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  • Mi vecino del fin de semana (9): Cómo también la cogió por el culo

    Mi vecino del fin de semana (9): Cómo también la cogió por el culo

    Le cuento al Justi, mi vecino del barrio cerrado, que ya sé lo que mi mujer y él hicieron, que cogieron en mi casa. -¿Qué más te contó tu mujer de lo nuestro?

    -Que todo está grabado en su celular y en el tuyo. Que ella se dio cuenta que la grababas y quiso grabarlo también.

    -Me dijo que cuando ella terminó su primer orgasmo y te chupó bien la verga, te siguió besando como loca, que te agarró de las nalgas y que te empujó hacia ella para que te la cojas, que le entró tu poronga de un saque en su concha empapada hasta el fondo y pegó un alarido ahogado. Que te agarró del cuello, te miró a los ojos con lujuria y te pidió que la cogieras mucho, ahí mismo, sobre la mesada. Que la cogiste como a una perra en celo como diez minutos y que tuvo otro orgasmo que no terminaba más, que te mordió el hombro de la calentura.

    -Que después la llevaste montada en tu verga hasta el sillón que está frente a la ventana, que estaba abierta. Que te sentaste en el sillón con ella montada encima tuyo y que cuando se calmó la empezaste a bombear desde abajo hasta que te cansaste y ella te cabalgó varios minutos. Que le comías los pechos como un bebé hambriento y te hizo acabar como un burro llenándola de leche hasta el fondo de su vagina y tuvo un tercer orgasmo.

    -Que hicieron un break para tomar cerveza entre los dos para relajarse, pero que se le cayeron varios chorros de cerveza de los labios a las tetas y vos te los chupaste, Que se puso muy caliente de nuevo y te pidió que se la metieras por el culo, que tenía esa materia pendiente.

    -Y que entonces vos, muy turro, te pusiste a cogerle la concha frente a la ventana que da a la calle, con ella agarrada a los postigos de madera abiertos para que los vieran todos los que pasaban, pero no pasaba nadie, pero le seguiste dando y dando. Que después con sus jugos y tu semen le lubricaste el culo, se lo chupaste y le metiste dos y hasta tres dedos para masajearlo y después le enterraste la poronga hasta el fondo y que ni se quejó.

    -Que cuando estaban en lo mejor, con su culo ya acostumbrado a recibir con avidez tu mete y saca, pasó caminando por la vereda Kevin, el chico jardinero del barrio. Que le dijiste que lo llamara, así en bolas como estaban los dos.

    Kevin abrió el portón con timidez y cuando los vio cogiendo en la ventana se puso al palo en el acto.

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  • Que rica es el agua (2)

    Que rica es el agua (2)

    Llegamos a mi habitación y, de inmediato, me tomó en sus brazos y me empezó a besar con pasión y prisa. Yo solo me dejé tomar y me ofrecí sin limitaciones. Pero que forma de besar, bueno, les confieso que me encanta que me besen así que, salvo que mi pareja sea pésima besando, siempre me rendiré de inmediato.

    Me empezó a quitar la ropa húmeda mientras metía su lengua buscando la mía y, yo, le daba ligeros mordiscos para aumentar la pasión.

    Le dije, vamos a la regadera Ramiro y, nos dirigimos al baño mientras le iba retirando la camiseta y el short que traía. Nos desnudamos y nos metimos al jacuzzi. No me soltaba, me abrazaba con pasión y yo le correspondía con ganas de comérmelo a besos.

    Se sentó dentro del jacuzzi y me dijo “sumérgete y mámame el pene” le di un piquito, le sonreí con picardía y sumí mi cabeza en el agua hacia su pene. De inmediato me lo metí en la boca y lo empecé a mamar deliciosamente. Como podrán imaginarse, como soy un “ser acuático”, llego a resistir bastante tiempo debajo del agua y, esta no fue la excepción. Se la mamaba tan rico, al menos así me parecía, que de inmediato empezó con movimientos cadenciosos cogiéndome por la boca, fue un deleite enorme. Después de casi un minuto, salí a respirar y me dijo “Marijó, que delicia de mujer que eres, sigue mamando. Yo lo besé, le guiñé un ojo y le dije “sigo amor, sigo”.

    Me sumergí y me fui directo a comerme su pene, lo sentía delicioso, rico. Le empecé a tocar las nalgas y busqué su ano para meterle dos dedos. Cuando sintió que entraban, se arqueó para que pudiera meterlos mejor, lo que me dejó entender que eso le gustaba. Fue una señal de enrome pasión para mí, pues podría hacer correr mi imaginación y moverme por donde yo deseara, buscando que él también se deleitara. Ya tenía más de un minuto mamando allá abajo y metiéndole los dedos en el culo, su respuesta era de maravilla, intensificó los movimientos de cadera para que ensartara más mis dedos y metiendo su pene muy profundo en mi garganta.

    Volví a salir a la superficie y me dijo, me encanta lo que estás haciendo, que me metas los dedos en el culo, eso me gusta mucho, es más, deseaba que lo hicieras. Yo le sonreí y buscaba su boca para besarlo, besarlo mucho. Le dije “¿de verdad te gusta?” porque a mí me encanta hacerlo y, me contestó, sigue haciéndolo, me vuelves loca. Me volví a sumergir y seguí mamando y metiendo los dedos más profundos, él solo se meneaba y sentía como lo disfrutaba mientras lo toqueteaba y le daba muy buenas mamadas. Pasó casi minuto y medio y volví a salir a la superficie. Le dije no me esperaba esto y, casi podría asegurar que también te gusta ponerte ropa femenina.

    Me vio con ojos de ternura y me dijo “tienes toda la razón, me encanta, es más, me considero chica transgénero y se que tú también lo eres”. Bueno, que sueño hecho realidad.

    Mmm cariño, que me dices y que me le aviento, busqué su boca y la besé con furia, le metí la lengua con desesperación y la abracé con amor. Entramos en la busconería loca. Estaba tan alegre que me sentía además muy hot, quería coger, pero, pensé y le dije, “te invito a que vayamos a mostrarnos al antro. Va, que excitante dijo. Nos salimos del jacuzzi, nos vestimos y nos vamos de novias al antro.

    Si, por favor, me encanta la idea.

    Nos salimos del baño y me dijo, arréglate mientras yo voy a mi habitación y me visto, también traigo mi ropa, ¿te parece que nos veamos en una hora en el lobby? Pero claro, le dije, ahí nos vemos cariño, que emoción, nunca me esperaba esto. Ni yo, me dijo, pero ya que estamos en ello, vamos a aprovecharlo al máximo. Oye ¿y cómo te llamo? Ah, claro, que grosera soy, no me presenté ja, ja, ja, soy Francis. Va, nos vemos en una hora Francis, en el lobby. Si Marijó, nos vemos.

    Salió de la habitación y yo me sentía soñada, daba vueltas como disfrutando un baile y si, era el baile de la emoción, del deseo y la pasión. Nunca me habría imaginado que una de mis más locas fantasías se estuviera haciendo realidad. Ligando en un viaje de trabajo, haberme ido a nadar por romper mi aburrimiento y encontrarme con la gran aventura que se veía delante.

    Traía dos juegos de ropa, siempre salía preparada y presta me dispuse a vestirme.

    Me puse un brasiere y pantaletas negras, un conjuntito muy mono, con encajes; liguero de banda ancha y medias negras; un vestido largo vaporoso color negro, con abertura en la pierna izquierda, accesorios, maquillaje llamativo, zapatilla y bolso, toda una chica lujuriosa. Para completar, me metí un plug vibrador, que se manipula a control remoto. Quería todo esa noche.

    A la hora salí de la habitación y me dirigí al lobby del hotel a mi cita con Francis. Caminaba contorneándome con delicia y feminidad, alcancé a ver por ahí un par de miradas de asombro y deseo ja, ja, ja.

    Llegué al Lobby y o sorpresa, Francis ya estaba ahí, se veía como una diosa, venía super sensual, nada vulgar, al contrario, sobria pero muy elegante. Traía un vestido de satín en color azul rey, soñado. De cuerpo lucía espléndida, tremendamente femenina y muy sexy, su maquillaje era discreto, muy favorecedor y peinaba un cabello trigueño corte Bobby que lucía de maravilla. Me quedé embobada.

    De lejos nos avistamos y con una amplia sonrisa nos acercamos una a la otra y nos dimos un abrazo muy de novias. Que rico.

    Pasamos al antro que, por ser media semana, no estaba muy concurrido y pedimos una mesa alejada de la entrada. Nos ofrecieron de beber y yo pedí un Martini y ella pidió un güisque en las rocas.

    Se escuchaba música de piano, con música romántica y, bueno, estábamos felices.

    Nos chuleamos una a la otra, comentando lo maravilloso de nuestra presencia y gusto para vestirnos y empezamos a platicar de nosotras.

    De la plática, lo sobresaliente era lo bien que nos sentíamos y de la gran oportunidad que estábamos disfrutando, sin que lo hubiéramos ni siquiera imaginado.

    La plática siguió comentando nuestros gustos y deseos y coincidimos en que buscaríamos complacernos al máximo.

    Saqué de mi bolso el control remoto del vibrador y le dije “mira Francis” y me preguntó ¿qué es eso? Le dije mi acelerador. Me vio con extrañeza, lo tomo, revisó y dijo “ahh pilla, te vas a dar placer, es el control remoto de un vibrador que, seguramente, lo traes puesto, que atrevida ja, ja, ja”.

    Si Francis y lo traigo puesto porque quiero excitarme mucho para que me tengas, cuando regresemos a la habitación a tu plena disposición, para que me hagas sentir mujer y me des pasión sin límite.

    Claro Marijó, eso es lo que queremos y eso haremos.

    Después de nuestra entrada, pedimos un plato de carnes frías y una copa de cava. Mientras consumíamos, me dice, préstame el control remoto. Le dije pensé que jamás lo pedirías, aquí está, soy tuya.

    Lo puso en acción y empecé a sentir la vibración en mi coñito, muy rico, muy suave, deleitándome al máximo. Nos veíamos y nos atacábamos de la risa. Y tal como yo lo esperaba, empezó a manipular la velocidad y bueno, me sentía desenfrenada, con unas ganas de coger al casi llegarme un orgasmo. Yo le tocaba las piernas por debajo de la mesa y le acariciaba la vagina y, así estuvimos como una hora, con nuestras copas de espumoso, las dos escurríamos de excitación.

    Finalmente decidimos regresar a la habitación y en el camino de regreso, puso el vibrador a máxima velocidad y yo solo me contorsionaba de placer y ella, me decía “de verte casi me vengo” y nos entraba la risa a carcajadas.

    Llegamos a la habitación y le pedí, Francis, vamos a desnudarnos, quedémonos en ropa interior. La desvestí y me desvistió, lo hicimos con delicadeza, cariño y excitación.

    Me quité el vibrador y le dije “Francis, quiero mamarte, mamarte intensamente y quiero que tú me lo hagas también, me urge, hagamos un 69” y me dice que delicia vamos a hacerlo.

    Nos trepamos a la cama y nos acomodamos para darnos el placer de un 69 hecho con pasión, con gusto y deseo y así lo hicimos durante más de media hora. Le succionaba su clítoris, lo lamia de arriba abajo, me lo metía hasta que sus bolas me llegaran a la lengua, me lo tallaba en el rostro, miles de locuras. Ella me daba pequeños mordiscos que sentía yo super excitantes, llenó de saliva sus dedos y me los empezó a meter en mi colita, despacio de inicio y, ya adentro, con fuerza y deseo. Le dije “Francis, déjeme ir por un juguetito”, me levanté y saqué de un bolso un dildo largo para jugar con él. Le mostré y le dije, mira, nos va a dar servicio a las dos y, soltamos la carcajada.

    Le puse lubricante a una punta y se lo empecé a meter, rico, con calma. Le veía el rostro y notaba que estaba super excitada, cerraba los ojos y mostraba gusto por lo que estaba sintiendo. Le puse lubricante a la otra punta, me senté frente a ella y me lo empecé a meter. Mmmm que delicia, me entro de súbito, ya lo necesitaba y también entorné los ojitos para mostrar mi gran satisfacción. Le dije “Francis, ya lo tenemos adentro, muévete, muévete fuerte, hazme sentir mujer, métemelo lo más profundo que puedas, dámelo, yo buscaré satisfacerte con gran deseo y pasión, disfrutemos, cojamos, cojamos fuerte, dame, te doy, dame, dame, ayyy que rico que tremendamente putas que somos.

