antes de salir de la habitación y despidiéndonos de Sara nos dispusimos para el viaje y poder darle la sorpresa a mi marido llegando dos días antes de lo que él esperaba…

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  • El ojo discreto

    El ojo discreto

    Llovía copiosamente y la tarde estaba siendo un verdadero tedio, la televisión ofrecía la misma porquería de costumbre de que si Pepito se ha acostado con Menganita o si Fulanita le gustaban más las mujeres que los gatos de angora y por hacer algo distinto me fui a mi habitación y conecté mi ordenador.

    Muchos de mis contactos aparecían en línea y yo estaba conectado, pero sin aparecer como conectado y tampoco tenía muchas ganas de hablar, confieso que tampoco estaba muy “caliente” por lo que empecé a brujulear por las diferentes páginas que podía encontrar en la web, obvié las páginas explícitas de sexo y terminé por entrar en un chat de personas de más de 40.

    Uno termina cansándose tratando de conectar con gente afín y que la gran mayoría sean perfiles falsos, tipos “disfrazados” o coleccionistas de tonterías y en los chats de sexo explícito abundan ese tipo de perfiles, el chat que descubrí estaba animado por el último derby con que si se equivocó el portero en el gol o si ese famoso delantero estaba muy bueno.

    El caso es que reparé en cierto nick que se salía de lo habitual: Alma y con un escueto privado traté de entablar una conversación con ella, no me llamó la atención que tardase bastante en responderme pues generalmente las mujeres suelen ser bombardeadas en esos chats y algunas ni pueden decirte que no le interesas lo más mínimo, pasados unos minutos mientras me perdía entre las líneas de una conversación sin sentido una pequeña ventana se abrió en la parte superior de mi pc:

    —Hola, perdona que no te hubiese respondido antes, poniéndome un té.

    Sus primeras palabras me resultaron simpáticas, ningún hombre suele empezar una conversación con algo tan trivial como eso por lo que despertó mi curiosidad.

    —No te apures, imagino que también estarás agobiada cerrando ventanas de privados. Por cierto, si entro en esta sala es porque tengo más de 40 aunque la vida me ha tratado muy bien y me conservo mejor que la momia de Tutankamón.

    —Uys, eso se lo dirás a todas, jeje, pues yo también tengo más de 40 y me conservo divinamente.

    Y sin mediar palabra me mandó una foto con una imagen tras una sábana blanca que vislumbraba un hermosa figura, el juego de luces hacía deliciosa la imagen.

    —Un fantasma, que miedo, respondí.

    —No me digas eso, que los fantasmas son otros, jaja y yo soy real, te lo prometo.

    —Vale, te creo. Y siendo un poco vulgar, ¿qué hace una chica cómo tú en un sitio como este?

    —Pues esperaba a mi príncipe azul, pero ha debido perder el autobús.

    —Oye, yo no soy príncipe y mucho menos azul y además viajo en Metro por lo que casi nunca llego tarde, ¿te vale un proyecto de rana con la que charlar como yo?

    —Sólo si sabes croar al revés.

    —Vale, acepto la prueba.

    En ese instante recibí una invitación para abrir mi web-cam, mi nerviosismo o mis ganas de agradar no sé si se dejaron ver, pero creo que no tardé ni medio segundo en conectarla y ella se dio cuenta.

    —Vaya, eres rápido, jaja, pero quiero ver como croas al revés.

    No sé si la edad o la falta de vergüenza, pero cuando nuestras cámaras se conectaron mostraron nuestras caras y no un pecho, un teclado o una parte de anatomía de difícil calificación.

    —Hola Brad, espero que Angelina no se entere de lo nuestro.

    —Jaja, tranquila Charlize, nunca sabrá lo nuestro.

    La verdad es que me gustó la forma en la que me desarmó, no es que me parezca a él, mejor dicho, creo que me parezco en que los dos tenemos dos brazos, una cabeza, nariz, boca y poca cosa más, pero Alma era realmente bonita, una mujer de unos 35 años habría jurado con una media melena color caoba lisa, unos sensuales labios sin carmín, una naricita propia de una muñeca y unos ojos marrón claro muy sugerentes. Vestía una camiseta de tirantes que dejaban al aire unos hombros delicados con unas pocas pecas muy sugerentes y que no desentonaban en blanca y presumo, cálida piel.

    —Venga, la prueba.

    Giré mi silla para darle la espalda y croé sólo como la ranas saben hacerlo, mi idea original era ponerme haciendo el pino y croar pero uno ya no está para saltos acrobáticos y opté por esa opción y por lo que pude comprobar con maravillosos resultados.

    —Jaja, bien, has aprobado y con nota, me quedo.

    —Gracias, es que español-rana, rana-español era un asignatura optativa en mi colegio y yo la cursé.

    —Pues la cursaste muy bien y no sólo esa asignatura, veo que la educación deportiva tampoco se te deba nada mal, dijo entre pícara y coqueta.

    La verdad es que cuando uno no deja el deporte y lo sigue practicando pues es fácil mantenerse y yo lo hacía, el banco de remo era una obligación y una delicia para dejar esa mala energía que acumulada en la oficina todo los días.

    —Perdona que sea tan directa, tengo sólo media hora y vendrán mis hijos que los trae mi exmarido, me gustaría preguntarte una cosa y espero que no pienses nada raro, ¿te has masturbado para una extraña por la cam alguna vez?

    Yo estoy seguro que ella sospechaba que si, pues quien no lo ha hecho y no quise mentirle pues su voz me embargaba y podría haber hecho de mi lo que quisiera y eso de recalcar la parte del ex, de la palabra exmarido me excitó un poco.

    —Pues si, algunas veces, dependiendo de la situación es muy excitante y morboso, ¿por qué quieres saberlo?

    —Es que me gustaría verte hacerlo para mí, me gusta ver tocarse a los hombres, ¿lo harías?

    Seducido por su voz debí responder que si, su hipnótica mirada estaba tan fija en mí que era imposible negarse a nada que me hubiese pedido y como un resorte me levanté para colocar la cam lo suficientemente lejos para que me viese, pero sin que perdiese nitidez y me dispuse a desvestirme.

    Lentamente saqué por mi cabeza mi camiseta gris claro de una misteriosa universidad americana que ha debido existir nunca dejando al aire mi torso desnudo, con los restos del moreno del verano aún tenía un color agradable y no ese color crudo que se nos queda a los morenos en el invierno, lo hice muy despacio, recreándome en sacar mis brazos para que los hombros redondeados por el ejercicio fuesen apetecibles para Alma, su voz marcaba un ritmo más rápido pero quería que aguardase y me demoraba con movimientos sensuales y dulces, sin brusquedades ni prisas para que se recrease.

    Mi vaquero de botones se fue cayendo poco a poco a lo largo de mis piernas dejando al aire un slip negro para disfrute de Alma, su voz apareció entre mis conteneos

    —Nene no estás nada mal, pero que nada mal y me gusta como te mueves, tú has hecho esto antes.

    Me sonreí ante las nada inocentes palabras de Alma y saqué mis pies de las perneras y girándome le mostré mi culo duro y ejercitado mientras lo bajaba hasta el suelo, estaba completamente desnudo para ella y lentamente me giré, pero tapándome mi pene con las manos a lo que ella con una voz lastimera pero dulce protestó.

    —No seas malo, quiero ver tu cuerpo, no me castigues.

    Confieso que sería incapaz de negarle nada, estaba completamente idiotizado por su voz, mi culo mostraba las marcas del bañador pero no le quitaba un ápice de atractivo.

    —Está bien, respondí y lentamente pasé mi mano derecha al costado mientras con la mano izquierda acariciaba mi abdomen subiendo hacia mi pecho para acariciar mis pezones.

    —Gracias cielo, acaríciate para mi, como si estuviese enfrente tuya, que poquito pelo, pasar la lengua por tu cuerpo debe ser un placer.

    Obediente pasé mi mano derecha por mis testículos depilados sin tocar mi pene que aún estaba dormido pero que poco a poco estaba empezando a tomar cierto tono, mi mano izquierda se olvidó de mis tetillas y se fue hasta mi trasero, con toda la palma abierta acariciando leve y suavemente apretar mis glúteos firmes. Mi respiración aumentaba su ritmo y mi pene ya había cogido un tamaño y color que no envidiaría a la de cualquier jovencito y Alma pareció apreciarlo pues agradecía lo que veía a través de esa pequeña pantalla.

    —Que rica y encima con poquito vello, me gusta mucho lo que veo corazón.

    Yo seguía preso de mis ganas de agradar y mojando la palma de mis manos con mi propia saliva e impregné mi palpitante y sonrosado glande que adquirió un color sonrosado pulsante como queriendo salirse de mi propio cuerpo.