    Si Marijó somos unas grandes putas, alegres a la hora de coger y a toda hora. Nos besábamos, nos tocábamos, nos acariciábamos las tetas, la cara, el vientre, nos acosábamos los agujeros con fuerza, con enorme pasión. Después de un buen rato me dice Marijó, quiero penetrarte. Le dije “y yo lo deseo”. Nos sacamos el dildo y nos pusimos una frente a la otra, nos besamos y, la acosté boca arriba y le dije “déjame cogerte” me dice, adelante cariño, dame, dame y hazme feliz.

    Le puse la punta en su entrada y fui introduciendo mi miembro con delicadeza y ternura, poco a poco y me dice “así Marijó, así, sabes muy bien cómo tratar a una dama, así cariño, asííí” Yo le arremetía con furia su coñito y se la metía tan profundo que sentía como topaba en pared y se lo restregaba con fuerza y deseo. Así ensartada, giramos con pasión sobre la cama, manejábamos nuestros cuerpos con flexibilidad y gracia, nos veíamos con lujuria y nos hablábamos sucio para excitarnos más. Me dice después de media hora, déjame cogerte.

    Se la saqué y me di media vuelta para ponerme boca abajo, me encanta que me cojan así, boca abajo para que entremos en el ritmo del meter y sacar lleno de armonía. Le dije Francis, duro, dame duro, hazme sentir mujer, hazme sentir que me deseas, que nos hacemos felices.

    Conforme avanzaba en la penetración, su rostro incrementaba la sensación de felicidad y excitación, me dijo, Marijó ya no aguanto más, vamos a venirnos y, yo le dije, si Francis vamos, vamos, duro, muévete, muévete y, ella me grita llena de pasión siii, tu también, duro Marijó, duro, dame, dame ayyy me vengo, si las dos ahora agg aggg mmmm yaaa.

    Continuará.

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  • En casa es mejor (2)

    En casa es mejor (2)

    Mi hermana Luisa y yo continuamos leyendo la revista que era demasiado explicita, la calidad de la fotografía era inmejorable y solo nos quedo una duda de momento, ¿Quién se encargaría de haber realizado las tomas? Me vino a la mente una amiga de su hermana a la que mencionaba mucho, porque era aficionada a la fotografía una chica llamada Isabel, una amiga de la prepa que también es novia de Blanca. Continuamos sorprendidos viendo a mi novia Cristina junto a sus hermanos Blanca y Felipe.

    Cristina: Y tú hermanita ¿Qué opinión tienes del incesto?

    Blanca: Es algo que te mantiene en forma y te excita hasta las cachas, se siente mucho mejor hacerlo con tus propios hermanos que con alguien que no es de la familia.

    Cristina: ¿Entonces lo recomiendas?

    Blanca: Ampliamente te sirve para excitarte aún más por ser alguien a quien amas desde que eres niña porque siempre se ha llevado muy bien contigo, mi hermano y tú son mis confidentes más íntimos.

    Cristina: Tú y él también lo han sido para mí.

    Las fotografías eran demasiado explicitas y mostraban a mi novia Cristina besándose apasionadamente con su hermana Blanca, desnudas ante su hermano Felipe a quien ellas quitaban la funda que cubría su pene y él la colocaba entre las nalgas de Cristina abrazando sus pechos y acariciando los pezones de ambas que no paraban de darse lengua.

    –¡Qué barbaridad, hermano! no puedo creer todo lo que estoy viendo, ¿Cómo se prestan a fotografiarse desnudos y haciendo todo eso que es tan íntimo?

    –Te juro que jamás me lo hubiera imaginado, hermanita y menos viéndolo todo esto junto a ti y con fotografías tan explicitas.

    –¡Es que mira! Blanca y tu novia Cristina haciendo tijera entre las dos y ¡Mira otra donde hasta hebras se forman como hilos que se cuelgan de entre los labios de sus vaginas!

    –Y no veas esta otra que está más adelante de las que siguen, Luisa, se ven sus vaginas pegadas con sus fluidos combinados con el esperma de su hermano Felipe.

    –¡Guácala!, ¡Qué rico!, ¿pero tendrán alguna foto donde Felipe se venga cómo debe ser dentro de sus vaginas?

    –Es cuestión de adelantar las páginas

    Así continuamos mi Luisa y yo viendo algunas páginas más, en realidad estábamos impresionados por la sorpresa de ver a mi novia Cristina y a sus hermanos haciendo todo eso, pero nos preguntamos mi Luisa y yo ¿si serían capaces de vender copias de todo esto?

    –No creo que las vendan nada más así, cuando dejamos a nuestros tíos en el aeropuerto y que ellos nos acompañaran comportándose tan normales en el restaurante, como si nada de eso llamado incesto pudiera ocurrir entre ellos. Yo me pregunto –dijo mi hermana- ¿Cuántos hermanos o madres con hijos o demás familiares más habrá así que tengan que disimular el amor tan intenso que se tienen ante la sociedad?

    Las siguientes fotos eran demasiado calientes para nosotros y contra todo lo que yo pudiera haber pensado, mi hermana estaba al igual que yo, demasiado interesada en ver todas las fotografías y lo peor de todo es que tanto ella como yo estábamos calentándonos demasiado, Jamás hubiera pensado que mi hermana pusiera tanto interés en todo lo que estábamos viendo desnudos así como estábamos.

    –¡Mira esta foto, hermano!, ¡se están besando en la boca los tres y ellas están compartiendo el esperma de su hermano Felipe que cae en la boca de Cristina y se escurre hasta la boca de Blanca que lo atrapa con su lengua. ¡Uff!, ¡No puedo seguir viendo todo esto!

    –¿Cómo terminaste con tu amiga de la secundaria?

    –¡Ni me lo recuerdes!, también nosotras hacíamos la tijera y el sesenta y nueve. Pero eso acabó cuando ella se casó, por cierto muy joven.

    –Entonces todavía lo hicieron por un buen tiempo.

    –Pues como tres años, luego que entramos a la prepa y se hizo novia del que ahora es su marido, pero de eso tú tuviste la culpa por no hacerme caso desde antes.

    –Estábamos muy jóvenes, Luisa, pero ahora que ya somos mayores, podemos tenernos.

    –¡Mira ésta otra foto! Le metió la verga completita y sí la tiene del tamaño de la tuya ¡Waw! mira que cara pone Cristina, se ve que se está viniendo con la verga de su hermano dentro de su vagina. –me dijo sorprendida Luisa.

    –¡En esta otra foto se ve que está saliendo esperma de su vagina! Y se ve que es mucho semen el que le inyecto –le comenté asombrado.

    –¿Cómo le harán para no embarazarse? Con tanto esperma que se han de meter dentro de sus vaginas, porque se ve que es mucho lo que le está escurriendo de las piernas a Cristina. ¡Ay, hermano! ya no aguanto las ganas de que me hagas tuya.

    No pudimos ya continuar, mi Luisa y yo estábamos con las hormonas demasiado alteradas. Sentí el mullido pelambre de su vagina entrelazándose a mí vello púbico. Nos invadió un fuego que jamás imaginamos que podríamos sentir, era el momento supremo de sentir la primera eyaculación dentro de mi propia hermana y yo gozar de su primer orgasmo junto a mí fue algo que nunca podre olvidar.

    –¿Quieres que te mame la verga primero, hermano? para que me digas con cual boca sientes más, si con la de tu novia Cristina o sí con la de tu propia hermana.

    –¡Yo creo que con la tuya, hermanita!, es más, estoy seguro.

    –¿Quieres ver como abro mi boca para atrapar tu glande y chupártelo? ¿Y si te vienes con el glande de tu verga dentro de mi boca?

    –¡Ay, hermana!, ni me lo digas porque ya estoy por venirme.

    –Creo que yo también me he venido de estar viendo la revista dichosa y más por estar desnuda junto a ti.

    Fue realmente alucinante el querer ver como mi hermana Luisa apapachaba mi glande con su boca y lo lamía deteniéndose en sus bordes, hizo lo mismo con el tronco de mi verga. Cuando empecé a eyacular dentro de su boca solo podía escuchar sus gemidos tratando de retener todo mi esperma dentro, pero creo que fueron una serie de chisquetes los que me hicieron ver el cielo y que deben haber inundando su boca, porque ya no pudo retenerlos, se escurrieron entre su cuello y sus pechos, los cuales luego de pasarse mi esperma, los limpio con sus dedos y su lengua y los volvió a absorber con su boca para volver a pasárselo.

    Luego de eso, no había punto de comparación entre las mamadas que me hacía mi novia Cristina con las de mi propia hermana, se trataba de algo que jamás podría olvidar, pero para calificarlo como incesto desde nuestro punto de vista tendría que eyacular dentro de su vagina y ella venirse de preferencia al mismo tiempo con mi verga bien metida dentro de ella.

    Luego de ello tomamos un tiempo para recuperarnos, ella me dijo que también se había venido más de tres veces, ya que es multiorgásmica por lo que decidimos tomarnos un cafecito para platicar y fumarnos un cigarrillo sin dejar de besarnos, acariciarnos y platicar, aún no pensábamos en bañarnos, pese a que mi hermana es demasiado limpia y seguramente debía estar oliendo la recámara a puro sexo.

    –¿Te gustó la mamada que te hice?

    –Ha sido lo más hermoso que he sentido de tu boca, pero ¿no te dio cosa tragarte todo mi semen?

    –No porque eres mío, eres mi hermano y mi hombre y yo soy tu hermana y tu mujer y me gustó el sabor de tu semen, además me excito más tan solo de saber que tú y yo somos hermanos y estamos a punto de cometer incesto como se debe.

    –A mí también me excita lo mismo ¿Pero también te excitabas cuando besabas la vagina de tu amiga y ella tenía sus venidas dentro de tu boca?

    –¡También! Aunque a decir verdad, me gustaría más probar las venidas de mi cuñadita, que me imagino me deben excitar aún más.

    –¿Por qué piensas en eso ahora? –le dije en tanto nos estábamos besando y mi verga se ponía dura nuevamente ante su mirada llena de lascivia.

    –¿Qué no quieres que ella también forme parte de nosotros? –contestó mi pregunta con otra que me pareció más alucinante aún.

    Volvimos a abrir la revista, mientras el morbo hacía presa fácil de nosotros, pensando en lo que estábamos a punto de hacer y como dicen una vez que te decides a dar el paso siguiente, ya no hay punto de retorno, pues estaríamos enganchados en una torrencial vida pletórica de incesto.

    –Blanca también se ve que está bien buena, tiene menos pechos pero se ven ricos sus pezones, a lo mejor hasta después podría animarme con ella y con Cristina juntas.

    –¿Y con Felipe? –sólo faltaría que me dijera eso.

    –Pues si es con tu consentimiento y sí tú quisieras participar también, pudiera ser.

    –¿Y qué harías con dos vergas?

    –Lo mismo que tú con tres vaginas, además acuérdate que tu hermana tiene dos hoyos.

    –¡Ah! –vaya que mi hermanita o estaba bien caliente cuando me dijo eso, o no sabía qué pero era bueno el saber que ella también estaba dispuesta a algo más, pero primero tenía que hacerla mi mujer. ¿Podría entonces yo, también probar su otro hoyito?

    Rodamos por la cama sin dejar de besarnos, con mi pene pegado a los labios de su vagina, que destilaba una miel que en ese momento me supo dulcísima, no por lo dulce precisamente, pero que sí probé con mi lengua ante la mirada complaciente de mi Luisa.

    Mi verga se fue abriendo paso lentamente dentro de los labios de su vulva, me hubiera gustado ser yo quien desflorara a mi propia hermana, pero su novio fue el encargado de hacerlo. Solo recuerdo que nos vimos a los ojos y me gusto ver mi rostro reflejado en su mirada en tanto iba con mi verga recorriendo ese recinto tan negado para mí y sin embargo, tan lleno del supuesto pecado que estábamos cometiendo con cada penetración.

    Llegué al fondo, pude sentir como el calorcito de su vagina se pegaba a la piel de mi verga y su lubricación me permitía deslizarme, mientras mis palabras de todo el amor que sentía por ella y que seguiré sintiendo por el resto de mi vida la desquiciaban, con mi boca mordisqueando el lóbulo de su oído y excitándola hasta límites insospechados.

    No pudimos aguantar más, pues con los primeros vaivenes prácticamente nos estábamos viniendo para nuestro asombro, casi al mismo tiempo, sentí cómo salían nuevos chisguetes de semen que fueron a parar en el fondo de la vagina de mi Luisa.