    Mientras acariciaba mis testículos tirando de ellos comencé a pasar la palma de mi mano sobre mi pene hasta que lo agarré firmemente, mis mano cubría algo menos de mitad de su longitud y con un ligero movimiento comencé a masturbarme lentamente, desde que había descubierto que acariciarse recién depilado se sentía y disfrutaba más, nunca había permitido que los pelos sobrepasasen una medida que yo consideraba poco higiénica o mejor dicho, que me restase sensibilidad.

    Alma disfrutaba y me animaba con su suave voz a que continuase.

    Duro como una piedra, apenas me permitía moverlo más que arriba y abajo, llevé mi mano izquierda para ayudarme y poniendo mis palmas alrededor de mi pene continuaron mi delicioso masaje.

    —Mmmm que gusto, decía a la cam ajeno a lo que pudiera estar haciendo Alma pero atento a sus peticiones y su voz, acércate un poquito cielo, quiero tenerte cerca.

    Me empujé como pude hasta casi perder la perspectiva, pero Alma me podía ver aún entero y mejor aún, podía oírme y eso la excitaba sobremanera. Mi pene empezó a segregar líquido preseminal que lubricaba mi palpitante glande haciendo más placenteras mis propias caricias, fui a recostarme sobre mi silla para no caer a la par que mi respiración se entrecortaba y mis exclamaciones y gemidos de placer excitaban a Alma.

    —Me gusta escucharte tanto como verte, eres una delicia.

    Yo no sé si ya estaba sordo o no pero apenas podía escuchar lo que Alma me susurraba, mi ritmo se acrecentó hasta que solté una de mis manos para acariciarme el perineo mientras alzaba mis piernas y aumentaba cada vez más mi ritmo, mis embestidas manuales cada vez eran más fuertes con ese ritmo y fuerza que solo nosotros podemos darnos.

    Antes de que me diese cuenta ya me había metido la punta de mi propio dedo dentro de mi culo y las contracciones del anillo anal me marcaban el punto de no retorno, una oleada incontrolada de placer me invadía completamente, todo mi cuerpo gozaba de una excitación total y hasta las uñas de mi cuerpo parecían estar en comunión con ese instante. Llevé mi mano a la punta de mi glande y un primer pequeño chorro de semen mojó la palma de mi mano, un primer latigazo de placer de los varios que me llevaban desde lo más hondo de mi cuerpo hasta mi médula.

    Una cantidad ridículamente pequeña para lo que se imagina por las películas porno acabó en mi mano pero mis ojos cerrados no repararon en ello, poco a poco fui recobrando la compostura y la respiración y abrí los ojos para fijarlos en la pantalla, hacía unos instantes que Alma se había marchado y yo no me había dado cuenta, por toda despedida me había dejado una pequeña nota:

    —Me encanta ver como disfrutas pero está llegando mi ex, me gustaría volver a verte, mi mail es… gracias.

    Nunca entendí esas gracias aunque tampoco importa demasiado, sólo sé que esa fue la primera de muchas y sin haberme tocado, ella tocó mi alma.

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  • Como negarme a su pedido

    Como negarme a su pedido

    ¿Cómo negarme a su pedido? la parte homosexual de mi bisexualidad siempre fue oculta, pero ella me conoció así y entonces con ella no había problemas.

    Le gustaba que le cuente cuando, en algún masaje con algún hombre, las cosas se ponían calientes y terminábamos apasionadamente incendiando nuestras pieles, pero a ella los relatos no le fueron suficientes y entonces le empezó a gustar la idea de presenciar alguno…

    A mí la idea me encantó, pero había que buscar la persona indicada, especialmente sabiendo que Vanesa tenía serias intenciones de sumarse a nosotros en un muy caliente trío.

    Todos mis clientes son muy reservados, muchos son casados y otros no le interesaría la idea de sumar a una mujer.

    Por suerte me acordé de Cesar, treinta y algo de años, buen cuerpo, profesor de tenis, y con alguna experiencia en este tipo de juegos.

    Nuestros encuentros con Cesar eran siempre muy calientes, había buena onda entre nosotros y lo disfrutábamos mucho… seguramente él era el indicado.

    Lo llamé y le conté, le encantó la idea, solo quedaba ponernos de acuerdo con la fecha y la hora. El plan estaba en marcha.

    Llegó el esperado día, Cesar, ansioso, vino temprano, eso sirvió para ponernos de acuerdo en algunas cosas y que el show sea bueno y caliente.

    A él no le excitaba mucho jugar con su cola y a mí tampoco, no habría penetraciones entonces, pero todo lo demás le encantaba y eso haría poner muy loca a ella.

    Llegó Vanesa y luego de las presentaciones fuimos al lugar donde sería el encuentro, mi gabinete de trabajo. El lugar con la suficiente intimidad para poder jugar tranquilos.

    La camilla no sería lo adecuado, de a dos es fácil (ufff… si mi camilla hablara…) pero de a tres no entraríamos cómodos, así que preparé el tatami, almohadones y demás para estar muy cómodos y con mucho lugar en el piso.

    Tenía unos porrones de cerveza en la heladera y les convidé a mis amigos, tomamos y charlamos un rato para distendernos un poco. Vane se había acomodado en un silloncito que tengo en el gabinete y con Cesar nos habíamos sentado en el piso, en los almohadones.

    Vanesa tenía una pollera de jean, bastante corta y una remera escotada que destacaba ese hermoso par de tetas que tiene y que te hace desear estar todo el tiempo entre ellas besándolas.

    Obviamente Cesar no podía quitar la vista de ese escote, pero ahora, desde nuestra perspectiva del piso, sus piernas se veían bellísimas, y cada vez que se movían nuestras miradas estaban expectantes para lograr ver su lugar más íntimo…

    Pero ya era tiempo de ir a la acción y mientras charlábamos comencé a acariciar a Cesar, en sus hombros, su nuca, como masajeándolo suavemente, besé su cuello y miré fijo a Vane, el brillo de su mirada me dijo que estaba muy caliente porque iba a presenciar algo de lo que fantaseó mucho pero que creyó que nunca iba a ver.

    Besé el cuello de Cesar, su rico perfume me embriagó, me fui acercando a su boca y la besé con mucha pasión. Abrazados y acariciándonos caímos sobre el tatami, me puse sobre él y le saqué la remera, hice lo mismo con la mía y comencé a besar su cuerpo y lamer sus pezoncitos… Cesar suspiraba y también oí suspirar a Vanesa, giré la cabeza para verla y tenía una mano metida bajo su falda, entregada a una hermosa y lenta paja provocada por nuestro espectáculo.

    Bajé lamiendo su pecho hasta el ombligo y me puse de costado para que Vane pueda ver el momento en que le bajara su pantalón y dejara su pija a la vista, cosa que hice muy lentamente, primero el pantalón corto deportivo que él tenía y después de acariciar su dura pija por sobre su bóxer lo bajé lentamente besándole la piel que iba dejando al descubierto… su pija saltó ante mi cara y yo la tomé con mis manos y la acaricié lentamente.

    Miré a Vane y se había sacado la remera, mientras se seguía pajeando con una mano, con la otra acariciaba sus pechos que parecían querer explotar dentro de su hermoso corpiño blanco.

    Mientras yo hacía eso, Cesar fue besándome de la misma manera y sacándome el pantalón y el bóxer y me acariciaba la pija que ya estaba que explotaba, Vanesa se había sacado el corpiño y sin perderse detalle de show con su mano libre manoseaba sus tetas y se lamía los pezones.

    Cruzamos una mirada cómplice con Cesar y lamí su pija mientras sentí en la mía el inconfundible cosquilleo húmedo de su lengua. Metí su pija en mi boca mientras sentía sus labios envolver mi verga hasta que oímos a Vane, entre jadeos decirnos: ¡Hijos de puta! Y acabar fuertemente desparramada en el sillón y ya totalmente desnuda, con las piernas levantadas y dos dedos metidos en su muy chorreante concha.

    Hicimos un prolongado y muy sensual 69, y Vanesa seguía pajeándose, paro todavía faltaba para invitarla a jugar.

    Después de un rato de brindarnos toda la pasión posible con nuestras bocas y de haber sentido acabar otra vez a Vane, me di vuelta y acomodando pija con pija, me recosté sobre Cesar, con mi cuerpo bien pegado al suyo lo besé comiéndole bien la boca y lentamente comencé a frotar mi cuerpo sobre el de él, Cesar gemía de la calentura que tenía y de sentir mi cuerpo caliente frotarse con el suyo, yo también gemía y en medio de ese éxtasis siento a Vanesa que se nos viene encima y también comienza a frotar su cuerpo contra el nuestro.

    ¿Cómo explicar lo que sentimos en ese momento? ¿Cómo contarles el goce supremo de esos tres cuerpos al extremo de calentura frotándose y besándose de esa manera?

    Los besos de Vanesa se dirigieron hacia la pija de Cesar, entonces baje hacia su muy afiebrada conchita para darle alivio con mi lengua….