    Luego de que vaciara todo mi esperma dentro de su vagina, sentí como la rodeaba con una especie de lengüita que enrollaba y acariciaba el glande de mi verga rodeándolo y haciéndome sentir un éxtasis maravilloso y a pesar de que Cristina también hacía algo parecido, no había comparación, tal vez pienso ahora que debió haber sido porque se trataba de mi propia hermana la que me lo hacía, aunque he de decir que a su hermano Felipe eso de la lengüita de sus hermanas Cristina y Blanca lo traían de cabeza, así que no me cabe duda que debió haber sido porque el incesto tiene sus propias reglas en cuanto a morbo y preferencias de lascivia.

    –¡Ay, hermanito! Me hiciste ver estrellitas ahora que vaciaste tus espermas dentro de mí, te juro que jamás había sentido algo así con mi novio, no tenía idea de que mi propio hermano me fuera a volver adicta al incesto.

    –Pues no nada más tú, te vas a volver adicta, también me has hecho sentir algo totalmente distinto y aparte del morbo y la lascivia con que lo hicimos, siento que me voy a enamorar aún más de ti y no pienso más que en ti a cada momento.

    –Sí, ya me he dado cuenta de que nada más me ves y se te para la verga y yo también nada más te veo y mi vagina empieza a escurrir. Es algo increíble este sentimiento que me haces disfrutar.

    –¡Te amo, hermana!

    –¡Yo también te amo, como nunca podré amar a nadie más, hermano!

    Luego de haber introducido mi pene por segunda ocasión dentro de su lubricada vagina eyaculamos nuevamente casi al mismo tiempo sin dejar de tener nuestras bocas prácticamente soldadas, fue cuando me di cuenta por sus gemidos me indicaban que se había venido tres o cuatro veces casi seguidas y su vagina continuaba mojada aunque creo que yo me había quedado casi seco, pues la cantidad de esperma que me salía ya no era la misma.

    –¡Uff!, me has dejado para el arrastre, hermano siento como me tiemblan las piernas, mejor vamos a bañarnos para no oler a puro sexo. Además me hiciste sentir que soy una mujer y que soy tuya y tú ya eres mío, mi amor, ¡Soy tu mujercita! –me dijo al oído con toda la ternura del mundo en tanto tomaba mi boca por asalto para besarme.

    –Es increíble todo lo que me has hecho sentir mientras eyaculaba y veía mi reflejo en tus ojos, eres la más hermosa de todas las hermanas y pensar que ya eres mi mujercita, si hubiera adivinado lo hubiera hecho contigo desde hace cuatro años, pero debemos recuperar el tiempo perdido.

    –¡Sí mi amor!, vas a ver qué vamos a recuperarlo, pero dile a Cristina que ya lo hicimos y que fue en parte gracias a ella y a sus hermanos al ver esas fotos tan candentes.

    Luego de bañarnos, con la luz encendida me acurruqué sobre ella para besar sus pechos, mordisquear sus pezones y lamerla mientras metía mis dedos medio y anular dentro de su vagina y la masturbe como me enseñó mi novia Cristina para provocarle un squirting, no fue necesario ejercitar tanto porque empezó a soltar un chorro que jamás se nos hubiera ocurrido que pudiera salir de ella misma y eso que según ella la había dejado para el arrastre. La expresión en sus lindos ojos al estar eyaculando de esa manera y luego ella mojar mi verga cuando intentaba volver a meterla en su vagina que no sé de donde pude sacar algo más de esperma, mientras ella se venía, jamás podré olvidarlo.

    Sus piernas escurrían con su venida. Fue algo impresionante y maravilloso para ambos, de ahí pasamos a la regadera y estuvimos riéndonos alegremente. Me di cuenta de que casi ya no se me paraba la verga, pero seguíamos besándonos como dos eternos enamorados.

    Nos quedamos dormidos hasta que sonó el despertador y entró la luz de un nuevo día. Despertamos al mismo tiempo, Luisa me miraba tiernamente, tomó mi verga entre los finos dedos de su mano, besando mi pecho y al ver que yo también estaba despierto observándola me sonrió y besando mis labios se subió encima de mí, mi verga ya se había recuperado y volvió a palpitar endureciéndose al sentir los labios de su vagina y su vello púbico restregándose contra el mío.

    Ella balanceaba sus pechos sobre mi cara, un juego en el que mi boca iba atrapando cada uno de sus pezones para chuparlos insaciablemente, en tanto sus labios vaginales iban abriéndole paso al glande de mi endurecida verga dentro de la adorable y lubricada intimidad de mi Luisa de quien jamás me cansaré de repetir su nombre. Nos volvimos a venir en tanto nuestros gemidos eran una clara señal de que estábamos disfrutando nuestro amor. Un amor que debí haber correspondido cuatro años atrás, años que tendríamos que recuperar, aun cuando no conocía en ese entonces el significado de la palabra incesto y todo lo que encerraba con un magnífico esplendor de variedades.

    La revista donde aparecía mi novia Cristina haciendo el amor con sus hermanos, quedó sobre la cama en espera de volver a ser analizada detenidamente. Nos levantamos para nuevamente ir a la regadera y mientras enjabonaba el cuerpo de mi Luisa, me enloquecía de amor coqueteándome con la mirada y meneando sus nalgas poniéndolas sobre mi verga que volvía a responder a tan amorosa solicitud.

    Volvimos nuevamente a la regadera, para lavar los rastros de nuestros jugos de amor, más no así de la satisfacción de habernos pertenecido.

    ¡Y qué mujer es mi hermana! mientras nos besábamos la cargué entre mis brazos y acoplamos nuestros genitales para que disfrutaran un poco más entre los jugos que destilábamos. Mi Luisa abrazaba mis piernas con las suyas en tanto la sostenía recargándola en la pared del baño, nuestras bocas se juntaban entrelazando nuestras lenguas, la saliva de mi hermana tenía un sabor delicioso y muy especial. Ella entrecerró sus ojos con los nuevos orgasmos que obsequiaba a mi verga que respondió enviándole un buen chorro de esperma, el cual se alojó nuevamente en el interior de su vagina.

    –¿En qué piensas, amor? –me dijo volteando su cuerpo para colocarse frente a mi haciéndome sentir sus adorables pechos pegados al mío, ella sabía que eso que hacía era algo que me enloquecía.

    –Pienso en toda tú y en todo lo que me haces sentir cuando me abrazas de ese modo abrazando mi verga y poniéndola en medio de tus hermosas nalgas.

    –También te gustan mis pechos, ¿verdad?, te gusta sentir mis pezones rozando el vello de tu pecho como a mí me gusta sentir tu erecta verga acariciando los labios de mi vagina y sentirla en medio de mis nalgas.

    –Mejor no pudiste haberlo dicho mi adorable hermanita, mi princesita.

    –Tú eres mi rey y yo la princesa de nuestros cuentos, hasta he pensado en hacer uno para Cristina y sus hermanos, a ver que se me ocurre para regalárselo, pero sí me gustaría que si invitaras a Cristina sea a ella sola, no sé si sea posible, sin que se sientan sus hermanos.

    –Sería algo formidable, de seguro le encantaría, necesito platicar con ella sobre esto no quiero que se sienta mal, necesitaría entenderlo.

    –Y por cierto, te vienes muy rico, hermano, me llenas toda por dentro.

    –Ay, hermanita, es que coger contigo es todo un manjar.

    –Eso mismo le pasó a otra amiga que hacía el amor con un tío hermano de su madre, que le decía eso que me dijiste y descubrió que lo mismo que hacía con ella, también lo hacía con su mamá, desde ahí supe lo que significaba el incesto, pero aún no sabía todas las cosas bonitas que te hacía sentir el practicarlo y me decía que no se comparaba con hacerlo con otras personas que no eran de su propia familia, su tío quería que lo hicieran con su propia madre y lo hicieron y siguieron haciéndolo y era algo mágico, eso lo comprobé desde ayer que hice el amor contigo, mi adorable hermano.

    –No sabía nada de todo eso que me estás diciendo, menos que tú también hayas tenido una relación lésbica con una compañera de tu escuela.

    –Es que no sabes todo el tiempo que tuve que esperar a que reaccionaras conmigo y pasáramos a la acción, es más tú la conociste también.

    –De eso si me declaro culpable, mi amor. ¿Te refieres a tu amiga Isabel?

    –¡Mmmhhh! Ajá, sí, a ella misma.

    Luego de que salimos del baño, nos vestimos como sí nada entre nosotros hubiera pasado, saludaríamos a los vecinos como dos hermanos normales, ajenos a lo que es el incesto y que van a trabajar como tantas otras personas.

    –Tenemos que ir a trabajar, a ver sí por la tarde puedes invitar a tu novia a tomar cafecito aquí en la casa y le damos la noticia, porque cómo me dijiste ella misma fue quien propició nuestro encuentro y quiero agradecérselo.

    –Me daría mucho gusto ver como se lo agradeces.

    –¿Ya te lo estás imaginando?

    –¡Uff!, creo que sí y me parece que va a ser algo increíble.

    –Más cuando le confiese que yo también tuve una novia en la escuela con la que tuve intimidad y nos besábamos sin parar.

    –¿Esa chica fue tu novia, verdad?

    –Tú tuviste la culpa por no fijarte en mi desde antes, fue cuando abrí mi apetito lésbico, por eso es que me gustan las mujeres también. Ya algunas quieren conmigo en la oficina.

    –¿Y tú les coqueteas? con esa mirada que tienes tan especial.

    –Me funciona muy bien contigo. ¿O no es así hermanito? Anda y vamos a apurarnos para cambiar las sábanas que mojamos, tender la cama y preparar el desayuno e irnos al trabajo para poder vernos ésta misma tarde con mi adorable cuñada.

    –¿Y vas a dejar que mi verga se muera de tristeza porque no la vas a dejar entrar dentro de tu vagina, por culpa de tu cuñada?

    –¡Por supuesto que no!, para eso estamos tu mujer y mi cuñada.

    Esa misma tarde no tuve siquiera la necesidad de decirle que Luisa quería invitarla a la casa a ella sola, tanto Felipe como Blanca salían de viaje como le habían prometido a su tía, para acompañarla, a Tulancingo en Hidalgo donde tienen familiares, por supuesto la tía no estaba enterada de todo lo que hacían sus queridos sobrinos, ni ellos siquiera pensaban en decírselo.

    Cuando sonó el timbre de la puerta era Cristina, ya eran las siete de la tarde, tanto Luisa como yo habíamos comprado algunas cosas para cenar, así que todo estaba listo. Ella lucía hermosa, tal como la había conocido.

    –¡Waw!, que hermosa vienes cuñada. –la saludo mi Luisa de beso en la mejilla el cual fue correspondido de igual forma.

    –¡Y eso que no me has visto bien! –se quitó el suéter y modelo una playera ajustada al cuerpo, que llevaba bordadas en letras grandes “I love Incest” al parecer sin ningún tipo de sostén, pues se podía adivinar fácilmente el tamaño de sus pezones.

    –¡Oh!, aunque me parece un poco atrevido lo que sugiere tu playera –le contestó.

    –Mira cuñada, vine aquí porque tú también me gustas, me dijo tu hermano que vieron la revista que les presté y que por fin se animaron a eso que debieron haber hecho hace ¿cuatro años?, pero nada está perdido, todo puede recuperarse.

    –¿No vas muy rápido, cuñada?

    –¿Tú así lo sientes? –se acercó a su rostro y Luisa se puso un poco nerviosa.

    –Es que…

    –¿Acaso no te gustó, cuñada?

    –Tengo cafecito y unos pastelillos que compramos. ¿Apeteces un cigarrillo? –dijo Luisa

    –Claro que lo apetezco, siempre es bueno un cigarrillo antes de cualquier postre, sabes a lo que me refiero, ¿verdad?, dime ¿qué te parecieron nuestras fotos?

    –Eeestán muy bien y se ven muy bien los tres…

    Mientras platicábamos Cristina empezó a poner sus manos sobre las piernas de mi hermana para acariciarlas muy sutilmente. Mi luisa se puso un poco nerviosa.

    –Me dijo tu hermano que les fue muy bien ayer.

    –Está muy bonito el bordado, aunque muy sugestivo…

    –Y eso que no has visto lo que hay debajo, no me digas que no te gusto porque tú me gustas y mucho. ¿quieres ver lo que hay debajo de mi playera?

    –Pero… yo también quiero ver lo tuyo… –se acercó a su boca para plantarle un beso en los labios, Luisa no hizo nada para evitarlo.

    –Te dije que vas muy rápido

    –¿Quieres que volvamos a intentarlo dentro de cuatro años?

    –¡No, por supuesto que no! –aceptó su beso, correspondiéndolo.

    –¿Me puedo quedar con ustedes? –dijo.

    Continúa.

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  • La prima Cayetana

    La prima Cayetana

    La siguiente vez que me tocó conectarme al sistema, en la pantalla apareció una de las habitaciones de la casa de Mirta, y en ella la dueña de la casa se encontraba con la prima Cayetana. Cayetana era sobrina de mi suegra, y todos sus primos se llevaban bien con ella.

    Las dos estaban de espaldas y desnudas, solo estaban tapadas por dos pequeñas toallas que cubrían su culo, y dándoles masajes se encontraban un par de tíos bastante buenorros, cada uno le daba masaje a una, por supuesto, al poco se oyó como Mirtha decía a la prima:

    -Dime primita ¿Qué te parece si este masaje le terminamos con un final feliz?

    -Pero cariño, eres la mujer de mi primo, dijo sorprendida Cayetana.

    -Él tiene a más de una que se lo hace, cariño, respondió Mirtha.

    -Está bien, dijo Cayetana, pero espero que este sea nuestro secreto.

    -Por supuesto prima, dijo Mirtha, y luego dirigiéndose a los tíos añadió, ya habéis oído tíos, final feliz, tu Jorge saca tu polla que mi prima y yo queremos verla y chuparla un poco, y tu Alfredo, cómele el coño a mi prima

    Los chicos se apresuraron a obedecer, Jorge se abrió la bragueta y sacó del interior de su pantalón una polla de un buen tamaño, Cayetana al verla dijo:

    -Menudo pollón, mucho más grande que las de nuestros maridos.

    -Yo el tuyo no sé cómo la tiene, pero tu al parecer si sabes como la tiene el mío, seguro que de jóvenes hacíais lo de a la prima se le arrima, jaja.

    -Eso fue hace muchos años, dijo Cayetana, pero no pensemos en el pasado y disfrutemos del presente, sobre todo si el presente es eso.

    Y señaló la polla del masajista, las dos chicas sacando casi a la vez sus lenguas se pusieron a chupar el manjar que tenían delante de ellas.

    Pero Alfredo no se había quedado quieto, se había agachado y llevando una de sus manos hasta el coño de Cayetana, se puso a acariciarlo, esta ni pudo resistir las caricias del masajista y se dio la vuelta, en ese momento la toalla se cayó y quedó completamente desnuda ante Alfredo, este le abrió bien las piernas e introdujo su lengua dentro del coño de la chica, mientras hacía lo mismo con uno de sus dedos, esta pronto dijo:

    -Joder tío, menuda lengua tienes, me estas dando un gusto increíble, debes de ser también masajista de lengua.

    Mientras Mirtha había aprovechado que su prima le había dejado el campo libre, para meterse en su boca el pollón de Jorge y se puso a chupársela como si fuera un riquísimo helado. Después, le pidió a Mirtha que se diera la vuelta y le quitó la toalla, por lo que las dos chicas, estaba desnudas y a merced de sus masajistas, luego agachándose, llevó, como había hecho su compañero su lengua hasta el coño de la chica y se puso a comérselo.

    -No te digo yo, dijo Cayetana, que estos chicos son masajistas bucales más que lo otro.

    Pero se ve que los dos chicos no querían que sus clientes los vieran haciendo lo mismo, cuando Alfredo se dio cuentan de lo que hacía Jorge abandonó el coño de Cayetana y con su boca fue subiendo hasta llegar a sus tetas y se puso a chupárselas.

    -Esto es delicioso, dijo Cayetana.

    -Venga chicos, dijo Mirtha, dejar vuestras pollas libres.

    Los dos chicos se desnudaron a la vez, entonces, Alfredo siguió subiendo por el cuerpo de Cayetana, hasta llegar a su cuello, esta le pidió:

    -Mi amor, quiero sentir tu polla rozar mi coño.

    Él, muy compaciente, se puso de pie, y rozo con su polla, que estaba durísima, el coño de su cliente, mientras Jorge no se había quedado quieto, se puso de rodillas ante Mirtha y sacando su lengua comenzó a comerla el coño, Cayetana dijo:

    -Desde luego has tenido una gran idea prima.

    Cayetana había tenido una idea, y pidió a Alfredo:

    -Mi amor, túmbate sobre la cama, tengo fanas de comerte la polla.

    Una vez más Alfredo fue muy complaciente y se tumbó sobre la cama, ella se piso de rodillas y llevando su cabeza hasta la polla del chico, la introdujo en su boca y se puso a chupársela, en ese momento Alfredo dijo a Jorge:

    -Esto es alucinante compañero, ojalá tuviéramos más clientas así.

    -Mentirosos, dijo Mirtha, seguro que tenéis muchas clientas tan putas como nosotras, pero que están más buenas, jajaja

    -Algunas tenemos, dijo Jorge, pero que estén tan buenas como vosotras, ninguna.

    -Bueno, dijo Mirtha, deja ya de decir mentiras y follame.

    Este no se hizo de rogar, y poniendo a su clienta de lado, la introdujo su polla en el interior del coño de esta, con lo que mi cuñada comenzó a gemir de una manera brutal, mientras decía:

    -Mi amor rómpeme, te deseo tanto.

    Mientras tenía la polla de su masajista dentro de su coño, Mirtha acercó su boca a la polla de Alfredo que seguía ocupada por la boca de Cayetana, pero parece que ese día Mirtha estaba ansiosa y lo quería todo para ella, así que antes de que nuestra prima pudiera reaccionar se metió la polla del masajista en su boca, mientras su prima de puso a chuparle los testículos, Alfredo dijo:

    -Si tuviera muchas clientas como vosotras tendía que pagar en vez de cobrar por mis servicios.

    En ese momento Cayetana le hizo una petición muy especial a su prima:

    -Cambiemos de chicos.

    Mirtha aceptó la idea y se fue donde estaba Alfredo, y poniéndose de rodillas encima de él introdujo la polla que hasta hacia un momento estaba chupando se prima dentro de su coño y comenzó a subir y bajar. En este paso parece que Jorge decidido no ser menos y habiendo ponerse a Cayetana a cuatro patas sobre la cama, le introdujo su polla dentro del coño de la chica. Mientras mi cuñada se había echado sobre el cuerpo de Alfredo y seguía follandole, la visión de la polla del masajista moviéndose en el coño de su anfitriona pareció calentar, aún más a Cayetana, que pasó a admirar el espectáculo, y se atrevió a acariciar el culo de su prima, en ese momento Jorge la propuso:

    -¿No te apetece cabalgarme?

    No que decir tiene de que Cayetana aceptó la idea, Jorge se tumbó sobre la cama y nuestra prima poniéndose sentada encima de él se puso a cabalgarle, y mirando a su prima dijo:

    -Oye, ¿Dónde has encontrado un equipo de masajistas como estos? Jajaja, nunca lo había pasado tan bien.

    Mientras Mirtha se había puesto a cuatro patas y Alfredo detrás de ella la seguía follando, Mirtha llevó una de sus manos hasta los testículos de Jorge y dijo:

    -Fíjate prima, que huevos y que polla más grande tiene este chico.

    Y se puso a acariciárselos, pero en esos momentos la aludida propuso:

    -¿Prima te animas a cambiar de chico?

    -Que zorra eres, prima, no te imaginaba así pero bueno las primas deben de intercambiarse todo.

    Cayetana se salió de Jorge y rápidamente Mirtha fue a ocupar su lugar, poniéndose encima de Jorge, fue sentándose hasta que la polla de este se situó en la entrada de su coño, y descendiendo un poco más la introdujo en su interior. Cayetana por su parte al salirse se tumbó de medio lado, dejando a Alfredo a su espalda, este sin pensarlo la introdujo su polla en el coño. Nuestra prima se giró un poco y juntado su boca a la del masajista le dio un beso muy caliente y dijo:

    -¿Me has echado de menos?

    -¿Dime prima, te gustaría que mientras Alfredo te folla tu estes chupándole la polla a Jorge?

    -¿Pero prima y tú? Preguntó Cayetana

    -Yo disfrutare del espectáculo, contestó Mirta

    Y se salió de la polla del masajista, Cayetana, se lanzó sobre la polla que su prima acababa de dejar libre y se la metió en la boca, mie tras Mirtha aunque se había salido de la polla del chico, seguía sentada sobre el vientre de este y llevando una de sus manos hacia su coño se puso a masturbarse mientras decía:

    -Que espectáculo estoy contemplando, esto es mejor que las pelis porno, jaja

    Estuvieron un rato en esta postura, pero Cayetana dijo:

    -Prima no es justo que estes así, Jorge, vuélvela a follar.

    El aludido de levantó de la cama e hizo que Mirtha se tumbará sobre esta, la hizo alzar una pierna y la puso sobre su hombro, dejando el coño de esta bien abierto e introdujo su polla en el coño de Mirtha que nada más sentirlo se puso a gemir de una manera muy intensa, mientras Cayetana llevó una de sus manos hasta el coño de su prima y se puso a acariciárselo diciendo:

    -Qué coño tan suave tienes prima.

    Estuvieron un rato, pero Cayetana dijo:

    -Perdóname prima, pero es que me muero por tener en mi boca la polla de este chico

    -Por supuesto prima, respondió Mirtha.

    Y mientras Cayetana chupaba la polla del chico, mi cuñada sacó su lengua y se puso a lamérsela, Jorge no puso aguantarse más y se corrió, pero las dos primas exigieron parte de su leche. Por su parte Alfredo siguió aguantando, pero las envestidas de Cayetana eran cada vez más fuertes hasta que se corrió.

    La nueva vez que el sistema se encendió mostro apareció Cayetana en la piscina del chale de mi suegro, llevaba un bikini de color naranja y tamaño diminuto, estaba tomando el sol, cuando de repente apareció Rafael, mi cuñado, el marido de Mirtha, llevaba un short de color azul oscuro y la saludó:

    -Buenos días prima, no sabía que estuvieras aquí.

    -Tu padre me ha dado permiso para venir aquí, le respondió.

    -Y yo me alegro de ello.

    Respondió Rafael tumbándose al lado de su prima y después le preguntó:

    -¿Quieres que te aplique el bronceador?

    Ella le cedió el bote él lo destapó y comenzó a aplicárselo por todo el cuerpo, mientras le decía:

    -Tienes una piel muy suave primita

    Tras terminar de broncearla él la hizo ponerse de rodillas, y él se puso en esta postura, los dos se fundieron en un beso muy apasionado y él le dijo:

    -Prima voy a hacer lo de a la prima se le arrima.

    La volvió a tumbar en el suelo, sobre la toalla, y apartando el bikini, la verdad es que no había mucha tela que apartar, le introdujo su lengua en el coño, ella comenzó a gemir, y dijo:

    -Vaya primo se ve que aprendes con los años, ¿O es Mirtha quien te ha enseñado a hacerlo así?

    Él no contestó, siguió cometiéndole el coño de una panera impresionante hasta que se vio como ella tenía un fortísimo orgasmo

    -Quizá debo irme, dijo ella poniéndose de pie.

    Pero él también se levantó se puso detrás de ella y la rodeo con sus brazos, mientras le besaba el cuello, mientras con sus manos acariciaba su culo, con estos movimientos su short se bajó un poco, y la polla dd mi cuñad se quedó al aire, el rozó con ella el culo de la chuca y le dijo;

    -Mira cómo me tienes.

    Ella se rio y le respondió:

    -Creo que debo ocuparme de esto,

    Y arrodillándose se puso a chuparle la polla, el comenzó a gemir mientras decía:

    -Prima que bien la chupas, mucho mejor que antes.

    Ella siguió chupándosela gasta que él dijo:

    -Prima levántate, quiero que follemos de pie.

    Cuando ella lo hizo él que se colocó detrás de ella le introdujo la polla en el coño de la chica que dijo:

    -Primo no recordaba lo bien que la metes.

    -¿Ya no te acuerdas de lo que hacíamos juntos?, respondió él

    Y siguió follandola, mientras ella se inclinaba un poco hacia delante para facilitarle su penetración y le decía:

    -Primo sigue, esto es delicioso

    Los dos siguieron un rato en esta postura, hasta que ella dijo:

    -¿No te parece adorado primo que tumbados estaríamos más cómodos?

    -Si ese es tu deseo, primita, respondió él

    Se tumbaron de lado sobre la toalla, él se colocó a su espalda, alzó la pierna de ella, para que su coño quedará más abierto, y desde esta postura se la metió, ella se puso a gemir, mientras decía:

    -Primo, también sabes follar bien de lado, que suerte tiene Mirtha.