    Cesar estaba boca abajo, Vanesa se acomodó con la cabeza entre sus piernas y yo me metí, de espaldas entre las de ella para tomarme todos sus abundantes jugos.

    Al poco rato Cesar ya no aguantó tanta calentura y acabó copiosamente en la boca de ella que no alcanzaba a tragarse todo tan rápido. Limpió hasta la última gotita, no dejó nada.

    Y ahora, en un improvisado 69 comenzó a chupármela a mí mientras yo la hacía acabar con la lengua entre sus labios.

    De pronto el 69 deja de serlo porque sentí la boca de Cesar sumarse a la de Vane en mi pija…

    ¿Qué número tendrá esa posición?…. no sé, y en ese momento era lo menos que me importaba, solo me dediqué a gozar y cuando estaba por acabar Cesar se retiró para dejar que Vane se encargue de tomar toda mi leche… mucha cayó adentro y otra chorreó por su cara.

    Vane cayó de espaldas, exhausta, y yo me acerque a su cara y con mi lengua junté la leche que se había derramado dándosela a tomar y besándola profundamente.

    Quedamos mucho tiempo tirados, abrazados, acariciándonos de a ratos, felices, pero todavía había tiempo para más.

    Vane testeó nuestra recuperación acariciándonos las pijas que volvían a endurecerse. Se incorporó y teniendo a Cesar de espaldas al suelo comenzó a chuparle la pija que ya estaba muy dura nuevamente. Sin pensarlo dos veces se subió sobre él e introduciéndose su verga en su conchita, comenzó a galoparlo.

    Yo me acerqué a la pareja y ella me chupo la pija un ratito y después, parando bien su culo, me hizo saber lo que quería.

    Desde que la conozco que quería entrarle por atrás, pero no había tenido la oportunidad, incluso lo habíamos hablado. Ahora era el momento.

    Lo mojé con saliva y con sus propios copiosos jugos y acomodándome se la comencé a poner.

    Cuanto placer sentir su apretado culito, se la fui entrando de a poquito y cuando estuvo adentro comenzamos la cabalgada, tratando que sea muy acompasada para no caernos.

    Yo estaba en la gloria, metérsela por el culo, sentir el contacto de los dos cuerpos, verla como gozaba. Nuestros cuerpos estaban ya muy transpirados, Vane acabó dos veces, estaba como loca, había cumplido varias fantasías juntas, nunca había estado con dos hombres, nunca había hecho una doble, se sentía plena, subiendo y bajando, clavándose las dos vergas bien adentro de ella. De repente vio que Cesar iba a acabar y le dio fuerte para que le acabe bien adentro.

    Sentir el lechazo en su interior la hizo acabar y tanto espasmo me hizo acabar a mí también llenándole su culo de caliente leche.

    Caímos casi desmayados. Cesar estaba feliz, veíamos como chorreaba nuestras leches de su culo y concha. La cara de Vane era de un éxtasis total.

    Cuando pudimos reaccionar nos fuimos a duchar, juntos. Hubo tiempo para alguna caricia y varios besos.

    Vane y Cesar se fueron a sus respectivas casas, los dos son casados, yo me tiré en mi cama, cansado, feliz de tener la cabeza tan abierta como para permitirme disfrutar de cosas así.

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  • En ese antro tenía que ser

    En ese antro tenía que ser

    Recién llegados a Cartagena, una ciudad costera en Colombia a donde nos habían trasladado por motivos de trabajo, tuvimos la oportunidad de hacer algo de turismo mientras nos instalábamos en la residencia que habíamos adquirido en la ciudad.

    Habíamos coordinado que alguien nos recibiera a nuestra llegada y nos guiara y orientara hasta que pudiéramos instalarnos formalmente. Mientras tanto, íbamos a pasar dos semanas alojados en un hotel del centro de la ciudad y, por lo tanto, se nos daba la oportunidad de disfrutar de la ciudad para ambientarnos un poco ciudad y conocer su gente.

    Cuando llegamos al aeropuerto, nos recibió nuestro guía: Luis Agresot. Un muchacho normal, que nos causó buena impresión. Era un moreno, como de 1,75 m aproximadamente, cuerpo moderadamente musculoso, bien trabajado, una sonrisa encantadora y un rostro armonioso. En general, un hombre guapo, atractivo, de buen trato y bastante servicial. Iba vestido con una camisa blanca, pantalones cortos de color beige, unas sandalias del mismo color y varias manillas y cadenas típicas del caribe adornaban su indumentaria. Se nos presentó, nos ayudó a cargar las maletas en su vehículo y nos llevó al hotel.

    Mi esposa, desde que lo vio captó su atención, sintió curiosidad por el muchacho y, por qué no, cierta atracción hacía él como hombre atractivo. Cuando se nos presentó fue muy formal con ella y, por decirlo de alguna manera, también se fijó en ella, quien iba vestida con un vestido blanco muy ligero, propio para el clima cálido, sin mangas y con un escote pronunciado. Los zapatos de tacón alto, también blancos, hacían resaltar sus tobillos y piernas.

    De modo que fue inevitable que nuestro anfitrión posara sus ojos en ella. Además de ser muy atento al dirigirse a ella, también pareció mostrarse un tanto un poco coqueto. Nada atrevido, tal vez en mi presencia, pero si lo suficiente para que yo me diera cuenta que se mostraba todo un galán con propósito de conquista.

    Nos acomodamos en el vehículo y, camino al hotel, fue inevitable observar que Luis nos miraba repetidamente por el espejo y supuse que su interés no era conmigo sino con ella, a quien parecía no quitarle los ojos de encima. Ella, por supuesto, al sentirse observada, estableció contacto con él a través del espejo. No estoy muy seguro, pero creería que establecieron conexión desde el mismo momento en que se encontraron y no dejaban de mirarse. Había curiosidad.

    Al llegar al hotel fue evidente que el muchacho tenía toda su atención enfocada en mi mujer. Nos ayudó a registrarnos e instalarnos en la habitación y acordamos vernos al día siguiente, temprano, para ver cómo nos organizaríamos en los próximos días. Teníamos que recibir nuestra vivienda, dotarla y acomodarnos en ella en solo dos semanas.

    Pero, a la par de eso, queríamos conocer la ciudad y sus atracciones Al despedirse, nos tendió su mano y, en el caso de mi esposa, aprovechó el contacto para acercarla a él y estamparle un beso en la mejilla, una costumbre propia de los habitantes de esa región, pero cuando hay confianza. Sin embargo, mi mujer no rechazó el gesto y le retribuyó con una sonrisa. Ella, muy educada, agradeció su amabilidad y atención para con nosotros.

    Al otro día, Luis nos recogió temprano, poco después del desayuno. Nos llevó a nuestra nueva residencia, porque teníamos cita previa para su entrega. En el recorrido, compartiendo con él en el vehículo, como no, algunas miradas entre él y mi mujer, una que otra sonrisa y mucho coqueteo disimulado, justificado con el desparpajo y espontaneidad de la gente del Caribe. Nada en su trato le mostraba irrespetuoso, pero si, tal vez, algo atrevido teniendo en cuenta que casi acabábamos de conocernos.

    Ella lucía un vestido amarillo de tiras en los hombros que, tratándose de una ciudad de clima cálido, remataba a mitad de camino entre su cintura y sus rodillas. El moreno y ella, bastante blanca, casi de la misma estatura, contrastaban cuando estaban cerca; parecían pareja.

    Al día siguiente se repitió la rutina, solo que esta vez Luis nos llevó a recorrer la ciudad y sus atractivos. En la noche, la idea era realizar un recorrido por el centro histórico de la ciudad. La iluminación del sector es muy seductora y, por decirlo de alguna manera, anima al romanticismo y la aventura.

    El paseo por el centro y todos sus rincones se prestó para que Luis, atento con mi esposa, aprovechara para estar cerca de ella, ayudarla a cruzar las calles tomándola de su mano, guiarla cuando tuvimos que subir escaleras, momentos que aprovechó para delicadamente tomarla de la cintura, pero también, disimuladamente, pasar sus manos por su cuerpo. Ella no puso reparos y parecía que propiciaba esos acercamientos.

    Después, ella me confesaría que, en una de tantas aproximaciones, aprovechó para tocarle “disimuladamente” su paquete y sentir su verga dura y notoriamente grande, muy grande. Y la oscuridad también fue cómplice para que aquel se armara de valentía y se atreviera a algo más, acariciando las nalgas de mi esposa por encima de su ropa y sus muslos. Y yo, pendiente de lo que veía en el recorrido, casas, balcones, miradores, estatuas, monumentos, no me estaba dando cuenta de lo que estaba pasando entre ellos. Acostumbrado a que él estaba muy atento de mi mujer, no pensaba en que las cosas que estaban sucediendo entre ellos tenían una intención diferente a conocer un poco la ciudad.

    El recorrido, ya pasado el tiempo, nos llevó a bares y restaurantes. Luis nos recomendó entrar a un bar muy especial, según él, por su ambiente relajado, adecuado para escuchar música y disfrutar de la vista al mar y sentir la brisa de la noche. Aceptamos la propuesta, ya que no teníamos agenda laboral y podíamos darnos la libertad de trasnochar sin riesgo de incumplir algún compromiso al día siguiente.

    Nos acomodamos en una mesa del segundo piso, cerca de un balcón, desde donde efectivamente se veía el mar y se escuchaba el sonido de las olas golpeando la playa. Yo me distraje un tiempo, parado en ese balcón, mirando el paisaje, aquí y allá, mientras mi esposa y nuestro anfitrión aparentemente conversaban en la mesa. Al menos eso creía yo.

    En medio de la tenue luz de aquel lugar, lejos estaba yo de imaginarme que Luis, ya con más confianza, acariciaba los muslos de mi mujer por debajo de la mesa. Y tampoco que ella, ya entrada en calentura, palpaba aquella verga por encima de sus ropas mientras continuaban conversando, quien sabe de qué cosas. Lo cierto es que se les veía entretenidos. Yo continué dando vueltas por el lugar, explorando las diferentes vistas que el sitio ofrecía.

    Me alejé un poco, pero, desde donde me encontraba pude ver que, en medio de la tenue luz de aquel lugar, el deslizaba una mano por el escote de su vestido para acariciar sus tetas y no dudaba que la otra mano hacía otro tanto con sus piernas y vagina. Sus rostros estaban muy próximos, así que supuse que se estaban besando. Y si yo, viendo aquello sentí excitación, no dudo que ella también la estaba sintiendo y estaba a tope. El, encantado, seguía buscando su boca y su cuello.

    Rápidamente la imaginé a ella sometida por aquel moreno. Estaba seguro que había cedido a esas caricias porque algo en él había captado su atención y no dudaba que tenía ganas de probar su verga. No era su primera vez, pues era claro su gusto por los hombres morenos y los miembros grandes. La noche se prestaba para que el juego continuara, así que, llegue a pensar, el paso siguiente sería solo cuestión de tiempo. Lo cierte es que, al llegar a la mesa, los juegos terminaron. Luis se mostró muy amistoso conmigo y habló hasta por los codos, aparentemente ignorando los toqueteos previos con mi mujer.

    Al cabo de un rato, y no sé por qué, mi esposa puso como tema de conversación el tema de las casas de citas y a dónde iban los hombres, palabras textuales, a desfogar sus pasiones. Él nos contó que había varios sitios para ello, algunos muy conocidos y frecuentados, y otros, algo más reservados, donde la gente iba a ver qué encontraban y, si había suerte, disfrutar la noche. ¿Cómo así que, si había suerte, pregunté? Nos contó que a veces se iba a esos lugares y los encuentros superaban las expectativas, ligando hembras que en otras circunstancias jamás pudieran coincidir. Incluso mencionó que uno de ellos estaba por ahí cerca y nos convidó a visitarlo.

    Miré a mi mujer, quien, con un asentimiento de cabeza dio su aprobación. Entonces, pagamos la cuenta y detrás de nuestro guía, emprendimos de nuevo camino en medio de la noche. Andamos pocos metros, la verdad, y entramos a otro lugar, con luz tenue roja y buena música. Había bastante gente en el lugar y, no se había equivocado Luis, pues las mujeres que había allí se veían muy arregladas y atractivas. Llamaban la atención a simple vista. Y el vestido amarillo de mi mujer la hacía un referente en medio de la oscuridad.

    Nos acomodamos en una mesa, cerca de un pasillo aún más oscuro que procedía al fondo de aquel lugar. Las parejas bailaban y el ambiente alegre, contagioso, invitaba a mover el esqueleto, así que invité a mi mujer a bailar y estuvimos azotando baldosa durante un largo tiempo. Después volvimos a la mesa, donde nuestro anfitrión nos esperaba. Nos ofreció tomarnos unos tragos de ron y nos preguntó cómo nos parecía el lugar. Y, la verdad, el ambiente estaba ameno y nos distraíamos viendo cómo interactuaban las parejas.

    Después de unos tragos y una charla un tanto morbosa, viendo lo que hacían las parejas que estaban allí, Luis me pidió permiso para bailar con mi esposa. ¡Claro! No hay lío, respondí. De modo que, extendiendo la mano a mi mujer, la dirigió al centro de la sala y empezaron a bailar, y no pasó mucho tiempo para que me diera cuenta que el encuentro entre ellos dos ya vislumbraba otra cosa. Y de hecho, yo ya deseaba que el hombre tomará la iniciativa y la hiciera suya.

    Yo observaba que él disfrutaba acariciando el cuerpo de mi mujer por todos lados y ella, encantada, permitía que eso pasara. Suponía yo que, a esa altura de la noche, él ya le había hecho sentir su virilidad y que ella, quizá, consciente de eso, no descartaba ir más allá, pues el ambiente del lugar y lo que se veía a nuestro alrededor hacía prever que nos podíamos atrever a avanzar en la aventura. ¿Por qué no?

    Nos turnamos con él para bailar con mi esposa durante varias tandas de música, pero, con el paso de las horas, ya era evidente que había cierta tensión y calentura en el ambiente. Claro estaba que aquel estaba excitadísimo con la compañía de mi mujer y no dudaba que, juntando sus cuerpos en el baile, prácticamente ya habían hecho el amor. Ella, por supuesto, imaginaba yo, ya tenía claro que esperar de aquel moreno y creía que sus ganas de probarlo aumentaban a cada instante. Y, ciertamente, no pasó mucho tiempo para que aquellas ganas se revelaran.

    ¿No les gustaría conocer más allá?, preguntó Luis, señalándonos aquel pasillo donde veíamos que entraba y salían parejas frecuentemente. Era una romería, diría yo. ¿Vale la pena? Respondí yo. Pues, depende de lo que ustedes quieran. ¡qué quieres tú, le pregunte a mi esposa? Mamarle la verga a Luis, contestó. Apenas sonreí con su respuesta y en voz baja, en su oído, le dije: Entonces debe estar muy buena para que contestes eso. Lo está, afirmó ella, mirándome con expresión decidida y lujuriosa. Creo que el muchacho, en medio del ruido del lugar, no escuchó nuestra conversación. Y si lo hizo, lo disimuló muy bien.

    Bueno, dije yo, si tantas ganas tienes, dile que ese es tu deseo. Pues, ni corta ni perezosa, lo invitó a bailar. El, colaborador hasta que ya, accedió a su invitación y la siguió a la pista de baile, pero la dirigió empujándola de sus nalgas, seña inequívoca de que los indicios eran claros para ambos y que, como nos había dicho él unas horas antes, la realidad de la experiencia en ese lugar podía superar sus expectativas. Los vi muy acaramelados, estrechamente abrazados mientras bailaban, besándose de cuando en vez, de modo que, imaginando lo que se vendría, los esperé.

    Cuando, por fin, volvieron a la mesa, me dio la impresión de que el ímpetu ya se había calmado. Le pregunté a ella ¿qué seguía? No sé, me respondió. Él tiene una verga muy rica. Se la siento grande y dura, calientica, y me la ha arrimado todo el tiempo. Eso me tiene muy caliente y, si no te molesta, se la quiero probar. Bueno, anoté, ¿ya se lo dijiste? Si. Y ¿qué te dijo? Que, si yo quiero, él no tiene inconveniente.

    Luis, sin decir nada, nos señaló el pasillo y, obedientes, le seguimos. A lado y lado había unas “habitaciones”. En realidad, eran unos pequeños espacios, donde se ubicaba una cama muy sencilla, resguardada de la vista de extraños por tan solo una cortina muy liviana. Mientras caminábamos hacia donde Luis nos llevaba, era inevitable ver a las parejas teniendo sexo, parejas solas, dos parejas, dos hombres una mujer, varios hombres y una mujer. En fin, avanzando, vimos de todo y tal vez, eso, avivó las ganas de los protagonistas; mi mujer, Luis y yo.

    Entramos a uno de esos habitáculos y mi esposa, envalentonada con el escenario, abrazó a Luis y lo besó apasionadamente. Era la repetición de algo que ya venían haciendo durante toda la noche. El olor inconfundible a sexo, a sudor, a brisa marina, a sal y el calor del ambiente les invitaba a desnudarse y no dar espera. Ella, como pudo, se las arregló para desabrocharle el cinturón y bajar sus pantalones, descubriendo el miembro que toda la noche estuvo palpando mientras bailaban. No más exponer su verga, grande, dura y erecta, noté la cara de excitación mi esposa y el apremio para disponer de eso a su voluntad.