    -Olvídate de ella, respondió el, ahora tu y yo estamos jugando a los papas y las mamas.

    Y siguió follandosela en esta postura, hasta que soltó su pierna, ella la bajo aparentando la polla de él dentro de su coño y girándose un poco llevó su boca hasta la de su primo y los dos se fundieron en un beso muy intenso. En ese momento ella le pidió:

    -Primo me gustaría ser yo la que te montase.

    -Prima, hoy no puedo negarte nada.

    Sacó su polla del coño de la chica y se tumbó sobre la toalla, ella tumba se giró para mirarle y llevó su boca hasta la polla de mi cuñado, mientras decía:

    -Quiero darle las gracias a tu polla por el rato tan fantástico que me está haciendo pasar.

    Primero con su lengua le lamio el pen y luego se lo introdujo en la boca, al cabo de un rato se lo sacó y dijo:

    -Creo que este soldado ya esta listo para otra batalla.

    Y se puso a cabalgarle, los dos se pusieron a gemir de una manera muy intensa, el dijo:

    -Prima de jovencita ya apuntabas maneras, pero ahora eres una verdadera máquina de follar

    Y mientas decían esto las tetas de Cayetana se acercaron a la boca de mi cuñado que se puso a chuparselas, ella entre gemidos dijo:

    -Te adoro primo.

    En un momento dado, mi cuñado que al parecer sta en una forma física increíble, sin dejar que la chica sacara su polla de su coño la elevó y se puso de pie, ella le volvió a besar apasionadamente. Cuando los dos vieron que él se iba a correr la bajó, ella se salió de su coño y se puso de rodillas, y comenzó a chupársela hasta que mi cuñado se corrió y le llenó su cara con su semen, en ese momento se cortó la conexión.

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  • Mi fantasía de princesas

    Mi fantasía de princesas

    Me agrado mucho encontrar esta página de relatos y mucho más cuando son anónimos, ya que a muchos hombres nos apena mostrar nuestra debilidad o preferencia sexual, por el simple hecho de ser casados y tener familia.

    Soy casado por muchos años y creí ser muy heterosexual. Con el paso de los años me fue creciendo la inquietud, fantasía y deseo de sentirme muy femenina, depilar mi culo y mi verga y sentir la suavidad de las telas de lencería.

    Eso despierta la mujercita qué vive en mi interior. He probado consoladores de diferentes medidas a escondidas de mi pareja. Y los he disfrutado al máximo.

    Mi deseo más fuerte es disfrutar de una princesa, ya sea trans o alguien muy afeminado, vestirnos las dos de lencería y besarnos, darnos unas mamadas en el culo y en la verga, chupar el semen recién salido de la verga. Caminar y correr juntas en un jardín vestidas como ninfas, totalmente transparentes.

    ¿Será que existe alguien igual que yo? ¿Personas que tengan este mismo deseo?

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  • Mi vecino del fin de semana (8): De cómo se cogió a mi mujer

    Mi vecino del fin de semana (8): De cómo se cogió a mi mujer

    Mientras mi vecino y amante me coge, le digo que me quiero garchar a su mujer, que me gusta y que es muy puta.

    -¡Seeee! Yo estoy recaliente con la tuya. ¡La quiero coger otra vez!, me responde mientras me llena el ano de leche.

    Lo aferro de la cabeza, lo cabalgo desesperadamente con mi culo chorreando semen, lubricadísimo y entusiasta, me pajea y acabo bufando como un burro sobre sus abdominales. Le como la boca con frenesí, lo miro a los ojos y le pregunto:

    -¿Cómo es que te querés coger otra vez a mi mujer?

    Me mira asombrado. Se le debe haber escapado el dato por la calentura. Lo beso con lujuria, lo miro a los ojos y le digo que no pasa nada. Entonces le cuento al Justi, mi vecino del barrio cerrado que ya sé lo que él y mi mujer hicieron, que cogieron en mi casa y que no les faltó nada por hacer, creo.

    -Ella me contó que empezaron franeleando en mi casa, el día de la reunión, cuando con tu mujer nos fuimos a llevar a los otros vecinos que debían tomar un Uber en la ruta y ustedes dos se quedaron solos.

    Me mira sorprendido. Él no sabía que yo sabía.

    -¿Qué te contó?

    -Que te pidió que la ayudaras a colocar trastos en la alacena, estando parada en puntas de pie apoyada en la mesada. Que la pollerita blanca y tableada se le subió y la grabaste cuando le veías el culo y más. Que te arrimaste y le apoyaste el bulto entre las nalgas, contra la mesada cuando colocaste algo en la alacena de arriba, que bajaste tus manos acariciando sus brazos hasta que le agarraste las tetas debajo de la blusa y se la desabrochaste desesperado. Que ella gemía por la calentura y te dejó hacer todo, que se inclinó hacia atrás para sentir más tu verga al palo y se movió mucho. Que mientras le sobabas los pechos dio vuelta la cara y se besaron en la boca con mucha lengua.

    Que le sacaste la tanga empapada para chuparle la concha y el culo y que te guardaste su tanga en un bolsillo de tu pantaloncito rosa, que ya estaba húmedo de pre cum. Que le levantaste más la pollerita, sacaste la verga del short y le apoyaste el glande entre los labios de la vagina y que tuvo su primer orgasmo de solo sentirte, sin que ni siquiera le metieras apenas la pija. ¿Fue así?

    -Fue así.

    Lo miro a los ojos, jadeamos los dos, nos chuponeamos y pajeamos como burros. Pienso que esta tarde no debería terminar nunca.

    -¿Te siguió contando?

    -Me contó todo, le digo jadeando. Me dijo que se dio vuelta y se arrodilló para chuparte la poronga mirándote a los ojos hasta que estabas por acabar. Que te pidió que la cogieras, que estaba muy caliente con vos, que te dijo que quería que le metieras toda la poronga hasta los huevos. Que enloquecía de la calentura, que te besaba como una lapa fuera de control. Que hace rato que te deseaba, que se mojaba sólo de verte cuando te exhibías casi desnudo, que quería ser muy puta con vos, más puta que tu mujer. ¡Ufff! ¡No doy más!

    Pasamos a la acción, de hacernos la paja a chuparnos la pija, la pastilla azul hace lo suyo. Nos recostamos sobre las lajas atérmicas del costado de la pileta en un 69 de lado y nos comemos las porongas a fondo durante un cuarto de hora o más, hurgando en los respectivos anos con dos y hasta tres dedos, nos cogemos oralmente como poseídos, acabo en la boca del Justi como un burro, espasmódicamente, casi sin leche ya.

    El Justi dura más, siempre dura más, Me posee de frente, me coloca las piernas abiertas a los lados, me penetra enseguida, lleva mis brazos hacia atrás, al costado de mi cabeza, y me somete a un mete y saca enloquecedor besándome con frenesí para mezclar mi semen y la saliva de su boca.

    Me trago toda su lengua, me babeo, lo miro a los ojos, pienso que soy una perra en celo y el Justi es mi semental, me coge y recoge varios minutos. Mi culo voraz recibe su miembro, me late, quiero más, le pido más, me da más, empujo mi cuerpo hacia el suyo para que me penetre más su poronga y al cabo de un rato largo se derrama dentro de mí con gritos y jadeos ahogados. Se desploma lentamente sobre mí pecho, cruzo mis piernas sobre su espalda para aferrarlo sobre mí. Lo beso apasionadamente:

    -Me gusta mucho cómo me cogés, le susurro al oído, no puedo parar, decime algo.

    Me mira a los ojos y vocaliza “puto”.

    -¡Seee! Decímelo al oído. Te quiero escuchar, potro.

    -¡Puto, puto, puto!

    Está agitado, respira entrecortado. me pregunta.

    -¿Qué más te contó tu mujer de lo nuestro?

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  • La abuela Yolanda y su adicción al beso negro (2)

    La abuela Yolanda y su adicción al beso negro (2)

    Yolanda estaba puesta en cuatro sobre el sofá, para tener 62 años el culo estaba duro y suave, logré bajar el leggins y era inaudito que se ponga la trusa, tenía un hilo dental que desaparecía, lo que me encantaba era que mientras las nalga son más grandes y gordas, el roce genera un color diferente, logré sacarle todo el leggins y le dije

    Yo: Mami ábrete más de piernas, tienes un poto inmenso, no puedo creerlo que va a ser mío, es increíble el volumen de tus nalgas.

    Y: Me haces sentir mal, tan gorda estoy que te sorprendes.

    Yo: Yoli eres el pecado echo mujer, eres el deseo de todo hombre ,me encanta tu cuerpo, me fascinas y quiero demostrarte que a pesar de tener 18 y tú 62, quiero ser tu pareja.

    Y: Amor te escucho y no lo puedo creer tanto te gustó, ¿no ves mis gordos, mis estrías?

    Yo: amor me fascinas, sabes que desde los 12 me masturbaba pensando en ti.

    Y: No lo puedo creer ¿y por qué no me dijiste nada?

    Yo: tenía miedo que le cuentes a mis papás o que te molestes.

    Yoli: mi niño, tantos años aguantando, ahora te recompensare .

    En ese momento ella abrió más las piernas, se quebró y con sus manos abrió sus nalgas, el espectáculo era de otra galaxia, cada nalga era mi torso.

    Y: ven amor comete el culo de esta abuelita, sé que siempre has soñado con él, quiero sentir tu lengüita bien adentro.

    Lo primero que hice fue olerlo, olía a sudor, pero era algo extraño porque el aroma era excitante, comencé a lamer todo el ano, lo tenía bien oscuro, y cerradito, sus pliegues eran ricos, metía mi lengua y demoraba en entrar, ajustaba rico, pase todo mi rostro por su poto, mordía cada nalgas y la lamía, toda mi boca succionaba su ano.

    Yo: Yoli soy adicto a tu poto, me encanta, quiero lamértelo siempre, tu olor a sudor me excita mucho.

    Y: amorcito que rico me hablas, nunca imaginé que sentías tanto placer por mí.

    Yoli se paró y se quitó la parte de adelante, al verla estaba a punto de eyacular los pezones inmensos, su barriga, su vagina depilada, me agaché y devore su vagina, que delicia sabía, sus jugos eran dulces, era una miel. Yoli me agarraba mi cabeza y la apretaba a su entrepierna.

    Y: así amorcito cómeme la cuca, mete tu lengua y tómate mi jugo, está cuca es tuya.

    Era delicioso ver su barriga y sus tetas mientras devoraba su vagina, no pensé que entraría toda mi boca a succionar sus jugos, parecía que estaba en el desierto. Mientras ella chupaba sus pezones, yo seguía haciéndome de sus fluidos vaginales, en ese momento me dijo.

    Y: amor métemela que me corro, métemela.

    Yo procedí con más fuerza a comerme su clítoris y comenzó a moverse y a gritar.

    Y: Me vengo, me vengo, ayúdame.

    Yo no paraba y sentía como mi boca se llenaba de su jugo, lo acumulaba en mi boca ,cuando ella dejó de moverse, me levanté y la bese, todo su fluido salió de mi boca y le lamía el cuello y la cara, Yoli estaba poseída, me agarró, me tiro en el sofá y se sentó encima, sentía su vagina re ajustada y caliente, se movía con dificultad por el tamaño de su culo, pero yo seguía, mientras ella hacía círculos yo le succionaba las tetas, tenía que agarrar una con las dos manos, eran descomunales.

    Yo: Yoli, cambiemos y échate y yo me pongo encima.

    Yoli: amorcito que rico eres, pero primero déjame chuparte tu pinga.

    Yoli comenzó a meterlo a la boca y mamarlo, le gustaba porque no dejaba de jadear y mirarme.

    Y: Me gusta tu pinga, que rica que es y es mía, bebe, como me hubiera gustado hacer esto contigo hace años, darte tu leche de mis tetas y sacarte tu lechita.

    Yo: Ahora estoy acá y te he dicho que quiero ser tu novio.

    Y: si bebe eres mi novio y mi marido, por eso tengo que satisfacerte para que no me dejes por una joven.

    Yo: Jamás lo haría, quiero saciar todo contigo

    Yoli, seguía mamando y era increíble porque se lo metía todo y le salían lágrimas porque se atoraba, en eso comenzó a meter sus dedos en mi culo

    Y: amor te molesta que meta mi dedito

    Yo: amor si deseas cógeme, soy tu fantasía echa realidad y quiero que cumplas todo lo que quieras.

    Yoli se sorprendió y se paró y me cambió de posición, ahora ella me volteo a comerme el culo,( como saben en mi relato anterior cuento como la hermana de mi papá me enseñó el placer anal desvirgando por completo).

    Y: Este culito sabe a sudor y me encanta así, sucio y con olor, la abuelita Yoli lo va a dejar limpito.

    Mi tía Malú me comía el culo, pero Yoli me succionaba el intestino, era increíble como se apoderaba de mi ano y me lo comía con furia.

    Y: sabes que siempre quise hacer esto, me encanta, quiero comértelo todos los días, por favor, ven todos los días para limpiarlo.

    Yo: Lo haré, tú vas a comerme el culo como yo y también quiero q huela a sudor.

    Yo estaba a punto de venirme con tremendo beso negro, no paraba y para mí la estimulación anal es prioridad, Yoli comenzó a meterme dedos y los sacaba para chuparlo diciendo.

    Y: Me encanta tu olor, el sabor es delicioso, quiero que antes de que me caches, pongas tu culo en mi cara.

    Yo: Que rico amor, así será, mi culo es tuyo.

    Yoli se agachó y me hizo frotarle mi culo en la cara, pero primero ella abría mis nalgas y se lo frotaba por la cara, la nariz, era algo increíble,

    Yoli: me encanta tu olor, a rete bien las nalgas que quiero succionar tu hueco.

    Estando en cuclillas lo hice y ella se desespera a por mamar mi culo, aprovechaba y le sobaba en círculos mi culo en su cara, a esto le apretaba re fuerte los pezones marrones e inmensos, la aureola era del tamaño de una teta normal.

    Yo: amor ponte en el sofá que quiero cogerte.

    Yoli se levantó y se puso piernas al hombre, la entrada de su vagina era deliciosa, ajustaba a la perfección y comencé a bombear, aproveché para chuparle el dedo gordo bajando por toda la planta y subiendo, seguía en mis movimientos y me metía todos sus dedos a la boca.

    Y: Eres una fiera amorcito, rómpele la cuca a tu abuelita puta, me encanta que me chupes los pies, que rico voy a venirme.

    Yo: amor no te vengas, quiero meterte la más por favor.

    Aceleré con fuerza y seguía mamando sus pies, literal pareciera que se lo mamaba( quién iba a pensar que a los dos años mamaria mi primera pinga a mi trans Clara).

    Cuando Yoli gritaba que se venía, pare y me bajé a comerle la concha para esta vez tragarme sus fluidos, en el grito sentí un líquido de gran volumen entrando a mi boca, era delicioso, lo tragaba, parecía un perro sediento.

    Y: amor, ya no puedo más, descansemos.

    Yo la volteé y comencé a mamarle el culo mientras la masturbaba con mi mano, Yoli estaba descontrolada.

    Y: amor rómpeme el culo, mete tu pinga en hueco, mételo por favor.

    Yo estaba a mil comiéndome su ano, me paré y quiero meterme algo en el culo para lograr el éxtasis, pero no encontré, lo que hice fue abrirle las nalgas y se la metí poco a poco.

    Y: Amor que rico, mételo así, suavecito.

    Yo se lo metí y cuando entró todo le dije que se masturbaba, comencé a acelerar y ya la estaba bombeando, toda mi pinga entraba en su culo y el choque de las nalgas era maravilloso, la nalgueaba con fuerza.

    Yo: ¿te gusta así? ¿Te gusta cómo te rompo el poto?

    Y: si amor, mi poto es tuyo, has lo que quieras con él, destrozarlo, si quieres mete tu mano.

    Cuando escuché eso no pude contener más y lo saqué de su culo y le dije que se volteará, ella comenzó a mamar y le dije.

    Yo: Yoli méteme tus dedos en el ano por favor, métemelos y muévelo fuerte.

    Yoli tenía dedos gruesos y era delicioso, me acordaba los consoladores de mi tía Malú.

    Yo: Yoli abre tu boca, me vengo, me vengo y solté una barbaridad de leche, ella se lo trago todo.

    Y: mi lechita, toda mía, que rico, así papito, bota la lechita fresca.

    Al terminar, la agarre del pelo y le pasaba toda mi pinga por la cara y ella sacaba la lengua.

    Nos tendimos en el sofá y me metí su pezón a la boca, looedia y succionaba

    Yo: Yoli eres la mujer perfecta, espero te haya gustado, te quiero.

    Y: mi bebe, mi niño, ahora eres mi marido, me ha encantado, quiero que sepas que yo te cumpliré todas tus fantasías todas sin excepción, así quieras hacer orgias con viejas culonas, te lo cumpliré.

    Este relato es verídico y es uno de muchos en los cuales relataré.

    Yolanda marco una etapa muy fuerte de mi vida, fuimos amantes por 18 años. Ella ya no está acá en este plano, pero merece que todos sepan que fue importante en la vida y que me enseñó mucho del sexo y ahora yo les relataré todo lo que hicimos.

    Espero poder tener tus comentarios sobre la forma de mi relato y si te gusta mi experiencia.

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  • De amiga a esclava (5): El castigo

    De amiga a esclava (5): El castigo

    El precio del retraso: una deuda consensuada.

    Era la hora exacta. El reloj de pared marcaba las 21:43, y la cita había sido a las 20 h. Estaba sentado en mi estudio, leyendo un poco. La luz indirecta contrastaba con la calidez del cuarto junto a mí. La puntualidad es la base de la estructura; un fallo en ella no es un accidente, es una provocación calculada.

    El sonido de mi teléfono vibrando sobre el escritorio me sacó de mi lectura. Un mensaje de Laura: “Llego tarde. Tráfico. 22:15.” Leí el mensaje sin una respuesta inmediata. El tráfico era una excusa superficial; esto era, como siempre, una prueba de límites. Su deseo de corrección siempre venía precedido por un acto de insubordinación menor. Sonreí. El inconveniente del retraso, lejos de enojarme, era la justificación perfecta para activar el protocolo.

    Me levanté con una deliberación que ella habría envidiado. Dejé el libro en la mesa. El juego no se inicia en el estudio; se inicia en el espacio diseñado para ello. Me dirigí a mi habitación. Al cruzar el umbral, el aire cambió, volviéndose más denso, cargado con el olor de las velas encendidas y el cuero de los accesorios.

    Acababa de revisar las cuerdas y los amarres asegurados a la cama cuando escuché el timbre. Momento perfecto. Ella estaba aquí, y yo estaba listo. Me dirigí a la puerta interior. El primer paso del castigo era siempre el mismo: la espera silenciosa. La vi al otro lado, en el umbral. Ya no era la ejecutiva que se excusaba por el tráfico; era mi amiga, mi esclava, expectante. No había disculpa en sus ojos, solo hambre.

    La iluminación de mi habitación era tenue, resaltando las formas casi ambiguas que había allí, un tono suave que garantizaba intimidad y propósito. Cada elemento en este espacio estaba dispuesto con precisión: la pesada alfombra de lana que absorbía el sonido, las cuerdas sobre la mesa auxiliar al lado de mi cama, y el silencio, ese silencio denso. Solo se oía el crepitar de las llamas de las velas. Laura estaba allí, de pie en el centro. Su postura era de timidez y expectación al mismo tiempo, pero había una tensión que yo conocía y me complacía. Había llegado tarde, una hora y cuarenta y tres minutos para ser exactos. Un simple retraso, pero una falta a la base de nuestro acuerdo, un desliz de su voluntad que exigía ser rectificado.

    —Acércate —ordené. Mi voz era baja y resonó con autoridad. Ella obedeció, y vi el reflejo de su anticipación en sus ojos, la forma en que sus pestañas se agitaban. Sabía que esta “deuda” sería cobrada con una justicia precisa y calmada, la única que ella deseaba.

    —Una hora y cuarenta y tres minutos de tu tiempo, Laura. Tiempo robado a nuestro pacto. Conoces mi molestia ante la falta de puntualidad en nuestro juego.

    —Sí, amo —contestó, y las palabras salieron con la sumisión perfecta que esperaba.

    Tomé la fusta de cuero trenzado, deslizando la mano sobre su tacto frío. No era el instrumento que usaría de inmediato, pero su presencia en mi mano era un recordatorio físico de la jerarquía inalterable.

    —Esta noche no hay emoción, mi querida amiga, solo control metódico —expliqué, moviéndome lentamente a su alrededor. Mi sombra se proyectaba sobre ella, un símbolo de mi dominio. Hablaba como un instructor que detalla un procedimiento. Me detuve frente a ella. El aire estaba cargado de una expectativa tan intensa que se sentía tangible.

    —Tu castigo será una lección de silencio y rendición, una reintroducción a la obligación completa de tu cuerpo hacia mí. ¿Comprendes?

    —Lo comprendo.

    —Bien. Las reglas inmutables: La palabra segura será “Réquiem”. La usarás, y solo la usarás, si el dolor es intolerable. ¿Claro?

    —Sí, amo.

    —Perfecto. Ahora, las reglas del sometimiento. Esta noche eres una pieza muda. No emitirás sonido. No articularás palabra alguna. No te moverás, a menos que yo lo ordene. Y no me hablarás a menos que te dirija la palabra. ¿Podrás mantener esa quietud, esclava?

    Había un desafío, una chispa de rebeldía controlada en la forma en que su cuerpo se puso rígido. Le gustaba la prueba de resistencia.

    —Lo haré, amo.

    —Eso espero. Por cada infracción, por cada suspiro audible, por cada movimiento, el castigo se intensificará.

    La vi asentir, y la entrega verdadera —la rendición de su cuerpo—brilló en sus ojos y en la sonrisa de sus labios. El ritual de la inmovilización es la parte esencial del sometimiento. Es el acto de anular la autonomía. La dirigí a la cama, previamente alistada para nuestro juego. Le ordené arrodillarse, y luego acostarse sobre el vientre. Su obediencia fue inmediata.

    Comencé con sus tobillos. Usé las correas de cuero fino, fuertes e irrompibles. Las ajusté a las cuerdas amarradas a la cama. Sentí la piel cálida bajo el cuero mientras verificaba la tensión. Sus músculos estaban tensos bajo la tela; su cuerpo se había puesto firme y expectante.

    —No te muevas —ordené.

    Pasé a sus muñecas. Utilicé cuerdas de seda negra, más gruesas. No buscaban causar daño, sino garantizar la inmovilidad. Me tomé mi tiempo en asegurar el nudo, garantizando que fuera estético y funcional; los meses anteriores practicando shibari daban sus frutos. La sensación de su pulso, acelerado bajo la suavidad de la seda, era un recordatorio de que su vida estaba, completamente, en mis manos. Una vez atada, levanté su barbilla para encontrar sus ojos. No había temor, solo una expectación febril.

    —El último paso —dije, mostrando la bola mordaza de silicona negra. Le ordené abrir la boca.

    La besé apasionadamente, mezclando mi lengua con la suya, ávida de deseo. Retiré mi boca para imponer el último silencio. El sabor del látex y la pérdida de su voz la hicieron temblar. Al ajustar la correa de cuero alrededor de su cabeza, el silencio se instaló, total. Su respiración se volvió sonora, un jadeo contenido y rápido contra la mordaza.

    Estaba inmovilizada, amordazada y silenciada. El control era absoluto. Me senté al borde de la cama. El poder sobre su cuerpo era un placer que me hizo sonreír. Deslicé mis dedos a lo largo de su columna vertebral, desde el cuello hasta la base, y sentí un temblor recorrerla, una reacción inevitable a la inminencia del castigo.

    —La corrección se enfocará en las zonas de mayor receptividad, Laura —le expliqué al silencio, sabiendo que cada sílaba la penetraba. Me levanté y tomé la vara de abedul pulida. Era ligera, pero su impacto era definitivo.

    El primer contacto fue un roce helado en la parte superior de sus muslos. El segundo, un golpe seco y exacto. Vi cómo su cuerpo se contraía, un temblor mudo que no pudo suprimir. Sus ojos, únicos portales de expresión, se abrieron de golpe, inundados por el shock de la intensidad.

    —Una pequeña corrección por tu falta —susurré, y apliqué otro impacto en el mismo punto.

    El sonido era limpio y agudo. Ella apretó la mandíbula contra la mordaza, el esfuerzo por no emitir un sonido era tenso. Una nueva capa de color, un carmesí brillante, comenzó a extenderse sobre su piel bajo la vara. Me moví con precisión. Diez impactos en la nalga derecha, manteniendo un ritmo lento y deliberado. Mi enfoque estaba en la ejecución perfecta. Por cada golpe, ella arqueaba la espalda, tensando sus extremidades. El cuerpo reaccionaba a pesar de la orden de quietud, y ese conflicto era la verdadera recompensa. Cambié a la nalga izquierda. Cinco golpes rápidos, concentrando el dolor en la zona ya sensibilizada. El calor que irradiaba de su piel me resultaba adictivo.