    El miembro no era muy largo, eso sí, mucho mayor que el mío, pero bastante grande y gorda. La mano de mi mujer alrededor de ella apenas cubría la circunferencia de tan voluminoso miembro. Ella, en medio de la tenue luz, se fue agachando para probar tan ansiado manjar. No sé, pero creo que su boca se le hizo agua y su vagina ya estaba bastante húmeda para ese instante. La cogió como pudo con una mano y desde abajo empezó a lamérsela. Llegó a la punta y se la empezó a chupar y a succionar con mucha intensidad. El muchacho se dejó llevar y parecía disfrutar de las mamadas de mi mujer.

    Cuando ella intentó tragarse aquel miembro, la verga casi no cabía en su boca. Vi como ella debía esforzarse un tanto para engullirse ese bocado. Pero ella, excitada como estaba, parecía decidida a hacer disfrutar al macho para después ganarse sus favores, pero también se notaba algo incómoda. Después me confesaría que el sitio no le gustaba, pero que, ya metidos en el cuento, había que adaptarse a la situación como mejor fuera.

    Luis la detuvo, la alentó a incorporarse y, frente a frente el uno al otro, haló las tiras del vaporoso vestido de mi mujer para hacerlo caer y dejarla semidesnuda, vestida tan solo por su sostén y bragas. El rápidamente se deshizo de su camisa, pantalones y zapatos, acostándose de espaldas en aquel camastro, invitando a que ella continuara su faena, si sí lo prefería. Ella, siguiendo su ejemplo, también se desnudó. Y continuo con su faena, tal vez, con la idea de hacerlo venir en su boca.

    Estaba ella inclinada sobre el pene de aquel, expuestas sus nalgas, cuando, de repente entró inesperadamente otro negro, grande, con su pene erecto y, sin pausa alguna, decidido, aferró las nalgas de mi mujer y la penetró, sin importar que yo estuviera ahí. Me vio, quizá con algo de sorpresa, pero no se detuvo. Esta hembra necesita verga, dijo con una voz gruesa. Ella, sin embargo, aun cuando se sintió invadida ni se inmutó. Y yo tampoco reaccioné. Es más, disfruté que eso pasara y ciertamente me llamó la atención que ella no dijera ni pio. Me llenó toda, diría ella después, y se sintió muy rico.

    Todo se dio perfecto para que aquello sucediera. Mi esposa estaba muy excitada y, sin quererlo, disponía de dos machos para ella sola. El intruso siguió bombeando dentro de ella y, poco a poco, empezó a gemir de placer mientras el negro embestía cada vez más fuerte y con mayor rapidez. Me preocupó si, que el tipo ese no tuviera puesto un condón. Su aparición fue tan sorpresiva y rápida que no me fije en ese detalle. Esa verga si se veía larga y dude si ella podía aguantar esa verga tan grande. Pero, para mi sorpresa, ella lo estaba disfrutando realmente y sus gemidos alentaban al nuevo participante para arreciar sus embestidas.

    Mientras eso pasaba, ella no dejó de atender el miembro de Luis, que también, un tanto sorprendido, simplemente presenciaba lo que sucedía sin decir palabra. La verga de aquel negro entraba y salía de la cuca de mi mujer, que chorreaba sus fluidos, que empapaban sus piernas, mientras seguía empinando sus nalgas, para que ese que la penetraba siguiera haciendo su trabajo.

    El intruso no tuvo problemas para penetrarla, porque encontró su vagina dilatada y bien humedecida. Su barra entró sin dificultad, llenando todos los espacios que ella ofrecía. Lo logró sin tanto trabajo. Su cuerpo se acostumbró a ese tremendo invasor y, rendida a sus sensaciones, simplemente gemía de placer mientras seguía mamando el pene de Luis. Ella movía su culo, ensartándose cada vez en la verga de su invasor, subiendo el ritmo, cada vez más rápido y más profundo. La respiración de ambos se aceleraba rápidamente, en respuesta a las embestidas de ese macho, quien bombeaba más y más fuerte.

    El clímax finalmente llegó. Algo debió sentir ella, porque un fuerte alarido salió de su boca y se vino, tal vez como nunca. Sus líquidos caían por sus piernas, que se estremecían de placer y por un momento parecieron doblarse, pero ella se sostuvo en la pose. Y creo que el negro, sosteniéndola por las nalgas, ayudaba para que ella se sostuviera y le permitiera seguir su frenesí.

    El tipo le daba duro, como desesperado, mientras ella gemía y se retorcía de placer. Y, al rato, el negro sacó su miembro y descargó toda su carga en la espalda de mi mujer. Y, hecho su trabajo, el tipo simplemente se despidió de mi con una venia y así, tan intempestivamente como llegó, se fue. Ella, realmente, no supo quien placenteramente la invadió.

    Pareció experimentar y recuperarse de su orgasmo sin dejar de atender a Luis. Lo chupaba y masturbaba fuertemente hasta que, finalmente, lo hizo venirse y, para incrementar su placer, lamió su descarga y tragó su semen sin problema. Luis, agitado, contemplaba a mi esposa con agradecimiento, casi que con verdadero amor. Después de aquello ella lo besó y creo que compartió con él su semen y su sabor.

    Ya era tarde y, rendida ante el esfuerzo como resultado de la faena, ella simplemente le agradeció el momento. Luis, tal vez un poco sorprendido y esperando más, no dijo nada. Se incorporó, se vistió y salimos de regreso al bar. Nos tomamos un último trago para refrescarnos y salir de allí. La gente seguía desfilando a esos habitáculos y yo no dejaba de pensar que el negro aquel seguía haciendo sus andanzas con cuanta pareja le diera cabida.

    ¿Qué tal estuvo? Pregunté a mi mujer. Uff, respondió ella, estuvo super intenso. El tipo me hizo ver estrellas. Me hubiera gustado conocer al muchacho. Mejor así, le contesté, porque nada guapo era. Confórmate con que sabía manejar su herramienta y te hizo sentir bien. ¿Qué más? Porque, si quieres, lo buscamos para que lo conozcas. Mejor dejemos así, dijo ella. Lo que fue, fue… Estuvo bien. Lástima que en este antro tuvo que ser, no estaba muy a gusto, pero a lo mejor eso también ayudó a que se sintiera así.

    Ella, sin embargo, se sintió en deuda con Luis y así se lo hizo saber. No importa, replicó él, estoy seguro que habrá otra oportunidad. No te preocupes, dijo ella, así será. Y dicho esto, nos llevó de nuevo al hotel, nos despedimos y así finalizó nuestro día.

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  • Polvazo con una amiga al contarle lo del socorrista con mi mujer

    Polvazo con una amiga al contarle lo del socorrista con mi mujer

    Le conté a una amiga que el socorrista de la piscina se folló a mi mujer; esta amiga la conocí en las redes sociales, vive en otra ciudad, habíamos intimado bastante, hemos tenido sexo virtual o sexting que quizás cuente en otro momento y al decirle a mi amiga lo que había pasado me dijo que se lo tenía que contar cara a cara cuando nos viéramos.

    Íbamos a quedar en un bar, pero ella sugirió que mejor en un lugar tranquilo donde no nos interrumpieran. Así que la llevé a una casita que tengo en un pueblo cerca. De camino le expliqué lo que pasó: lo que me pareció ver en la piscina que se magreaban mutuamente cuando se supone que el socorrista le daba indicaciones para mejorar el estilo y al salir de la piscina vi que ella se metía en el cuarto del socorrista, yo me fui a la ducha sin pensar en lo que estaba pasando cuando al salir escuché los gemidos de mi mujer, me asomé y vi la escena sin saber reaccionar.

    Seguía con mis explicaciones cuando llegamos a la casa y nos pusimos cómodos, mi amiga quería que le contara con todo detalle lo que recordaba: si estaban desnudos, las posturas, lo que escuché, los orgasmos de mi mujer, porque la conozco bien, la corrida del tío…

    Seguía muy atenta a mis explicaciones, ya sentados en un sofá de la casa, ella puso sus manos sobre mi pierna y de vez en cuando pasaba una de ellas por mi cabeza con pretensión de consolarme ante el relato de cuernos que le estaba contando, cada vez estaba más cerca de mí, una de su mano que acariciaba el muslo de mi pierna había llegado a la entrepierna y noté su roce en mis huevos y mi polla que he de decir se me había puesto dura con la narración de mi mujer follando con el socorrista, e intentaba que no se notara.

    Se había acercado tanto a mí que sus pechos rozaban mi brazo, notaba unos bultos que se adaptaban a la parte de mi cuerpo donde entraban en contacto, paré de hablar cuando noté su respiración junto a la mía, nos quedamos mirando, ya tenía una de mis manos cogida con la suya, se fue acercando más, mi otra mano la situé en su cadera, notando su braguita al tacto por encima del pantalón, sus labios rozaron los míos y seguidamente nos fundimos en un beso intenso de labios y lengua.