    Hice una pausa. La inmovilidad era impresionante. Estaba quieta, excepto por el temblor que recorría sus hombros. Su respiración era entrecortada. Me incliné, acercando mi boca a su oído, disfrutando del silencio.

    —Tu sumisión es perfecta, pequeña. Pero tu cuerpo aún se debe a mi dominio, y yo debo disciplinarlo con esta sensación.

    Pasé a la segunda fase. Dejé la vara y tomé la fusta larga. Este instrumento proporciona una sensación distinta, más punzante y localizada. Comencé con roces invertidos, acariciando su piel con la punta. Un toque que era una promesa, una tortura de anticipación. Su cuerpo se retorcía bajo el roce, luchando contra las ataduras.

    De repente, el latigazo impactó en la parte posterior del muslo, una zona inesperada, pero altamente sensible. Su reacción fue un movimiento involuntario de sus caderas. Su voluntad de quietud había fallado. Me puse de pie con frialdad. Me acerqué al soporte y tomé una segunda mordaza, más gruesa, con un arnés de ajuste más firme.

    —Has roto las reglas —dije. La corrección debía continuar.

    Retiré la mordaza anterior. Ella abrió la boca, no para hablar, sino para jadear. El aliento que soltó fue un lamento sordo, puro y desesperado.

    —No has hablado. Has sido obediente en el sonido. Pero tu cuerpo ha protestado. Es momento de atar no solo tu voz, sino tu aliento.

    Le puse la segunda mordaza, y el silencio que siguió fue más opresivo que el anterior.

    Reanudé su castigo. La fusta se movía con más ligereza ahora, trazando líneas ardientes en su espalda baja, golpeando puntos de máxima sensibilidad. El olor a cuero y su propia excitación en el aire me envolvían. Yo observaba la piel, el arte de mi dominio en pleno desarrollo. La sensación la estaba empujando hacia el umbral del placer, hacia el punto exacto donde el castigo se convierte en necesidad. Sus caderas empezaron a hacer un ligero movimiento rítmico, un ruego corporal involuntario.

    Me detuve. La observé fijamente. Ella sabía que había violado la quietud, pero esta vez, el movimiento no era de protesta, sino de súplica. Sus ojos, que ahora me miraban con intensidad a través del reflejo, estaban llenos. Las lágrimas habían dado paso a una humedad vítrea y una intensidad que no necesitaba palabras. Su mirada no pedía perdón; exigía más.

    —¿Me estás pidiendo que continúe el castigo, puta? —pregunté, acercando mi rostro al suyo, mi voz grave y burlona.

    Ella no podía responder con palabras. Pero cerró los ojos con fuerza, y el gesto fue un asentimiento total, la pérdida de control más deliciosa que podía ofrecerme.

    —Puedes responder —le indiqué, soltando la mordaza.

    —¡Sí, amo, por favor! Quiero más —fue su indiscutible respuesta. Volví a ponerle la mordaza.

    Dejé la fusta. Había servido a su propósito. Ahora, el único objetivo era el éxtasis. Me centré en las zonas menos castigadas, pero altamente sensibles. El hueco detrás de sus rodillas, la suavidad interior de sus muslos, la curva de su cintura. Mis manos ya no corregían; exploraban y acosaban. Mi toque, que empezó ligero, se hizo posesivo. La fricción, el roce de mi palma contra el calor de su cuerpo, el apretar sus pezones y morderlos, cada vez que halaba su cabello hacia mí. Ella respiraba con una violencia silenciada, y su abdomen se contraía en espasmos. Su cuerpo, atado, se arqueaba, buscando presión, buscando el punto de colapso.

    Aumenté el ritmo, la presión. El calor de su piel era casi insoportable. Su cuerpo se había convertido en un motor de deseo puro, temblando bajo mis caricias, cada fibra vibrando en la tensión entre el castigo y el placer. Y entonces, llegó el primer estallido. Su cuerpo se puso totalmente rígido, una tabla arqueada, temblando convulsivamente contra las cuerdas. Su boca se ahogó alrededor de la mordaza, un gemido silenciado y frustrado. Una oleada de calor recorrió su espalda.

    Pero no la liberé.

    —No tienes permiso para terminar —susurré. Ella temblaba, silenciada. Pero el castigo debía continuar. Agregué lo que sé que Laura anhelaba: el plug anal y un vibrador a control remoto.

    Ella luchó, su cuerpo implorando el final que yo le negaba. Disfruté del control, de la negación calculada. Alargué su agonía hasta que la piel se sintió eléctrica. Y entonces…

    —Puedes tener tu orgasmo.

    Y lo tuvo, más profundo y prolongado que nunca antes. Esta vez, la rendición fue absoluta. Sentí cómo su cuerpo se liberaba en oleadas incontenibles, un placer que la superó y la hundió en un silencio de rendición total. La tensión se liberó en un temblor fino y exhausto.

    Esperé en silencio a que su respiración se normalizara. La desaté, retirando primero la mordaza. Sus labios estaban hinchados y su rostro, enrojecido. Sus ojos estaban cerrados y húmedos, pero la sonrisa que se dibujó en su rostro era la de la total satisfacción.

    La ayudé a sentarse, abrazándola por detrás. Ella se dejó caer contra mi pecho, su cuerpo aún se estremecía con pequeños espasmos residuales de placer.

    —Tu deuda está saldada, Laura —dije, depositando un beso ligero sobre la marca roja en su hombro—. Y la has pagado con excelencia. Has demostrado una disciplina y una capacidad de súplica que valoro.

    Ella suspiró profundamente, la primera respiración sin contención en mucho tiempo. Se giró ligeramente para mirarme, sus ojos aún brillantes y dilatados.

    —Gracias, amo.

    Sonreí con suficiencia. —No me agradezcas aún.

    La ayudé a levantarse y la envolví en una manta de lana. Su cuerpo se sintió ligero, agotado, pero visiblemente satisfecho.

    —La próxima vez, Laura, espero que tu puntualidad sea perfecta. No solo por el rigor de nuestro pacto, sino porque me temo que una corrección de esta magnitud exige testigos.

    Hice una pausa, sosteniendo su mirada. Su respiración se detuvo.

    —Tal vez luego… te castigaremos entre dos.

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  • Un chamán me embrujó

    Un chamán me embrujó

    Aquí de nuevo después de mucho tiempo y esta vez quiero contarte una historia personal que me ocurrió hace algunos años cuando todavía estudiaba en la universidad. Resulta que mi mamá me pidió que le vaya a comprar a Gamarra varios paquetes de inciensos aromáticos. Ya antes le había acompañado a comprar a ese sitio así que sabía cómo llegar.

    Con desgano emprendí el viajecito. Tomé el bus que me dejó cerca del Parque Cánepa y de allí caminé a la zona donde venden productos naturistas. Ubiqué el puesto de la casera de mi señora madre, le pedí la cantidad encargada, pagué y metí a la mochila todo el paquetón.

    Me estaba dirigiendo nuevamente al parque Cánepa para tomar mi bus de regreso cuando una jaladora me intercepta para ofrecerme una lectura de tarot con un chamán norteño. El costo era de s/ 20 soles.

    Antes varias veces me habían ofrecido leerme el tarot y yo nunca aceptaba pasando de largo pero ese día como que me entró curiosidad por saber qué me dirían acerca de mi futuro.

    Le jaladora me hizo entrar a un edificio en la misma avenida por donde transitaba. Subí las escalares a un segundo piso y me hizo pasar a un cuarto con puerta metálica. Allí dentro se encontraba el chamán. La muchacha se fue y cerró la puerta.

    Confieso que me dio algo de miedo estar a solas con ese hombre. En la mesa donde realizaba la lectura de tarot tenía un cráneo aunque lo bueno fue que el lugar estaba iluminado.

    El chamán era un hombre bien trigueño, llenito, de calculo a lo mucho 1.70 de estatura porque era solo un poquito más alto que yo, y uno de sus dientes delanteros estaba forrado con una plancha de oro.

    Yo en aquella época tenía ya mi pareja hombre y él estaba un ciclo arriba del mío. Yo lo que quería mucho y hasta pensaba que nos haríamos viejos juntos (iluso yo). Y bueno, la razón de entrar a que me leyeran las cartas era para preguntar si mi pareja me estaba siendo fiel y es que él tenía un amigo en la universidad con el que se llevaba muy bien y prácticamente iban a todos lados juntos y yo sabía que ese amigo era gay.

    Lo conocía y la verdad es que la relación de amistad entre ellos no me ponía para nada celoso, aunque yo sabía que ese chico quería con mi pareja, también sabía que mi enamorado nunca le haría caso pues el pobre tenía una nariz de cóndor enorme que lo hacía lucir muy feo.

    Pero resulta que luego de las vacaciones. Ese amigo regresó a la universidad con nariz nueva. El maldito se operó la ñata. Y estoy muy seguro que lo hizo con el firme propósito de quitarme a mi novio.

    Así que le pedí al chamán que me dijera si mi pareja me estaba siendo infiel o si me sería infiel en el futuro con ese amigo.

    El hombre me respondió que mi novio estaba muy enamorado de mí y que no veía infidelidad de su parte. Que no me preocupara por el amigo pero que sí quería fortalecer el vínculo entre nosotros podría hacer un pequeño ritual de atracción.

    Yo: ¿Cómo es eso?

    Chamán: Mira yo te hago un pequeño rezo ahora y te doy este polvito para que te lo pongas en tu ano antes de tener intimidad con tu novio.

    Yo: ¿Y cuánto cuesta eso?

    Chamán: No te preocupes. Es gratis. Me has caído bien.

    Yo: Gracias.

    El chamán me pidió que me ponga de pie de espaldas a él y que cierre los ojos.

    Comenzó a recitar un rezo que ya ni recuerdo. Solo recuerdo que lo decía muy rápido al mismo tiempo que frotaba mi cabeza y espalda con una piedra. Luego de unos segundos comencé a sentirme muy excitado. No sé qué me pasó pero de pronto tenía ganas de sentir una verga dentro mío. No, no es del todo correcto, en realidad quería sentir la verga del chamán dentro mío. No me sentía mareado ni nada parecido solo muy excitado. Me dieron unas ganas tremendas de tener sexo ahí mismo con ese hombre (creo que me lanzó algún hechizo ya que analizando luego la situación no tenía síntomas de haber sido drogado).

    Me di la vuelta y le agarré el pene por encima de su pantalón que se notaba empezaba a ponerse duro.

    Yo: ¿No quieres que te la chupe?

    Chamán: Sí, chiquito.

    Me desconocí en ese momento. El chamán se sentó, desabrochó la correa y yo ansioso le bajé la bragueta. Le vi el calzoncillo rojo de la marca Stripper (lo recuerdo perfectamente) que estaba mojadito por la zona de su glande. Le bajé el calzoncillo y comencé a succionar con locura ese pene cobrizo. No era grande pero tampoco pequeño aunque en ese momento me parecía la cosa más rica del mundo.

    Nos desvestimos y me sometió de pie contra la puerta metálica y también en ese suelo sucio pero no me importó. Solo deseaba sentir su hombría con fuerza dentro de mí y que me llenara con su leche. ¿Por qué saben qué? Lo estábamos haciendo sin condón y es que en ese tiempo aún no tomaba PrEP.

    Lo rememoro y el Tadeo de esa época nunca hubiese permitido que lo bese alguien con ese forro de oro en el diente pero en ese momento disfrutaba a mil con sus apasionados besos.

    Me besó todito. Y la forma como me frotaba su verga mientras me mordía la nuca es algo que no olvidaré.

    Luego de una media hora el chamán se vino harto dentro de mí y yo pude sentir como sus fluidos escurrían. Me dejé caer sobre su cuerpo y él me abrazó. Ambos estábamos empapados de sudor. Nos quedamos tumbados por unos minutos más.

    Al rato comencé a sentir culpa y es que se me pasó toda la arrechura que tenía. Me vestí, me despedí y quise pagarle al chamán pero no aceptó el dinero. Le agradecí y me fui.

    Afuera estaba la jaladora y por su cara me di cuenta que sabía lo que había pasado.

    Ya en la calle comencé a sentirme preocupado de que el chamán me hubiera contagiado de algo pero lo único que me quedaba era mantenerme tranquilo y esperar el tiempo necesario para hacerme una prueba de descarte que afortunadamente meses después salió negativo.