    Nos comíamos la boca mutuamente mientras nuestras manos recorrían todas las zonas donde alcanzaban del otro.

    Cuando se separaron los labios, nos quedamos mirando sin dejar de abrazarnos.

    -¿Estás segura? -Le pregunté

    Sin mediar palabra volvimos a unir nuestros labios y ya nos sobraba la ropa. Nos empezamos a querer quitar uno a otro las prendas y le dije que quería contemplar su cuerpo, quería deleitarme con cada centímetro de su piel al quedar al descubierto. Era la primera vez que estábamos cara a cara, piel con piel.

    -Quiero que te vayas desnudando sin prisa pero sin pausa. -Le dije.

    Se desabrocha y baja sus pantalones ya descalza y contemplo sus contorneados muslos, quedando la braguita aún oculta bajo el final de la blusa, pero vislumbrando ya su redondito culete. Se va desabrochando la blusa quedando el sujetador que guardan unos hermosos y abultados pechos. Sin dejar de mirarla ya me he quitado los pantalones y la camisa, me acerco a ella y pongo mis manos en sus caderas, noto sus curvas en mis manos a la vez que su temperatura corporal, si ya estaba excitado, ahora mucho más al sentir directamente su cuerpo con el mío.

    Mis manos van subiendo por la espalda mientras nos seguimos besando, más bien comiéndonos uno al otro, le desabrocho el sujetador y deslizo sus tirantes por los hombros y brazos, se le pone la piel de gallina al hacerlo y ante mis ojos quedan al descubierto el gran manjar que son sus pechos, con los pezones con bonitas aureolas que están pidiendo que los chupe, mordisquee y succione.

    Mientras mi boca sacia mi deseo pasando de un pezón al otro que muerdo y chupo a placer, mis manos deslizan su braguita para abajo y la deja caer quedando desnuda y tener ante mí, una venus con unas curvas que no dejo de acariciar y que se convierte en un sobeteo para no desaprovechar cada centímetro de su deseable cuerpo, un deleite para mis ojos, para mi boca, para mis manos y para mi miembro que ella se ha encargado de liberar.

    Sus manos no dejan de jugar con mi pene mientras dibuja una sonrisa pícara en su cara, más duro y tieso no puede estar, hace ángulo recto respecto a mi cuerpo. Me siento en el sofá desnudo, ella me besa en los labios, en el cuello, en mis pezones tiesos, en mi barriga y al fin besa en la punta del capullo para seguido abrir la boca y pasar su lengua alrededor, me moja todo él de su saliva para luego meterlo en su boca y tragar el mástil hasta llegar a su garganta. Mis manos no pueden quedase quietas, de sus pechos pasan a su culo y vuelven a sus pechos, no sabría decir qué me gusta más tocar.

    Sus manos recogen una mis huevos y la otra agarra el tieso pene en su base mientras su boca se desliza arriba y abajo haciendo un chapoteo con la humedad que deja su saliva y se une mis primeras erupciones que ella ha notado porque suelta una sonrisa sin sacarse la poya de la boca y porque me dice que está saladillo -muy sabroso-y sigue relamiendo hasta que le cojo la cabeza con mis manos y se la saco de la boca, le digo que si me la sigue chupando así me voy a correr y no quiero tan pronto, que ahora me toca a mi comerle la almejita, ella asiente pero dice que prefiere estar cómoda en una cama.

    Nos incorporamos, sin dejar de acariciarla, ella me lleva agarrando el miembro con la mano hasta llegar a la escalera de caracol que sube al piso de arriba, donde están las camas, subimos, se tumba boca arriba y abre las piernas, tiene un coño con poco vello púbico, corto y bien cuidado.

    Le acaricio los muslos mientras lo contemplo, su tono sonrosado invita a pasar la lengua cosa que hago desde abajo hasta el clítoris, escucho un suspiro y sus manos se enredan con el pelo de mi cabeza, eso significa que quiere que se lo siga comiendo, mi lengua va y viene del clítoris a la entrada de su rajita, los suspiros se convierten en gemidos, hago que mi lengua aumente su frotamiento ayudada por los labios, mis manos en sus muslos notan sus contracciones musculares hasta que suelta un gemido mayor y se queda tensa, señal inequívoca que le ha llegado un orgasmo.

    Me incorporo y me acerco despacio a sus pechos que chupo con delicadeza mientras una mano se acerca acariciando su muslo hasta la entrepierna, los dedos se mojan con la humedad mezcla de sus efluvios y mi saliva.

    Mi boca de sus pechos pasan a su boca al tiempo que un dedo se desliza dentro de ella, que coge mis labios entre sus dientes y me los muerde mientras sonríe, entonces saco el dedo y froto sus clítoris de forma acompasada, arriba y abajo, con la otra mano le masajeo el culo y uno de los dedos se acerca a su ano recreándose en la entrada mientras froto y froto su clítoris, al poco rato arquea el cuerpo y vuelve la rigidez del cuerpo que acompaña al orgasmo, su cara de felicidad es para enmarcar, me sujeta la mano con una suya para separarla del clítoris unos segundos y la vuelve a poner, vuelvo a masajear el clítoris y no tarda en venirle una tercera corrida y con ella una risa floja.

    -Basta porfa, me das mucho gusto, pero ahora te toca a ti, además quiero sentirte dentro.

    Me pongo un condón, no queremos sorpresas, no de embarazo, que no puede ser, no debemos actuar de forma irresponsable que afecte a terceras personas.

    Ella sigue tumbada boca arriba, las piernas abiertas, no deja de mirarme y de sonreír, me acerco de rodillas, estoy entre sus piernas, me ayudo con la mano a situar mi pene en la entrada, ella lo nota y abre la boca de deseo.

    Avanzo con mi miembro ya iniciada la entrada, nos miramos, siento como me voy deslizando dentro, ella sigue con la boca abierta, sus ojos cambian de mirada, aunque están abiertos miran para adentro, a lo que tiene ya dentro de ella, saca la lengua para mojarse los labios que se le han quedado secos de los jadeos, que no tardan en volver a escucharse, salvada la primera resistencia mi pene se desliza dentro y fuera con toda suavidad, empieza un ritmo de bombeo mientras me acerco a besarla, quiero unirme a ella por abajo con mi pene y arriba con mi lengua, sigo metiéndosela y sacándola, dentro fuera dentro fuera y sin que yo quisiera la explosión llega.

    -Diosss, me has hecho correrme.

    Me dejo caer sobre ella, me quedaría así eternamente, ella me acoge con sus brazos y me responde.

    -Tú me has hecho correrme más. Nunca había hecho esto con otro hombre que no fuera mi marido. Pero es que me habías puesto muy cachonda al contarme lo de tu mujer y te veía con necesidad de desahogarte. Me has hecho sentir la frescura del roce de una piel con otra piel, con este olor a hierba del campo, de estar completamente desnudos en una tarde entre gemidos y risas, de quemarnos hasta arder en el deseo de fundirnos los dos en un sólo cuerpo.

    -Ha sido sublime el polvo que hemos echamos, los dos creo que nos hemos quedamos muy satisfechos y seguramente que a la vez que mi mujer y el socorrista, pues ella me dijo que iría a la piscina mientras yo había quedado contigo.

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  • Mi nuera, mi amante, mi puta (3)

    Mi nuera, mi amante, mi puta (3)

    Sara ansiaba hacer ese trío, sí o sí, que buscara un hombre de mi confianza, por obvias razones de prudencia y privacidad, para incorporarlo y hacerlo como en una escena de una peli porno que habíamos disfrutado juntos. Se había quedado enganchada en esa temática, esa fantasía le había calado hondo en su deseo, yo asumí el compromiso de hacer todo para complacerla, el asunto era con quién.

    No tenía bien en claro a quien contactar, menos aún como plantearle el tema de la relación familiar, no es algo tan corriente, si bien es cierto que alguna vez estuve en un trío, con dos mujeres, esto era distinto, y sobre todo con mi nuera como “relleno del sándwich”.

    Por eso de las causalidades, se dio encontrarme en una reunión con Gerardo, viejo amigo, compinche varias aventuras de puterío, compartíamos un trago y quedamos en tenía que verlo para concertar algo que necesitaba comentarle, pero no era el momento ni el lugar.

    Dos días más tarde pasó por mi oficina, whisky de 12 años para amigos fue la compañía para la propuesta de hacer un trío.

    —Amigo, tengo una propuesta, como hace tanto tiempo, ¿recuerdas aquel trío con esa amiga… la rubia algo loca y muy caliente? —sonríe y asiente con la cabeza.— Bueno… tengo una gran hembra, digna de nuestros mejores polvos, pero… sabes se me hace algo, digamos confuso como decirlo…

    —Pues nada hombre, somos amigos, a como salga, venga ese asunto.

    La tenía bien clara, me facilitó la situación, evitó un preámbulo engorroso.