    Nunca más volví por esa zona y tampoco volví a ver al Chamán en persona, pero sí confieso que lo veo en mis recuerdos a veces cuando me pajeo.

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  • Sin querer cumplí mi fantasía

    Sin querer cumplí mi fantasía

    Soy un hombre que me considero heterosexual, no siento una atracción hacia los hombres como tal, pero siempre tuve la curiosidad de experimentar, al menos desde los 18 años yo ya tenía cierta curiosidad.

    Creo que en parte la culpa la tiene mi timidez y mi dificultad para relacionarme con mujeres en aquel entonces. Tenía cero experiencias sexuales, pero mi cuerpo ya se moría por tenerlas, así que mi mente empezó a crear fantasías.

    Desde esa edad empecé a experimentar con mi ano y hasta a vestirme con la ropa interior de mi mamá, no con la intención de sentirme mujer, sino con la intención de imaginar que veía una mujer en ropa interior. Así experimenté mi sexualidad en soledad por mucho tiempo, más que la mayoría de mis amigos, sin embargo, siempre han sido las mujeres las que me atraen física y sentimentalmente.

    En fin, muchos años después, ya habiendo perdido mi virginidad con mujeres y habiendo tenido bastantes experiencias, esas viejas fantasías no se habían ido, y de hecho se volvieron más intensos mis deseos.

    Esto que les voy a contar sucedió en una playa conocida de México, yo iba de viaje con varios amigos, pero planee mis vuelos para quedarme unos días más, yo solo para relajarme y descansar.

    En uno de esos días, fui a la playa y renté un paddle board en el cual remé hasta llegar a una famosa roca donde las personas iban a echarse clavados en el mar. Al llegar me di un par de clavados y después me fui a descansar en una parte de la roca, antes de emprender mi remada de regreso.

    Ahí conocí a Carlos, otro chico que se veía más o menos de mi edad, y que también iba solo. Platicamos un poco, nos presentamos, y en la plática él me dijo que estaba ahí con su familia pero que quería salir a tomar unas cervezas, pero no tenía con quien hacerlo. Yo le platiqué que estaba solo por unos días, que yo podría acompañarlo. Y así quedamos, nos veríamos esa tarde en el bar de mi hotel y de ahí iríamos de fiesta a algún lado. Hasta aquí todo fue en plan amistoso, sin ninguna intención más allá.

    En la tarde nos vimos en el bar de mi hotel, nos tomamos un par de cervezas y decidimos salir a probar suerte con las mujeres de los bares locales. La noche transcurrió normal, platicamos con mujeres, bailamos, pero al final no concretamos nada. Lo que sí logramos fue una buena borrachera. Andábamos ambientados y le pregunté si quería seguirla en mi hotel, yo había comprado unas cervezas por si nos llevábamos algunas mujeres al cuarto, cosa que no sucedió jaja.

    El pueblo era pequeño así que caminamos, y mientras caminábamos y en la borrachera platicábamos de lo sucedido durante la noche. En eso él me contaba cómo había bailado con una gringa y como le re pegaba el cuerpo, e hizo como si yo fuera la gringa y se me re pegó. En ese momento me pareció un juego cualquiera entre hombres, pero también se prendió un pequeño pensamiento cachondo, aunque no le di importancia, no intentaría nada. Subimos a mi habitación y abrimos unas cervezas y seguimos tomando y platicando de nuestras vidas, de nuestros trabajos, de las novias, y finalmente del sexo. Y ahí fue cuando todo empezó.

    Platicábamos cosas cada vez más cachondas al punto que ninguno de los dos podía ocultar que estábamos bien calientes. Nos quedamos serios por unos segundos. Entonces el con su mano se acomoda el “paquete” visiblemente engrandecido. Después yo hice lo mismo con el mío. Nos reímos nerviosamente. Y no se me ocurrió decir otra cosa más que: “¿ya nos dormimos o qué?”.

    A lo que él solo contestó “ok”.

    Mi habitación solo tenía una cama, y sin decir nada yo me lavé los dientes y me quité la ropa normalmente para irme a dormir en calzones. Al final de cuenta éramos dos hombres heteros, no había nada de que avergonzarse. El hizo lo mismo.

    Aún así, creo que los dos sabíamos lo que estaba por pasar porque en cuanto nos metimos a la cama lo primero que hicimos fue rozarnos las vergas con la mano y fundirnos en un abrazo. La noche estaba fresca así que disfrutamos de calor mutuo y nos tocábamos el cuerpo sin decir nada, sin besos, solo tocándonos.

    Paramos un segundo, nos vemos a la cara y le digo:

    Yo: ¿Qué pedo?

    Carlos: No sé.

    Yo: yo tampoco.

    Otro silencio.

    Y acercamos las bocas como dudando. Hasta que se tocaron. Y ahí empezó un faje apasionado, una sensación surreal, de sentir que no eres tú el que está haciendo eso, que no sabes lo que estás haciendo ni por qué, pero lo deseas. De no saber si deberías parar o dejar que fluya.

    Pero aun así me dejé llevar.

    Entre besos y manoseo nos decíamos cosas:

    -¡Que rico!

    -¡Nunca había hecho esto!

    -Yo tampoco

    -¿Te gusta?

    -Mucho

    Estuvimos así como 15 minutos. Hasta que de pronto paramos en un último beso, no sé si fue por un golpe de realidad, o cruda moral. Nos quedamos un rato acostados platicando de lo que pasó. Y los dos coincidimos que queríamos intentarlo. Ver qué se sentía.

    Ya con conocimiento de lo que queríamos hacer y conscientes de que no sabíamos que íbamos a sentir o si de repente no nos iba gustar, volvimos a trenzarnos en besos y manoseo, ahora más intenso. Nos quitamos lo que nos quedaba de ropa, tocando nuestras vergas y jugando con nuestros anos. Nos dejamos llevar por completo, hasta algunos gemidos se escuchaban.

    Ya no había vergüenza, sabíamos que estábamos dispuestos los dos.

    Entonces yo fui el primero en decirle:

    Yo: Quiero probarla.

    Carlos: yo también

    Nos agarramos las vergas primero con la mano, y casi por instinto nos pusimos en posición de 69. No podía creer lo que estaba a punto de hacer. Tenía esa verga en mi mano y enfrente de mi cara. El olor era tan característico, olía como yo, olía a hombre. Una mezcla sutil de fluidos corporales, que me excito aún más y no pude esperar más. La tomé de los huevos y la base de la verga y la introduje en mi boca soltando un gemido.

    En ese momento me di cuenta de que no tenía idea como chupar una verga, pero solo me dejé llevar. Acariciaba sus huevos mientras trataba de meterla en mi boca lo más adentro posible sin lastimarlo con mis dientes. Si verga era algo más pequeña que la mía; a mí me mide unos 18 cm, a él debe haberle medido unos 15 cm, aun así era más de lo que podía meter en mi inexperta boca. Estaba tan concentrado que tardé un momento en darme cuenta de que él también me la estaba mamando. Por unos minutos en esa habitación solo se escuchaban chupadas y gemidos.

    Dos hombres experimentando por primera vez, disfrutándose sin miedo. Por momentos parábamos y soltábamos palabras entre gemidos diciendo “que rico”, o diciendo “sigue así” o en ocasiones dando una señal de que algo dolía. Estuvimos haciéndolo por un buen rato, pero estábamos tan borrachos que ninguno de los dos logró venirse. Me quedé con las ganas de probar sus mecos, por ahora.

    Poco a poco me daba cuenta de que estábamos llegando al punto donde tendríamos que decidir qué sigue. Algo extraño era cómo había cambiado la manera en que nos hablábamos, ahora con cierto cariño, como si le estuviéramos hablando a una mujer, nos tratábamos con “amor”, estábamos entregados a nuestro papel los dos. Nos dimos cuenta de que ninguno de los dos nos habíamos venido aún, y fue en ese momento que hablándole al oído le pedí que me diera el culito. Su respuesta no fue inmediata, y antes de que me dijera que si yo ya estaba manoseándole el ano y lubricándolo con mi precum. En ese momento dijo entre gemidos:

    -¡Si cógeme!

    Aunque realmente no sabía lo que decía ni cómo lo íbamos a hacer. Mi primera idea, porque así lo había fantaseado antes, fue ponerlo en cuatro, para metérsela de perrito, pero no logramos hacer que entrara mi verga, intentamos varias veces, después el acostado boca abajo y tampoco. Cuando parecía que iba entrar, el gritaba de dolor y parábamos. Hasta que nos dimos por vencidos.

    Entonces quedamos acostados en la cama medio abrazados, ya con las vergas medio flácidas. En eso, Carlos empezó a masturbarse hasta que se le puso dura de nuevo y yo con una sonrisa le dije:

    Yo: ¿Quieres intentarlo conmigo?

    Carlos: Si

    Yo: ven acuéstate boca arriba

    Y así lo hizo, se acostó en la cama boca arriba con la verga de nuevo bien parada, se la jale un poco para hacer que saliera más de su pre-cum y lo use para ponerlo en mi culo, y agregue además saliva. No es que yo supiera cómo hacerlo, pero ya había visto bastantes porno gay, además que ya antes había metido objetos en mi culo. Afortunadamente, sin saberlo, yo había vaciado mis intestinos poco antes de salir al bar, y no habíamos comido nada.

    Me subí arriba de él, puse mis manos en su pecho y sentí como su verga dura rozaba en mi ano, se escuchaba lo mojado que estaba. Me agaché, lo bese, y le pedí que me la metiera. La tomé con mi mano y dirigí su cabeza a mi ano, empecé a acariciarlo con ella y casi instintivamente relajé los músculos y de repente ¡Pop! Ya estaba adentro. Los ojos se me salían de la cara, era una sensación de placer y dolor, algo parecido a lo que sentía cuando me metía objetos, pero mil veces mejor. El calor de su verga y la sensación de la piel rozando las paredes de mi ano, lo hacía algo delicioso. Solté un gemido fuerte y empecé a moverme lentamente hacia arriba y hacia abajo. Veía su cara de éxtasis, los dos gemíamos con cada movimiento.

    Poco a poco subí la intensidad del movimiento, hasta llegar al punto de que mis nalgas aplaudían sobre su pelvis. Mi mente aún no creía que esto fuera realidad, de repente me preguntaba que hacía ahí, pero el placer me ganaba. Llegó un momento en que mis dudas me ganaron y quería parar, estaba muy rico, pero me sentía extraños cuando como una mujer con otro hombre. Entonces paré, me saqué su verga con la excusa de que me dolía, que ya no podía más.

    Su verga punzaba al máximo, se veía que estaba a punto de venirse, no podía dejarlo así. Entonces me acosté junto a él y la tomé con mi mano, muy cerca de mi cara. El olor era diferente, podía ver que se había manchado un poco pero no era desagradable, empecé a jalársela. El hizo lo mismo, tomó mi verga con su mano y empezó a masturbarme. Los dos estábamos a punto de venirnos y gemíamos al máximo.

    En eso, explotó, la leche empezó a fluir de su verga a chorros con una potencia y cantidad que pocas veces había visto, se esparció por todas partes incluida mi cara y mis manos. No podía desaprovechar la oportunidad, puse mi boca en la punta de su verga y saboreé los últimos chorros que aventó. Su leche caliente entró en mi boca, una sensación viscosa extraña, pero en ese momento me supo deliciosa y no pude contenerme más, mi propia verga estallo con la misma intensidad, bañándolo a él. No supe si el la probó también.

    Quedamos los dos tirados extasiados, creo que los dos con el mismo cargo de conciencia, ese golpe de realidad que viene después de eyacular, con una sensación de placer extremo, cansancio y sentimientos encontrados. Estábamos en el limbo.

    Nos levantamos los dos con nuestras caras y manos llenas de mecos, con una sonrisa nerviosa y casi podría decir que, con poquito asco, pero no podíamos negar que lo habíamos disfrutado. Ya no nos besamos, el éxtasis había pasado y ahora volvimos a ser dos heterosexuales, o al menos eso queríamos creer.

    Yo me metí a bañar mientras él se limpiaba con agua y jabón en el lavabo. Eran casi las 5 de la mañana, abrimos una cerveza más, como para volver a la normalidad y tal vez marear un poco más al cuerpo y evitar la realidad. Ya no platicamos mucho.

    Le pregunté si se quería quedar a dormir y él me dijo que debía regresar con su familia, al día siguiente tomaría vuelo de regreso a casa.

    Intercambiamos contactos, y nos despedimos con un abrazo que la verdad se sintió muy rico, pero nadie lo dijo.

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