    —Bueno ahí va, de una, derecho al asunto: Resulta que hace un tiempo nos quedamos solos con Sara, ¿la recuerdas?, mi nuera me confió que últimamente no está teniendo buen sexo, más bien poco y no tan bueno, le está complicando su relación y ahí mismo se puso a lloriquear y todo eso… La cuestión es que sin saber cómo ni por qué nos enredamos en un abrazo y…

    Al calor del abrazo y un mimo de más llevó a un cariñito y esto a un besito y luego el diablo metió la cola y… terminamos en caliente pecado carnal. Le gustó, me gustó, nos gustamos y nos seguimos viendo, bueno cogiendo por decirlo con todas las letras, ahora es mi amante, mi puta, como le gusta decir. Ufff no me fue fácil contarlo, ahora vamos derecho al grano: Sabes cuánto somos de amigos, eres un amigo con el que tuvimos más de una aventura, varias veces compartimos la misma mujer, bueno… por ahí viene la cosa, Sara quiere que aporte un hombre para formar un trío.

    —Hmmm

    —Hmmm… qué. No tengo otro más confiable y discreto que tú, además no sabría cómo hacerlo, eres mi amigo más confiable, lo sabes. Si es una negativa ni necesitas decir el motivo, te voy a comprender, pero… es algo que ella quiere y la verdad me tiene muy caliente y muy metido con ella para poder negarme a hacerle el gusto…

    Esos segundos que demoró me parecieron eternos.

    —Luis, no sé cómo decirlo, pero es un sí.

    —Ufff… qué bueno, no sabía cómo hacerlo.

    Terminamos un segundo trago y brindamos por esta nueva aventura.

    Un mensaje de texto fue el escueto y cifrado mensaje que le llegó a Sara: “gestión cumplida, sí al trío”. La respuesta tardó lo que canta un gallo: “papito te quiero, soy tu puta, muy puta. Gracias”

    Antes del encuentro tan buscado hubo tres o cuatro encamadas, necesitaba que su culito estuviera bien entrenado. Andaba re caliente y contenta como gato con dos colas. ¡Ja!

    Por fin… había llegado el día, bueno la tarde, señalado para el encuentro en mi “aguantadero”, el nido donde damos piedra libre a nuestros encuentros de pecados. Llegó temprano, producida para un encuentro especial, hasta se había hecho “tira de cola” (depilar la zona anal).

    Lencería color negro y sex, tanga casi transparente permite ver el seductor contenido, cubre justo papo y suave vello recortado que le da volumen, corpiño a reventar con el tamaño casi cien de tetas, turgentes por la calentura de su dueña. Las lolas (o tetotas) son algo digno de admirar, se mantienen bien erguidas y vibran saltando al caminar, seducen con solo verlas, ni que hablar cuando se le puede meter mano, una obra de arte hecha carne turgente coronada de pezones tentadores, los “timbres para pedir entrar al paraíso de los deseos”

    Esa debe de haber sido la impresión que recibieron los ojos de Gerardo cuando la presenté, al centro de la sala

    —¡Date una vueltita para tus papis! Gira lento y con cadencia, como un artista exhibe su obra, ella es el “modelo terminado” de voluptuosidad y pecado hecho carne.

    Las presentaciones fueron para que la “prima donna” entre en la escena, para el comienzo de la función, todo está dado para disfrutar de un momento de placer, único por las características y los partícipes. Seguro que no soy el único, pero para quien ni en sus momentos de calentura alucinó con este momento que estoy por ingresar a la fragua de los deseos y cumplirlos.

    Un trago siempre es buen compañero para entrar en clima, los brindis juegan a enredarse y compartir, a potenciar la libido, minimizar frenos morales, calentar los instrumentos del trío “seduciendo a Sara”, brindis, beso de lengua fue el “gracias” que recibimos los hombres de “la Doña Flor y sus dos maridos”, dijo con sorna, se “deshoja”, exhibe la “mercadería” en lencería sexy.

    —¡Auuuu!… aullaron los lobos saludando a la Sara.

    —¡Vamos niña! ¡Qué comience la función!

    Sara comenzó por despojarnos de las ropas, el modo de hacerlo decía que se había inspirado en alguna peli y tal vez jugaba su rol de stripper para sus hombres. Por cierto, que lo hacía muy bien, tomándose el tiempo para caldear los ánimos y encender los deseos. Con los pantalones y calzones en los tobillos, de pie ante la dama, estudió los atributos masculinos palpó la textura y tamaño, distintos, pero igualmente deseables. Germán la tiene algo más larga que yo, pero menos gruesa que la mía

    Mueve en simultáneo, agita suave, estudia y besa en la cabeza, un beso como para abrir el juego y entrar en tema. Se alterna y lame por turnos, nos mira, vuelve a los miembros, los ojos inyectados de lujuria, se agita cuando le sacamos el soutién, nos apropiamos de una teta cada uno, despertar sus primeros gemidos y hacerla mojarse abajo.

    Se maneja como pez en el agua, dirige el manipuleo de miembros con graciosa soltura, por momentos no juntas las cabezas entre sus labios, intenta sin éxito meterse las dos juntas, opta por mamar de una a la vez. Se muestra bien putita y eficiente chupadora de pijas, German está sufriendo el efecto de la mamada y dice:

    —Guauuu, que bien chupa la niña, tienes un buen maestro… —Asiente con los ojos.

    La calentura asciende y se hace dueño de German, que ahí mismo comienza a moverse, cogiendo la boca de Sara, se agarra de la cabeza y se la está metiendo, mientras con la otra mano me sacude manteniendo la erección a pleno. Es una peli porno, en vivo, es algo que solo se puede sentir, no hay adjetivos, solo es vivirlo al calor de la carne propia, ella sigue disfrutando el fragor del deseo y el festival de hormonas que hacen reina por un día. Momento de cambio, es mi turno, se la mete toda y la agita, sabe cómo me gusta, mientras sacude la mojadísima verga del amigo caliente como una caldera.

    Ya es tiempo de atenderla, tendida en la cama, desnuda y ofrecida, acosada por dos bocas ardientes y cuatro manos insaciables la conmueven. Es tiempo de ocupar los lugares de combate, le cedo el primer turno, de metérsela, yo me ocupo de tener su boca ocupada con mi carne. German se arrodilla y lame la concha, busca con los dedos estremecerla desde dentro, fácil, se deja hacer y llevarlo dentro cuando se afirma en los muslos de la mujer para mandarse dentro con su pija.

    —Tranqui papi, no te vengas tan pronto, necesito que me cojan mucho.

    —Ja, bien muchacha, cambiemos

    Ella monta, se sienta dándole la espalda, para ofrecerme el espectáculo de ver como se monta en el choto del señor, separa los pendejos para que se vea bien como entra y sale de su cueva. Está eufórica, exultante, enloquecida por tener dos machos para ella sola.

    Desmonta y lo mama, se relame sus propios jugos y viene a montarme, quiere mostrarle a German como me monta, como me coge ella. Pide que le acerque su miembro, que se lo dé en la boca, gusta tener dos en ella.

    Es tiempo de hace de perrita, se pone y German toma el primer turno, bombea aferrado a las caderas de la hembra, activa todo el arsenal de movimiento, mientras se llena la boca con mi carne. El orgasmo acosa sus entrañas, se conmueve y vibra cuando German empuja fuerte y profundo, pide más fuerte, y más, que siente que se viene.

    —Papi, dame, dame, ¡dame todo! ¡Me viene, me viene, más! Más¡ Ahhhh!

    Conozco sus momentos de gloria, sé cómo se las gasta cuando está viajando por ese mar de goce, le hago señas a German que pare y retome el ritmo, varías veces, todas para ayudar a los varios orgasmos de Sara.

    Sin dejarla reponerse cambiamos de monta, es mi turno aprovechando las últimas vibraciones, repetimos el tratamiento y otros dos orgasmos estallaron conmigo dentro

    Casi sin solución de continuidad la acomodé montada sobre German, frente a frente mientras acaricio las nalgotas enrojecidas por algunas nalgadas aplicadas cuando se la mandé en posición de perrita. El hombre eleva su pelvis para entrarle en la conchita, mientras ensalivo con el dedo el “marrón”, se lo preparo para hacer el sándwich de Sara entre dos pijotas.

    Me acomodo entre la maraña de piernas, apoyo el glande justo en el marrón, empujo suave, juego a que sí y a que no, hasta que una palmada en sus nalgas la desconcentra, es el momento preciso que doy un envión y la gruesa cabezota de mi choto se hace carne en su carne, atraviesa la resistencia del esfínter, se deja invadir por la dura carne que se abre paso por el acceso prohibido.

    Puedo sentir desde el canal rectal el roce a través de los músculos con la otra pija que se está moviendo en la vagina. Cesaron los gemidos doloridos por sentir sus dos entradas ocupadas, llenándola toda de carnes que pugnan por abrirla toda. Incapaz de salirse del cepo, atrapada entre dos calenturas, solo tiene opción de relajarse y gozar, respira profundo y se prepara para sentirnos.

    El trío está jugando su mejor actuación, afinando los instrumentos para el avance final. Me siento llegar al momento supremo, concentrado, violento el culo de mi mujer, la muevo y la sacudo en el embate final, me vuelco y la tomo de los cabellos, azuzando a la yegua, grito y aviso a mi hembra que estoy llegando, que me viene, que me vengo.

    —Ah, ah, la puta madre que bueno, que bueno… Toma, toma, toma putaaa.

    La leche contenida de una semana sin siquiera tocarme salió, sentía brotar el semen. Seguí despacio, pero bien en el fondo de su culo hasta largar la última gota de mi gloriosa acabada. Quedé montado, sentía una muerte dulce, por un momento parecía que había dejado el alma en ese atronador polvo. Me dejé caer para hacer mi relax viéndolos enchufados.

    —Es tu turno German, aprovecha ese culo glorioso de nuestra putita.

    —No, nooo, otro más por el culo no. Ahora no…

    No le dimos tiempo a ponerse en la defensiva, se salió debajo de Sara y la montó. Sin mucho preámbulo se la mando, de una, por el culo, entró fácil, se deslizaba por el tobogán rectal aceitado con el semen de mi acabada. La lubricación de leche y que la tiene menos gorda favorecieron que entrara sin resistencia u toda la resignación de una hembra, objeto de los juegos masculinos. German venía conteniendo esa acabada que lo estaba acosando y cuando Sara movió el culo como le había enseñado le apuró el polvo.

    Brama y bufa cuando le llega el momento de dejarla enlechada, un gemido oscuro y ronco le avisaba que su semen estaba saliendo dentro de la muchacha. Somos parecidos los hombres en ese momento de venirnos, también él, casi replicó los movimientos hasta que no le quedó ni gota de leche.

    Los machos tendidos a cada lado de la hembra que permanece en cuatro, vencida y sodomizada, sometida en la impiadosa y exigente abuso de dos hombres que la han dejado maltrecha pero satisfecha y realizada como hembra y feliz como puta.

    Somos hombres con vida plena, en mi caso, también él creo, puedo aguantar sesiones de cuatro o más horas en una relación a todo dar, ejecutar el mejor de los placeres, el sexo requiere estar en buena forma, la vida sana y el deporte contribuyen, una pastillita mágica mantiene la autoestima “erguida” en cada momento que la hembra pide acción, por ello la muchacha está siendo objeto de nuestras erectas exigencias sexuales.

    La pastilla produce una milagrosa ayuda a sostener una intensa sesión de sexo y al mismo tiempo demora el placer del “meta y ponga” prolongando el momento de “venirse” situación apreciada por cualquier mujer, aunque cuando le doy el tratamiento anal muchas veces hubiera preferido que fuese más breve la cogida y no quedarse tan dolorida más tarde, pero… aun así disfrutan mucho, Sara también se quejó un poco por cómo le dejamos el culo, pero gozosa.

    El trío recién se estaba conociendo, este momento solo era un relax.

    —No sé si toman algo o no, tampoco me importa, pero cogen de puta madre, me gustó, pero demoraron mucho tiempo en mi cola, me dejaron el culito bien dolorido. El (por mí) como la tiene más gorda me lo tiene agrandado, me lo hace todas las veces, hoy se demoró más de lo usual, y tú (por German) empujas como un calentón, por bien larga me golpeaste lindo en el fondo de mi conchita, y te venías bonito en el culo. Chuick… (sonoro beso a cada uno). Ahora voy al baño a vaciarme de sus leches.

    Se salió de la posición de perrita y se puso de pie, notorio era como se acomodó luego de tamaña cogida, al inclinarse su culo expulsó el aire del bombeo, sonido parecido al de un pedo y las leches se le comienzan a escurrir camino al bidet. Menea el culo para deleitarnos viendo salir el fluido masculino. Entró al baño, sentó en el bidet, sobre la ducha vertical para limpiar el semen escurrido, la puerta sin cerrar invita a ingresar; delante de ella, los miembros siguen “morcillones” esperan…

    —¡Vamos, vamos! Luis enseña el camino. Dame la lluvia dorada.

    Manos a la obra, hice lo habitual apunté el chorro de orina sobre el vello púbico, gusta sentir la tibieza del chorro dorado sobre su vagina y juntarse en uno solo; el gesto invita a German a sumar el suyo, ella se lo guía para que descargue en los pechos escurriendo por el vientre para decantar directo sobre la vagina de Sara.

    Momento íntimo si los hay, disfrutamos esa intimidad de regar su cuerpo con nuestros fluidos dorados. Nos abrazó para sentir las últimas gotas fluyendo por su piel. La ducha fue la excusa para acariciarla toda, el jabón líquido el bálsamo para suavizar el acoso sexual.

    La desnudez de los cuerpos contagia a la de las intenciones, sin límites ni prohibidos, franquea sus puertas, se deja hacer mansa y sumisa, disfruta ser sometida, entregada a nuestra voluntad.

    –¡Háganme su puta!

    Se exhibe en la vidriera del deseo, se ofrece en el escaparate de la perversión. Asistimos a la metamorfosis de la lujuria en estado puro, ella esa delante nuestro ofreciendo sus carnes, promesa de placer y desenfreno. Germán hizo una seña y Sara fue mansa a sentarse sobre el falo, un primerísimo plano del subibaja, se eleva y se deja caer, siente la molestia de empalarse por lo largo y la delicia de conducir su propio orgasmo.

    Se toca y abre para que vea ser penetrada, mueve, gira, sube y baja sin dejar de frotarse, artesana del placer, artífice del desenfreno y arrebatada de goce, subida a la ola del orgasmo, transfigurada, alucina cuando se viene entre aullidos y vocea sin sentido su lujuria. El orgasmo se replica, enrojecidas sus mejillas por la tensión hasta que se deja caer sobre el choto de Germán que para de bobearla.

    Recuesta sobre el hombre, que sostiene su relax sin desmontarse hasta que la falta de acción baja la columna de carne que sostenía ese orgasmo que se evapora. Joven y caliente carne no demora en ofrecerse para volver a escena:

    —Papi, necesito más…

    Es tiempo de darle más, sobre el sofá de perrita, le entró de un golpe, las nalgadas le marcan el ritmo de movida, está siendo sometida por mi pija y German le da a mamar la suya. Los golpes desde atrás le producen alguna arcada por la que chupa, más nalgadas la inducen a moverse, agitarse nuevamente, vibrar en otro orgasmo que está a pedir de su calentura. No podíamos dar crédito a tamaña forma de acabar, tampoco ella entendía esta forma escandalosa de venirse una y otra vez.

    Los cambios de posturas y la acabada reciente nos permite alargar la cogida sin venirnos; perdida la noción del tiempo es que recién reparamos que vamos con más de tres hora y media a todo dar, cogiendo casi sin parar. Es tiempo de volver a casa dice Sara.

    —Bueno, mis papis, a ver si van preparando mi lechita… Vamos que necesito mi leche…

    La cama es la nueva estación para el tren del deseo, conduce Germán desde abajo con ella montada en su choto, mientras ocupo la retaguardia penetrando su culo. El trío a pleno ritmo, la hembra otra vez en doble penetración, abiertas sus bocas de acceso al placer, el disfrute está a pleno; desmonto para que German pueda venir y darle por la vagina desde atrás, sigue en perrita recibiendo las estocadas profundas del choto del hombre, tomada con fuerza de las nalgas se deja venir dentro de la vagina de nuestra hembra.

    Cambio de turno en la cogida, la entro de un solo golpe, siento la leche ajena cuando bombeo, caliente como una caldera ni me molesta que esté un tanto resbaladiza, comienzo a pistolearla, asida de los cabellos, le estoy dando algo duro, producto del frenesí de la excitación, el momento de mi acabada se impone, se acumula el semen esperando el momento del envión final, un golpe fuerte, otro, y otro más abren el “ojito” del glande para dejar fluir toda mi leche. Un par de enviones, bien el fondo, casi sin moverla son suficientes para la descarga de toda mi calentura.

    Resoplando por el esfuerzo y agotada por la calentura, se incorpora la muchacha, la mano a modo de cuchara contiene los flujos y el semen que comienza a escurrírsele, así llega al bidet para dejarnos salir de ella.

    Recompuesta acomoda el rostro para borrar las huellas del desenfreno y la locura, se viste, nos deja rumiando el agotado recuerdo de una tarde fogosa. Antes de partir nos hace prometer que repetiremos este trío. Ja, como si fuera necesario afirmarlo.

    Estos fueron los comienzos de la relación con mi nuera, mi amante, mi putita, ahora en trío y aún queda por contar más de esta historia.

    Lobo Feroz

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